miércoles, 27 de marzo de 2019

ELECTRA DE EURÍPIDES

ELECTRA DE EURÍPIDES Escrita hacia el año 413 a. C.
Labrador micénico, Electra, Orestes, Pílades, viejo esclavo, Clitemnestra, los dioscuros, coro femenino micénico. En la frontera de Argos ante la casa de un labrador.  

Empieza la escena con un prólogo de labriego, exordio y proemio(exordium, prooemium proóimion), del labrador (algo común en el teatro tardomedieval de un Gil Vicente con la figura del serrano hablando en boca del autor y presentando la obra, en el renacentista y en el barroco, en las obras de Lope, supongo que relacionado con ese mundo bucólico-pastoril clásico ya presente en Las bucólicas de Virgilio y una forma de empatizar con el público a través de un personaje popular como es este campesino, que a veces mantiene una actitud muy apelativa y cercana con su audiencia, saludándole, presentando a los personajes principales o introduciendo la obra.) Hace una oda a su tierra, las corrientes del Inaco, a la llanura de Argos, y alabando las glorias bélicas de Agamenón: matar al soberano de Ilinión (Troya) Príamo, la destrucción de la ciudad de Dárdano, y el levantamiento de templos religiosos en honor a estos dioses que le acompañaron en la victoria. Contrastando con la deshonrosa muerte que recibió al regresar al hogar. Egisto incluso quiso matar a Orestes, en esta usurpación que hace del reino Atrida

Pero el viejo ayo de su madre a escondidas encomendó su cuidado en la crianza y educación a Estrofio de Focea (lo cual explica tanto el alejamiento con su hermana y ese reencuentro tras años, media vida, sin verse y que sea este dialecto el que imita al caracterizarse de extranjero.) Egisto también recluyó en el gineceo a Electra temiendo que si encontraba varón engendrará un descendiente a la casa familiar, un competidor por el reino. Aunque su primera intención también fue asesinarla, frustrada por su amante Clitemnestra, quien tenía motivos para matar al marido pero no a sus hijos. Prometió oro a quien matara a Orestes y entregó a Electra a un descendiente de la dinastía de Micenas pero de escasa extracción económica o social (aunque sin reproche en cuanto a honor, ya que sugiere que es noble por cuna y la familia se arruinó.) Cipris, la diosa de Chipre, o Afrodita, el amor, es testigo de la virginidad que mantiene Electra pues este narrador, al menos introductor, de la historia no ha querido mezclar su sangre deshonrada económicamente con la de la familia noble. Lo cual le parece hasta “bobo”: tener a una joven tan bella y virgen y no haberla “tocado”. Electra aparece en medio de la noche, invocándola, con un cántaro en la cabeza lleno de los llantos por cómo la maltrata su madre y padrastro Egisto y por la muerte-asesinato de su padre por parte de estos, son un canto de Hades. Ella quiere aligerar a su esposo, el labriego, de las tareas del campo aunque el considere que no son propias de su categoría. Orestes acaba de regresar a su patria, estuvo anoche llorando en la tumba de su padre, ofreciéndole en homenaje un mechón de pelo (como en Esquilo) y sacrificando una oveja en un altar a los dioses.  Esta versión culpa a Egisto, que le mataría con una espada de doble filo y en tres sablazos. Se queja de su pelo y peplo enlutado, no son dignos de una princesa. Pero el coro le presta una túnica llena de broches y adornos de oro para alegrar a la fiesta, pues a los dioses no se les honra con lamentos sino con suplicas de veneración. Pero ella se queja que ningún dios la vela. Y el coro lo vuelve a achacar al cabeza de turco o chivo expiatorio de Helena, que sabido es que “nos montó la de Troya” (tratando algunos autores de exculparla en nombre del rapto, del amor, del deseo, de su género o que en realidad fue a Egipto y no a Troya) Se produce el encuentro de la tragedia, Electra piropea de Febo Apolo a su hermano, pues este es quien a través del adivino Tisias le ha vaticinado la venganza. Se queja de que Egisto le ha apartado de la casa, rapado el pelo y obligado a casar, aunque con un buen hombre que la respeta su virginidad. Pero a su hermano le parece un desclasamiento haberse casado con un obrero, por “cuerdo” que sea. La madre no sabe nada de todo esto, no la dejan casi hablarse.

Orestes la anuncia la venganza, la piedad solo es propia de los sabios pero los que se pasan de listos merecen castigo. Se queja de sus ropas, la suciedad de su ropa, estar apartada de la vida social y de las amigas (por vergüenza a no tener hombre), y ha tenido que renunciar al matrimonio concertado por sus padres con su pariente Castor (su tío), que también luchó en Troya y murió allí. Egisto ha tomado a su madre, y no le esconde las esclavas asiáticas que conquistó su padre, usurpando el trono de quién si luchó por algo y venció. La tumba de Agamenón es un monumento muy pequeño, la tienen abandonada, vacía, sucia, sin ornamentos, no han hecho libidaciones ni sacrificios, el “ilustre” de Egisto (como obligan a llamarle ahora) pisotea y apedrea su lecho último.  Y encima provoca a Orestes, que no está presente para defenderse; ¿Dónde estás ahora para proteger a tu padre? Electra le lleva a conocer a su esposo, que les recibe con tal hospitalidad que Orestes se cuestiona sí un pobre puede ser más noble de corazón que el nacido rico y con un prestigio social. La pobreza se debe a la necesidad y no puede haber virtud, pero en la riqueza hay codicia. Y es relativo el honor bélico. Así que la nobleza parece estar en las acciones, y en la naturaleza y valor de estas. Electra le pide a su esposo que traiga al viejo ayo de Agamenón, que pastorea por el río Tánao entre Esparta y Argos, pues le hará ilusión volver a ver al niño que él salvó de la espada de su padrastro. El coro parece recitar (o cantar) una oda a las naves aqueas en Troya, entre las olas en esa danza fluvial de las Nereidas (dejando las alturas de Eubea), y hasta un delfín tocaba la flauta ante tales héroes camino a la guerra: el hijo de Tetis nereida del mar, Aquiles y su talón “ligero” (educado por el jinete centauro Quirón) hasta las riberas del Simoeis de Troya, con el propio Agamenón. Fueron estas nereidas las encargadas de traer un escudo fruncido en hierro y oro por el propio Hefestos, Pelión y os hondos valles de la Sagrada Osa, atalaya de las ninfas (que al igual que las nereidas solían acodarse y bañarse a las orillas de los ríos; siendo mayores en edad las nereidas en cuanto esposas de los titanes y estas más jóvenes y bellas, figuras parecidas a las dríadas salvo que estas tenían su hábitat en los bosques y que en la mitología vasca –aunque ya habla de ella la mitología celta o Keats, Shakespeare y Blake- se han identificado con las lamias.)  En el puerto de Naziplio se decía que en el escudo- casco de oro que ahora heredará Orestes estaba grabada la efigie de Perseo “el mata-gorgonas con pelo serpientes”, una especie de antecedente del san Jorge mata dragones pagano-cristiano. Y con él, Hermes, el mensajero o pregonero alado de los dioses, especie de dios de la comunicación como bromeaban nuestros profesores en el grado de Periodismo, hijo montaraz de maya (la representación de la tierra en su apariencia.) Y también hay una ecfrasis de un carro redondo de sol con yeguas aladas (como el de la metáfora de Platón), los coros celestes de astros (que se creían, como ahora, mandaban señales que descifrar) y las Pléyades e Híades que rotaban ante los ojos de Hector (que como es sabido, su cadáver fue arrastrado en carro rodeando el muro de Troya como una humillación.) También aparece representada la Esfinge (a la que Edipo consultó las tres edades del hombre) y una leona respirando expulsando fuego (la quimera que huye de Pegaso, montado por Belerofonte de Corinto (donde está la fuente y el río Pirene).

En el epodo se amenaza que a Clitmenestra le darán muerte en venganza como los hijos de Urano hicieron con este padre dios del orden celeste que se los tragaba para evitar su muerte, y fue el último titán en la titainada. Tras el vinieron los dioses de un olimpo más democrático, con atributos más humanos, más jóvenes que esos titanes originales, vinculados a las fuerzas naturales. Llega el anciano niñero con queso, un recental, coronas (dinero) y su buen vino oloroso, el viejo tesoro de Dioniso. Le acomodan porque él está mayor y llorando de la emoción de este segundo encuentro entre personajes y se seca con su túnica de harapos. Le ha llorado al niño que cuidó, el gran Agamenón, con libidaciones y unas ramas de arrayán. Pero había ya allí un mechón de pelo rubio y los restos de un sacrificio de oveja, habrá sido Orestes. Le pide la comprobación de pelo, como en la obra de esquilo, pues acaba sospechando que ha sido Electra ya que las huellas eran las de su pie. Pero ella no reconoce haberle rendido este homenaje, no sé bien por qué, y lo achaca a un foráneo o alguien que ha burlado la prohibición de Egisto de homenajear a Agamenón. El anciano le hace ver a Electra que esta ante su hermano, aquel a quien salvó de la muerte de Egisto, al reconocer la cicatriz en la ceja que se hizo cuando ambos hermanos perseguían un cervatillo. (Este tipo de pruebas de reconocimiento son muy comunes en la tragedia y en ellas se inspiraba el mundo de la oratoria, sobretodo la judicial. Puede verse en ellas un antecedente de las novelas detectivescas tipo Sherlock Holmes) No pueden entrar en los muros, plagados de centinelas, una verosimilitud que no plantea la obra de Esquilo, así que el plan es sorprenderle mientras hace un sacrificio de toros, con su amante detrás, por las habladurías del pueblo que la odian como mujer impura, infiel, adultera y esposo-cidia.  Invocan a Zeus, padre de los dioses, cónyuge Hera que reina sobre los altares de Micenas, al rey de los muertos y de Hades. Cuenta la leyenda que el fauno semidiós Pan llevó al ágora un cordero de oro para celebrar la casa de los Atridas, como símbolo de su realeza. Se encendieron altares de fuego, se expandieron inciensos dorados, y se cantó en flauta inspirado en las musas. Pero Zeus envidió esta realeza e hizo a Tiestes yacer bajo engaños con la esposa de Atreo. La obra se refiere al dios Amon (que en las regiones egipcias, colonizadas por Grecia, era el equivalente a Zeus y que con Akenaton se convirtió en el disco solar Atón hasta el asesinato de Tutankamón.) Un argivo gime, y el cielo parece cambiar de color.  La tragedia se masca en el aire. El mensajero de Orestes le cuenta a Electra cómo este ha matado al asesino de su padre. Se han hecho pasar por tesalios (a diferencia de la otra versión) que van a Alfeo a hacer un sacrificio a Zeus. Él les invita a un banquete en homenaje a las ninfas. Como los tesalios tienen buena fama degollando y despiezando terneros, les pide ayuda y le pasa el Doris (el cuchillo para esta tarea) Así que le hundió el cuchillo hasta las vértebras desgarrándole los músculos de la espalda y cuando van a defenderlo sus esclavos Orestes se presenta como el sucesor legítimo de Agamenón y todos celebran la venganza contra el tirano usurpador. Electra se pone tan contenta que se pone sus mejores joyas abriendo todas las ventanas cantando a Helios, el dios del sol. Y las esclavas danzan un baile de musas. Electra le pone orgullosa una banda a su hermano y le regala a su escudero Pilades le corona.

Y exponen el cadáver del asesino asesinado para que se lo coman los bichos, aves y fieras. Electra teme más murmuración en la ciudad aunque han cometido un acto heroico en nombre dl honor. La venganza se sirve en un plato frio y tarda en llegar como todos los buenos platos; así que Electra se despacha a gusto reprochándole al cadáver de su padrastro que haya matado a su padre, deshonrado a su madre, privado de su libertad y perfomatividad sexual (aunque no conociera el término) obligándola a tomar esposo. Y también se burla que en aquel matrimonio mandara la mujer y no el hombre, lo cual es “feo” ya que su madre era más notable y superior en todo a él. La riqueza es efímera y es en lo que legitimaba su usurpación del trono Atrida y encima era robada a su padre y la había ido dilapidando. Mientras que la naturaleza permanece. Aunque lo hace veladamente, pues no le está permitido a la mujer hablar y menos de estas cosas, le consideraba guapo pero prepotente, altanero, pero un afeminado en el fondo, de belleza aparente, un mero adorno de los coros y sin la valentía de los esposos masculinos, hijos de Ares. Le manda en definitiva al infierno. Electra le pide a su hermano que consuma la venganza con el matricidio y al principio él protesta, se trata de una madre y él de un ser puro y teme que aconseje esto un alástor (genio vengativo, “el que no olvida ni perdona”, Alath, alaos “venganza ciega, invisible.”

Las esclavas troyanas (capturadas en la guerra) bajan del trono a la gran reina. Electra le reprocha a su madre que la haya tenido marginada en casa y luego la hayan expulsado y casado. Pero su madre dice que ella se sintió igual cuando padre partió a la guerra. Le obligó Tindáreo (su padre) a casarse con Agamenón, quien quiso sacrificar a su hija Ifgenia (la hermana de Electra) bajo el engaño que iba a casarla con Aquiles, para favorecer los vientos y pudieran partir las naves a Illinois. Y según esta versión no se apiadaron de ellas los dioses ni el padre al final y la asesinó. Y encima de dejarla tanto tiempo solo (por lo que tuvo que tomar compañía y protección en la casa) se presentó con una loca de dios (la pitonisa Casandra) y la introdujo en su casa, pavoneándose de la amante. Helena, su hermana, recibió menos castigo que ella con toda la que lio, quizá porque encontró a un esposo más decente (Menelao) y un amante más cariñoso (París) Y se escusa en que “casquivana es la mujer, no digo que no” pero tomó este amante por despecho a la amante con que su esposo se había presentado en casa. Ha hablado con justicia pero el coro juzga una desvergüenza que no ceda sensata ante su esposo.

La hija toma la palabra; “la tía y tú sois unas casquivanas, indignas del tío Castor, pues ella se dejó raptar y tú has perdido al mejor hombre de Grecia con la excusa de mi hermana muerta.” Y la culpa de alegrarse en secreto si Troya vencía y se quitaba de en medio a Agamenón, con lo buen esposo y padre que era, y de haber estado maquillándose y gustando a los hombres frívolamente con el marido luchando trágicamente por la patria. Compró el amor de Egisto con dinero y el trono del esposo asesinado y marginó y desheredó a los dos hermanos.  Quien casa con mujer malvada por su riqueza o noble cuna es necio. Casamiento modesto, pero prudente, es mejor en una casa que matrimonio notable. El coro considera que estos matrimonios de conveniencia acaban siendo de convivencia, pueden salir bien o mal, es cosa de azar. Y la madre la dice que siempre hay hijos que quieren más al padre que a la madre como es el caso, y que teme por su vida, y se refiere a su carácter obstinado por naturaleza que es el mismo que lleva a Egisto a odiarles. Electra ha tenido que vivir recluida en la casa pues nadie quiere por vecino a unos pobres, y tuvo que parir sola a su hijo (un hijo que en la versión de Esquilo no aparece, y quizá sea un farol pues le han casado a propósito con un hombre débil, ósea infértil) Ella se ofrece junto a su esposo a hacerle un sacrificio a su nieto, pero el destino ya está trazado y el hilo de su vida a punto de cortar por las hilanderas de la muerte, con el mismo filo con que se ha despiezado el ternero y asesinado a Egisto. El coro la compara a una leona montaraz pastando en prados de lujuria y el asesinato traspasa estos muros hasta los muros ciclópeos que llegan al cielo (Atlas sosteniendo el mundo, es decir; lo sabe todo el mundo y está en conocimiento de los dioses) Orestes acaba de matar a su madre y teme por su hybris ante los dioses, ¿a dónde irá?, ¿Qué huésped, quién que sea piadoso pondrá sus ojos en mi rostro de matricida? Y Electra se lamenta: ¿a qué boda marcharé? ¿Qué esposo me aceptará en su cama nupcial? Teme haber llevado al hermano al matricidio pero en el fondo han hecho un acto piadoso. La madre patéticamente enseñaba el pecho que les dio de mamar pidiendo clemencia y piedad en cuanto a madre que les ha parido. Era una amiga enemiga, y la lloran tanto como la odiaron.

El coro se extraña ante la venida de unos dioses o quizá daimones pues no es su senda habitual. Es Castor con Pólux y su sequito, que vienen a conocer la tragedia de su hermana. Les parece justo el merecido a la infidelidad y asesinato de su hermana pero no el matricidio y habrá de sufrir su Moira, su destino divino. Electra se casará con el escudero Pilades y marchará exiliada en el ostracismo. Las diosas furias, Erinis, identificadas con las diosas Keres de cara perruna y serpientes por brazos, relacionadas con un demón destructor hijo de la noche y hermano de la muerte (también presente en la mitología egipcia), les perseguirán en vida y le harán dar vueltas a Orestes enloquecido como en una rueda. Pero si se abraza a la estatua de Palas Atenea ella impedirá que las serpientes te abracen al prestarle el escudo reflector con que Perseo mató a la Gorgona de pelo-serpientes. En una colina de Ares los dioses se sentaron a votar otro crimen de sangre, el de Ares el dios bélico a Halirrocio, hijo del rey del mar, enfurecido por la impía unión con su hija (Afrodita, nacida de la espuma del mar.) Se celebrará en este proceso un juicio parecido, por igualdad de votos y voto secreto y sagrado, incuso se juzgará a Ticias (¿no era Loxias en la otra versión?) por vaticinarle el matricidio. Pero seguramente no le condenen a muerte y tendrá que exiliarse a las riberas del Alfeo, en una ciudad arcadia, junto al templo de Liceo, “enfila el cuello del Istmo y dirígete a pie hacia la próspera ribera de Cecropias.” Se abrirá una sima sobre el oráculo que le ha engañado. El cadáver de Egisto se ocultará. El de la madre lo enterrará su cuñado Menelao, que ha vuelto tras su victoria en Troya y se halla en Nauplia, capital periférica de la Argólida. Y su hermana Helena, que ha regresado de Egipto del palacio de Proteo pues lo que se envió a Troya fue un simulacro, un fantasma (o phantasmagoria como sostenía Platón para reafirme en su teoría idealista y esencialista sobre las apariencias.) A Ambos pertenece ahora el trono y las riquezas de la casa de Atreo. Termina esta especie de juicio del tío, sentenciando: “Común fue la acción, común vuestro destino, y una sola maldición de vuestros padres os perdió a los dos.” Se lamenta Orestes de separarse de su hermana, pero según Castor salvo que ha de abandonar la casa es el menos perjudicada porque tendrá esposo y casa. Y se produce la despedida, la separación forzada, como antitesis del encuentro primario y el reconocimiento a través del ayo. El ejército de Cástor les deja solos a los héroes trágicos con su hybris que ha ofendido no solo a los dioses sino a sus familiares y a toda la ciudad y reino, y marchan por el mar siciliano en sus naves aprovechando los vientos. El coro se despide de los actores-personajes y de nosotros: “¡Adiós! Quien puede estar contento y no le doblega desgracia alguna, ha conseguido la felicidad.”

Eurípides mantiene una perspectiva más racionalista que Esquilo en el mito y crítica la visión teológica de su Electra, ridiculizando alguno de las supersticiones que la otra refleja.  Y sin embargo, su final es más trágico que en Esquilo, dentro de la idea de que todo es una tragedia pero en Esquilo al menos el matricidio y muerte de Egisto es contemplado como un ajuste de cuentas virtuosos y una venganza y no sufren este castigo final los protagonistas a los que Eurípides les somete. El de esquilo parece un happy end, un final feliz, y en esta obra también, en la escena en que Electra se enjoya y abre las ventanas, hasta que llega el tío, destrozando esa ilusión idilica y convirtiendolo y aumentando lo que es; una tragedia griega.

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