Me abruma que esta autora haya escrito tanto, se asegura que guardaba unos 600 cuadernos de todo, 300 artículos de prensa tirando del hilo y ni se sabe lo que quemaron ella y su hermana “cuando les daba la piromanía, para que no se
lo expropiara el hombre de Texas americano” (el capitalista lobo de Caperucita en Manhattan) ¡Se puede
abordar desde tantas perspectivas y tantos aspectos que no sé qué hacer; quizá
partir de Cuadernos de todo, que
aglutina toda su obra de ensayo, novela...y su propia vida, y del Cuarto
de atrás! Para leer y escribir se necesita
“atención”, hasta para distraerse en el vuelo de una mosca o estar en las nubes hay
que prestar atención. Y luego se necesita un pretexto. Con el concepto de Retahíla (“Serie larga de sucesos
o cosas no materiales, iguales o análogas, que están, suceden o se mencionan
una tras otra.”) se referirá a unos textos largos de aparente escritura automática, semiautomática porque piensa
mucho antes de escribir, en la que luego tacha algunas palabras, añade, quita y
hace correcciones. Mediante frases cortas y fragmentarias va hilando un discurso lleno de
coherencia y además de recursos metafóricos evocativos y sugerentes. Gaite inventa un macrocosmos lingüístico
con sus propios neologismos inventados, hace del diccionario un lenguaje propio mezclando los usos
lingüísticos de posguerra e interesantes lecturas posestructuralistas, deconstructivistas. ¡unos pensamientos
mágicos tan lógicos que se necesita un "ritmo-lento" para contar
bien, mimar, coser, enhebrar, ordenar, tirar del hilo de la cometa y
hasta cocinar todos estos retales, retahílas, retazos, ovillos,
fragmentos de mi interior destinados a esa búsqueda del
interlocutor soñado. Necesito para empezar a
escribir de ella crear un ambiente idóneo de representación teatral o
performance deconstructivista posmoderna en mi propio cuarto de atrás: el
pitillo de Greta Garbo sobre el cenicero, los fetiches de costura
con la máquina de coser puzles y collages
y fotos de actrices, los libros llenos de hipotextos
desperdigados por el suelo y todos estos consejos para cocinar la escritura.
Convierto mi mesa de estudio en un taller de poeta-obrera manufacturera, del
gremio costurero artesanal y boina “I love Nueva York” a lo dadá.
Abro mi
ventana a otras ventaneras-soñadoras-fantasiosas que queramos hacer estas
labores artesanales y domesticas por propio gusto y no por imposición del
marido Ferlosio ni obligados por autoridades, como esos maestros que contaba C.
M. Gaite que distinguían entre la redacción subjetiva de invención y el relato
objetivo del viaje en el bus a un monte con iglesia. Ella quiere ver la ventana
por delante y por detrás, dirá en su entrevista con García Soler. Se empieza a escribir
desde el cuarto de atrás, nuestro inconsciente, tratando de ordenarlo (su casa
en Dr. Esquerro no es el mejor ejemplo, mi mente y este análisis tampoco) ¡en
qué trabajo titánico y tiránico me he metido!; prometeico por transgresor y
algo destructivo de mi vientre (Nietzsche opinaba que los sentimientos se hallan
más allí que en el topos arterial del corazón, y que se “escribía con las
vísceras”). Es titánico, pero no tarea absurda de Sísifo, por lo que a mí me
puede aportar a mi propia escritura, por lo que pueda llevar a conocer su figura (un juego de versiones de
sí misma) y su obra (un juego de fragmentos de interiorismo que no pierde la
coherencia ni en su vida ni en su unitaria obra)
Quienes
no distinguen de trasformación de estilo, finitos temas e infinitas significaciones
la colocaron el letrero de
"monotemática", Pero es una
autora polifacética y variada en el
tratamiento a estas obsesiones repetidas. Le daba a todos los palos y “a los palos secos" de los morfo lingüistas patada
parecida a la que recibe el pobre Todorov en El cuarto de atrás, aun siendo su Introducción a la literatura fantástica el preferido entre aquellos
libros de ismos de Propp, Bajtín, Chomsky, U. Eco,...que solo hablan de sí
mismos (meta) y para sí mismos, sin
ese lector común de interlocutor. Parece
estar hasta los mismos de tantos ismos y aunque asegura en El cuento de nunca acabar “no me arrepiento
de estas lecturas, pero quiere usar estos ensayos en una novela ¡y menos mal
porque así no me llamarán para conferencias de ese tipo!” ¡Aunque no
dejaron de llamarla!) Así
surgió ese maravillo libro que no sabría encasillar sí de enseñanza a la
escritura, o pedagógico para estas madres de los 80 que querían ser escritoras
mientras sus hijos se aburrían en los columpios y ella inventaba divertimentos
jugando con estos niños abandonados de sus progresistas padres, como Wendy con
los niños perdidos o una Miss Lunatic del Retiro o de Central Park. En el cuento de nunca acabar no se sabe
dónde acaba la teórica literaria aconsejando en un taller de escritura, donde
la pedagoga interesada en una educación sentimental al menor (el primer
receptor de historias, de cuentos orales, el interlocutor preferido por la
autora es ese niño que interrumpe a la madre pidiéndole que lo cuente “pero con
ganas” (Barthes dirá: “a un escritor no
hay que pedirle tanto que escriba algo
como que lo diga con voluntad de escribirlo”)
Hay
miles de trabajos poniéndola “letreros, estandartes y banderas”, algo por lo
que protesta repetidamente en Cuadernos
de todo. ¿Metaliteraria? En
una entrevista afirma desconocer
prácticamente esta palabra cuando escribió El cuarto de atrás, quizá
falsa modestia. Se la
considera memorialista pero
ella se queja del exceso de autobiografías en su tiempo, y afirma que no pretendía
escribir sus memorias pero toda su obra
ya la recuerda y se teje de retales y fragmentos de ella misma dejándose ver,
pero no como un libro abierto sino con un erotismo bien enmascarado. ¿Cronista social, testimonio de la
posguerra, barroca, autora-ficción, cuentista infantil, narradora fantástica,
neorrealista? (etiqueta únicamente por pertenecer a la
generación del 50 y por Entre
Visillos, un Jarama femenino, la novela coral de unas “niñas de
provincia” de alta clase social en una ciudad de con mentalidad pueblerina de
casarse cuanto antes, a lo Jane Austen.) Prefiere
“contar” a decir o narrar, al tradicional verbus dicendi, sabe que la tradición
literaria fue en su origen oral, revindica lo sensorial interior sobre la
grafía de la forma, la literatura es el sucedáneo, fármaco o bálsamo de la
vida,, surge cuando no tenemos interlocutor a quien contárselo directamente, cuando necesitamos que la
escritura sea memoria perdurando, testimonio vital de palabra para las nuevas
generaciones, que ella consideraba muy parecidas a la de su juventud (Se
refiere a La movida o el Kronen, con el paradigma de su alumna
y amiga Belén Gopegui.) C-M Gaite se sentía joven a cualquier edad, un tema del
paso del tiempo y la vejez que lo asume con serenidad en Cuadernos de todo. La voz
literaria de Gaite rejuvenece a cada novela nueva, hay quien dirá que se
“recicla” a las modas de cada momento histórico de España, pero sí algo odiaba
era estar ir “a la page”o “demodé”,
etiquetas de progre o retro y la trasgresión por la trasgresión, (“no puede un escritor plantearse: ¡voy a escribir un cuento original! sino
encontrarse en el medio del cuento con ¡coño, este cuento me está saliendo
original!” (C. d todo.)
¿Feminista? Su retahíla es la queja
gallega; mezclando lo concreto y lo abstracto en una queja contra el
varón y una reivindicación de género, los monólogos de los personajes femeninos
se mezclan y multiplican en una voz coral. Pero detestaba el feminismo de
masas, gaseosa, como se lee una y otra vez en sus artículos. También la visión
esencialista de la mujer impuesta por la estructura totalitaria, pues muchas
adolescentes se dejaban engañar por las radionovelas de amor y otras
construcciones culturales. Ella pide que se escuche, se vea, y se toque a la
mujer real y concreta. Su obra es una cantiga
de amigas (ahora se descubre que bajo las voces figurativas “amado” y
“amada” se escondía la canción de dos
mujeres solas, dos ventaneras, de ventana a ventana cantando el amor
soñado.) Y así va analizando desde las canciones galaico-portuguesas,
los poemas trovadorescos, prestando especial atención a las amadas fríamente
por los héroes de la épica medieval (la pobre Isolda bebiendo la poción de
Tristán, Doña Jimena esperando casta al cid castellano…) Siempre desde una
perspectiva femenina. Como mujer libre
del medio siglo se interesa más por “la espera” de la mujer al héroe que
por el héroe en su Odisea. Helena era incapaz de desembocar ella sola, con su
belleza censurada de pandémica, la de Troya. La virgen no podía redimir tampoco
el pecado de Eva que no fue el otro que hacerle morder al hombre el deseo a través del logos, esa manzana
prohibida. Se queja Gaite de este esencialismo hacía la mujer, ya sea elevarla
positivamente como un modelo (Isabel de
Castilla –la marida del gran Fernando, Dulcinea del Toboso princesa
entre las aldeanas, Doña Inés el ángel del señor para la sección femenina) o contra-ejemplo
(Lilith, la primera mujer en los evangelios apócrifos negada a copular con
Adán, el hijo de Dios; maría la prostituta de Madgala, la mujer fatal, a la que
ella llama la enfermera, el segundo
plato en Tatuaje de Concha Piquer hasta
que el marinero encuentre otro amor de
cantina de postre.)
Ella no quiere
ser ángel ni diablo, sino C M Gaite y por eso le interesa la pueblerina Adonza
Lorenzo que necesita agacharse a cultivar el campo y luego preparar la cena al
gran literato que la tenía por musa y Diotima
entre las cocineras. Le interesa
la Teresa de Ávila motejada “la loca de la casa” en el convento (“la
casa de locos de la teología”, ironizaba
Voltaire) antes de motejarla santa y matrona de los escritores. Quiere
ver tras el mito, la mentira, la parte de verdad que había en esas mujeres, una
divinidad que estaba dentro de sí mismas y no respecto a unos ojos masculinos.
Por eso, cuando reflexiona sobre la mística de Teresa, por ejemplo al final de
sus Cuadernos de todo (misticismo
porque la muerte concreta, física, la de uno, va llegando.” Y no te engañes,
guapa, te estás haciendo vieja”) trata de imitar la serenidad vital y
formal de esta monja, pero apenas habla de Dios, habla de los sentimientos de
esta señora, igual que lo hará cuando estudie a la monja portuguesa. Se han considerado
“histerias femeninas” los “éxtasis, delirios, ataraxias…”de estas religiosas por
algún prejuicio materialista de Freud de reducir lo intangible a un instinto
material, por boutades como las de Ortega y Gasset en sus ensayos sobre el amor
“esas alucinaciones con el alter ego se debían a cierto pan de cebada
común en Ávila” etc. Tal como se lo
han contado en el colegio o en La Sección femenina estas mujeres eran
malos espejos, donde la mujer escritora no puede reflejarse ni refractar su
propia visión del mundo. Teresa dijo “la mujer a dios y a los pucheros” y hoy a una
feminista le puede alarmar, pero Gaite lo quiere entender como una receta de
cocina individual, cocinándose en el
alma algo que los demás no podían comprender y llamaban locura.
También le
ponen el letrero de antifeminista porque
no se comportaba dura como un hombre ni nos odiaba sino que buscaba siempre el
dialogo y no sustituirse en nuestros defectos, tan segura de la superioridad de
la mujer en muchos aspectos que no tenía
que estar repitiéndolo a cada momento; y tan segura de que "el sexo es un
rato" que apenas habla de él, pues ya hay mucha literatura mal contada y
aburrida (la novela rosa, las apologías morales
condenándola la libertad sexual femenina) que lo que menos le interesa
es el acto en sí, sino cómo se cuenta,
como se lo cuenta la mujer misma. La sexualidad es poder y saber, leyó en
Foucault, y la mujer ha desconocido la suya hasta hace bien poco. La sexualidad
es un juego añadirá ella, un acto
performativo (siguiendo este feminismo deconstructivista) que tiene valor por
su performance en sí, por la interpretación de estos roles del filerasta y el pederasta
que pueden ser intercambiables en cualquier orientación o tendencia sexual. Es
lo natural; lo libre del placer y también lo impuesto del instinto, pathos y
ethos hasta en el sexo, no inventamos nada, ni las posturas, que ya aparecían
en las obras más remotas (en Aristófanes x ejem.), pero jugamos a contarlas otra vez, de otra forma, con más ganas. Más que el sexo le interesa el discurso de la sexualidad (Foucault), cómo
nos han contado esta historia. Y nos la han contado mal por ejemplo desde la
censura carnal de Platón hasta la escolástica tomista. No quiere a la Laura
esencial de Petrarca o a la Isabel Freyre de Garcilaso, sino conocerlas a ellas
como mujeres reales, y no a través de los ojos de un interlocutor que no les deja intervenir en su discurso entusiasta
de idealización.
Le preocupa el tema de dios como la
creación de otra ficción, otra construcción cultural por motivos de ordenación
de la polis y sus derivados pragmáticos
y comerciales, y mal contada. Lo que le
preocupa es que la gente se tome al pie
de la letra este sueño sin atreverse a contarse sus propios cuentos y
fantasías. Parece tenerlo todo claro desde los 8 años cuando empieza a
leer y escribir; sigue una línea barroca (cervantina, calderoniana) pero dicho
en toda su sustancia fantástica, es una surrealista cotidiana, costumbrista
mágica, intimista, crítica social…¡letreros que otros le hemos puesto! Y otros
con los que ella misma se adornó: ventanera, soñadora, fantasiosa, en las
nubes, buscadora de nenúfares-esencias platónicas-, costurera de sueños, cazamariposas (como le decía su
profesor y le dice el profesor a Sofía
en Nubosidad variable: “no deje de perseguir mariposas con su red” Su
escritura trata de ordenar el caos, recomponer fragmentos, retales, botones,
costuras, retahílas dispersas, cristales mágicos, versiones, interpretaciones
de un espejo desfragmentado donde ya
no puede reflejarse la madrastra de Blanca nieves. Recomponer el espejo hecho
añicos de Narciso buscando la flor, lo más esencial de sí misma, sin caer en el ego (en la narración
egocéntrica, de victima autocompasiva,
gastronómica, insustancial de un saludo fatico en el ascensor…de la narración
thanatos)
Ella apuesta
por la narración eros, desde los textos del entusiasmo platónico (El
banquete, el Fedro), desde su profundo conocimiento sicoanalítico (Freud
para olvidarlo, con sus histerias femeninas, sus envidias al pene, sus
homosexuales enfermos de la lívido. Jung para resoñar a Freud. Lacan para
solucionar los traumas familiares….incluso presta atención a obras que alguien
podría considerar menos serias como El héroe de las mil caras de Campbell buscando esos arquetipos, símbolos, estereotipos,
signos del inconsciente, del cuarto de atrás, un cuarto que no es de su
propiedad sino de todos los que se acerquen a un libro bien contado.) Busca
adherir con pegamento de cola un mosaico interno, un fresco collage, un macramé de telas
con sus fantasmas y demonios de Dostoievski, una interrelación alejandrina,
borgiana, tejida de sueños (decía Shakespeare) “todos vivimos de sueños,
unos de los propios y otros de los ajenos”
Su mirada retrospectiva se construye en el presente inmediato, desde su
cuerpo, sólo desde él es posible toda trascendencia, la metafísica no es más
que una materia reflexionando sobre sí mismo, soñándose, la metaliteratura es
la literatura hablando de sí misma, del hecho de sumergirse en la lectura, del
por qué a veces la abandonamos y dejamos
para el día siguiente, por qué con unos textos necesitamos fumar (evaporarnos,
irnos de nosotros mismos, sobre esto
reflexiona cuando trata de dejar el vicio)