lunes, 13 de mayo de 2019

Sobre el sueño, Vida de Luciano. Luciano.

Sobre el sueño, Vida de Luciano. Luciano.

Aparentemente Luciano, siempre crítico e irónico-burlesco, no pretende esta vez con Sobre el sueño lanzar ninguna clase de diatriba humorística contra nada ni contra nadie y eso distingue este texto del resto de su obra. Su estilo satírico escondía un profundo escepticismo sobre todo (que a Platón le habrá parecido el relativismo moral o irenismo del sofista) pero en este caso parece que defiende sin dudarlo, sin suspicacias o titubeos intelectuales, la educación. Sí que parodia en un vituperio el oficio del escultor, y a veces con dureza al referirse al maltrato que da a su sobrino (y que ha sido lo habitual hasta hace bien poco), pero es una refutación al servicio del encomio del hombre de letras.
 
Le interesa más abrir una puerta, la de la educación, que cerrar la otra. Loa en elogios, en un encomio y oda al hombre de letras-creador y por tanto hace apología de La educación que lleva a serlo, ensalzando las virtudes abstractas y prácticas de ilustrarse y vilipendiando los defectos del oficio de escultor, un mero artesano-reproductivo. La tesis de su dialéctica argumentada, en forma de narración, sería defender la educación, y aunque la contrapone a la antítesis de la artesanía del escultor, sale reforzada la tesis en la síntesis conclusiva a modo de consejo: ¡estudia! Lo logra de forma inductiva, nos va induciendo a los receptores a pensar lo mismo que él, pero no de forma impositiva como la novela de tesis behauvorista -realista (conduciéndonos a la fuerza) sino a través de sugerencias para que adoptemos su mismo punto de vista. En su fondo es una alabanza de la educación y un buen ejercicio de progymnásmata desde el punto de vista formal, retorico, al aunar varios en sí mismo, un ejercicio académicos que enseñar a sus alumnos como rethor o maestro de gramática para su mimesis- imitación y para que construyan a partir del modelo una diegesis, una nueva ficción o creación.

No corresponde al género deliberativo de una exhortación judicial en un tribunal o en un discurso político (aunque hay dos discursos de defensa y apelación que podrían trasladarse a ese contexto, ya que también les formaban para ese ámbito), sino más bien al género retorico epidictico propio más de la ficción literaria (que es el propio de todos los encomios de Luciano.) Es una defensa de la virtud del aprendizaje, y tiene muy en cuenta la recepción esperada (al lector potencial e ideal): un auditorio pensado como público oyente y como lector. Alumnos y profesores subían a la palestra a leer sus ejercicios, como rapsodas, y aceptar críticas y elogios. Hay una exposición argumentada y ejemplificada en breves escenas de su vida y la narración de dos sueños, y dentro de ellos describe una serie de ecfrasis escultóricas y alegorías mitológicas con las que el lector identifica una tradición. También es rica en su parte descriptiva, en sus recursos estilísticos o retóricos; modismos del lenguaje que son expresiones originales ("nada del otro jueves" en mi traducción) que le acerca en humor al joven aprendiz, y metáforas que nos permitirían en nuestra época considerarla una especie de prosa poética. Hay una comparación alegórica entre dos mujeres (realidades de lo onírico, a la par que paradigmas y símbolos de dos caminos profesionales y vitales.) Hay una prosopopeya cuando atribuye a una escultura de sileno-sátiro la personificación de Sócrates, imitando directamente, casi en cita textual, El banquete. Toda la declamación sigue una tópica en mimesis a una tradición con toda su mitología politeísta y la carga alegórica o simbólica que tenía y que ha cambiado en significación en cada recepción histórica. A través del Topos o lugar común plantea la u-topo de la educación como ideal e Ítaca a perseguir. Se sirve de ejemplos (unos autores clásicos de la oratoria, la filosofía… el mismo se pone constantemente y sobre todo al final de ejemplo moral-vital) y consejos en forma de máximas y sentencias. No hay un ornamento excesivo, que lo haga abstruso, aunque tenga el tono de un texto en arte mayor, por lo elevado de la temática y significado (defensa de la escolástica), pues Luciano quisiera con Horacio "educar deleitando"; moralizar a la par que entretener con una figura bella contrapuesta a otra ridícula que puede producir risa, pero que va más allá de la anécdota de estos dos sueños y torna suavemente tesis y paradigmas. La digresión es constante: al final la narración descriptiva del sueño solo es una excusa para ilustrar sus ideas sobre La Educación.

Estas partes o modos narrativos, descriptivos (y liricas), digresivos (reflexivas) y dialógicas (en forma de discursos o coloquios) están coordinadas en coherencia y cohesión durante todo el relato. Cada mujer del sueño habla, viste y se comporta según el decoro esperado a su clase social- económica (La educación luce un traje elegante, habla con elocuencia… y la otra se comporta de forma arisca y rural) y en decoro a las virtudes y defectos de su carácter con que el autor las pinta; idealizando a una, caricaturizando a otra. Tampoco gozan estos dos personajes femeninos de una gran introspección sicológica y más bien son máscaras, moldes, tipos, personajes planos, no redondos pero igual de interesantes porque alegorizan unas ideas. Este decoro, entendido al modo aristotélico, se aplica también a la verosimilitud o mimesis con lo real ontos-, y no se pierde porque se describan unos sueños, que para aquella mentalidad, re-encantada en el panteísmo y el politeísmo, eran tan ontológicos como su día en día como el Olimpo que con los mortales se relacionaba (religión = relación.) Y aunque Luciano sea más bien agnóstico o ateo, y en todo caso escéptico con la teología de su tiempo, sabe que es la forma de contactar con el receptor de su época. No importa que trascurra la ficción en lo legendario y mágico mientras se narre verosímil, ¡su historiografía se mezclaba con la epopeya y el público se la "tragaba"! ("mejor describir algo irreal pero creíble, que algo real pero increíble", decía Aristóteles, lo que ahora llamamos creernos "el pacto de ficción" sin que lo rompa el excesivo extrañamiento con lo narrado.) Y es mimesis a su vez de la tradición literaria, sin dejar por ello de trasgredir el relato hacía una deconstrucción de esta tradición, pues tampoco debía ser tan común meterse abstractamente con la profesión de los escultores idolatrada gracias a Fidias y esas otras excepciones que cita. Genios con suerte y talentos trabajados, pero no estaba descaminada La mujer-alegoría de la educación en lo duro y poco reconocido del oficio en la praxis para la mayoría de escultores sin nombre.
Luciano se destacó por saber hacer atractiva esta tradición, que no deja de ser pesada; ya solo por el gran número de obras y autores que aquellos discípulos en la academia debían aprender de memoria, repetitiva más que comprensiva en sus primeros años de pupilos, y luego ejercitar en estos "ensayos retóricos introductorios" o progumnásmata, que podían dar pie a la creación literaria. La mimesis, el imitar verosímil, es doble: reflejar la realidad ontológica con su fenomenología natural (y noumenica, un mundo poblado de dioses) e imitar la tradición del canon de la época. Los clásicos sirven de modelos, y por ello cita a autores de obligada mención como Homero en cuanto una autoridad en el mundo clásico. (Estudiaban desde niños La Ilíada y La Odisea que se le atribuyen), En Homero son frecuentes los sueños de los protagonistas, algunos simbólicos, otros venidos de un oráculo, y otros menos importantes que responden más a la mimesis y verosimilitud de que los campeones aristoi de la guerra de Illinois también deben descansar para la batalla del día siguiente. (Muchas escenas las concluye Homero con el cambio del sol a la luna, con la llegada de la noche como un cambio del día a la noche, un cambio climático, que en ocasiones coincide con uno estacional, y las suele iniciar con la ecfrasis o descripción de "la diosa Eos, la aurora, amaneciendo el campo con sus dulces dedos. "Y Luciano juega también con el simbolismo de estos cambios de tiempo, luz, el sueño-la vigilia-el despertar brusco a una vida o a un tío que te maltrata…) El texto modelo-ejercicio a imitar y cambiar es rico en cuanto ejercicio de clase en metaliteratura (un escritor reflexionando por qué inicia su carrera en las letras), en transducción literaria e inter-textualidad, incluso inter-culturalidad (hablan en el sueño de obras filosóficas, de oratorias y otros oficios en relación inter-disciplinar, como las claras ecfrasis de las escultura para hablar de filosofía) y además las referencias a estos hipotextos son fácilmente reconocibles por un oyente de la época más que para uno actual. 


Él sigue toda esta tradición literaria que le antecede, pero les da originalidad e individualidad su perspectivismo o punto de vista como narrador. Es un varón y podríamos en una lectura de género reprocharle la mística femenina de idealizar a la mujer ángel (la educación) y demonizar a la mujer fatal (la escultura), pero creo que aunque aquí cambian roles y performatividad: la educación es transgresora y libre en su ethos (Lilith) mientras que la escultura es un oficio sumiso, de múltiple esclavismo (A lo Eva-Virgen) La mujer simbolizando La Educación es musa, pero también creadora y esclava de una tradición por decisión propia (la del "diletante" al saber.) El verdadero ángel del señor, esclava del Capital Padre y Esposo; de la Madre Iglesia, es la escultura. (No creo que Luciano se planteara estas cosas pos-mayo del 68, la verdad.) Es la perspectiva de un sirio helenizado (extranjero, "meteco" para el mundo romano que le recoge en su "hospitalidad" dándole trabajo de gramático y con su "ostracismo" marginador.) Un varón de clase media-alta, representando al ciudadano-republicano y por tanto al hombre libre pero en un contexto romano (muchos griegos fueron esclavizados para las tareas domésticas y como pedagogos de los hijos de los patricios, vistos como propiedades cosificadas del páter familis. No es el caso de este hombre que no se consideraba filosofo o sofista sino "hombre de letras" sin más, y que vivió sin excesivo éxito pero manteniéndose libre y con recursos gracias al favor de varios poderosos) Se expresa con un registro culto, pero no pedante. Traslada un contexto espaciotemporal fantástico (como son dos sueños) al costumbrismo con que este "surrealismo cotidiano" se vivía, (sin el extrañamiento que ahora nos produce que creyeran que la violación de una campesina la había provocado Zeus por ejemplo o que los malos tratos del tío estuvieran a la orden del día.)

Puede verse en nuestra óptica posmoderna de autoficción si queremos hallar paralelismos en su autobiografía, pero, aunque también se conocía este texto como Vida de Luciano, sabemos hoy que se inventa los datos, más un recurso retorico para explicar su vocación. Muchas de sus declamaciones llevaban el subtítulo de "historias verdaderas" pero tienen mucho más de inventadas. (La vocación no se decide tras un sueño, pero queda literariamente bello justificarla con un sueño profético.) En el texto Luciano hace de sí mismo personaje protagonista (autodiegetico, dentro de su ficción) y heterodiegetico (cuenta dentro del relato-marco otras fabulas e historias breves insertas; mitológicas, familiares…) Acaba de entrar en la adolescencia y abandonar los estudios de primera educación según el sistema de Paideia griega (al ser los griegos los que prosiguen educando en Roma estas 7 artes liberales se mantienen parecido en el Trívium de gramática, dialéctica y retórica, que junto a las 4 disciplinas científicas heredarán luego los cristianos, adaptadas a su doctrina). Su familia le desaconseja seguirlos: ante todo porque no pueden pagarlos y porque no tienen el prestigio social suficiente que se supone a estos estudiantes (en cuanto a que el oikos griego y posteriormente el domus romano son estructuras socio-política-económicas estamentales fundamentadas en conceptos morales de vir, virtud, de bonus, de honor, de "bien" abstracto a lo platónico-cristiano, pero también entendido al modo latino de forma más pragmática incluso económica- como un bien que otorga y retorna a la comunidad) Además le va a requerir mucho tiempo, esfuerzo y dedicación. No tienen en consideración cuál es realmente la verdadera vocación de su hijo: en aquel contexto solo era una posesión más hasta que "le despuntara la barba" y pudiera sostener él a su vez patriarcalmente otra familia.
 
Así que le recomiendan- obligan a aprender un trabajo manual pues pronto traerá dinero a casa, y se independizará antes, ¡cuando se viera con dinero en el bolsillo ya le agradecería este consejo a su padre! (Es una situación parecida a los estudiantes de bachiller actuales que han de elegir entre la universidad o la Formación Profesional, y que debido a los tiempos "progresistas" suelen optar por la masificada facultad en ese mito del prestigioso licenciado que triunfa en el sistema laboral economicista del neocapitalismo. Ahora no respetamos el derecho a no querer estudiar y escolarizamos a la fuerza en la ESO obstaculizando al estudiante motivado, pero antes nadie se rasgaba las vestiduras si el hijo continuaba el oficio familiar de tornero del padre.) Su tío escultor será el encargado en enseñarle esta técnica o tekné que, sin negar los elementos de creatividad en esas metáforas de musa, ingenio, inspiración del ars, era y es más valorada por sus efectos pragmáticos. Es el oficio familiar, seguirá una tradición. Es además un oficio digno: moldear con materias primas como arcilla o barro a los dioses, a los seres humanos, a los animales....de lo más aparente a lo más esencial del arché.

Pasa a su hogar en calidad de aprendiz del oficio técnico y del arte, al servicio de este maestro (con el que Luciano parece vilipendiar a algún maestro de la retórica con el que no tendría mucha simpatía, usando sus caracteres en un maestro de la escultura que maltrata a su sobrino.) Platón consideraba al poeta un artesano, un mero imitador de terceras, de lo ya creado; de un mundo aparente, mutable, entre sombras y falsedades; y no un creador puro y original como solo puede serlo el demiurgo, auto fundamentado y creador de todo. Y sin embargo el artesano, este escultor, estaría en un punto intermedio para Platón, como un creador de segundas, pero que al menos produce cosas tangibles útiles para La República. En cuanto a la figura del poeta-orador (aedo, rapsoda); parece contradecirse Platón cuando loa al poeta inspirado por las divinidades, al que le viene una especie de inspiración o revelación (manía) como una locura transitoria de una musa teleológica, y teológica en lo politeísta. Pero por otra parte, degrada al poeta pedestre de imitador y artesano y considera en concreto a los sofistas unos manipuladores y engañadores indignos de su República. En realidad establece también, como en el resto del símil de la línea, un canon, una jerarquía de línea vertical ascendente, de lo más terrestre a lo más celestial, en paralelismo a sus escalas del ser. De lo carnal y material se sublima (otros dirán se reprime) a lo esencial e intelectual, y esta es la razón de que solo permita en su proyecto político elegías, panegíricos y odas a dioses y semidioses (héroes, atletas…) Establece Platón una jerarquía, que aquí parece reñirse un poco con la que establece Luciano. Para Luciano el artesano escultor- es más reproductor que ese hombre de letras que imita la tradición pero es creador y productor, y parece por tanto más cercana su visión a la que tenemos del autor del arte literario (pues seguimos mistificándolo, aunque hay quien con todo derecho considera la escultura un arte y no sólo una técnica.) El adolescente se lo toma como un pasatiempo, pero, ya cincel en mano, aquello le resulta arduo y frustrante: su primera experiencia es un fracaso. Se deprime. Su tío muestra la habitual "mano dura" (según Luciano por envidia), una disciplina "espartana" que contrasta con "la educación sentimental" del maestro al efebo (una relación homo-erótica mientras contemplara la intelectual, que personifican Sócrates y Platón.) Solo su madre le consuela, en ese papel de "paño de lágrimas" destinado machistamente a la mujer (y que llega al punto álgido en las coéforas o plañideras que se alquilaban para gimotear en los actos sagrados y civiles de los entierros públicos y privados, y que tanto refleja el coro de La Tragedia Griega.)

Se le revela el primer sueño, Morfeo se posa en sus ojos, y en este sueño tan real y clarividente dos mujeres se le disputan con violencia: la una es hosca, varonil y vulgar como una mala escultura y la otra de aspecto más decente; bello, bueno, sincera. La mujer bruta habla en calidad del "arte del cincelado" y le trata de tentar mefistofélicamente "con esa Circe vieja hembra engañadora de la gramática", metáfora del filólogo Nietzsche quejándose de la insuficiencia lingüística y la sobre interpretación, que viene ya desde el supuesto ardid verbal con el que Eva nos hace morder la manzana del Logos, del saber, del árbol de la Ciencia. La escultura habla con el verbo, "al principio fue el verbo" (dirá el Génesis, que no permitía morder del Logos y que subordinó la filosofía como esclava de la teología) y puede ser esta palabra una "manzana envenenada", como sabemos de tanta inmolación y asesinato en nombre de Dios. Mientras que La educación en el sentido original de La Paideia habla con el Logos, "el fármaco del alma" para Platón, "el verbo trascendido" (El Logos es un término extremadamente pluri-significativo.) Hay una diferencia moral entre las dos oradoras, pues aunque las dos lanzan un discurso persuasivo; solo La educación está legitimada para convencernos pues guarda una intención ética (que para Platón, Aristóteles, Catón, Cicerón, Horacio, Séneca, Quintiliano… y una larga tradición ha venido siendo la condición sine qua non del Vir bonum dicendi peritus, del "ser humano honrado experto en hablar.") Los motivos que argumenta la escultura son muy pedestres: "te admirarán por seguir con la profesión familiar, por no abandonarles y por ganarte tu dinero. ¡No por tus discursos o escritos!" Fidias esculpió a Zeus, Policleto a Hera y Mirón y Praxiteles son igualmente citados, aunque sean excepciones en la norma de la frustración con este oficio. Le traerá la fama, dinero rápido, y multiplicará el honor familiar.

Pero toma la palabra la mujer bella, La educación: "solo serás un trabajador, un imitador o mero artesano-" La escultura es una profesión desagradecida, despreciada, anónima, mal pagada, que le permitirá llevar una vida y reputación humilde, pero no "desarrollarse profesionalmente y personalmente" diríamos ahora, será un obrero más, siempre pendiente del dinero del poderoso o contentar a la masa plebeya, ¡y trabajando con las manos! (como esclavos y campesinos, los estamentos inferiores.) En cambio la educación le hará dialogar con los antiguos y clásicos, con el Saber, enriquecerá su espíritu con las virtudes platónicas de justicia, nobleza…que se pueden resumir en la triada epistemológica, ética y estética de Lo Verdadero, Bueno y Bello. Será más que un ornato del alma; pues la agrandará a él y a su forma de mirar el mundo. Aprenderá del pasado para interpretar el presente e incluso predecir el futuro (eterno retorno para Nietzsche, o repetición de los errores de antaño para el common sense.) El Logos le hará conocer sobre todo lo divino y lo humano, y le dará un prestigio social, un reconocimiento, será laureado, honrado, elogiado, envidiado, le felicitarán por sus discursos, se enriquecerá y llevara un vestido tan lujoso como el que ella porta. Pero además podrá la literatura hacerle inmortal, en el limbo de los grandes poetas que le preceden. Tendrá amigos entre los más nobles y cultos. Relacionarse siempre con hombres de cultura. Y lo ilustra con varios ejemplos (cuidando bien estos: cita a un gran representante de los sofistas y al padre de la Dialéctica Mayéutica: Sócrates, que podrían parecer antagónicos y no lo son tanto por sus orígenes humildes y por su gran talento que desarrollaron en el mito del "sueño griego" que tenía más que ver con el conocimiento, contrastando con el "dream factory" estadounidense actual del hombre de negocios.)

Demóstenes (al que Luciano dedica Elogio de Demóstenes) era hijo de Esquines, un cuchillero hijo a su vez de una panderetera, y a pesar de que era tartamudo, se convirtió en un gran orador y sus discursos le ennoblecieron y dieron fama inmortal (en esa significación antigua-medieval monista de lo Uno, Universal, Atemporal, Eterno, Inmóvil, Inmutable, Imperecedero… esa sola y única lectura que en La Modernidad se quiere secularizar y empezar a abrir, a estudiar relativa a su diacronía histórica, a su época y sociedad, al sentido personal de cada autor y receptor.) Incluso el rey Filipo le colmó con toda clase de atenciones. El segundo ejemplo es el filósofo Sócrates; hijo de una comadrona, parturienta, una vulgar partera; pero él parió El Conocimiento según le sobre-elogiaba Platón. A él también le quisieron engañar con que siguiera el oficio de escultor, pero llevaba dentro de sí, como le elogia Alcibíades en El banquete, el ídolo más bello: por fuera feo, malicioso a veces en su ironía, ignorante confesando que "nada sabía" (una mezcla de sátiro y sileno en su máscara física; y sencillo en su discurso externo para hacerse entender), pero bello bueno y sabio interiormente por aspirar a ello, desde el eros creador. Junto a la fama, la distinción social, el honor…. vendrá el poder político, la riqueza económica… Se cultivará y elevará más allá del vivir arrastrado del escultor, recogiendo las virutas que su cincel ha despreciado, apegado a lo bajo, sirviendo al gusto de la plebe o del rico y poderoso. No habrá más servilismo que al conocimiento en sí, (esclavo a la erudición por propia voluntad como dirán Kant o Ortega en sus conceptos de Razón práctica moral, más allá de la fría razón pura cartesiana y luego diosa razón ilustrada) y sin tener que agachar la cabeza (Parece sugerir que le vendrá bien en lo personal: en "inteligencia sintiente, poética, emocional, sicoafectiva" por ir acercándonos a definiciones más actuales de "razón" y más humanas.) Pero su tío le vuelve a dar otra paliza cuando se entera de que quiere abandonar el oficio familiar (no queda claro si en el sueño tan clarividente o en la realidad. Le golpean como cuentan que a Nínive la convirtieron en piedra, ¡tan al gusto de un bruto escultor lo de lapidar en vida!) Mas él tiene ya clara la elección.
 
En el siguiente sueño monta a un carro tirado por Pegasos. Me parece una concomitancia claramente buscada este parecido con el carro celeste de Platón tirado por dos caballos, el negro y blanco, (lo irascible y concupiscible que en Freud son las pulsiones instintivas del tanathos y del eros, unos principios de vida y muerte templados por los principios de razón y realidad, siguiendo la metáfora de Platón, donde el racional conductor del auriga los doma por la vía láctea del pneuma, de la sique humana. Una forma de ilustrar la minúscula parte racional que se nos deja libreen ethos- con nuestra Razón o Yo- intentando reprimir o sublimar las partes subconscientes aprendidas en el súper yo y las partes inconscientes del Id, que pertenecen al pathos animal, determinadas por nuestra naturaleza y que pueden llevar incluso a patologías, pus de ahí proviene la palabra. Freud no solo incorpora la teoría platónica sino también la "sicología" aristotélica de los caracteres humanos a su método sicoanalítico.) Viaja así, como en Cuento de navidad de Dickens, al futuro potencial de qué sucederá si escoge seguir estudiando. Vuela de este al oeste por las regiones griegas. Por encargo de Deméter, Triptólemo, hijo de Céleo y Metanira, reyes de Eleusis, recorrió el mundo en un carro tirado por dragones alados que la propia diosa le regaló, al tiempo que iba sembrando granos de trigo por toda la faz de la tierra. Él va sembrando desde el carro a los terrestres e inmanentes al suelo algo que no se especifica, posiblemente el maná de Logos, tejido del que se urden sueños y pensamientos. La mujer -alegoría de la educación- le hace ver al padre que en este "retorno del hijo prodigo" vuelve el hijo vestido de las mejores ropas, las de la inteligencia tan bien apreciada. (Según Luciano, claro.) Ya se plantea Luciano (o el trasunto de su personaje), al modo de Freud, interpretar este sueño tan prolongado y prolijo, tan largo como el de Heracles durante tres noches en esas frías noches invernales del Peloponeso. Jenofonte el historiador soñó que la casa de su familia ardía. Y por eso no busca el autor La interpretación de los sueños en su noúmeno más abstracto, una extraña hermenéutica de ese sueño visionario, sino sus efectos más prácticos que le adviertan si la casa va a arder, o que profesión elegir. Cree el griego en la espíteme del sueño, como en un oráculo de Delfos directamente dictado por Apolo Pitis a la pitonisa profetisa envuelta en sierpes y extasiada de almizcles e inciensos, o como si fuera un indicio natural de cualquier otro dios. El mundo divino tiene en la mentalidad griega ontología per sé, se toma por real. Pero algunos sofistas quisieron tímidamente iniciar una secularización en ese pueblo supersticioso y Luciano simpatizaba con epicúreos y cínicos en este sentido anti-religioso, mofándose de rituales y convencionalismos sagrados de su época. (Platón a veces da la impresión de ser todo un místico y otras de usar a los dioses como meros ejemplos de una filosofía más profunda, para ser entendido por este pueblo lleno de supercherías.) Cree que el sueño viene a advertirle de su hado. Lo cree voluntad divina, pero no se trata de buscarle una complicada alegoría abstracta sino lo que le puede afectar en su vida real. El sueño premonitorio importa por su utilidad, por lo que adivina (más que por lo que simboliza), como cuando en la guerra de Troya un sueño o un oráculo advertía de las decisiones que tomaría el contrario, de si te matarían disparándote una flecha en el talón y por tanto el sueño adquiere la importancia de una cuestión de vida o muerte.
 
Por ello, porque es su vida profesional la que se ha decidido allí, se pone así mismo Luciano como ejemplum moral, traslada este sueño para moralizar en escolástica a los jóvenes de su escuela o academia: que sigan su ejemplo y estudien. Aunque ha de reconocer que "sigue sin ser nada del otro jueves, quizá algo más digno de estima que cualquiera de los escultores. "Resulta curioso toparme con personajes tan pretéritos usando expresiones similares, según el traductor, a las que corren en boca actual, como me sucede con Aristófanes y su desparpajo en lo sexual en algunas comedías.
(Algunos críticos ven influencia de este en Luciano.) Pero tampoco deja vislumbrar este breve texto una evidente intención cómica como en otras declamaciones suyas. Ni persigue un elogio de tipo paradójico, no hay duda de que vitupera el trabajo manual y encomia el intelectual. No hay paradoja posible si lo deja muy claro y sin contradicciones. Y a eso obedece su estilo ático: llano, sencillo, directo, intentando una línea clara con su audiencia y los efectos en el receptor que tanto le preocupa conseguir, sin circunloquios ni barroquismos. Tampoco ironiza (con todos los dobles lenguajes que le permite este humor inteligente en otros textos): habla completamente en serio y quiere expresar lo que expresa: sus convicciones más profundas, el sentido personal que tiene para él La educación. Y quiere universalizarlo, de momento a sus alumnos. Por eso no molestan sus metáforas, no son recursos estilísticos rebuscados sino los que le permiten comunicarse con una audiencia joven y educándose que luego pasará a imitar su estilo ático, algo seco, transgresor, escueto (reproches que Cicerón hace a los neoáticos para concluir que es tolerable este estilo lacónico y mordaz si se combina y equilibra con su retórica ornamentada más asianista.) Se nota, junto a la de los autores áticos, la influencia de la segunda sofistica (él mismo puede considerase un exponente de ella en ese ambiente de ilustración cultural de Samosata del siglo II (a.c.) ya en época imperial romana, que puede compararse, salvando las distancias históricas, con las distintas escolásticas de Renacimiento (carolingio, florentino…) Y con el espíritu de La ilustración (Engels lo llamó "Voltaire de la antigüedad" por su estilo cínico, ácido y secularista.) Pero cuando Platón censura a los sofistas de mentirosos con su doxa utilitarista frente a su Episteme, y de peligrosos política-socialmente para su República, no menciona a Luciano de contraejemplo. Mestre y Gómez no le consideran sofista por esto y porque argumentan que no tiene el honor de aparecer en el Catálogo de ilustres (sofistas) de Filóstrato, pero habrá que analizar su estilo formal y fondo para determinar sí es sofista, más allá de la efímera crítica puntual de una recepción.

Si lo consideraríamos un texto de estilo sofista por el sentido pragmático persuasivo y de servir de ejemplo práctico a los educandos para que sigan estudiando, quizá tuviera su sentido al comienzo de un curso académico para motivar, dar ánimos, con este fin concreto (en el mismo relato se afirma que un sueño cuenta no por la interpretación simbólica abstracta sino por su utilidad: nos puede evitar incluso la muerte si somos conscientes de cómo evitar esta decisión urdida por los dioses antes de que naciéramos, quizá por una maldición familiar como la de casa de Atreo que desembocará en Las Orestiadas, o si nos hace evitar el destino adverso al que nos abocaría decantarnos por un oficio manual considerado vulgar.) Luciano quiere llegar a su receptor poniéndose él de ejemplo vital y moral. Busca un fin casi maquiavélico (será una influencia en Maquiavelo) de que sus alumnos no abandonen los estudios, y sin embargo no deja de elevar e idealizar la educación al modo más platónico de una Paideia ideal, la base social, política y moral para La República. La educación sigue persiguiendo ser buena, bella y verdadera. Es un bonus, una virtud heroica y a la vez una transgresión en hybris que por su secularismo puede ofender a las alturas: transgrede y trasciende lo bajo, lo inmanente, pedestre, terrenal del oficio manual y lo eleva y sublima a la quinta esencia del Logos y el Arte. La única diferencia que denotamos con el platonismo es respecto a la consideración del artesano y del artista-poeta (si entendemos por artista- literato al "educando" que imita la tradición retórica y que a su vez es creador.) Este tiene mayor escala que el artesano, ¡pero el término de educación es tan ambiguo…! En aquellas academias de segunda educación formaban oradores para tribunales judiciales o asambleas políticos, filósofos, literatos… confundiéndose estas figuras al principio, hasta que se decantaban por una. El futuro estaba por decidir, quizá incluso seguir su ejemplo más directo y ser otro maestro de gramática.)
Por último intentaremos una comparación literaria entre Luciano y Libanio: Ambos comparten un origen foráneo (Antioquia, Siria), y ambos son doblemente extranjeros; para el mundo griego y para el romano que les adoptan en lengua y en profesión. A ambos podemos adscribirles en la escuela sofistica y en un estilo ático. Aunque mantienen una postura ambivalente hacía esa escuela. Consideran sinónimo del filósofo al "sofista" (quizá por su modestia de ser solo "hombres de letras" no se consideren tales), pero a veces Luciano atacaba a sus contemporáneos con un "sofista" despectivo. Platón en sus Diálogos (Gorgias) les tilda de engañadores, aunque precisamente le considera a Gorgias su más "digno rival" y le considera el mayor representante, y quizá el primero de ellos, según documenta Filóstrato. Luciano también debía admirarlo. A veces confunde a los presocráticos con los sofistas. Quizá a Sócrates lo que le molestara en el fondo es que cobraran por sus enseñanzas, gozaran de un prestigio social y político, y él en cambio estuviera "de la marginación a la cicuta". Los dos aspiran a ser más que gramáticos o rethores, (que es lo que fueron la mayor parte de su vida, movidos por intereses vanos de patricios, por los beneplácitos o expulsiones de los emperadores): ansían la erudición, y lo consiguen al final de sus vidas. Y esa vocación- devoción la tratan de explicar con carácter retrospectivo de forma mítica (Libanio con esa especie de "caída del caballo" a lo Pablo de Tarso, que explica la conversión al cristianismo de Pablo, y que quizá le hace a Libanio avanzar de parasito a estudiante y luego a maestro, aunque no lo diga explícitamente su declamación, pero lo pueda aventurar su lector implícito en la obra abierta. Y en el caso de Luciano un sueño que le cambia de profesión y por lo tanto le hará virar toda su vida, que dedicó casi por completo al conocimiento. Libanio logró hasta una cátedra en la época romana convertida al cristianismo, que también es inicio de su caída y decadencia por cierto, que le llevaría a Séneca al suicidio "por no soportarla moralmente.") Y aunque a ambos el catolicismo les consideraba paganos convertidos, como lo fue ese recaudador de impuestos de Pablo de Tarso antes de su revelación, influirán a los autores cristianos de la última época imperial romano (a Libanio lo mismo le buscó el emperador pagano Juliano que Teodosio I). Influyen así posteriormente en el mundo bizantino y en las escolásticas cristianas medievales. Con mayor o menor censura. Y ambos se expresaron en piezas cortas, en forma de discursos, de declamaciones, que podían estar aunando varios de esos progymnásmata que practicaban en sus escuelas. Esa conversión a una vida erudita está también muy presente, unida a la doctrina cristiana: Agustín de Hipona y Tomás de Aquino la tienen tras una vida licenciosa, o en su argot: "pecadora." (Agustín dejó embarazada a una africana, y lo cuenta en sus Confesiones, aunque lo camufle con un convencimiento pío de su madre Santa Mónica.) Ambos admiraban al orador sofista Demóstenes y escriben sobre él y también son conocidos bajo esa especie de apodo o sobrenombre.
 
Lejos de la figura del parasito presente en otros textos de Luciano (El parásito y Anacarsis, Sobre el Parasitismo o que el parasitismo es un arte) o en Libanio (La mosca y El parasito que acabo de analizar) aquí el estudiante "o hombre de cultura" no es un ser pasivo, parasitario, que viva de los demás. Podría verse así al estudiante: un parasito, alguien que no trabaja: no es población activa ni productiva, no da réditos al Capital, un zángano, una cigarra frente a las hormigas laboriosas, "un vago y maleante" como encarcelaban en el tardofranquismo a los estudiantes rebelados a ese sistema… pero Luciano lo ve como una especie de renovador en "deconstrucción" del Logos heredado. Su hombre de letras crea más que producir o reproducir. Es un ser activo, un ser individual histórico diría Heidegger, trasformador de su interior cultivándose por misantropía y en beneficio de su polis por filantropía, y quizá pueda llegar a cambiar el mundo, al menos a sus alumnos. En el mismo sentido político y social que Platón de la Paideia encaminada a La república.) En otros textos Luciano (o Horacio, entre otros) se queja de los que así mismos se llaman "filósofos" pero solo escriben para contentar al poderoso y así garantizarse la vianda. Lo que no quita que en Luciano, como en Libanio, estén muy presenten los banquetes pantagruélicos (se considera que influye en Pantagruel y Gargantúa de Rebeláis), o en Los viajes de Gulliver, obra que da tanta importancia a la comida y lo escatológico, ¡excrementos incluidos!) Estudiar tiene un fin pragmático, es útil para abrirse paso en el campo profesional, incluso es un arma política y contra política, un valor social, pero sobre todo moral y un placer intelectual en lo más vital del individuo. En El Parasito, Libanio, y en otras obras Luciano plantean una especie de "Paidea nutricia" según P. Gómez. Sugieren ambos que El banquete de Platón, de elevada conversación y dialéctica intelectual (aunque mediara el vino, la comida, las flautistas y las peleas entre homosexuales) era más digno que un simple festín al que te invita un rico y en el que el intelectual se comporte deshonrosamente y grosero. Libanio reconoce también ser otro "gorrón" acudiendo a comer a casas de ricos, a las domus de los patricios romanos que le halagan sin haberle escuchado o leído, pero un gorrón con gracia y honor, lo reivindica como una profesión y arte esto de saber comportarse en su propio aprovechamiento. Libanio. En el fondo "El Parasito" de Libanio puede desembocar en "El estudiante" de Luciano: si uno ha de ser gorrón por necesidad lo hace con maestría y mejor "robar" al Logos heredado y revisarlo que gorronear la vianda física: el pensamiento nutre el alma, y ejerce de mejor digestivo interior, de "fármaco" mental en sentido platónico. Llenar el buche es una necedad fisiológica natural e inevitable, pero Epicúreo ya sitúa como el mayor placer que ha de perseguir un hedonista: el intelectual. La diferencia con Platón es que para Luciano y Libanio o los hedonistas ambos placeres de la carne y el intelecto no están tan reñidos (parecen estarlo según teorizan en El banquete, aunque en aquel "dionisiaco" festín no son del todo consecuentes. Quizá porque esas "peleas de homosexuales, borracheras etc." se permitían solo si mediaba una relación intelectual, educativa.)
 
Para Luciano la educación tiene este significado platónico, casi místico, de vestal consagrada toda su vida a Diana en el evasivo jardín de las ideas, que Fedro no quería abandonar; pero también reconoce la utilidad pragmática de educarse para desarrollar su profesión de gramático; igual que Platón ve un sentido político a La Paideia en La república, un fin utilitario. Por concluir esta digresión y no irme yo también "por los vergeles de Artemisa": en el mundo griego parece contemplarse la abstracción y concreción, la teleología y escatología de un "gorrón de cenas" potencial creador con su "arte y técnica oradora-literaria" de un educado y civilizado simposio intelectual. Y aunque me ha extrañado que, mentando tanto a la Educación, no cite a Atenea, una referencia frecuente en Homero (al que sí invoca); quizá lo explique que esta figura fantasmal onírica, descrita por su belleza interior, ya remite ella sola a la diosa de la sabiduría (con toda su abstracción, no deja de ser una pragmática guerrera, una amazona: el estudiante debe luchar y defender esta vocación con devoción. ¡Lanza del Quijote y escudo de Sancho al servicio de la lechuza de la Verdad! Karavás añade que Luciano concibe también al orador ático cual guerrero.) Es un discurso epicúreo pues enfoca la educación como placer intelectual, más que estoico porque el protagonista, rebelado en su hybris, no quiere resignarse con el dolor que le conllevaría el oficio de escultor, ni se para a recapacitar en que más verbalización también le hará vivir con más intensidad lo doloroso, y no sólo amplificar el placer. Pero el inconformista Luciano, quizá algo ingenuo por su temprana edad, opta por mejorar su vida prosiguiendo sus estudios y con ella la pequeña parcela del mundo que le ha tocado vivir (enriquecerá a su familia, les devolverá su prestigio y honor social) y quizá, convirtiéndose en un poeta laureado, se anima así mismo, su pensamiento influirá al mundo, cambiándolo, en un sentido más amplio que el micro-mundo que "El sistema" neoliberal nos trata de convencer hoy (con otros medios persuasivos: la publicidad al servicio de las estructuras del Capital-Estado) que solo nos atañe y compete cambiar esta parcelita-estanco de nuestro micro-mundo. Pero la educación seguirá siendo lanza y escudo inconformista de este héroe cotidiano (profesor y estudiante) que transgrede y trasciende (hybris) racional y éticamente (ethos) los límites de la vida. Gritando bélicamente ante su batalla diaria, con Minerva: ¡El "conocimiento nos hará libres"!
  
 
Bibliografía



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Apuntes tomados presencialmente de Elena Macua Martínez, M. Elena Redondo Moyano y Milagros Quijada Sagredo.
 

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