miércoles, 21 de julio de 2021

LA PANDEMIA Y EL MIEDO INVISIBLE ¿EN UNA O DOS DOSIS?

No sé si creerme que vivimos en la mayor pandemia de la historia, no sé hasta qué punto es tan grave este virus que asola el mundo entero y ha hecho que vacunemos hasta a los niños más pequeños. Quizá lo hayan creado en un laboratorio siniestro de Japón para alienarnos y asustarnos aún más en esta sociedad neurótica y capitalista en que vivimos, para que no salgamos de casa y nos hagamos más pequeño burgueses o grande burgueses acomodados en casa viendo la tele con una birra en la mano ni veamos a nuestros amigos, para que los ancianos en las residencias no vean otra semana más a sus hijos y nietos o para qué. Muchos nos hemos puesto la vacuna por borreguismo, porque sí no se sigue lo que diga Vicente que vaya la gente se es marginado y acusado de negacionista o reaccionario o contracorriente y porque ir contra el rebaño nos puede ahogar. O nos la hemos puesto por rutina, por costumbre y porque ¡total¡ no duele. Muchos se o nos la hemos puesto para poder viajar, aunque no sea al extranjero este verano porque no llegan los cuartos y quizá sea el siguiente. Aunque sea viajar a nuestro pueblo de infancia o a un pueblo cercano. Muchos otros se la han puesto por miedo, porque el miedo es el arma más dañina con que nos reeducan y conducen. Hay sanitarios que no se la ponen y otros médicos les llaman la atención, ¡qué irresponsabilidad!, también es una irresponsabilidad ponerles la vacuna a los que estamos sanos o crear esta situación de alarmismo e inseguridad desde los medios de comunicación. Y porque estar vacunado no te garantiza al 100% estar inmune a este horrendo virus. quizá sí al 90% como piensan los buenistas. Se supone que hay libertad, que la vacuna es optativa pero en muchos trabajos te obligan a vacunarte o para viajar y no quedarte confinado en un hotel una semana que es un rollo y sin libros y tabaco se hace insoportable. Hay libertad pero sí no te vacunas te llaman negacionista o reaccionario, como si aún quedarán residuos del franquismo o de la lucha contra él en un tema aparentemente tan liviano como ponerse o no ponerse una vacuna. Todos los años se pone la de la gripe y no hay tanta polémica, ¿dónde está la opción de vacunarte o no?, qué eufemismo. No, digamos que es obligatorio vacunarte porque si no te miran mal en la cola del pescado y en tus reuniones sociales. Y te señalarán con el dedo, y te llamarán irresponsable. Es obligatorio y una vez vacunados sigues llevando la mascarilla por rutina, igual que se lastra una vida infeliz o preciosa. Con la escusa del coronavirus han cerrado páginas webs culturales, públicas o privadas. Con la escusa de esta pandemia enfermiza no he podido chapotear en el agua de unas piscinas públicas porque siempre me ponían la excusa; está cerrado por el virus, está cerrado por la huelga…y así he pagado un año entero las piscinas públicas de mi pueblo y las he disfrutado 5 días, además siempre con mi miedo e inseguridades a que me robarían las chanclas y la toalla, o la sensación de que los demás bañistas se reían de mis pasos de pato mareado por el polideportivo, o con el miedo a no saber en qué taquilla he dejado todos estos bártulos y tener que nadar memorizando el número de cajón en unos vestuarios laberinticos por los que me pierdo. No es tan grave la situación como nos la pintan, muchos peluqueros o profesionales siguen haciendo su trabajo humano de tocar a otras personas para ganarse un salario sin llevar esa braga decorativa o ese trozo de gasa hospitalaria llamada mascarilla. Sin embargo, cuando empezó la pandemía se me ocurrió salir a la calle a comprarme una coca cola en un chino. La gente hacía sus compras rutinaria y borregamente y nadie les decía nada. pero a mí me tuvo que parar la benemérita, la ertxantxa, la policía, y pedirme todos los datos. La mayoría de personas normales no salen a la calle con el DNI pero sí no lo llevas puesto en tu bolsillo te pueden dar una paliza por homofobia con la excusa de que no has sacado tu carné de identidad (al que le interese profundizar en este tema puede leer mi artículo alegato en contra de las palizas por homofobia en una estación de tren de Renfe.) Por salir a la calle en plena pandemia a por una cocacola me han puesto una multa de 600e, ¡nunca una pepsi ha salido tan cara! Pero lo que más me fastidió es que la gente seguía haciendo sus compras y solo se fijaron en mí. Lo cual me recuerda otros embargos judiciales como el del tren, la denuncia por machismo de una compañera de clase por decir irónicamente que me tendría que hacer tía y bollera para poder ir a una charla de literatura femenina del XIX, o mis problemas con profesores por mis ironías románticas o la inconveniencia de llamar a una compañera de clase solterona por gustarle las novelas de Jane Austen. Con la excusa de la pandemia también me han timado en internet, comprando artículos de decoración que no han llegado por vagancia, falta de rutina o demasiada rutina administrativa de los trasportistas. Con la excusa de la pandemia no han defendido en una LGTB+ a mi amigo víctima de la paliza por unos vigilantes de seguridad que parecían de otros tiempos pretéritos. Con la excusa de la pandemia mundial nos hemos hecho todos más vagos, con la excusa de este juego social y de chinos (con perdón de los chinos) el sistema (sanitario) me ha obligado a hacerme un test de Cobid ya que mi padre lo había contraído en esas clases de idiomas a las que va cuando bien sabido es que no tengo apenas relación con él y dormimos en camas separadas. Ha sido bastante engorroso lo de meterte un instrumental por la nariz aunque me haya librado de que me hayan hecho una PCR en mis partes pudientes traseras. Estoy frivolizando y tomándolo con humor, pero entiendo la gravedad de la situación, aunque no llego a los extremos hipocondriacos a lo Woody Allen de mi padre. Este texto trata de ser humorístico para restar gravedad al asunto e intentar que esos adolescentes confinados en sus cuchitriles se independicen de sus videojuegos y salgan a la calle a respirar, o para que esos ancianos en residencias olvidados se tomen un mosto tranquilamente en el bar sin estar preocupados de los horarios de cierre que tanto importan a los adolescentes para planear sus botellones, que son como liberaciones de la opresión familiar para recluirles en una nueva opresión; la del juego social del coleguismo y la ocurrente y original pregunta de ¿te has vacunado con astraZeneca o con moderna, (cuando nadie te pregunta por tu orientación sexual o tu partido político. Miento, es lo primero que se pregunta en las redes de contactos gays o heteros (siempre versatil y con condón) o lo primero que se pregunta en los sindicatos.  Porque esta pandemia nos está volviendo acomodicios y vagos y sobretodo solitarios y asociales pues ya se sabe que hasta las abejas tienen sus sistemas de marginación, de clases y de pérdida de contacto humano y afectuoso. He escrito este artículo para cabrear a todos esos ciudadanos bien pensantes que enseguida llaman negacionista o sólo se interesan por sí te has vacunado o no, como con rabia de no poder ellos mismos ir contra corriente. Son los mismos que te reprochan hablar de política o sacar el tema catalán en las comidas familiares y que parecen estar siempre cabreados con todo lo que se salga de lo convencional. He escrito este artículo para poder tomarme un café con leche sin el miedo y las prisas de cuándo cerrarán el comercio hostelero. Un virus que con su excusa nos está reafirmando en la pérdida de contacto humano, sexual, amoroso y amistoso.       



        

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