domingo, 29 de marzo de 2020

EN ESTA CASA HABITA UN FANTASMA


En esta casa habita un fantasma. (Muchos, pues arrastra con cadenas su diagnóstico: “esquizofrénico de múltiples yos, incurable pero pacífico.”) No el fantasma de la señora Lola, ya en paz de dios se la dejara. (A veces nos hablamos, ¡está muy sola y muerta la pobre!
No el des-aparecido del bohemio que insonorizó el gotelé por no molestar con sus soledades de jazz a la man-comunidad (según el cuento del muerto emparedado a las paredes, que tienen oídos y en sus montes: ojos y antena parabólica de espionaje internacional. Lo creen de Allan Poe, pero se lo ha inventado mi madre-vecina.) 
Es un medio licenciado Vidriera a quien ni refleja su pálido espejo ceniciento de bella madre putativa, y que no acierta a afeitarse. No es la más guapa del reino de lémures. Es torpe, rompe todo lo que toca, toma relajantes suaves para dormir reflexiones o sus reflejos, pero tira “las druges” benzodiacepinas por el váter, allá donde no habita la musa; solo la mierda.
¿Qué decir de la musa? Es mi fantasma más cabrón: el profesor-músico Juan José Bach ocupa un lugar intermedio entre la pesadilla erótica y lacalificación- la nota de la lira de Bécquer que regresa, ¡vuelve y vuelve ese oscuro golondrino por mi ventana a cerrar!   Laforet me trae la Nada de mi familia con su fantasmata de tenue arpa.   Las tierras baldías, las tierras bäjas de Nörta (con los dos puntitos que no pueden faltar en Herta Müller para los profesores que solo se fija en las formas y no en el fondo doloroso sin diéresis) con sus Cementerios marinos de lágrimas fluyen en poesías puras que me enfrían, sé que Naturgas cobra caro el corazón. ¡No quiero La flor del mal, rara y muerta, de la poesía, sino aún la revolución! Tanta Temporada en el Divino infierno, sin Parnaso siquiera, precisa ya una Comedia humana ¡Y mi risa de niño!  
Este fantasma no ve la luz del Logos. No le reflejan ni los espejos ni reflexiona en contrición los exemplos. No madruga su ironía de Voltaire ni ilumina nada. Vive con las luces apagadas para ahorrar, con candelabros sujeto a otros siglos, y si viene el divus disco solar cierra fuerte los ojos. De niño venía el coco, el ratón Pérez, satán, los reyes magos ¡y todos a tocar los cojones! No quiere despertar de su sueño, entre vivir soñando y soñando aletargarse, de su siesta de fauno de la que aún puede despertar. 

Se ducha a oscuras para más inefable intimidad. No le gusta su cuerpo etéreo, sin arché ni rex ni ente ni onto ni “sé”   ¡Y es que ni carne ni hueso este fantasmata lo que se ahorra en agua!... El dios de la Razón produce lágrimas
Doña Musa crea monstros sin razón. Unos sin alma, ¡y a este le tuvo que poner un puto corazón! Es Humano, demasiado humano hacerle esto a un fantasma. Su espejo de Narciso se rompe, tanto no poder reflejarle. Y en añicos caen restos de alma (si alguna vez la tuvo o la fue) escurriéndose entre los dedos.  ¡Demasiada dádiva le prestó dios con interés a devolver por cobro revertido! ¡Demasiada fresa envenenada la arpía madrastra!  
La bisabuela en un marco Ikea es la única atrevida a sonreír al fantasma,  preocupada si se acuesta a la madrugada leyendo pornografías de John Keats con sus sátiros. Para todos los demás: he muerto. El fantasma ha cerrado sus persianas en su zulo del comando – Bagaza.

Los fantasmas siguen teniendo problemas con la Justicia divina, con Lanbide y ajustes de cuentas con el pasado, con un padre muy moroso y sin idea de la Themis. Están más vivas estas sombras que los auto-llamados humanos, flotan y tienen menos memoria de pez. Sienten las cosas más adentro al haber menos carne en su congelador, menos ropa en la meta-lavadora a a-tender. Los fantasmas solo se envuelven de ellos mismos, entre corroídas sábanas, pero quieren olvidarse de sí, como se olvida a un rey, ser la ausencia de unGudú este príncipe destronado ¡ya no es tiempo de! 
Ha cerrado sus ventanas y persianas a las palomas de Teresa que vienen sus morriñas a colgar desde Castro. Una vecina y su abuela le espían, la juna desde su alcoba de bruja, la otra desde su próximo castillo de la tercera edad, Entre visillos a lo Sicosis, ¡parturienta de cicuta socrática, castradora presidenta de mancomunidad! Esta vecindad del Otro no permite a los fantasmas alzar sus carteles: “¡Cambie todo en todas partes: no dejen publicidad en el buzón ni basura electoral!” Se lo han quitado sin piedad, y ya no confía en ser un “ser social.” Ni siquiera en “ser.” No abre los tragaluces: entra mucho bicho humano y se toman con uno mucha familiaridad.  No son monstruos marinos con cara de Cromwell y muchos ojos observándole en Gran Hermano su pecado natural. No dan la talla de Mefistófeles para este Fausto, ni siquiera de lobitos feroces Sólo llegan a rebaños de bichos buenos en parrillas que a un fantasma ya no le competen. Los fantasmas ya estánmalditos malditos, y no les puede Torquemar Don Tomás.Aquí-Uno, Tó-lo-más, que ahorra en Naturgas iluminado con candelabros, apagando en chorros su dúctil sangre de cera. Un posmoderno quijote arrastrando su auriga por el súper, Conjurado necio contra el fantasma del capital y la necedad.
Los otros fantasmas no me tienen ningún respeto. Entran sin llamar con La Ley Corcuera, sí con-cuerda o no. Pretenden quedarse aquí toda la vida, se te auto-invitan esos amigos autor-inventados cuando saben que tienes piso nuevo,  y te llegan mensajes de móvil que parlan del vacío, mientras tú le hablas a la Nada de la nada.  

A los fantasmas la nube de afeitar se les escurre entre los dedos, pero llevan pesadas cadenas de racionalidad, grilletes de neurosis y la bola de Atlas, que son una lata. Cuentan rayas en el calendario y arañas en la telaraña, rayuelas de tiza en la pared. Este presidio es mi Realidad y deseo, desde cuando Voluntad y necesidad fueron libres en Igualdad.  ¿Pero sin fraternidad que queréis conseguir?
Yla puerta siempre está abierta. Para todos. ¡Lo sabéis!Todos tenéis llaves de mi casa, toda Norta, mis padres, mi siquiatra… Por si me pasa algo, pero se me pasa todo y la nada, y nadie viene, y me dejan para algún dios que me aguante, como dejó la mans-comunidad de parlar con Lola solo porque hubiera fallecido, ¡runrún de rumores aún se ronronea sobre ella y sus gatos! A veces viene mi familia a robar a Diógenes y por ¡sí aún quedan sueños dorados en mi desván!
Tengo un armario más amplio que la Presley y más vacío que el nihilismo. Ahora caben más libros que nunca,  tengo menos, y me los leo. Juego a veces con los juegos que robaba en los supermercados del Capital que antes no había sacado de su plástico. Y desaprendo lo que ojalá no me enseñaran vuestras escuelas de San Vicente de Paul-Bagaza, para balbucear, por primera vez, y como siempre, gugú da dá.
Mi habitación propia no es propiedad británica de Virginia Woolf sino de un casero al que pagamos en negro, mi firma en el contrato es otra fantasmagoría más. Nada racional es real, todos mentimos, he expulsado a los filósofos de mi Republica, no es invitada la realidad racional a mi agujero de conejo de Alicia, con las agujas de reloj al fin off, ¡le cortaré la cabeza a la reina sin corazones, pero no negaré un victoriano té de locos a la sonrisa suave de mi gatito! 
Siempre he vivido aquí sin saberlo. Nací en este barrio, entre unas cuestas verdes de Norta, en unas casas obreras cayendo del cáncer de su especulación explotada, los gatos de Cheshire se metían por las hendiduras de sus paredes enfermas de aluminosis, sonriendo blancura. Ahora moscas zumbonas tratan de entrar por mis persianas cerradas, seseantes sierpes susurrando sigilos, y así siseando ¡siglos y siglos!, en reconcomios rocosos, rotando y rayando.
Mi puerta sigue abierta con la llave de mi libertad, pero he cerrado los parpados de la ventana a canto y cal. Esta princesa ya no espera al fontanero teleológico ni le molesta  un guisante en su colchón de piedra. Ya no deja crecer su melena para que trepen por ella los príncipes piojosos, ni anuda sus sábanas de fantasma para escapar por ella del siquiátrico. Ha sellado sus labios de fresa tóxica al príncipe azul desteñido en sapo verde, y todo le sale rana. Mi gótico castillo de hadas os defraudaría. ¡No vengáis! Y no nos confundáis con ángeles, ellos tienen alas, pito desde no sé qué siglo, a veces las alas caídas, a veces cosidas a mordiscos… pero nuestro halo lo mueven apenas cuatro viejas fundas mal hilvanadas. Flotamos en un éter intermedio entre el aire contaminado de Norta y la ambrosía de infancia enmohecida, con su teatrillo de marionetas apolilladas y sus hilos enredados meciéndose solos, sin demiurgos de trasfondo. La función debe continuar aunque no queramos, nuestro público lleva siempre la razón, y no le deja al fantasma quitarse sus caretas y cadenas. Mi escualidez de humo de purito no aspira a la taciturna santidad, fumando no espera a Apolo, sólo espera ya un cigarro más, ¡y  ya! A los otros guiñoles en la mascarada les ha descoronado el trono de “ser”, siempre andan performando, y nunca son lo que son o deberían ser.  Los libros me hacen compañía. Si uno no me gusta lo aplasto al suelo sin sentirme mal. No me gusta pisar bichos por bichitos que parezcan. Las sombras dan mucho palique y además los libros me respetan: ya no se derrumban sobre mi cama de quijote mientras hacía el eros con un fantasma retrasado a lo sancho. Ya no soy ese.

Me siguen tratando como a un loco, pero yo no ya no trato con “cuerdos.”  No me verán en actos de Culturas de Norta, quizá intoxicado de libaciones energéticas "que dan alas" aún un poco. Me cubro con mis sábanas lívidas, y sigo rodando, rotando de roles, la vida es puro teatro, danzo por la casa con Dionisio de la mano, ¡y esencio libaciones onanistas de mi libido existencial!   A ningún otro fantasma le importa que baile errante y desnudo por la casa. Ni a mí me avergüenzan mis impúdicos y pandémicos trajes, ¡son solo un par de retales mal cosidos a retazos!, pero este emperador sabe que va desnudo. Si en esencia ya soy invisible a nadie le importará que siga sublimando el vacío, revestido de nuevas nadas, o si mi apariencia se aparece por Casterville, por más que todos los vecinos tengan su parabólica encendida para el partido de mi vida. O la señora Lola aún me quiera escuchar con su sonotone, la mujer no distingue que está muerta y no puede hablarnos a los fantasmas. 

Los fantasmas nos inventamos a otro, trabajamos en olvidar, en pelear con la sombra de Peter pan, con una espada de palo, afilada de letra armada. Mi vecina putativa insiste en conocer con que libro me acuesto cada noche. Pero yo, cada vez más vampiro, duermo por el día, y la noche me atrae con su hechizo de loca: con sus ruidos de niños jugando en el parque y en el parquet, con sus muebles arrastrados por espectros en la hora del lobo, ¡será que no toma la pastilla! Mi sombra persigue coserse a Peter Pan. YouTube se enciende solo, y me pone a Chopin aunque no quiera. El ordenador tiene vida propia, le ha entrado un virus fantasma, y escribe solo. Y por la noche sigue escribiendo en mi cabeza amenazas fantasmas. La Moira habita mi morada, interior y  en sus acondicionados exteriores, viene modosita al principio y acaba oliendo a hado, fatal.  Me cubro con la tela de cuna, ya no hay nanas de ayas ni leche en la nevera, ni siquiera canciones de mamá a la mañanita, solo un cuento de terror sobre la luna de piel de naranja y navaja. Me afeita Selene a tajos la tez, mientras me canto mi balada de muertos con nocturnidad y alevosía, empapando de espuma la bella concha de mi múltiple cara.

Lloro mucho más, eso, como ir en bici por el bidegorri, nunca se olvida, pero lágrimas más de verdad, sonajeros cayendo dulces por la poca gente a quien amo. Nunca se llora por los malos de este cuento, sólo por sus rastros de muertos que nos dejan por perdida la alfombra. Reclaman su presencia, ¡son unos plastas de plastamatas! Por quien menos lloro es por mí mismo, dado que soy mi peor antagonista. Así que supongo que lloro por las hermanitas Brönte esas ¡o yo que sé!
A mi casa quiere entrar la vida, fontaneros, las facturas y abogadas, pero solo está hecha para seres de otro mundo, apariciones que ni son, ni no-son. Y solo suenan como sonajeros de plata y hombres de hojalata. Jamás he sido tan libre y por supuesto jamás he estado más solo, viene junto por lo inefable de las sendas. Nunca me he sentido más preso de mi existencia ida, ni más rodeado de buena gente de papel. No abro la ventana: paso de bichos, de madres-arañas, de brujas del cuento con fármacos y manzanas podridas ¡ay, dulce traición de fresas envenenadas por la bruja! ¡No me pudráis el bicho del alma!
Errante en la noche deambulo, me asusto… y lo acostumbrado en unas perezosas visiones vagando ociosas y maleantes... no quiero daros más el turre di-vagando. Mediréis "no me seas fantasma" por colarme en vuestras noches desanimando como esas otras animas. No soy bicho ni ángel, solo un fantasma; ni escondo mosquitas muertas bajo la alfombra más recóndita, ni me atrevo a echar a los cándidos blanquecinos de casa. Sigo barriendo las heridas, bailando con la escoba que me prestó mamá.

Quizá un día a Prometeo, Segismundo, Hamlet, Sócrates, Edipo y a toda esa gente les dé por liberarse de su condenada alma errante, de sus cavernas de la razón, de sus dioses de barro lógico y arcilla primigenia, ¡pobres becerros deslucidos! ¡Corderitos que no podían desprenderse la piel del lobo! A quienes carecemos ya de piel nos la pela. Lo goza uno en su martirio, quemado de vuestra frialdad fantasmal y algo pesimista con el optimismo de esos bichos en insistir viviendo. ¡Vosotros a vivir, Sócrates a morir, y yo a ser fantasma, es lo que toca!

¡La serenidad con la que un espectro asume la placidez  de la cama…! para despertar gritando ¡Eurekas! entusiasmadas, que luego son ¡chorradas! ¡Paraísos que tornan al alba vulgares flores del geranio! ¡Jardines de Artemisa que solo son plátanos en el frutero de plástico de Fedro! ¡Edenes que solo son recuerdos recobrados, paraísos artificiales, tiempos perdidos aún por recuperar! Un espíritu es extraño al paraíso lleno de bichos dentro de barras de Teo-Pan-es. Solo hubo un paraíso, dorado, el de niño, y ese jamás volverá... y siempre vuelve. Distinto, bañando cada noche un alma diferente, pura o sucia ¿Qué más da? ¡Si meo en la ducha polvo de hada y nadie se percata…! ¡Si aquí ya no soplan vuestros pedorreos en eco, y me acaricia el vaho de mi palabra!  

Este minotauro ha roto todos sus espejos y se niega a salir del laberinto, al monstruo bueno ya no le asustan los tigres, los Castillos, los Procesos, los “vuelva usted mañana”, quizá no lo haya. Y solo tengamos un corazón por custodiar. Por su jardín infinito de Alejandría trata de regresar con el hilo de Ariadna a esa noche de sueño placentero en que se recobra algo que perdimos. Donde Atenea no nos ha convertido aún en Ariacné por tejer sueños mejores, y no hay necesidad de escudos ni lanzas, de sanchos ni de quijotes, donde el espejo al fin te refleja sin distorsiones refractadas en el Callejón del gato, en la que solo hay tiempo infinito, y no es perdido, ni una cuenta atrás, y todo retorna eterno aproximándose a su origen vacío.
El recuerdo es un tic tac, un cuervo de Poe pesado, un ¿para qué despertar? La cama siempre está deshecha para no hacerla gran cosa, los desechos habitan mi musa, que no se lava los dientes, tarde o temprano se pudrirán.
¡Despertar un día lo mismo insecto que dinosaurio, camello que león! ¡Bicho que ángel!, nos da igual a los fantasmas: jamás despertaremos del sueño entre el vivir y el morir, existimos en este más acá; con visos y avisos de allá. Y quizá alguien nos llore al descansar de nuestra condena, como a quién le da por llorar por las Brönte, resucitando sus borduras, robando sus madejas a las parcas para que dejen de tejer hilos de serpientes en sus trágicos macramés. Sé que hay gente así, llorando por las hermanitas esas, y sólo ellos merecen volar en su fantasmagórico instante. Con alas de Hermes mis cadenas me atan a mi suelo de madera, pero mis mantas toledanas ceñidas al cuerpo no me hacen olvidar que Peter me enseñó a volar. 

Dicen que los fantasmas no existen, ni mueren, ni viven, no sé entonces qué cielos hacemos en esta vida, solo servimos para fantasear con nuestro carné de chalado en verborrea,  licenciado para matar.  Es mi casa de los espíritus y me gusta. Era eso o que devoraran mis tripas las fresas del divino Otro, Prometeo en cada noche. Era eso o lastrar la absurda piedra de Sísifo del comer para purgar la roca en diarrea y destruir construir deconstruir camas sin almohada…y así hasta aburrirme sereno de mi absurdo. Era eso o hacer trabajos a la comunidad en una ONG monjil. Era eso... o morir, sin remedio luego. Prefiero mi encierro preventivo que vuestros manicomios: mi casa de locos no es propiedad británica de Leonora Carrington. Ni siquiera mía, los fantasmas vivimos arrendados. Ni de Hölderlin, ni de Nietzsche, ni de Panero, ¡aunque a todos les siga pagando en negro alquileres atrasados!
La puerta siempre estará abierta y lo sabéis, venir cada noche a aseguraros que la droga se ha ingerido por la garganta hasta el más chillón estómago. Sí, me he tragado  vuestra toxica mentira y vuestros cuentos de fantasmas, son historias para no dormir. Otros que habitaron esta casa escondieron sus facturas en mis armarios por no pagarlas y ¡las creía poemas de amor! Sólo eran morosidades del Padre con nosotros. Los fantasmas moramos también morosos de calor humano, nos arrendamos de corazón a corazón. Sólo tú me puedes resucitar, o al menos, ya que no he muerto aún ni he sido nunca en esencia, aliviar mi libre condena con tu risa más niña, no me tengas miedo.  Los fantasmas pagamos el precio de apegarnos a nuestras latas energéticas, sabiéndonos con sábanas para volar pero con grilletes por abrazo.  ¡Recordar cómo volaba mi niño dorado, y no poder ya... con mis ventanas cerradas, a cal herida y llanto! Aún soy joven y mi casa vieja, sigue plañendo libros tristes por sus grietas. Mi morada es tan antiquísima como la lumbre ardiendo en un corazón, latiendo cansado ya de ser primate pretérito en la primigenia noche perpetúa, con todas sus estrellas por nombrar de nuevo. Es lo único que permiten a un fantasma: volar.

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