COLETTE RABATÉ y su pareja JEAN CLAUDE RABATÉ. LAS
GUERRAS DE MIGUEL DE UNAMUNO. Presentados por IÑAKI ESTEBAN ante el
auditorio de la biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao, con Unamuno presente en
el palco superior a modo de muñeco.
Unamuno
vuelve a ponerse de moda, si no lo ha estado siempre. Y sigue en guerra. La editorial Tauro en 2009 publicó otra biografía;
Unamuno en guerra, y en mayo se ha
lanzado Unamuno en el torbellino de la
guerra civil, centrándose en el enfrentamiento con Millán Astray, que es la
anécdota con la que se recuerda a este hombre sentimental reducido a un cabezón
en su estatua de la Plaza nueva de Bilbao, como una columna trajana en que La razón
institucional del municipio intenta conmemorar su victoria en la batalla interna de
Unamuno entre su corazón de fe y su Logos, a veces cabezón. Vienen estas biografías
a completar las ya existentes, destacándose entre ellas la de Juaristi, que tan
agradecido le estará siempre por la forma en que Unamuno rimaba lo que
aparentemente no se podía rimar.
Toda la biblioteca huele al siglo XIX, y al titán del
Bilbao finisecular peleado con el siglo XX, según palabras de José Carlos Maider de la universidad
de Salamanca. Unamuno vivió la guerra carlista de su niñez y al final de su
vida la guerra civil, siempre estuvo en guerra consigo mismo y con los demás,
mezclando combates públicos y privados. En 1880, con 18 años, dice en su
diario: “¿Quién me dará la paz del alma si mi alma ha nacido para la guerra?”
Está cansado del duro bregar tanto. Y su hijo Fernando escogió este epitafio,
representando su vida de lucha. La más dolorosa fue la última de la guerra
civil y la más discutida. Vivió muchas guerras sobre todo de tipo religioso,
confrontó la Nada de la muerte con el todo de la vida material, la fe y la
razón y las enfrenta contradiciéndose, en paradojas, pero guardan su interna
coherencia.
Si comparamos los primeros escritos de su niñez, De mi vida, y los últimos, El resentimiento trágico de la vida, hay
semejanzas. Es un comportamiento dialéctico para encontrar la Verdad, que busca
toda su vida. Utiliza la literatura para ello, y el periodismo para otro tipo
de combate más terrenal. En 1897 aparece De
mi niñez, editado tras su muerte, y allí ya se ve la lucha de Unamuno,
preso de un sentido de culpa, y lleno de soberbia y egoísmo y rebeldía contra
Dios. Lo califica de “desesperación religiosa de la vida”, como escribe unos
años después. “Ser siempre, sin termino,
ser de Ser, de ser más, hambre de Dios, de Amor eternizante y eterno, ser
siempre, ser Dios.” Así lo deja escrito en El
sentimiento trágico de la vida de 1911 y Agonía del cristianismo, que escribe en 1924 en el exilio en París
y se traduce en España en el 30. San
Manuel Bueno y Mártir de ese mismo año lo resume todo, y es una novelita corta:
el drama de este cura que no puede creer.
Muchas guerras son exteriores o públicas. En
Bilbao está contra el eusquera. Estaba en contra del alcalde, de Sabino Arana y
de todo, pero todo eso ocurre en la prensa. Hoy sería un gran YouTube o influencier porque tenía prosa sencilla, directa, contradictoria.
Tiene 480 artículos de prensa, más que Ramiro de Maeztu, un periodista
profesional. Unamuno decía que era catedrático y publicista en la lucha de
clase, siempre jugando con el doble sentido del lenguaje. La otra filóloga le
corrige a su marido; no exageres, tendrá unos 400 artículos, idealizas mucho a
Unamuno. (Es divertido el dialogo interno e improvisado que se va estableciendo
en esta conferencia entre los dos historiadores filológicos, que además son
matrimonio) La madre debía ser muy
austera y rígida dentro de su familia, honorable por lo demás. Con Paz en la guerra utiliza a su personaje
Patxiko Zabalbide para confesar y contar su experiencia en Madrid cuando deja
de ir a Madrid en 1897 y su madre Salomé no lo sabe. Unamuno se censura, disimula el libro cuando
llega a la calle, para que la santa madre siga sin enterarse de su residencia
actual. En las cartas reconoce esta autocensura.
Recorrió el Pagasarri, con Areilza y sus amigos,
que la mayoría eran intelectuales de ciencia. A Unamuno le gustaba “interrumpir
y hablar, andar y caminar”. Umbral lo llamó “tranvía humano”. Filiberto Villalopos,
Agustín del Cañizo eran médicos salamantinos y hacía esos paseos con ellos. En
Salamanca se enfrenta al obispo, se adhiere al partido socialista en 1894 y en
guerras coloniales tiene una actitud a contracorriente, contra el militarismo, pues
es pacifista. En estas cartas personales
escribe: ¡ojalá perdiéramos Cuba! En los periódicos no se atreve, pero lucha
por la libre autodeterminación de los pueblos, sí así gusta ahora de llamarlo
en un contexto como el vasco que rechaza con prejuicios a este bilbaíno universal,
con su corazón en el Botxo, ya estuviera exiliado donde estuviera. Cita en sus escritos mucho a José Rizal, héroe
independista sudamericano.
El 12 octubre del 36 se alza Unamuno contra la
neutralidad de España, porque le parece más coherente que luchen con los nazis
en Europa y no metan la guerra fratricida en este país. Simpatiza más con los aliados y conocidos
fueron sus ataques contra la monarquía de Alfonso XIII y Primo de Rivera. En
1922 le condenaron a 12 años de prisión. Son combates directos, reflexiona
mucho en su vida y la guerra civil del 36 le ocupa muchos pensamientos. La
obsesión con la guerra le viene de su infancia en las guerras carlistas: afirma
que en 1874, en El arenal observando pasear en marchas y partir a las tropas
militares, se le despertó su conciencia civil antibelicista.
¿Qué es la guerra para Unamuno? Hay que
arrancar de su novela Paz en la guerra
de 1897, título paradójico que no es La paz y la guerra de Tolstoi: hay que
buscar la paz en el seno de la guerra. En 1933 escribe que, llevando la guerra
dentro de sí, ha sentido guerra y paz como fundamentos relacionados. Francisco
Fernández Fuentes en su Diccionario político
y social del siglo XIX y XX sostiene que Unamuno es el creador del mito de
la guerra civil, que viene del liberalismo español, del romanticismo y desemboca
en los años 30 y la vanguardia. Evoluciona con el tiempo su concepto, y no es
el que tenemos nosotros sobre la guerra. En Unamuno cambia el concepto cuando
la vive en su propia carne, pues en el pensador se acentúa todo cuando escribe furioso o cuando vive pensativo. En 1904
reclama "una guerra de ideas, sin armas de filo sino de filosofía, con la doblez
de las palabras, armas del ardiente espíritu son las verdaderas guerras santas,
de fe y de soldados por Dios." Hay un hilo conductor entre su infancia y su
muerte en el concepto de guerra civil, pero va evolucionando en función de la
historia, diacrónicamente. Para apreciar el pensamiento político hay que
conocer bien la historia de España, con la que se casa y trata de divorciarse, igual que el personaje de Niebla del propio Unamuno o el autor de su metacreador Dios.
Cuando Primo de Rivera le manda de "vacaciones" a
Fuerteventura y él se autoexilia a Paris, se replantea la historia o lo que han
trasmitido como tal. Hay datos de la historia de la España que no conocemos, igual
que desconocemos profundamente la obra periodística unamuniana. Cada semana
escribía 4 o 5 artículos fiscalizando la vida española. Con los años admite que
hay guerras con armas, pero destaca “el valor catártico de la guerra, que hace
purgar los ánimos, con tal de que este sea fecundo, noble, y lo que vino a
traer el Cristo”. El mito de esta España de Caín burlada por Abel. Ve en la envidia,
la redecilla y el resentimiento el motivo de la guerra civil. La guerra carlista
era hermanal, más que civil, en la que creció, y fue su grito, su sortiko. Fue la
guerra de la santa cruzada o contra la mística hija de la envidia inquisitorial.
Con la aparición de esta III República española (porque entre 1812 e Isabel II
hubo otra) habla aún más de la guerra civil, pero no quiere fomentar más
odio. El problema catalán no es ni problema, dice. Cuando Largo Caballero,
ministro socialista republicano, amenazó con guerra si no se daba satisfacción
al anhelo revolucionario, se da cuenta de que "la guerra puede chocar a algunos
y atizar odios".
Cada vez alude más a una guerra civil latente,
pero no se imagina lo que va a pasar en el 36, está teorizando y hay mucha
distancia. En las elecciones de febrero del 36 piensa que la cosa será grave y
habrá combates y achaca las responsabilidades a la juventud. Unas juventudes
alistad por el fascismo político, les trata de locos, “almendrados”. En el 98
fue guía espiritual de muchas generaciones y esa unión entre Unamuno y las juventudes
del exilio se pierde cuando está la República al frente de una política de
masas que él ya no comprende.
A partir del destierro, queda aislado de España
durante 7 años, y pierde ciertas referencias y no entiende lo que pasa en su
país. Tiene juicios lúcidos de las juventudes italianas que saludan con el
brazo a Mussolini. Una profesora americana se preguntaba si Unamuno fue
fascista, creo que nos lo hemos preguntado todos. Es un contrasentido, teniendo
en cuenta los artículos políticos, en que se mofa de Mussolini, o Primo de Rivera
al que compara con peleles y payasos. De las juventudes falangistas que
desfilan con el brazo en alto, como otras con el puño cerrado, dirá que también
tienen la mollera cerrada. No podía ser fascista ni de ninguna otra ideología. “No
soy un hombre de partidos sino de enteros.” Siempre simpatizó con el partido
socialista obrero español, aunque no quiso posicionarse políticamente ni
escribir proselitismo. Estaba muy enterado de la corte madrileña con Primo de Rivera
y tenía amigos corresponsales en Italia, se intercambia muchas cartas con escritores
intelectuales victimas de Mussolini y hay una crítica violenta contra el
fascismo y el franquismo, mala copia de él. No había leído el Mi lucha de
Hitler, pero habla de la cruz gamada y del peligro que corren los judíos en sus
escritos. Ya no es la guerra civil de su niñez, que puede contener cierta
convivencia, lirismo y la capacidad de perdonar cristina. Ya no la puede llamar
guerra civil a esto, así que lo va a llamar guerra incivil y más tarde: sivil.
“Amor frente a moral del tirano”. Son condenas
morales, éticas, y no políticas. De lo que leía sobre las luchas de clases
hacía análisis de crítica política, leía de todo. Al fin de su vida le obsesiona
la Nada, el sentimiento trágico de la vida y la guerra incivil le pilla en la época
del mayor resentimiento trágico de la vida que es el tener que morirse.
Reflexiona sobre la envidia y el odio: “la envidia está flaca no porque no coma
sino por lo que muerde”, dice Quevedo. Fray Luis de León dice “envidioso,
envidioso”, el místico también estuvo encarcelado. Hay muchos juegos de
palabras. Unamuno era un genio del verbo. Y Unamuno era un genio de ideas,
matiza la historiadora. Habla de guerra "Sivil" cuando se
"siviliza" a los moros. En la guerra de Marruecos le escribió unos
versitos a Miguel Primo de Rivera, Salutación
a los rifeños, es una oda al Rif, el enemigo de España. Cada 12 de octubre
terminaba sus discursos citando de memoria versos de José rizar, que era tan
español como nosotros, siendo independentista sudamericano. Y en frente de él
en estos discursos estaba Miguel Astray, lo que supuso su cólera, su sola presencia.
En 1927 se preparan estas conmemoraciones del 12 de octubre y el escribe un
artículo que nadie ha leído, en las que él se excusa por no poder ir, aunque
finalmente va. También han escrito estos
dos filólogos franceses ese libro sobre Unamuno que nadie leerá, así que se
consideran tan poetas malditos como Rimbaud, bromean.
(atentos: dice rasismo y no razismo en la cita de la foto )
En 1922, en el anfiteatro de Salamanca, frente
a dominicos y militares peruanos de América del sur, exalta la figura de José
rizal, estudiante en Madrid como él, poeta y protestante como él, aunque Unamuno
no fue católico, sino cristiano. Quería descatolizar a España. El obispo de Salamanca
era el diablo. La legión española no era la Verdad. En la finca familiar de Vitubirrino
mata un par de aves con el arma y dibuja estos animales en cuadernos
excelentemente, pero fue su único acto bélico. Nosotros sabemos lo que fue
Franco y lo que duró el franquismo, pero en el 36 nadie sabía que iba a pasar.
Escribió en Marzo del 36: “cuando se sepa la historia contemporánea, la actual
la de hoy, de aquí a 100, 500 o 1000 años, y se enteren de cómo la estamos
viviendo sus actuantes, se asombrarán de nuestra ceguera”. Y efectivamente, nos
extraemos de la ceguera de Unamuno y de otros.
“El tiempo pasa, devora sus
criaturas y no les da tiempo para reflexionar y expresarse. Los venideros se
encontraran perplejos ante el montón de leyendas contradictorias entre sí con
que se presenta esta revolución o contrarrevolución, porque aún no sé cómo
definirla ni puedo condenar o absolver a junos o a jotros. Me los presentan en
plano, sin profundidad alguna.” Esta viviendo unos acontecimientos y no puede
juzgarlos, siente impotencia y dificultad de aprehender la situación. Desde
nuestra mirada presente podemos comprenderle o no, pero no podemos saberle. Queipo
de Llano en Sevilla, Mola acababan sus discursos hasta finales de agosto con un
¡viva la república!, hasta casi fines de agosto seguía siendo la bandera republicana
la alzada y hubo dias, casi meses, de confusión.
En El
resentimiento trágico de la vida hay dos palabras telegráficas del 18 de julio
del 36: “Pronunciamiento popular.” Ni es un pronunciamiento ni es militar. Es
un golpe de estado. Pero no se da cuenta. Pero las últimas palabras de Unamuno
del 28 de diciembre del 36 son “morir soñando, ¿es Verdad o es mentira?” Es una
fotocopia con su letra la que se pregunta: “¿Qué pasará con los españoles
limpios de corazón? Yo a mis 70 años, ¿a dónde voy ir?, a Portugal no, es otra
España que se prepara. Tampoco al triste ocaso de España fuera de ella, ni al
de despatriado en ella. No es una guerra civil, es un ejército de regionales pretorianos,
y no del pueblo, de africanistas que suben rápidamente desde Andalucía y tienen
el monopolio del ejército.” Es muy lúcido cuando dice que unos van a vencer y
otros a convencer. Y que no va a haber triunfo sino victoria temporal de uno
sobre otro. Y en verano del 36 pide a un general coronel en Burgos el
armisticio y este le responde: “Honorable señor, no habrá paz, porque los
enemigos son demasiado crueles.” Concluir es ser tonto, pero no se va a alargar
mucho sobre el posicionamiento de Unamuno contra el golpe de Franco. Unamuno era
un espíritu libre, tolerante. Un humanista. Defiende valores universales como la
dignidad, la libertad, la democracia y la pluralidad.
La familia no quiere que le citemos, pero un
catedrático de Salamanca que estuvo presente en el acto del 12 de octubre,
escribió sobre tal encuentro. También están las versiones de José maría Pemán,
Millán Astray, hubo muchos textos, falsificados. Y la memoria a veces es
traición. Unamuno en una carta dice que tiene una radio ya y lo ilusionado que
está con ella. Miguel Astray fue el creador de Radio Nacional, propagandista
del régimen. Este hombre, ahora catedrático, estaba presente en el anfiteatro
el lunes del 12 de octubre y escribió unos apuntes: “con Unamuno la
intervención duró menos de 3 minutos. No quería hablar, pero Baldonado le
provoca criticando a los catalanes y los vascos, que son los separatistas de
España. Faronce dice que es un crimen que nunca perdonaremos.” Unamuno entra en
cólera por defender "las Españitas" dentro de España y acaba aludiendo al
filipino Rizal que también era español, les aseguró y que se despidió de la
vida con unas palabras en español. ·Aquel testigo, ahora elevado a catedra, apuntó:
“Unamuno fue imprudente, inoportuno y antipatriótico. Lo que dijo no es
censurable. Sin embargo, es inadmisible la última parte en la que se refiere a
la otra España, que España es España, y siempre y será España, y la alusión a
Rizal fuera de tono.” Unamuno era vasco por los cuatro costados y había venido
a Castilla a aprender el castellano, según escribió. “Miguel Astray estuvo
bien, pero lejos de lo debido al decir que ciertos profesores van a ser
fusilados. Esas afirmaciones viniendo de quien vienen y dirigidas a un público
juvenil pueden ser peligrosas”. Francisco Campo, el líder de juventudes
falangistas, le dice al hijo de Unamuno que vaya a por su padre, ya que teme
por su vida, y que pudiera sucederle algún incidente desagradable.
Un enfrentamiento de café solo no fue. Nuestros
amigos, los legionarios legendarios niegan que Astray gritase el ¡viva la
muerte!, pero era el lema de la legión en esos momentos (y creen que ahora también),
y siempre acababan diciendo eso. Otro problema está en si dijo ¡muera la
inteligencia! Unamuno 7 es el nombre d la callejuela estrecha y lúgubre que le
han dedicado frente a las amplias calles en honor a militares. Aquel señor fascista
dijo: ¡muera la intelectualidad! Aparece una semana después del 12 de octubre en
un periódico de derecha; los malos intelectuales serán fulminados. Resentimiento, son 21 cuartillas, una
obra corta, pero fascinante porque seguimos sus últimas dias de vida y sus
reacciones, como una especie de diario y termina diciendo: ¡da asco la vida! Y
la conclusión es que se ha equivocado, tanto a nivel temporal apoyando esta política
si se le puede llamar tal y a nivel religioso, no alcanzando su deseo de
inmortalidad ni con fe ni con logos.
Hace 14 años empezó esta biografía para poner a
Unamuno en el lugar en que se merece, y sin prejuicios. Llegó Colette y le
ayudó cuando estaba a punto de fenecer ya. Unamuno así acabó sus días en una
humilde cama, muriendo y torturado por la cuestión filosófica metafísica. Se ha
ocultado durante 40 años de franquismo y más allá la dimensión política de
Unamuno. No interesaba ni a los junos del régimen ni a los jotros del
abertxalismo reconocer el librepensamiento al uno modo de Unamuno. Y es que su
vida fue una vida de película. Su amigo, el director teatral José Luis Gómez ha
montado un espectáculo teatral Venceréis
pero no convenceréis. Y la película La
isla del viento se ha rodado en Fuerteventura por un joven director canario
y se estrenó el año pasado y pudimos verla en esta misma biblioteca, con el
mismo muñeco de Unamuno sin palomitas. Alejandro Amenábar quería explotar estos
últimos meses de Unamuno en Salamanca y va a rodar un film sobre ellos. La
semana pasada, a miles de kilómetros de aquí, se ha hecho el espectáculo Decíamos ayer, atribuyendo estas
palabras a Miguel de Unamuno, aunque bien pudiera haberlas dicho cualquier catedrático
represaliado por su tiempo.
De la crisis finisecular del siglo xx surgió la
generación del 98, que tan fructífera fue, y Unamuno es su más grande figura.
Se expresa más en contextos de crisis Unamuno pues la profesión la llevaba por
dentro y se la hacían por fuera. Sabía eusquera pero la tenía en segundo plano.
Sabino Arana, Unamuno y Resurrección María de Azcue se presentaron a la catedra
de éusquera para la Euskaltxandia y ganó esta última, pues uno estaba loco y el
otro tenía la lengua en segundo plano. Tampoco llegó Sabino a alcalde de
Bilbao, como pretendía con sus contactos en el nacionalismo. Unamuno se expresa
mejor en crisis, estuvo siempre en crisis, y esta alimenta su escritura. Jon
Juaristi es el mejor biógrafo de Unamuno. Unamuno fue fuerista. Con 15 años en
una de sus primeras cartas amenaza al rey con cometer un atentado si abole los
fueros. En los Juegos florales de 1921 dirá que “la lengua vasca ha de morir
porque no tiene porvenir, es un pequeño rio de Manrique que va al morir, ya sea
plebeya o jauntxa”. En Unamuno el mismo lenguaje sirve como acicate intelectual:
lejos de “la gramática vieja engañadora de la vida” del Nietzsche, por el
contrario a Unamuno la lengua le sirve para crear, destruir, y en fin: crear. Y provocar a los demás para ver cómo reacciona
el Otro y divertirse intelectualmente. En Cartagena y Almería soltaba sermones
laicos y estuvieron a punto de excomulgarlo. Y como te hagan eso ya no te
puedes casar con la novia, bromea el historiador. Tabien son polemicas sus discusiones con Ortega y Gasset que pretendía la europedización de España, mientras que para el útopico pensador bilbaíno lo que había es que españolizar Europa, quijotizarla.
Hay que devolver al lugar que
se merece a Unamuno y para ello hay que trazar el itinerario y el contexto histórico
y espiritual del pensador:
"¡Qué cándido y ligero anduve al adherirme al
movimiento de Franco sin fijarme en los otros! Ese caudillo que no consigue
humanizar a sus colaboradores”. Trabajan a partir de lo que escribió Unamuno.
No han hablado de las entrevistas a periódicos extranjeros, que se dice que
elogiaba el ejército español. En un manuscrito a un periódico francés dice que tenía
miedo por la situación privilegiada de su familia y que podía un golpe de
estado, al modo del XIX, restaurar su situación económica y de seguridad. Él
habla de cruzada, un término que repite, ya que se sirven de la religión como
un arma y eso no lo podía aceptar: "¡poner a Dios como excusa! No hay peor crimen ni ingenuidad mortal."
No se puede condenar a una persona de la forma
que se hace descontextualizando muchas frases de seres humanos, ¿Qué hubiera hecho
ella, la filologa, en aquella Francia con los colaboradores de los nazis? Hay poca diferencia entre
un héroe y un hombre normal. Una España fue ahogada por otra y las dos hieren
el corazón. Lo de los buenos y los malos hay que matizarlo. En Las armas y las letras, Trapiello dice
que hay que matizar que había una tercera y cuarta España en las familias. Antonio Machad dirá: la cosa es complicada. El
28 de diciembre hace Unamuno un testamento de sí mismo: “me adherí al
movimiento salvador, lo del Movimiento viene después. Únicamente pretendí salvar
la civilización cristiana.” Franco le instrumentalizó el discurso.
Cuando bombardean la catedral de Rems dice Unamuno
que hay que salvar al civilización cristiana de los bolcheviques. No atacó la República
sino los gobiernos de la república. Hay frases ridículas que afirman que
querían que Azaña se suicidara. Unamuno le apoyaba con respeto, aunque le apodaba
Julián Sorel por su ambición o Azarao. “África no es occidente y menos aún
cristiana al modo grosero del tradicionalismo español”. Pero Franco
instrumentalizó a los africanos. “Vuelve Jaime Baile”, bromea Unamuno, los
integristas caóticos y los jesuitas de inspiración carlista que el filósofo
aborrecía. Mola era la bestia negra de Unamuno, más aún que Primo que sólo era
instrumento del diablo. Mola hizo bombardear Bilbao, la casa del masón. Unamuno
no era masón pero tenía amigos masones. El presidente de la Liga de Derechos Humanos,
el presidente de la Residencia de Estudiantes o ILE (Institución Libre de
Enseñanza), debía ser fusilado y no lo fue, aunque se metía con todos. La guerra
la provoca para Unamuno un complejo de inferioridad que es la envidia. “No
podemos aceptar un ejército de mercenarios, la legión, que no es el Pueblo”.
¿Murió
de tristeza Unamuno? ¿De alguna gripe o por una tropa concreta? Tuvo un derrame
cerebral, diagnosticado por un médico, pero empieza la leyenda. Enfrente de él y
de su fenecimiento estaba un joven falangista. Tenemos como testigo un
falangista. ¿Dice la verdad o no? Las últimas palabras de Unamuno son que Dios
no puede dar la espada a España. El falangista se encontraba a espaldas de él
en aquel estrecho habitáculo. Unamuno murió de golpe, instantáneamente, cayo
para atrás y al instante la falange de la iglesia se apoderó de su cuerpo y
alma, pues preparó el funeral y los mismos catedráticos que le querían dar el Nobel
(no se lo darían por problemas de España entonces) sugieren ofrecerle una misa
cristiana, con el tenor Fleta (equivalente de Isabel Pantoja en la época). Y
los periódicos ponen en sensacionalistas titulares: “Unamuno muere presente y con
el brazo delante”. Al pensador le admiraba el gesto de Fray Luis de León cada mañana
en la universidad, su estoico sentido de responsabilidad de seguir dando clase
pese a todo como decíamos ayer y este era un gesto de fraternidad monacal si se
quiere, de hermandad, de humanidad, porque Unamuno no excluía a nadie.
Como en
Salamanca hace tanto frio y muere el año antes de diciembre, Unamuno había
cenado y se encontraba antes de dormir calentito por un brasero con un gas que
le atontaba y le mata finalmente. Una forma bonita de suicidarse, pero no se la
cree tampoco. Juaristi no sabe sí se trata de la zapatilla izquierda o derecha
del pie, pero a las 4 y media de la tarde del 31 de setiembre, delante del
brasero, y con un frio tremendo, se le quemó. Unamuno había dejado escrito: “quiero
no morir, vivir eterno, pero no como lo entiende el grosero catolicismo y su metafísica
ingenua sino con mi par de zapatillas inclusive”. Dios o quién fuera no le hicieron
ni caso. Sus zapatillas se quemaron con él. Murió el 31 de septiembre, y el 1
de octubre todas las radios controladas por Millán Astray y Ernesto Giménez Caballero
publican un artículo y cartas privadas de Unamuno distorsionadas en ABC, a
primera plana la cara ya sin vida de Unamuno. Y grita el titular: ¡Qué vivan
los místicos españoles y no muera aún la intelectualidad! Nadie se atrevía a
visitar a Unamuno, una buna pregunta es quién visitaba en persona a Unamuno,
pero ese año Unamuno respondió casi 200 cartas de lectores. Y ya se ve los fans que le mitificaban ya en
vida. El 8 de septiembre le escribieron quienes fueron discípulos suyos que
serán fusilados dentro de poco. No puede hacer gestiones para todos, les
responde apenado. Estos dos jóvenes son fusilados delante de la tapia de la universidad
de Salamanca. Pero que siga viviendo Dios por muchos años, y respetando a la mística
española mientras con él no se metan. Le deseo sinceramente a Dios que a él sus zapatillas no se le quemen en la estufa o estafa de este mundo.
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