ELECTRA
DE EURÍPIDES
Escrita hacia el año 413 a. C.
Labrador micénico, Electra,
Orestes, Pílades, viejo esclavo, Clitemnestra, los dioscuros, coro femenino
micénico. En la frontera de Argos ante la casa de un labrador.
Empieza la escena con un prólogo de labriego, exordio
y proemio(exordium, prooemium
proóimion), del labrador
(algo común en el teatro tardomedieval de un Gil Vicente con la figura del
serrano hablando en boca del autor y presentando la obra, en el renacentista y
en el barroco, en las obras de Lope, supongo que relacionado con ese mundo
bucólico-pastoril clásico ya presente en Las
bucólicas de Virgilio y una forma de empatizar con el público a través de
un personaje popular como es este campesino, que a veces mantiene una actitud
muy apelativa y cercana con su audiencia, saludándole, presentando a los
personajes principales o introduciendo la obra.) Hace una oda a su tierra, las
corrientes del Inaco, a la llanura de Argos, y alabando las glorias bélicas de
Agamenón: matar al soberano de Ilinión (Troya) Príamo, la destrucción de la
ciudad de Dárdano, y el levantamiento de templos religiosos en honor a estos
dioses que le acompañaron en la victoria. Contrastando con la deshonrosa muerte
que recibió al regresar al hogar. Egisto incluso quiso matar a Orestes, en esta
usurpación que hace del reino Atrida
Pero el viejo ayo de su madre a escondidas encomendó
su cuidado en la crianza y educación a Estrofio de Focea (lo cual explica tanto
el alejamiento con su hermana y ese reencuentro tras años, media vida, sin
verse y que sea este dialecto el que imita al caracterizarse de extranjero.)
Egisto también recluyó en el gineceo a Electra temiendo que si encontraba varón
engendrará un descendiente a la casa familiar, un competidor por el reino.
Aunque su primera intención también fue asesinarla, frustrada por su amante
Clitemnestra, quien tenía motivos para matar al marido pero no a sus hijos.
Prometió oro a quien matara a Orestes y entregó a Electra a un descendiente de
la dinastía de Micenas pero de escasa extracción económica o social (aunque sin
reproche en cuanto a honor, ya que sugiere que es noble por cuna y la familia
se arruinó.) Cipris, la diosa de Chipre, o Afrodita, el amor, es testigo de la
virginidad que mantiene Electra pues este narrador, al menos introductor, de la
historia no ha querido mezclar su sangre deshonrada económicamente con la de la
familia noble. Lo cual le parece hasta “bobo”: tener a una joven tan bella y virgen
y no haberla “tocado”. Electra aparece en medio de la noche, invocándola, con
un cántaro en la cabeza lleno de los llantos por cómo la maltrata su madre y
padrastro Egisto y por la muerte-asesinato de su padre por parte de estos, son
un canto de Hades. Ella quiere aligerar a su esposo, el labriego, de las tareas
del campo aunque el considere que no son propias de su categoría. Orestes acaba
de regresar a su patria, estuvo anoche llorando en la tumba de su padre,
ofreciéndole en homenaje un mechón de pelo (como en Esquilo) y sacrificando una
oveja en un altar a los dioses. Esta
versión culpa a Egisto, que le mataría con una espada de doble filo y en tres
sablazos. Se queja de su pelo y peplo enlutado, no son dignos de una princesa.
Pero el coro le presta una túnica llena de broches y adornos de oro para
alegrar a la fiesta, pues a los dioses no se les honra con lamentos sino con
suplicas de veneración. Pero ella se queja que ningún dios la vela. Y el coro
lo vuelve a achacar al cabeza de turco o chivo expiatorio de Helena, que sabido
es que “nos montó la de Troya” (tratando algunos autores de exculparla en
nombre del rapto, del amor, del deseo, de su género o que en realidad fue a
Egipto y no a Troya) Se produce el encuentro de la tragedia, Electra piropea de
Febo Apolo a su hermano, pues este es quien a través del adivino Tisias le ha
vaticinado la venganza. Se queja de que Egisto le ha apartado de la casa,
rapado el pelo y obligado a casar, aunque con un buen hombre que la respeta su
virginidad. Pero a su hermano le parece un desclasamiento haberse casado con un
obrero, por “cuerdo” que sea. La madre no sabe nada de todo esto, no la dejan
casi hablarse.
Orestes la anuncia la venganza, la piedad solo es
propia de los sabios pero los que se pasan de listos merecen castigo. Se queja
de sus ropas, la suciedad de su ropa, estar apartada de la vida social y de las
amigas (por vergüenza a no tener hombre), y ha tenido que renunciar al
matrimonio concertado por sus padres con su pariente Castor (su tío), que
también luchó en Troya y murió allí. Egisto ha tomado a su madre, y no le
esconde las esclavas asiáticas que conquistó su padre, usurpando el trono de
quién si luchó por algo y venció. La tumba de Agamenón es un monumento muy
pequeño, la tienen abandonada, vacía, sucia, sin ornamentos, no han hecho
libidaciones ni sacrificios, el “ilustre” de Egisto (como obligan a llamarle
ahora) pisotea y apedrea su lecho último.
Y encima provoca a Orestes, que no está presente para defenderse; ¿Dónde
estás ahora para proteger a tu padre? Electra le lleva a conocer a su esposo,
que les recibe con tal hospitalidad que Orestes se cuestiona sí un pobre puede
ser más noble de corazón que el nacido rico y con un prestigio social. La
pobreza se debe a la necesidad y no puede haber virtud, pero en la riqueza hay
codicia. Y es relativo el honor bélico. Así que la nobleza parece estar en las
acciones, y en la naturaleza y valor de estas. Electra le pide a su esposo que
traiga al viejo ayo de Agamenón, que pastorea por el río Tánao entre Esparta y
Argos, pues le hará ilusión volver a ver al niño que él salvó de la espada de
su padrastro. El coro parece recitar (o cantar) una oda a las naves aqueas en
Troya, entre las olas en esa danza fluvial de las Nereidas (dejando las alturas
de Eubea), y hasta un delfín tocaba la flauta ante tales héroes camino a la
guerra: el hijo de Tetis nereida del mar, Aquiles y su talón “ligero” (educado
por el jinete centauro Quirón) hasta las riberas del Simoeis de Troya, con el
propio Agamenón. Fueron estas nereidas las encargadas de traer un escudo
fruncido en hierro y oro por el propio Hefestos, Pelión y os hondos valles de
la Sagrada Osa, atalaya de las ninfas (que al igual que las nereidas solían
acodarse y bañarse a las orillas de los ríos; siendo mayores en edad las
nereidas en cuanto esposas de los titanes y estas más jóvenes y bellas, figuras
parecidas a las dríadas salvo que estas tenían su hábitat en los bosques y que
en la mitología vasca –aunque ya habla de ella la mitología celta o Keats,
Shakespeare y Blake- se han identificado con las lamias.) En el puerto de Naziplio se decía que en el escudo-
casco de oro que ahora heredará Orestes estaba grabada la efigie de Perseo “el
mata-gorgonas con pelo serpientes”, una especie de antecedente del san Jorge
mata dragones pagano-cristiano. Y con él, Hermes, el mensajero o pregonero
alado de los dioses, especie de dios de la comunicación como bromeaban nuestros
profesores en el grado de Periodismo, hijo montaraz de maya (la representación
de la tierra en su apariencia.) Y también hay una ecfrasis de un carro redondo
de sol con yeguas aladas (como el de la metáfora de Platón), los coros celestes
de astros (que se creían, como ahora, mandaban señales que descifrar) y las
Pléyades e Híades que rotaban ante los ojos de Hector (que como es sabido, su
cadáver fue arrastrado en carro rodeando el muro de Troya como una
humillación.) También aparece representada la Esfinge (a la que Edipo consultó
las tres edades del hombre) y una leona respirando expulsando fuego (la quimera
que huye de Pegaso, montado por Belerofonte de Corinto (donde está la fuente y
el río Pirene).
En el epodo se amenaza que a Clitmenestra le darán
muerte en venganza como los hijos de Urano hicieron con este padre dios del
orden celeste que se los tragaba para evitar su muerte, y fue el último titán
en la titainada. Tras el vinieron los dioses de un olimpo más democrático, con
atributos más humanos, más jóvenes que esos titanes originales, vinculados a
las fuerzas naturales. Llega el anciano niñero con queso, un recental, coronas
(dinero) y su buen vino oloroso, el viejo tesoro de Dioniso. Le acomodan porque
él está mayor y llorando de la emoción de este segundo encuentro entre
personajes y se seca con su túnica de harapos. Le ha llorado al niño que cuidó,
el gran Agamenón, con libidaciones y unas ramas de arrayán. Pero había ya allí
un mechón de pelo rubio y los restos de un sacrificio de oveja, habrá sido
Orestes. Le pide la comprobación de pelo, como en la obra de esquilo, pues
acaba sospechando que ha sido Electra ya que las huellas eran las de su pie.
Pero ella no reconoce haberle rendido este homenaje, no sé bien por qué, y lo
achaca a un foráneo o alguien que ha burlado la prohibición de Egisto de
homenajear a Agamenón. El anciano le hace ver a Electra que esta ante su
hermano, aquel a quien salvó de la muerte de Egisto, al reconocer la cicatriz
en la ceja que se hizo cuando ambos hermanos perseguían un cervatillo. (Este
tipo de pruebas de reconocimiento son muy comunes en la tragedia y en ellas se
inspiraba el mundo de la oratoria, sobretodo la judicial. Puede verse en ellas
un antecedente de las novelas detectivescas tipo Sherlock Holmes) No pueden
entrar en los muros, plagados de centinelas, una verosimilitud que no plantea
la obra de Esquilo, así que el plan es sorprenderle mientras hace un sacrificio
de toros, con su amante detrás, por las habladurías del pueblo que la odian
como mujer impura, infiel, adultera y esposo-cidia. Invocan a Zeus, padre de los dioses, cónyuge
Hera que reina sobre los altares de Micenas, al rey de los muertos y de Hades.
Cuenta la leyenda que el fauno semidiós Pan llevó al ágora un cordero de oro
para celebrar la casa de los Atridas, como símbolo de su realeza. Se
encendieron altares de fuego, se expandieron inciensos dorados, y se cantó en
flauta inspirado en las musas. Pero Zeus envidió esta realeza e hizo a Tiestes
yacer bajo engaños con la esposa de Atreo. La obra se refiere al dios Amon (que
en las regiones egipcias, colonizadas por Grecia, era el equivalente a Zeus y
que con Akenaton se convirtió en el disco solar Atón hasta el asesinato de
Tutankamón.) Un argivo gime, y el cielo parece cambiar de color. La tragedia se masca en el aire. El mensajero
de Orestes le cuenta a Electra cómo este ha matado al asesino de su padre. Se
han hecho pasar por tesalios (a diferencia de la otra versión) que van a Alfeo
a hacer un sacrificio a Zeus. Él les invita a un banquete en homenaje a las
ninfas. Como los tesalios tienen buena fama degollando y despiezando terneros,
les pide ayuda y le pasa el Doris (el cuchillo para esta tarea) Así que le
hundió el cuchillo hasta las vértebras desgarrándole los músculos de la espalda
y cuando van a defenderlo sus esclavos Orestes se presenta como el sucesor
legítimo de Agamenón y todos celebran la venganza contra el tirano usurpador.
Electra se pone tan contenta que se pone sus mejores joyas abriendo todas las
ventanas cantando a Helios, el dios del sol. Y las esclavas danzan un baile de
musas. Electra le pone orgullosa una banda a su hermano y le regala a su
escudero Pilades le corona.
Y exponen el cadáver del asesino asesinado para que
se lo coman los bichos, aves y fieras. Electra teme más murmuración en la
ciudad aunque han cometido un acto heroico en nombre dl honor. La venganza se
sirve en un plato frio y tarda en llegar como todos los buenos platos; así que
Electra se despacha a gusto reprochándole al cadáver de su padrastro que haya
matado a su padre, deshonrado a su madre, privado de su libertad y
perfomatividad sexual (aunque no conociera el término) obligándola a tomar
esposo. Y también se burla que en aquel matrimonio mandara la mujer y no el
hombre, lo cual es “feo” ya que su madre era más notable y superior en todo a
él. La riqueza es efímera y es en lo que legitimaba su usurpación del trono
Atrida y encima era robada a su padre y la había ido dilapidando. Mientras que
la naturaleza permanece. Aunque lo hace veladamente, pues no le está permitido
a la mujer hablar y menos de estas cosas, le consideraba guapo pero prepotente,
altanero, pero un afeminado en el fondo, de belleza aparente, un mero adorno de
los coros y sin la valentía de los esposos masculinos, hijos de Ares. Le manda
en definitiva al infierno. Electra le pide a su hermano que consuma la venganza
con el matricidio y al principio él protesta, se trata de una madre y él de un
ser puro y teme que aconseje esto un alástor (genio vengativo, “el que no
olvida ni perdona”, Alath, alaos “venganza ciega, invisible.”
Las esclavas troyanas (capturadas en la guerra)
bajan del trono a la gran reina. Electra le reprocha a su madre que la haya
tenido marginada en casa y luego la hayan expulsado y casado. Pero su madre
dice que ella se sintió igual cuando padre partió a la guerra. Le obligó
Tindáreo (su padre) a casarse con Agamenón, quien quiso sacrificar a su hija
Ifgenia (la hermana de Electra) bajo el engaño que iba a casarla con Aquiles,
para favorecer los vientos y pudieran partir las naves a Illinois. Y según esta
versión no se apiadaron de ellas los dioses ni el padre al final y la asesinó.
Y encima de dejarla tanto tiempo solo (por lo que tuvo que tomar compañía y
protección en la casa) se presentó con una loca de dios (la pitonisa Casandra)
y la introdujo en su casa, pavoneándose de la amante. Helena, su hermana,
recibió menos castigo que ella con toda la que lio, quizá porque encontró a un
esposo más decente (Menelao) y un amante más cariñoso (París) Y se escusa en
que “casquivana es la mujer, no digo que
no” pero tomó este amante por despecho a la amante con que su esposo se
había presentado en casa. Ha hablado con justicia pero el coro juzga una
desvergüenza que no ceda sensata ante su esposo.
La hija toma la palabra; “la tía y tú sois unas casquivanas, indignas del tío Castor, pues ella
se dejó raptar y tú has perdido al mejor hombre de Grecia con la excusa de mi
hermana muerta.” Y la culpa de alegrarse en secreto si Troya vencía y se
quitaba de en medio a Agamenón, con lo buen esposo y padre que era, y de haber
estado maquillándose y gustando a los hombres frívolamente con el marido
luchando trágicamente por la patria. Compró el amor de Egisto con dinero y el
trono del esposo asesinado y marginó y desheredó a los dos hermanos. Quien casa con mujer malvada por su riqueza o
noble cuna es necio. Casamiento modesto, pero prudente, es mejor en una casa
que matrimonio notable. El coro considera que estos matrimonios de conveniencia
acaban siendo de convivencia, pueden salir bien o mal, es cosa de azar. Y la
madre la dice que siempre hay hijos que quieren más al padre que a la madre
como es el caso, y que teme por su vida, y se refiere a su carácter obstinado
por naturaleza que es el mismo que lleva a Egisto a odiarles. Electra ha tenido
que vivir recluida en la casa pues nadie quiere por vecino a unos pobres, y
tuvo que parir sola a su hijo (un hijo que en la versión de Esquilo no aparece,
y quizá sea un farol pues le han casado a propósito con un hombre débil, ósea
infértil) Ella se ofrece junto a su esposo a hacerle un sacrificio a su nieto,
pero el destino ya está trazado y el hilo de su vida a punto de cortar por las
hilanderas de la muerte, con el mismo filo con que se ha despiezado el ternero
y asesinado a Egisto. El coro la compara a una leona montaraz pastando en
prados de lujuria y el asesinato traspasa estos muros hasta los muros ciclópeos
que llegan al cielo (Atlas sosteniendo el mundo, es decir; lo sabe todo el
mundo y está en conocimiento de los dioses) Orestes acaba de matar a su madre y
teme por su hybris ante los dioses, ¿a dónde irá?, ¿Qué huésped, quién que sea
piadoso pondrá sus ojos en mi rostro de matricida? Y Electra se lamenta: ¿a qué
boda marcharé? ¿Qué esposo me aceptará en su cama nupcial? Teme haber llevado
al hermano al matricidio pero en el fondo han hecho un acto piadoso. La madre
patéticamente enseñaba el pecho que les dio de mamar pidiendo clemencia y
piedad en cuanto a madre que les ha parido. Era una amiga enemiga, y la lloran
tanto como la odiaron.
El coro se extraña ante la venida de unos dioses o
quizá daimones pues no es su senda habitual. Es Castor con Pólux y su sequito,
que vienen a conocer la tragedia de su hermana. Les parece justo el merecido a
la infidelidad y asesinato de su hermana pero no el matricidio y habrá de
sufrir su Moira, su destino divino. Electra se casará con el escudero Pilades y
marchará exiliada en el ostracismo. Las diosas furias, Erinis, identificadas
con las diosas Keres de cara perruna y serpientes por brazos, relacionadas con
un demón destructor hijo de la noche y hermano de la muerte (también presente
en la mitología egipcia), les perseguirán en vida y le harán dar vueltas a Orestes
enloquecido como en una rueda. Pero si se abraza a la estatua de Palas Atenea
ella impedirá que las serpientes te abracen al prestarle el escudo reflector
con que Perseo mató a la Gorgona de pelo-serpientes. En una colina de Ares los
dioses se sentaron a votar otro crimen de sangre, el de Ares el dios bélico a
Halirrocio, hijo del rey del mar, enfurecido por la impía unión con su hija
(Afrodita, nacida de la espuma del mar.) Se celebrará en este proceso un juicio
parecido, por igualdad de votos y voto secreto y sagrado, incuso se juzgará a
Ticias (¿no era Loxias en la otra versión?) por vaticinarle el matricidio. Pero
seguramente no le condenen a muerte y tendrá que exiliarse a las riberas del
Alfeo, en una ciudad arcadia, junto al templo de Liceo, “enfila el cuello del Istmo y dirígete a pie hacia la próspera ribera de
Cecropias.” Se abrirá una sima sobre el oráculo que le ha engañado. El
cadáver de Egisto se ocultará. El de la madre lo enterrará su cuñado Menelao,
que ha vuelto tras su victoria en Troya y se halla en Nauplia, capital
periférica de la Argólida. Y su hermana Helena, que ha regresado de Egipto del
palacio de Proteo pues lo que se envió a Troya fue un simulacro, un fantasma (o
phantasmagoria como sostenía Platón para reafirme en su teoría
idealista y esencialista sobre las apariencias.) A Ambos pertenece ahora el
trono y las riquezas de la casa de Atreo. Termina esta especie de juicio del
tío, sentenciando: “Común fue la acción,
común vuestro destino, y una sola maldición de vuestros padres os perdió a los
dos.” Se lamenta Orestes de separarse de su hermana, pero según Castor
salvo que ha de abandonar la casa es el menos perjudicada porque tendrá esposo
y casa. Y se produce la despedida, la separación forzada, como antitesis del
encuentro primario y el reconocimiento a través del ayo. El ejército de Cástor
les deja solos a los héroes trágicos con su hybris que ha ofendido no solo a
los dioses sino a sus familiares y a toda la ciudad y reino, y marchan por el
mar siciliano en sus naves aprovechando los vientos. El coro se despide de los
actores-personajes y de nosotros: “¡Adiós!
Quien puede estar contento y no le doblega desgracia alguna, ha conseguido la
felicidad.”
Eurípides mantiene una
perspectiva más racionalista que Esquilo en el mito y crítica la visión
teológica de su Electra, ridiculizando alguno de las supersticiones que la otra
refleja. Y sin embargo, su final es más
trágico que en Esquilo, dentro de la idea de que todo es una tragedia pero en
Esquilo al menos el matricidio y muerte de Egisto es contemplado como un ajuste
de cuentas virtuosos y una venganza y no sufren este castigo final los
protagonistas a los que Eurípides les somete. El de esquilo parece un happy
end, un final feliz, y en esta obra también, en la escena en que Electra se
enjoya y abre las ventanas, hasta que llega el tío, destrozando esa ilusión idilica y convirtiendolo y aumentando lo que es; una tragedia griega.
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