Esto es lo que hay,
Gustavo: estoy hasta las trancas por tus huesos, por tu arpa y por tu lira. No
sé qué me pasa contigo, mi Bécquer, ni con este movimiento romántico en concreto, que cada vez que me mandan en la carrera
hacer un trabajo sobre alguno de vosotros me entrego más que santa Teresa a los
éxtasis con su señor. No es tu culpa, mi poeta de tristes ojos azules, el
habernos enamorado durante siglos a tantas locas letra heridas. No me extraña
nada que os llamaran mal del siglo, que
Las penas del joven Werther sembrara esa
oleada de suicidios por imitación en toda Europa. Muchos autores realistas se
mofaron de vosotros, del patetismo (en el sentido que vosotros le dabais)
sentimental. Hoy nos parece cursi y ñoño, estamos tan intoxicados de
seudoromanticismo comercial en la Kizzfm que no distinguimos. Hasta os querían sicoanalizar
ya antes de Freud, pobrecitos desdichados míos. No se pude diagnosticar ni
siquiatrizar tampoco lo que siento por ti. ¡Y que no me hayas dedicado ni una
rima tuya!, ¡no salgo en toda la obra! ¡Solo con oír tu nombre compuesto me entra
un sturm und drag por todo el
cuerpo...!. Ahora mismo estarás asustado de la loca que te escribe esto. No me
llames patológica, cariño, yo solo me entrego al amor más allá del pathos, del
destino, del sino, la muerte y lo que haga falta. El Hado fatalmente ha querido cruzar nuestros
destinos. Si Sthendal tiene su “mal de Sthendal”, tienes todo el derecho a dar
nombre a mi patología: “El mal de Bécquer”.
Siento, mi oscura
golondrina, que cada noche regresas de tu sombría tumba a susurrarme palabras
dulces al intimista oído. Podrá no haber poetas, pero tú siempre volverás a mi
balcón tus nidos a colgar. Ya cuando me
respondiste: “¿y tú me lo preguntas? Si poesía eres tú…” ya me tenías cautiva del
todo, enchochada (si me permites el vulgarismo.) Ahora solo te pido que te
ocupes un poco del mundo exterior, como decías en tú poética de El libro de los gorriones “, también te
requiere. Responde la carta de esta lectora, fan fanática. Aléjate un ratillo
que tengas libre de tantas fantasías de tu musa y de esos monstruos que te produce
la razón o el sueño de la razón (siempre me hago el lio) También te pido que te
olvides un poco de tanta Isabel, Julia, Concha… ¡de las otras! A mí no me gusta
ser La Otra, ni esto es una copla. Sé que no te dejan divorciarte de doña Casta,
no existe divorcio en tu mundo, pero ¡sí no la amas…! No sé qué sigues con ella,
teniéndome a mí. Si la sacaste una rima fue por convencionalismos. La respetas:
ama de tu casa y madre de tus dos hijos (del bastardo mejor ni te recuerdo padre)
y porque eres todo un caballero sevillano. ¡Y a mí ni una! O quizá sí, ¡vete a saber, eres
tan discreto… todas anónimas! No das un solo nombre propio, aunque tus amoríos
los conociera todo Madrid, ¡secretos a voces por los mentideros de Sevilla! ¡Qué triste: tus amantes en boca de todos y tu
obra desconocida toda tu p. vida! ¡Qué daño te hizo esa reina inculta y
promiscua! Ya desde que te cierra tu cole, pobrecillo mi huérfano, y luego no
dejándote publicar; todo a escondidas, trampeando la censura y gracias a tus
amigos incondicionales, ¡te tuviste que morir para que te hicieran la antología!
Ya me había leído tus rimas, mucho antes que las compusieras en el monasterio de
Veruela reponiéndote de tu tuberculosis. Estaban escritas para mí.
Te pido un último
favor, Adolfíto: ¡quiéreme!, pero ¡quiéreme libre!, no te pongas posesivo. Lloro a
chorros no cuando recuerdo a los malos del cuento de mi vida sino cuando pienso
en por qué coño me hallo personas tiernas como tú, con tu corazón, en un ángulo
del salón divinizado, con sus velitas. Quiéreme libre: soy solo un afluente, en
el rio ya nunca nos bañaremos: ni él ni nosotros seremos los mismos. Como viento
que fluye sordo al rocoso rodar de la realidad. ¡Goza mi rosa entre la cosa
espinosa! Busquemos juntos moras,
¡en Soria! Nos clavaremos alguna espinilla que otra, pero haremos el amor entre
las zarzas, quizá al aplastarlas nos tiña su morada decepción, pero lo
exprimiremos hasta que dé de sí, extrayendo el néctar más sublime. ¡Te prefiero
verde, mi llorón, verde, que te quiero verde! Ya me consolaste cuando me
quejaba de mis ojillos. ¡Pero tonta… si así los tenía Minerva! Quiéreme libre,
pero ni tuya ni del viento siquiera. Ni mía siquiera. Quiéreme también verde:
en libertad, esperanza y primavera, Perséfone que resurge del Hades, Lilith
libre de elegir con quién se acuesta su pera y manzana. Te quiero siempre fuerte, roble con más anillos
en su tronco que años, con raíces al suelo pero ramas al aire. Sé que no te
faltan candidatas, que me pondrás en la lista de espera. Y no sé si te cuadra en
el azaroso destino este viaje a Cruces, Barakaldo, pero ¡con lo que te gusta el
norte…! Con ese tipo de señorito andaluz que te gastas te las llevabas a todas,
aunque la tuberculosis te ha desmejorado mucho, te ha dejado la cara demacrada
y calavera, pero tus ojos azules… no hay enfermedad del cuerpo que los apague.
Déjame penetrar en esos ojos azules, dejarán de derramar valles de lágrimas tus
párpados. Permíteme ser tu gracia humana, ¡divina hemos tenido ya mucha!
Cualquier mujer se
volvaria loca por esos ojitos, que revelan tanto profundo dolor en sus retinas.
Y por tu perilla ¡qué no diera yo por tu perilla! Soy capaz de resucitarte de
tu tumba, te aviso, tu creías que el amor trasgredía trascendía la muerte y te
lo voy a demostrar un día de estos, aunque quede como la profanadora de tumbas
de genios que soy. ¡Ya me ves, amándote como una loca, y tú a saber en qué
limbo inmortal de literatos! Si te soy sincera, a mí el más allá me trae al pairo,
no me preocupa nada, me ocupa mucho el mas acá. No quiero un lugar que no
tendré conciencia de habitar o de que tú estás a mi lado. Me hubiera gustado
vivir tu poca, sin la miseria y hambre ¡claro!, para sentir el amor como esas
hermanitas Bronte, alli aisladas en fraternidad de lágrimas compartidas,
soñando príncipes azules. En todo me comporto como una romántica. He empapelado
mi bohardilla con retratos tuyos (¡vaya pintor que estabas hecho!) y hasta me
he comprado un arpa idéntica a la de tu salón. Hoy en día serías el YouTube más influencer de
todo internet, con 400.000 mil seguidores, ¡luego dicen que el romanticismo
está pasado de moda! Nunca más actual. El otro día hasta me
aseveró mi profesor que eras un realista, ¡solo por coincidir en unas fechas
descontextualizadas con el periodo isabelino!, ¿qué tendrás tú que ver con Galdós?
¡Sí ese hombre solo se atrevía a amar epistolarmente! No, te dirijo esta carta
tan distendida como corazón abierto. A mí no me engañan, por mucho título
filológico del otro: no hay nada más romántico que tú y tus versitos. No me lo
sustituyáis por un pavisoso naturalista y los garbanzos de la regenta. Acude
cuando antes a esta alcoba, ¡esta misma noche de luna llena! Serás el primer Peter
pan que se encuentra a Wendy dispuesta a volar con él para nada crecida. Toda mi
vida esperando volar juntos… al menos dame un beso de buenas noches, no te estoy
pidiendo un morreo, sólo hazle compañía a a esta loca que cose y canta, oye, ve
y calla, en su ventana. Me lo has dicho ya todo; por mis ojos un mundo, mientras
halla mujer bonita como yo habrá poesía… ¡Basta de palabras insuficientes!,
pasa a la praxis. No me dejes así, ya me hiciste algo tan feo como morirte,
pero tus notas sobrevivieron a la lira, ¡tanta sinestesia me ha extasiado mi eterna
espera, mí lirico de ojitos azules!
No hay comentarios:
Publicar un comentario