HELENA DE EURÍPIDES.
PERSONAJES HELENA. TEUCRO. CORO. MENELAO. Una anciana. Dos mensajeros. TEÓNOE.
TEOCLIMENO. Servidor de Teónoe. Los
Dioscuros
Helena parece encontrarse a
orillas del Nilo y no en Troya y allí alaba su fertilidad.
Eurípides sigue una versión no original del mito, la especial de Elisicodo sobre la pía mujer que nunca ha pisado Troya. La mujer regalada
por Afrodita a París, elegida entre las demás por ser la más bella
(Afrodita, Atenea, Hera) que causa el rapto erotico y platonico a esta belleza a la que tiende a aspirar el alma estetica y virtuosa pero capaz también de "montarnos la de Troya". Lo que ha viajado a Troya ha
sido un eidolón, un fantasma hecho de aire y éter, metafora que le pirra a Platón para así poder moralizar con este ejemplum sobre las apariencias de la carne que nos engañan y envuelven con su indigna sombra, apartandonos de las ideas buenistas y esencialistas (bien, bondad, belleza, lo eterno, universal, fijo, inmutable, verdadero y otras gaitas.) No queda claro si ha sido raptado en Egipto, si ha regresado a Esparta, ¿andá andará? Menelao se
encuentra en esta obra con la Helena real, desengañandose con la que no ha sido sino su fantasía, ha vivido en un autoengaño aunque se nos haga raro que no haya sido capaz de darse cuenta de que estaba haciendo el amor con un fantasma y una sombra. hay un giro egnosemonologico, un percatarse, una autoconciencia a lo Edipo, un reconocimiento de los dos personajes en esta obra que es la tópica de la tragedia grecolatina y hasta podriamos llamarlo un giro cartesiano, un brote de conciencia y diosa razón cartesiana autonoma por medio de los ardides linguisticos del logos, la palabra trascendendida en este conocimiento, en este autoconocimiento. un lenguaje, vieja hembra engañadora, que a veces tambien es sincero y dice la verdad y se descubre el pastel. Se encuentra con una mujer
que dice que es su mujer, lo cual resultaba cómico para aquel espectador griego, ¿con quién se estaba acostando este hombre? y ahora viene la parienta a pedir cuentas al esposo; "oye, que estoy aquí y no me has hecho ni caso toda la Troya esa." Los sentidos nos engañan. ¡y es que se parece tanto a Helena....!
Hay también un juego con la dualidad, y de ahí tanto trasfondo filosófico en Platón. Agamenón dice es imposible que haya hecho una guerra por nada, la queja de muchos de sus soldados que aún siguen con vida y no entienden nada. La obra fue muy del gusto de los espectadores, pues cuando se reencuentra la pareja de esposos se van cada uno por su lado, y ni se enteran del asunto. Helena se ha votalizado, ha desaparecido en el aire no ya solo de su matrimonio feliz con Menelao en el aqueo reino, sino de Troya y de la misma gruta donde le interna el esposo hasta que resuelva el entuerto (un reflejo de ese apartamiento, que no apartamento, de la mujer de la vida pública del ciudadano ateniense, recluida en su gineceo cosiendo y haciendo la cena con mucho yogur griego y eros matrimonial.) Helena y Menelao traman otro engaño con el rey de Egipto y el rey aqueo. Igual que en Electra hay una serie de intrigas, donde la palabra es engañadora y hay una palabra para ello; cilolón, el plan que se urde para timar a alguien y los griegos llamaban mechanema, el mecanismo, algo que sirve para salir maquivalicamete de un conflicto concreto y prágmatico, una argucia técnica como lo es sin duda el propio lenguaje. En la obra se dice λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν, ὃς σμικροτάτωι σώματι καὶ ἀφανεστάτωι θειότατα ἔργα ἀποτελεῖ·. Pero no se asusten si no saben griego antiguo, se lo traduzco: "el lenguaje es un gran soberano que con un cuerpo muy pequeño e imperceptible realiza obras de naturaleza divina” Y también produce lios y entuertos como aqui, porque sí bien se han quejado desde Platón (cn esas formas que no hacen justicia poetica a ideas y sentiientos) hasta los románticos o Nietzsche de la insuficiencia linguistica también hay que reconocer que es lo único que tenemos los pobres mortales para expresar nuestro interior.
Está muy relacionado ese plan humano con ese Ex machina que es una solución teologica a la superstición griega, pero también una solución ténica pues ¡se morían por estos rudimentarios efectos especiales y juegos técnicos en los que un actor vestido y maquillado exagerada y excentricamente como lo es Dios; y subido a esta especie de alzaprima; ponía cara de malo y lanzaba rayos al público, entre luces de velas y gritos del coro! ¡Epifanías que Eurípides utiliza tanto! La maquina como un artificio humano que se crea para resolver algo, aunque sea de caracter noumeno, transcendental y metafisico como en este caso. La mechanema o intriga podía ser la de la destrucción (matar al contrario) o la de salvación (salir victorioso). Un happyend o un final trágico, pues no todas las tragedias acaban mal (al menos para sus protagonositas heroicos, pero leamos la Helena de Eurípides o cualquiera de las clásicas tragedias, tan noveladas como el bestseller más comercial de ahora, sí lo que queremos es un poco de sangre y algunas muertes trágicas)
Hay también un juego con la dualidad, y de ahí tanto trasfondo filosófico en Platón. Agamenón dice es imposible que haya hecho una guerra por nada, la queja de muchos de sus soldados que aún siguen con vida y no entienden nada. La obra fue muy del gusto de los espectadores, pues cuando se reencuentra la pareja de esposos se van cada uno por su lado, y ni se enteran del asunto. Helena se ha votalizado, ha desaparecido en el aire no ya solo de su matrimonio feliz con Menelao en el aqueo reino, sino de Troya y de la misma gruta donde le interna el esposo hasta que resuelva el entuerto (un reflejo de ese apartamiento, que no apartamento, de la mujer de la vida pública del ciudadano ateniense, recluida en su gineceo cosiendo y haciendo la cena con mucho yogur griego y eros matrimonial.) Helena y Menelao traman otro engaño con el rey de Egipto y el rey aqueo. Igual que en Electra hay una serie de intrigas, donde la palabra es engañadora y hay una palabra para ello; cilolón, el plan que se urde para timar a alguien y los griegos llamaban mechanema, el mecanismo, algo que sirve para salir maquivalicamete de un conflicto concreto y prágmatico, una argucia técnica como lo es sin duda el propio lenguaje. En la obra se dice λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν, ὃς σμικροτάτωι σώματι καὶ ἀφανεστάτωι θειότατα ἔργα ἀποτελεῖ·. Pero no se asusten si no saben griego antiguo, se lo traduzco: "el lenguaje es un gran soberano que con un cuerpo muy pequeño e imperceptible realiza obras de naturaleza divina” Y también produce lios y entuertos como aqui, porque sí bien se han quejado desde Platón (cn esas formas que no hacen justicia poetica a ideas y sentiientos) hasta los románticos o Nietzsche de la insuficiencia linguistica también hay que reconocer que es lo único que tenemos los pobres mortales para expresar nuestro interior.
Está muy relacionado ese plan humano con ese Ex machina que es una solución teologica a la superstición griega, pero también una solución ténica pues ¡se morían por estos rudimentarios efectos especiales y juegos técnicos en los que un actor vestido y maquillado exagerada y excentricamente como lo es Dios; y subido a esta especie de alzaprima; ponía cara de malo y lanzaba rayos al público, entre luces de velas y gritos del coro! ¡Epifanías que Eurípides utiliza tanto! La maquina como un artificio humano que se crea para resolver algo, aunque sea de caracter noumeno, transcendental y metafisico como en este caso. La mechanema o intriga podía ser la de la destrucción (matar al contrario) o la de salvación (salir victorioso). Un happyend o un final trágico, pues no todas las tragedias acaban mal (al menos para sus protagonositas heroicos, pero leamos la Helena de Eurípides o cualquiera de las clásicas tragedias, tan noveladas como el bestseller más comercial de ahora, sí lo que queremos es un poco de sangre y algunas muertes trágicas)
Allí donde gobierna Próteo
en la isla de Faros, este había desposado a una de las doncellas marinas, a Psámate,
después de dejar ésta el lecho de Éaco. Y engendró asi dos hijos en su palacio; a
Teoclímeno, [llamado así llamado así por honrar a los dioses todos los días de
su vida) y la bella y noble Ido, que en edad de casarse llamaron Teónoe porque
sabía de las cosas divinas, lo que es y lo que será; y los presagios que fueron heredados
de su abuelo Nereo (titán del mar.) Helena, allí sentado en la orilla del Nilo, glorifica
su patria, Esparta, y rebela su origen: su padre es Tinciáreo y no sabe sí es
fidedigna es fama del mito de Zeus, bajo la apariencia de un cisne, fecundando
a su madre Leda fingiendo huir de un águila, Se dispone a contarnos los males
de su vida. Su famosa belleza (aunque más relacionada con la diosa afrodita
pandémica que con la uránica, como su hermana Clitmenestra, según cuentan otros
autores de la época) la quiso conocer el rey Alejandro (no puede referirse al
Magno al ser anterior este mito y obra en el tiempo), así que se refiere al rey
Paris de Troya. Se celebra el conocido juicio de París en el monte Ida, en el
que las tres diosas se sintieron celosas de esta elección por un mortal. Hera,
Afrodita (Cripis, reinando en la isla de Chipre) y Atenea (la hija virgen, al
nacer por una penetración nasal de Zeus metamorfoseado en mosca e incubarse en
el cerebro. De ahí que su deidad se relacione con la sabiduría) Hera fue la más
ofendida y fabricó una imagen con su apariencia que es la que París raptó hasta
Troya. (Aunque la que mayor culpa tuvo fue Afrodita, enamorando a Paris de
Helena, en forma de su hijo el arquero Eros, y provocando así el rapto, pues ya
el nombre de Helena etimológicamente está conectado semióticamente con el verbo
“robar” y “arrebatar”.) De esta forma se culpó a este chivo expiatorio de una
guerra causada por razones humanas y además muy pragmáticas (la anexión de
estos territorios para una comercialización de productos y campaña política en
la zona ática, a culturizándola y arrasándola.)
No se reconoce capaz ella de desembocar una guerra ni se considera una
recompensa. Hermes, el alado dios mensajero hijo de la diosa Maya, la condujo
envuelta en una nube a través de las profundidades del éter hasta la casa de
Proteo, y este (el más virtuoso de los hombres) la mantuvo virgen. Así que la
guerra no ha tenido sentido, como se llega a quejar uno de los soldados al
enterarse. Muchas almas han perecido por su culpa (una culpa, en realidad
repartida) a orillas del Escamandro, y por ello la maldicen y su mala fama de
infidelidad y traición a la patria. El hijo de Proteo, Teoclímeno no quiere, al
contrario, mantenerla virgen y pretende esposarla al morir su padre. Y ahora ha
vuelto, huyendo de él, y aunque su nombre sea infame mantener puro su cuerpo.
Teucero la recibe con ese odio de quien cree que es la causa de una guerra con
tantas víctimas. Pero ella no desvela su identidad. Este guerrero aqueo es hijo
del rey Talamón de Salamina (donde la famosa batalla) y ha regresado porque su familia
le ha expulsado y Ayante, su hermano, se ha suicidado en la guerra y le ha
pedido que regrese (seguramente a dar la noticia a la familia) Se ha matado
porque no Aquiles, hijo de Peleo, le había arrebatado las armas. Esta guerra ha
durado 10 años (fueron muchos más, según otras versiones) y 7 lleva Troya
destruida. No se conoce el paralelo de esta Helena maldita, sí su esposo
Menelao se la traído de los pelos a Argos ni a orillas de las Eurotas.
Otros creen que ha muerto y la nave de Menelao se ha
perdido movida por los vientos. Su madre, Leda, se suicidó con un sable ante la
desgracia que había provocado su hija (sin llegar a conocer la que perseguiría
a su otra hija.) Incluso sus hermanos han debido convertirlos en astros los
dioses, pero es un tema tabú del que no le gusta hablar y lo dejan, aunque
Helena sugiere la versión de la fantasmagoría rumbo a Egipto. Este héroe viaja
a la isla de Chipre, el reino de Afrodita, para fundar una nueva Salamina. Helena quiere cantar su desgracia invocando
a las sirenas (ser marinos mitad mujer mitad aves habitando las Islas Dichosas,
relacionados ya con las que quisieron desorientar a los marinos de Ulises en su
Odisea de regreso), las hijas de la tierra, los muertos y a Perséfone y le da
igual hacerlo con la flauta libia de Lot, una sironga o con una lira. En la
antistrofa parecen haber sorprendido sus llantos sobre el río entre juncos y
hierba, en una imagen bucólica pero plañidera semejante a aquellas que
protagonizaban ninfas y nereidas, con sus peplos purpuras (su luto) y su
sentimiento de culpa por haber iniciado su nombre la guerra, la inmolación de
su madre, la infelicidad de su esposo y la perdida de sus hermanos, los gemelos
Pólux y Castor (este creo que muerto.)
Es inocente y lamenta lo ocurrido, desea el perdón social. Piensa en
suicidarse pues ni su marido ni su patria la van a dejar volver. Y hasta se lamenta de su belleza, por haber
causado la tragedia.
EL corifeo la tranquiliza que se trata de mentiras del
extranjero y que hable con Teónoe hija de la nereida póntica, para que su
oráculo de virgen le confirme la verdad o le desmienta estos hechos. Se lamenta
también de la destrucción de los troyanos, sin culpa de nada. Envidia la
fortuna de Calisto, titarinide hija del titán Merope, en su Arcadia feliz, pues
Zeus también trató de poseerla convertido en ciervo de Artemis pero debió
rechazarle y no fue como en el caso de su madre Leda. Por su culpa se ha
arrasado la ciudad de Dardania. Menelao se queja de su abuelo Pélope de Pisa y
rival de Enómao en los juegos de cuadrigas, que engendró a Atreo que en el
lecho de Aérope concibió a su hermano Agamenón y a él para ser perseguido por
la desgracia por esta famosa maldición de Atreo (a todos los Atridas, y
descendientes) que inicia la serie de tragedias. El viento no le dejaba
regresar a su patria y ha roto su nave, salvando solo la quilla y a Helena a
quien trae de vuelta, aferrado a ese salvavidas de madera. Le da vergüenza
volver y no tiene dinero ni ropa pues el viento destino ha arrasado con todo. Una
anciana, custodia del reino, no le deja entrar ni ver al nuevo rey y asegura
que Helena, al que él cree haber escondido en una gruta hasta que se arregle el
asunto. Está en Egipto y que el antiguo
rey (él o Agamenón) ha muerto y está en el negro inframundo del ërebo. La profetisa le recomienda que huya para que
este nuevo rey no le mate. Se produce el reencuentro y reconocimiento de nuevo,
de los esposos Helena y Menelao. Una escena recibida de forma cómica, en la que
los dos compiten por quien ha sufrido más con lo sucedido. Un mensajero anuncia
que la Helena escondida en la ruta se ha desvanecido en éter (nueva
fantasmagoría, quizá por intervención de la celosa Hera de nuevo, celos que
conocía muy bien su cónyuge Zeus.)
Helena le explica todo, maldiciendo a París. ¡Por la
discordia con una vulgar manzana de las diosas y una triste nube tantos
sufrimientos! (la manzana, símbolo clásico, del logos: la bíblica, la de Guillermo Tell de Schiller, la que le
cae a Newton.) El anciano mensajero se acuerda de lo feliz que fue el
matrimonio cuando competían en las cuadrigas y cuando pasó de padre a marido, y
a ninguno ni a los dioscuros ha ofendido al tratarse de un malentendido. Le
pide Helena al esclavo que se desea liberto que comunique la verdad a todos y que
organice sacrificios a los dioses para celebrarlo. Calcante ni Heleno (París)
nada hicieron quizá conociendo la realidad, permitiendo morir tantos inocentes.
Menelao le cuenta a su esposa su desastre en el mar Egeo, los fuegos eubeos
(hogueras entre los arrecifes) cerca del cabo Carafeo que Nauplio provocó´,
vengándose así del asesinato de su hijo Palamedes por estos guerreros haciendo
a la nave estrellarse contra las rocas, donde murió el héroe Ayante Telamonio,
hijo de Oleo (¿Áyax?). También pervirtió a las mujeres de estos soldados,
forzándolas a tomar amantes; y de las ciudades de la isla de Creta o del reino
de Libia que ha ido conociendo en su desastroso viaje. Ambos temen algo aún:
Helena a ese rey que quiere casarse con ella a la fuerza y Menelao que le mate
el nuevo rey. Ni el soborno, la audacia ni la elocuencia les salvará, sólo que
nadie sepa de ambos regresos. Helena se ofrece a convencer a Teónoe de la
clemencia que ha de tener su rey hermano con su esposo y explicarle todo. Sigue
pensando Menelao en suicidarse pero antes luchar por su posesión, lamenta que
las madres se hayan quedado sin sus hijos en la guerra (como Tetis perdió a su
Aquiles o cómo el gerenio Néstor, hijo de Neleo, ha tenido que perder a su hijo
Antíloco.) el linaje de Tántalo debería verse ya libre de infortunios.
Menelao
huye y aparece la vieja profetisa vestal (virginal) Téonoe, la hermana del rey,
ofreciendo una antorcha a Helena. Le suplica de rodillas que interceda ante su
hermano y escuche a su padre, el de Téonoe, que ya le había buscado marido y no
puede traicionar ni a uno ni a otro. Menelao no le va a lloriquear pues no es
propio de hombres según él, pero reclama la hospitalidad a un extranjero y la
virtud matrimonial. Y que sí esto no resulta no dudará en un duelo con su
hermano, que esto sí, es cosa masculina. El argumento que más parece pesar es
que era voluntad de su padre pues aunque los muertos ya no estén siguen estado
en el éter. Ha heredado del tiran marino
Nereo o un sentido de justicia platónica (Nereo como antecesor, lo cual no
aporta nada, porque allí todos estaban emparejados y relacionados familiarmente
unos con otros) y se mantiene virgen por culto a Hera rechazado a Afrodita, la
del deseo (aunque no sabe que precisamente Hera es quien desea el mal de Helena.)
No sería buena idea matar al rey por no herir a una
hermana que tanto les está ayudando y guardará el secreto, pero Helena dirá que
su esposo ha perecido en el mar y le recen un cenotaño. Helena se teñirá sus
bucles, cambiará sus vestidos blancos por unos negros, y se ensangrentará las
mehalas para testificar como víctima de este naufragio en el que ha quedado
viuda. Y piden ayuda y no sin ironía un cambio de opinión a Hera “ay, si fueras mesurada serías la más dulce
de las diosas, no te lo niego.” Y así lo hace, informando a Timo, y aunque
este no le cree al principio, está dispuesto a enterrar aunque sea a “una
sombra” (pues nada queda de la nave ni de Menelao tras el naufragio) por amor a
esta, a Helena y a los dioses (tan devoto que recibe este nombre emparentado
con “Teo"” (aunque yo me lo hacía en el reino de Proteo en Egipto y no en
la patria de Menelao) Está dispuesto a ofrecer a los dioses libidaciones,
sacrificios de toros y caballos, armas de bronce pues era hombre de armas,
frutos y lo que haga falta, desperdiciándolo todo al mar en un barco de remeros
fenicios (la nave de Sidón.) Premiará al extranjero (esto de hacerse pasar por
foráneo debía ser común en la tragedia griega) con ropas y riquezas
asegurándole un buen viaje de regreso a su tierra. Le alegra la muerte del
esposo de Helena pues así “tiene vía libre.”
El coro recuerda la leyenda de Deméter (“Deo” para los amigos, o Cibeles
para los latinos, diosa de la naturaleza, identificada con la Gran Madre
tierra o Gea y con la nereida Rea, madre de Zeus, Hades, Hera y la mayoría de
nuevas deidades rebeladas a los titanes, pues ella salvó a Zeus del destino
antropófago paterno) que tuvo que ir en busca de su hija Perséfone ) al
infierno por el rapto de Hades, llegando al pacto de que pasaría con ella la
temporada caliente del año, al ser esta
Proserpina para los latinos a la par diosa de la primavera y señora de
los muertos en la época fría. Un rapto parecido al de Eurídice o al de la
propia Helena. Hasta Artemis, la diosa virginal de la caza, una especie de
amazona (el personaje más libre en género junto a Atenea) acudió en su ayuda,
pero Zeus solo permitió este pacto y por eso la naturaleza está dolida y lo
acaba pagando “el medio ambiente” que dirían ahora los ecologistas. Su llanto no
lo consolaban ni musas ni ninfas ni canticos báquicos ni afrodita ni nadie.
Un
interludio para resaltar esta comparación entre raptos e insertarlo en una
tradición mitológica y descansar de la acción dramática. Según el rito
pélopida, él debería acompañarles en estos homenajes fúnebres, pero ella no le
deja. El mar galaneo (el de la nereida marina Galane contada por Hesíodo en la Teogonía) es el más calmado, que hasta
danzan los delfines, y es el que les acompaña hasta el templo de Palas Atenea
donde las vírgenes Leucípides (las hijas de Leucipo, Hilaíra y Febe, novias de
los dioscuros gemelos Cástor y Pólux) les harán un homenaje y también se harán
unos ritos jacintios (a Jacinto, asesinado por Febo por ganarle en el
lanzamiento de disco y desde ese día se celebran estos sacrificios de bueyes en
tierra laconia, que debe ser otra persona que Febe, aunque nunca se sabe con
las traducciones.) Allí les esperará su hija Hermione. La nave no tienen alas
como las de aves de Libia (grullas emigrando por primavera), pasando por las
Pléyades entre las nubes hacia el nocturno Orión (de ahí el nombre del cinturón
de orión para ese fenómeno de los astros), pero logran llegar con celeridad.
Las tintaridas también flotan entre el éter y los torbellinos de estrellas,
ondas glaucas y la piel de las olas, y os remolinos del mar, enviando brisas
suaves favorecedoras de la justicia poética con la verdad que terminará el
drama. Todo este pasaje es de gran lirismo. El rey que ya se hacía ilusiones de
yacer y acostarse con la hija de Zeus es informado de que se ha tratado de un
ardid (“astucia femenina” como la de Eva, tan tan censurada) y una huida a
Nauplia, de donde Menelao ha venido tras su odisea de regreso de la guerra de
Troya, lejos de Egipto con el rey que quiere casarse con ella y del rey que
quiere matarle a él, que en la obra se han confundido. Quiere ahora vengarse al menos de su hermana
por ayudarles pero el mismo esclavo de buen corazón que había ayudado a Helena
al principio de la obra se lo impide.
Y llegan Cástor y Pólux, los dioscuros, a
poner orden y fin a la obra. Menelao
gobernará en las islas de los bienaventurados (quizá en las Islas Dichosas) y
Helena será tratada como una diosa. El rey desiste de su propósito de matar a
Helena y a su hermana. El autor reconoce que los dioses obran bien y que sus
obras a veces toman cauces inesperados, no sin ahorrarse el machismo de que la
virtud de Helena “no se encuentra
fácilmente entre las de su sexo.” Y es que en estas obras me he encontrado
una curiosa y dramática concepción del género femenino, esclavizada y apartada
en el gineceo dentro del oikos (reino
del páter familis, aunque este es
concepto latino y sería más propio hablar de
aristoi en el periodo micénico y posteriormente del ciudadano ateniense y
sus panhelénicos lindes) como otra propiedad más junto a hijos, posesiones y
esclavos, reducida a su papel de hija, mujer, madre o profetisa- virgen vestal
dedicada al culto divino y a las atenciones del ángel del hogar, múltiple
sierva, esclava doméstica, en una mística
de la feminidad (como lo denominaba la feminista Betty Friedman) que es el
clásico eterno femenino de la
antigüedad a Goethe (a quien pertenece este término del romanticismo), y que
ahora en la posmodernidad pero ya desde el XIX se viene decostruyendo,
contemplándolo como sujeto creador de su vida y obra y no solo un sujeto
pasivo, un objeto de deseo, la causa de una guerra o una venganza, o la
inspiración para la creación e intervención activa masculina.