En la época de inquietud enmarcada por la Segunda Guerra Mundial y los años
del free jazz y la poesía de la generación beat, artistas
como Pollock, Rothko y De Kooning rompieron con las convenciones establecidas
para inaugurar una nueva etapa de confianza en la pintura. El Expresionismo
Abstracto fue fruto de la experiencia común de una serie de artistas que
vivieron en el Nueva York de la década de 1940 y, aunque eran amigos y
compañeros, cada uno de ellos tenía un estilo propio y único. A diferencia de
lo que ocurrió en los movimientos precedentes del Cubismo y el Surrealismo, el
Expresionismo Abstracto no parecía seguir una fórmula fija. Esta diversidad es
una celebración de la libertad individual de cada artista para expresarse.
El Expresionismo Abstracto supuso un momento clave en la evolución del arte
del siglo XX. Sin embargo, sorprendentemente, en Europa no se ha realizado
ninguna gran muestra sobre este movimiento desde 1959. Con más de 130 pinturas,
esculturas y fotografías procedentes de colecciones públicas y privadas de todo
el mundo, esta ambiciosa exposición engloba obras maestras de los más aclamados
artistas estadounidenses vinculados con este movimiento, como Willem de Kooning, Arshile Gorky, Philip Guston, Lee,
Krasner, Franz Kline, Joan Mitchell, Robert Motherwell, Barnett Newman, Jackson
Pollock, Mark Rothko, Aaron Siskind, David Smith y Clyfford Still, así como
otras figuras menos conocidas, pero no por ello menos relevantes.
Esta selección pretende revaluar el Expresionismo Abstracto, reconociendo
que, aunque a menudo se percibe como un todo unificado, en realidad fue un
fenómeno extremadamente complejo, variable y poliédrico. Asimismo, revisa la
idea de que el Expresionismo Abstracto estuviera centrado exclusivamente en la
ciudad de Nueva York, e incluye a figuras de la Costa Oeste como Sam Francis,
Mark Tobey y Minor White. Esta exposición está organizada por la Royal
Academy of Arts, Londres, en colaboración con el Museo
Guggenheim Bilbao.
l Expresionismo Abstracto fue el primer gran
movimiento artístico americano
París fue
durante siglos el epicentro del arte, donde confluían artistas, marchantes y
coleccionistas de todo el mundo, pero en las décadas de 1940 y 1950 surgió un
nuevo movimiento que situó a EE. UU. en el centro de la escena. Caracterizado
por enormes pinturas abstractas realizadas al óleo y llenas de emoción, el
Expresionismo Abstracto convirtió rápidamente a Nueva York en la capital del mundo
del arte. Este fenómeno, que se desarrolló justo después de la Gran Depresión y
durante la Guerra de Vietnam, coincidió con la transformación de EE. UU. en
superpotencia global dominante. “En la confianza y libertad de expresión del
Expresionismo Abstracto hay una sensación muy americana”, afirma Edith Devaney,
comisaria de la exposición.
Pero sus raíces se hallaban en Europa
El
Expresionismo Abstracto tiene una gran deuda con la tradición moderna europea.
Su interés por las formas de creatividad espontáneas, automáticas o
inconscientes es una herencia directa del Surrealismo. Además, las obras de
Pablo Picasso se consideraron un referente al que aspiraba el Expresionismo
Abstracto. Naturalmente, EE.UU. tenía una larga historia de emigrantes
procedentes de Europa y el caso del Expresionismo Abstracto no fue una
excepción: el pintor Hans Hofmann nació en Alemania; Willem de Kooning se formó
en los Países Bajos; incluso la propia denominación “Expresionismo Abstracto”
se empleó por primera vez en Alemania en 1919 para describir el Expresionismo
alemán, y no se aplicó a la nueva oleada de artistas americanos hasta 1946.
¿Campos de color o pintura de acción?
En general,
los historiadores del arte han tendido a dividir el Expresionismo Abstracto en
dos categorías. La primera de ellas se conoce como “pintura de acción”,
expresión acuñada por el crítico de arte estadounidense Harold Rosenberg en
1952. La pintura de acción, entre cuyos máximos exponentes se encuentra Jackson
Pollock, junto con Willem de Kooning y Franz Kline, se caracteriza por
considerar la pintura como acto de creación dinámico. En el extremo opuesto se
halla lo que el crítico Clement Greenberg describió como “pintura de campos de
color”, en la que se emplean grandes superficies de colores aplicados de manera
más plana, como ejemplifican artistas como Mark Rothko, Clyfford Still y
Barnett Newman.
J
¿O ninguna de las dos?
De hecho,
tal y como revela esta exposición, el Expresionismo Abstracto era mucho más que
la pintura de campos de color o la pintura de acción. La muestra pone de
manifiesto la versatilidad de muchos de sus artistas, como evidencian desde las
pinturas de pequeño tamaño realizadas por Pollock con pintura derramada hasta
las sorprendentes y triunfales obras de brillantes anaranjados y amarillos de
Rothko. Aunque la exposición se centra en las figuras principales de Nueva York
(Pollock y Rothko, De Kooning, Kline y Robert Motherwell, entre otros), también
incluye a artistas de la zona de San Francisco (como Clyfford Still y Sam
Francis), así como a algunas de las muchas artistas que estuvieron en primera
línea del movimiento: Helen Frankenthaler, Lee Krasner y Joan Mitchell. Esta
exposición, la primera gran muestra del Expresionismo Abstracto americano organizada
en Europa desde 1959, pone de relieve la diversidad del movimiento como uno de
sus factores clave, que con frecuencia ha sido a menudo pasada por alto.
La escala, llevada a otro nivel
La escala es
la marca de identidad del Expresionismo Abstracto. A algunos de los artistas
les influyó su experiencia en la pintura de murales para el Federal Art
Project, proyecto del programa New Deal, y muchos pasaron a crear lienzos
colosales que prácticamente engullen al observador. El arte expresionista
abstracto invita al encuentro entre el artista y el espectador: el artista
expresa sus emociones y transmite la sensación de estar presente en la obra,
mientras que la percepción del observador es el componente final de esta.
Pollock afirmó en 1950 que la pintura abstracta “se enfrenta” al espectador.
Como evidencia la Capilla Rothko, en Houston, la manera en que se expone la
obra puede potenciar la intensidad de este encuentro.
El Expresionismo Abstracto no es solo pintura
Pese a que
su producción más conocida en la actualidad son las pinturas de artistas como
Pollock y Rothko, el Expresionismo Abstracto abarca un abanico mucho mayor de
medios de lo que generalmente se reconoce. Durante este período, la escultura,
el collage y la fotografía fueron especialmente relevantes. Artistas como David
Smith adquirieron renombre por sus enormes esculturas de exterior y por su arte
público, mientras que Aaron Siskind buscó capturar en su fotografía el mismo
tipo de energía y movimiento que Pollock trataba de evocar a través de la
pintura de acción. Por su parte, Hans Namuth es célebre fundamentalmente por
sus retratos fotográficos de Pollock trabajando en su estudio.
Los artistas celebraban el arte y se apoyaban
mutuamente
Pese a que
Pollock saltó a la fama prácticamente al instante, a muchos de los artistas del
movimiento les llegó más lentamente el reconocimiento, y algunos de ellos ni
siquiera lo obtuvieron. Además de su práctica artística, Robert Motherwell y
Barnett Newman trabajaron como críticos y, junto con Clement Greenberg y Harold
Rosenberg, contribuyeron a dar a conocer el movimiento y a concitar la atención
del público general. Pero los artistas también se apoyaban mutuamente: en 1949,
fundaron el Artist’s Club, un espacio de reunión en el que podían comer, beber,
debatir sobre arte y organizar exposiciones.
La audacia de dos mujeres
Si bien los
Expresionistas Abstractos que mayor proyección alcanzaron fueron en su mayoría
hombres, esta se debió, en parte, al apoyo y determinación de dos mujeres:
Peggy Guggenheim y Betty Parsons. Estas dos galeristas abordaron el mercado del
arte de manera distinta, algo que fue patente en diversos aspectos, desde el
diseño de sus espacios expositivos hasta las relaciones y acuerdos que
alcanzaron con los artistas a quienes respaldaron. La singular Art of This
Century, diseñada en su totalidad por Frederick Kiesler para Peggy Guggenheim,
contrastaba con los modernos espacios blancos y abiertos de la Betty Parsons
Gallery. Mientras que para la primera su faceta de coleccionista y mecenas
estaba muy ligada a sus relaciones con los artistas, la segunda estableció
contratos detallados con ellos, al tiempo que les otorgó libertad para disponer
sus propias exposiciones.
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