miércoles, 27 de marzo de 2019

LAS COÉFORAS DE ESQUILO

LAS COÉFORAS de Esquilo.    

 

Orestes, Pilades, coro de esclavas, Electra La nodriza de Orestes, Clitemnestra, Egisto, un esclavo. En el palacio de los Atridas, con tres puertas (el gineceo, y en el proscenio la tumba de Agamenón con la sangre aún caliente.

Orestes se encuentra a su hermana Electra en una profesión de Coéforas (de ahí el título, nombre que deriva en femenino del coro-foro) que son plañideras contratadas para llorar en el cortejo fúnebre de Agamenón (asesinado de Clitemnestra, su esposa, y madre de ambos y por Egisto, el amante, aunque en Esquilo la mayor responsabilidad en el crimen recae sobre ella.) La voz coral se expresa sobre esta ritualizaciones del entierro (libaciones, intérpretes de sueños, vestidos de lino de luto) La función de este coro de siervas es mostrar dolor, quizá censurar a los asesinos. El hecho de que esté implicada su propia madre causa el primer dilema moral en la obra, en sus hijos. Se refieren a su madre como extranjera, aunque perteneciente al oikos (propiedad del marido junto a la servidumbre e hijos) y al gineceo doméstico, es extraña afectivamente a estos hijos que no comprenden que haya asesinado a su padre y puede referir también a su condición de meteca o extranjera, hermana de Helena, Cástor y Pólux (Polideceus), de hija de Leda y Tindaréo, reyes en otra región. Pide a los dioses un vengador de su padre y sienten a Egisto un usurpador en su familia y hacienda, yaciendo con esta madre a la que ven como extraña. Se produce el primer encuentro, ese reconocimiento entre dos personajes tan común en la tragedia griega (aunque no llega al dramático autoconocimiento presente en Edipo y otras obras), al reencontrarse los dos hermanos que llevan mucho tiempo separados. Se ejecuta un plan en cada uno. Electra quiere matar a su madre, es un plan de destrucción. Se trata de engañar al oponente y conseguir salvarse los protagonistas; algo que Esquilo refleja pero no Eurípides que castiga a los asesinos por honor que estén defendiendo en su venganza. Igual que un mechón de pelo de su padre les sirve para especular en torno a esta tragedia familiar; ellos también se reconocen hermanos por el parecido en su pelo; compartiendo dolor, deseo de venganza y de restitución del honor.  A Orestes le ha vaticinado el oráculo de Loxias (en nombre de Apolo o Pitio al que estas pitonisas estaban dedicadas como vestales, envueltas ellas mismas en pieles de serpiente o serpientes vivas, entre almizcles e inciensos, siendo Casandra, la profetisa del oráculo de Delfos, por enamorada de Agamenón la que más ha transcendido) que debe “dar muerte por muerte” al asesino de su padre. Le obligan a ello los dioses (a través del oráculo), la tradición, el dolor o “duelo” y el estado de indigencia económica (y de orfandad en el prestigio social de la polis) en que esta tragedia ha dejado a los dos hermanos desheredados. Además se trata de un asunto de justicia, ético.  Ya no se trata de un honor individual (el de Electra y Orestes) sino familiar y social, ciudadano o político en cuanto Agamenón encabezó las filas aqueas, caudillo de los arquos, contra los troyanos con “su cetro de rey.” No hubiera deseado que cayera su padre en la batalla, pero quizá habría sido muerte más digna que fenecer en manos de su esposa y el amante de esta, con la concubina Casandra con la que se había presentado. También gritan homicidio y Orestiada las Erinis o erinias, las diosas y furias de la venganza. “Los restos del reino Atrida son la humillante privación de este palacio.” Juzgan de cruel que le haya asesinado su esposa, cuando nunca le dio “llanto ni lamento.” (Solo la tuvo abandonada unos cuantos años de guerra y se presentó en casa con una amante pitonisa y solo quiso sacrificar a su otra hija, Ifgenia.) 

Electra también se queja de los “malos tratos” a los que les sometió su madre mientras el padre estaba en la guerra yo era alejada, humillada, por nada tenida. Recluida en mi habitación como perra perniciosa, las lágrimas más prontas que la risa brotaban de mis ojos, vertiendo ocultamente infinitos llantos y gemidos. Invocan a Ares, el dios de la guerra pues guerra quieren y justicia claman, en una cólera parecida a la de Aquiles, que puede considerarse una hybris de transgresión si no se tuviera en cuenta de que tienen a los dioses (Ares, las furias y erinias) a su favor, y lo hacen en nombre del honor ciudadano, la virtud familiar y el amor paterno. Invocan a Perséfone, no en cuanto diosa de la primavera (hija de Deméter, especie de diosa maternal natural) sino por raptada en el Hades y por ello señora de los pronto a morir. Incluso invocan a su padre recién fallecido. Los velos refieren al tipo de muerte por estrangulamiento en una manta envenenada por serpiente que recibió su padre (que la profetisa Casandra ya había vaticinado.) Y se encadena con la metáfora a los trapos de lino con que se cubren a modo de luto. El coro y los hermanos la comparan a una serpiente y que manaba por sus pechos sangre en vez de leche. Orestes tendrá que metamorfosearse en la misma serpiente para neutralizar ese veneno con el que le ha amamantado desde niño y así vengar al padre. 

El plan es disfrazarse de extranjero de Daulia hasta las puertas de su casa, con Pílades (un huésped amigo familiar) imitando ambos el dialecto focense (de la Fócide) del Parnaso (deben referirse a la región y no a este espacio en el Olimpo.) Irá armado “de ágil bronce”, matándole a espada. Pide discreción a su hermana. Hay una digresión por parte del coro en que reflexionan cómo el deseo más primario puede inmiscuirse en la virtud matrimonial y destrozar una familia, como ha sido el caso (ambos padres con sus sendos amantes.) Comparan a su madre con la sanguinaria Escila que sacrificó a un ser querido y por los collares de oro cretense (por un pragmatismo) mató al noble Niso traicioneramente mientras dormía. Es el mayor crimen de Lemnos. Se refieren a la Moira, la diosa del Ado, del destino, una de las gorgonas que creían los griegos tejían y cortaban los hilos de sus vidas. Piden Orestes y su siervo o amigo Pílades que salga una autoridad en el oikos, pero Clitemnestra no se considera tal al estar su género desvalorizado. “No parece tratarse de paños calientes, un lecho de descanso en la fatiga y la presencia de ojos leales. Así que es un asunto de hombres, de más reflexión.” 

Orestes hace ver a su madre que su hijo Orestes ha muerto en la guerra. Y ella se lamenta de perder no ya una persona querida sino la descendencia masculina del oikos de Atreo y nombre familiar. Y aunque la noticia sea trágica, ordena a sus esclavos que acomoden a los dos extranjeros. Ya no es momento de Persuasión sino de Lid, de vengar el homicidio guiados por Hermes (ese alado dios “mensajero” que comunica a vivos y muertos, a dioses y mortales.) Ciclia, la nodriza de Orestes, sale de la casa llorando por la muerte de quién cuidó desde niño. Me llama la atención que ni la madre ni la niñera reconozcan a Orestes, un ser tan cercano con el que han convivido, en el extranjero. El coro pide la ayuda de Zeus, padre supremo de los dioses y mortales, que la libertad florezca entre las tinieblas, que se juzgue heroica su venganza, que les ayude en justicia el hijo de Maya (uno de los velos del mundo, pero en este caso apelan a la justicia esencial y no a sus manifestaciones aparentes, como diría Platón) Este coro parece animarle e instigarle al crimen: solo importa la victoria, el triunfo, y si ella te suplica ¡hijo! tú la respondes invocando ¡Padre! Egisto no se cree la fatal noticia de la muerte de su hijastro y sospecha de los extranjeros y de que no sea todo “esos rumores medrosos de mujeres que saltan por los aires y mueren sin realizarse.” Un esclavo anuncia la muerte de su señor Egisto que se ha reunido con Orestes para comprobar la fidelidad de su palabra.

Clitmenestra comprende las palabras de su esclavo; “los muertos matan a los vivos” y que se trata de una venganza, en la que se ha de defenderse aunque se trate de su propio hijo. La madre llora a su amante, sin que esto despierte compasión en su hijo, que la consuela con que ella al seguir su suerte no le traicionará ni en la muerte. Y ella, obviamente, apela a su condición de madre y a tantos años amantándole (de sangre, según Electra.) y le recrimina también haberle amado en vez de a su padre. Le sigue el patetismo emocional de una madre, que amenaza maldecirle, que se excusa en la Moira o en lo sola que se sentía sin su padre en la guerra (por lo que hubo de tomar otro páter familis en el oikos), que le recuerda que le crio y quiere envejecer con él, que le dio un hogar hospitalario…pero según Orestes le dio luz para mandarle a las tinieblas. Con su muerte (se sugiere que la obliga a su madre a matarse así misma) llega la justicia a las Priámidas (los descendientes de Príamo.) Y así se ha cumplido la profecía de Pitón (de Apolo) y consumado la venganza. Parece un fin moral “libre de males” y un happy end en lo económico “en la disipación de la riqueza en manos de la pareja denigrante”, aunando la cólera con la astucia (el ardid de disfrazarse de extranjeros.) Se alude a la purificación, coincidiendo con este final de clímax catártico que para algunos críticos tenía un sentido purificador en los receptores, ya que veían unos ejemplos morales puros que podían seguir en sus propias vidas, y lejos de una hybris o transgresión más parece una justicia poética, familiar, social, política, contando con el favor de las alturas. Llegan gente de Argos, compañeros en el combate con Agamenón, a testificar este castigo al adulterio y al asesinato al esposo, de acuerdo a la ley. Y vuelve a referirse a la condición serpentina de esa madre que asesinó por esos medios de envenenamiento de sierpe y estrangulamiento de manto a su esposo y padre de sus hijos.  Y vuelve a enlazar estas metáforas con el sudario del muerto, los lazos (ardides, la trampa) que le tendió en forma de manta, el peplo femenino, el luto… Pide que avisen a Menelao (el tío) cuando vuelva de Troya de toda esta tragedia (la muerte de su hermano Agamenón y la Orestiada final en venganza, asesinando a su cuñada.) Se ve la muerte de estas dos serpientes una liberación en todo el reino del Argos. El coro de plañideras las delira de Gorgonas envueltas en serpientes. Y finalmente se concluye con que toda esta tragedia familiar no deja de cumplir la profecía de Tiestes. ¿Hasta dónde llegará el furor del Ate?

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