¿Hasta qué punto
aguanta un humano a otro el delirio de yacer con la luna o darle una patada al
globo del mundo por hastió ya de lo humano? En la teoría y el arte hasta el
infinito, en la vida real hay que poner un límite. "Me cansa ser hombre" versaba Neruda y ese es el problema más
profundo del homosexual reprimido de Hitler y del abiertamente bisexual o maricón
Calígula; pero lo macho y hembril no se demuestra en el sexo sino en el amor
hacia lo más diferente a nosotros, no en ese amor como una mera proyección-prolongación del ego hacia el
otro como simple espejo/esencia/idealización
(pues también Calígula idealiza a un caballo y se casa con él; Platón maltrata al
pobre jamelgo con su látigo moral por no ajustarse a su idea de “Caballosidad”, Descartes le juzga “sin alma” y Nietzsche le tiene que pedir
perdón al pobre “caballo teorizado” de parte de estos dos racionalistas.) No me
refiero tampoco al amor como construcción
ordenación deconstrucción cultural de la Polis, ni a alguna especie de eros o filia intelectualista que puede
ser la racionalización de un emperador pirado, que lo mismo mata personas que compone
ripios a Selene, sino a sentir algo emocional de calor por un judío desconocido
quemándose vivo. Eso es hombría o “hembria”, la valentía de dar valor a lo
humano, lo que marca ovarios y testículos distinguiéndolos de los genitales animales.
Chaplin y Albert Camus
parecen humanizar a Hitler y Calígula en sus obras, pero para volver por ello
su crimen más animal, porque brota del animal que puede actuar en el rol y performance más cruel entre todas
las especies: no mata solo por miedo o hambre, también asesina por placer
y por imperativo categórico de SU razón más consciente, amparada en el tribunal
Universal de su palacio riéndole los chistes malos. Lo que más aterra en estas
tragedias del holocausto-genocidio nazi y la caída de Roma es que suene una
risa lunática, un chiste negro de mal gusto de fondo, la histriónica risa de un
bufón elevado a nuestro tirano. Que el verdugo ría es lo que más duele en una ejecución
mientras nos apuñalan; esa risa cínica de sarcasmo hipócrita del niño cruel,
mimado y consentido, que se olvidó de como reía cuando más niño. El poeta es
demasiado niño para escribir de la muerte, pero no para quedarse huérfano por
este tirano y Calígula a sus 30 años es demasiado viejo para recordar esa
sonrisa de afecto al otro. A Calígula le
hastía ya el bicho humano, solo oír otra voz… El absurdo existencial le
enfrenta “a un cielo vacío” y a "soy un dios", no cree
siquiera en la orgia de su fantasía y matar ya tampoco le place, es un juego
que le duele dentro lo que le queda de humano. Hitler necesita más espacio
vital para poder respirarse así mismo. Pero, aunque nos den las razones humanas
o sentimentales del mal, esto no lo hace menos horrible. Nos explican ambos
dictadores el pensamiento de su argucia
en la tragedia, pero no tienen el carácter
moral de ser héroes en ella y por ello se queda su sed de protagonismo en el
drama del lucro y la ambición, la necesidad y la necedad, en un antagonismo que
aterra, asquea y compadece al
espectador. La sangre vertida por Calígula y la del exterminio nos lleva a la catarsis, o sea a la purga, al vómito ético, a una purga/purna interior, que también nos purifica con el contraejemplo ético. Muestra Chaplin cómicamente y Camus trágicamente
la banalidad del mal que decía H Arendt:
seguir la fantasía peregrina de dos chalados, que podrían haberse quedado el
uno escribiendo aforismos sobre nuestra condena a ser libres y muertos como hijos
de este adán medio desnudo toda la obra con un laurel de cesar en la mollera y
el otro creando su Mi lucha, pero decidieron
confundir su ficción con la de la humanidad que les molesta (como más o menos
nos molesta a todos.) La diferencia es que estos retrasados mentales creían que
con ir matando uno a uno cada bicho molesto acabaría su suplicio, pero
allí quedaron a solas con su alma, con todo el espacio vital que precisaba
Hitler, pero no aguantándose el mostacho en el espejo; queriendo desprenderse
su propia piel Calígula, pues el bicho más
molesto eran ellos mismos.
Hitler se suicida cuando se ve solo al fin y han
cesado los serviles aplausos al histrión. Calígula, con toda esa ausencia de
afecto moral que Camus quiere reflejar en sus personajes aparentemente fríos y
duros, arde por dentro de infiernos de Nerón, un alma vacía pero que exclama:
"Nunca estamos solos, aunque sea que
vuela una mosca y cuando creemos estarlo; la soledad se llena de los que
asesinamos en el pasado, ridiculizamos en el presente y tememos en el futuro."
Siempre hay risas molestas para Calígula, o fantasmas que Hitler no ha ensayado
en su espejo demagógico, y la suya es la peor. Calígula desprecia a los únicos
que podrían amarle, porque ha renunciado a la fraternidad y como le dice a su
esposa Cesonia: "Hablo de la vida,
no del amor." No sabe que habla de lo mismo, le avergonzaba esta
palabra. Lo malo de estas cosas de las tiranías es que aburren; Calígula tras
cada asesinato necesita otro; y cada verdugo cumple religiosa, profesional y mecánicamente su tarea, y obedece su sed de
circum y sangre hasta que messier Guillotín
prueba su propia medicina de palo y cuchilla. Hay que parar el eterno retorno de verdugos dejando de
recrearnos en el juego de nuestra moral de víctimas. Alguien tendría que
calmarle la neurosis existencial a Calígula para que no asesine más personas (sus
andróginos amantes, el mismo), pero hasta que deje de avergonzarnos la palabra
amor seguiremos asesinando a la tirana del alma: "Me avergüenza esta ternura: la curiosidad de como envejecerás"
le susurra en el cuello a su esposa oficial antes de estrangularla. En esta
tragedia quizá la curiosidad del amor podría no haber matado al gato, pero Calígula
acaba bañado en el charco de su propia sangre; arañándose así mismo, maullando
en su estertor y ya el lindo gatito no inspira ternura. ¡Todo por avergonzarse
de la fraternidad!, convirtiéndose así este chalado con laureles, o el payaso
ensayando su patada de niño rabioso al mundo, en el “hazme llorar” y la vergüenza
ajena. El texto de Albert Camus da mil vueltas a la película famosísima de Calígula, con todo lo que está tenga de contenido visual-colorista-erótico. La comedia de Charlot da mil vueltas a esa tragedia que causaron los nazis, y lo peor de todo: sin conciencia de su ficción ni de su mal. ¡¿DE QUÉ LE SERVIRÁ A UN HOMBRE GANAR EL MUNDO ENTERO SI PIERDE SU ALMA?!
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