domingo, 16 de junio de 2019

CALÍGULA (PELÍCULA Y TRAGEDIA DE CAMUS), EL GRAN DICTADOR DE CHARLES CHAPLIN


¿Hasta qué punto aguanta un humano a otro el delirio de yacer con la luna o darle una patada al globo del mundo por hastió ya de lo humano? En la teoría y el arte hasta el infinito, en la vida real hay que poner un límite. "Me cansa ser hombre" versaba Neruda y ese es el problema más profundo del homosexual reprimido de Hitler y del abiertamente bisexual o maricón Calígula; pero lo macho y hembril no se demuestra en el sexo sino en el amor hacia lo más diferente a nosotros, no en ese amor como una mera proyección-prolongación del ego hacia el otro como simple espejo/esencia/idealización (pues también Calígula idealiza a un caballo y se casa con él; Platón maltrata al pobre jamelgo con su látigo moral por no ajustarse a su idea de “Caballosidad”, Descartes le juzga “sin alma” y Nietzsche le tiene que pedir perdón al pobre “caballo teorizado” de parte de estos dos racionalistas.) No me refiero tampoco al amor como construcción ordenación deconstrucción cultural de la Polis, ni a alguna especie de eros o filia intelectualista que puede ser la racionalización de un emperador pirado, que lo mismo mata personas que compone ripios a Selene, sino a sentir algo emocional de calor por un judío desconocido quemándose vivo. Eso es hombría o “hembria”, la valentía de dar valor a lo humano, lo que marca ovarios y testículos distinguiéndolos de los genitales animales.


Chaplin y Albert Camus parecen humanizar a Hitler y Calígula en sus obras, pero para volver por ello su crimen más animal, porque brota del animal que puede actuar en el rol y performance más cruel entre todas las especies: no mata solo por miedo o hambre, también asesina por placer y por imperativo categórico de SU razón más consciente, amparada en el tribunal Universal de su palacio riéndole los chistes malos. Lo que más aterra en estas tragedias del holocausto-genocidio nazi y la caída de Roma es que suene una risa lunática, un chiste negro de mal gusto de fondo, la histriónica risa de un bufón elevado a nuestro tirano. Que el verdugo ría es lo que más duele en una ejecución mientras nos apuñalan; esa risa cínica de sarcasmo hipócrita del niño cruel, mimado y consentido, que se olvidó de como reía cuando más niño. El poeta es demasiado niño para escribir de la muerte, pero no para quedarse huérfano por este tirano y Calígula a sus 30 años es demasiado viejo para recordar esa sonrisa de afecto al otro.  A Calígula le hastía ya el bicho humano, solo oír otra voz… El absurdo existencial le enfrenta “a un cielo vacío” y a "soy un dios", no cree siquiera en la orgia de su fantasía y matar ya tampoco le place, es un juego que le duele dentro lo que le queda de humano. Hitler necesita más espacio vital para poder respirarse así mismo. Pero, aunque nos den las razones humanas o sentimentales del mal, esto no lo hace menos horrible. Nos explican ambos dictadores el pensamiento de su argucia en la tragedia, pero no tienen el carácter moral de ser héroes en ella y por ello se queda su sed de protagonismo en el drama del lucro y la ambición, la necesidad y la necedad, en un antagonismo que aterra, asquea y compadece al espectador. La sangre vertida por Calígula y la del exterminio nos lleva a la catarsis, o sea a la purga, al vómito ético, a una purga/purna interior, que también nos purifica con el contraejemplo ético. Muestra Chaplin cómicamente y Camus trágicamente la banalidad del mal que decía H Arendt: seguir la fantasía peregrina de dos chalados, que podrían haberse quedado el uno escribiendo aforismos sobre nuestra condena a ser libres y muertos como hijos de este adán medio desnudo toda la obra con un laurel de cesar en la mollera y el otro creando su Mi lucha, pero decidieron confundir su ficción con la de la humanidad que les molesta (como más o menos nos molesta a todos.) La diferencia es que estos retrasados mentales creían que con ir matando uno a uno cada bicho molesto acabaría su suplicio,  pero allí quedaron a solas con su alma, con todo el espacio vital que precisaba Hitler, pero no aguantándose el mostacho en el espejo; queriendo desprenderse su propia piel Calígula,  pues el bicho más molesto eran ellos mismos. 


Hitler se suicida cuando se ve solo al fin y han cesado los serviles aplausos al histrión. Calígula, con toda esa ausencia de afecto moral que Camus quiere reflejar en sus personajes aparentemente fríos y duros, arde por dentro de infiernos de Nerón, un alma vacía pero que exclama: "Nunca estamos solos, aunque sea que vuela una mosca y cuando creemos estarlo; la soledad se llena de los que asesinamos en el pasado, ridiculizamos en el presente y tememos en el futuro." Siempre hay risas molestas para Calígula, o fantasmas que Hitler no ha ensayado en su espejo demagógico, y la suya es la peor. Calígula desprecia a los únicos que podrían amarle, porque ha renunciado a la fraternidad y como le dice a su esposa Cesonia: "Hablo de la vida, no del amor." No sabe que habla de lo mismo, le avergonzaba esta palabra. Lo malo de estas cosas de las tiranías es que aburren; Calígula tras cada asesinato necesita otro; y cada verdugo cumple religiosa, profesional y mecánicamente su tarea, y obedece su sed de circum y sangre hasta que messier Guillotín prueba su propia medicina de palo y cuchilla.   Hay que parar el eterno retorno de verdugos dejando de recrearnos en el juego de nuestra moral de víctimas. Alguien tendría que calmarle la neurosis existencial a Calígula para que no asesine más personas (sus andróginos amantes, el mismo), pero hasta que deje de avergonzarnos la palabra amor seguiremos asesinando a la tirana del alma: "Me avergüenza esta ternura: la curiosidad de como envejecerás" le susurra en el cuello a su esposa oficial antes de estrangularla. En esta tragedia quizá la curiosidad del amor podría no haber matado al gato, pero Calígula acaba bañado en el charco de su propia sangre; arañándose así mismo, maullando en su estertor y ya el lindo gatito no inspira ternura. ¡Todo por avergonzarse de la fraternidad!, convirtiéndose así este chalado con laureles, o el payaso ensayando su patada de niño rabioso al mundo, en el “hazme llorar” y la vergüenza ajena. El texto de Albert Camus da mil vueltas a la película famosísima de Calígula, con todo lo que está tenga de contenido visual-colorista-erótico. La comedia de Charlot da mil vueltas a esa tragedia que causaron los nazis, y lo peor de todo: sin conciencia de su ficción ni de su mal. ¡¿DE QUÉ LE SERVIRÁ A UN HOMBRE GANAR EL MUNDO ENTERO SI PIERDE SU ALMA?!



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