viernes, 9 de noviembre de 2018

LA GUERRA DE MIGUEL DE UNAMUNO


COLETTE RABATÉ y su pareja JEAN CLAUDE RABATÉ.  LAS GUERRAS DE MIGUEL DE UNAMUNO. Presentados por IÑAKI ESTEBAN ante el auditorio de la biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao, con Unamuno presente en el palco superior a modo de muñeco.  

Unamuno vuelve a ponerse de moda, si no lo ha estado siempre. Y sigue en guerra. La editorial Tauro en 2009 publicó otra biografía; Unamuno en guerra, y en mayo se ha lanzado Unamuno en el torbellino de la guerra civil, centrándose en el enfrentamiento con Millán Astray, que es la anécdota con la que se recuerda a este hombre sentimental reducido a un cabezón en su estatua de la Plaza nueva de Bilbao, como una columna trajana en que La razón institucional del municipio intenta conmemorar su victoria en la batalla interna de Unamuno entre su corazón de fe y su Logos, a veces cabezón. Vienen estas biografías a completar las ya existentes, destacándose entre ellas la de Juaristi, que tan agradecido le estará siempre por la forma en que Unamuno rimaba lo que aparentemente no se podía rimar. 

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Toda la biblioteca huele al siglo XIX, y al titán del Bilbao finisecular peleado con el siglo XX, según palabras de José Carlos Maider de la universidad de Salamanca. Unamuno vivió la guerra carlista de su niñez y al final de su vida la guerra civil, siempre estuvo en guerra consigo mismo y con los demás, mezclando combates públicos y privados. En 1880, con 18 años, dice en su diario: “¿Quién me dará la paz del alma si mi alma ha nacido para la guerra?” Está cansado del duro bregar tanto. Y su hijo Fernando escogió este epitafio, representando su vida de lucha. La más dolorosa fue la última de la guerra civil y la más discutida. Vivió muchas guerras sobre todo de tipo religioso, confrontó la Nada de la muerte con el todo de la vida material, la fe y la razón y las enfrenta contradiciéndose, en paradojas, pero guardan su interna coherencia. 

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Si comparamos los primeros escritos de su niñez, De mi vida, y los últimos, El resentimiento trágico de la vida, hay semejanzas. Es un comportamiento dialéctico para encontrar la Verdad, que busca toda su vida. Utiliza la literatura para ello, y el periodismo para otro tipo de combate más terrenal. En 1897 aparece De mi niñez, editado tras su muerte, y allí ya se ve la lucha de Unamuno, preso de un sentido de culpa, y lleno de soberbia y egoísmo y rebeldía contra Dios. Lo califica de “desesperación religiosa de la vida”, como escribe unos años después.  “Ser siempre, sin termino, ser de Ser, de ser más, hambre de Dios, de Amor eternizante y eterno, ser siempre, ser Dios.” Así lo deja escrito en El sentimiento trágico de la vida de 1911 y Agonía del cristianismo, que escribe en 1924 en el exilio en París y se traduce en España en el 30. San Manuel Bueno y Mártir de ese mismo año lo resume todo, y es una novelita corta: el drama de este cura que no puede creer. 

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Muchas guerras son exteriores o públicas. En Bilbao está contra el eusquera. Estaba en contra del alcalde, de Sabino Arana y de todo, pero todo eso ocurre en la prensa. Hoy sería un gran YouTube o influencier porque tenía prosa sencilla, directa, contradictoria. Tiene 480 artículos de prensa, más que Ramiro de Maeztu, un periodista profesional. Unamuno decía que era catedrático y publicista en la lucha de clase, siempre jugando con el doble sentido del lenguaje. La otra filóloga le corrige a su marido; no exageres, tendrá unos 400 artículos, idealizas mucho a Unamuno. (Es divertido el dialogo interno e improvisado que se va estableciendo en esta conferencia entre los dos historiadores filológicos, que además son matrimonio)  La madre debía ser muy austera y rígida dentro de su familia, honorable por lo demás. Con Paz en la guerra utiliza a su personaje Patxiko Zabalbide para confesar y contar su experiencia en Madrid cuando deja de ir a Madrid en 1897 y su madre Salomé no lo sabe.  Unamuno se censura, disimula el libro cuando llega a la calle, para que la santa madre siga sin enterarse de su residencia actual. En las cartas reconoce esta autocensura. 

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Recorrió el Pagasarri, con Areilza y sus amigos, que la mayoría eran intelectuales de ciencia. A Unamuno le gustaba “interrumpir y hablar, andar y caminar”. Umbral lo llamó “tranvía humano”. Filiberto Villalopos, Agustín del Cañizo eran médicos salamantinos y hacía esos paseos con ellos. En Salamanca se enfrenta al obispo, se adhiere al partido socialista en 1894 y en guerras coloniales tiene una actitud a contracorriente, contra el militarismo, pues es pacifista.  En estas cartas personales escribe: ¡ojalá perdiéramos Cuba! En los periódicos no se atreve, pero lucha por la libre autodeterminación de los pueblos, sí así gusta ahora de llamarlo en un contexto como el vasco que rechaza con prejuicios a este bilbaíno universal, con su corazón en el Botxo, ya estuviera exiliado donde estuviera.  Cita en sus escritos mucho a José Rizal, héroe independista sudamericano. 

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El 12 octubre del 36 se alza Unamuno contra la neutralidad de España, porque le parece más coherente que luchen con los nazis en Europa y no metan la guerra fratricida en este país.  Simpatiza más con los aliados y conocidos fueron sus ataques contra la monarquía de Alfonso XIII y Primo de Rivera. En 1922 le condenaron a 12 años de prisión. Son combates directos, reflexiona mucho en su vida y la guerra civil del 36 le ocupa muchos pensamientos. La obsesión con la guerra le viene de su infancia en las guerras carlistas: afirma que en 1874, en El arenal observando pasear en marchas y partir a las tropas militares, se le despertó su conciencia civil antibelicista. 

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¿Qué es la guerra para Unamuno? Hay que arrancar de su novela Paz en la guerra de 1897, título paradójico que no es La paz y la guerra de Tolstoi: hay que buscar la paz en el seno de la guerra. En 1933 escribe que, llevando la guerra dentro de sí, ha sentido guerra y paz como fundamentos relacionados. Francisco Fernández Fuentes en su Diccionario político y social del siglo XIX y XX sostiene que Unamuno es el creador del mito de la guerra civil, que viene del liberalismo español, del romanticismo y desemboca en los años 30 y la vanguardia. Evoluciona con el tiempo su concepto, y no es el que tenemos nosotros sobre la guerra. En Unamuno cambia el concepto cuando la vive en su propia carne, pues en el pensador se acentúa todo cuando escribe furioso o cuando vive pensativo.  En 1904 reclama "una guerra de ideas, sin armas de filo sino de filosofía, con la doblez de las palabras, armas del ardiente espíritu son las verdaderas guerras santas, de fe y de soldados por Dios." Hay un hilo conductor entre su infancia y su muerte en el concepto de guerra civil, pero va evolucionando en función de la historia, diacrónicamente. Para apreciar el pensamiento político hay que conocer bien la historia de España, con la que se casa y trata de divorciarse, igual que el personaje de Niebla del propio Unamuno o el autor de su metacreador Dios. 

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Cuando Primo de Rivera le manda de "vacaciones" a Fuerteventura y él se autoexilia a Paris, se replantea la historia o lo que han trasmitido como tal. Hay datos de la historia de la España que no conocemos, igual que desconocemos profundamente la obra periodística unamuniana. Cada semana escribía 4 o 5 artículos fiscalizando la vida española. Con los años admite que hay guerras con armas, pero destaca “el valor catártico de la guerra, que hace purgar los ánimos, con tal de que este sea fecundo, noble, y lo que vino a traer el Cristo”. El mito de esta España de Caín burlada por Abel. Ve en la envidia, la redecilla y el resentimiento el motivo de la guerra civil. La guerra carlista era hermanal, más que civil, en la que creció, y fue su grito, su sortiko. Fue la guerra de la santa cruzada o contra la mística hija de la envidia inquisitorial. Con la aparición de esta III República española (porque entre 1812 e Isabel II hubo otra) habla aún más de la guerra civil, pero no quiere fomentar más odio. El problema catalán no es ni problema, dice. Cuando Largo Caballero, ministro socialista republicano, amenazó con guerra si no se daba satisfacción al anhelo revolucionario, se da cuenta de que "la guerra puede chocar a algunos y atizar odios". 

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Cada vez alude más a una guerra civil latente, pero no se imagina lo que va a pasar en el 36, está teorizando y hay mucha distancia. En las elecciones de febrero del 36 piensa que la cosa será grave y habrá combates y achaca las responsabilidades a la juventud. Unas juventudes alistad por el fascismo político, les trata de locos, “almendrados”. En el 98 fue guía espiritual de muchas generaciones y esa unión entre Unamuno y las juventudes del exilio se pierde cuando está la República al frente de una política de masas que él ya no comprende. 

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A partir del destierro, queda aislado de España durante 7 años, y pierde ciertas referencias y no entiende lo que pasa en su país. Tiene juicios lúcidos de las juventudes italianas que saludan con el brazo a Mussolini. Una profesora americana se preguntaba si Unamuno fue fascista, creo que nos lo hemos preguntado todos. Es un contrasentido, teniendo en cuenta los artículos políticos, en que se mofa de Mussolini, o Primo de Rivera al que compara con peleles y payasos. De las juventudes falangistas que desfilan con el brazo en alto, como otras con el puño cerrado, dirá que también tienen la mollera cerrada. No podía ser fascista ni de ninguna otra ideología. “No soy un hombre de partidos sino de enteros.” Siempre simpatizó con el partido socialista obrero español, aunque no quiso posicionarse políticamente ni escribir proselitismo. Estaba muy enterado de la corte madrileña con Primo de Rivera y tenía amigos corresponsales en Italia, se intercambia muchas cartas con escritores intelectuales victimas de Mussolini y hay una crítica violenta contra el fascismo y el franquismo, mala copia de él. No había leído el Mi lucha de Hitler, pero habla de la cruz gamada y del peligro que corren los judíos en sus escritos. Ya no es la guerra civil de su niñez, que puede contener cierta convivencia, lirismo y la capacidad de perdonar cristina. Ya no la puede llamar guerra civil a esto, así que lo va a llamar guerra incivil y más tarde: sivil. 

Resultado de imagen de miguel de unamuno “Amor frente a moral del tirano”. Son condenas morales, éticas, y no políticas. De lo que leía sobre las luchas de clases hacía análisis de crítica política, leía de todo. Al fin de su vida le obsesiona la Nada, el sentimiento trágico de la vida y la guerra incivil le pilla en la época del mayor resentimiento trágico de la vida que es el tener que morirse. Reflexiona sobre la envidia y el odio: “la envidia está flaca no porque no coma sino por lo que muerde”, dice Quevedo. Fray Luis de León dice “envidioso, envidioso”, el místico también estuvo encarcelado. Hay muchos juegos de palabras. Unamuno era un genio del verbo. Y Unamuno era un genio de ideas, matiza la historiadora. Habla de guerra "Sivil" cuando se "siviliza" a los moros. En la guerra de Marruecos le escribió unos versitos a Miguel Primo de Rivera, Salutación a los rifeños, es una oda al Rif, el enemigo de España. Cada 12 de octubre terminaba sus discursos citando de memoria versos de José rizar, que era tan español como nosotros, siendo independentista sudamericano. Y en frente de él en estos discursos estaba Miguel Astray, lo que supuso su cólera, su sola presencia. En 1927 se preparan estas conmemoraciones del 12 de octubre y el escribe un artículo que nadie ha leído, en las que él se excusa por no poder ir, aunque finalmente va.  También han escrito estos dos filólogos franceses ese libro sobre Unamuno que nadie leerá, así que se consideran tan poetas malditos como Rimbaud, bromean. 

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 (atentos: dice rasismo y no razismo en la cita de la foto ) 
 
En 1922, en el anfiteatro de Salamanca, frente a dominicos y militares peruanos de América del sur, exalta la figura de José rizal, estudiante en Madrid como él, poeta y protestante como él, aunque Unamuno no fue católico, sino cristiano. Quería descatolizar a España. El obispo de Salamanca era el diablo. La legión española no era la Verdad. En la finca familiar de Vitubirrino mata un par de aves con el arma y dibuja estos animales en cuadernos excelentemente, pero fue su único acto bélico. Nosotros sabemos lo que fue Franco y lo que duró el franquismo, pero en el 36 nadie sabía que iba a pasar. Escribió en Marzo del 36: “cuando se sepa la historia contemporánea, la actual la de hoy, de aquí a 100, 500 o 1000 años, y se enteren de cómo la estamos viviendo sus actuantes, se asombrarán de nuestra ceguera”. Y efectivamente, nos extraemos de la ceguera de Unamuno y de otros. 
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“El tiempo pasa, devora sus criaturas y no les da tiempo para reflexionar y expresarse. Los venideros se encontraran perplejos ante el montón de leyendas contradictorias entre sí con que se presenta esta revolución o contrarrevolución, porque aún no sé cómo definirla ni puedo condenar o absolver a junos o a jotros. Me los presentan en plano, sin profundidad alguna.” Esta viviendo unos acontecimientos y no puede juzgarlos, siente impotencia y dificultad de aprehender la situación. Desde nuestra mirada presente podemos comprenderle o no, pero no podemos saberle. Queipo de Llano en Sevilla, Mola acababan sus discursos hasta finales de agosto con un ¡viva la república!, hasta casi fines de agosto seguía siendo la bandera republicana la alzada y hubo dias, casi meses, de confusión.
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En El resentimiento trágico de la vida hay dos palabras telegráficas del 18 de julio del 36: “Pronunciamiento popular.” Ni es un pronunciamiento ni es militar. Es un golpe de estado. Pero no se da cuenta. Pero las últimas palabras de Unamuno del 28 de diciembre del 36 son “morir soñando, ¿es Verdad o es mentira?” Es una fotocopia con su letra la que se pregunta: “¿Qué pasará con los españoles limpios de corazón? Yo a mis 70 años, ¿a dónde voy ir?, a Portugal no, es otra España que se prepara. Tampoco al triste ocaso de España fuera de ella, ni al de despatriado en ella. No es una guerra civil, es un ejército de regionales pretorianos, y no del pueblo, de africanistas que suben rápidamente desde Andalucía y tienen el monopolio del ejército.” Es muy lúcido cuando dice que unos van a vencer y otros a convencer. Y que no va a haber triunfo sino victoria temporal de uno sobre otro. Y en verano del 36 pide a un general coronel en Burgos el armisticio y este le responde: “Honorable señor, no habrá paz, porque los enemigos son demasiado crueles.” Concluir es ser tonto, pero no se va a alargar mucho sobre el posicionamiento de Unamuno contra el golpe de Franco. Unamuno era un espíritu libre, tolerante. Un humanista. Defiende valores universales como la dignidad, la libertad, la democracia y la pluralidad. 
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La familia no quiere que le citemos, pero un catedrático de Salamanca que estuvo presente en el acto del 12 de octubre, escribió sobre tal encuentro. También están las versiones de José maría Pemán, Millán Astray, hubo muchos textos, falsificados. Y la memoria a veces es traición. Unamuno en una carta dice que tiene una radio ya y lo ilusionado que está con ella. Miguel Astray fue el creador de Radio Nacional, propagandista del régimen. Este hombre, ahora catedrático, estaba presente en el anfiteatro el lunes del 12 de octubre y escribió unos apuntes: “con Unamuno la intervención duró menos de 3 minutos. No quería hablar, pero Baldonado le provoca criticando a los catalanes y los vascos, que son los separatistas de España. Faronce dice que es un crimen que nunca perdonaremos.” Unamuno entra en cólera por defender "las Españitas" dentro de España y acaba aludiendo al filipino Rizal que también era español, les aseguró y que se despidió de la vida con unas palabras en español. ·Aquel testigo, ahora elevado a catedra, apuntó: “Unamuno fue imprudente, inoportuno y antipatriótico. Lo que dijo no es censurable. Sin embargo, es inadmisible la última parte en la que se refiere a la otra España, que España es España, y siempre y será España, y la alusión a Rizal fuera de tono.” Unamuno era vasco por los cuatro costados y había venido a Castilla a aprender el castellano, según escribió. “Miguel Astray estuvo bien, pero lejos de lo debido al decir que ciertos profesores van a ser fusilados. Esas afirmaciones viniendo de quien vienen y dirigidas a un público juvenil pueden ser peligrosas”. Francisco Campo, el líder de juventudes falangistas, le dice al hijo de Unamuno que vaya a por su padre, ya que teme por su vida, y que pudiera sucederle algún incidente desagradable. 
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Un enfrentamiento de café solo no fue. Nuestros amigos, los legionarios legendarios niegan que Astray gritase el ¡viva la muerte!, pero era el lema de la legión en esos momentos (y creen que ahora también), y siempre acababan diciendo eso. Otro problema está en si dijo ¡muera la inteligencia! Unamuno 7 es el nombre d la callejuela estrecha y lúgubre que le han dedicado frente a las amplias calles en honor a militares. Aquel señor fascista dijo: ¡muera la intelectualidad! Aparece una semana después del 12 de octubre en un periódico de derecha; los malos intelectuales serán fulminados. Resentimiento, son 21 cuartillas, una obra corta, pero fascinante porque seguimos sus últimas dias de vida y sus reacciones, como una especie de diario y termina diciendo: ¡da asco la vida! Y la conclusión es que se ha equivocado, tanto a nivel temporal apoyando esta política si se le puede llamar tal y a nivel religioso, no alcanzando su deseo de inmortalidad ni con fe ni con logos. 

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Hace 14 años empezó esta biografía para poner a Unamuno en el lugar en que se merece, y sin prejuicios. Llegó Colette y le ayudó cuando estaba a punto de fenecer ya. Unamuno así acabó sus días en una humilde cama, muriendo y torturado por la cuestión filosófica metafísica. Se ha ocultado durante 40 años de franquismo y más allá la dimensión política de Unamuno. No interesaba ni a los junos del régimen ni a los jotros del abertxalismo reconocer el librepensamiento al uno modo de Unamuno. Y es que su vida fue una vida de película. Su amigo, el director teatral José Luis Gómez ha montado un espectáculo teatral Venceréis pero no convenceréis. Y la película La isla del viento se ha rodado en Fuerteventura por un joven director canario y se estrenó el año pasado y pudimos verla en esta misma biblioteca, con el mismo muñeco de Unamuno sin palomitas. Alejandro Amenábar quería explotar estos últimos meses de Unamuno en Salamanca y va a rodar un film sobre ellos. La semana pasada, a miles de kilómetros de aquí, se ha hecho el espectáculo Decíamos ayer, atribuyendo estas palabras a Miguel de Unamuno, aunque bien pudiera haberlas dicho cualquier catedrático represaliado por su tiempo. 

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De la crisis finisecular del siglo xx surgió la generación del 98, que tan fructífera fue, y Unamuno es su más grande figura. Se expresa más en contextos de crisis Unamuno pues la profesión la llevaba por dentro y se la hacían por fuera. Sabía eusquera pero la tenía en segundo plano. Sabino Arana, Unamuno y Resurrección María de Azcue se presentaron a la catedra de éusquera para la Euskaltxandia y ganó esta última, pues uno estaba loco y el otro tenía la lengua en segundo plano. Tampoco llegó Sabino a alcalde de Bilbao, como pretendía con sus contactos en el nacionalismo. Unamuno se expresa mejor en crisis, estuvo siempre en crisis, y esta alimenta su escritura. Jon Juaristi es el mejor biógrafo de Unamuno. Unamuno fue fuerista. Con 15 años en una de sus primeras cartas amenaza al rey con cometer un atentado si abole los fueros. En los Juegos florales de 1921 dirá que “la lengua vasca ha de morir porque no tiene porvenir, es un pequeño rio de Manrique que va al morir, ya sea plebeya o jauntxa”. En Unamuno el mismo lenguaje sirve como acicate intelectual: lejos de “la gramática vieja engañadora de la vida” del Nietzsche, por el contrario a Unamuno la lengua le sirve para crear, destruir, y en fin: crear.  Y provocar a los demás para ver cómo reacciona el Otro y divertirse intelectualmente. En Cartagena y Almería soltaba sermones laicos y estuvieron a punto de excomulgarlo. Y como te hagan eso ya no te puedes casar con la novia, bromea el historiador. Tabien son polemicas sus discusiones con Ortega y Gasset que pretendía la europedización de España, mientras que para el útopico pensador bilbaíno lo que había es que españolizar Europa, quijotizarla. 

Hay que devolver al lugar que se merece a Unamuno y para ello hay que trazar el itinerario y el contexto histórico y espiritual del pensador: 
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"¡Qué cándido y ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco sin fijarme en los otros! Ese caudillo que no consigue humanizar a sus colaboradores”. Trabajan a partir de lo que escribió Unamuno. No han hablado de las entrevistas a periódicos extranjeros, que se dice que elogiaba el ejército español. En un manuscrito a un periódico francés dice que tenía miedo por la situación privilegiada de su familia y que podía un golpe de estado, al modo del XIX, restaurar su situación económica y de seguridad. Él habla de cruzada, un término que repite, ya que se sirven de la religión como un arma y eso no lo podía aceptar: "¡poner a Dios como excusa! No hay peor crimen ni ingenuidad mortal." 

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No se puede condenar a una persona de la forma que se hace descontextualizando muchas frases de seres humanos, ¿Qué hubiera hecho ella, la filologa, en aquella Francia con los colaboradores de los nazis? Hay poca diferencia entre un héroe y un hombre normal. Una España fue ahogada por otra y las dos hieren el corazón. Lo de los buenos y los malos hay que matizarlo. En Las armas y las letras, Trapiello dice que hay que matizar que había una tercera y cuarta España en las familias.  Antonio Machad dirá: la cosa es complicada. El 28 de diciembre hace Unamuno un testamento de sí mismo: “me adherí al movimiento salvador, lo del Movimiento viene después. Únicamente pretendí salvar la civilización cristiana.” Franco le instrumentalizó el discurso.
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Cuando bombardean la catedral de Rems dice Unamuno que hay que salvar al civilización cristiana de los bolcheviques. No atacó la República sino los gobiernos de la república. Hay frases ridículas que afirman que querían que Azaña se suicidara. Unamuno le apoyaba con respeto, aunque le apodaba Julián Sorel por su ambición o Azarao. “África no es occidente y menos aún cristiana al modo grosero del tradicionalismo español”. Pero Franco instrumentalizó a los africanos. “Vuelve Jaime Baile”, bromea Unamuno, los integristas caóticos y los jesuitas de inspiración carlista que el filósofo aborrecía. Mola era la bestia negra de Unamuno, más aún que Primo que sólo era instrumento del diablo. Mola hizo bombardear Bilbao, la casa del masón. Unamuno no era masón pero tenía amigos masones. El presidente de la Liga de Derechos Humanos, el presidente de la Residencia de Estudiantes o ILE (Institución Libre de Enseñanza), debía ser fusilado y no lo fue, aunque se metía con todos. La guerra la provoca para Unamuno un complejo de inferioridad que es la envidia. “No podemos aceptar un ejército de mercenarios, la legión, que no es el Pueblo”.
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¿Murió de tristeza Unamuno? ¿De alguna gripe o por una tropa concreta? Tuvo un derrame cerebral, diagnosticado por un médico, pero empieza la leyenda. Enfrente de él y de su fenecimiento estaba un joven falangista. Tenemos como testigo un falangista. ¿Dice la verdad o no? Las últimas palabras de Unamuno son que Dios no puede dar la espada a España. El falangista se encontraba a espaldas de él en aquel estrecho habitáculo. Unamuno murió de golpe, instantáneamente, cayo para atrás y al instante la falange de la iglesia se apoderó de su cuerpo y alma, pues preparó el funeral y los mismos catedráticos que le querían dar el Nobel (no se lo darían por problemas de España entonces) sugieren ofrecerle una misa cristiana, con el tenor Fleta (equivalente de Isabel Pantoja en la época). Y los periódicos ponen en sensacionalistas titulares: “Unamuno muere presente y con el brazo delante”. Al pensador le admiraba el gesto de Fray Luis de León cada mañana en la universidad, su estoico sentido de responsabilidad de seguir dando clase pese a todo como decíamos ayer y este era un gesto de fraternidad monacal si se quiere, de hermandad, de humanidad, porque Unamuno no excluía a nadie. 
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Como en Salamanca hace tanto frio y muere el año antes de diciembre, Unamuno había cenado y se encontraba antes de dormir calentito por un brasero con un gas que le atontaba y le mata finalmente. Una forma bonita de suicidarse, pero no se la cree tampoco. Juaristi no sabe sí se trata de la zapatilla izquierda o derecha del pie, pero a las 4 y media de la tarde del 31 de setiembre, delante del brasero, y con un frio tremendo, se le quemó. Unamuno había dejado escrito: “quiero no morir, vivir eterno, pero no como lo entiende el grosero catolicismo y su metafísica ingenua sino con mi par de zapatillas inclusive”. Dios o quién fuera no le hicieron ni caso. Sus zapatillas se quemaron con él. Murió el 31 de septiembre, y el 1 de octubre todas las radios controladas por Millán Astray y Ernesto Giménez Caballero publican un artículo y cartas privadas de Unamuno distorsionadas en ABC, a primera plana la cara ya sin vida de Unamuno. Y grita el titular: ¡Qué vivan los místicos españoles y no muera aún la intelectualidad! Nadie se atrevía a visitar a Unamuno, una buna pregunta es quién visitaba en persona a Unamuno, pero ese año Unamuno respondió casi 200 cartas de lectores.  Y ya se ve los fans que le mitificaban ya en vida. El 8 de septiembre le escribieron quienes fueron discípulos suyos que serán fusilados dentro de poco. No puede hacer gestiones para todos, les responde apenado. Estos dos jóvenes son fusilados delante de la tapia de la universidad de Salamanca. Pero que siga viviendo Dios por muchos años, y respetando a la mística española mientras con él no se metan. Le deseo sinceramente a Dios que a él sus zapatillas no se le quemen en la estufa o estafa de este mundo. 

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