En esta casa habita un fantasma. (Muchos, pues arrastra con cadenas su
diagnóstico: “esquizofrénico de múltiples yos, incurable pero pacífico.”) No
el fantasma de la señora Lola, ya en paz de dios se la dejara. (A veces nos
hablamos, ¡está muy sola y muerta la pobre!
No el des-aparecido del bohemio que
insonorizó el gotelé por no molestar con sus soledades de jazz a la
man-comunidad (según el cuento del muerto emparedado a las paredes,
que tienen oídos y en sus montes: ojos y antena parabólica de espionaje
internacional. Lo creen de Allan Poe, pero se lo ha inventado mi madre-vecina.)
Es un medio licenciado Vidriera a quien ni
refleja su pálido espejo ceniciento de bella madre putativa, y que no acierta a
afeitarse. No es la más guapa del reino de lémures. Es torpe, rompe todo lo que
toca, toma relajantes suaves para dormir reflexiones o sus reflejos, pero tira
“las druges” benzodiacepinas por el váter, allá donde no habita la musa; solo
la mierda.
¿Qué decir de la musa? Es mi fantasma más
cabrón: el profesor-músico Juan José Bach ocupa un lugar intermedio
entre la pesadilla erótica y lacalificación- la nota de la lira de Bécquer que
regresa, ¡vuelve y vuelve ese oscuro golondrino por mi ventana a cerrar! Laforet me trae la Nada de
mi familia con su fantasmata de tenue arpa. Las tierras baldías, las tierras
bäjas de Nörta (con los dos puntitos que no pueden faltar en Herta
Müller para los profesores que solo se fija en las formas y no en el fondo
doloroso sin diéresis) con sus Cementerios marinos de lágrimas
fluyen en poesías puras que me enfrían, sé que Naturgas cobra caro el corazón.
¡No quiero La flor del mal, rara y muerta, de la poesía, sino
aún la revolución! Tanta Temporada en el Divino
infierno, sin Parnaso siquiera, precisa ya una Comedia
humana. ¡Y mi risa de niño!
Este fantasma no
ve la luz del Logos. No le reflejan ni los espejos ni reflexiona en contrición
los exemplos. No madruga su ironía de Voltaire ni ilumina nada. Vive con las
luces apagadas para ahorrar, con candelabros sujeto a otros siglos, y si viene
el divus disco solar cierra fuerte los ojos. De niño venía el coco, el ratón
Pérez, satán, los reyes magos ¡y todos a tocar los cojones! No quiere despertar
de su sueño, entre vivir soñando y soñando aletargarse, de su siesta de fauno de la que aún puede
despertar.
Se ducha a oscuras para más
inefable intimidad. No le gusta su
cuerpo etéreo, sin arché ni rex ni ente ni onto ni “sé” ¡Y es que ni carne ni hueso
este fantasmata lo que se ahorra en agua!... El dios de la Razón produce lágrimas.
Doña Musa crea
monstros sin razón.
Unos sin alma, ¡y a este le tuvo que poner un puto corazón! Es Humano, demasiado humano hacerle esto a un fantasma. Su espejo
de Narciso se rompe, tanto no poder reflejarle. Y
en añicos caen restos de alma (si alguna vez la tuvo o la fue) escurriéndose
entre los dedos. ¡Demasiada dádiva le prestó dios con interés a
devolver por cobro revertido! ¡Demasiada fresa envenenada la arpía
madrastra!
La bisabuela en un
marco Ikea es la única atrevida a sonreír al fantasma, preocupada si se acuesta a la madrugada leyendo
pornografías de John Keats con sus sátiros. Para todos los demás: he muerto. El
fantasma ha cerrado sus persianas en su zulo del comando – Bagaza.
Los fantasmas
siguen teniendo problemas con la Justicia divina, con Lanbide y ajustes de
cuentas con el pasado, con un padre muy moroso y sin idea de la Themis.
Están más vivas estas sombras que los auto-llamados humanos, flotan y tienen
menos memoria de pez. Sienten las cosas más adentro al haber menos carne en su
congelador, menos ropa en la meta-lavadora a a-tender. Los
fantasmas solo se envuelven de ellos mismos, entre corroídas sábanas, pero
quieren olvidarse de sí, como se olvida a un rey, ser la ausencia de unGudú
este príncipe destronado ¡ya no es tiempo de!
Ha cerrado sus
ventanas y persianas a las palomas de Teresa que vienen sus morriñas a colgar
desde Castro. Una vecina y su abuela le espían, la juna desde su alcoba de
bruja, la otra desde su próximo castillo de la tercera edad, Entre visillos a
lo Sicosis, ¡parturienta de cicuta socrática, castradora presidenta
de mancomunidad! Esta vecindad del Otro no permite a los
fantasmas alzar sus carteles: “¡Cambie todo en todas partes: no dejen
publicidad en el buzón ni basura electoral!” Se lo han quitado sin piedad,
y ya no confía en ser un “ser social.” Ni siquiera en
“ser.” No abre los tragaluces: entra mucho bicho humano y se toman con uno
mucha familiaridad. No son monstruos marinos
con cara de Cromwell y muchos ojos observándole en Gran Hermano su
pecado natural. No dan la talla de Mefistófeles para
este Fausto, ni siquiera de lobitos feroces; Sólo llegan a rebaños de bichos buenos en parrillas que
a un fantasma ya no le competen. Los fantasmas ya estánmalditos malditos,
y no les puede Torquemar Don Tomás.Aquí-Uno, Tó-lo-más, que ahorra en Naturgas
iluminado con candelabros, apagando en chorros su dúctil sangre de cera. Un
posmoderno quijote arrastrando su auriga por el súper, Conjurado necio contra
el fantasma del capital y la necedad.
Los otros fantasmas no me tienen ningún
respeto. Entran sin llamar con La Ley Corcuera, sí con-cuerda o no.
Pretenden quedarse aquí toda la vida, se te auto-invitan esos amigos autor-inventados cuando
saben que tienes piso nuevo, y te llegan
mensajes de móvil que parlan del vacío, mientras tú le hablas a la Nada de la
nada.
A los fantasmas la
nube de afeitar se les escurre entre los dedos, pero llevan pesadas cadenas de
racionalidad, grilletes de neurosis y la bola de Atlas, que son una lata.
Cuentan rayas en el calendario y arañas en la telaraña, rayuelas de
tiza en la pared. Este presidio es mi Realidad y deseo, desde
cuando Voluntad y necesidad fueron
libres en Igualdad. ¿Pero sin fraternidad que queréis
conseguir?
Yla puerta siempre
está abierta. Para todos. ¡Lo sabéis!Todos tenéis llaves de mi casa, toda
Norta, mis padres, mi siquiatra… Por si me pasa algo, pero se me pasa todo y la
nada, y nadie viene, y me dejan para algún dios que me aguante, como dejó la
mans-comunidad de parlar con Lola solo porque hubiera fallecido, ¡runrún de
rumores aún se ronronea sobre ella y sus gatos! A veces viene mi familia a
robar a Diógenes y por ¡sí aún quedan sueños dorados en mi desván!
Tengo un armario más amplio que la Presley
y más vacío que el nihilismo. Ahora caben más libros que nunca, tengo menos, y me los leo. Juego a veces con
los juegos que robaba en los supermercados del Capital que antes no había
sacado de su plástico. Y desaprendo lo que ojalá no me
enseñaran vuestras escuelas de San Vicente de Paul-Bagaza, para
balbucear, por primera vez, y como siempre, gugú da dá.
Mi
habitación propia no es
propiedad británica de Virginia Woolf sino de un casero al que pagamos en
negro, mi firma en el contrato es otra fantasmagoría más. Nada racional es
real, todos mentimos, he expulsado a los filósofos de mi Republica,
no es invitada la realidad racional a mi agujero de conejo de Alicia,
con las agujas de reloj al fin off, ¡le cortaré la cabeza a la reina sin
corazones, pero no negaré un victoriano té de locos a la sonrisa suave de mi
gatito!
Siempre he vivido aquí sin saberlo. Nací
en este barrio, entre unas cuestas verdes de Norta, en unas casas obreras
cayendo del cáncer de su especulación explotada, los gatos de Cheshire se
metían por las hendiduras de sus paredes enfermas de aluminosis, sonriendo
blancura. Ahora moscas zumbonas tratan de entrar por mis persianas cerradas, seseantes
sierpes susurrando sigilos, y así siseando ¡siglos y siglos!, en reconcomios
rocosos, rotando y rayando.
Mi puerta sigue
abierta con la llave de mi libertad, pero he cerrado los parpados de la ventana
a canto y cal. Esta princesa ya no espera al fontanero teleológico ni le
molesta un guisante en su colchón de piedra. Ya no deja crecer su melena
para que trepen por ella los príncipes piojosos, ni anuda sus sábanas de
fantasma para escapar por ella del siquiátrico. Ha sellado sus labios de fresa
tóxica al príncipe azul desteñido en sapo verde, y todo le sale rana. Mi gótico
castillo de hadas os defraudaría. ¡No vengáis! Y no nos confundáis con ángeles,
ellos tienen alas, pito desde no sé qué siglo, a veces las alas caídas, a veces
cosidas a mordiscos… pero nuestro halo lo mueven apenas cuatro viejas fundas
mal hilvanadas. Flotamos en un éter intermedio entre el aire contaminado de
Norta y la ambrosía de infancia enmohecida, con su teatrillo de marionetas
apolilladas y sus hilos enredados meciéndose solos, sin demiurgos de trasfondo.
La función debe continuar aunque no queramos, nuestro público lleva siempre la
razón, y no le deja al fantasma quitarse sus caretas y cadenas. Mi escualidez
de humo de purito no aspira a la taciturna santidad, fumando no espera a Apolo,
sólo espera ya un cigarro más, ¡y ya! A los otros guiñoles en la
mascarada les ha descoronado el trono de “ser”, siempre
andan performando, y nunca son lo que son o deberían
ser. Los libros me hacen compañía. Si uno no me gusta lo aplasto al suelo
sin sentirme mal. No me gusta pisar bichos por bichitos que parezcan. Las
sombras dan mucho palique y además los libros me respetan: ya no se derrumban
sobre mi cama de quijote mientras hacía el eros con un fantasma retrasado a lo sancho. Ya no soy ese.
Me siguen tratando
como a un loco, pero yo no ya no trato con “cuerdos.” No me verán en actos de Culturas de Norta,
quizá intoxicado de libaciones energéticas "que dan alas" aún un
poco. Me cubro con mis sábanas lívidas, y sigo rodando, rotando de roles, la
vida es puro teatro, danzo por la casa con Dionisio de la mano, ¡y esencio
libaciones onanistas de mi libido existencial! A ningún otro
fantasma le importa que baile errante y desnudo por la casa. Ni a mí me avergüenzan
mis impúdicos y pandémicos trajes, ¡son solo un par de retales mal cosidos a
retazos!, pero este emperador sabe que va desnudo. Si en esencia ya soy
invisible a nadie le importará que siga sublimando el vacío, revestido de
nuevas nadas, o si mi apariencia se aparece por Casterville, por más que todos
los vecinos tengan su parabólica encendida para el partido de mi vida. O la
señora Lola aún me quiera escuchar con su sonotone, la mujer no distingue que
está muerta y no puede hablarnos a los fantasmas.
Los fantasmas nos
inventamos a otro, trabajamos en olvidar, en pelear con la sombra de Peter pan,
con una espada de palo, afilada de letra armada. Mi vecina putativa insiste en
conocer con que libro me acuesto cada noche. Pero yo, cada vez más vampiro,
duermo por el día, y la noche me atrae con su hechizo de loca: con sus ruidos
de niños jugando en el parque y en
el parquet, con sus muebles arrastrados por espectros en la hora del lobo, ¡será
que no toma la pastilla! Mi sombra persigue coserse a
Peter Pan. YouTube se enciende solo, y me pone a Chopin aunque no quiera. El
ordenador tiene vida propia, le ha entrado un virus fantasma, y escribe solo. Y
por la noche sigue escribiendo en mi cabeza amenazas fantasmas. La Moira habita mi morada, interior
y en sus acondicionados exteriores, viene modosita al principio y acaba
oliendo a hado, fatal. Me cubro con la tela de cuna, ya no hay nanas
de ayas ni leche en la nevera, ni siquiera canciones de mamá a la mañanita,
solo un cuento de terror sobre la luna de piel de naranja y navaja. Me afeita Selene
a tajos la tez, mientras me canto mi balada de muertos con nocturnidad y alevosía, empapando de espuma la bella concha de mi
múltiple cara.
Lloro mucho más, eso, como ir en bici por
el bidegorri, nunca se olvida, pero lágrimas más de verdad, sonajeros cayendo
dulces por la poca gente a quien amo. Nunca se llora por los malos de este
cuento, sólo por sus rastros de muertos que nos dejan por perdida la alfombra.
Reclaman su presencia, ¡son unos plastas de plastamatas! Por quien menos lloro
es por mí mismo, dado que soy mi peor antagonista. Así que supongo que lloro
por las hermanitas Brönte esas ¡o yo que sé!
A mi casa quiere entrar la vida,
fontaneros, las facturas y abogadas, pero solo está hecha para seres de otro
mundo, apariciones que ni son, ni no-son. Y solo suenan como sonajeros de plata
y hombres de hojalata. Jamás he sido tan libre y por supuesto jamás he estado
más solo, viene junto por lo inefable de las sendas. Nunca me he sentido más
preso de mi existencia ida, ni más rodeado de buena gente de papel. No abro la
ventana: paso de bichos, de madres-arañas, de brujas del cuento con
fármacos y manzanas podridas ¡ay, dulce traición de fresas envenenadas por la
bruja! ¡No me pudráis el bicho del alma!
Errante en la
noche deambulo, me asusto… y lo acostumbrado en unas perezosas visiones vagando
ociosas y maleantes... no quiero daros más el turre di-vagando. Mediréis
"no me seas fantasma" por colarme en vuestras noches desanimando como
esas otras animas. No soy bicho ni ángel, solo un fantasma; ni escondo
mosquitas muertas bajo la alfombra más recóndita, ni me atrevo a echar a los
cándidos blanquecinos de casa. Sigo barriendo las heridas, bailando con la
escoba que me prestó mamá.
Quizá un día a
Prometeo, Segismundo, Hamlet, Sócrates, Edipo y a toda esa gente les dé por
liberarse de su condenada alma errante, de sus cavernas de
la razón, de sus dioses de barro lógico y arcilla primigenia, ¡pobres becerros
deslucidos! ¡Corderitos que no podían desprenderse la piel del lobo! A quienes
carecemos ya de piel nos la pela. Lo goza uno en su martirio, quemado de
vuestra frialdad fantasmal y algo pesimista con el optimismo de esos bichos en
insistir viviendo. ¡Vosotros a vivir, Sócrates a morir, y yo a ser fantasma, es
lo que toca!
¡La serenidad con
la que un espectro asume la placidez de la cama…!
para despertar gritando ¡Eurekas! entusiasmadas, que luego son ¡chorradas!
¡Paraísos que tornan al alba vulgares flores del geranio! ¡Jardines de Artemisa
que solo son plátanos en el frutero de plástico de Fedro! ¡Edenes que solo son
recuerdos recobrados, paraísos artificiales, tiempos perdidos aún por
recuperar! Un espíritu es extraño al paraíso lleno de bichos dentro de barras
de Teo-Pan-es. Solo hubo un paraíso, dorado, el de niño, y ese jamás volverá...
y siempre vuelve. Distinto, bañando cada noche un alma diferente,
pura o sucia ¿Qué más da? ¡Si meo en la ducha polvo de hada y nadie se
percata…! ¡Si aquí ya no soplan vuestros pedorreos en eco, y me acaricia el
vaho de mi palabra!
Este minotauro ha roto todos sus espejos y
se niega a salir del laberinto, al monstruo bueno ya no le asustan los tigres, los Castillos, los Procesos, los “vuelva
usted mañana”, quizá no lo haya. Y solo tengamos un corazón por custodiar.
Por su jardín infinito de Alejandría trata de regresar con el hilo de Ariadna a
esa noche de sueño placentero en que se recobra algo que perdimos. Donde Atenea
no nos ha convertido aún en Ariacné por tejer sueños mejores, y no hay
necesidad de escudos ni lanzas, de sanchos ni de quijotes, donde el espejo al
fin te refleja sin distorsiones refractadas en el Callejón del gato, en la que
solo hay tiempo infinito, y no es perdido, ni una cuenta atrás, y todo retorna
eterno aproximándose a su origen vacío.
El recuerdo es un
tic tac, un cuervo de Poe pesado, un ¿para qué despertar? La cama siempre está
deshecha para no hacerla gran cosa, los desechos habitan mi musa, que no se
lava los dientes, tarde o temprano se pudrirán.
¡Despertar un día
lo mismo insecto que dinosaurio, camello que león! ¡Bicho que ángel!, nos da
igual a los fantasmas: jamás despertaremos del sueño entre el vivir y el morir,
existimos en este más acá; con visos y avisos de allá. Y quizá alguien nos
llore al descansar de nuestra condena, como a quién le da por llorar por las
Brönte, resucitando sus borduras, robando sus madejas a las parcas para que
dejen de tejer hilos de serpientes en sus trágicos macramés. Sé que hay gente
así, llorando por las hermanitas esas, y sólo ellos merecen volar en su fantasmagórico
instante. Con alas de Hermes mis cadenas me atan a mi suelo de
madera, pero mis mantas toledanas ceñidas al cuerpo no me hacen olvidar que
Peter me enseñó a volar.
Dicen que los
fantasmas no existen, ni mueren, ni viven, no sé entonces qué cielos hacemos en
esta vida, solo servimos para fantasear con nuestro carné de chalado en
verborrea, licenciado para matar. Es mi casa
de los espíritus y me gusta. Era eso o que devoraran mis tripas las fresas del
divino Otro, Prometeo en cada noche. Era eso o lastrar la absurda piedra de
Sísifo del comer para purgar la roca en diarrea y destruir construir
deconstruir camas sin almohada…y así hasta aburrirme sereno de mi absurdo. Era
eso o hacer trabajos a la comunidad en una ONG monjil. Era eso... o morir, sin
remedio luego. Prefiero mi encierro preventivo que vuestros manicomios: mi casa
de locos no es propiedad británica de Leonora Carrington. Ni siquiera mía, los
fantasmas vivimos arrendados. Ni de Hölderlin,
ni de Nietzsche, ni de Panero, ¡aunque a todos les siga pagando en negro
alquileres atrasados!
La puerta siempre
estará abierta y lo sabéis, venir cada noche a aseguraros que la droga se ha
ingerido por la garganta hasta el más chillón estómago. Sí, me he tragado vuestra toxica mentira y vuestros cuentos de
fantasmas, son historias para no dormir. Otros que habitaron esta casa
escondieron sus facturas en mis armarios por no pagarlas y ¡las creía poemas de
amor! Sólo eran morosidades del Padre con nosotros. Los fantasmas moramos
también morosos de calor humano, nos arrendamos de corazón a corazón. Sólo tú
me puedes resucitar, o al menos, ya que no he muerto aún ni he sido nunca en
esencia, aliviar mi libre condena con tu risa más niña, no me tengas
miedo. Los fantasmas pagamos el precio de apegarnos a
nuestras latas energéticas, sabiéndonos con sábanas para volar pero con
grilletes por abrazo. ¡Recordar cómo volaba mi niño dorado, y no poder
ya... con mis ventanas cerradas, a cal herida y llanto! Aún soy joven y mi casa
vieja, sigue plañendo libros tristes por sus grietas. Mi morada es tan antiquísima
como la lumbre ardiendo en un corazón, latiendo cansado ya de ser primate
pretérito en la primigenia noche perpetúa, con todas sus estrellas por nombrar
de nuevo. Es lo único que permiten a un fantasma: volar.
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