REFLEXIONES RURALES SOBRE LA OBRA DE C. M GAITE
La expresión “darse aires de ciudad” se ha devaluado, los necios confunden valor y precio. Escuchar“ciudadano” suena a Comte y a padre
funcionario correcto, cívico y aburrido, a padre notario de C.M. Gaite, y a
Álvarez del Manzano-logos. Lo del buen ciudadano no es el barrio de
Marzana-vida moviéndose (heroína, sida y Torcí
incluida.)
La des-esencia femenina. Abro la persiana, ventanero, pues de Safo
a Teresa a Rosalía hay un río íntimo de palabras, que ya no es la ventana
del suicidio de Kinkegaard al amor y la
náusea de Sartre llamando a Simone por su nombre sin apellido. Ya no es la
esencia femenina imaginada por tantos hombres en términos de todo o nada, de
ángel o demonio, virgen o Eva, ya no es la mujer domesticada (ángel del hogar) ni la salvaje (mujer fatal del celuloide literario), ni
la ama de casa múltiple esclava ni la
autoself super woman autor realizada
en el office de Mariana León escribiendo sobre el erotismo entre Freud y Jung (debía
ser tántrico); ahora es Sofía Moltalvo, una mujer de su casa, (de su cuarto de atrás, interior) que planta al marido, que tiene sus altibajos, su
Nubosidad Variable, que aumenta con
su hiper-sensibilidad y logo-verborrea, y que harta ya de escribir a escondidas
por no ser escuchada, sale a los cafés sola y se echa amigos. Instala en su
escritorio la maquina Singer de coser de
la abuela, el collage dadá de fragmentos formando un Todo coherente, el
cenicero con sus rastros de pitillo existencialista… y cocina para ella sola (y
para su hija hasta que aprenda a cocinar por sí misma buena literatura.)Con
estas letras tejidas por la propia mujer; la mujer ya no es tesoro culpable o
inocente de Troya; ni princesa de la isla utópica del pirata ni tampoco la
Piker de la sucia cantina donde llorar esas lágrimas de haber sido solo la sucia enfermera.
Y así deja en un happy end con final abierto: la princesa del cuento, al menos no se arroja a las vías del tren por
exceso de tostón de Tolstoi, tampoco es puta títere o marioneta prostituida y movida
en el teatro moral del viejo Zola, ni Bobary incapaz de controlar su fantasía,
ni Isolda envenenada por Tristán con su poción. Se lo cuenta una mujer a otra,
madre a hija, una amiga a la otra, unas aldeanas hablando el mejor castellano
entre ellas, y no con el alma machista de Corín Tellado con que se dirigía a la
masa femenina, cosa bien distinta y desteñida.
La des-esencia masculina. Y lo mismo aplica Carmen al otro género
de interlocutor. Kafka no se recrea
en el hado funesto del anti-héroe romántico y el aura de poeta maldito sino que
sus personajes “hacen de su intromisión
denuncia silenciosa de la deshumanización social!” Gaite anota en uno de
sus primeros cuadernos:“¡bendita
cucaracha ignorante del camino que abre a lo fantástico. Y este personaje de funcionario-archivero
se repite en muchos de sus libros hasta en Lo raro es vivir. En sus primeros
cuentos esta becaria de filología apasionada por la historia introduce música
de los Beatles en la aburrida oficina de la jerga
Guttenberg del franquismo, para sentirse ella misma menos cucaracha.“Todo lo que se necesitas es amor”,
echarle ganas al cuento. Echarle fantasía a la realidad, aunque lo cotidiano ya
es surrealista per sé:Bretón sólo describe lo que ve en la
fábrica, pero no introvertido o surrealista como Kafka sino de reportero
suprarrealista que des-automatiza,
des-alinea, des-enajena, extraña, epata. Gaite llamaba la atención con su boina y performance hacía lo humano, lo esencial.
Su objetivo es des objetivizar, des-codificar, deconstruir, el escritor real
queda entre lo visible y lo invisible para desmaterializar la sociedad.
Pessoa también refleja su ser multiplicándose en heterónimos,
fragmentándose para construirse, destruirse –perderse en los laberintos de Borges para encontrarse ´-salvarse- y así
no caer en la esquizofrenia social de no aceptar sus multiplicidades aparentes,
des-compactando lo que parecía unitario en la sique. Gaite escribe una narración del eros, vitalista, y no la neurótica-victima-egocéntrica del thanatos.
Hay desdoblamiento en sus personajes, como en el Quijote, Todorov, el barroco o
Platón… pero acepta esa dualidad complementaria del espejo, sin caer en el Narciso alter Ego.
Este se ve en la Reina de las nieves:
su esencia, (su nenúfar lo llamaba ella) sería esa reina de las nieves que ya ni se acuerda, cuando ha estado toda
la vida haciendo punto y repunto con su recuerdo. Nunca perdió la sonrisa
afectuosa de Wendy buscando a los niños listos y curiosos por interlocutores.
Es un lenguaje íntimo, un macro mundo con autonomía per sé, un cabaret donde
juega el erotismo. No quiere morir el
autor en este insomnio porque me he encontrado hoy de interlocutor. Lo de
implícito o explicito es una redundancia de la teoría de la recepción: obvio
que la distancia mediatiza la interlocución; la memoria, el paso del devenir
interior en el autor al escribir el recuerdo en retahíla; una distancia del
propio lenguaje insuficiente, engañoso y peligroso sí es manipulación,
propaganda, publicidad, política sofista o escolástica de un cura aburrido.
Inocente si es razón vital de ortega y poética de Zambrano, si se toma como un
juego y se cuenta bien. Y por último está la distancia del lector crítico: la
afectiva de reducir a formas, morfemas,
grafías y etiquetas. Esa es la peor. La que duele. Por eso la literatura solo es
sustituta, bálsamo, fármaco de la vida. La primera literatura es oral. Y C. M
Gaite prefiere una conversación a escribir, un amigo a un libro. Ya no está
Carmen físicamente, solo las huellas
rastros senderos fichas fragmentos señales signos correlatos versiones
laberintos de una existencia vital. Revive el autor cuando un lector le
atiende, un dialogo que quiere trascender la autonomía de la
literatura-ficción, que desdobla al receptor en dos tiempos y espacios, o
muchos, inmersión-sumersión en la aventura y en la sorpresa, en la liebre blanca
de Alicia, en el milagro de Teresa que es poder contar lo que uno siente,
aunque el interlocutor sea soñado. Sea un sueño o real hay que dirigirse a ese
interlocutor no como esencia de masa o musa o de fantasma sino como persona de
carne y hueso
Carmen a través del espejo: C. M
Gaite anciana con su sonrisa gélida o más bien irónica en la retahíla del lago
de Nueva York (con los cristalitos rotos, el espejo desfragmentado, incapaz de
ordenar ya los cuadernos, el caos de papeles por el piso sigue recordando a la
que esperaba el porvenir con Aldecoa,
sentados en una escalera mascando chicle o comiendo pipas o lo que fuera, como
en todo pueblo. “…y el porvenir que no
venía…“y tan seguros del “seremos escritores”….pero
la misma palabra que a Laforet y al resto de “chicas de provincia” les sabía a caramelo de libertad y con deleite
degustaron…(aunque a veces supiera amarga, condena al error y a la soledad,
infierno del otro)… Á. del Manzano la
mastica, la devalúa, la deja sin fondo, proyectándose en“la receta de la tarta de fresa”, dispuesto a bailar un vals macabro
con la abuela sin novio de la niña de
rojo, con tal de robar el caramelo y cortar rollo y movida al barrio.
El cuarto de atrás.Carmen
se deja llevar por el hombre de negro, la pasividad en este baile nupcial de
muertos es lo que marca sus señas activas de identidad (en un género concreto,
en una generación concreta.) El periodista pregunta por su obra. Ella al
principio responde contando su vida íntima: recuerdos de helado de limón con la
paga del domingo y de Carmencita Franco con ese diminutivo de princesa con labios de fresa de la cursilería de R. Darío
y demás nenúfares del franquismo. Se identifica, ¡no es tan mal espejo si
refleja lo humano esencial, a esa niña, y no los fundamentos del régimen! En el
fondo otra cría que intercambiaría cromos y TBOs, le robaría libros del padre y
se asomaría de vez en cuando a la ventana del Pardo con un helado de limón, en
vez de fresa como supondría el maldito poeta con miedo a resultar de derechas o
poco esencialista y personalizar, humanizar, a la niña esta; pues ningún niño
es tonto ni vive en torre de marfil de candidez cristiana sino que se hace
preguntas, interrumpe el discurso, pide que se cuente con más ganas, berrea y
se estremece de miedo sí le cuentan lo de las Brönte bien contado. El recuerdo
del helado se hace vivo, doblemente porqueno es ya solo el recuerdo: también es
un helado de limón presencial, dadá,
en un teatro de cabaret dentro del libro que le tiende al interlocutor por
negro que se pinte el telón o a los
amigos, a la salida del libro. Se triplica, se multiplica el helado.
Luego cambian los roles,
performances, intercambian calzas verdes y es este hombre el que parece una doña Inés
avergonzado de que le monte por teléfono el numero teatral un personaje de
Almodóvar con acento gaditano. El lobo “solo
entra en el cuarto de una mujer si ella le da permiso.”Ella no queda sola, osea
con Ferlosio, ya entre o no entre en la boca del lobo esa noche. Va sonámbula a
dar un vaso de agua y contar un cuento a la niña, dormida, torcida, mal presagio.
Pero no se queda sola. No, porque a mí y a cualquiera le toca la llaga íntima, y
a la vez reflexiva, de su propio cuarto
interior. En esta novela queda la autora en una semidesnudez erótica y no en
la pornografía del auto-retrato del ego
de marta Sanz. Una se lleva el cum lauden y premios de verdad en forma de
sonrisa inmortal y además se queda semi-desnuda
y la otra se queda igual de sola pero
“destapada del todo”, como esas pelis del destape que quiere denunciar y
que al final abala la doctorada en bestsellers Sanz con su narración del insípido pubis
del ego; y reseñada por Chirbes como si la debieran algo por vivir en Malasaña,
abanderar histérica-mente el feminismo y
haberse doctorado en coñazos. En cambio, Carmen tiene otro ritmo, tenue,
sinuoso, dulce, pero firme, tan segura de la superioridad de la mujer que no lo
grita, lo cuenta divertida. No aburre
(con los excesos del ego). Dan ganas de seguir leyendo el cuento de nunca
acabar.
Tan segura de la ficción de dios
que busca al Jesús y la Teresa humana. No
le preocupa sí es verdad o mentira, como buena gallega, sí es real o fantasía,
subjetivo u objetivo. Reclama que lo cuenten bien. Nos han contado mal la vida
del carpintero y cuatro clavos ensalzando en cambio tres galimatías de aquí-no.
Los urbanistas, publicistas, funcionarios aburridos, malos notarios (y no como
el padre de Carmen o Kafka o Pessoa, que eran más humanos) tienen también sus “proyectos de futurición” de Ortega y son
estos los que hablan “a la humanidad”,
los que emplean “esta demagogia a nadie
dirigida,destinada a la nada”, a la masa informa. Le decía esto Ortega auna
persona sin lista, a un individuo sin lista.Y emplea una retórica sencilla, palabras
“con empaque de rey, como hablan los
aldeanos en Castilla”, para devolver al pueblo o a las cabras locas que
queden en él su aristocracia, su moral de señores quijotescos y de marqueses
de Carabás en vez de gato con bota con moral sumisa de sanchos; y desnudando
al emperador -el fascismo-, no por derecha o izquierdas, religioso sino
simplemente porque era“facha”, mera
forma, fachada, sin individuo dentro. Sí la religión es relación con uno mismo,
no tomándose como ego ni alter ego sino con la humildad señorial de Teresa al
personificar a cristo bienvenida sea, un
espejo interior para verse más guapo esta mañana, a la monja le ayudó en su
vida y dejó literatura para que otros practiquen la fantasía en su vida diaria.
¿Oía voces o fueron unos señores concretos los que la mandan escribir? Es lo de
menos de dónde venían esos delirios, éxtasis… sí de la fe o de la cebada. No
importa la existencia o no de dios o una idea primera o cosa así si no tiene
una consecuencia física de progreso humano (fundar conventos de monjas más
libres con unas fundas vitales no es tan vacuo como perderse en la morfología
de la palabra dios del filólogo o en la esencia exterior a esa palabra del
filósofo metafísico.)El trasfondo es la persona, en la forma lleva ya su fondo.
Importa cómo el libro de la vida le ayuda a esta monja que escribe como puede,
con pocos libros de formación, y sí ayuda en la vida practica a otras personas,
como lo hace en C.M Gaite.
Los escritores no oran retoricas
a la plebe, ¡bastantes solos se quedan los muertos cómo para no querer una
persona real y humana a su lado!, por egoísmo de cariño se llaman bardos y han
de imaginar el rostro del lector y de otro escritor a su lado, entusiasmados
con el seremos escritores y con sus
caídas depresivas que no se deberían contar en una literatura alegre por no
aburrir al personal. Se necesita siempre un interlocutor, aunque sea soñado. El
sueño se achica cuando más se extiende al colectivo ciudadano y menos al concreto
bicho humano. Unamuno no podía hablar si
no siento unos ojos mirándome, sin especificar lo civilizada de esta
compañía, y ahora dicen que no hay nada más enrevesado y complicado que Una más
Uno; el otro. ¿Era más sencillo de
entender Xubiri y estratificar la ciudad de dios y la del hombre? Lo que hay
que buscar lo divino en el otro concreto y no regodearnos en nuestra propia
dualidad.
En la ambivalencia (contarnos
bien la mentira) de que la ciudad se la inventa siempre uno, más solo que la
una, y aldeano. Cuando los niños malos
te persiguen con tirachinas y te tiran del pelo y te ensucias en el barro es
cuando no se puede escribir, solo vivir, y se idealiza la infancia al crecer, y
se inventa la ciudad en el pueblo para abrir los visillos a los aires libres de
una ciudad, igual que el pueblo se sueña uno ya urbanizado cuando esa ciudad de
Nueva York agobia más, y es el infierno de Nada, de una familia civilizada y no
de unas islas Canarias con solecito y playas y el único paraíso que hay: el de
infancia. Rememorado una y otra vez, en mil versiones. De la odisea a Proust,
un viaje de retorno, de vuelta de Norta –ciudad ficticia- a Granja de Moreruela
–un pueblo real, por fantasma y deshabitado que esté-Yo he vivido en esa Granja
y en esta ciudad, de cuyo nombre no quiero acordarme, solo puedo escribir. En
Norta se escribe diferente que en Surta: en aquella marina del horror o en el
invierno de esta ciudad en crisis pos-pos industrial se escribe, en el invierno
que es un amigo sereno, pero el verano es un amor tormentoso que da calor pero
no palabras. Solo en medio de este norte y este sur, en ese pueblo de cabras,
viví y fui algo parecido a feliz. Y es un eterno retorno a lo
Heraclito-Nietzsche, no a lo Parménides-Platón: se repite siempre pero no en mí
sino en otros que vinieron antes y vendrán después. Mi alma fallecerá con mi
cuerpo, no del todo mientras se ame un libro y al escritor que hay dentro. Se
repite y si se cuenta bien no aburre. Se repite nunca igual, siempre distinto,
en otros ríos, con otros bañistas, pero se le parece, se asemeja, hay
parentescos, versiones de mi bisabuela y de la otra Carmen que resultan
creíbles, mentiras y ficciones
verosímiles cara a uno mismo y a los demás, aunque sean irreales desde un punto
estupendo de buscar lo esencial y filosófico- filológico o científico. A la
literatura no se le pide eso. No se debería pedir la verdad al escritor
sino que lo cuente con ganas, decía
Barthes, con ganas también ya el pobre de morir en la vida real y pervivir solo
dentro del texto, que dejaran en paz su vida de verdad, la íntima, sin tanta
mistificación. Y por eso Barthes, al
final y pese a tanto deconstructivismo acabado en abismo, se me hace
algo humano, se le puede sacar algo humano a ese café donde la camarera se
entera de que es escritor por la tv. (Incluso la matemática del Oulipo y
Wittgenstein esconde trasfondos de lenguajes humanos ampliando la vida.)Barthes
mata al autor para revivirse él como
persona detrás y revivir al lector que
tendrá que esforzarse en buscarle. No va
a dejar todo mascado el autor posmoderno.
El verano es el calor y el pueblo
no permite la palabra. La ciudad es el frio de la serenidad, donde evocar la
poesía pura que se ha vivido en un pueblo.
(Para Gaite, y para todos, por frío que se tenga el…¿corazón? ¿Huesos?
Nietzsche decía “estomago”. “Fragmento de interior” suena aún más
frío, se puede convertir en interiorismo de armarios y casillas-estanco de la
meta-literatura, cuando ella se refiere a mudanzas
del alma. Viene a decir es que son
cachitos, hilitos, no un bordado o fresco a lo tapiz renacentista en el
Pardo. Unamos las piezas del puzle, del collage meta-inter literario en
interrelación vital, disciplinar, artística. A los niños es a los que habla y
por eso lo llama “cristales mágicos de dentro”, se la entiende perfectamente.)
Necesitas comprender la dualidad,
imaginar la infancia de niños buenos y malos, pues unos que te pegan y otros te cambian cromos y
cuentos. La república se la inventa
Platón en una isla, expulsado de la polis y con amante y maestro muerto. Más
resentido con los otros niños del juego imposible. Se la inventa Agustín de
Hipona en lo más románico y anguloso de un pueblo: el monacato, la soledad. Resentimiento
es volver a sentir, en el fondo, aunque esté llene de dolor y arrepentimiento
el recuerdo. La ciudad se la inventa uno con los aires y sirocos locos de
África y el viento solano. Rimbaud se
inventa París traficando con hachís y su escopeta y no cuando vive drogado
entre los aires- humos fabriles contaminados y los propios fuegos fatuos. El sur
vital posibilita que haya mundo norte ficticio. Sin verano en Canarias no
habría invierno en Barcelona y meta-invierno en Madrid para nunca volver físicamente a esa isla del demonio y la
madrastra. Se pasan estas mujeres la vida huyendo, en fuga, pero llevan un ritmo
lento en el interior para superar este trauma pos-guerra y pos-familia. Ferlosio
en el infierno del Jarama es cuando sueña un alma de Alfanshuí individual. Agustín
creía que una ciudad es suma de almas
cuanto más contaminada veía su alma de africano. Rousseau llamaría salvaje a
este hombre bueno en esos momentos en que él mismo no andaba subido a las
ramas. Confiaba que la ciudad educaría a
su hijo mejor que él, y sólo él le habría dado una educación
sentimental, estética, progresista, dejándole libre en el campo, otro paseante
solitario. En el pueblo queremos la ciudad y en la ciudad el pueblo. En verano
el invierno y en invierno el verano. Entender
y a la vez soñar era el mal que
perseguía el insomnio de Carmen en el cuarto de atrás ¿no es el de
cualquier persona? Y cuando aceptamos esa imagen visual (visionaria, a lo
Rimbaud, pero sin dramatismos meta-literarios ni revolucionarios), sin juzgarla
de mito o logos, de fantasía o realidad, conseguimos descansar. A la mañana
siguiente ya nos plantearemos sí interpretarlo freudianamente, ¡esa es otra!,
volver a buscar entender lógicamente lo soñado, ¡y así hasta aburrir en eterno
retorno! o contar esto bien para que otro persiga la flor. Del paraíso de
infancia solo va a quedar una flor en la almohada. Y ni siquiera ese nenúfar
deberíamos contar, pero necesitamos contarlo: ¡al menos una flor! No es ego ni alter
ego, ¡es solo el yo, que le falta el otro! Una carencia afectiva, claro, pero
esa necesidad no se puede esquivar, reprimir, esconder bajo la alfombra y
tampoco regodearnos en la sublimación. Contarlo
con alegría: hoy he encontrado una flor dentro de mí, necesitaba contarlo. Mi
infancia tuvo un matiz de flor y hada. “No hay paisaje sin burgués ciudadano porque
para el campesino la huerta solo es trabajo”. Una mentira a medias, una cosa
muy de Marx: Carmen es un nombre que me calma el alma, le añade una C dulce en
medio, y me invoca a la marisabidilla de Salamanca pero también a la bisabuela semi-analfabeta de Gallarta. Y digo
semi, porque ella hablaba otro logos, porque hay lenguajes de lo inefable que
no necesitan palabras. Un sordomudo, un loco, un muerto, sigue una parole de
imágenes que un estructuralista no
podría encasillar. Y no tenía forma de decir dios pero tenía el sol, y su buen fondo vale por todos
los sofismos del mundo, ¡son una larga
lista positivista de ismos!
Quiero ponerle gafas a la “perspectiva”, cigarro a la “voz” fatal y quitárselo de la boca para
cambiarlos por flor y caramelo, como ella cuando trataba de superar el dolor de
unas muertes tan cercanas no contándolo directa y patéticamente sino a través
de un diario para dejar de fumar (razones a fumar: un libro, un amigo, una
espera, una muerte, un nenúfar que no se
puede repetir ni contar y que “vale” solo la duración del pitillo para el
autor, al margen del “significado” social testimonial de una época y del “sentido” personal vital que le encuentre su
lector, pero eso sigue siendo valor y no
precio. Eso se puede cuantificar, puntuar, y nunca se valorará del todo como le
habría gustado que le reconociera el otro a uno.) Me imagino a la “autoridad” con arrugas de niño y le ha
perdido el “respeto” a la reina de las nieves, por cosas del querer. Pero, por cosas de
fraternidad también, de “hermana” (decía Verlaine, en vez de decir “amada” como
un Petrarca-Garcilaso dirigiéndose a la nada inmaterial de la esencia) no quiero
verla desnuda del todo, no quiero llamarla en la palabra que solo una hija
torcida al lado fantástico podría llamarla. Ni tampoco la quiero demasiado vestida, plena,
civilizada, reverenciando con ironía a su majestad denotando su desnudez. Sino en una luz intermedia entre lo humano de
todos y lo íntimo que solo es habitación propia de cada cual, trastero y cuarto
de atrás imposible además de trasladar en palabras a nadie en esta
interlocución. Y así como amiga sí podría llamarla Carmiña, o hermana Carmen,
pero nunca amarla (pide que la toquen y a la vez la dejen intacta, no la invada
el texano la casa llena de papeles.) tocar físicamente al autor pero tan
suave, dulce, tenue,como en las rimas de
Bécquer, como ella arrodillada en la
iglesia y recordando que a su madre se le escapó el “solo se quedan los
muertos” del señorito sevillano sin haberlo leído.
No la quiero convertida en
“nenúfar”(así llamaba ella a la esencia, a la flor que se queda en perfume y se evapora y olvida del frasco que
lo contenía) ni en su forma aparente con boina remasterizada (eso solo son versiones de un mismo perfume y sabor
esencial.) Ni considerar a mi bisabuela una Aldolza Lorenzo de pueblo
cosechando la huerta interior sin una vulgar palabra para nombrarse, ni tampoco
una heroína de novela de Baroja que luchara en su caserío por la libertad de
los maquis. Ni una dulcinea gélida en Nueva York, una reina de las nieves,
demasiado idea y poco persona; pero tampoco que abrume el intimismo o patetismo
(y en Gaite no abruma nunca, hay que ir
a buscarla, tiene el amigo que ir detrás e invitarla al acto cultural, se hacía
querer y eso hace que no se pueda separar vida y obra, algo que no podemos
decir de Umbral o Cela. ¿Por qué he imaginado esa “voz” con cara? Esto no me
pasa aunque lea unas memorias en primera
persona. Bécquer también usa la primera persona, y no es porque sea una retórica
más actual pues yo de la Sanz no quiero imaginarme ni el pubis. Me he imaginado
la cara detrás de los Cuadernos de todo y al principio era la cara de la
compañera que me denunció por machista pero luego la cara se iba llenando de
arrugas y eso la rejuvenecía, tenía que seguir leyendo, cada vez era más
agradable y dulce la voz literaria, más humana, entre lo gélido de una Reina en
el lago helado de nueva york y la pasión de unas cumbres, por borrascosas que
fueran, una llama a lo teresa que no se puede
aguantar cuando deambula como una
vagabunda por la quinta avenida, donde la gente no se mira, te pones una bolsa
de basura o boina en la cabeza y ni con esas te miran a los ojos, es lo que
Unamuno quería: que el lector mire a los ojos al escritor cuando le cuentan el
cuento bien.
No le gustaba la muchacha muerta
sobre una cama de hotel de Hopper; la había dibujado un hombre en su mente:
sola. Pero sola nunca estaba. Fantasmas, sabía jugar a solas con las sombras,
de Peter pan, con su espejo. Ella habla mucho de teresa pero no de la santa ni de dios sino de la
mujer real, la que amaba, sentía, sufría por un hombre, estaba viva. La motejaban
la loca dela casa antes que motejarla santa matrona en la casa de locos doble
de la teo-filosofía y de la literatura (atea pero fantástica). Volver a
personalizar a dios/a, darle andro-forma, para no caer en el panteísmo (cuando
todo se diviniza todo pierde su divinidad concreta.)No el dios idea sino el
interlocutor soñado en todo su delirio de imaginarlo sin metáfora y elucubrar
con espalda al ángel, devolverle la forma concreta sin que pierda el fondo. Igual
que cuando su hija tenía que hacer un trabajo, una tesis o algo así, sobre la
influencia de un tal Rousseau en un tal Kant. Carmen le decía que imaginara
cómo le hablaría un señor de tal edad a otro, y sólo así, humanizando, se puede
comprender al escritor implícito en
el texto, cuando ya sólo queda un papel o una foto o una tumba o un dibujo o
una película o una iglesia y no una persona viva, existente. Quisiera verla viva
y no tener que llamarla. “No sé ni donde
me enterrarán, pero será un sitio donde los que vengan a llorarme no podrán
hablar en mi nombre.” Parece ego, pero contiene tres verdades; yo no te he
llorado sino que te he dado espejo de alegría; yo ha he hablado; y ahora te toca hablar a tien tu nombre.Nos pasa el relevo y
no nos oculta que va a morir el mensajero. Los fantasmas vienen cuando no se
los llama, incluso cuando no quieren venir, mi bisabuela está ya un poco harta
de aparecer en mis relatos. Y todo para
decir que las dos Carmenes, por sus canales hidráulicos y subterráneos del
inconsciente y del cuarto de atrás (el recuerdo, lo soñado, lo irracional), de
muy distinta forma, intuyeron ya algo; la deshumanización del individuo en la ciudad. la una leyendo a Ortega.
A la otra no le hizo necesidad.
Carmen murió abrazada a sus
cuadernos. Acosada por la seguridad del aeropuerto, velando por la propia
seguridad de quien siempre había querido tener vela propia, pero no en su
entierro sino en su vida, añorando el candelabro del cuento de terror de las Brönte
de la infancia, en el oscurantismo
ilustrado del ateneo de Simancas, y en
el foco artificial de una película de Borau, mezclando a Celia con Teresa y
Almodóvar….Me parece una pueblerina metida a la fuerza en una ciudad, pero
luego me consuela que mi bisabuela fuera feliz con un café con leche hablando
sola con el televisor de lo mal bicho que era ese Aznar. No nos consiguen
civilizar tan fácil a los individuos. Los
demonios tenían otros proyectos para ella, para la ciudad, para mí y para
ti. Lobos con piel de cordero con
estructuras más lógicas que nuestras fantasías de chalados. Ya no es tiempo de
reyes filósofos, veía Hölderlin con la revolución francesa, pero aún esperaba a
los viejos dioses. (Justo lo contrario a
Platón, que ya pasaba del juego con los otros y quería imponerse como
único dios a unos niños llenos de dioses.) Sigue siendo tiempo de poetas,
aunque sea en Nueva York y no tengan cuaderno de todo y sientan que la infancia
no ha sido más que otra fantasmagoría proyectada en el escaparate gélido de
Tyfannis, probándose una boina, un fragmento de interiorismo, una sonrisa de
Audrey Herburn a ver qué tal sienta hoy, un retal del bordado entre las Brönte
y Todorov, unas perlas barrocas frente al espejo doble de Alicia, un disfraz
donde la vida y la muerte son el mismo sueño, un rol y una performance que no
haga daño a Marilyn Monroe calando demasiado en el personaje erótico o en el
desnudo sin justificar de Ana belén.
Creo que estas escritoras y hasta
mi bisabuela buscaron siempre reinventarse, de-construirse, desaprenderse, ojala no me enseñarán nada las escuelas de Salamanca,
y ser buenas, sin epítetos de salvajes o
refinadas, sin letreros de
feministas, como los gestos sin lenguaje que ponía mi bisa a la TV. Y todo para
evolucionar, crecer, madurar, sin perder a Peter pan cayendo en el retrato de
Dorian gray o en la flor nenúfar de Narciso. No hay ego en Peter cuando habla a
otros niños perdidos, ni en Celia cuando
regala juguetes a los niños pobres; es
un yo. Y tampoco alter ego: es una niña/o concreto al que se dirige el cuento,
el regalo, la dádiva del escribir y el leer y el conversar, pero sí no
hay…habrá que inventarlo.) Contar el cuento y contarse el cuento no nos hará daño
sí nos lo cuentan y contamos bien, sí nos dicen que detrás de la caperuza
sufriendo látigos en una profesión de semana santa hay un hombre y nos señalan
las costuras del pantalón, en vez de mentirnos con que sí somos buenos vendrán
los reyes. No porque nos duela que los reyes existan o dejen de existir, sino
porque nos duele que nuestros padres no eran reyes sino unos pobres
hombres que no sabían contarnos bien la post-mentira. Por eso duele que cuenten mal a los Grimm y
nos edulcoren cómo acaba la bella durmiente, cocinada en una olla por la suegra madrastra. No hiere que las
hermanastras y hermanos nos corten el pie sino que encima nos mientan y no nos
cuenten esa parte. Y lo intuía-temía-esperaba también mi bisabuela, quitándose
el cigarro al fantasma, abriendo las
persianas, diciéndole que seguía desnudo, como en el pueblo. En la nueva
fantasía urbanística de la megapolis y la meta-literatura no cabe espacio para
persona dentro tanto hipertexto digital del videojuego que ya no es juego sino
su copia, su fantasmata, su recuerdo, su ensoñación platónica. El invierno mata el verano, la
ciudad nos ha quitado el pueblo o lo que quedara de el en cada alma individual,
nos han quitado la movida, y nos ha devuelto a una fría y deshumanizada
tecnocracia que es la teocracia medieval con maquinitas y plagiadores
desalmados siguiendo a Aristóteles, a
Cicerón o a la serie de Juego de tronos y coños. En vez de vivir un juego de
tronos real. Hay niños y niños. Y cada
cual decide qué juego jugar, pero espero que en la globalidad de estas
mega-polis super-pobladas de la meta-literatura aún haya espacio para respirar lo humano. Nueva york
es una fantasía urbanística sin persona dentro, la esencia de la esencia, lo
más frío de la idea: la libertad económica de la habitación propia de la
literatura en la que falta lo esencial que es una Virginia Woolf, una persona que pueda contar su interior y no se haya deshumanizado.
El último acto de C. M Gaite fue el de Álvarez del Manzano premiando el fin de
la movida interior. quizá eso la mató.
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