Manuel Vilas concibe
la literatura confundida con la vida y prefiere el término autobiografía que el de autoficción.
En una entrevista de un periódico hemos encontrado un diálogo entre Giralt
Torrente y su traductor en el que conversan precisamente sobre si están
escribiendo autoficción o autobiografía. Siempre nos planteamos que al autor le
haya pasado y vivido lo que cuenta. Los libros siempre son relatos
autobiográficos: por fríos que se crean, llevan a su autor dentro. La
autoficción es la categoría en la que el autor se convierte en un personaje de
su propia historia pero a la vez constituye una novela, una ficción, una trama.
La buena literatura se ve que es real porque la ha vivido el autor y la ha basado
en experiencias Hay autoficción en Dickens o Cervantes. En los años 70 había
directores de cine que rodaban episodios directos de su propia vida. Que haya
sucedido en la realidad no lo convierte en un auto ficción sino la sensación de
antes de realidad, por eso es un absurdo que tengan que coincidir los nombres
del autor y del personaje protagonista literario o que haya quien quiera
comprobar que son verosímiles. Hay películas que también dicen basadas en
hechos reales y son auténticas ficción. El autor confiesa soy alcohólico, acaba
de morir mi padre, hay una mediación lingüística en la obra pero nunca
traiciona la realidad, no deja de ser autobiográfico y se dan los dos pactos,
autobiográfico y de ficción. Habla de la realidad, de la verdad vital de cada
uno. El Ulises o En busca del tiempo perdido de Proust interesan como auto-ficciones
pues son experiencias no solo vividas por el personaje sino por el autor y ya
está contando su vida.
Soldados de Salamina quizás sea una
opción más clara porque constituye una especie de novela histórica a la vez que
una recreación de la investigación histórica y el propio
Javier Cercas aparece como personaje. Para que sea autoficción tienen que darse
los dos pactos el de autobiografía y el de oposición. Mi lucha son 7 volúmenes,
una ficción verosímil de Norman, todo lo que cuenta el real y lo llama novela,
hay una mediación lingüística y busca una construcción también literaria y por
tanto constituyen las palabras un lenguaje traicionero, distorsiona con las
emociones, con la insuficiencia lingüística, con las sobre-interpretación. No
debe hacernos traicionar la intención de verdad y honestidad. Se ve esta
narración autobiográfica claramente en Manual
para mujeres de la limpieza de Lucía Berlín. Hay otros autores de parecidas
características que están escribiendo este tipo de literatura en estos momentos
en este país. Marta Sanz con Lección de
anatomía o Javier Pérez Andújar con Los
príncipes valientes. Sergio del
molino en la España vacía o Umbral en
Mortal y Rosa ante la muerte de un
hijo; nostalgia, morriñas, recuerdos, la ausencia en Coplas a la muerte de su padre o en Carta al padre de Franz Kafka, la excesiva presencia en otros casos
de un padre castrador al que solo se desea devolverle el semen… son temas
literarios, con sentidos personales que se hacen significado simbólico
colectivo pues forman parte de la ambivalente vida.
Giralt Torrente
(Tiempo de vida) pierde a su padre
por un cáncer y constituye esta narrativa con ese sentimiento de la lejanía
física de un padre ausente que les abandona y se va a Nueva York a vivir su
bohemia vanguardista, se obsesiona con “la amiga de Brasil” y solo ese periodo
final de cuidados paliativos entre el hospital y su casa supone un acercamiento
reconciliador. Les une ya tarde pero intensamente, hasta la lejanía total que
supone la muerte. Cuenta su vida el propio autor y sí logra conformar con el
relato de su vida una ficción novelesca o literaria lo llamamos autoficción. En Soldados de Salamina; Javier Cercas aparece como un personaje de su
narrativa por ejemplo. Pero Vilas no
cuenta una ficción ni trata de darle a su relato experiencial las condiciones
de una ficción. Hay películas basadas en hechos reales también, pero otra cosa
es la voluntad de contar tu realidad envolviéndola como si fuera una ficción
literaria. Extraer la verdad de las palabras del autor confesándonos su vida
con sinceridad siempre queda en manos del lector. Al receptor le queda la
vibración de no saber sí lo que cuenta es real, sí le ha pasado o es una
impostura más de su mentirosa condición de literato, esta seguridad o certeza
es imposible para el crítico e incluso para el autor mismo. En esta obra sí sentimos que esto lo ha
vivido-sufrido y que se desnuda
realmente, y aunque no lo hubiera vivido un buen autor ha de sentir lo que
escribe para darle verosimilitud y que un lector demasiado extrañado
(extrañamiento) no rompa el pacto de
ficción: ese creerle al autor por unas horas real su ficción.
Vilas quiere
decirlo todo al margen de las palabras y de lo que piensen sus lectores y
críticos. Su poesía es atrevida, sus
artículos en el correo muy interesantes. Y en esta obra busca una verdad
intelectual pero sobre todo emocional, le ha ocurrido algo grave y dramático:
la muerte de sus padres. Empieza a escribir cuando su madre, a quien tanto quiere,
fallece. Es una forma de reconstruir y de
construir su imagen y por tanto devolver a la vida a alguien que ha muerto,
a un ser ausente cuya presencia es
constante y física como un fantasma abriendo la nevera. En algunos pasajes
considera a sus padres fríos o pocos cariñosos, pero siente que desde luego se
quisieron. Su estilo es realista, pero en una prosa poética muy lírica sin
ninguna retórica y sin pelos en la lengua. En su poesía también toca el tema
del crematorio, inspirado en las baladas de los muertos al modo de Eliot en La tierra baldía. La dama fría de la
muerte a muchos habrá tocado de cerca y
por eso su obra emociona, incluso hace llorar, no está pensada para leer de
seguido, hay que interrumpirla al poco y retomar la historia, interiorizarla
pero sin dejar que nos abrume tanta emoción. Hay quien lo ha leído de un tirón
y no la ha disfrutado lo mismo. Está hecha para leerse salteada y por eso los
capítulos son tan fragmentarios y breves. Se pueden leer como relatos
independientes. A los que lo leen de una sola vez se les hace repetitivo porque
es denso, en el sentido humano y eso afecta.
Pero yo me lo he leído en un par de tardes y he sobrevivido, no es para
tanto. Hay pesimismo sobre todo si lo lees de un tirón porque engancha en un
encanto nihilista, de materialismo melancólico, pero en el fondo es un canto de
celebración a la vida. Ha escrito el libro desde la voluntad de trascender la
muerte la de sus padres, sus abuelos, la de
los habitantes del pueblo de su recuerdo infantil y está lleno de
remordimientos y sentimientos de culpa por cosas que en el pasado se dejan sin
resolver, pero no culpas cristianas, sino pragmáticas: más se arrepiente de lo
que tenía que hacer en algunos momentos de su vida que de lo que no ha hecho.
Este propósito de desnudarse ante sí mismo, de reflejar una situación límite, una
grave crisis personal y una fragmentación personal comenzó cuando perdió a su
padre en el 2005 y tomó forma cuando su madre moría en el 2014, unos años
después.
En el libro hace
balance de su vida después de la muerte de sus padres y de alguna forma
constituye una reconciliación consigo mismo, una forma de sublimar el trauma.
Vilas cayó en la adicción del alcoholismo, quería dejar el alcohol pero hay
mucha intolerancia, enganche e hipocresía con el tema. No se limita a hablar de
sus padres, hace también un retrato generacional, un recorrido histórico por la
historia de este país con ironía triste, recordando a esos que han crecido sin
conocer la tumba anónima de sus padres en la guerra o incluso sin haberlos
conocido en vida. Los padres de Vila fueron unos padres atípicos, constituyeron
una familia atípica en aquella España demasiado normal, gris y franquista.
Vilas también
dio clases de Lenguaje en un instituto, asistiendo a la realidad dramática de
muchas adolescentes No Future y ni-nis que ni estudian ni trabajan, así que es
muy crítico con la educación. Hace una hipérbole de todo, lleva todo al extremo
y de esa forma ridiculiza (idealiza-demoniza) ironiza su realidad, puede
mantener una cosa y al momento la contraria, en una dialéctica en la que nos
deja la última palabra al lector. Crítica muy duramente la falta de vocación en
algunos profesores y retrata a otros que ponen mucho de su parte. Son los
representantes democráticos de trasmitir un conocimiento a sus alumnos, con la responsabilidad de educarles a estos
jóvenes no sólo en contenidos humanísticos sino valores humanos. Muchas de
estos adolescentes provienen de hogares rotos, de familias desestructuradas o
disfuncionales, de clases humildes o bajas de extrarradio, afectados por la
crisis. Los profes son el único aliado que les pueden ayudar a un futuro esperanzador. Es un conflicto moral en el fondo, porque en
sus estrechas vidas tienen una movilidad reducida: sólo uno de cada diez
logrará salir de esa clase humilde, las clases siguen bastante estamentales en
nuestra sociedad capitalista que todo lo promete si las hormigas consumimos y
trabajamos efectivos en pos del queso. Peso este ascenso de “honor” social solo
lo da la cultura. La educación es la única que puede abrir los horizontes y en
esa figura es muy importante el profesor,
autoridad moral y vital. Al describir las clases con estos chavales
trata de dar sentido al sinsentido, soluciones prácticas. Se plantea si está
trabajando porque lo obligan a hacer esto o por cobrar la nómina, pero en
realidad siente la necesidad de condenar la violencia cuando uno de los alumnos
presume de una matanza en un instituto que ha viso por la TV y todos lo jalean
como si fuera un acto heroico; ¡Ya es hora de que hiciéramos lo mismo nosotros
aquí! Este profesor les hace ver que no les gustaría ser ellos víctimas de esta
violencia y que esta siempre es rechazable y condenable. Eso es educar y no
escribir Cifras y datos en pizarras.
A mí el capítulo
que más me ha gustado ha sido el primero. La obra la abre un primer capítulo:
la recepción real del premio Cervantes a Juan Goytisolo. Un narrador
omnisciente sabe hasta lo que piensa nuestra reina de España y el retrato de
Goytisolo que acepta el premio pensando para sí mismo que nadie le quiere y que
nadie la ha leído y que eso es que lo has leído tampoco le quieren. Goytisolo
aceptó este premio porque estaba mal económicamente y una familia marroquí le
estaba manteniendo y con ella vivió hasta su muerte, sus hijos no podían
estudiar en la universidad y él acepto el premio con la cuantía bastante
considerable para que pudieran pagarse los estudios porque la autora había
rechazado todos los anteriores premios literarios. Lo máximo que puede aspirar
un escritor en nuestro país es que una reina te paseé por el palacio y te
enseñe los retratos de la familia real.
El autor va a cubrir este acto
social y visita la galería de retratos reales del palacio la familia real,
quienes representan a todos, son los representantes de los ciudadanos y los
únicos que se pueden permitir conocer a sus ancestros y tenerles allí mismo en
el palacio. La obra es una reivindicación de la gente normal frente a las
familias reales. El Rey es otorgado con una genealogía excepcional, parece que
solo tienen derecho ellos a un pasado, pero en realidad la España franquista y
la de la transición a la democracia de cualquier persona (o la de cualquier
época y lugar) la han labrado personas anónimas y muchos de sus hijos ni
siquiera saben dónde están enterrados o ya ni se acuerdan de ellos.
La obra apuesta
por estas personas normales y corrientes como sujetos históricos, más allá de
izquierdas y derechas, y de una crítica política, al capital, a la alienante
urbe y a la burguesía que también está
presente. La obra tiene mucho contenido
y por eso la ha fragmentado en capítulos sueltos para dejar respirar al
receptor y que rellene los espacios
vacíos y lugares de internación desde sus propios horizontes vitales y lectores. Se funde lo vivido con lo leído y la
obra importa por lo que evoca, hace añorar al receptor. Habla del presente
donde el pasado lo invade todo, del más
acá más que de la metafísica que está tan teleo, tan lejos. Universaliza unos
sentimientos personales convirtiéndolos en comunes. Es curioso que todos los
personajes tienen nombre musical Bach Vivaldi Verdi y este efecto está muy bien
logrado hasta su madre es muy buena muy alemana. La obra se cierra en anillo, circular,
serpiente que se muerde la cola, espiral hermenéutica, eterno retorno. El sentido es Ordesa es el sentimiento con sus padres, la familia feliz que
fueron y en momentos infeliz el padre le echa de casa pero le quiere, la última parte de la novela acaba en poesía
porque directamente es la mejor forma de reflejar los sentimientos
El autor quiere
volver al momento concreto de ese verano con su padre en el pueblo, volver al
sitio donde se hospedaba en las vacaciones tan cortas y quiso volver con sus
hijos pero no había sitio aquí en la montaña, volvió a sentir la soledad lo
físico de aquella Ordesa de su padre y por esa zona revindica el pueblo con la
referencia al Monte Perdido ya la pérdida de sus padres qué es lo que en
realidad refleja los hijos siempre tratan de desapegarse de no hacerles caso
pero esa interrupción entre padres e hijos huele a Soledad no quiera la soledad
porque entran ya también sufrimiento pero está a gusto solo. Extraña a veces se
la obra a su mujer y a sus hijos es el misterio de la vida, la continuidad de
padres e hijos, la vida que sigue y no sé para. El cristianismo está basado en
una relación padre hijo y la obra constantemente crítica a la religión por
ejemplo cuando dice hay demasiado cura. La novela puede considerarse mística
trascendente teleológica pero no teológica con esa normalización y
ritualización cristiana. Es una obra, materialista, física, concreta, tangible.
Siempre ha tenido un sentimiento de culpa por incinerar a sus padres en un
cementerio. Se puede ver a los padres aunque no estén físicamente allí, no hay
tiempo pero si espacio porque hay huesos y la obra es un canto a la materia, a
lo que se ve, lo que se toca, a las cosas materiales, a lo terrenal, pero a su
vez es algo espiritual, lírico, sentimental que consigue trascender los
fantasmas. Es una obra pesimista y vitalista en clave luminosa y oscura: la luz
ilumina las cosas materiales como el sol de aquel verano de infancia y da ganas
de vivir y aprovechar el momento y el carpe diem. Sus padres son también
físicos, tangibles, un fantasma terrenal, lo que hemos perdido pero no nos
abandona cada mañana al despertar en el recuerdo cada noche cuando no se
acuestan. No se pudo despedir de ellos, no los ha perdido, los tiene en su recuerdo,
vivirán mientras él los llore, sucede
siempre la muerte y no puedes tenerlo todo controlado. La novela me ha puesto
optimista porque refleja lo trágico de la vida pero también la forma de
afrontarla y es que la vida no es para echar cohetes.
Critica la
España de su generación, la educación, el estado de la cultura, el trabajo, las
clases sociales, los abusos a los niños cuando un cura le tocaba y ya más de
mayor un dependiente joven de una tienda aunque allí le protegió su tío,
también el sistema público de la sanidad y de la educación ya que el tendero sastre
de la tienda de juguetes y aquel fraile profesor intentaron tocar. Crítica también cierta
mística de aquella lucha antifranquista de la transición y de la consecución de
la democracia. En realidad es la historia de la gente sencilla y humilde la que
movió el país y no la de aquellos jóvenes que se divertían en la movida
madrileña. Se siente seguro escribiendo esta novela porque es más fácil hablar
de alguien parecido a ti en una columna de prensa. Habla de los abusos y que le
molestó más el acoso de aquel vendedor que tanto se parecía a él por la edad
pero la de profesor le traumó más porque constituye una autoridad, un modelo en
el que reflejarse. A los 25 años se atreve a decírselo al tío y al padre no. En
la obra también se toca el tema político y critica duro tanto a la derecha como
a la izquierda, como cuando dice que han sustituido el retrato de Hitler por
Stalin. Hay muchas críticas constantes. Es una obra muy reflexiva, llena de
digresiones, apasionada, pero muy contradictoria, está muy bien expresada,
tiene unas descripciones, unas técnicas narrativas, unas frases y unas palabras
muy originales. Algunas figuras en la obra como sus padres o su tío aparecen
retratados como santos varones idealizados, el tiempo en espera y la muerte
llega para todos. Tiene problemas con el matrimonio de sus tíos que le acoge,
la tía se muere y se queda con su cuñado y siente cierta nostalgia amorosa, la
mujer se acaba de separar y se pelean en el divorcio por dinero los hijos y van
a casa de la madre pero aunque la cita menos la echa mucho de menos, se echa
mucha culpa de cosas. No aparecen sus hijos o su mujer como personaje, solo
menciona dos, habla de la felicidad del hermano que no le habla, hace retratos
introspectivas complejos
Hay un dominio
del lenguaje muy sencillo pero muy bello y una objetivación constante por
ejemplo de la corbata exhaustiva, la describe con miles de adjetivos
descriptivos y calificativos; la corbata, la triste, caliente, anudada al
cuerpo, la corbata histórica. Goytisolo cuenta que iba a rechazar todos los
premios y sin embargo ahí está aceptando casi con tristeza al premio. La obra
habla de lugares comunes, de la muerte de los padres, del alcoholismo, de la
educación, de las diferencias sociales, pero lo hace con una visión muy
personal y perspectiva original y no cae en los tópicos pues habla de lo eterno,
los grandes temas literarios con un lenguaje asequible descifrable, pero de
forma diferente, por ejemplo en expresiones como los historiadores romanos o la
visión de Santa Teresa como una club de fútbol moderno. Es muy hermosa la descripción de su madre,
como come fruta y se acuesta acurrucándose en su falda. Algunas de estas
reflexiones sobre la vida le llevan a pensar en la muerte, no está conforme con
su actitud vital y por eso ante la muerte vuelve para atrás hacia sus problemas
y sentimientos, su emotividad y se habla así mismo, pero hablando al lector.
Decide escribir la novela a partir de la muerte de su madre. La madre le
telefoneaba por teléfono y se preocupaba de su alcoholismo, pero él ni siquiera
la respondía al mensaje. Algunos párrafos parecen hechos desde la incontinencia
verbal o emocional, pero desde luego es un efecto muy trabajado y conseguido en
el autor. A su madre la salva, la redime. En la obra la madre aparece también
con sus carencias, con sus problemas, es imperfecta, como todos los seres
humanos. En un capítulo la crítica y en otro la destruye, pero siempre aparece
desde la sencillez. Al principio y final de su vida refleja la falta de
contacto físico entre sus padres, la distancia con ellos, su frialdad, que no
le dieran un beso, que no le acariciaran, que no estuviera allí la madre en el
entierro, eso le pesa mucho pero no hay contradicciones. Le pesa todo hasta el
final, puede parecer depresivo y desde luego estaba sufriendo una crisis el
autor cuando escribe esta ficción, parece dar vueltas en círculo sin salida, no
puede salir de allí, pero escapa del laberinto y sale de los callejones sin
salida y vuelve a repetir lo mismo y al final rompe con todo, la vida se ha
roto y nada tiene sentido ni otro camino sin esa seguridad cambiar los
recuerdos no le hacen un hipocondríaco del todo como su la relación con los
médicos así es difícil criticar la sanidad como nos los alcohólicos con sus
adicciones y en el fondo les estamos invitando a que vuelvan a caer con
nuestros prejuicios
Ángel Molina
reconstruye la muerte de su hijo imitando Mortal
y rosa de umbral en una narrativa autobiográfica dónde esterilizar dolor
como Las coplas a la muerte de mi padre
de Manrique. Al autor de la España vacía
todos le decían que fuera el psicólogo y él estaba ya harto, que me dejan en
paz, el dolor es un mecanismo humano que hace que uno salga de aquí, él sigue
viendo a su madre en el presente, es un fantasma muy vivo y real, dime la
verdad amarga de la vida con alegría y la obra concluye en julio, el verano
tiene mucha protagonista a la obra, recrea su dolor y la rehabilitación de esos
veranos de infancia feliz de paraíso fetal, de ese tiempo recobrado por el
recuerdo de la literatura en que fuimos inconscientes. Cuándo muere alguien no
puedes echar trabajo hay que salir de esta separación, se te puede caer todo encima. Hace balance de su vida basándose en
la muerte de su madre. Cuando se murió su padre no fue tan consciente, pero
ahora se queda solo y fue un clic en su vida. Otros cogen la depresión por una
razón más tonta alguien escribe este libro porque no puede seguir siendo un
depresivo y el libro le invita a una racha de optimismo y refleja la vida tal
cual es, pero sigue para adelante y el pasado solo el impulso hacia el sueño y
el proyecto de futuro- o se pregunta de dónde viene para saber a dónde va y al
final el hombre sigue evolucionando y creciendo. Tras siglos y siglos de
evolución se agarra a la vida con los muertos, la gente cree que las personas y
los perros van a estar siempre presentes, pero hay un momento en que se vuelven
metafóricos. Insiste en que nada queda en el vacío. La foto es un modo perfecto
del recuerdo. Los padres viven en el sueño de sus hijos. La incineración o la
inhumación representa la corrupción de la carne, su madre pesaba 90 kg y ahora
era nada, la materia tiende al no ser y a la nada que se han llamado no ser. La
vida está llena de contradicciones y paradojas y la literatura funciona también
así, el autor todo lo lleva al extremo, lo exagera a la hipérbole, lleva sus
opiniones al máximo y se contradice a sí mismo en una dialéctica peculiar en la
que no consigue llegar a una síntesis y deja que está la rellene lector
implícito. Reivindica aceptar los dualismos sin contradecirlos, sin hacerlos
antagonistas, aceptando la ambivalencia de la vida porque la muerte forma parte
del ciclo vital y está llena de una reflexión apasionada que nos encanta con la
vida. La misma casa deja de ser metafórica y se vuelve algo real si está su
padre que repite los mismos errores con sus hijos que repitió su abuelo y él
repetirá con los suyos. Tiene que hacer lo mismo porque así estamos hechos los
hombres. Recuerda que el padre decía que sus hijos no le hacía ni caso ni le
cogían el teléfono, la misma situación la vive en el lecho de muerte.
Vilas quiso conseguir
los recuerdos personales pero su madre se había deshecho de ellos. A sus padres
les tiene vivos, no necesita recuerdos, no ha muerto nadie si se acuerda de
ellos, realmente son unos fantasmas de surrealismo cotidiano. En Portugal se
llamaba este libro Todavía hay belleza.
Crítica a la sociedad española y que aquella familia de clase media tuviera un
cuarto de invitados, una galería en la que no podían hacer nada y sus padres
habían quedado con amigos, pero seguían dedicando ese cuarto a la nada y a los
fantasmas. Su madre se iba a todas las peluquerías en el verano, incluso ya de
mayor, era una persona muy presumida y siempre estaba comprando ropa. Los
sentimientos se despiertan con objetos muy concretos, a veces una lata de Coca
Cola o resalta el hecho de que las patatas fritas ya no se llaman igual. Habla
del sueldo que va a cobrar un chaval de reponedor y de que su madre llamó por
teléfono a su mujer y esa fue la causa del divorcio. Describe a la amiga de su
madre que estaba muy bien físicamente y que era profesora y también la idealizó
y tuvo la suerte de visualizarla en bikini. Habla de su vocación literaria, de su
humildad. El padre era pobre, pero fumaba y firmaba como un rey. El padre ponía
siempre el coche en la sombra y se desatendida de él y lo dejaba muerto de
asco. Con el primer sueldo compro el coche. Por ello cuando fue profesor en los
colegios tenía que enseñarles aquella frase de "Juan le quemo el coche"
y se preguntaba por qué coño Juan quemó el coche y le habría dado de ostias a
Juan que era el sujeto, el proletariado de la gramática. También aparece una
descripción del parto. El último capítulo se convierte así en el primero en un
círculo y en una final redondo, en anillo. Imaginas el parto pero no al modo
grandilocuente de Dalí, en la obra el autor puede viajar en el tiempo y enmendar
los errores. La casa de su madre estaba hecha un cristo cuando ella murió. Tiene
mucho en común con la figura de su padre. Hay fragmentos en los capítulos en
que rememora momentos felices del pasado, pero no lo ve con nostalgia o
añoranza sino que canta la vida presente, a los momentos que siguen y si sucedieron
seguirán sucediendo. No se queda en el “qué felices éramos entonces” sino que
hay un equilibrio entre lo triste y alegre y lo que importa es lo felices que
somos ahora. Recuerda el coche las excursiones que hacían por el monte, queda
equilibrado porque si no sería un desgarro emocional o un patetismo sentimental.
Hay momentos de celebración a la vida también no solo de nostalgia, fragmentos
en que muchas cosas del presente revive las del pasado y al revés. No puedes
despertar a los muertos porque estos están descansando y al final les tiene
como fantasmas, pero acaba aceptando su muerte; han constituido una realidad y
ya no están esa noche aunque siguen existiendo los muebles.
Canta al futuro,
a la idea ilusionante de que todo sigue en él y que no se marchan porque ya no
es pasado ni futuro, es el presente y por eso dice "duerme conmigo otra
noche". Lo bonito es creer en algo del pasado que te ayude a vivir el
tiempo presente y todavía sigue cuando se separan, cuando los padres mueren
porque todo sigue existiendo, porque la vida no para, porque se integran los
muertos en la vida actual y no hace falta la presencia física de alguien para
saber que le quieres y para tenerlo con él y recordar los momentos. Se empeña
en que todo el tiempo vivido sea presente.
Él es el señor del tiempo que le queda, dueño de sus errores y la muerte queda
desvirtuada como un antagonista sin contenido ni significado ni sentido. Solo
se arrepiente de las cosas que hizo o no hizo, no espía culpas, no se siente culpable
de aquello que no compra, hay una queja lo que no vio, lo que no presenció, a las cosas que no entendió, a su ludopatía,
al premio que mandó cuyo dinero se gastó en un bingo. Trata de justificar cómo
era su madre o sus padres, les describe como unas personas guapas y frívolas,
siempre de fiesta, hay muchas cosas que se imagina porque no la has vivido, no
la has presenciado. Por tanto es un narrador omnisciente, intradiegético en
todo momento de la obra, pero también heterodiegetico porque otras historias,
la de estos fantasmas, la de esos seres que habitan en el pueblo, la de su
propia familia, se mezclan con su propia historia vital que necesita pulsar
como un chillido, o lamento y sobre todo se lamenta de no haberles enterrado.
Le hubiera
gustado haber sido músico en vez de escritor y por eso quizá llama a todos sus
personajes con nombres de músicos. Se nota que ha vivido esta autobiografía
porque es muy auténtica y sincera, también El
guardián entre el centeno parece haber sido vivido por el propio Sálinger.
Hay que superar el pudor para entrar en la propia existencia y convertirla en
un mundo de la ficción, como las series de televisión o las redes sociales. Solo
queda la verdad al final. Sabe que la realidad es una ficción, una pos-verdad y
no está creando sólo una fantasía sino también la verdad. El cristianismo ha
creado obras como las Confesiones de
San Agustín pero en realidad nos ha hecho regodearnos en lo confesional o
aconfesional para sentirnos culpables y nos ha creado ese sentimiento de
vergüenza y de pudor ante nuestro propio cuerpo para que nos recogemos en el
dolor y rechazamos el placer. Otros países nórdicos liberados de la religión
son más confesionales, se atreven a revelar la verdad de su corazón intimista y
él se atreve con todo con el dolor que le provoca el divorcio, con su esposa,
con la muerte de sus padres y la pérdida física de sus hijos a los que casi no
ve tras el divorcio, pero no se queda llorando, autocompasivo, lastimoso o
victimista. El hecho de buscar palabras estilísticas y dar estructura a unos
recuerdos no la convierte en una ficción y por eso rechaza el término
autoficción.
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