miércoles, 29 de diciembre de 2021

UNA NOCHE DE AMOR

Marina es un pueblo azul. Los rayos de sol dibujan en el horizonte formas serpenteantes. El sol va dorando eras y campos. Debajo de una sombrilla, María hojea una revista. María, en bañador azul algo mojado, y con el pelo ondeante y suelto. Como una sirena, así la llamaba su padre. Sí, como una sirena. Los ojos de María se quieren esconder del mundo debajo de unas gafas de sol Gucci. María se unta las piernas de crema. Y Oscar, su amante, la cubre la espalda de protección solar. Oscar no es una estatua clásica, es el jardinero, es el amante. Oscar es el acompañante, un hombre nacido en Valencia, aunque con raíces moriscas y rasgos orientales en sus ojos achinados... Oscar estudió periodismo en Valencia, y después, azares de su existencia, contactos de su móvil, ha venido a parar aquí, a este recodo del jardín, en esta tumbona, frente a esta piscina.  La sombra del vetusto Oscar parece la de un sempiterno dios. El sol remarca aún más los tríceps, los bíceps, sus músculos, sus brazos curtidos, su barba lampiña de dos días sin afeitar, y su pelo rubio, como los ángeles asexuados del renacimiento.    Oscar untándole  la espalda a María de crema, tan inmóvil, tan estático, ¿de verdad no es una estatua? ¿de verdad son reales sus músculos y ese destello casi de psicópata que brilla en sus ojos? Ese pálido hálito entre verde y azul, que en otros tiempos se llamó esperanza. Eso brilla aún en Oscar. Eso es lo que besa María. A esa esperanza es a la que María la hace el amor, fuertemente, suavemente, en la tumbona, en la mesa de la cocina, en el garaje, en el cuarto de la lavadora.,...

Brillan los ojos de Oscar cuando pestañea, cuando llora, cuando riega el jardín. Y a veces brillan tanto que se caen opacas lágrimas de sus ojos como  se caen las verdes hojas en un árbol. En cambio, los ojos de María no brillan, los ojos de María están apagados, luciérnagas extintas de la noche que ya perdieron su magia. María cierra sus ojos y una sombra de tristeza cae al tornar ella su vista cansada. La urbanización es blanca. María, vestida de blanco, recoge hierbas del jardín, hierbajos, rosas, tulipanes, margaritas, nomeolvides (ay, no me olvides), crisantemos de llorar y cipreses de plañir, y rosas de vientos, y flores de mayo. Un cetro de flores con las corolas mojadas tenuemente por las gotas de agua... Un cetro de flores junto a los cuerpos sudorosos de María y de Oscar después de haberse amado, después de haberse encontrado él uno en el cuerpo del otro.  








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