De (la) Nada a Cuadernos de todo
En homenaje a Rafael Sánchez Ferlosio y a mi madre,
fallecidos en 2019.
Presentado por Gonzalo Villar,
tutora Josebe Martínez
Máster en Literatura Comparada y
Estudios literarios UPV/EHU Curso
2019/2020
INDICE
Resumen
2
Introducción Pretextos 4-5
Cuadernos de todo 4-14
Su poética 14-16
Vida de Carmen Martín Gaite hilando su obra 17-56
- Infancia………………………………..…………… 17-22
- La
generación del 50.....................................................23-29
- Influencias
en C. M. Gaite............................................29-35
- Periodo de posguerra
Años 50-60.............................. 35-42
- Periodo de investigación Años 60-70...........................
42-43
- Incorporación de la meta-literatura Años 70-80........... 43-48
- Cuentos infantiles Años
80-90..................................... 48-52
- Etapa comercial. Años 90-2000...................................
53-56
- su legado y reconocimiento
.....................................
56
La defensa de la fantasía y la infancia....................... 56-57
Retahíla
Conclusión
opinión personal.........................
58
Bibliografía------------------------------------- 60-62
RESUMEN
Carmen
Martin Gaite fue la mujer de letras total, una gran humanista del siglo XX. Aunque no
se consideraba feminista, sus personajes casi siempre son femeninos, (a
excepción de Los parentescos y Ritmo lento) mujeres que se salen de la
senda marcada y las convenciones. Su público era también mayoritariamente
femenino. El género es, por otra parte, objeto de estudio en sus
investigaciones sobre las construcciones
amorosas en el XVIII y en la posguerra. Entre otros reconocimientos cabe
mencionar que ganó el Premio Nadal con Entre
visillos, igual que Matute con Primera
memoria, o la pionera Laforet con Nada.
En este trabajo, analizo la continuidad y totalidad de su vida y obra,
engarzándolas en su contexto existencial, a partir de la Generación de 1950 de
la que forma parte. Me detengo en el estudio de esta generación para mostrar la
deriva de CM Gaite, intercalando las influencias literarias que reciben y
generan, y las líneas en las que escriben (neorrealismo, novela social,
intimismo, tremendismo, poesía oficial, poesía social...).
Grafico extraído de La trayectoria
narrativa de Carmen Martín Gaite. José Jurado Morales (1925-2000), Madrid, Gredos, Biblioteca Románica Hispánica, II. Estudios
y Ensayos, nº 428, 2003..
Introducción. Pretextos
Elegí
comparar en el árbol de “los parentescos” literarios a A. M. Matute, C. Laforet
y C. M. Gaite por razones personales (eran los libros que leía con mi madre),
por interesarme cómo evoluciona su obra a la par que su vida en este contexto
de tránsito entre el franquismo y la democracia, porque sus obras se desmarcan
de las de otros autores del 50 contemplando a un público femenino e infantil al
que los autores masculinos no prestaban demasiada atención (con excepciones
como Ferlosio con Alfanhuí), pero era
un proyecto demasiado ambicioso y me he limitado a hacer un recorrido por la
vida y obra de C.M. Gaite, centrándome en Los
cuadernos de todo. A Gaite y Matute las conocemos sobre todo ya ancianas
por su época mediática, pero esa dulcificación de los medios no puede despistar
que ya desde su primera etapa hacen una fuerte crítica a la sociedad española y
al papel que dejan en el régimen a la mujer y a los niños a quienes se les
consideraba seres débiles que había que proteger. A grandes líneas podría decirse
que estas autoras, desengañadas de la literatura franquista y en especial de la
novela rosa femenina, reivindican las vanguardias románticas, existencialistas
francesas e italianas, y se adentran en el género de corte fantástico (Matute,
Gaite) y meta-literario (Gaite) según llega la democracia.
Su evolución vital y literaria se aprecia claramente
en el taller que supone Cuadernos de todo donde recoge apuntes de ensayos
sobre literatura, la confidencia de un diario vital personal(confesando
sus intentos de dejar el tabaco o sus relaciones personales) mezclado con
apuntes, reseñas, criticas de libros, comienzos de obras, notas que lo mismo
tomaba de libros que de personas, conferencias, viajes…, ideas para sus novela en
libretitas, fragmentos de capítulos que la autora
retocaría o reelaboraría completamente. Gaite atendía a varios proyectos
simultáneos, pasando de un borrador a otro, como en un “río revuelto” en el que pescar ideas hasta que veía claro cómo
gestar su siguiente novela, por ejemplo las notas Pesquisa personal derivan
hacia la novela fantástica La Reina de las Nieves. Cuenta
pendiente es una obra que Gaite pensaba escribir en plan diario,
dirigiéndose a la madre, como ya hizo en De
su ventana a la mía. Sobresale el espléndido relato de la muerte de sus
padres. Nunca dejó Gaite de tomar notas; veneraba hasta la textura y color del
papel, y siempre llevaba consigo algún bloc o libreta para apuntar “de todo”,
en cualquier sitio; las largas reflexiones heterodoxas ceden el paso a las
notas a vuela pluma.
Los Cuadernos son una recopilación de todas estas libretas llenas de collages
dadá, fotos, dibujos y recortes en sus portadas. A veces también incluía fragmentos
de revistas, de obras teatrales o
poemas, caligramas, juegos con el lenguaje al modo del grupo Oulipo o de
los surrealistas y dadá (hipnosis, liberación del flujo de conciencia y
asociación de ideas en la lluvia de
ideas, escritura automática, cadáver exquisito, oxímoron o matrimonio
antagónico forzado de palabras.
Cuadernos de todo
En ellos mezcla, como señalamos, escritura
ensayística, notas y reflexiones junto a los resúmenes y esqueletos de las
novelas que fue escribiendo durante toda su vida. Primero son los cuadernos a sucio; libretas corrientes
en las que compagina comentarios y resúmenes de lecturas con impresiones
generales. Su hija Marta, con cinco años, le regala por su 36 cumpleaños el 8
de diciembre de 1961 un “bloc de anillas
cuadriculado, con las tapas color garbanzo y dorado”. Este regalo tan mágico es una libreta que la propia niña
titula. Gaite bautiza estos cuadernos con la dedicatoria de Marta, la Torci,
primera interlocutora e inspiradora de sus cuentos y novelas infantiles:
“Calila Martin Gaite, Cuadernos de Todo”. A partir de ese momento ella empieza
a clasificar, en ese dualismo que encontramos en toda su obra, los cuadernos de
a limpio y los cuadernos de a sucio. Ella misma lo relata:
Yo, antes de esto, [del regalo del “Cuaderno de todo”] ya había
tenido en mi vida muchos cuadernos al uso como es de suponer. Pero tanto en mis
etapas escolares como en las de aprendiz de novelista, les había asignado
siempre un menester específico a cada cual. Y la diferencia estaba en que
ahora, en éste, se me invitaba y daba permiso a meterlo todo desordenado y
revuelto. (prologo de El cuento de nunca
Acabar, Mis cuadernos de todo, 1983, 43-47)
También cuenta cómo bautizó estos cuadernos su hija dedicado
"para Calila":
Componen una dinastía que sigue en vigor y que se
inició el 8 de diciembre de 1961, día de mi cumpleaños. Mi hija, que tenía
entonces cinco y medio, me pidió un duro porque quería hacerme un regalo, y yo,
desde la terraza de la casa, la vi bajar a saltitos la escalera de una calle
por donde no pasan coches [...] y en seguida la vi volver muy ufana con el
cuaderno nuevo en la mano [...]
Cuando
me lo dio, me gustó mucho ver que había añadido ella un detalle personal al
regalo. En la primera hoja había escrito mi nombre a lápiz
con sus minúsculas desiguales de entonces y debajo estas tres palabras:
“Cuadernos de todo (...) Todos mis cuadernos posteriores los fui bautizando con
ese mismo título, que me acogía y resultaba de fiar por no obligar a ninguna
estructura preconcebida. Venciendo una tendencia al ostracismo, empecé a
escribir más y se configuró en gran medida el tono nuevo de mis escritos, que
derivaron a reflexionar no sólo sobre la relación que tienen entre sí todos los
asuntos, sino también el carácter relativo y provisional de lo que iba dejando
anotado. (…) Han viajado conmigo por
bibliotecas, cafés, trenes, archivos y autobuses. Hay referencias a los sitios
por donde voy pasando, paisajes urbanos o rurales-, a los amigos a quienes
estoy esperando, a los recados que me dirijo a hacer, a los recuerdos que me
suscitan los lugares que veo, a olores, a colores del momento… (ECNA, 1983, 46)
Se
caracterizan por su desorden, y el recurso literario que prevalece en todos es
la retahíla, textos largos y más o menos improvisados o de escritura
semi-automática donde reflexiona sobre un tema o varios con total libertad y
donde plasma sus obsesiones vitales y literarias; la búsqueda de interlocutor,
la meta-literatura, el estrés de la ciudad, la mujer, la educación a la
infancia... En ellos reflexiona sobre la libertad y
las ataduras, la motivación de la composición literaria, su forma de vivir la
vida literariamente o incluso teatralmente hasta en los momentos más duros,
pero siempre poniendo una barrera con su vida personal. Los escribe en la
biblioteca del Ateneo, calles y locales madrileños, paisajes vistos desde la
ventanilla del algún tren, o los hoteles y
rascacielos de Manhattan, en sus bambalinas preferidas; las de EEUU. En
otros, consigna la fecha y narra
escuetamente los sucesos de día: (Día 26. Domingo. he ido a tal restaurante, he
conocido a tal persona.) Son una forma de ampararse del mundo de afuera, que se
adivina hostil. En cafés, en el silencio de su cuarto de su casa, en la algarabía
de la plaza, los cuadernos tienen muy presente al interlocutor por lo que usa
la primera persona del plural o la segunda persona, frases apelativas, giros
coloquiales...El 25 de octubre de 2002, de manera póstuma, la editorial Debate
presentó en Salamanca, por iniciativa de su hermana Ana, esta selección de 36
de estos cuadernos con un introducción de la editora María Vittoria Calvi y un
prologo de Rafael Chirbes.
Esta
obra, de casi setecientas páginas, recoge una selección de los apuntes y notas
personales con las que la autora fue llenando, a lo largo de cuarenta años, los
cuadernos y blocs de diferentes tamaños y colores, que siempre llevaba consigo.
En el acto participó Belén Gopegui, Rafael Chirbes, Constantino Bértolo,
director de la editorial Debate, y Charo Ruano. Ana
María Martin Gaite, su hermana, cuenta cómo hizo esta clasificación de sus
cuadernos:
Tras la lectura de los
manuscritos, que despertaban el recuerdo de mis largas conversaciones con
Carmiña y remitían al inmenso caudal de su obra literaria, me invadió una aguda
desazón: me sentía perdida en una madeja de materiales heterogéneos, con
páginas “de limpio” y otras casi ilegibles; no sabía cómo encontrar el hilo
para ofrecer al público una selección dotada de un mínimo de coherencia. Pronto
me di cuenta de que la clave del enigma estaba en la propia obra de la
escritora. Y fue sobre todo El cuento de nunca acabar, libro en
forma de ensayo narrativo en el que Gaite expone su teoría de la narración,
donde sólo cabía publicar los Cuadernos de todo en la sucesión
caprichosa de fragmentos dispares, en su desorden creativo, renunciando a todo
criterio de ordenación temática; aunque, por supuesto, una selección ha sido
indispensable.
Gaite nos regala
tachaduras de sus novelas que hacen intuir cómo va gestándolas; esquemas de
cómo puede seguir una trama o caracterizar un personaje como si nos pidiera
nuestra opinión (siempre intentando la comunicación directa con el lector; el
mayor efecto que quiere trabajar, la comunicación bidireccional directa, una
poesía de línea clara, la participación en la recepción, la respuesta de su
interlocutor.) Estos cuadernos resumen su poética más que sus ensayos, e
incluso su sentimentalidad. No está reñida una reflexión meta literaria o el resumen
de un serio descubrimiento narratológico del momento en un libro que le
emociona, con la confesión del dolor que le produce la enfermedad de su hermana
o, aunque lo deje en espacio vacío, la traumática muerte de su hija.
Uno de los últimos cuadernos de cierta extensión es el único de la
serie con título; (“El otoño de
Poughkeespie”), escrito en EEUU en el otoño de 1985, tras la muerte de su
hija, una tragedia asumida con extraordinaria entereza, “a pie quieto”, o "a palo
seco" como reza el título de una de sus piezas teatrales.
Es raro
encontrar en un autor un desnudo tan sincero de influencias, inspiraciones,
hipo-textos…esa preocupación por llegar al mayor público masivo, divulgando y
haciendo atractivos contenidos intelectuales no acostumbrados a que los adornen
estos formatos: cantidad de fotos personales, recortes de collages elaborados
con las portadas y páginas de revistas “femeninas “de EEUU de la época (de
belleza, de moda, de consejos del buen saber vivir, la salud y la vida
saludable para la mujer, folletines de todo un poco, almanaques para la mujer
de las que se quejaba Betty Friedman en La
mística de la feminidad.)
Con un par
de tijeretazos dadá Gaite deconstruye
y parodia estas fotos de la mujer perfecta. Esta autora la influye cuando
decide pegar fotos de siluetas femeninas de la publicidad añadiendo
apreciaciones personales a esa cosificación.
La rigurosidad y seriedad de sus descubrimientos formales y resúmenes de
autores estructuralistas-formalistas de la narratología (Propp, Todorov, o
Bathjim…) se aligera, sin perder profundidad, con este buen gusto
fotografiando, haciendo ready-mades de iconografías de museos y con todos los
elementos para-textuales…fotografías de gran calidad de sus viajes y de sus
distintas poses, ecfrasis de cuadros
abstractos que acaba de visitar en el Guggenheim, los tiques de entrada a estos
museos o al metro. Además nos invita a ver cómo trabaja (fotografía su mesa de
trabajo, llena más de tijeras, ovillos de hilo que de plumas, pareciendo un
telar donde Ariadna quisiera mejorar los retales de Atenea sin que por su hybris la conviertan en mosca
insignificante, por bordar un sueño de fantasía complementario al de la
sabiduría, esquemas de personajes, mapas de lugares.... [1]
Esta
miscelánea no pierde la coherencia hilada siempre con su connotación
sentimental y vital. En estos ensayos esta su poética (trucos y consejos a un
novelista, esquemas compasivos de sus novelas, apuntes y resúmenes de otros
libros…) rebosando meta-literatura,
inter-literaturidad y traducción cultural con otras artes y disciplinas (el
cine, el teatro, la sicología y el sicoanálisis, la filología, la historia, la
pintura y la fotografía). Se pueden ver pistas de su poética formal que
explican su obra, pero también su propia interioridad. Donde más nítido se
percibe el hecho intertextual, intercultural e interdisciplinar será en Visión de Nueva York:
De-construye
en collages y fotomontajes, realiza pastiches posmodernos. Juega con el
lenguaje a un modo dadaísta, recortando palabras al azar de los periódicos. El
dadá representaba, más que el cuento tradicional de hadas incluso, la defensa
de “la fantasía por la fantasía” como
una forma de subvertir el sinsentido y
absurdo del mundo en otro absurdo más interesante. Todo hilado, hilvanado, en
un discurso que rebosa lo lingüístico, donde busca la interrelación disciplinar
y artística y no por ello deja de ser literario. Estos Cuadernos tienen valor
también visual, iconográfico. Se fotografía con el puño en alto, en un guiño
ideológico evidente, pero a veces es su paraguas el que extiende como una
metáfora más amplia de la libertad. O aparece en otra foto abrazada a un
caballito de un carrusel en Central Park, y donde la autora se siente, como en
El retiro de Madrid, una mujer nueva y
libre. En otras posa, en un guiño a Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, en los escaparates Tiffany de la Gran manzana.
Es
impresionante uno de los pasajes finales en el que cuenta cómo la paran en el
aeropuerto y ella en el control de pasaportes se siente acosada por los
vigilantes y, con todos sus libros publicados, reducida a una figura ignorada
por más que se ponga en la cabeza una bolsa de basura para llamar la atención;
siempre celosa de su intimidad observada por un gran hermano de cámaras.
Aquellos rascacielos le epatan a la vez que le llevan al extrañamiento, como
anteriormente los sintió Lorca las mismas torres de babel desafiando a un dios
ausente, y en un ateísmo compartido, a José Hierro en Cuaderno de Nueva York, compuesto también en estos años. Tachaduras,
correcciones, revisiones, deconstrucciones de su propio texto nos dan la
impresión de una sed de perfeccionismo insaciable e inconformista, de quien
navega por el mar de dudas de una certeza, que sirve de asidero un tiempo, a
otra, salvavidas un tiempo en las olas de la incertidumbre. En vez de
reivindicarse obrera del lenguaje, al modo del poeta social, parece orgullosa
de equiparar el escribir con los oficios no reconocidos ni retribuidos pero
sufridos del ama de casa. Enseñó a las cámaras su despacho; en su mesa de
trabajo se mezclaban papeles desordenados con tijeras (para los collages),
hilos de la costura, alimentos (una manzana podía ser la cena o sugerirle una
metáfora de materia, física si quería restarle trascendencia a unos versos de
poesía concreta.)
Escribir era
para ella más una artesanía que un arte, y si dispone de estas labores
asociadas a lo femenino en su escritorio no deja de ser una burla a lo que la
Sección Femenina esperaba de una mujer. Da un nuevo sentido a aquello que le
molesta y una nueva vida a lo que la gente podía considerar desecho, basura,
Diógenes.
Y como en la
cocina, la literata debe condimentar y mezclar ingredientes jugosos con la
maestría de una Diotima poniendo amor en lo que libremente quiere cocinar. En
aquella mesa grabó alguna performance
dadá. Siempre le preocupó la experimentación
formal en sus novelas; sobre todo el uso del monologo interior (Joyce, Woolf, L. Martin Santos), la voz
romántica en primera persona (algunas obras confiesa haberlas escrito “en un estado absoluto de trance” que
puede recordar la manía platónica, la
musa clásica, el mito romántico de inspiración,
la idea de influencias pero no en sentido positivista sino vitalista, como una
razón poética de Zambrano y una poesía trasformadora del mundo en Rimbaud (“No
quiero la flor rara de la poesía; sino ¡la revolución!”) Aunque use todas estas
metáforas de la creatividad y el ingenium no se contradice con su concepción
materica de la escritura, definirse como una trabajadora del lenguaje que
desarrolla la tekné entre objetos culinarios y del bordado. Trata de conciliar
los aspectos aristotélicos de la técnica con la búsqueda de temáticas en el
mito de elevación platónica del artista; igual que en su obra mezcla sustratos
realistas con otros románticos. Su poesía es concreta, y por ello no deja de
ser elevada y trascendente.
Le
interesaba enormemente el sicoanálisis y aplica técnicas del conductismo para
la conducción en la narración, no
cómo forma de imposición de una tesis al lector (como en la novela realista)
sino para acrecentar esa introspección
sicológica en los personajes y más que conducir trata de “guiar”, de servir de “hilo
conductor”. Estaba al día de las
vanguardias y nuevas corrientes experimentales europeas, al modo de Blanca
Andreu o Clara Janes, juega con la sonoridad y musicalidad y su literatura es
muy abierta, importa mucho el feed-back-
retroalimentación del lector, en una
comunicación verdaderamente bidireccional. Gaite se sentaba en una mesa llena de papeles
e iba uniendo unos con otros, cortando
con las tijeras en collages… escribir, como cocinar o coser, es un oficio de
artesanos, sus novelas se llenan de ingredientes jugosos que hay que saber
condimentar y mezclar. No se limitaba a escribir; famosas son sus perfonmances,
sus happenings, leía poesía, iba a muchos recitales siempre con un libro bajo
el brazo, daba conferencias, talleres y cursos de escritura y literatura…
Estos
Cuadernos son importantísimos para entender su biografía y su obra; entre el diario confesional, la auto-ficción, las
memorias, la reflexión meta literaria, una plasmación de su poética…
En ellos
pone en praxis esa preocupación por llegar a públicos masivos, haciendo
atractivas teorías complicadas del formalismo y estructuralismo narratológico
(Batthjin, Propp..), o innovaciones de la “nueva
novela francesa” (F. Sagán, M. Durás..), o de la vanguardia italiana
(Natalia Ginzburg), trabajos de deconstructivistas franceses (Barthes,
Foucault, Derrida…) y artículos sobre escritoras barrocas (Inés de la Cruz,
Teresa de Ávila…) y las románticas Rosalía de castro, Gómez de Avellaneda,
Carolina Coronado, las hermanas Bronte, autoras realistas como Pardo Bazán y
obras del realismo (La Regenta, madame
Bovary o Ana karenina) que constituyen emblemas en la construcción de un
personaje femenino oprimido socialmente por unos usos amorosos que esta mujer
interioriza y alimenta con su propia fantasía. Quiere deconstruir estos roles
en otras fantasías más existencialistas y performativos, pero también lo
intenta con los iconos femeninos del cine y la televisión impuestos por la
industria de Hollywood. Teresa de Ávila,
las hermanas Brönte son autoras que la han afectado, al igual que a Laforet. Comprensible
si nos ponemos en su piel; al abandonar el rol de “ángel” (del hogar y del
Señor físico y divino) hacía la performatividad de La mujer nueva postmoderna tenían que pasar ineludiblemente por el
romanticismo, donde empieza la mujer a liberarse de pesadas ropas ornamentadas
confeccionadas por hombres para verse de nuevo desnudas, y decidir ellas, por sí mismas, qué vestido
lucir en su prosa. Lleva esta elocuencia de su prosa poética al vestir, en las
fotos siempre la vemos con sus pretendidas y cuidadas canas, su visera “I love
New York”, luciendo ropa customizada, como un ejemplo del ready-made, de la
performance que construye no sólo en su
obra sino en la creación de su propia identidad como escritora. Escribe en
ellos mucho sobre la infancia, sobre Hesse, o Alicia y Peter Pan ya convertidos
en símbolos. En estos cuadernos se rebela cómo una mujer libre, sobre todo al
final de su vida, recorriendo toda Europa, y sus viajes por Nueva York que le
marcaron tanto, dando conferencias en prestigiosas universidades. Son
textos increíbles en los que lo mismo confiesa que hoy deja de fumar –una
tabaquista empedernida Laforet nunca lo logró- que su último hallazgo literario.
Inserta fotos personales, recortes de collages dadá y de revistas femeninas que
en su contexto personal se ridiculizan, fichas de libros, traducciones o da
cuenta de la elaboración de su obra (ella diría “tirando del hilo, hilando la cometa.”) Ferlosio parece enredado en
una marañosa madeja de ideas brillantes, pero ella halla alquímicamente “el
hilo de oro” en estos cuadernos para guiarnos la lectura desde La Nada al Todo.
Los Cuadernos de todo se fueron componiendo a la
par que El cuento de nunca acabar; ambas obras comparten la
hibridación de géneros, la búsqueda de una estética improvisada. Gaite se
destaca como una gran cronista o observadora social, le gusta "no solo
ver, sino entregarse a la felicidad de ver" pues tomar notas le permite
ordenar los hechos, las historias propias y de otros; “Es como entrar en un
cuarto donde todo está patas arriba y empezar a doblar historias y meterlas en
sus estantes correspondientes, luego ya se puede respirar”. Pero añade, “hay
que dejar de ser notario de cuanto los ojos ven”, renunciar al diario entendido
como reflejo fiel de los hechos que se cuentan, con ese recuerdo de su padre
siempre queriendo anotarlo y firmarlo todo.
Los cuadernos se escriben en libertad, no queriendo adscribirse a género
alguno, lo mismo apunta un sueño que pega el ticket de un hotel o de un museo o
nos muestra sus ejercicios de inglés. Su hermana Ana, en una
entrevista enseñando la casa de veraneo en Galicia, cuenta que cuando murió encontró
aquel piso “invadido de papeles” y, siguiendo la voluntad de la autora, quemó,
como el amigo de Kafka, las correspondencias personales y textos que le habría
molestado le expurgaran. Le dolió tirar las cartas, de mimado estilo, a su
hija, hablándole de la fantasía o los epistolarios sobre cultura con su padre y
con Ferlosio, que habrían tenido valor literario, pero también lo morboso de
retratar un espacio más íntimo. Escribió aprox. 300 cuadernos, y se han
publicado estos 36, pero en ellos se apoya para toda su labor ensayística y
novelística, así que sí hay un hilo de ordenación de su obra son estos
Cuadernos, y El cuarto de atrás, un
recorrido resumido por toda su producción y una especie de auto-entrevista en
forma de novela. Estas dos obras pueden servir de guía sí se completan con los
ensayos literarios-vitales La búsqueda
del interlocutor, El cuento de nunca acabar, Agua pasada (textos
autobiográficos), Los Usos amorosos del
dieciocho en España y Los (..) de la posguerra española…y, por supuesto con
su material novelístico.
La
autora intentó ordenar los cuadernos a fin de no repetir las reflexiones pero “no contaba con fuerzas ni tiempo.” Y a
esto se añaden recopilaciones de artículos de prensa (Tirando del hilo), entrevistas en televisión, prensa, apreciaciones
de sus lectores, compilaciones primero de sus Cuentos Completos y luego de sus Obras Completasen tres volúmenes…y el ingente material de tesis y
trabajos acerca de ella.
Gaite
consideraba la literatura un sustituto del habla conversacional, en la
dialéctica entre dirigirse a un interlocutor
soñado y a un público real masivo (mayoritariamente femenino) ella elige;
“donde haya un amigo con quién hablar que se quiten teatros, cines…y hasta la
literatura.” (A fondo.)[2]
Siempre
me ha apasionado oír hablar a la gente, se tratara o no de palabras dirigidas a
mí. A las personas se las recuerda por las palabras que han dicho y las
historias que han contado y sobre todo con qué humor lo han contado (…), lo cual se comprueba con una nitidez desgarradora
siempre que un ser querido muere o deja de querernos, ocasiones ambas en que el
único expediente válido para revivir su presencia es acudir a nuestra memoria
en busca de las cosas que ese ser nos contaba o nos decía, como si sólo su
palabra, al resucitar los gestos que la acompañaron, nos refrendara aquel
añorado existir y lo hiciera perdurar. Acudí a la langue, manantial de
donde bebemos todo, como pidiéndole algún tipo de apoyo o consejo que no sabía
con precisión formular y ella vino en mi auxilio al depararme, con ademán
simple y maternal, la voz –cuento- (ECNA, 2007, 1)
Así
se ofrecían sus cuentos entre ellos aquellos amigos del medio siglo. Por ello
he organizado este trabajo cronológica y biográficamente para facilitar su
lectura. Quizá nos lleve a leer su obra y nos genere un horizonte de expectativa sobre el escrito simplemente haber
asistido a una conferencia en homenaje suyo o verla con su boina, cigarrillo y
pinta excéntrica. Y también al revés: una de sus geniales novelas nos llevara a
interesarnos por su persona. Sin embargo, a la autora no le gustaban las
recomendaciones que los periodistas hacen a los editores sobre libros y critica
los criterios de selección de un canon por parte de la prensa que le recordaban
las lecturas impuestas por la escuela franquista.
Aunque
agradecía tantos estudios desde diferentes perspectivas, a veces encontraba
aspectos que ella no se había planteado (afirma desconocer los conceptos de meta literatura y auto ficción al escribir
El cuarto de atrás, pero lo veo como
un recurso de falsa modestia al
compararlo con las fichas que va tomando en estos años de Barthes, Todorov, E.
Fromm, O. Gasset…en los CDT.) Se
dirige al lector común que reivindicaba V. Woolf.
Y
esta ocupación en los efectos del interlocutor torna su estilo sencillo,
concreto, aunque haya continuas digresiones ("os estoy aburriendo, yo
también he empezado a divagar, no sé si queréis continuar conmigo este
viaje…") Le invita al lector a hacerse participe de la lectura no ya como
receptor sino como coprotagonista, no en tanto que el lector se identifique o
antipatice con un personaje sino con la inmersión y sumersión dentro “de lo subterráneo.” Alemany Bay subraya:
Esta
escritora, siempre atrayente por su incesante actividad, no nos dificulta tanto
el camino de búsqueda hacia su personalidad porque, aparte de los múltiples
bosquejos que se han publicado en los libros sobre literatura de posguerra, sus
novelas y ensayos presentan, línea a línea, el verdadero ser y sentir de Gaite.
A través de sus escritos encontramos siempre la huella personal de la autora; y
es que a C.M. Gaite le gusta contarse. (Alemany,
1990,17).
O como observa Isabel Butler, "tal vez leer las
novelas de Gaite sea conocer a la autora, ya que, deliberada o fortuitamente,
ésta parece ofrecernos, corporeizadas en sus diversos personajes, todos los
rasgos que, como fichas de un rompecabezas, van finalmente a encajarse para
presentarnos una coherente visión de conjunto (I. Butler,1984, 18).José
Jurado Morales en 2001 escribió que su obra es “el material más rico para
conocer su trayectoria vital, su personalidad y su forma de pensar. Hasta tal
punto ocurre esto que hoy día la crítica coincide en aceptar el carácter
autobiográfico que contiene su obra.”
Raúl
Cremades en 2011 se propuso con su novela La dama de los cuadernos recorrer
con escrupulosa fidelidad a los hechos reales, su vida, describiendo el proceso
de inspiración y creación de la mayoría de sus obras: "Vida y literatura
en su caso se mezclan a la par que quieren separarse, ella misma decía: "¡Cuánta
gente se fascina y cae de rodillas ante una historia de ficción y es incapaz de
apreciar lo que de novelesco tiene su propia vida!” “La gente que explica tanto
su vida –con aspavientos y alharacas– necesita de ese armazón. Es como las
malas novelas exhaustivamente descriptivas pero que no ves la habitación.” Tampoco le gustaba simplificar las
vidas de las personas reduciéndolas a etiquetas,
o banderas cómodas y parciales: Su
obra, por encima de clasificaciones genéricas y compartimentos estancos, es un
tejido coherente y progresivo con piezas magistralmente hiladas y en el que
ningún hilo de la trama puede verse como indiferente o superfluo”, afirma José Teruel en el prólogo
(p.21) de su recopilación de 192 artículos Tirando
del hilo de 2006.
La autora al
ofrecernos sus esquemas compositivos, sus trucos de estilo…nos hace aún más
participes de su escritura, ya no sólo como lectores, sino como creadores. Cuadernos
de Todo aúna su
poética, y explica por sí sola casi toda su obra, en la que nos regala
borradores llenos de tachaduras, esquemas de cómo puede seguir una trama o
caracterizar un personaje como si nos pidiera nuestra opinión, siempre
intentando los efectos de una
comunicación bidireccional
directa con el lector. [3]
Su poética podría resumirse en que para
escribir se necesita un motivo (un pretexto,
prolegómeno), un ambiente idóneo (su cuarto donde realizaba performances, en su mesa escenificaba el
proceso de escritura acompañado de carretes de hilo“
una vez hechos los preparativos pertinentes, café, tabaco, llamadas previas por
teléfono de la misma manera que se prepara la estancia donde convienen una luz
y ambiente especiales para propiciar un encuentro amoroso” (ECNA, 1983, 19),
También se
necesita un interlocutor (ella se
dirige al interlocutor soñado que no tiene por qué corresponderse con el
público real) y sobre todo “ganas de
contarlo bien”. Importan, por lo dicho, mucho las condiciones externas al
hecho de escribir, el autor tiene que encontrarse en un estado anímico proclive
a escribir.
¿Acaso
el argumento de lo contado es separable del narrador que lo cuenta y del
interlocutor- soñado o real-a quien se lo cuenta? ¿Dónde está la frontera entre
lo que llamamos vida y lo que llamamos literatura? (ECNA, 1983, p.2003, 65)
Me
limito a señalar que se escribe y siempre se ha escrito desde una experimentada
incomunicación y al encuentro de un oyente utópico (LBI, 1973, 28).
“Vengamos
ya a la cuestión que propiamente ha motivado estas consideraciones y que se
plantea más tarde o más temprano simultáneamente con ese deseo de romper la
soledad: me refiero a la búsqueda de un destinatario para nuestras narraciones”(LBI, 1973, 24) El narrar historias
precisa siempre de un destinatario, que escuche al narrador para no caer en un
acto de locura o en un acto de constatación de lo que se pretende exorcizar: la
soledad.
Con
respecto a la narración oral, esta búsqueda de interlocutor representa una
condición ineludible. [...] Si el interlocutor adecuado no aparece en el
momento adecuado, la narración hablada no se da.” (LBI, 1973, 25)
En
la narración oral el contador cuentista puede ir modulando la historia y sus
artificios interpretativos, y persuasivos acoplándose a las características de
sus oyentes, mientras que en la narración escrita puede darse un paso más en el
que se da un simulacro de comunicación semejante a un proceso de constitución
del yo. Nos encontramos ante una forma de reinventarse ya que “el narrador
literario puede inventar ese interlocutor que no ha aparecido y, de hecho, es
el prodigio más serio que lleva a cabo cuando se pone a escribir: inventar con
las palabras que dice, y al mismo golpe, los oídos que tendrán que oírlas.(LBI,
73, 26). "Lo que hay que
pedirle a un escritor no es tanto hacernos creer en lo que dice cómo hacernos
creer en su voluntad de decirlo.” (ECNA, 1983, 333)
Para ponerse
a escribir se requiere ante todo una actitud alerta y activa,
las palabras no caen de lo alto como mana rocío milagroso como esas imágenes
que preceden al sueño hasta cristalizar en una precipitada esencia sombría sino
que se cazan estas mariposas del pensamiento”(ECNA, 1983, 23)“Escribir es pararse
con los ojos abiertos y los oídos abiertos y las narices oliendo y los dedos
tocando y el paladar sensible a la náusea. (ECNA, 1983, 24)
Y así, como
sugiriera Horacio, al orador-escritor se le ha de pedir una buena intención de
contar: Una postura correcta del cuerpo, -niño ponte bien-, se le decía al
escolar indolente y perezoso. Todo en definitiva es cuestión de ordenación.
Acotar un espacio. Nombrar es sacar los asuntos del caos del no ser. El primer
gran cuento, el de la creación, consistió en acotar un magna de tiempo,
parcelarlo en semanas. Balbuceo del ser al no ser. Sacar algo del caos es,
claro, traicionar ese caos. La sangre hecha cuento. La oscuridad hecha luz. La
vida hecha palabras.(ECNA, 1983, 26)
Abundan en
su obra las metáforas con las labores domésticas: escribir sería como condimentar
con mimo los relatos, y la relaciona con el cuarto de costura, siempre juega
con esa metáfora de tirar el hilo. Expresiones como “el
hilo de la memoria”, “historias bien hilvanadas”, “quebrar el hilo”,
“desentrañar las vetas”… La literatura se escribe como se
borda.
Hay que
enhebrar el relato con mucho cuidado y mimo para que en la enmarañada madeja
mental del recuerdo al hilo del presente todo este cosido, para que todo tenga
equilibrio, concordancia, coherencia y sobretodo hilo argumental de la trama o
bordar la historia como un macramé
formado de “retazos, hilos, retales…”
"para las labores- decía mi madre-hay que tener paciencia, coser es ir una
puntada detrás de otra, sean vainicas o recuerdos.”
También las
metáforas con los puzles, y los juegos infantiles nos dan una idea de la
cohesión y coherencia de cada una de sus obras aparentemente fragmentarias.
Cada parte del escrito debe estar correctamente cosida, buscando un equilibrio,
decoro, concordancia que no deja de
ser el consejo o norma aristotélica sobre el estilo y la serenidad cartesiana a
nivel síquico, traicionada siempre por el mundo de al revés del irracionalismo
de Lewis Carroll:
Lo más excitante son las versiones contradictorias,
constituyen la base de la literatura, no somos un solo ser, sino muchos. Tampoco la historia es esa que se escribe
poniendo en orden las fechas y se nos presenta inamovible, cada persona que nos
ha visto o hablado alguna vez guarda una pieza del rompecabezas que nunca
podremos contemplar entero (ECNA, 1983, 167)
Por
todo ello, aunque me centre en su actividad profesional aparecerán por esa
cohesión vida-literatura muestras menos significativas o más anecdóticas sobre
esta persona que vivió 75 años y a quién los amigos llamaron Carmiña y su hija
Calila y el personaje que ella empezó a construir y despertó tanto misterio
literario y extra-literario. Siempre
la recordaremos con su pelo blanco, sus boinas , sus bolsas llenas de libros,
anotando en sus miles de libretitas y cuadernos.
Vida de
Carmen Martín Gaite hilando su obra
Infancia.[4]
Quizá la vertiente fantástica de su narrativa se deba a sus raíces gallegas,
como ella misma declaraba. Su tío abuelo, fundador del Ateneo de Orense,
dirigía y editaba el periódico El Orensano. Cuando Marieta conoció a
José comenzó el cuento de nunca acabar.
El joven médico Vicente Gaite Veloso presenta en Salamanca en 1922 a su hermana
menor María Gaite Veloso –Marieta-, nacida en Orense en 1894 a su amigo de
tertulia José Martín López, que nació en 1885 en Valladolid. José, viudo y sin
hijos, saca plaza de notario en Salamanca. Se casa al año siguiente tras un
corto noviazgo por la iglesia, el 19 de Mayo. El 14 de febrero de 1923 nace Ana
María en la casa de la calle de la Rúa. Es su única hermana. La obra de teatro La hermana pequeña, en tres actos, de
1959 refleja a Gaite, nacida dos años después.
Como las obras de teatro metidas en un cajón
no son más que un estorbo, no he escrito más teatro, los diálogos siempre se me
han dado bien. (“Palabra y escenario”, Diario 16, 4 de mayo de 1991).
Pudiera
ser que su afición al teatro influya en lo dialógico a su narrativa. En su obra
importa mucho la oralidad ("la literatura sólo es premio de consolación a
la vida") y la ambientación del espacio o el escenario, que considera tan
importantes en el teatro como en la novela, como opina en este mismo artículo.
Más adelante veremos “sus apariciones furtivas en películas y televisión, como
extra y siempre a petición de amigos” que empezó a desarrollar tras su
experiencia en el teatro universitario y amateur. Con su hermana mantuvo toda
su vida una relación basada en las
fantasías compartidas siendo su principal confidente en los momentos de
infancia, adolescencia y en los duros de adulta. De niñas juntas se inventaban
juegos (el escondite inglés, crear una novela amorosa entre Esmeralda y
Alejandro…en aquel cuarto de atrás
que primero tuvo su madre Marieta en Galicia y cuando residió en
Extremadura y luego ambas hermanas en la
segunda casa familiar de Salamanca, el número 3 de la plaza de los Bandos. En El cuarto de atrás se queja la autora de
que acabó convirtiéndose paulatinamente en despensa para objetos de “primera necesidad”, pragmáticos, con la
llegada de la guerra, ¡como si la fantasía, los juegos, aquellas primeras
cartas y escritos literarios no fueran también prioritariamente necesarios!
Y
esta relación íntima perduró hasta el final: su hermana le cuidó en su periodo
de enfermedad hasta su muerte, por un cáncer de hígado o pulmón según versiones
que acabó de forma fulminante con su vida en tres meses. La hermana le preguntó
¿Por dónde vas? (sabiendo que se iba), esperando que en su respuesta le
confesara sus creencias en la otra vida y/o la línea en que ella misma
definiría su obra: “A lo mágico,
como siempre.[5]”
Gaite y su hermana insistieron en varias entrevistas en que se la ha
encasillado en el neorrealismo de sus
compañeros de grupo por su novela Entre
Visillos, ignorando su novela corta anterior El Balneario, de tinte más fantástico. Ana María Gaite enseñó a las
cámaras la última residencia que compartieron en San Lorenzo de Piñor
(Barbadás), considerando que por su obra no pasa el tiempo y que aunque se la
encasillara un tiempo en el realismo tienen sus libros un componente fantástico
y mágico. "Siempre escribía a mano, dibujaba, hacía collages en sus
cuadernos, y todo esto se ha conservado, pero he destruido por respeto su
correspondencia personal.”
El
8 de diciembre de 1925 nace Carmen, en el número 3 de la plaza de los Bandos,
adonde se acaba de trasladar la familia. Hoy un monumento se erige en honor de
la literata desde diciembre del 2000 (cuando murió) frente a la casa familiar.
En la planta baja del mismo edificio –demolido a finales de los años 70–
instala don José su notaría. Ya sus padres empiezan a llamarla cariñosamente
Carmiña. Durante su infancia, veranea en Galicia en casa de los abuelos
maternos, en ese pueblo orensano, escenario de Las ataduras y Retahílas. Estos
viajes son la base de su vinculación con Galicia y su interés por la cultura de
allí: las canciones de amigo
(seguramente diálogos de dos voces femeninas aunque se llamen “amado” y
“amada”), la canción galaico portuguesa,
la literatura provenzal, los cuentos
maravillosos de hadas y la tradición popular del folclore más fantástico.
Aunque no concluya sus trabajos sobre este cancionero popular gallego lo aborda
en sus dos ensayos sobre usos amorosos.
En Navidad, Semana Santa y otras fiestas de otoño e invierno visita a sus
abuelos paternos en Madrid.
Ni
Carmen ni su hermana Ana asisten a ninguna escuela de educación primaria porque
su padre era “poco amigo de la educación impartida por frailes y monjas, y en
Salamanca (ciudad de costumbres rígidas y de muchos prejuicios) colegios laicos
y de cierta calidad no había prácticamente ninguno.” Su padre les acompaña en
el estudio por las tardes y les da clases de francés, lengua, literatura e
historia que domina por haber estudiado varios años de bachillerato avanzado en
la localidad francesa de Pau.
Mi padre era un hombre excepcional, de los
raros que ya no quedan; sin afiliación ideológica, que aceptaba toda conversación
viniera de una postura u otra, muy querido en Salamanca, y de gran erudición,
que leía sin hacer algo mágico de la lectura, pero tampoco su obligación;
simplemente se enganchaba” le
responde a Soler en A fondo.
Creo que mi vocación por la lectura se la
debó a él. Leí muchas obras clásicas, tanto de teatro como de poesía y prosa, y
devoré con especial fruición casi todas las novelas de la generación del 98 que
mi padre tenía en su amplia biblioteca. Y las de un escritor portugués poco
conocido, pero que a mí me apasiona: Eça de Queiroz.
Y
entre esos clásicos llegó a obsesionarle Cumbres
Borrascosas (es la principal traductora de la obra al castellano, y Laforet
usa esta novela en paralelismo con Nada.)
Entre esas primeras lecturas está Baroja, Unamuno, La regenta de Clarín, las obras realistas de Galdós, Emma Bovary o Ana Karerina. También vienen varios profesores particulares a su
domicilio.
Salamanca
en mi recuerdo está unida indefectiblemente a la literatura porque en esa
ciudad, donde me cabe la honra de haber nacido, aprendí a escuchar, leer y
manejar el excelente castellano, primor espontáneo donde los campesinos hablan
con empaque de reyes, en forma de refranes populares *Si pasó no lo sé, pero yo
no lo vi.* Una frase en la que no se puede añadir ni quitar nada. (A fondo)
En
Salamanca y en sus veraneos por Galicia encontró espacio para el cultivo de la
amistad, que marcan el estilo conversacional y una parte de la temática de su
obra teatral. Le proporcionaban estas ciudades
un
ritmo lento, un tiempo modoso, contemplativo, una vida relajada, sin las prisas
de la urbe. Pero también en Madrid perdí mucho el tiempo, la vida; que es
ganarlo: paseando en barca de remo, dando paseos sola por primera vez por la
Plaza Mayor, tomando el sol en El retiro… (A
Fondo)
En
el ECNA y en artículos recogidos en
La búsqueda de Interlocutor se queja
de la vida veloz, consumista, de las prisas que exige la urbe y dificultan la
lectura, escritura y el momento de interlocución en distensión con los amigos.
En el 35, en los albores ya de una guerra civil, cuando Gaite tiene diez años,
su hermana Ana comienza en Madrid el bachillerato en el Instituto Escuela. En Entre Visillos, Gaite refleja cierta
sana envidia por no poder acudir ella también a este colegio de fama tan
progresista pero el comienzo de la guerra frustra estos planes.
Allí
residirá Ana durante un curso académico con su abuela Carmen, en el número 14
de la calle Mayor, lo cual nos recuerda a Carmen Laforet y a su personaje
Andrea. El 30 de agosto del 36, apenas un mes y medio después del comienzo de
la guerra, es fusilado Joaquín Gaite –hermano mayor de la madre de Carmen,
catedrático de Geografía y director del Instituto de Ciudad Rodrigo– por su
afiliación al partido socialista. Su padre no fue represaliado por no
pertenecer a ningún partido pero su tío materno sí tenía carné. Se trata de una
clase social alta que aun así vivió los estragos de la guerra y posguerra, como
refleja en El cuarto de atrás. Su
padre era amigo y discípulo de Miguel de Unamuno, que trató de intervenir para
evitar el fusilamiento de su tío, pero no lo logro evitar. Lo evoca en el
artículo Los encartados de Ciudad
Rodrigo:
A
los niños de la guerra nuestros padres, cuando bajábamos a jugar a la calle,
nos encarecían con el rostro serio para que no habláramos de esto o de lo otro,
volvemos siempre los ojos como a un libro incomprensible a aquel tiempo
esencial orlado de fuego y enigma donde se cocieron nuestras primeras
perplejidades infantiles y nos hemos pasado la vida echando de menos que
alguien nos contara ese cuento bien contado. («Juan Benet y la guerra civil», Diario
16, 20-12-1976.)
Ella
definió esta guerra “un juego inventado por los mayores.” Con estos miedos a la
represión franquista, la familia inscribe a Gaite en el Instituto Femenino
Nacional de Enseñanza Media “Lucía de Medrano” para que curse el bachiller.
Allí
tendrá como profesores a Rafael Lapesa y a Salvador Fernández Ramírez, futuros
académicos de la Lengua, a quienes reconoce impulsores de su vocación
literaria, y cuyo ambiente refleja en Entre
visillos:
A
estos dos excelentes profesores les debo mi definitiva vocación por la
literatura y el esmero con que me entregaba a los ejercicios de redacción, por
el placer de hallar su beneplácito. Tanto mi padre como mi madre también me
fomentaban con decidido entusiasmo estas aficiones. (Bosquejo autobiográfico, AP,
2006, 16).
La
presencia de su madre siempre está ligada en su
obra a la magia y a una educación afectiva y la de su padre a la cultura
“sería”. Algunos retratos de sus personajes recuerdan la dulzura de esa madre
preocupada en contarle cuentos o cantarle canciones tradicionales que en la
amplia biblioteca paterna no podría encontrar. Muchas de sus novelas se
vertebran en una relación madre- hija. [6]Su
carácter, infantil, pero independiente, venía de su madre:
Había
un hilo que me unía a mi madre. Vivíamos juntas en la Casa del Boalo [en la
sierra de Madrid] y hasta los últimos tiempos de su enfermedad ella vivía
arriba y yo abajo, y a ella le gustaba despedirse: '¡Hasta mañana, vecina!” Los personajes de Gaite comparten la
tendencia a “fugarse” que heredó de su madre, según leemos en Desde la
ventana (1987): “Y en aquel silencio que caía con la tarde sobre su labor y
mis cuadernos, de tanto envidiarla y de tanto mirarla, aprendí a fugarme yo
también”.
El
“hombre de negro” le comenta a C. en una conexión casi erótica: “Me gustan mucho sus fugas -dice
sonriendo con una dulzura turbadora-. Por mí fúguese todo lo que quiera. Lo
hace muy bien” (ECA, 2003, 88).También Gaite desarrolló una relación muy
especial y cariñosa con su hija Marta. En Estudio
preliminar a Peter Pan y Wendy dice:
Cuando
cumplí ocho años, entré a darle un beso a mi madre, que estaba sentada junto a
la ventana, como tenía costumbre, mirando los árboles de la plaza invernal. Era
mediodía —la hora en que yo había nacido—, me abracé a su cuello y me eché a
llorar. Ocho años ya son otra cosa que siete, era como empezar a ser mayor. Y
ella, sonriendo, me acariciaba el pelo. No seas tonta. No pretenderás que te
pase lo mismo que a Peter Pan, ¿verdad? Esta anécdota, cuando alguna vez se la
conté, emocionaba mucho a mi hija Marta, que no sólo me aventajó siempre en su
pasión por el libro, sino que llevó hasta sus últimas consecuencias el rechazo
a ingresar en el mundo tedioso y circunspecto de los adultos.
Peter
Pan, como una resistencia a abandonar una infancia de la que cruelmente nos
desprenden y como reivindicación de esa niña interior, nunca le abandonará en
una escritura que siente evasión y vía de escape a la prosaica realidad.”
Confiesa escribir desde los 8 años, desde ese día en que descubrió al niño que
no quería crecer. La familia solía recibir en el lujoso salón a personalidades
de la cultura.
Como
ya he reseñado, Unamuno era amigo personal de esta familia de la burguesía y
Gaite recuerda la impresión que le causó su presencia, por ejemplo en la p.15
de Agua pasada: “Toda la guerra la
pasamos en casa con bastante miedo, debido a las ideas liberales de mi padre y
sus amigos, muchos de los cuales –entre ellos Unamuno- sufrieron persecución o
cárcel por parte de Franco, en el Cuartel General de Salamanca.”En la
entrevista A fondo reconoce “un
recuerdo lejano de ese señor que venía de cuando en cuando a casa. Era un
señor, se le veía, pero me llamaba la atención que no llevara corbata, y que de
su jersey azul marino asomaban las puntas blancas de la camisa. En la escalera
de mi universidad un busto me lo recordaba.”
Don Miguel de Unamuno aparece muchas veces en la obra de Gaite. Le influye este pensamiento tan
humano, visceral, contradictorio entre la fe y el logos; y expresado con un
estilo sencillo y apasionado, dos aspectos que no se le reconocen lo suficiente
al bilbaíno, mal acusado por el contrario de rebuscado y frío.
Hay
una foto de esta juventud que refleja el ateísmo irónico de Carmen y en el
fondo la búsqueda de esencias más metafísicas y mágicas que el cristianismo.
Ella buscará la trascendencia por caminos más racionales y menos frívolos que
aquel ritualismo religioso de la época como denota su escritura. En esa foto a
la que me refiero aparece confesándose en la Catedral de Salamanca, con un pie
de foto que reza: “He tenido que acudir a confesarme: dicen que mis piernas son
de pecado”
Podría
decirle que la felicidad en los años de la guerra y posguerra era inconcebible,
que vivíamos rodeados de ignorancia y represión, hablarle de aquellos
deficientes libros de texto que bloquearon nuestra enseñanza, de los amigos de
mis padres que morían fusilados o se exiliaban, de Unamuno, de la censura
militar, superponer la amargura de mis opiniones actuales a las otras
sensaciones que esta noche estoy recuperando, como un olor inesperado que
irrumpiera en oleadas. (El cuarto de
atrás, 1988, 69)
La generación del 50
En
1943, el 19 de octubre inicia la licenciatura de Filología Románica en la
Facultad de Filosofía y Letras. “La
carrera constaba entonces de cinco cursos, dos de asignaturas comunes y tres de
la especialidad: Románicas, Clásicas, Historia etc.” (Esperando el porvenir, 1944, 20.) El primer día de clase, en ese mes de
noviembre de 1948, se reencuentra en la cafetería de la facultad con el
vitoriano Ignacio Aldecoa Isasi que se había ido a vivir a Madrid tras
finalizar los dos cursos comunes en Salamanca, abandonando la carrera. Aldecoa,
matriculado ahora en Historia de América, le reencuentra ese mismo día con su
amigo R. S. Ferlosio y le presenta al zamorano Agustín García Calvo. Integraran
parte del grupo de amigos y literatos de la generación del 50. En su curso son
un grupo pequeño: Federico Latorre, Mariores Ruiz Olivera y Natalia Guilarte,
entre otros. Tuvo allí también como profesores a Francisco Maldonado (“un genio de la literatura”, lo definió en
A fondo), Aurelio Rauta, (“me daba
clases de latín, pero aún no era rector magnífico. Daba con su boina una pinta
poco seria pero era muy serio y riguroso en sus juicios y luego en sus notas”),
José María Ramos Loscertales, o Alonso Zamora Vicente –futuro secretario de la
RAE– y Manuel García Blanco.… (Pudo
basarse en algunos de estos profesores “progres” o de ideas liberales del
bachiller o la universidad para el personaje de Klein de Entre visillos.)
La
universidad, como para Laforet, representaba entonces, en mayor o menor medida,
"un refugio sagrado y estábamos en ella armoniosamente recogidos, como en
un cenáculo que nos hermanaba" en torno al cuentista vitoriano, que
a diferencia de sus compañeros varones del grupo no era nada engolado e
hipostático sino que refleja con un lenguaje sencillo la pobreza e injusticia
de las familias de clase media.
Gaite le
dedica al líder del grupo, sobre quien ya había escrito Un aviso: ha muerto Aldecoa, el homenaje Esperando el porvenir en 1993, texto que mejor refleja estos
cenáculos, ilustrado con fotografías y surgido de cuatro conferencias que dio
en la Fundación Juan March de Madrid. Su muerte el 15 de
noviembre de 1969 le lleva a publicar
en La estafeta literaria el artículo “Un aviso: Ha muerto Ignacio Aldecoa”, desgranando los recuerdos
comunes y reconociéndole aglutinador de una generación de escritores que ya “empezaba a ser historia" y le lleva a
reflexionar sobre el paso de su tiempo en su generación. Ya había escrito de él
en Diario 16 en 1976. Morales resume las características del
grupo:
Se
enfrentan a acontecimientos vitales comunes: viven de niños la guerra y de
adolescentes la miseria de posguerra, hay proximidad entre sus publicaciones,
celebran reuniones literarias, se oponen al régimen, se preocupan por la
realidad concreta de esta sociedad, y les influye la literatura y cine
extranjero. (Jurado Morales, José, La
trayectoria narrativa de Gaite, Madrid, Gredos, 2003, 41-53)
Durante
su 2º año de carrera, se estrena como actriz aficionada de teatro con la
compañía universitaria Juan de la Encina
bajo la dirección de su profesor de literatura César Real de la Riva. Las
primeras tablas que pisa son las del Teatro Bretón de Salamanca, el 25 de mayo
de este año, representando la obra de Azorín El segador y dos
entremeses de Cervantes: El retablo de las maravillas y La
cueva de Salamanca. En el periódico El Adelanto recibe una
crítica donde se le augura un gran porvenir como actriz.
Representamos en cursos sucesivos El
mercader de Venecia. El teatro me apasionaba casi tanto como la literatura
y la tentación de llegar a ser actriz profesional se me insinuó en varias
ocasiones, pero el ambiente de aquellos años y mi condición de jovencita
burguesa no eran demasiado propicios para aquel sueño, que descarté sin pena
porque la literatura me tiraba más que nada.
Para
el teatro, realizó más adelante algunas adaptaciones de obras clásicas (la de Don
Duardos de Gil Vicente; El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, y
El marinero de Fernando Pessoa.) Escribió en 1957 A palo seco, un monologo que se puso en escena en 1987 y la hermana pequeña de 1959. Mary Cruz Seoane, profesora, amiga suya desde
1963, la recuerda "divertida, con grandes dotes de actriz".
En
el verano de 1946 viaja por primera al extranjero –a Portugal– becada por la
Universidad de Salamanca para ampliar estudios en la Universidad de Coímbra,
pasa allí dos meses en la que afianza su interés por el idioma y la cultura
galaico-portuguesa y visita Lisboa y Oporto.
Era
la primera vez que viajaba sola tan lejos, no era habitual en esa época para
una mujer si no recibía el permiso de un tutor varón, el padre, el hermano o el
cura.[7]
Durante
sus años de estudio en la universidad salmantina también publica por primera
vez sus versos en la revista universitaria Trabajos y días; su
primer poema publicado en 1947 con el nombre de Carmencita es “La barca nevada”, inspirada en una
fotografía de una barca atrapada entre los hielos del río Tormes. Esta misma
revista publica en 1948 su artículo Desde
el umbral, su Historia de un mendigo
en 1950, o su poema Destello. El 10 de junio de 1948 representa, con su
compañía universitaria, el papel de Nerissa en la obra de Shakespeare El
mercader de Venecia.
Ese verano de 1948, tras terminar su
licenciatura en la rama de Filología Románica de Filosofía y letras, es becada
para ampliar estudios en Francia donde reside desde el 15 de agosto al 12 de
septiembre. Allí perfecciona el francés, se inicia en la literatura francesa
contemporánea (las novelas existencialistas de la nouveau roman) y conoce un tipo de sociedad más abierta,
cosmopolita.
Fueron unas vacaciones inolvidables. Entré
en contacto durante aquellos cursos con muchos autores franceses; Sartre,
Camus, Saint-Exupéry, Gidé, Proust, etc. Perfeccioné mi francés y, sobre todo,
conocí por primera vez, a mis veintidós años, el sabor auténtico de la
libertad. («Bosquejo autobiográfico»,
AP, 2006, 17.)
Decide,
al volver de Francia, dejar Salamanca e irse a Madrid en noviembre y acabar el
doctorado sobre un tema que elige durante su estancia en Portugal: los cancioneros galaico-portugueses durante
el siglo XVIII, que se concluye en Los
usos amorosos del XVIII. Vive con Paula y Marcelina, las antiguas criadas
de la recién fallecida abuela Carmen, en un piso pequeño que acaba de comprar
su padre en la calle Duque de Sesto.
Gaite
se integra así en un grupo de jóvenes con más inquietudes artísticas y
literarias que académicas: con el tiempo llegarán a formar la Generación del
medio siglo:
Andaba
tras una beca del Consejo Superior de investigaciones Científicas y todas las
tardes iba a trabajar en mi tesis a la biblioteca de la calle Medinaceli. Se me
fueron desbaratando los buenos propósitos, rara era la tarde que no aparecían
Ignacio y otros amigos a buscarme para sacarme de allí, para lanzarme a la
calle, que era su sitio, y que empezó a ser poco a poco también el mío.
De
la misma manera que a mi padre y no a la Universidad debo yo la lectura de
Galdós, Clarín y Baroja; por Ignacio y sus amigos conocí a Truman Capote,
Steinbeck, Dos Passos, Hemingway, Melville, Conrad, Svevo, Camus… (Un aviso: ha muerto Ignacio Aldecoa.)
A
esta generación se la llamó también perdida,
puente, silenciosa, olvidada, oscura,
niños de la guerra (como la llamó
Aldecoa) o “niños asombrados por la
guerra” (como contó Matute a J. Soler en la entrevista de A fondo de TVE del 6 de abril de 1981.) A Laforet, a pesar de
tener solo 15 años y encontrarse en Canarias al empezar la contienda, se la
puede considerar otra narradora entre la generación del 36-50, el trauma del
franquismo lo refleja en toda su obra. En Nada
pinta los coloquialismos de su grupo bohemio de amigos intelectuales
universitarios, en tono distendido y fraternal, quizá emotivo retrato
generacional del 50, reunidos en bares a la salida de la facultad a luchar
intelectualmente contra Franco, filosofar y también a beber grandes jarras de
cerveza.
Hay que relacionar por sus novelas con L. Martin Santos (es el
mismo Tiempo de silencio; y él
le dedica la obra a Gaite tras leer su Ritmo lento), Alfonso
Sastre, Buero Vallejo en Historias de una escalera; Umbral (y sus
trilogías de Madrid y la guerra civil), G. Hortelano, los hermanos José y Juan
Goytisolo, Antonio Rabinad, Juan Marsé. “Tanto Fernández Santos como Merardo
Fraile, Alfonso Sastre, Mayra O´Wisiedo, Ferlosio, Carlos José Costas, Manolo
Mampaso, José María de Quinto, Carlos Edmundo de Ory y muchos más eran jóvenes
a quienes había conocido a través de Aldecoa.”
En esta generación se suelen incluir a los poetas sociales como Blas de
Otero, J. Hierro, F. Grande, G. Fuertes, Valente, Á. González, C. Bonald,
Gamoneda y C. Rodríguez; el novísimo De Biedma…Estos jóvenes escritores,
nacidos entre 1925 y 1930, se agruparon en sus años universitarios en Madrid en
torno a la Revista Española. Comparten estos escritores “una actitud
cívica de anti franquismo, más como personas que como escritores- sumada “a lo
de una escuela común (la
educación bajo la dictadura uniformada y uniformadora) son los elementos que en
una primera época pueden dar un cierto aire de familia a la foto. (Mateo
Gambarte, Eduardo, El Concepto de generación literaria, Madrid,
Síntesis, 1996, 207-208.)
En
los 50 empiezan a darse a conocer tímidamente en España los nombres de una
serie de prosistas jóvenes, a cuyo grupo, etiquetado hoy en los manuales de
literatura como «la generación del medio siglo», pertenezco yo.(…)
Nuestras
historias se caracterizaban por no tener un final feliz ni ofrecer moraleja. Se
diría que su única pretensión es la de presentar algunos retazos de la realidad
circundante y dejar vislumbrar los conflictos de los hombres y mujeres que la
padecían. Pero nunca brindaban una solución. Sus protagonistas se limitan a ser
testigos de lo que cuentan. («Una
generación de postguerra», TH, 574)
Aprendían
a escribir ensayando el cuento, “un género que tenía entidad por sí mismo y que
requería una mirada atenta y unos oídos finos para incorporar las
conversaciones y escenas de nuestro entorno y registrarlas” según le contó la
autora en el programa a Fondo a Soler: Nos
contábamos estos cuentos unos a otros a lo largo de aquel tiempo generosamente
perdido por los bares con futbolín, por los parques y por los bulevares. (En el
prólogo a sus Cuentos completos, 78,
Alianza editorial 2002, p 7.)
En
Esperando el porvenir es donde más
encontramos el retrato de este grupo de medio siglo e incluso habla de los
bares que frecuentaban. Otros lugares de encuentro, habituales para los
miembros de esta generación, son el Café Comercial, el Varela, el Lyon o el
Gijón, y después el Ateneo. Al inicio de la década de los años 50 la producción
literaria española estuvo marcada por el aislamiento de la España de la
dictadura de Franco que salía de lo que se ha venido en llamar el período de la
“autarquía”. Tal y como nos comenta M. Gaite en las siguientes citas la
literatura española estaba a niveles casi inexistentes.
La
poesía se reanudaba después de la guerra, tomaba el rumbo que fuera. ¿Ocurría
lo mismo con la prosa? Hay que decir que no. Yo misma, aun cuando me
considerase informada de bastantes cosas, no tenía ni idea de lo que pasaba con
la novela contemporánea, y los futuros prosistas, aquel grupo de amigos y
coetáneos de Ignacio Aldecoa, andaban como a tientas, partiendo de cero...(C.
M. Gaite, 1982, p.45)
En
la novela de posguerra había habido dos brotes aislados y representativos: Cela
y Carmen Laforet estudiados hoy machaconamente por los alumnos extranjeros que
vienen a España.
A
partir de los años 50 el panorama literario español cambió surgiendo una nueva
narrativa que, en alguna medida, será el resultado de la aplicación de los
presupuestos estéticos de la vanguardia de la época.
Me
pregunto cómo pasaba el tiempo, cómo se esfumaron aquellos días de finales de
los años 40 en que fui dejando abandonada mí ya vacilante vocación
universitaria al calor de la compañía de aquellos amigos, arropada por aquel
grupo de malos estudiantes pero buenos escritores, al que acabé perteneciendo.
Si me pidieran un resumen de esa etapa, que alguien podría considerar tiempo
perdido, destacaría, junto a la indolencia, la falta de ambición, el escaso o
nulo afán de trepar o de poner zancadillas a nadie. Josefina Rodríguez ha
comentado conmigo hace poco un detalle bastante significativo: ninguno de
nuestros amigos de esa época ha alcanzado prebendas ni cargos políticos. Su
poder estaba en el poder de la palabra y de la imaginación. Mirábamos sin
perder ripio todo lo que había en torno, gastábamos muchísima suela y no teníamos
un duro. Las tertulias podían convertirse en el cuento de nunca acabar porque
no había televisión. (Esperando el
porvenir, 33-34.)
En
el estudio de Jurado Morales sobre Esperando
el porvenir nos resume las características que identifican a este grupo de
la siguiente manera:
Se
enfrentan a acontecimientos vitales comunes, pues viven de niños la Guerra
Civil y de adolescentes la miseria de la posguerra, hay proximidad de las
primeras publicaciones. hacen reuniones literarias, se oponen al Régimen, se
preocupan por la realidad concreta del hombre, les influye la literatura y el
cine de más allá de las fronteras españolas.”
(J. Morales, La trayectoria narrativa de C. M. Gaite, Madrid, Gredos,
2003, págs. 41-53)
Dentro
del grupo del 50 hay muchas diferencias; hay una línea neorrealista (El Jarama),
otra de novelistas realistas sociales
(Aldecoa, F Santos), otra de novela
metafísica o de monologo interior (Benet, Luis Martín Santos que aplica sus
conocimientos en siquiatría para crear esa atmosfera de angustia en Tiempo de silencio, Gaite con Ritmo lento) y otra tremendista encabezada por Cela, en la que se encasilla a Laforet
por las escenas truculentas que describe al final (el suicidio de Román, la
violencia de género…) Laforet y Gaite avanzan hacía una experimentación en sus
siguientes novelas, complicando ese estilo sencillo inicial que las distinguía
de los narradores masculinos, y en el caso de Gaite y Matute comparten la línea fantástica. Los autores masculinos
del 50 engalanan su prosa con el mayor revestimiento retorico de inspiración
veneciana y vanguardias europeas, muy alejada de esa rimbombante perorata
franquista llena de tópicos, reiteraciones machaconas y fascismo de mala fe.
Influencias en C.M. Gaite.
La
generación del cincuenta se rebela al estilo realista castellano, denotado
incluso en la generación del 98. Quieren evitar la prosa sencilla simplista,
objetivista y conservadora de Azorín que impone una tesis naturalista, inductiva y behaviorista-mente; pero esta poética hipostática
(la de Benet o Ferlosio) no es el caso de ellas ni de los autores tremendistas que buscan la retórica más
sencilla para potenciar la historia cruel de fondo. Gaite, aunque cite
complicadas teorías posestructuralistas,
búsquedas intertextuales, personales o de su poética meta literaria; de
preocuparse por lograr una comunicación sencilla con su lector. Presenta sus
novelas atractivas y se recicla a las modas y alturas de su tiempo, con
un público mayoritariamente femenino.
Afirmó
Domingo Ynduráin (1980) en Historia y crítica de la literatura española
(1939-1980) que “el resultado de la guerra civil supuso un corte muy
profundo con la tradición inmediatamente anterior.”En lo que respecta a la novela, quedaron rotas las tendencias
renovadoras y experimentales impulsadas por Baroja, Unamuno o Valle-Inclán, y
ni siquiera las propuestas más próximas de Pérez de Ayala o Gabriel Miró tienen
continuadores en los años 40." Conde Peñalosa, en La novela femenina de
posguerra (2004), se hace eco de la crítica y señala tres momentos clave en
la producción novelística de la posguerra:
la narrativa del 36, la transición a los 50 y la generación de medio siglo
1951-1962, constituida por escritores nacidos entre 1936 y 1942 que
publican sus primeras obras de 1954 a 1962. El periodo 1951- 1956 se
caracteriza por la liberación intelectual y la apertura política internacional
(con el plan Marshall) en los que la corriente más influyente es la
neorrealista sin una intención de denuncia política marcada; y, por otro lado,
de 1956 hasta 1962 se gestan novelas de crítica social, política y de la
marginación de la mujer en el franquismo. La tendencia neorrealista pretendía
captar la realidad de posguerra para dar testimonio de ella, en oposición al
discurso oficial. Este es el motivo por el que la autobiografía, los libros de
viajes y el ahondar en la experiencia se convirtieron en mecanismos
fundamentales para el escritor, recursos que configuran la característica
básica de su trayectoria entre el neorrealismo
y la novela social, pasando por el filtro del intimismo y la necesidad de comunicar.
Sanz
Villanueva, en su obra dice:
eran
autores con una gran actitud crítica, con una ideología opuesta a la del
régimen, y sus tendencias políticas se orientaban hacia la izquierda socialista
o comunista. Buscaban en sus obras un análisis crítico de la sociedad y un
realismo testimonial que reflejara los problemas de la España de posguerra. (Villanueva,
Historia de la novela social española 1980,106).
Entre
las influencias de la generación cabe destacar el cine neorrealista italiano:
Estoy
del todo convencido –y la crítica no lo ha reconocido, de que el realismo que
profesaban estos escritores lo habían bebido del neorrealismo italiano del cine
(Borau, 1997, 49). Las obras de Visconti, Rossellini, Fellini, Mastroniani
influyen en Gaite o en un Ferlosio con raíces italianas por parte de madre, en El Jarama, por ejemplo. Esta huella del
cine italiano y francés la vemos en toda la obra de Gaite; en Entre visillos, con su apariencia de
tele serial femenino; o en Nubosidad
Variable cuando Mariana sale teatralmente del hotel, en El cuarto de atrás….en Nada parece como si una cámara de Buñuel
grabara el retrato esperpéntico de esta familia, que siendo catalana, es también
tan castellana e italiana:
El
impacto del neorrealismo italiano fue decisivo. Introdujo en nuestro país el
gusto por las historias anti-heroicas con protagonista a veces infantil, a
través de cuyos ojos se mira una realidad adversa. Restando valor a su entidad
y alcance un nombre [Marilyn Monroe] que, al desaparecer ella, dejó detrás de
sí, unido a su peculiar tintineo, ese hondo rastro de perplejidad y malestar
que a todos nos perturba cada vez que, por azar, vuelve a surgir de repente, de
las páginas de alguna revista, la carcajada provocativa de aquella guapísima
chica rubia que nadie había dudado en proclamar como la reina del impudor y el
desenfado. Marilyn en Los Ángeles y yo en Salamanca escapábamos al cine a la
menor ocasión; vivíamos en el cine, soñábamos en el cine, llorábamos en el cine
y, al salir del local, la vida era oscura y vacía.("De Madame Bovary a Marilyn Monroe" Triunfo,
31-10-1970, 133-134.)
Luis Miguel Fernández en su trabajo del 92
para la universidad de Santiago de
Compostela demuestra que el primer contacto con el neorrealismo fue
cinematográfico antes que literario, y extrae la cita del Diario 16,
28-05-1988 AP, 316:
La
novela Rebeca es amena y está
decorosamente escrita, se deja devorar. Pero nunca hubiera alcanzado la
popularidad que la inmortalizó si no llega a leerla Alfred Hitchcock y a hacerla
suya con el acierto magistral que caracteriza sus creaciones de suspense. “De Jane Eyre a Rebeca” El
País, Babelia, 18 de septiembre de 1999, 191.
Por ello, las escritoras quisieron innovar en la
literatura del régimen aportando las vanguardistas retoricas del cine y la
literatura extranjera. Gaite, por ejemplo, con el Libro de la fiebre se enfrenta al garcilasismo en poesía y con Entre
visillos a las novelas sociales que mostraban el drama obrero o las que
“volvían a abrir la herida de la guerra civil.” Ni un bando ni el otro contribuía a cicatrizarlas: cada sector
leía solo la prensa y literatura complaciente con su perspectiva y así era
imposible la dialéctica.
Ellas tratan la guerra de fondo, no se recrean en el
dolor, e insisten en la esperanza; sus protagonistas no renuncian a soñar un
futuro mejor, se revelan al estatismo y la pasividad en los gestos diarios más
cotidianos… No se propone tampoco C.M. Gaite una trilogía completa sobre la
guerra civil como la de Gironella, un documento histórico que explique por sí
solo el horror, sino que borda pequeños frescos sociales en sus cuentos,
novelas o en sus ensayos, con apariencia fragmentaria y extensión corta, pero
uniendo estos relatos hallamos un testimonio de la época casi de historiador.
Vemos en la mayoría de autores del 50 este rechazo a la
literatura instrumentalizada por el régimen: se empezaban los cursos literarios
con Séneca; la épica castellana con El
cid como nuevo héroe nacional; el glorioso renacimiento garcilasista. La literatura franquista
se tejía de retazos robados, distorsionados de su contexto, envuelto en una novela homogénea y gris,
panfletaria para cuadrarlo en el discurso patriótico y catolicismo más
reaccionario. Mantenían la concepción medieval de la originalidad: no serlo. Se
trataba de repetir un panfleto moral simplista y "amable". Ninguno de
estos narradores podía buscar sus referencias en esta manipulada historia
literaria del país, y menos en la inmediata (“los Marcelino pan-y-vino”) ni en la llamada prosa realista, que según
algunos filólogos críticos masculinos de derechas llegaba hasta el 98
(ignorando la vertiente fantástica de este país ya desde el Quijote).Gaite
denostó los modelos femeninos que imponía el realismo en obras como La regenta. Prefiere mirar, como Laforet
y Matute al romanticismo, a la sencillez intimista de Bécquer o Rosalía de
Castro. Le influye del romanticismo la novela amorosa, gótica, de terror, lo
sobrenatural sin institucionalización católica.
La literatura femenina constituyó más que una “nota
de color”, como se decía entonces: fue un huracán de aire fresco. Eran obras
revolucionarias simplemente por plantear los valores éticos que debía
interiorizar una democracia (empiezan a proponerlos en una dictadura), una
educación sentimental y estética donde no se tratara al niño de estúpido ni se
le suavizara la parte cruel de la vida.
Y una defensa de la igualdad recogida de los
epicentros culturales de Nueva York, Londres y París para unas lectoras cosificadas,
anuladas como seres humanos, múltiples
esclavas, y encima exaltadas como musas. Gaite afirma:
no hay que culpar tanto a la censura de la mala
literatura, por dura que esta fuera, porque afectaba más a otros medios como la
radio, la prensa... En el siglo de oro
muchos escribían desde la cárcel y salió
El quijote. Nunca he tenido problemas con ella, decir otra cosa sería mentir.(A
fondo)
A
Gaite le interesa especialmente la interlocución con la figura femenina dentro
de la literatura o del cine; en la tradición popular del romancero, en el
Renacimiento (la Isabel Freyre de Garcilaso, el aura Laura de Petrarca…), en la
mística barroca española (Santa Teresa, Inés de la Cruz…) La ilustración y el
romanticismo son una época que estudia profundamente a nivel académico, por
autodidactismo personal (Macanaz) y
cara a sus ensayos de usos de amor del
dieciocho. Otras influencias que podemos observar en Gaite son Larra, que
le influye para sus artículos de prensa criticando la administración
burocrática y formalista del vuelva usted
mañana. Cumbres borrascosas
aparece en casi toda su obra; en sus cuadernos
de todo, en Entre Visillos, en Las Ataduras y en la película de Emilia…En Nubosidad Variable es el libro que conecta a las dos amigas y
también le sirve para incluir el hipo-texto de Nada recordando algunos pasajes que recuerdan el ambiente de E.
Brönte. Aparece Cumbres borrascosas
en los Usos amorosos del 18, y
también cita a Andersen, los Grimm, los cuentos de tradición popular o folk…
Había
dejado a medias un ensayo de Vladimir Propp sobre la morfología del cuento
(ECNA, 1983, 54), que no le gusta tanto como el de Todorov, y aclara:
son
lecturas-quiero dejarlo bien claro-de las que no me arrepiento, que me
proporcionaron sugerencias y que pienso reanudar en alguna ocasión, pero ya me
habían prestado un servicio fundamental: el de hacerme saber que el libro que
yo quería escribir no estaba escrito todavía.
Son
libros que te informan de muchas cosas, pero que no te cuentan nada. Yo creo
que un libro sobre la narración tiene que dar ejemplo y contar cosas.
Junto
a la influencia del cine neorrealista, a esta generación también le afecta la generación del 98: Baroja por su
concreción y frases cortas y lacónicas (Gaite admira El árbol de la ciencia, en cuanto auto ficción con aspectos biográficos del protagonista médico y
como bilgunsromans, pero también
habla del “peor Baroja”; el que descuidaba el estilo, demasiado escueto,
lacónico.) A Gaite le influye Niebla
de Unamuno por el recurso de la metalepsis,
y lo emplea en El cuarto de atrás;
Valle Inclán por la idea del esperpento y
desdoblamiento (Todorov) como el que distorsionaba las figuras reales en el
Callejón del Gato donde escribía aquel bohemio: algunas veces alargado y
espigado como Alonso Quijano y otras como Sancho.
No
parece gustarle el drama realista naturalista, un teatro aburrido, dialectico,
moralista, basado en estereotipos melodramáticos. Azorín se les hace a esta
generación tan mimética, prolija y conservador como el teatro naturalista del
franquismo con el que Buero Vallejo o Alfonso Sastre quieren romper. Sin embargo, Ramón de la Serna con sus greguerías cuasi dadá se les hace más amable.
También Proust por el estilo retrospectivo del tiempo simbólico del pasado; y
por las frases descriptivas tan impresionistas y hasta puntillistas en el
detalle, pero en esto difieren las novelistas femeninas respecto a ellos pues
Laforet, por ejemplo, nos concede frases más cortas, con más comas y puntos. El
monologo interior de H. James (terror
sicológico), Joyce, Virginia Woolf… influye a Martín Santos, a Gaite (en Ritmo lento), a Laforet, Matute y a
Benet; con una voz en primera persona generalmente del presente pero jugando
con los tiempos en voz retrospectiva e
interior, subjetiva.
Otras
influencias de la generación son el realismo
mágico del “boom latinoamericano”
(Carpentier, Rulfo, Cortázar, Borges, Llosa, Márquez, Allende), los narradores
sureños, Faulkner, Carson Mc Cullers, Flannery Cónnors y los dramas de las
supuestamente familias felices americanas de Ténsense Williams, que nos remite
a su versión española en teatro: Lorca y sus ambientes rurales opresivos; La
casa de Bernarda alba, que puede
influir en Nada con un personaje femenino beato llamado también
Angustias.
Estos pueblerinos están muy presentes en la obra de
Delibes (Los santos inocentes, El camino, Cinco horas con Mario),
incluso en La familia de Pascual Duarte de Cela, obras con las que tanto
se ha comparado Nada de Laforet. La poesía pura de Paul
Valery (El cementerio marino), los poetas malditos Rimbaud, Verlaine, el surrealismo en sentido amplio
(Bretón, Paul Eluard, Dalí, Apollinaire, las pintoras Leonora Carrington y
Remedios Baro presentes en la obra de Gaite y Matute que va acompañada de
para-textos, y dibujos.) Los juegos dadá
tan presentes en Cuadernos de todo.
También
recoge esta generación el narrador de
la novela francesa que narra lo que una cámara captaría; lo que ve, oye, le
cuentan…incluso el monologo interior del protagonista pero sin ese estilo indirecto libre de Flaubert
confundiendo su moralina con lo que el títere de Emma Bovary afirma sentir o
pensar; o Zola moviendo el teatro de Nana
como si fuera solo una marioneta “no quiero ser una guarra, sino una gran actriz "del pensamiento moral del
realista francés y no un personaje con carne y hueso propia. Este nuevo
narrador evita el maniqueísmo moral del relator tradicional, una innovación o
al menos un recurso narrativo al que puso nombre la escuela crítica y corriente
literaria francesa de la nouveau roman.
Influyen a Laforet o a Gaite los neo-romances
de M. Duras (El amante) o Buenos días, tristeza de F. Sagan (otra bilgunsromans, un diario de verano de
otra adolescente, como Nada), y en
relación con el cine de la nouvelle vague
(Truffault, E. Romher…)
Los
novelistas del 50 se resisten a imitar el realismo que según cierta crítica “hidráulica” e historicista (Menéndez
Pidal, M. Pelayo y compañía) era la condición inseparable de la literatura
española (lo cual no es cierto, y Cervantes mismo lo demuestra), pero Aldecoa
entiende el realismo al modo de la narrativa
norteamericana; el cuento debe ser más showing
que telling, más mostrar que decir,
sin retoricas pomposas. Por eso a Aldecoa le inspiran los cuentos de Raymond
Carver, y admira el realismo sucio
norteamericano (Bukowski, la generación
beat con los billares y el viaje por carretera de Kerouac (road-romans, otro subgénero dentro de la
bilgunsromans), los poetas admiran Aullido de Ginsberg, los cuentos
precisos de Dorothy Parker, o El guardián entre el centeno: un
adolescente contando su vida en rebelde primera persona como Andrea y un Salinger
tan misterioso y huidizo como Laforet. Le interesa a Gaite el feminismo burgués
de Woolf, S Beauvoir y Sartre en su época existencialista (ritmo lento). Ante Nietzsche también tiene una postura ambivalente.
Kafka recorre toda la obra de Gaite.
Gaite
también menciona en sus Cuadernos de todo
a Simone Weilth, Tagore, H Hesse, Los
diarios de Katherine Mansfield. También los cuentos infantiles de hadas, Pinocho, Peter Pan de Barrie, Celia,
los de Antonio Robles, y los TBOS masculinos y femeninos influyen a la autora.
Se
denota en su obra mucha concatenación de metáforas con La cenicienta, Blanca nieves, Pinocho,
El gato con botas o la Caperucita
de Perrault que subvierte en Caperucita
en Manhattan.
En
Usos del amor del XVIII y Usos amorosos de la posguerra estudia
las formas de canción popular (la música es otra forma comunicativa, dialógica)
y la mitificación de estrellas del cine. Respecto a la música popular; el
bolero, el tango y la copla le parecen formas de expresión más libres para la
mujer que la tonadilla franquista. En Ritmo
lento aparece mencionada la música de los Beatles, acordes de los que
destaca su vitalismo. No comprende, sin embargo, los nuevos acordes en ingles
de las nuevas juventudes de la movida o
generación Kronen como se ve en Lo
raro es vivir y recuerda el jazz universitario y la música clásica en Ritmo lento. También emplea muchas
metáforas con la tauromaquia (parecía gustarle a pesar de reconocer monstruosa
la muerte del animal.)
Antes
de morir asistió simbólicamente a un partido de fútbol aunque es un tema que no
le interesa especialmente. Aborrece la televisión salvo algunas series
melodramáticas que veía de niña, las que escribe y también que le posibilitan
ver buen cine, aunque se queja de los horarios nocturnos de emisión. Ferlosio
tiene unas reflexiones muy similares sobre la caja tonta; por lo visual anula
la capacidad de evocación, convierte pasivo al receptor (idea que impera en
esta generación, aunque Ferlosio reconocía entretenerse con ella “porque estaba
ya jubilado”) Gaite también lee a Freud, Yung, u obras de anti-siquiatría y
autoayudas consideradas menos serias.
Periodo
de posguerra. Años 50-60.
Estas
primeras obras tratan la problemática de la mujer en la penuria de posguerra. El libro de la fiebre. En
1949 para generar algunos ingresos, colabora durante unos meses en la
elaboración del diccionario de la RAE haciendo fichas de palabras en su
contexto. La autora insiste en atribuir su
negativa a “lo avariciosa que me he vuelto de mi independencia y de mí tiempo”. Compagina esta actividad con su
doctorado en la Ciudad Universitaria, aunque cada vez se encuentra más
desmotivada con sus estudios por la apatía de su director de tesis y su interés
por escribir ficción. En mayo contrae el tifus y sus altas fiebres le impiden
examinarse de sus asignaturas.
Su
padre acude a cuidarla, pero ante la ausencia de mejoría, su tío Vicente, el
médico de la familia, le aconseja el traslado inmediato a Salamanca en
ambulancia.
Allí
permanece casi 40 días en cama, delirando y al borde de la muerte, finalmente
se recupera. Durante aquella enfermedad escribe un breve volumen de poesía y
prosa poética que refleja su inclinación por la literatura fantástica y
adelanta algunos de los temas fundamentales de su obra, como la importancia de
la memoria o la interacción entre realidad y ficción. La pobre opinión que
merece este texto a algunos de sus amigos escritores, sobre todo a Ferlosio,
contribuye a que nunca tenga interés por publicarlo completo, aunque
seleccionara algunos fragmentos para la revista literaria La hora.
Este libro no verá la luz hasta siete años después de su muerte, por iniciativa
de su hermana Ana.
Desde
noviembre de 1948 hasta la primavera de 1949 viví sola en Madrid. Estaba matriculada
en unas asignaturas necesarias para llevar a cabo el doctorado, pero no pude
examinarme de ninguna porque a finales de curso, cogí el tifus y me entraron
unas fiebres altísimas. Estuve casi cuarenta días en la cama, a punto de
morirme, y deliré muchísimo. Aquel verano, después de sanar, empecé a escribir El
libro de la fiebre, donde, en plan poético y surrealista, trataba de
rescatar imágenes fugaces de mis delirios. Estaba entusiasmada. Ferlosio, a
quien se lo enseñé pocos meses después, cuando lo volví a ver en Madrid, me
dijo que no valía nada, que resultaba vago y caótico (..,) Trataba de rescatar
las imágenes fugaces de las quimeras sufridas durante una cuarentena de fiebres
altísimas. Pese haber sido repudiado este texto se mantuvo vivo en el taller
hasta que el manuscrito inédito fue transcrito y publicado íntegramente por
Ediciones Cátedra, el año 2007 (Agua
pasada, 2006, 17-19.)
En
verano su padre pide el traslado a Madrid para estar cerca de la hija si
volvían a sobreponerle las fiebres, y en otoño comienza la mudanza de la plaza
de los Bandos de Salamanca a un cuarto piso del número 35 de la calle de
Alcalá, donde se instala toda la familia a finales de año el despacho de la
notaría de don José Martín López. Se pone a colaborar por las mañanas como
escribiente en la notaría de su padre, que aunque no le gusta mucho, al menos
le permite contar con algún ingreso para sus gastos personales.
Durante
unos meses, Carmen imparte clases de historia, gramática y literatura en un
colegio femenino de la calle Martínez Campos de Madrid. La experiencia no
resulta satisfactoria por el método poco ortodoxo de Carmen y su falta de
disciplina en el aula. Finalmente la dirección del centro le pide que deje las
clases.
Los
primeros días de enero de 1950 comienza su noviazgo con Ferlosio[8],
dos años más joven que ella, un matrimonio libremente escogido, no de
conveniencia. Siempre resbala este tema personal en sus entrevistas pero
pareció casarse más por admiración intelectual, intentando buscar en él un tutelaje
literario. El despreció que le hace al Libro
de la fiebre y a El Balneario la
fuerza a escribir en secreto sin pedirle consulta. En A fondo dirá “Puede que sea clave en la literatura, pero a mí no me
pareció clave de nada”, mezclando de nuevo lo literario y personal.
Colabora
de manera voluntaria en un dispensario del poblado de chabolas de Vallecas.
Toma contacto con uno de los problemas sociales más importantes de la España
del momento: los asentamientos suburbiales en las grandes ciudades. Según confiesa
su conciencia “de señorita burguesa de
provincias” queda sacudida para siempre y así lo refleja en su cuento “La conciencia tranquila” de 1951. Ferlosio
publica su primer libro, Industrias y andanzas de Alfanhuí,
terminado en diciembre del año anterior, y se lo dedica a Carmen. Se marcha a
cumplir el servicio militar a Tetuán, en el Marruecos español. Durante este
servicio mantiene con su novia un intenso intercambio epistolar. Carmen ya ha
abandonado sus estudios de doctorado, su proyecto de tesis y sus planes de
realizar oposiciones para ser profesora de universidad, influida por su grupo
de amigos, más frecuentadores de cafés y de calles que de las aulas, más
interesados por escribir cuentos que por trabajos académicos, y convencida,
tras su frustrada experiencia en el colegio de niñas, de no poseer grandes
dotes para la enseñanza.
En 1953 con el apoyo del
escritor e hispanista Antonio Rodríguez Moñino –erudito, bibliófilo vocacional,
nace la Revista Española, “publicación bimestral de creación y crítica”.
Moñino encarga la dirección y redacción a I. Aldecoa, A. Sastre y Ferlosio. En
ella colaboran Carmen y la mayoría de prosistas del cincuenta.
Allí
publica Gaite Un día de libertad y La chica de abajo, que la escritora
considera su primera narración estimable y en la que aparecen algunos temas
frecuentes en su literatura posterior: el tiempo, la (in)comunicación, las
prisas, la soledad...
El
14 de octubre de 1953, me casé con Ferlosio, que había terminado su servicio
militar, pero no la carrera. Acababa de fundar con Sastre y Aldecoa la Revista española, económicamente un
desastre pero ahora muy buscada por los estudiosos porque allí colaboramos
todos los prosistas de los 50. Los consejos de Rafael y de Aldecoa me sirvieron
para abandonar el tono lírico de mis primeras composiciones y ser más rigurosa
y exigente en mi prosa. («Bosquejo
autobiográfico», AP, 22) Los
padrinos son Rafael Sánchez Mazas y Ana María Martín Gaite.
Ese
mismo día salen de viaje de recién casados a Italia, y pasan la luna de miel en Venecia. Se instalan
varios meses en casa de los abuelos maternos de Rafael. Visitan Nápoles,
Florencia y Venecia. Este periodo italiano le llevó a contactar con la literatura
contemporánea del país; Cesare Pavese, Italo Svevo y Natalia Ginzburg, y con
toda la cultura italiana, incluida la
cocina de la abuela Ida en una familia tan de cine neorrealista. Volverán
varias veces a Italia, a partir de ahora se unen los contactos de Gaite con los
de Ferlosio “no sabiendo ya lo que era de uno y del otro” como afirma en A fondo. El italiano se convierte en su
2ª lengua y le llevará al deseo de traducción. Al volver del viaje de novios
ese año, el matrimonio comienza a vivir en el piso que les regala el padre de
Carmen, su domicilio definitivo en la 7ª planta (ático) del número 43 de la
calle del Doctor Esquerdo de Madrid. Son los primeros inquilinos de un edificio
de viviendas recién construido. El matrimonio planea vivir de sus colaboraciones
literarias, que en principio complementarán con empleos temporales.
En
esta etapa inicial Gaite trata de reflejar los obstáculos que sufre la mujer
literata y la mujer anónima obligada a las tareas domésticas, a ir a misa o a
la Sección Femenina y para la que un
viaje a un pueblo extranjero supone toda una liberación. Es una crítica velada,
suave. Entre visillos o Las ataduras son novelas rurales
corales, al estilo del Jarama. El balneario lo considera Gaite
un cuento largo o su primer intento de novela.
Reconoce que en su elaboración “me ha causado una fuerte impresión
Kafka, bendita su borrachera, bendita tu ignorancia de lo que estabas
haciendo”(Insertaba lo fantástico y onírico en la cotidianidad, mezclando lo
real y lo imaginado, en un retrato contado en estilo realista, alegoría de la
explotación y alienación humana.
El
bicho es metáfora de la deshumanización de la sociedad capitalista. Hay una
crítica social profunda pero disimulada a la burocratización del régimen (y,
por ende, a toda estructura) concretándolo en un hotel lujoso del franquismo
donde va con un misterioso acompañante masculino (¿su padre, Ferlosio…?) a
descansar ese verano. Ese extrañamiento
lo consigue con esta pareja incomunicada entre sí, una misteriosa habitación y
el aire fantasmal de este hotel que recuerda a Nada. Mezcla, como en Laforet, el surrealismo con el costumbrismo.
Se abren y cierran ventanas; puertas de laberintos borgianos interminables, las
jaulas para ratones del franquismo que también denuncia Martín Santos en Tiempo de silencio criticando el atroz conductismo y la ingeniería humana. En 1954
en primavera obtiene por esta novela el premio Café Gijón para novelas
cortas y recibe 5.000 pesetas. Lo publica la distribuidora Afrodísio Aguado Destino Alianza Cien junto a tres cuentos
anteriores suyos: “Los informes”, “Un día
de libertad” y “La chica de abajo.” “Era la primera obra mía que veía
publicada y la busqué tímida y emocionada por todas las librerías”, recuerda en
“Aquel balneario” (Diario 16, 27-05-1988).El 22 de octubre de ese año
nace Miguel, el primer hijo del matrimonio Sánchez Martín, que murió de meningitis
en mayo del año siguiente. Dos años después, nace su hija Marta, en 1956.El 6
de enero, día de reyes, de 1955 premian
a Ferlosio con el Nadal, premio que Gaite ansía pues lo había inaugurado una
mujer, C. Laforet, a quien admira por su escritura y deseos de libertad. El 3
de mayo de ese año, casi coincidiendo con el día en que le dieron el Gijón, y
cuando le publican el libro, muere de meningitis su hijo Miguel a los 7 meses
de vida. Su hija Marta nació el 22 de mayo de 1956, al año de haber muerto
Miguel. Desde pequeña la llaman la Torcí por su costumbre de
colocarse torcida en la cuna. La niña comienza a balbucear sus primeras palabras
y en lugar de referirse a su madre como Carmiña, la llama Calila,
apelativo cariñoso que también usará la familia y algunos íntimos amigos. Con
ella se irá a vivir al separarse de Ferlosio tras 14 años de convivencia. Fallecería Marta en 1985 a
los 29 años, a causa de inyectarse heroína con agujas infectadas de VHI, en el
contexto de la movida madrileña. Gaite se halla en la universidad de Chicago en
calidad de profesora invitada y trataba de terminar La reina de las nieves pero la muerte de su única hija, que le
había inspirado cuentos como El pastel
del diablo le hace abandonar el manuscrito, hundida en una depresión.[9]
En
enero de 1955 Gaite comenzó Entre
visillos, su primera novela larga, y en septiembre de 1957 la
termina, y la presenta en secreto al Eugenio Nadal de novela con el pseudónimo
de Sofía Veloso, nombre de su abuela materna, para evitar que le asociaran a
su esposo, a quien habían dado ya el
premio. (Es el nombre con que Gaite se retrata también en Nubosidad Variable.)Entre
visillos narra la rutinaria vida de un grupo de muchachas en el ambiente
conservador de una ciudad de provincias donde unas jóvenes pacatas, pero con
sueños de princesas, acuden a rutinarios bailes nocturnos, Gertru está
histérica por casarse. El profesor Klein ha sido contratado para dar clases en
este instituto de bachiller, y trata de que Natalia vaya a estudiar a Madrid.
Las conversaciones cotidianas de las chicas protagonistas van conformando un
universo propio en el que se reflejan sus ocupaciones, sentimientos, problemas,
temores e ilusiones. Con las figuras de los extranjeros que dan fiestas en el
gran hotel parece introducirse la modernidad en aquella ciudad anticuada,
reflejando así la España del desarrollismo y el bienvenido Mr. Marshall.
Toda
la obra tiene un aire coral a El Jarama,
con un estilo intencionado de tele-novelón rosa, que es lo que quiere reflejar
y de-construir. El 6 de enero de 1958 la autora se entera del veredicto por
radio mientras está sola en casa con su hija dormida en la cuna. El Nadal era
en ese momento el galardón literario más prestigioso de España, supone
reconocer su talento, un impulso a su carrera, la publicación por Destino con
mucho éxito, y le abre la puerta a sus siguientes libros. Se la dedica “a mi hermana Ana”, cuyo apoyo tras la
muerte del bebé Miguel resultó esencial para que la escritora culmine la
novela. Gaite comienza entonces una fructífera relación profesional con el
editor Josep Vergés, fundador de Ediciones Destino, con el que entabla una
profunda amistad.
En junio de 1960Destino
publica su 2º volumen de cuentos con el título Las ataduras.
Incluye esta novela corta y otros 6 cuentos más. Su padre, próximo a su
jubilación, compra un terreno en el municipio madrileño de El Boalo (a 50 km de
Madrid, al pie de la Sierra de Navacerrada), y edifica una casa para pasar
temporadas de descanso.
Su
segunda novela, Ritmo lento,
la pública Seix Barral en marzo de 1963. Tiene un tinte existencialista,
introspectivo: con el monologo interior del protagonista Rafael Sánchez Mazas[10]quizá
quiera reflejar el estatismo del franquismo pero también la serenidad que
buscaba en aquella juventud. En 1966
morirá su suegro, la figura y persona en que se basó para ese personaje,
el abuelo de Marta y el padre del que aún es oficialmente su esposo.
Ritmo
lento es la historia de un hombre algo amargado con un dilema grande entre el
mundo del deseo y la realidad. Fue rompedora en la innovación del estudio
sicológico, aunque me parece raro que en
una época en la que yo era tan feliz pudiera escribir una novela tan triste. (a
fondo)
Recluido
en una casa de reposo este narrador, que tiene algo de Gaite, de su suegro y
del propio Melchor de Macanaz, reflexiona sobre su vida. La primera idea para
esta novela surge tras llevarse un susto por los ladridos de un perro mientras
paseaba junto a uno de los chalets del barrio madrileño de Ciudad Lineal. Recuerda a algunas obras de Benet (Aire de un crimen, Volverás a región) y a
Tiempo de silencio de Martín Santos, tanto que este dijo que podían jugar a
intercambiarse los títulos (Ritmo de silencio y tiempo lento) y ella opinó de
la obra del escritor y siquiatra vitoriano, fallecido en accidente de carretera "es la música sin letra del
franquismo.”Queda finalista del premio Biblioteca Breve de Narrativa de 1962
convocado por la editorial Seix Barral de Barcelona. La novela ganadora de esa
edición es La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Esto
le lleva a interesarse por el realismo
mágico, y a la par aborrecer el fenómeno comercial del boom latinoamericano. Se desinteresa a su vez por lo que escribían
en la actualidad los prosistas en este país. En una entrevista opina que se desencantó
con el mundo editorial y los libros superventas masivos, porque no quería
escribir en esa línea, pero ese paréntesis a su vez abonó y gratificó su vuelta
a la novela. Retahílas es fruto de
ese paréntesis y estudio en archivos.
También le
sirve este periodo, apartada de la publicación de novela de ficción, pero no de
la lectura y escritura, “para pulir su estilo y hallar la serenidad”, (se unen
razones literarias y personales en su retiro)
Periodo de investigación, años 60 y
70.
Por
todo ello, en los 60 se toma un respiro respecto a la ficción, atraída por la
Historia, permaneciendo 11 años sin publicar pero sin dejar de bosquejar ideas
en sus Cuadernos. Tras acostar a su hija a las 8 de la tarde se suele marchar a
trabajar a la biblioteca del Ateneo de Madrid, la que más tarde cierra en Madrid,
a la una. Se hace socia del Ateneo por sugerencia de su padre, se convierte en
usuaria asidua y fiel defensora de esta institución cultural. En un artículo
que publica varios años después, llegará a afirmar: “A lo largo de diez años,
el Ateneo ha sido para mí la más importante fuente de estudio, de amistad y de
vida” y es el lugar al que Sofía acude en Nubosidad
Variable. En sus lecturas sobre el
siglo XVIII español, Gaite descubre la existencia de un porfiado personaje
llamado don Melchor de Macanaz (1670-1760), que llegó a fiscal del Consejo de
Castilla con el rey Felipe V, y que durante la segunda mitad de su vida fue
perseguido por la Inquisición sin que los Borbones recompensaran con su apoyo
su constante fidelidad hacia la monarquía. Decide investigar a fondo sobre ella
y el contexto político-social del siglo XVIII. A esta investigación dedica
siete años, durante los cuales deja de lado la ficción y se sumerge en diversos
archivos madrileños: el Archivo Histórico Nacional, la Real Academia de la
Historia, las Secciones de Manuscritos y de Raros de la Biblioteca Nacional y
el Archivo del Palacio de Oriente, además del Archive des Affaires Étrangères
de París y el Archivo General de Simancas de Valladolid. En 1965 recibe una
beca de la Fundación Ford para continuar con su investigación sobre el siglo
XVIII español. Durante cinco años desde 1960 asiste al Seminario de Estudios de
Humanidades, dirigido por el profesor Julián Marías en la Casa de las Siete
Chimeneas. Se centraba en el estudio del siglo XVIII y el Romanticismo en España.
En 1970 publica El proceso de
Macanaz. Historia de un empapelamiento, por la Editorial Moneda
y Crédito. Se la dedica a la memoria de su suegro, que tanto la animó a que
escribiera el libro y que no pudo llegar a leerlo. Aborda la
figura de este hidalgo al que le persigue burocráticamente y físicamente la Inquisición
hasta que lo eliminan por intentar llevar al país atrasado el iluminismo
afrancesado e italiano. Le interesa la identidad ficticia que se construye este
mitómano e iconoclasta noble.
Su
investigación sobre el contexto histórico y social en que vivió Macanaz le lleva
a interesarse también por las costumbres amorosas del siglo XVIII en España, y
concretamente por el fenómeno del cortejo o amigo de compañía
de las señoras casadas, costumbre que las clases acomodadas españolas importan
del extranjero. Además de rastrear obras de literatura e historia, bucea en
textos menores de la época: prensa periódica, seminarios, edictos,
correspondencia privada, libros de memorias, etc. Traduce a Italo Svevo y lee
al padre Feijoo. Escribe el prólogo a El retrato de Dorian Gray. En
otoño se separa de Ferlosio. Se trata de una separación amistosa, continúan
viéndose con cierta frecuencia, sobre todo por su hija Marta. Carmen sufre
muchísimo por esta ruptura. Varios años después de la separación, Ferlosio
contrae matrimonio con Demetria Chamorro. Carmen nunca volverá a casarse ni a
mantener ninguna relación sentimental duradera. Los años 60 llegan a
una España expectante de cambios. Los movimientos obreros se enfrentan al
discurso monolítico del franquismo y aparece lo que Gaite llama “la mujer liberada” que habla de libertad
continuamente pero no ha podido conseguir cambios profundos en su situación;
así que solo puede cambiar su apariencia. Son mujeres que viven la neurosis que
provocan dos discursos opuestos: el de la debilidad de la mujer tutelada por el
varón frente al de la excelencia de madre abnegada.
Incorporación de la meta-literatura Años 70-80 En 1974, tras un silencio narrativo y paréntesis de
casi diez años dedicada a la investigación y a sus cuadernos personales, Gaite
vuelve a la ficción y publica su tercera novela, Retahílas,
la había empezado
en el cuaderno-dragón (por el dibujo que un amigo le hizo en la
primera hoja) y termina su redacción definitiva la tarde del 31 de diciembre de
1973 en su casa de Madrid.
Retahílas
es la novela en que más he trabajado, rompí mucho con lo anterior, a partir de
ella he encontrado mi propia voz y al margen de mi obra hay hallazgos de tipo
formal lingüísticos interesantes.(A fondo) Con ella inicia la línea intimista o subjetivista y es
también más acusada vez en que reflexiona sobre el propio hecho narrativo y los
usos comunicativos narrativamente, en vez de en forma ensayística o de diario.
A partir de esta obra la crítica comenzó a tomarla en serio. Surge de esta época de retiro en la que
“me sentaba a tomar el sol en los bancos del parque de El Retiro de Madrid”
como relata tantas veces en sus Cuadernos, donde jugaba con los niños y
observaba las conductas educativas de sus padres, que le sirvió para aclararse
la coherencia de su propia escritura.
Por ello a partir de los años 80 se
ramifica su creación entre la producción ensayística; y el segundo periodo de
novelas, más existencialistas, “raras”, fantásticas, con personajes retratados
con más introspección sicoanalítica. Son novelas también más digresivas,
reflexivas, meta-literarias. También le inspiran para Retahílas o Las ataduras sus
viajes de retorno al pueblo de infancia gallego Pinar, incorporando así no sólo
el costumbrismo y habla coloquial, lo conversacional, sino los elementos
fantásticos en que viven más sumidas las zonas rurales que la urbe con sus
prisas. En 1971 realiza una versión en cuatro capítulos
de Entre visillos, dirigida por Miguel Picazo (en blanco
y negro puede verse en los archivos de TVE). Colabora en la elaboración
del guion y aparece de un modo fugaz en una de las escenas.
Sus
investigaciones sobre las costumbres amorosas del siglo XVIII dan como fruto un
trabajo que decide presentar como tesis doctoral y dar por concluida su
formación universitaria. Presenta su tesis Lenguaje y estilo amoroso en los
textos del siglo XVIII español, muchos años después de lo previsto, aunque
sin intención de dedicarse a la enseñanza universitaria. La lee el 11 de junio
de 1972, con 46 años, ante un tribunal
compuesto por sus antiguos profesores Rafael Lapesa, Alonso Zamora
Vicente (el director de la investigación presentada); José María Jover y Emilio
Lorenzo. Obtiene un sobresaliente cum laude y el Premio
Extraordinario fin de carrera.
En
Siglo XXI de España Editores se publica su tesis doctoral adaptada tras una labor de corrección con sentido de divulgación,
Usos amorosos del dieciocho en España.
Se la dedica así a su ex marido: “Para Rafael, que me enseñó a habitar la
soledad y a no ser una señora”, con el agradecimiento irónico de la primera
afirmación y la sincera del segundo. Analiza curiosos fenómenos
desaparecidos como el "chischiveo" y amor cortés de la ilustración y el romanticismo,
indagando en los convencionalismos del amor en una sociedad que en el siglo
XVIII se hallaba sufriendo profundos cambios.
En 1981
pública Usos amorosos en la posguerra
española (donde dedica a su maestra y amiga Laforet el capítulo “La
chica rara de posguerra.”) Esta obra se relaciona con Crónica
sentimental de España, de M.V. Montalbán, Estudios sobre el amor de Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor de Carlos Gurméndez o Teoría de los sentimientos del siquiatra Castilla del Pino.. Por ella recibe el
premio Anagrama de ensayo el 30 de marzo de 1987.
Retrata el
conservadurismo machista del franquismo a través de su propia experiencia personal
y mostrando letras de coplas y canciones o poemas patriarcales de aquellos
años. La autora se sincera en que la única conexión o puente entre estos dos
ensayos es el título:
El estudio
del XVIII, un libro que hice con mucho amor no se vendió mucho. Pensé: ¡el de
la posguerra se va a vender más, le pongo el mismo título y tirará del otro! Y
efectivamente; fui muy lista, porque es lo que pasó. Lo que comparten son los
modelos amorosos de conducta. Analizo el amor como construcción cultural;
cuando nos enamoramos o creemos enamorarnos
seguimos patrones del cine, la
literatura… investigué en cada época de dónde venían estos modelos de imitación.
(A fondo)
En
1973 trabaja durante ocho meses en la editorial Salvat. Es la única vez en su
vida que tiene un empleo a tiempo completo con un horario fijo. En octubre de
ese año se publica en Nostromo La
búsqueda de interlocutor y otras búsquedas, recopilación de diez
artículos suyos aparecidos durante los diez últimos años en diversas
revistas.El libro incluye su texto “Un aviso: Ha muerto Ignacio Aldecoa”. Este
libro es el primer título encargado y publicado por esta nueva editorial en la
que su hija Marta estrena su vida laboral con solo dieciséis años. Se
convierte, de este modo, en una especie de madrina de lanzamiento
de Nostromo, que tres años después será absorbida por Alfaguara. Publica réquiem por una editorial. Y su
traducción del portugués de la novela El misterio de la carretera de
Sintra, de José María Eça de Queiroz.
En 1976 escribe los diálogos
para el guion de la película Emilia,
parada y fonda, dirigida por Angelino Fons, para Lince Films, basada en
su cuento “Un alto en el camino”,
recogido en Las ataduras(1960), con Ana Belén y Francisco Rabal; una de
las primeras películas de La transición con una perspectiva totalmente
femenina.
En
mayo de 1973 publica Fragmentos de
interior. La obra se ambienta en el entorno de una familia de clase
media en el Madrid de La transición, y se basa en el análisis de las
circunstancias y problemas de cada uno de los familiares. Al llegar la
democracia el testimonio de un interior femenino, que en su primera época
aparece velado, aparece más abiertamente, y amplían los estudios a su obra
desde una perspectiva feminista.[11]
A partir de
esta novela las siguientes se destacan por un tono introspectivo retrospectivo
donde sus protagonistas femeninos parecen enfrentarse a fantasmas del pasado.
Publica
su poemario A rachas,
versos de primera juventud escritos de manera ocasional, más como desahogo que
como empeño literario. El editor Jesús Munárriz cuenta con detalle cómo animó a
que la autora recuperara estos poemas en una “nota editorial” al comienzo del
libro. El poemario lo forman 46 textos y se divide en 3partes: “Poemas de
primera juventud”, compuestos en sus años universitarios de Salamanca y
primeros años de Madrid; “Poemas posteriores”, entre 1960 y la aparición del
presente volumen y “Diez coplas de amor y desgarro”.
El
18 de octubre, fecha de salida del primer número del periódico Diario
16, comienza a publicar allí un breve artículo semanal de crítica literaria
y cultural, gracias a su amiga Jubi Bustamante, directora de la sección de
Cultura, hasta el 26 de mayo de 1980. Solo faltó a su cita semanal entre el 7
de mayo y el 4 de junio del 79 por su primera estancia en EEUU. En1977 termina
el guion cinematográfico titulado Sábado de gloria, en colaboración
con Pilar Miró, y basado en su novela Fragmentos de interior. El
productor de la película iba a ser Luis Sanz, pero el proyecto no sale
adelante.
Escribe,
con Manuel Matji y Eugenio Martín, un guion cinematográfico basado en su cuento
“La conciencia tranquila”, recogido
en Las ataduras, que no se llega a rodar. El 5 de abril presenta su
libro El conde de Guadalhorce, su época y su labor, editado por el
Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid. Se ha
considerado esto su “obra hidráulica”,
la que escribe con fines más pragmáticos. Los críticos de EEUU comienzan a
prestarle gran atención a su obra, y en especial la crítica feminista, a pesar
de que ella no quiere ser clasificada.
En 1978publica en Alianza
Editorial su narrativa breve, que incluye varios relatos nuevos junto a El
balneario(1955) y Las ataduras (1960) con el título
de Cuentos completos. La disposición de los cuentos realizada por
la autora no sigue un criterio cronológico, sino temático, aunque ningún tema
se trata en estado puro. El 18 de octubre su padre, José Martín López, muere de
repente en Madrid a los 93 años.
El
9 de diciembre muere también en Madrid su madre, María Gaite Veloso. Durante
los meses siguientes sueña repetidamente con sus padres, en especial con su madre,
como refleja en la retahíla De su ventana
a la mía. En mayo de 1978 se publica en Destino El cuarto de atrás. La escribe entre noviembre de 1975 y
abril de 1978. En diciembre, 15 días después de morir su madre, le otorgan el
Nacional de Literatura 1978 por El cuarto de atrás, la obra
favorita de su madre. Es la primera vez que una mujer recibe este
reconocimiento en España. Con el premio empieza a ser reconocida y valorada por
la crítica española con su propia voz, sin la comparsa de sus compañeros de
generación. Este premio provoca el descubrimiento de su obra anterior por parte
de numerosos críticos y lectores.
En 1979 pronuncia un ciclo de
conferencias sobre literatura en la Universidad Autónoma de México. Invitada
por Manuel Durán asiste en abril al Primer Congreso de Literatura Española Contemporánea
en la universidad de Yale. Se leen seis ponencias sobre su obra. Desde
septiembre a diciembre imparte un curso como profesora visitante sobre teoría
literaria en el Barnard College de Nueva York gracias a una beca del Comité
Conjunto Hispano-Norteamericano. Es su primera visita a Nueva York, aunque solo
de paso, queda fascinada por la ciudad que tantas veces soñaba visitar desde
niña. La autora se sorprende por la excelente recepción de sus escritos entre
los críticos norteamericanos. Esa buena acogida irá acrecentándose con el
tiempo –ayudada por el apogeo de la corriente feminista: los llamados women’s
and genderstudies– y le permitirá viajar repetidas veces a numerosas
universidades de EEUU para dictar conferencias e impartir cursos. Nueva York le
entusiasma, su primera impresión es que ofrece a sus habitantes una mezcla de
agobio y libertad. Se aloja en Manhattan, en un apartamento en la 6ª planta del
número 400 West de la calle 119. Es la primera vez en su vida que vive sola. La
Librería Hispánica, situada en la Quinta Avenida con la calle 19, dedica un
escaparate a sus libros, con fotografías de Carmen y recortes de prensa.
En
este período recibe clases de inglés e imparte conferencias en diversas
universidades de EEUU (New York University, Columbia, Rutgers, Yale, Wellesley,
Boston, Berlín, Chicago y Texas). Durante sus últimas semanas de estancia recibe la visita de su hija Marta, que ha
terminado la carrera de Filología Inglesa en la Complutense y comienza a
trabajar en un colegio dando clases de inglés a tiempo completo. Hasta ahora
había ejercido su profesión esporádicamente dando clases particulares y
traduciendo.
A
pesar de la distancia nunca dejaron de mantener un fluido contacto. Marta le
anima a seguir escribiendo aunque se le agotaba la voz en una transitoria
crisis creativa.
En
junio escribe “Un bosquejo autobiográfico” por encargo de la profesora Joan
Lipman Brown, que realiza un amplio ensayo sobre su obra de ficción, que
después se publicara en Agua pasada (1990). Es un texto entrañable, marcado por la emotividad de la
reciente muerte de sus padres, y esencial para entender su trayectoria personal
y profesional hasta esa fecha. Se publica en 1987 como un apéndice de la obra
de Brown titulada Secretos del cuarto de atrás: La ficción de C.M.
Gaite. Los días 27 a 29 de diciembre asiste en Houston (Texas) al Congreso
anual de la MLA (Modern Languages Association), donde se celebra un
Seminario sobre su obra. Allí imparte la conferencia “El interlocutor soñado”.
El año nuevo lo recibe en Los Ángeles invitada por su amigo José Luis Borau en
su casa de Sherman Oaks, donde pasa unos días con él. Durante esta estancia en
Nueva York y Los Ángeles elabora un cuaderno-diario a base de collages: Visión
of New York, y lo dedica así a su amigo Ignacio Álvarez Vara: “A ti porque
fuiste el primero que me encendió hace años el deseo de venir aquí y el primero
que me habló de Edward Hopper”. Este
diario se publica en edición facsímil después de su muerte, gracias a la
iniciativa de su hermana Ana. Tras una
enfermedad del oído, y ante la posibilidad de quedarse sorda (que ya se temía
el personaje de El cuarto de atrás),
decide operarse asumiendo el riesgo de no quedar bien pero la operación fue un
éxito.
Cuentos
infantiles. Años 80-90.
En
1981 se publica su cuento El castillo de las tres murallas en Lumen. Es la
primera vez que escribe un cuento para el público infantil. De septiembre a
diciembre de 1982 imparte varios cursos en EEUU. En 1985 se
publica El pastel del diablo.
Se lo dedica a su ahijado Miguelito Aguilar, hijo de Jubi Bustamante y Miguel
Ángel Aguilar, “por todos los cuentos que no tengo tiempo de contarte”. Lo escribe en Madrid y en la sierra
de El Boalo, entre junio- septiembre de 1984.
En
Nueva York escribe La Reina de
las Nieves para el que lleva tomando notas desde 1975 y que terminará
el 1 de mayo de 1994.Después de su publicación confesará que siempre ha
asociado esta novela a “la fría y desolada visión de aquel lago inmenso".
Toma su título del cuento de Andersen, con gran importancia en la trama.
La
novela gira en torno a la lucha de Leonardo Villalba –su protagonista recién
salido de la cárcel y desorientado– por poner orden en su vida a través de la
recuperación de la memoria. Está dedicada así por la autora: “Para Hans
Christian Andersen, sin cuya colaboración este libro nunca se habría escrito. Y
en memoria de mi hija, por el entusiasmo con que alentaba semejante
colaboración”.
En
1983 prepara el guion de un documental sobre Salamanca
para el programa Esta es mi tierra, de TVE. Escribe, en
colaboración con Víctor García de la Concha (entonces director de la RAE), el guion de la serie sobre la vida de
Teresa para RTVE. Lo dirige Josefina Molina y lo protagoniza Concha
Velasco. Es la adaptación para la que más trabajó:
Hacer
hablar a Teresa de Jesús para los televidentes de hoy en día, aunque es una
empresa que siempre consideré arriesgada, se me fue haciendo algo más asequible
a medida que me sentía estimulada por ese tono casi conversacional de sus
escritos (...)He procurado poner este discurso tan al alcance de los oyentes de
hoy como ella se esforzó en su tiempo por hacer comprensible y transparente el
suyo, cuya historia hemos intentado narrar con el mayor rigor pero también con
la mayor llaneza posible.(«Los mitos de cartón piedra», Diario 16.
Suplemento Cultural, 18-03-1984. TH, 507.) Asesora a Francisco Abad
en el guion de cuatro capítulos de Fragmentos de interior.
En
1983 se publica en la editorial Trieste El cuento de nunca acabar (apuntes sobre la narración, el
amor y la mentira).Un libro clave de su trayectoria literaria, que le lleva
8 años, donde reflexiona con un género mixto entre el ensayo, la narración, la
reflexión en voz alta y la memoria sobre
las motivaciones del contar, el decir y el inventar. Lo inicia en Madrid en
otoño de 1974 y lo termina en Charlottesville (Virginia, EE. UU) en otoño de
1982, aunque en él se incluyen algunos fragmentos de sus escritos en cuadernos
anteriores a la fecha de inicio. Dedica el libro a su amigo el profesor Gustavo
Fabra, cuyas conversaciones en el Ateneo le inspiraron en su reflexión y fue
testigo activo en el proceso de escritura de la obra.
Me
habló del formalismo ruso, del “new
criticism”, del estructuralismo y acabó aconsejándome que consultara alguno de
aquellos estudios, porque, a veces, sin querer, se cae en repetir lo que ya han
dicho otros (ECNA, 1983,45)
Es
el personaje con el que bromea que le daría una patada a los libros de Todorov,
patada que le da definitivamente en El
cuarto de atrás, y con el que dialoga que, aunque agradece haber leído
todos esos libros críticos, prefiere aventurarse a escribir una novela porque
estos libros sobre narración adolecen de no narrar nada.
1981-1983
son años trascendentales para la difusión de su obra en el ámbito anglosajón, y
concretamente en EEUU. Se traduce por primera vez una obra suya al inglés, en
Nueva York, El cuarto de atrás, por
Helen R. Lane y lo publica la Universidad de Columbia, junto al estudio The Back Room The Fiction of C. M. Gaite. En 1981 Joan Lipman
Brown presenta
por primera vez una tesis doctoral sobre su obra, en la Universidad de
Pennsylvania, El inconformismo en la ficción de C. Martín Gaite. El Inconformismo es la
característica común de los protagonistas de Entre visillos, Ritmo
lento y Retahílas. Estudiará El cuarto de atrás como fusión del género fantástico y
realista y los paralelos entre Ritmo lento y Tiempo de
silencio pues ambas, publicadas en 1962, inauguraron la "nueva novela social española". En
1983 la universidad de Nebraska publica la primera colección de
artículos dedicados enteramente a la obra de Gaite.
Es un recopilatorio de ensayos de los principales estudiosos de su obra en EEUU
titulado Fromm Fiction to Metafiction: Essays in
Honor of C. M. Gaite y reúne quince artículos de profesores de
EEUU, hispanistas y especialistas en su obra, con una entrevista de Marie-Lise
Gazarian Gautier a Gaite y un breve ensayo autobiográfico “Retahíla con nieve en Nueva York”,
dedicado a la memoria su madre, y escrito en noviembre de 1980, durante su
primera estancia larga allí. En julio de 1984 recibe una beca de la Fundación
Juan March para dedicarse de manera intensiva hasta el 86 a la investigación de
las costumbres amorosas durante la posguerra española. Lleva recopilando
material diverso desde 1975, y empieza a perfilarse como libro cuando los
jóvenes treinta años menores que ella se interesan por cómo era la vida en su
juventud. Trabaja en la hemeroteca municipal de Madrid sobre sus propios
recuerdos, los consultorios sentimentales, las revistas del corazón, los
discursos políticos, los libros testimoniales y de ficción.
De
nuevo va a trabajar a la Universidad de Chicago Illinois de septiembre a
diciembre, e imparte un curso en el semestre de otoño sobre el cuento español contemporáneo,
centrándose en los cuentos de Aldecoa. Dicta varias conferencias en las
universidades de Madison y Milwaukee. El
8 de abril muere su hija Marta en la Clínica Puerta de Hierro de Madrid.
La
inesperada muerte de Marta, a la que estaba tan unida, supone un golpe brutal
del que nunca se recuperará del todo. No pierde las ganas de vivir y de seguir
escribiendo, tomando la creación como tabla de salvación. En agosto le vuelven
a invitar a Nueva York el Vassar College en la cercana ciudad de Poughkeepsie
para impartir clases sobre su obra y la de Aldecoa.
En
la Gran Manzana convive durante unos días con su amigo Juan Carlos Eguillor y
se gesta Caperucita en Manhattan, dedicado a Marta. En 1986 R.
S. Ferlosio publica en El País una
recopilación de sus artículos titulada La homilía del ratón en
1986, dedicado a su hija. En verano Alianza Editorial le encarga un informe y
la traducción de tres libros de un autor italiano del que nunca había oído
hablar: Primo Levi. Tras una primera negativa por el exceso de trabajo, traduce
El
sistema periódico, y queda fascinada por este “amigo a través del
texto.”El 15 de octubre pronuncia la
conferencia “Experiencias en la lectura” en la Biblioteca Nacional. Su voz
quedará inmortalizada en el registro sonoro de esta institución, en su colección Actos
culturales en la Biblioteca Nacional. Del 18 al 27 de noviembre pronuncia
un ciclo de cuatro conferencias en la Fundación Juan March de Madrid titulado
“El punto de vista femenino en la literatura española” publicado en el ensayo Desde
la ventana. En ellas reflexiona sobre las particularidades del discurso
femenino en diversas épocas de la literatura española, deteniéndose en algunas
grandes figuras: Rosalía de Castro, Teresa de Ávila o Cecilia Böhl de Faber. Enma
Martinell en el prologo a este ensayo ha señalado la recurrencia de la ventana
y del balcón en las novelas de Gaite y la mujer asomada a estas terrazas donde
reflexionan, se ensueñan, hablan con las vecinas, cortejan a los hombres, las
ven desde fuera y ellas se ven desde dentro, reafirmando su identidad. Se
incluye "de su ventana a la mía", el relato de un sueño en el que se
comunica con su madre, una reminiscencia de la novela romántica. Allí las
protagonistas de Gaite viven momentos de kairós, de ensueño, y de carpe-diem,
sumergidas en un tiempo sin tiempo, en la contemplación y deleite moroso del
paisaje urbano, rural o natural.
El
30 de marzo de 1987 recibe el XV Premio Anagrama de Ensayo por Usos amorosos de la postguerra española,
terminado el 13 de diciembre y publicado en mayo. Una historia doméstica de la
época de la posguerra que ha elaborado con documentación recogida en la
biblioteca y también con el recuerdo de su propia experiencia. El gran éxito de esta obra hace que el resto
de sus libros se reediten y comiencen a traducirse a otras lenguas.
Conoce
por 1º vez en su vida de manera inesperada, el éxito comercial a escala
internacional y el reconocimiento por parte del gran público, preludio a la
fama desbordada de los 90- 2000. Con este libro inicia su fructífera
colaboración con el editor Jorge Herralde y el sello Anagrama. En un homenaje a
la escritora, este afirmará que ser su editor ha sido una de las experiencias
más gratas de su vida profesional, evocando los impecables manuscritos
adornados con magníficos collages que
la autora le enviaba.
La
autora le enviaba novelas desde Madrid, Barcelona, N. York o El Boalo; y tenía
un excelente ojo crítico para reconocer y recomendar autores tan valiosos como
R. Chirbes, Belén Gopegui, Álvaro Pombo o M. Sánchez Ostiz, entre otros. el 10
de diciembre recibe el “Libro de Oro” del Gremio de Editores y Libreros
españoles. Se estrena su obra de teatro A palo seco (Monólogo en un
acto), terminado en enero de 1985,
en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, el 12 de abril falla el jurado del
Premio Príncipe de Asturias de las Letras 1988, y por unanimidad la premian ex
aequo, con el poeta gallego de su generación José Ángel Valente.
Etapa
comercial. Años 90-2000
Irse de Casa, Nubosidad Variable y
Lo raro es vivir tendrán mucho éxito de público y crítica,
siendo lo que Herralde llamaba “el trío
de ases”, pero además a partir de la muerte de su hija dedicará una parte
de su producción a la narrativa fantástica (La
reina de las nieves) y el cuento infantil (Caperucita en Manhattan, El castillo de las tres murallas, El pastel
del diablo.) Se estrena en 1990 la película La seducción del caos,
de Basilio Martín Patino, en la que Carmen aparece de manera fugaz como la escritora
Sofía Veloso. Imparte varias conferencias en diversas universidades alemanas.
En mayo la editorial Anagrama
publica Nubosidad variable. La había comenzado hace 8 años, cuando
aún vive su hija Marta que le había inspirado algunos diálogos y con la que
comparte largos ratos hablando sobre la trama y los personajes. Al morir ella
con 29 años, aparca este proyecto, emocionalmente no puede seguir con él.
Haciendo un gran esfuerzo, lo retoma varios años después y lo termina en enero
de 1992. Se la dedica así a su hija: “Para el alma que ella dejó de guardia
permanente, como una lucecita encendida, en mi casa, en mi cuerpo y en el
nombre por el que me llamaba."
El
martes 5 de enero, noche de reyes de1993, a las 21.30 horas se estrena Celia
en TVE, emitiendo 6 capítulos cada martes hasta el 9 de febrero basados en los
cuentos de Elena Fortún, en un guión elaborado entre J. Luis Borau y ella y
rodado desde junio a diciembre de 1991. Publica en Anagrama Irse de casa. Se la dedica a su
secretaria Angelines. En mayo de 1996 se publica en Anagrama Lo raro es vivir, escrita entre Madrid, Nueva York y El
Boalo, de diciembre de 1994 a abril de 1996. La narradora protagonista Águeda
Soler es una archivera de 35 años que narra en primera persona.
Acaba
de perder a su madre hace dos meses, la famosa pintora Águeda Luengo, con quien
siempre tuvo una relación complicada. De Águeda no conocemos el nombre hasta la
p. 173, dato significativo por la necesidad de conquistar su identidad. Tiene
35 años, los mismos que Dante cuando escribe La divina comedia (apunto esta anécdota porque la obra sigue la
misma estructura de purgatorio-paraíso-infierno,
como Beatriz y los cuerpos celestes
de Lucía Etxebarria o Nada de Laforet).
Águeda también está perdida a mitad del camino de la vida. Tiene un trabajo
estable en un archivo y sale con el arquitecto Tomas, pero arrastra una tesis
doctoral que amenaza con eternizarse. La novela empieza con una llamada del
director de la residencia médica, Ramiro Núñez (al que llama “el hombre alto” cuando no conoce su
nombre, como en El cuarto de atrás
llama “el hombre de negro” a su
interlocutor) en la que se encuentra su abuelo. Este le propone a Águeda que
valiéndose del parecido con su madre la suplante y se presente frente a él
porque la nieta le ha ocultado la muerte de la abuela por el precario estado de
salud del anciano. Esta petición obliga a la protagonista a
desenterrar viejos recuerdos y le va a llevar mediante un doloroso proceso de
autoanálisis y autocrítica a entender mejor la tortuosa relación con esta mujer
que se llevó con ella su infancia..
Lo
raro es vivir es una novela profundamente vitalista,
una reflexión existencial en clave optimista y positiva. En esta novela,
celebración de la vida, aunque parta de la idea de la muerte, aparece el relato
como viaje en la vida. Podríamos comparar esta novela con Ritmo lento; su novela más existencialista, nihilista y “rara”,
intentando empatizar con la juventud de La Movida. Gaite compara la banda
sonora de los Beatles, la canción francesa, los cantautores y los acordes de
jazz y músicas de “ritmo lento” que
ella escuchaba en su juventud existencialista en torno a mayo del 68 con las
músicas posmodernas en inglés-garaje de la generación Kronen. Trata de
establecer una analogía entre la juventud de la madre (representando la
generación de Gaite) y de la hija Águeda (que representa la de su hija Marta o
la de Belén Gopegui) para concluir en el mito de una divina y eterna juventud. Renueva
y rompe los mitos del antihéroe trágico, del poeta o rockero maldito en su hado
fatal romántico, que para ella se corresponden a una narración-thanatos. No entiende que se suiciden en lo mejor de su
vida y con toda la vida por delante, o simplemente por llamar la atención o por
problemas que podrían solucionarse. (en Cuadernos
de todo cuenta con serenidad e incluso con humor cuando ha ido a darle la
eutanasia a un señor mayor). A esta narración del dolor contrapone la escritura-eros-vital de una juventud
erótica, libre, creadora.
La
autora asegura en sus Cuadernos de todo
que siempre ha estado esperando: esperando el porvenir (cuando Aldecoa le decía
“seremos escritores”, el porvenir de tiempos democráticos, el príncipe azul, el
interlocutor soñando…pero con la edad “espera con menos ansiedad.”) Teniendo en
cuenta que Lo raro es vivir es una
obra de ancianidad parece su voz literaria ir rejuveneciéndose con el paso del
tiempo, hasta ponerse en la piel de esta protagonista posmoderna. Por estos
años conocerá a la escritora Belén Gopegui, quién como me contó en una entrevista que la realicé para mi trabajo
sobre la generación Kronen:
Nos
encontramos en el rastro de libros de Madrid. Ella iba acarreando libros, todo
parecía interesarle, en una bolsa como de vagabunda que se desbordaba. Me
ofrecí a ayudarla con la bolsa hasta su piso, y desde entonces forjamos más que una relación de
maestra literaria a alumna: una amistad. (en 2018)
Gaite
se paseó en la época de “la movida” por el lado salvaje (“he pateado mucho Madrid a la luz de las farolas”) y fue letrista de
varios “entre-rocks”, género musical de su cosecha. El más famoso se llamaba “Lo raro es vivir” y se basa en un
comentario de su profesora Rosario Tena al final de la explicación sobre La
Divina Comedia.
Desde
que el mundo es mundo, vivir y morir vienen siendo la cara y la cruz de una
misma moneda echada al aire, pero si sale cara es todavía más absurdo. Para mí,
si quieren que les diga la verdad, lo raro es vivir…(Lo raro es vivir, 1996, 184).
El
19 de enero de 1999 se estrena su obra de teatro La hermana pequeña en
el Centro Cultural de la Villa de Madrid, bajo la dirección de Ángel García
Moreno. Estructurada en tres actos, profundiza en la relación entre dos
hermanas de madres diferentes (dos versiones, dos correlatos diferentes de su
propia infancia).
En
febrero se publica el texto en Anagrama. Es su segunda incursión en el teatro
tras el estreno de su monólogo A palo seco en 1987 en este
mismo lugar. A finales de abril acude al estreno de La hermana pequeña,
en el Teatro Juan de la Encina de Salamanca. Será la última vez que asista a un
acto público en su ciudad natal. En abril viaja a Milán para asistir a la
puesta en escena de la versión teatral de Caperucita en Manhattan,
realizada por la compañía de Gianni y Cosetta Colla en su Teatro delle Marionette,
de la capital de Lombardía. Allí decide acudir al estadio de San Siro para
presenciar un partido de fútbol de la liga italiana, entre el Milán y el Parma.
El 20 de septiembre se publica en la colección
Austral de Espasa Calpe la antología Cuéntame, editada por Emma
Martinell; cuentos infantiles y su relación con la narración. El 18 de octubre
se presenta en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona el CD
titulado Carmen Martín Gaite recita sus poemas, editado por Avizor
Records, sello discográfico dirigido por su amigo Alberto Pérez. El 14 de marzo
de 2000 presenta el CD de sus poemas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
con un recital poético. En las semanas siguientes lo presentará en otras
ciudades españolas.
Se
publica en Círculo de Lectores su traducción del francés de la obra Cartas
de amor de la monja portuguesa Mariana Alcoforado. Es una edición muy
cuidada, elaborada e introducida por Carmen, elige el texto de Emilia Pardo
Bazán para el epílogo. Con motivo del centenario de la muerte del escritor portugués
José María Eça de Queirós, el 24 de mayo imparte una conferencia en el Círculo
de Bellas Artes de Madrid titulada “Adulterio
y chantaje en El primo Bazilio”.
La transcripción del texto se publicará en El País unos días
después de su muerte. Con el nuevo título abreviado de La búsqueda de
interlocutor, Anagrama publica a finales de mayo una edición corregida de
su recopilatorio de artículos que estrenó Nostromo en 1973.El 8 de junio asiste
a su último acto público: recibe la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid
de manos del alcalde J, María Álvarez del Manzano. A pesar de sus molestias y
gran cansancio continúa trabajando con todas las fuerzas que le quedan en Los
parentescos, novela que dejará inconclusa, aunque muy avanzada. Jurado
Morales analizó Los parentescos resaltando:
“la importancia de los sentimientos, las relaciones familiares en la sociedad
posmoderna y del imaginario vital a través del estudio del protagonista,
Baltasar, que configura su mundo interior gracias a importantes viajes iniciáticos,
a los juegos, las lecturas y la tradición oral, en un claro paralelo con la
vida de la autora; desde el simple detalle de que también organiza su vida
escribiendo en cuadernos.”
Concluye
este autor que toda su obra es una “sinécdoque del conjunto de la sociedad
española de su tiempo."[12]
Ofelia
Grande de Andrés, la directora de Siruela, está recuperando la obra completa de
C.M. Gaite y opina que “El suyo fue un viaje heroico; de una niña de provincias venida a Madrid con todas sus
restricciones hasta la libertad que se respira en Caperucita en Manhattan o Cuadernos de todo, un sueño que no todas las mujeres pueden
compartir.” El 19 de julio, C- M. Gaite, es ingresada muy grave en la Clínica
Ruber Internacional de Madrid. Recibe las visitas de sus familiares y amigos íntimos,
que se despiden de ella conscientes, al ver su estado, de su inminente
desaparición. A la una de la madrugada del domingo 23 de julio muere C.M. Gaite,
abrazada a sus cuadernos de todo.
Su legado y
reconocimiento.
Ana
Martín Gaite, única pariente directa que sobrevive a la escritora, se convierte
en la albacea de su legado.”.Los parentescos ve la luz en febrero
de 2001, en la editorial Anagrama, con prólogo de Belén Gopegui. Cuadernos
de todo, de casi 700 páginas se presentó el 25 de octubre de 2002 en
Salamanca. Su hermana Ana encuentra también el diario en forma de collages visión de Nueva York, publicado en Círculo
de Lectores y Siruela en 2005. Es una cuidadísima edición facsímil a todo color
del cuaderno íntegro. Su presentación, en mayo de 2005, se convirtió también en
uno de los numerosos homenajes que Carmiña ha recibido –y seguirá recibiendo–
desde su muerte (más los numerosos brindados en vida). Además de su hermana,
participaron sus amigos Soledad Puértolas, Josefina Aldecoa, J. L.Borau, Mari
Cruz Seoane, Joan Brown y José Teruel.
Defensa de la fantasía e infancia en Gaite.
La fantasía
se ha denostado quizá por asociarla a lo irracional y a la evasión pero a Gaite
y las otras autoras que hemos mencionado les servía por el contrario como punto
de partida de la reflexión y mayor conexión con la realidad. Gaite recurre
mucho al cuento de El traje nuevo del
emperador: es un niño quien dice la verdad y denuncia la desnudez del
poderoso.
La fantasía es
sinónimo de la creatividad artística; desde el éxtasis místico, las
inspiraciones románticas, y juegos con el inconsciente. El barroco (y por
ejemplo La vida es sueño) jugaba con
la metáfora de la vida y la muerte como sueños, mezclándose dónde acaba uno y
empezaba el otro; siendo sólo el dormir (la siesta del fauno). En su época la llamaban “la loca de la casa”, que en un realista
como Galdós tiene sentido peyorativo y en una autora posmoderna como Rosa
Montero una nueva reivindicación de la literatura como fantaseo muy coherente.
El siquiatra
Carlos Castilla del Pino les influye en esta concepción de la fantasía con su
libro El delirio, un error necesario,
y sus estudios sobre el amor y la creación, siguiendo a Ortega y Gasset. Una
fantasía compensativa y complementaria de la vida, no supletoria o sustituta.
Serán los románticos los más reivindicativos de esta fantasía, que es a su vez una queja de que no se haga
real; Coleridge despierta con todo el paraíso que ha soñado reducido en una
simple flor bajo su almohada. (Pero también Monterroso despierta con la
sensación de que “el dinosaurio sigue ahí” en la dictadura de su país; o Kafka
convertido en un insecto de la burocracia.) El fantasioso se puede hacer
introvertido sub-realista, como en la
pesadilla de Kafka, o extrovertido como en los manifiestos supra-realistas. Y este “surrealismo cotidiano” ya lo reflejan las
obras del barroco, el propio Quijote. Bretón respondía con ironía a la
burguesía cuando le acusaba de falta de realismo “¡claro que es surrealista
limitarme a describir el día a día de su fábrica!” En esta búsqueda del
realismo mágico, las obras del boom latinoamericano o los narradores sureños
influyen a Gaite, así como lo hará Tolkien en O. Rey Gudú. La fantasía por la fantasía, como en El Principito o Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo
(un tema el del espejo presente en todas las novelas de Gaite) o Peter Pan en la isla de Bergai y la discoteca
Cunigán.
La fantasía
construida literariamente como micro mundo ontológico; con sus señas de
identidad culturales propias, su lenguaje, sus normativas…La Edad Medía de
Matute no es la histórica sino que funciona en un tiempo y espacio simbólico,
aunque pueda asemejarse por la crudeza que relata. De-construye las fabula de
Esopo, Samaniego, Racine; Perrault (Caperucita
en Manhattan) y sin embargo respeta las versiones originales de los cuentos
románticos de los hermanos Grimm o de Andersen (El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves.) No les interesa
tanto la moraleja ilustrada, una pedagogía escolástica sino un consejo vital
que ayude al niño a vivir.
Gaite tiene
“más cuento que Calleja” como se decía en su época pero busca un mensaje laico y tolerante en sus cuentos
infantiles. Gaite en Usos amorosos del
dieciocho y de posguerra en España investiga en cómo se han impuesto estas
fantasías heterónomas en la sociedad, hasta un plano tan íntimo como el
erótico, reivindicando construir nosotros autónomamente nuestras propias
Retahíla Conclusión personal.
C.M.
Gaite definió la literatura como libertad. Y aunque parezca fragmentaria
(bordada de retazos al hilo de sus cuadernos) nunca pierde el hilo conductor de
coherencia; la fusión de géneros es otra característica que hace inclasificable
de su obra. Muchos críticos advierten que sus novelas giran en torno a una
serie muy limitada de temas recurrentes. Manuel Durán en 1981 considera toda la
obra de Gaite "un libro en el que se
van produciendo diversas transformaciones.”
Algunos
de esos temas repetidos son la búsqueda de interlocutor y la necesidad de
diálogo; el intento de comprender mejor el presente a través del recuerdo del
pasado; la intertextualidad,
meta-literatura y el papel que juega en la vida de los protagonistas; la
participación del receptor en la obra; el mundo onírico con sus elementos
fantásticos; su defensa de la infancia, su individualismo original (a veces
hasta humorístico) y el interés que muestra por la problemática de la mujer,
tanto de clase alta como baja, en el paradigma de las señoras y las criadas.
También es complicado estudiar esta obra
abierta por su multi-significación:
a Gaite le preocupa atraer a su
interlocutor (los efectos en el lector) y podemos seguir su trayectoria
estética teniendo presente el cambio de una dictadura a unos tiempos de movida
madrileña y existencialismo de élite hasta la sociedad de masas actual. Por si
esto fuera poco aliciente para escribir este trabajo se trata de un material
físicamente abundante.
Con
el concepto de Retahíla(“Serie larga de sucesos o cosas no materiales, iguales o análogas, que
están, suceden o se mencionan una tras otra.”)se referirá a unos textos largos
de aparente escritura automática, (semiautomática porque
piensa mucho antes de escribir), en la que luego tacha algunas palabras, añade,
quita y hace correcciones. De esta forma, Cuadernos
de todo se va tejiendo de textos fragmentarios, de ideas para posibles
novelas. Mediante frases cortas y recortadas va hilando un
discurso lleno de coherencia y además de recursos metafóricos evocativos y sugerentes.
Gaite inventa así un macrocosmos lingüístico con sus propios
neologismos, hace del diccionario un lenguaje propio mezclando los usos
lingüísticos de posguerra e interesantes lecturas posestructuralistas, deconstructivistas. ¡unos pensamientos
mágicos tan lógicos que se necesita un "ritmo-lento" para contar
bien, mimar, coser, enhebrar, ordenar, tirar del hilo de la cometa y
hasta cocinar todos estos retales, retahílas, retazos, ovillos,
fragmentos de mi interior destinados a esa búsqueda del
interlocutor soñado.
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[1](Matute
además de ilustrar todas sus obras, también dibujaba muy bien, se tomaba el
placer de hacer cartografías de sus mundos fantásticos, como en el Reino de
Olar)
[2]programa de RTVE en que se
entrevistaban a escritores
[3]Sin embargo, Laforet y Matute apenas
han dejado poéticas. Las de Matute se pueden rastrear por ejemplo en sus muchas
conferencias o en el excelente discurso, sugerente y poblado de hadas y cuentos
de los Grimm, pronunciado ante el Premio Cervantes. Es una defensa a la
fantasía.
[4]Para esta parte biográfica me he
basado en el trabajo Tras la huella
literaria de Carmen Martín Gaite. estudio biográfico y aproximación didáctica
de Raúl Cremades publicado el 25/3/2013resumiéndolo y ampliándolo.
[5]La
primera crítica del franquismo no consideraba Entre visillos una crítica social, al modo de El Jarama, al ser escrita por una mujer, retratar personajes
femeninos y dirigirse supuestamente a mujeres pero es más correcto, sí hay que
poner “letrero” “estandarte” o “bandera”, calificar su obra de un fantástico costumbrismo, o surrealismo
cotidiano, y en los cuentos infantiles es donde más se ve, como ella misma
reflexionó en su conferencia Brechas en
la costumbre, recogida en el recopilatorio Pido la palabra (p.342-358.)
[6](en Irse de Casa o Lo raro es
vivir sobre todo, pero también en La
reina de las nieves, donde como Laforet, crea un personaje donante que se corresponde con la madre Nieve de los Grimm, o con el arquetipo de Jung de una
madre-diosa naturaleza.)
[7]Lo
sufrieron las otras dos autoras y Laforet de forma más dramática con un esposo
que le chantajeó ante notario con que solo viajaría si no contaba nada en sus
novelas de su “feliz matrimonio.”)En El
cuarto de atrás habla de un primer medio novio que conoció allí, que la
amaba platónicamente, y no iba a verla, y quizá sea tan soñado como ese
personaje de negro que podría identificarse con este antiguo amor.
[8]Ferlosio
era hijo del escritor y político falangista Rafael Sánchez Mazas, y de la
italiana Liliana FerlosioVitali. Nació en Roma el 4 de diciembre de
1927.Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, donde se
especializó en lenguas semíticas. En esta época, ya contagiada por las
inquietudes literarias de Aldecoa, Rafael y el resto de sus amigos, Gaite
comienza a colaborar con sus cuentos en revistas literarias madrileñas (La
hora, Juventud, La estafeta literaria, Clavileño, Alférez, El
español, Índice, Correo Literario y Alcalá.)
Le pagan entre 75 y 100 pesetas por cuento publicado.
[9]parecida
a la de Matute cuando su primer esposo (“el malo”) la separa durante años de su
hijo Gonzalo. Matute necesitó Olvidado
rey Gudú para superar esta perdida y bloqueo creativo; y Umbral Mortal y Rosa, también dedicado a su
hijo fallecido, como Caperucita en
Manhattan lo dedica Gaite a su hija en 1990.
[10]Nacido
en 1894, Mazas fue un escritor y político influyente en los años previos a la
Guerra Civil española y en la primera etapa del franquismo. Fue fundador de la
revista El Fascio y de Falange Española en 1933 y llegó a ministro
sin cartera (1939-40) en el gobierno de Franco. Publicó novelas, ensayos y
poesía. También fue miembro de la RAE (1940) y Presidente del Patronato del
Museo del Prado.
[11]La leve
denuncia del rol femenino añade a las autoras feministas que ya conocía (Simone
de Beauvoir, Virginia Woolf…) a Judith Butler o Betty Friedman.
No parece
convencerle el feminismo liberal que asocia con el capitalismo, ni el radical
que le llevaría a renunciar a una sensibilidad romántica. Simpatiza más con un
feminismo social, pero humanista, posmoderno y no de masas.
[12]Va
en la línea de Demonios familiares de
Matute, que también deja inacabada su fallecimiento, y que continua la temática
de Primera memoria, o Paraíso
Inhabitado, donde idealiza su infancia, sin ocultar la frialdad de los
personajes adultos, la crueldad de los niños pobres que ella sólo veía desde
una ventana.
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