miércoles, 27 de marzo de 2019

HELENA DE EURÍPIDES.

HELENA DE EURÍPIDES. PERSONAJES HELENA. TEUCRO. CORO. MENELAO. Una anciana. Dos mensajeros. TEÓNOE. TEOCLIMENO.  Servidor de Teónoe. Los Dioscuros

Helena parece encontrarse a orillas del Nilo y no en Troya y allí alaba su fertilidad. Eurípides sigue una versión no original del mito, la especial de Elisicodo sobre la pía mujer que nunca ha pisado Troya. La mujer regalada por Afrodita a París, elegida entre las demás por ser la más bella (Afrodita, Atenea, Hera) que causa el rapto erotico y platonico a esta belleza a la que tiende a aspirar el alma estetica y virtuosa pero capaz también de "montarnos la de Troya". Lo que ha viajado a Troya ha sido un eidolón, un fantasma hecho de aire y éter, metafora que le pirra a Platón para así poder moralizar con este ejemplum sobre las apariencias de la carne que nos engañan y envuelven con su indigna sombra, apartandonos de las ideas buenistas y esencialistas (bien, bondad, belleza, lo eterno, universal, fijo, inmutable, verdadero y otras gaitas.) No queda claro si ha sido raptado en Egipto, si ha regresado a Esparta, ¿andá andará? Menelao se encuentra en esta obra con la Helena real, desengañandose con la que no ha sido sino su fantasía, ha vivido en un autoengaño aunque se nos haga raro que no haya sido capaz de darse cuenta de que estaba haciendo el amor con un fantasma y una sombra. hay un giro egnosemonologico, un percatarse, una autoconciencia a lo Edipo, un reconocimiento de los dos personajes en esta obra que es la tópica de la tragedia grecolatina y hasta podriamos llamarlo un giro cartesiano, un brote de conciencia y diosa razón cartesiana autonoma por medio de los ardides linguisticos del logos, la palabra trascendendida en este conocimiento, en este autoconocimiento. un lenguaje, vieja hembra engañadora, que a veces tambien es sincero y dice la verdad y se descubre el pastel. Se encuentra con una mujer que dice que es su mujer, lo cual resultaba cómico para aquel espectador griego, ¿con quién se estaba acostando este hombre? y ahora viene la parienta a pedir cuentas al esposo; "oye, que estoy aquí y no me has hecho ni caso toda la Troya esa." Los sentidos nos engañan. ¡y es que se parece tanto a Helena....!

Hay también un juego con la dualidad, y de ahí tanto trasfondo filosófico en Platón. Agamenón dice es imposible que haya hecho una guerra por nada, la queja de muchos de sus soldados que aún siguen con vida y no entienden nada. La obra fue muy del gusto de los espectadores, pues cuando se reencuentra la pareja de esposos se van cada uno por su lado, y ni se enteran del asunto. Helena se ha votalizado, ha desaparecido en el aire no ya solo de su matrimonio feliz con Menelao en el aqueo reino, sino de Troya y de la misma gruta donde le interna el esposo hasta que resuelva el entuerto (un reflejo de ese apartamiento, que no apartamento, de la mujer de la vida pública del ciudadano ateniense, recluida en su gineceo cosiendo y haciendo la cena con mucho yogur griego y eros matrimonial.) Helena y Menelao traman otro engaño con el rey de Egipto y el rey aqueo. Igual que en Electra hay una serie de intrigas, donde la palabra es engañadora y hay una palabra para ello; cilolón,  el plan que se urde para timar a alguien y los griegos llamaban mechanema, el mecanismo, algo que sirve para salir maquivalicamete de un conflicto concreto y prágmatico, una argucia técnica como lo es sin duda el propio lenguaje. En la obra se dice λόγος δυνάστης μέγας στίν, ς σμικροτάτωι σώματι κα φανεστάτωι θειότατα ργα ποτελε·. Pero no se asusten si no saben griego antiguo, se lo traduzco: "el lenguaje es un gran soberano que con un cuerpo muy pequeño e imperceptible realiza obras de naturaleza divina” Y también produce lios y entuertos como aqui, porque sí bien se han quejado desde Platón (cn esas formas que no hacen justicia poetica a ideas y sentiientos) hasta los románticos o Nietzsche de la insuficiencia linguistica también hay que reconocer que es lo único que tenemos los pobres mortales para expresar nuestro interior. 

Está muy relacionado ese plan humano con ese Ex machina que es una solución teologica a la superstición griega, pero también una solución ténica pues ¡se morían por estos rudimentarios efectos especiales y juegos técnicos en los que un actor vestido y maquillado exagerada y excentricamente como lo es Dios; y subido a esta especie de alzaprima; ponía cara de malo y lanzaba rayos al público, entre luces de velas y gritos del coro! ¡Epifanías que Eurípides utiliza tanto! La maquina como un artificio humano que se crea para resolver algo, aunque sea de caracter noumeno, transcendental y metafisico como en este caso.  La mechanema o intriga podía ser la de la destrucción (matar al contrario) o la de salvación (salir victorioso). Un happyend o un final trágico, pues no todas las tragedias acaban mal (al menos para sus protagonositas heroicos, pero leamos la Helena de Eurípides o cualquiera de las clásicas tragedias, tan noveladas como el bestseller más comercial de ahora, sí lo que queremos es un poco de sangre y algunas muertes trágicas) 

Allí donde gobierna Próteo en la isla de Faros, este había desposado a una de las doncellas marinas, a Psámate, después de dejar ésta el lecho de Éaco. Y engendró asi dos hijos en su palacio; a Teoclímeno, [llamado así llamado así por honrar a los dioses todos los días de su vida) y la bella y noble Ido, que en edad de casarse llamaron Teónoe porque sabía de las cosas divinas, lo que es y lo que será; y los presagios que fueron heredados de su abuelo Nereo (titán del mar.)  Helena, allí sentado en la orilla del Nilo, glorifica su patria, Esparta, y rebela su origen: su padre es Tinciáreo y no sabe sí es fidedigna es fama del mito de Zeus, bajo la apariencia de un cisne, fecundando a su madre Leda fingiendo huir de un águila, Se dispone a contarnos los males de su vida. Su famosa belleza (aunque más relacionada con la diosa afrodita pandémica que con la uránica, como su hermana Clitmenestra, según cuentan otros autores de la época) la quiso conocer el rey Alejandro (no puede referirse al Magno al ser anterior este mito y obra en el tiempo), así que se refiere al rey Paris de Troya. Se celebra el conocido juicio de París en el monte Ida, en el que las tres diosas se sintieron celosas de esta elección por un mortal. Hera, Afrodita (Cripis, reinando en la isla de Chipre) y Atenea (la hija virgen, al nacer por una penetración nasal de Zeus metamorfoseado en mosca e incubarse en el cerebro. De ahí que su deidad se relacione con la sabiduría) Hera fue la más ofendida y fabricó una imagen con su apariencia que es la que París raptó hasta Troya. (Aunque la que mayor culpa tuvo fue Afrodita, enamorando a Paris de Helena, en forma de su hijo el arquero Eros, y provocando así el rapto, pues ya el nombre de Helena etimológicamente está conectado semióticamente con el verbo “robar” y “arrebatar”.) De esta forma se culpó a este chivo expiatorio de una guerra causada por razones humanas y además muy pragmáticas (la anexión de estos territorios para una comercialización de productos y campaña política en la zona ática, a culturizándola y arrasándola.)  

No se reconoce capaz ella de desembocar una guerra ni se considera una recompensa. Hermes, el alado dios mensajero hijo de la diosa Maya, la condujo envuelta en una nube a través de las profundidades del éter hasta la casa de Proteo, y este (el más virtuoso de los hombres) la mantuvo virgen. Así que la guerra no ha tenido sentido, como se llega a quejar uno de los soldados al enterarse. Muchas almas han perecido por su culpa (una culpa, en realidad repartida) a orillas del Escamandro, y por ello la maldicen y su mala fama de infidelidad y traición a la patria. El hijo de Proteo, Teoclímeno no quiere, al contrario, mantenerla virgen y pretende esposarla al morir su padre. Y ahora ha vuelto, huyendo de él, y aunque su nombre sea infame mantener puro su cuerpo. Teucero la recibe con ese odio de quien cree que es la causa de una guerra con tantas víctimas. Pero ella no desvela su identidad. Este guerrero aqueo es hijo del rey Talamón de Salamina (donde la famosa batalla) y ha regresado porque su familia le ha expulsado y Ayante, su hermano, se ha suicidado en la guerra y le ha pedido que regrese (seguramente a dar la noticia a la familia) Se ha matado porque no Aquiles, hijo de Peleo, le había arrebatado las armas. Esta guerra ha durado 10 años (fueron muchos más, según otras versiones) y 7 lleva Troya destruida. No se conoce el paralelo de esta Helena maldita, sí su esposo Menelao se la traído de los pelos a Argos ni a orillas de las Eurotas.

Otros creen que ha muerto y la nave de Menelao se ha perdido movida por los vientos. Su madre, Leda, se suicidó con un sable ante la desgracia que había provocado su hija (sin llegar a conocer la que perseguiría a su otra hija.) Incluso sus hermanos han debido convertirlos en astros los dioses, pero es un tema tabú del que no le gusta hablar y lo dejan, aunque Helena sugiere la versión de la fantasmagoría rumbo a Egipto. Este héroe viaja a la isla de Chipre, el reino de Afrodita, para fundar una nueva Salamina.    Helena quiere cantar su desgracia invocando a las sirenas (ser marinos mitad mujer mitad aves habitando las Islas Dichosas, relacionados ya con las que quisieron desorientar a los marinos de Ulises en su Odisea de regreso), las hijas de la tierra, los muertos y a Perséfone y le da igual hacerlo con la flauta libia de Lot, una sironga o con una lira. En la antistrofa parecen haber sorprendido sus llantos sobre el río entre juncos y hierba, en una imagen bucólica pero plañidera semejante a aquellas que protagonizaban ninfas y nereidas, con sus peplos purpuras (su luto) y su sentimiento de culpa por haber iniciado su nombre la guerra, la inmolación de su madre, la infelicidad de su esposo y la perdida de sus hermanos, los gemelos Pólux y Castor (este creo que muerto.)  Es inocente y lamenta lo ocurrido, desea el perdón social. Piensa en suicidarse pues ni su marido ni su patria la van a dejar volver.  Y hasta se lamenta de su belleza, por haber causado la tragedia. 

EL corifeo la tranquiliza que se trata de mentiras del extranjero y que hable con Teónoe hija de la nereida póntica, para que su oráculo de virgen le confirme la verdad o le desmienta estos hechos. Se lamenta también de la destrucción de los troyanos, sin culpa de nada. Envidia la fortuna de Calisto, titarinide hija del titán Merope, en su Arcadia feliz, pues Zeus también trató de poseerla convertido en ciervo de Artemis pero debió rechazarle y no fue como en el caso de su madre Leda. Por su culpa se ha arrasado la ciudad de Dardania. Menelao se queja de su abuelo Pélope de Pisa y rival de Enómao en los juegos de cuadrigas, que engendró a Atreo que en el lecho de Aérope concibió a su hermano Agamenón y a él para ser perseguido por la desgracia por esta famosa maldición de Atreo (a todos los Atridas, y descendientes) que inicia la serie de tragedias. El viento no le dejaba regresar a su patria y ha roto su nave, salvando solo la quilla y a Helena a quien trae de vuelta, aferrado a ese salvavidas de madera. Le da vergüenza volver y no tiene dinero ni ropa pues el viento destino ha arrasado con todo. Una anciana, custodia del reino, no le deja entrar ni ver al nuevo rey y asegura que Helena, al que él cree haber escondido en una gruta hasta que se arregle el asunto.  Está en Egipto y que el antiguo rey (él o Agamenón) ha muerto y está en el negro inframundo del ërebo.  La profetisa le recomienda que huya para que este nuevo rey no le mate. Se produce el reencuentro y reconocimiento de nuevo, de los esposos Helena y Menelao. Una escena recibida de forma cómica, en la que los dos compiten por quien ha sufrido más con lo sucedido. Un mensajero anuncia que la Helena escondida en la ruta se ha desvanecido en éter (nueva fantasmagoría, quizá por intervención de la celosa Hera de nuevo, celos que conocía muy bien su cónyuge Zeus.)

Helena le explica todo, maldiciendo a París. ¡Por la discordia con una vulgar manzana de las diosas y una triste nube tantos sufrimientos! (la manzana, símbolo clásico, del logos: la bíblica, la de Guillermo Tell de Schiller, la que le cae a Newton.) El anciano mensajero se acuerda de lo feliz que fue el matrimonio cuando competían en las cuadrigas y cuando pasó de padre a marido, y a ninguno ni a los dioscuros ha ofendido al tratarse de un malentendido. Le pide Helena al esclavo que se desea liberto que comunique la verdad a todos y que organice sacrificios a los dioses para celebrarlo. Calcante ni Heleno (París) nada hicieron quizá conociendo la realidad, permitiendo morir tantos inocentes. Menelao le cuenta a su esposa su desastre en el mar Egeo, los fuegos eubeos (hogueras entre los arrecifes) cerca del cabo Carafeo que Nauplio provocó´, vengándose así del asesinato de su hijo Palamedes por estos guerreros haciendo a la nave estrellarse contra las rocas, donde murió el héroe Ayante Telamonio, hijo de Oleo (¿Áyax?). También pervirtió a las mujeres de estos soldados, forzándolas a tomar amantes; y de las ciudades de la isla de Creta o del reino de Libia que ha ido conociendo en su desastroso viaje. Ambos temen algo aún: Helena a ese rey que quiere casarse con ella a la fuerza y Menelao que le mate el nuevo rey. Ni el soborno, la audacia ni la elocuencia les salvará, sólo que nadie sepa de ambos regresos. Helena se ofrece a convencer a Teónoe de la clemencia que ha de tener su rey hermano con su esposo y explicarle todo. Sigue pensando Menelao en suicidarse pero antes luchar por su posesión, lamenta que las madres se hayan quedado sin sus hijos en la guerra (como Tetis perdió a su Aquiles o cómo el gerenio Néstor, hijo de Neleo, ha tenido que perder a su hijo Antíloco.) el linaje de Tántalo debería verse ya libre de infortunios. 

Menelao huye y aparece la vieja profetisa vestal (virginal) Téonoe, la hermana del rey, ofreciendo una antorcha a Helena. Le suplica de rodillas que interceda ante su hermano y escuche a su padre, el de Téonoe, que ya le había buscado marido y no puede traicionar ni a uno ni a otro. Menelao no le va a lloriquear pues no es propio de hombres según él, pero reclama la hospitalidad a un extranjero y la virtud matrimonial. Y que sí esto no resulta no dudará en un duelo con su hermano, que esto sí, es cosa masculina. El argumento que más parece pesar es que era voluntad de su padre pues aunque los muertos ya no estén siguen estado en el éter.  Ha heredado del tiran marino Nereo o un sentido de justicia platónica (Nereo como antecesor, lo cual no aporta nada, porque allí todos estaban emparejados y relacionados familiarmente unos con otros) y se mantiene virgen por culto a Hera rechazado a Afrodita, la del deseo (aunque no sabe que precisamente Hera es quien desea el mal de Helena.)

No sería buena idea matar al rey por no herir a una hermana que tanto les está ayudando y guardará el secreto, pero Helena dirá que su esposo ha perecido en el mar y le recen un cenotaño. Helena se teñirá sus bucles, cambiará sus vestidos blancos por unos negros, y se ensangrentará las mehalas para testificar como víctima de este naufragio en el que ha quedado viuda. Y piden ayuda y no sin ironía un cambio de opinión a Hera “ay, si fueras mesurada serías la más dulce de las diosas, no te lo niego.” Y así lo hace, informando a Timo, y aunque este no le cree al principio, está dispuesto a enterrar aunque sea a “una sombra” (pues nada queda de la nave ni de Menelao tras el naufragio) por amor a esta, a Helena y a los dioses (tan devoto que recibe este nombre emparentado con “Teo"” (aunque yo me lo hacía en el reino de Proteo en Egipto y no en la patria de Menelao) Está dispuesto a ofrecer a los dioses libidaciones, sacrificios de toros y caballos, armas de bronce pues era hombre de armas, frutos y lo que haga falta, desperdiciándolo todo al mar en un barco de remeros fenicios (la nave de Sidón.) Premiará al extranjero (esto de hacerse pasar por foráneo debía ser común en la tragedia griega) con ropas y riquezas asegurándole un buen viaje de regreso a su tierra. Le alegra la muerte del esposo de Helena pues así “tiene vía libre.”  

 El coro recuerda la leyenda de Deméter (“Deo” para los amigos, o Cibeles para los latinos, diosa de la naturaleza, identificada con la Gran Madre tierra o Gea y con la nereida Rea, madre de Zeus, Hades, Hera y la mayoría de nuevas deidades rebeladas a los titanes, pues ella salvó a Zeus del destino antropófago paterno) que tuvo que ir en busca de su hija Perséfone ) al infierno por el rapto de Hades, llegando al pacto de que pasaría con ella la temporada caliente del año, al ser esta    Proserpina para los latinos a la par diosa de la primavera y señora de los muertos en la época fría. Un rapto parecido al de Eurídice o al de la propia Helena. Hasta Artemis, la diosa virginal de la caza, una especie de amazona (el personaje más libre en género junto a Atenea) acudió en su ayuda, pero Zeus solo permitió este pacto y por eso la naturaleza está dolida y lo acaba pagando “el medio ambiente” que dirían ahora los ecologistas. Su llanto no lo consolaban ni musas ni ninfas ni canticos báquicos ni afrodita ni nadie. 

Un interludio para resaltar esta comparación entre raptos e insertarlo en una tradición mitológica y descansar de la acción dramática. Según el rito pélopida, él debería acompañarles en estos homenajes fúnebres, pero ella no le deja. El mar galaneo (el de la nereida marina Galane contada por Hesíodo en la Teogonía) es el más calmado, que hasta danzan los delfines, y es el que les acompaña hasta el templo de Palas Atenea donde las vírgenes Leucípides (las hijas de Leucipo, Hilaíra y Febe, novias de los dioscuros gemelos Cástor y Pólux) les harán un homenaje y también se harán unos ritos jacintios (a Jacinto, asesinado por Febo por ganarle en el lanzamiento de disco y desde ese día se celebran estos sacrificios de bueyes en tierra laconia, que debe ser otra persona que Febe, aunque nunca se sabe con las traducciones.) Allí les esperará su hija Hermione. La nave no tienen alas como las de aves de Libia (grullas emigrando por primavera), pasando por las Pléyades entre las nubes hacia el nocturno Orión (de ahí el nombre del cinturón de orión para ese fenómeno de los astros), pero logran llegar con celeridad. Las tintaridas también flotan entre el éter y los torbellinos de estrellas, ondas glaucas y la piel de las olas, y os remolinos del mar, enviando brisas suaves favorecedoras de la justicia poética con la verdad que terminará el drama. Todo este pasaje es de gran lirismo. El rey que ya se hacía ilusiones de yacer y acostarse con la hija de Zeus es informado de que se ha tratado de un ardid (“astucia femenina” como la de Eva, tan tan censurada) y una huida a Nauplia, de donde Menelao ha venido tras su odisea de regreso de la guerra de Troya, lejos de Egipto con el rey que quiere casarse con ella y del rey que quiere matarle a él, que en la obra se han confundido.   Quiere ahora vengarse al menos de su hermana por ayudarles pero el mismo esclavo de buen corazón que había ayudado a Helena al principio de la obra se lo impide. 

Y llegan Cástor y Pólux, los dioscuros, a poner orden y fin a la obra. Menelao gobernará en las islas de los bienaventurados (quizá en las Islas Dichosas) y Helena será tratada como una diosa. El rey desiste de su propósito de matar a Helena y a su hermana. El autor reconoce que los dioses obran bien y que sus obras a veces toman cauces inesperados, no sin ahorrarse el machismo de que la virtud de Helena “no se encuentra fácilmente entre las de su sexo.” Y es que en estas obras me he encontrado una curiosa y dramática concepción del género femenino, esclavizada y apartada en el gineceo dentro del oikos (reino del páter familis, aunque este es concepto latino y sería más propio hablar de aristoi en el periodo micénico y posteriormente del ciudadano ateniense y sus panhelénicos lindes) como otra propiedad más junto a hijos, posesiones y esclavos, reducida a su papel de hija, mujer, madre o profetisa- virgen vestal dedicada al culto divino y a las atenciones del ángel del hogar, múltiple sierva, esclava doméstica, en una mística de la feminidad (como lo denominaba la feminista Betty Friedman) que es el clásico eterno femenino de la antigüedad a Goethe (a quien pertenece este término del romanticismo), y que ahora en la posmodernidad pero ya desde el XIX se viene decostruyendo, contemplándolo como sujeto creador de su vida y obra y no solo un sujeto pasivo, un objeto de deseo, la causa de una guerra o una venganza, o la inspiración para la creación e intervención activa masculina.

ELECTRA DE EURÍPIDES

ELECTRA DE EURÍPIDES Escrita hacia el año 413 a. C.
Labrador micénico, Electra, Orestes, Pílades, viejo esclavo, Clitemnestra, los dioscuros, coro femenino micénico. En la frontera de Argos ante la casa de un labrador.  

Empieza la escena con un prólogo de labriego, exordio y proemio(exordium, prooemium proóimion), del labrador (algo común en el teatro tardomedieval de un Gil Vicente con la figura del serrano hablando en boca del autor y presentando la obra, en el renacentista y en el barroco, en las obras de Lope, supongo que relacionado con ese mundo bucólico-pastoril clásico ya presente en Las bucólicas de Virgilio y una forma de empatizar con el público a través de un personaje popular como es este campesino, que a veces mantiene una actitud muy apelativa y cercana con su audiencia, saludándole, presentando a los personajes principales o introduciendo la obra.) Hace una oda a su tierra, las corrientes del Inaco, a la llanura de Argos, y alabando las glorias bélicas de Agamenón: matar al soberano de Ilinión (Troya) Príamo, la destrucción de la ciudad de Dárdano, y el levantamiento de templos religiosos en honor a estos dioses que le acompañaron en la victoria. Contrastando con la deshonrosa muerte que recibió al regresar al hogar. Egisto incluso quiso matar a Orestes, en esta usurpación que hace del reino Atrida

Pero el viejo ayo de su madre a escondidas encomendó su cuidado en la crianza y educación a Estrofio de Focea (lo cual explica tanto el alejamiento con su hermana y ese reencuentro tras años, media vida, sin verse y que sea este dialecto el que imita al caracterizarse de extranjero.) Egisto también recluyó en el gineceo a Electra temiendo que si encontraba varón engendrará un descendiente a la casa familiar, un competidor por el reino. Aunque su primera intención también fue asesinarla, frustrada por su amante Clitemnestra, quien tenía motivos para matar al marido pero no a sus hijos. Prometió oro a quien matara a Orestes y entregó a Electra a un descendiente de la dinastía de Micenas pero de escasa extracción económica o social (aunque sin reproche en cuanto a honor, ya que sugiere que es noble por cuna y la familia se arruinó.) Cipris, la diosa de Chipre, o Afrodita, el amor, es testigo de la virginidad que mantiene Electra pues este narrador, al menos introductor, de la historia no ha querido mezclar su sangre deshonrada económicamente con la de la familia noble. Lo cual le parece hasta “bobo”: tener a una joven tan bella y virgen y no haberla “tocado”. Electra aparece en medio de la noche, invocándola, con un cántaro en la cabeza lleno de los llantos por cómo la maltrata su madre y padrastro Egisto y por la muerte-asesinato de su padre por parte de estos, son un canto de Hades. Ella quiere aligerar a su esposo, el labriego, de las tareas del campo aunque el considere que no son propias de su categoría. Orestes acaba de regresar a su patria, estuvo anoche llorando en la tumba de su padre, ofreciéndole en homenaje un mechón de pelo (como en Esquilo) y sacrificando una oveja en un altar a los dioses.  Esta versión culpa a Egisto, que le mataría con una espada de doble filo y en tres sablazos. Se queja de su pelo y peplo enlutado, no son dignos de una princesa. Pero el coro le presta una túnica llena de broches y adornos de oro para alegrar a la fiesta, pues a los dioses no se les honra con lamentos sino con suplicas de veneración. Pero ella se queja que ningún dios la vela. Y el coro lo vuelve a achacar al cabeza de turco o chivo expiatorio de Helena, que sabido es que “nos montó la de Troya” (tratando algunos autores de exculparla en nombre del rapto, del amor, del deseo, de su género o que en realidad fue a Egipto y no a Troya) Se produce el encuentro de la tragedia, Electra piropea de Febo Apolo a su hermano, pues este es quien a través del adivino Tisias le ha vaticinado la venganza. Se queja de que Egisto le ha apartado de la casa, rapado el pelo y obligado a casar, aunque con un buen hombre que la respeta su virginidad. Pero a su hermano le parece un desclasamiento haberse casado con un obrero, por “cuerdo” que sea. La madre no sabe nada de todo esto, no la dejan casi hablarse.

Orestes la anuncia la venganza, la piedad solo es propia de los sabios pero los que se pasan de listos merecen castigo. Se queja de sus ropas, la suciedad de su ropa, estar apartada de la vida social y de las amigas (por vergüenza a no tener hombre), y ha tenido que renunciar al matrimonio concertado por sus padres con su pariente Castor (su tío), que también luchó en Troya y murió allí. Egisto ha tomado a su madre, y no le esconde las esclavas asiáticas que conquistó su padre, usurpando el trono de quién si luchó por algo y venció. La tumba de Agamenón es un monumento muy pequeño, la tienen abandonada, vacía, sucia, sin ornamentos, no han hecho libidaciones ni sacrificios, el “ilustre” de Egisto (como obligan a llamarle ahora) pisotea y apedrea su lecho último.  Y encima provoca a Orestes, que no está presente para defenderse; ¿Dónde estás ahora para proteger a tu padre? Electra le lleva a conocer a su esposo, que les recibe con tal hospitalidad que Orestes se cuestiona sí un pobre puede ser más noble de corazón que el nacido rico y con un prestigio social. La pobreza se debe a la necesidad y no puede haber virtud, pero en la riqueza hay codicia. Y es relativo el honor bélico. Así que la nobleza parece estar en las acciones, y en la naturaleza y valor de estas. Electra le pide a su esposo que traiga al viejo ayo de Agamenón, que pastorea por el río Tánao entre Esparta y Argos, pues le hará ilusión volver a ver al niño que él salvó de la espada de su padrastro. El coro parece recitar (o cantar) una oda a las naves aqueas en Troya, entre las olas en esa danza fluvial de las Nereidas (dejando las alturas de Eubea), y hasta un delfín tocaba la flauta ante tales héroes camino a la guerra: el hijo de Tetis nereida del mar, Aquiles y su talón “ligero” (educado por el jinete centauro Quirón) hasta las riberas del Simoeis de Troya, con el propio Agamenón. Fueron estas nereidas las encargadas de traer un escudo fruncido en hierro y oro por el propio Hefestos, Pelión y os hondos valles de la Sagrada Osa, atalaya de las ninfas (que al igual que las nereidas solían acodarse y bañarse a las orillas de los ríos; siendo mayores en edad las nereidas en cuanto esposas de los titanes y estas más jóvenes y bellas, figuras parecidas a las dríadas salvo que estas tenían su hábitat en los bosques y que en la mitología vasca –aunque ya habla de ella la mitología celta o Keats, Shakespeare y Blake- se han identificado con las lamias.)  En el puerto de Naziplio se decía que en el escudo- casco de oro que ahora heredará Orestes estaba grabada la efigie de Perseo “el mata-gorgonas con pelo serpientes”, una especie de antecedente del san Jorge mata dragones pagano-cristiano. Y con él, Hermes, el mensajero o pregonero alado de los dioses, especie de dios de la comunicación como bromeaban nuestros profesores en el grado de Periodismo, hijo montaraz de maya (la representación de la tierra en su apariencia.) Y también hay una ecfrasis de un carro redondo de sol con yeguas aladas (como el de la metáfora de Platón), los coros celestes de astros (que se creían, como ahora, mandaban señales que descifrar) y las Pléyades e Híades que rotaban ante los ojos de Hector (que como es sabido, su cadáver fue arrastrado en carro rodeando el muro de Troya como una humillación.) También aparece representada la Esfinge (a la que Edipo consultó las tres edades del hombre) y una leona respirando expulsando fuego (la quimera que huye de Pegaso, montado por Belerofonte de Corinto (donde está la fuente y el río Pirene).

En el epodo se amenaza que a Clitmenestra le darán muerte en venganza como los hijos de Urano hicieron con este padre dios del orden celeste que se los tragaba para evitar su muerte, y fue el último titán en la titainada. Tras el vinieron los dioses de un olimpo más democrático, con atributos más humanos, más jóvenes que esos titanes originales, vinculados a las fuerzas naturales. Llega el anciano niñero con queso, un recental, coronas (dinero) y su buen vino oloroso, el viejo tesoro de Dioniso. Le acomodan porque él está mayor y llorando de la emoción de este segundo encuentro entre personajes y se seca con su túnica de harapos. Le ha llorado al niño que cuidó, el gran Agamenón, con libidaciones y unas ramas de arrayán. Pero había ya allí un mechón de pelo rubio y los restos de un sacrificio de oveja, habrá sido Orestes. Le pide la comprobación de pelo, como en la obra de esquilo, pues acaba sospechando que ha sido Electra ya que las huellas eran las de su pie. Pero ella no reconoce haberle rendido este homenaje, no sé bien por qué, y lo achaca a un foráneo o alguien que ha burlado la prohibición de Egisto de homenajear a Agamenón. El anciano le hace ver a Electra que esta ante su hermano, aquel a quien salvó de la muerte de Egisto, al reconocer la cicatriz en la ceja que se hizo cuando ambos hermanos perseguían un cervatillo. (Este tipo de pruebas de reconocimiento son muy comunes en la tragedia y en ellas se inspiraba el mundo de la oratoria, sobretodo la judicial. Puede verse en ellas un antecedente de las novelas detectivescas tipo Sherlock Holmes) No pueden entrar en los muros, plagados de centinelas, una verosimilitud que no plantea la obra de Esquilo, así que el plan es sorprenderle mientras hace un sacrificio de toros, con su amante detrás, por las habladurías del pueblo que la odian como mujer impura, infiel, adultera y esposo-cidia.  Invocan a Zeus, padre de los dioses, cónyuge Hera que reina sobre los altares de Micenas, al rey de los muertos y de Hades. Cuenta la leyenda que el fauno semidiós Pan llevó al ágora un cordero de oro para celebrar la casa de los Atridas, como símbolo de su realeza. Se encendieron altares de fuego, se expandieron inciensos dorados, y se cantó en flauta inspirado en las musas. Pero Zeus envidió esta realeza e hizo a Tiestes yacer bajo engaños con la esposa de Atreo. La obra se refiere al dios Amon (que en las regiones egipcias, colonizadas por Grecia, era el equivalente a Zeus y que con Akenaton se convirtió en el disco solar Atón hasta el asesinato de Tutankamón.) Un argivo gime, y el cielo parece cambiar de color.  La tragedia se masca en el aire. El mensajero de Orestes le cuenta a Electra cómo este ha matado al asesino de su padre. Se han hecho pasar por tesalios (a diferencia de la otra versión) que van a Alfeo a hacer un sacrificio a Zeus. Él les invita a un banquete en homenaje a las ninfas. Como los tesalios tienen buena fama degollando y despiezando terneros, les pide ayuda y le pasa el Doris (el cuchillo para esta tarea) Así que le hundió el cuchillo hasta las vértebras desgarrándole los músculos de la espalda y cuando van a defenderlo sus esclavos Orestes se presenta como el sucesor legítimo de Agamenón y todos celebran la venganza contra el tirano usurpador. Electra se pone tan contenta que se pone sus mejores joyas abriendo todas las ventanas cantando a Helios, el dios del sol. Y las esclavas danzan un baile de musas. Electra le pone orgullosa una banda a su hermano y le regala a su escudero Pilades le corona.

Y exponen el cadáver del asesino asesinado para que se lo coman los bichos, aves y fieras. Electra teme más murmuración en la ciudad aunque han cometido un acto heroico en nombre dl honor. La venganza se sirve en un plato frio y tarda en llegar como todos los buenos platos; así que Electra se despacha a gusto reprochándole al cadáver de su padrastro que haya matado a su padre, deshonrado a su madre, privado de su libertad y perfomatividad sexual (aunque no conociera el término) obligándola a tomar esposo. Y también se burla que en aquel matrimonio mandara la mujer y no el hombre, lo cual es “feo” ya que su madre era más notable y superior en todo a él. La riqueza es efímera y es en lo que legitimaba su usurpación del trono Atrida y encima era robada a su padre y la había ido dilapidando. Mientras que la naturaleza permanece. Aunque lo hace veladamente, pues no le está permitido a la mujer hablar y menos de estas cosas, le consideraba guapo pero prepotente, altanero, pero un afeminado en el fondo, de belleza aparente, un mero adorno de los coros y sin la valentía de los esposos masculinos, hijos de Ares. Le manda en definitiva al infierno. Electra le pide a su hermano que consuma la venganza con el matricidio y al principio él protesta, se trata de una madre y él de un ser puro y teme que aconseje esto un alástor (genio vengativo, “el que no olvida ni perdona”, Alath, alaos “venganza ciega, invisible.”

Las esclavas troyanas (capturadas en la guerra) bajan del trono a la gran reina. Electra le reprocha a su madre que la haya tenido marginada en casa y luego la hayan expulsado y casado. Pero su madre dice que ella se sintió igual cuando padre partió a la guerra. Le obligó Tindáreo (su padre) a casarse con Agamenón, quien quiso sacrificar a su hija Ifgenia (la hermana de Electra) bajo el engaño que iba a casarla con Aquiles, para favorecer los vientos y pudieran partir las naves a Illinois. Y según esta versión no se apiadaron de ellas los dioses ni el padre al final y la asesinó. Y encima de dejarla tanto tiempo solo (por lo que tuvo que tomar compañía y protección en la casa) se presentó con una loca de dios (la pitonisa Casandra) y la introdujo en su casa, pavoneándose de la amante. Helena, su hermana, recibió menos castigo que ella con toda la que lio, quizá porque encontró a un esposo más decente (Menelao) y un amante más cariñoso (París) Y se escusa en que “casquivana es la mujer, no digo que no” pero tomó este amante por despecho a la amante con que su esposo se había presentado en casa. Ha hablado con justicia pero el coro juzga una desvergüenza que no ceda sensata ante su esposo.

La hija toma la palabra; “la tía y tú sois unas casquivanas, indignas del tío Castor, pues ella se dejó raptar y tú has perdido al mejor hombre de Grecia con la excusa de mi hermana muerta.” Y la culpa de alegrarse en secreto si Troya vencía y se quitaba de en medio a Agamenón, con lo buen esposo y padre que era, y de haber estado maquillándose y gustando a los hombres frívolamente con el marido luchando trágicamente por la patria. Compró el amor de Egisto con dinero y el trono del esposo asesinado y marginó y desheredó a los dos hermanos.  Quien casa con mujer malvada por su riqueza o noble cuna es necio. Casamiento modesto, pero prudente, es mejor en una casa que matrimonio notable. El coro considera que estos matrimonios de conveniencia acaban siendo de convivencia, pueden salir bien o mal, es cosa de azar. Y la madre la dice que siempre hay hijos que quieren más al padre que a la madre como es el caso, y que teme por su vida, y se refiere a su carácter obstinado por naturaleza que es el mismo que lleva a Egisto a odiarles. Electra ha tenido que vivir recluida en la casa pues nadie quiere por vecino a unos pobres, y tuvo que parir sola a su hijo (un hijo que en la versión de Esquilo no aparece, y quizá sea un farol pues le han casado a propósito con un hombre débil, ósea infértil) Ella se ofrece junto a su esposo a hacerle un sacrificio a su nieto, pero el destino ya está trazado y el hilo de su vida a punto de cortar por las hilanderas de la muerte, con el mismo filo con que se ha despiezado el ternero y asesinado a Egisto. El coro la compara a una leona montaraz pastando en prados de lujuria y el asesinato traspasa estos muros hasta los muros ciclópeos que llegan al cielo (Atlas sosteniendo el mundo, es decir; lo sabe todo el mundo y está en conocimiento de los dioses) Orestes acaba de matar a su madre y teme por su hybris ante los dioses, ¿a dónde irá?, ¿Qué huésped, quién que sea piadoso pondrá sus ojos en mi rostro de matricida? Y Electra se lamenta: ¿a qué boda marcharé? ¿Qué esposo me aceptará en su cama nupcial? Teme haber llevado al hermano al matricidio pero en el fondo han hecho un acto piadoso. La madre patéticamente enseñaba el pecho que les dio de mamar pidiendo clemencia y piedad en cuanto a madre que les ha parido. Era una amiga enemiga, y la lloran tanto como la odiaron.

El coro se extraña ante la venida de unos dioses o quizá daimones pues no es su senda habitual. Es Castor con Pólux y su sequito, que vienen a conocer la tragedia de su hermana. Les parece justo el merecido a la infidelidad y asesinato de su hermana pero no el matricidio y habrá de sufrir su Moira, su destino divino. Electra se casará con el escudero Pilades y marchará exiliada en el ostracismo. Las diosas furias, Erinis, identificadas con las diosas Keres de cara perruna y serpientes por brazos, relacionadas con un demón destructor hijo de la noche y hermano de la muerte (también presente en la mitología egipcia), les perseguirán en vida y le harán dar vueltas a Orestes enloquecido como en una rueda. Pero si se abraza a la estatua de Palas Atenea ella impedirá que las serpientes te abracen al prestarle el escudo reflector con que Perseo mató a la Gorgona de pelo-serpientes. En una colina de Ares los dioses se sentaron a votar otro crimen de sangre, el de Ares el dios bélico a Halirrocio, hijo del rey del mar, enfurecido por la impía unión con su hija (Afrodita, nacida de la espuma del mar.) Se celebrará en este proceso un juicio parecido, por igualdad de votos y voto secreto y sagrado, incuso se juzgará a Ticias (¿no era Loxias en la otra versión?) por vaticinarle el matricidio. Pero seguramente no le condenen a muerte y tendrá que exiliarse a las riberas del Alfeo, en una ciudad arcadia, junto al templo de Liceo, “enfila el cuello del Istmo y dirígete a pie hacia la próspera ribera de Cecropias.” Se abrirá una sima sobre el oráculo que le ha engañado. El cadáver de Egisto se ocultará. El de la madre lo enterrará su cuñado Menelao, que ha vuelto tras su victoria en Troya y se halla en Nauplia, capital periférica de la Argólida. Y su hermana Helena, que ha regresado de Egipto del palacio de Proteo pues lo que se envió a Troya fue un simulacro, un fantasma (o phantasmagoria como sostenía Platón para reafirme en su teoría idealista y esencialista sobre las apariencias.) A Ambos pertenece ahora el trono y las riquezas de la casa de Atreo. Termina esta especie de juicio del tío, sentenciando: “Común fue la acción, común vuestro destino, y una sola maldición de vuestros padres os perdió a los dos.” Se lamenta Orestes de separarse de su hermana, pero según Castor salvo que ha de abandonar la casa es el menos perjudicada porque tendrá esposo y casa. Y se produce la despedida, la separación forzada, como antitesis del encuentro primario y el reconocimiento a través del ayo. El ejército de Cástor les deja solos a los héroes trágicos con su hybris que ha ofendido no solo a los dioses sino a sus familiares y a toda la ciudad y reino, y marchan por el mar siciliano en sus naves aprovechando los vientos. El coro se despide de los actores-personajes y de nosotros: “¡Adiós! Quien puede estar contento y no le doblega desgracia alguna, ha conseguido la felicidad.”

Eurípides mantiene una perspectiva más racionalista que Esquilo en el mito y crítica la visión teológica de su Electra, ridiculizando alguno de las supersticiones que la otra refleja.  Y sin embargo, su final es más trágico que en Esquilo, dentro de la idea de que todo es una tragedia pero en Esquilo al menos el matricidio y muerte de Egisto es contemplado como un ajuste de cuentas virtuosos y una venganza y no sufren este castigo final los protagonistas a los que Eurípides les somete. El de esquilo parece un happy end, un final feliz, y en esta obra también, en la escena en que Electra se enjoya y abre las ventanas, hasta que llega el tío, destrozando esa ilusión idilica y convirtiendolo y aumentando lo que es; una tragedia griega.