domingo, 18 de octubre de 2020

EL CURSI ROMÁNTICO DELIRIO DE ROSITA

 

El cursi- romántico delirio de RositaROSITA EN SU BALCONADA  Soñé que mi príncipe azul escalaría esta tapia, subiría por mis trencitas y tirabuzones y me besaría en los labios. Cada noche lo esperaba en este balcón. Por las mañanas regaba los geranios de la terracita y hablaba con las vecinas. Unas iban a la compra, con la bolsa en la mano, cargadas con el carrito, y me contaban del tiempo que hacía, hablaban de dietas, del papa, del condón, del aborto, del maltrato de género y de la unión europea, mujeres enfundadas en chándales que hacían footing para bajar un poco los michelines que sobresalían a través de su chándal. Parecían un poco resentidas de que conservara esta delgadez, pero mi delgadez es la de las almas idealistas, un estado del alma de natural nervioso y melancólico que nos impide engordar pues siempre estamos en tensión, con los nervios a flor de piel, tanta actividad cerebral y sentimental nos impide engordar. Pero ya quisiera yo ser grande, hacerme notar, no obesa, pero si una mujer fuerte, musculosa, corpulenta, como si fuera en relación la talla corporal y la tranquilidad de espíritu, esa laxitud y ese humor que tienen las gorditas. Siempre felicianas de la vida o eso al menos aparentan. También hablaba desde mi balcón con los vejestorios que salían de misa o de largas listas de espera en el ambulatorio. Estas me contaban sus largas listas de enfermedades, siempre quejosas, urracas parecían...Pero de mi príncipe azul ni rastro. Hasta que una noche lo vi, él vino a recibirme al balcón. Bajaba de un corcel dorado con crines lapislazú, y hacia gestos galantes y corteses con su sombrero de plumas.  Pero sólo era un sueño, debía despertar... la luz, la luz me cegaba los ojos, yo no quería abandonarle, Noooo, gritaba, pero la luz se iba haciendo y de pronto ante mí surgía la figura siniestra de mi aya, hecha en las sombras, recogida entre silencios, encorvada ante las cuatro paredes de mi alcoba.

EL PEREGRINO A SANTIAGO DE COMPOSTELA

Peregrino – Niña, sal a los balcones. Quiero ver como la dulce Eo, la aurora, besa tu piel, y Helios, el sol, baña tus cabellos con su hálito primaveral trayendo en sus efluvios emanaciones de Vida.

Rosita - ¿quién así me llama y despierta? ¿Acaso no sabe que hay palabras que arden, palabras de amor bajo la estopa, palabras más calurosas que estepa o sol? 

Peregrino– Las palabras topan con tu belleza y se sienten cohibidas. Ante tu presencia los poetas enmudecen y las musas quedan afónicas.

Rosita  – Cierto es que hay momentos en que toda palabra sobra, y otras, como dice el señor cura, en que una sola palabra bastara para sanarnos.

Peregrino– yo he ido buscando esa palabra por el mundo. Dios no gusta de dormir en los retablos de las iglesias, pero aún no sé donde reposa en su sueño eterno.

Rosita - ¡ay, que herejía! ¿Dónde esperas, pues, hallar a Dios? ¿en tus borracheras de vino triste, en tus malas compañías, en las mujeres de mala vida que a tu brazo se aferran, muletas de tus desvaríos?

Peregrino- Veo que sabes leer en la faz el rostro del alma. Veo que conoces mi interior o al menos te atreves a pre- juzgarlo. Aquí me tienes, eccehomo, esto el dolor y la pasión han hecho de mí, cebándose un rato largo, y sin embargo... si volviera a vivir volvería a hacer todo lo que hice, seguiría errando en mi santa compaña si así me lo permitieras, dulce Rosita. Sé tu mi error, mi más sublime error fatal en esta vida. 

Rosita- Muerta hará años que estoy. Me hastía este calabozo, aquí ni la luz del sol entre y el viento malo del desierto me penetra... y siento sobre mis brazos posarse una sombra caliente, que me trae ecos de lejanas playas, de lenguas beréberes y pasiones inconfesadas. ¡pesan tantos los pasos de los transeúntes! Desde aquí observo, sin ser vista, como las viejas chismosas. Observo y espero, paciencia engendra ciencia, paciente e indolente, mientras la vida pasa ¡y aquí no pasa nada!

Veo la vida pasar: parejas, bifurcas, borrachos... y todo es tan ajeno a la melancolía de este torreón como a un muerto puede serle el reino de los vivos.

Peregrino - no, Rosita, no digas cosas tan tristes, que no estás muerta, que también al pétalo de rosa lo confunden con una espina marchita. El capullito de alelí es más bonito sin abrir aunque a sí mismo se parezca mustio.  

Rosita  escóndete tras el matorro de brezo, oigo pasos en la escalera, mi aya no tardará en abrir esa puerta. Por favor, sigue tu camino y déjame en el mío, no te detengas ante el dolor de una estatua, ni muerta ni viva, sino muerta en vida y que no merece más compasión que la que el baño de la luna que la besa su cara.

Peregrino – Dulce niña, también Diana o Venus eran estatuas, y sin embargo ardían por dentro de desenfrenada voluptuosidad. Te has atrevido a pre-enjuiciarme, has intentado vislumbrar mi interior, y yo me permito a su vez conocer lo que preservas en tu corazón. Pronto descubriré el néctar que se esconde tras tus pétalos. Adiós, dulce Blanca Flor. 

Rosita  – adiós, bravucón y loco soñador.

(entra Aya)

AYA - ¿Puede saberse con quien hablabas? Ay hija, mira que no ganamos para sustos. Ahora no nos salgas caprichosa, nunca has dado de que hablar en el pueblo pero si persistes en tu cerrazón a casarte pronto vas a ser la solterona de este pueblo, y solteras de oro sólo pueden serlo las excéntricas literatas y porque ellas nacieron entre algodones y no entre cochineras y porquerizos como es tu caso.

Rosita. No, aya, ¡que equivocada está usted! El amor no entiende de dinero ni de géneros, ni de lugares, edades ni chismorreos. El amor está por encima de todo, erguido sobre este pueblo podrido, y baña los cementerios y se corona por todo lo alto pero no en las cúpulas de las iglesias sino hasta en el más humilde de los pesebres. Allí nace el amor, el amor puede engendrarse también en una flor, que de pronto se siente bella.

AYA. No, la errada eres tú. Aquí te casas con el que tienes a mano. Aquí se casan entre primos o por la ley de hermandad, si muere el cónyuge te quedas en manos del cuñado. Aquí te casas por dinero. Te casas con el del pueblo y con el pueblo, para que no se diga el qué dirán. El amor no es como en las novelas, niña, desengáñate. ¡ay, la adolescencia! ¡qué prepotente! Cree conocer todo sobre el mundo cuando en realidad nada sabe ni de sí misma. Que atrevida es la ignorancia, y te lo dice una que estudios no tiene, pero que sabe lo que es la vida, y tan cierto como que el gallo acaba de cantar... es que tú te casaras con Onofre Buenoscuartos antes de que la noche caiga sobre esta villa. Palabra de aya que no se calla. Así escrito está, y nada puede hacerse contra una ley que mana del altísimo como maná celestial sobre su Biblia dorada.

Rosita. ¡Palabras fatales! ¡está escrito mi sino! ¿quién en tinta indeleble sella así mi Destino? Ni siquiera puedo imaginarme que la crueldad de mí tía abuela raye en este sadismo. Me quiere casar con el hombre más feo de esta ciudad, con un corazón oscuro que le ennegrece por dentro y por fuera. ¡Aunque se vista de seda puerco se queda!.

Ya me han contado que le pretenden por su dinero y que él tampoco hace ascos a sus eventuales amantes. ¡Qué asco! ¡qué autentica grima me inspira ese nombre y lo que a él se le empareja! Mal cuarto siempre me esperará al lado de Buenos cuartos. ¡mal rayo lo parta en dos! 

AYA. Al menos es un hombre liberal, libre- pensador de esos, que ha hecho las Italias, con más cultura que la que guarda el cura en su biblioteca. Y creo que es de esos que consienten que la mujer goce de parecidos placeres a los del hombre

Rosita. ¡Ah, un cabrón! Él que gusta de ver a su mujer prostituida en brazos de otro, el que consiente la infidelidad y el que cree en esa patraña de la libertad sexual.... no tiene otro sustantivo el que gusta de sus cuernos. Pues sí que es  extraño... ¿Y qué es pues para este hombre el amor? ¿tener una esposa para la noche y despertar entre concubinas a la mañana? Por favor, aya, déjame sola, me hundiré en mi propia congoja. No puedo soportar el peso insoportable, toda la gravedad funesta, de esta realidad.

Dile a Doña Visitación que acato el matrimonio con la firme condición de que ese hombre jamás ose besarme. Ni siquiera en la iglesia mezclaré mis labios con los de ese engendro horrendo. (Se va Aya mofándose de los desvaríos de su amita)

 

Rosita: ¡ay, Luna, tú sí que existes aunque digan que has muerto! Tú, oh luna, acompañas a las mujeres desde su primera regla hasta su último parto, eres mi fiel consejera, quizá porque no me saldrás nunca con lo que me sale esa torpe aya. Callas y eso me gusta, porque callas y otorgas, porque callas ausente sintiendo el dolor que tanto me aflige en mi pecho. Lo comprendes y lo compadeces envuelta en tu sereno silencio. Cuando te miro, luna, creo ver en tus ojos el brillo argentino de mi madre muerta.

Ay, apiádate ahora, mamá, y desde allá arriba lánzame un conjuro que me salve de este destino adverso. Enséñame, luna, tu reverso. 

 

CONTINUARÁ

AYA – Quítate, niña, de los balcones, no vayan a verte llorar los hombres.-

ROSITA (soñadora) - perdón, aya, no puedo evitarlo. Siento que las nubes rosadas me acarician la cara, en mis ojos centellea todo un firmamento. Mis labios un día se comerán la luna anaranjada.

AYA- ay, hija, que sandeces dices, a veces me asustas... ¡ni que tuvieras un amante escondido bajo el alfeizar! Es tu manía esa de creerte una enamorada o así, que las habladurías... que los chismorreos... las malas lenguas.... se rumorea.... las paredes que ya se sabe que hablan...

ROSITA – ay, calla, aya, dirán las paredes lo que tengan que decir pero mis labios están sellados como una tumba, sepulcro en que me pudro, infierno en el que ardo por dentro. Y por fuera... templanza, ver, oír, callar y santas pascuas. Resignación, hija, resignación. ¿No es eso lo que venías a aconsejarme? 

AYA – la soberbia es la peor de las indecencias. Te vas en agua y resultas presa fácil para los hombres... ellos ven a una desvalida y la que amanece doncella se acuesta matrona, para que nos entendamos... que a medias palabras orejas no faltan.

ROSITA - yo no he cometido pecado carneo, doña Eustaquia

AYA - pecado no, ángel de candor, eso ya son palabras mayores, pero sí pecatas minutas, pecadillos, que a veces te las das de listilla, de marisabidilla, leyendo libros por la calle, y la gente murmura y la gente comenta y se dice por ahí... que te exhibes como una mujer pública, vamos, no me gusta rumorear pero ante esto nunca orejas faltan....

ROSITA  Ay, no, no, por Dios, si me paso la noche con el devocionario, y susurro el rosario para el cuello de la camisa mientras repaso cuentas... cumplo con todos los prefectos que yaya ordena y jamás falté un sólo día a la cita con el señor.

AYA Sí, hija, pero los hombres no quieren ni perdidas ni beatas, hablando en plata, y tu a este paso, si ahora te las das de monjita acabas para vestir santos o de aya, como yo, y quiera el cielo guardarte mejor destino. Y ahora, chita, que viene abuela y esa si que se las gasta.

(Entra Doña Visitación)

TÍA VISI Buenos mañanitas de la virgen, niña, nos de Dios. ¿has recogido tu cuarto? Aya, te he dicho que no hagas su cama, que tiene que habituarse ya a las labores de una mujer, van para 18 si no me equivoco, ¿verdad, hija mía de mi arma? Me gustaría hablar a solas contigo, ¡aya! ¡evapórate como alimaña a su rinconada! (se va Aya)

Podría extenderte fardos de paja... pero vayamos al grano... sabes que desde que murieron tus padres, en santa gloria el Señor espiritual les guarde, me he desvivido por darte una educación decente, porque jamás te faltara que llevarte al estomago e incluso has estudiado y me has ayudado en el telar... ¡mas libertad no ha podido faltarte!

Aquí a cuerpo de rey, bonita, te tratamos como una reina, queja alguna jamás podrás increparme. Ya ves que nunca favor te pedí... y sin embargo ahora paso racha mala, ¡con decirte que nos han cortado la luz y el agua...! ¡Ni María, la del ultramarinos, me fía ya, toda cuenta a crédito tiene sus límites! ¡Ay que deshonra, hija, ay que vergüenza pública! Eso sí, seremos más pobres que las ratas... pero la cabeza te la quiero ver siempre alta, que no se diga. Te he arreglado un matrimonio ya, de momento sólo apalabrado y palabras sobran pues se las lleva el viento, pero palabra de caballero es garantía de buen dinero y palabra de castellano nunca engaña al aldeano... y honor nunca falta pero en estos tiempos.. el dinero no surge de las piedras, mi candorosa niña novelera. En resumidas cuentas: sólo falta que asientes con la cabeza pues no queda otra, por más empeño, que casarse con el rico del pueblo.

ROSITA ¿Un matrimonio? Jamás hombre alguno conocí, ni en sus redes caí.

TÍA VISI Hija, esto es lo que hay, no hay más, Santo Tomas, lo tomas o lo dejas, aquí no podemos andarnos con escrúpulos ni medias tintas. Su padre tiene buenos cuartos. Así que aquí te dejo a solas, con la luz de los vellones y de este quinqué medio apagado. Hija, no me mires así, que la pela es la pela y Barcelona es bona si la bolsa sona, así que... con tu pan.. tumaca... te lo comas. Adeú, niña.

ROSITA No, Doña Visitación de La Virgen Inmaculada en su santa Concepción, no me deje así, a medias ascuas, a mi: ¡palabras claras!. No se vaya, se lo ruego, y responda, no me salga con misterios e intrigas... dígame, ¿quién? ¿Quién es él? Ya temo lo peor..

TÍA VISI Pues témelo, hija, témelo, el temor de Dios serena a una, y así cuando mañana te diga su nombre estarás preparada para lo peor y no te llevaras disgusto.

¡No llores que no te servirá de nada! A mí no me das ninguna pena, que vives como una reina y este te va a tratar a las mil maravillas. Y si lloras, ya sabes, descorre la cortinas, tapia las ventanas, ¡aya!, venga y apague ya la luz de esta casa, que la oscuridad se cierna al compás del corazón de mi nieta. Cierra con candado el balcón para que asomarse no pueda ya a contar las estrellas. Si llora se verá que pasamos hambre, se creerá que busca marido esta buscona, o que la tenemos aquí encerrada a cal y canto llorando su pena. Estate dichosa pues señora serás ante el Señor, una dona, de la noche a la mañana, sin comerlo ni beberlo. Serás la esposa del rico del pueblo, pasearas en sus brazos por el espolón y las plazas, pues.... ¿de qué sirve ahora la buena cuna si tu santo padre sólo nos dejó deudas y los malditos pagarés de su entierro?. ¡¡¡que ya son ganas de morirse y matarnos a todos!!!

AYA – Ay, parece que estamos invitando a que entren las moscas a esta casa, cerremos todas las ventanas, apaguemos todas las luces. Ya es hora de dormir, niñita, ¡ay, quien pudiera acunarte como antaño!, el tiempo pasa tan igual para todos.... la noche va cayendo su manto de muerte dulce sobre todos nosotros... Ya todas las luces de esta casa se apagan. ¡grillos! ¡váyanse con la música a otra parte!, ¡silencio!, ¡A callar!, ¡A dormir!, ¡silencio he dicho! Que la niña duerme, que la niña sueña, que la niña.... ¡calla!

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Rosita. No, aya, ¡que equivocada esta usted! El amor no entiende de dinero ni de géneros, ni de lugares, edades ni chismorreos. El amor esta por encima de todo, erguido sobre este pueblo podrido, y baña los cementerios y se corona por todo lo alto pero no en las cúpulas de las iglesias sino hasta en el más humilde de los pesebres. Allí nace el amor, el amor puede engendrarse también en una flor, que de pronto se siente bella.

AYA. No, la errada eres tu. Aquí te casas con el que tienes a mano. Aquí se casan entre primos o por la ley de hermandad, si muere el cónyuge te quedas en manos del cuñado. Aquí te casas por dinero. Te casas con el del pueblo y con el pueblo, para que no se diga el que dirán. El amor no es como en las novelas, niña, desengáñate. ¡ay, la adolescencia! ¡que prepotente! Cree conocer todo sobre el mundo cuando en realidad nada sabe ni de sí misma. Que atrevida es la ignorancia, y te lo dice una que estudios no tiene, pero que sabe lo que es la vida, y tan cierto como que el gallo acaba de cantar... es que tu te casaras con Onofre Buenoscuartos antes de que la noche caiga sobre esta villa. Palabra de aya que no se calla. Así escrito está, y nada puede hacerse contra una ley que mana del altísimo como maná celestial sobre su Biblia dorada.

Rosita. ¡Palabras fatales! ¡esta escrito mi sino! ¿quién en tinta indeleble sella así mi Destino? Ni siquiera puedo imaginarme que la crueldad de mí tía abuela raye en este sadismo. Me quiere casar con el hombre más feo de esta ciudad, con un corazón oscuro que le ennegrece por dentro y por fuera. ¡Aunque se vista de seda puerco se queda!.

Ya me han contado que le pretenden por su dinero y que él tampoco hace ascos a sus eventuales amantes. ¡Que asco! ¡que autentica grima me inspira ese nombre y lo que a él se le empareja! Mal cuarto siempre me esperará al lado de Buenos cuartos. ¡mal rayo lo parta en dos! 

AYA. Al menos es un hombre liberal, libre- pensador de esos, que ha hecho las Italias, con más cultura que la que guarda el cura en su biblioteca. Y creo que es de esos que consienten que la mujer goce de parecidos placeres a los del hombre.

Rosita. ¡Ah, un cabrón entonces! Él que gusta de ver a su mujer prostituida en brazos de otro, el que consiente la infidelidad y el que cree en esa patraña de la libertad sexual.... no tiene otro sustantivo el que gusta de sus cuernos. Pues sí que es  extraño... ¿Y qué es pues para este hombre el amor? ¿tener una esposa para la noche y despertar entre concubinas a la mañana? Por favor, aya, déjame sola, me hundiré en mi propia congoja. No puedo soportar el peso insoportable, toda la gravedad funesta, de esta realidad. Dile a Doña Visitación que acato el matrimonio con la firme condición de que ese hombre jamás ose besarme. Ni siquiera en la iglesia mezclaré mis labios con los de ese engendro horrendo. (Se va Aya mofándose de los desvaríos de su amita)

 

Rosita: ¡ay, Luna, tú si que existes aunque digan que has muerto! Tú, oh luna, acompañas a las mujeres desde su primera regla hasta su último parto, eres mi fiel consejera, quizá porque no me saldrás nunca con lo que me sale esa torpe aya. Callas y eso me gusta, porque callas y otorgas, porque callas ausente sintiendo el dolor que tanto me aflige en mi pecho. Lo comprendes y lo compadeces envuelta en tu sereno silencio. Cuando te miro, luna, creo ver en tus ojos el brillo argentino de mi madre muerta.

Ay, apiádate ahora, mamá, y desde allá arriba lánzame un conjuro que me salve de este destino adverso. Enséñame, luna, tu reverso. 

 

Ya suenan campanas. Ya tocan a boda. Ya los niños tiran flores y coronas. ...  ¿ande andará Rosita, la más bella flor del rosal?,¿ande andará la niña?

Ramón, un pretendiente nuevo del pueblo, se acerca a la ventana de Rosita y ella se pone tan nerviosa que se le caen los anillos. Ramón quiere ascender a su ventana para hacerla el amor y a ella se le cae una maceta al suelo. 

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