sábado, 17 de noviembre de 2018

TIRABEQUES DEL DUQUE DE MARZANA Y GRANDE DE IBERIA

 LOS SEÑORES CHUPATINTAS DE JORGE COURTELINE



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                                                                                  La  Dirección de Donaciones y Legados puede esperar. El escaqueo es consecuencia del esplendor de París en una mañana primaveral. Lahrier, protagonista de "Los señores chupatintas" de Jorge Courteline (1858-1929), rezuma hedonismo en cada uno de sus poros de rutina funcionarial. A la hecatombe aburrida del día a día le contrarresta el descubrimiento de matices que incitan/invitan al interés (ganar la jornada). ¡Bendito sea el cielo de París que alberga en sombríos departamentos a 30 chupatintas, compañeros de fatigas/infortunios de nuestro hábil buceador de excusas ante el laboro rutinario. Inutilidad estructural como fin en sí aunque, en apariencia, va la vida en ello!. Rapapolvos direccional por infracciones relacionadas por ausencias constantes. La ciudad LUZ embruja y justifica tanto y sucesivo absentismo laboral.
 

 
                                                                                  
 
 Retintín con dosis de ironía al ir enumerando a los vecinos de fatigas que configuran la lista de los elegidos a la mesa celestial del Ministerio. Humor, sí, en las descripciones de talantes al servicio de la buena causa y sus ímprobos esfuerzos por llegar a un estado de burocracia claustrofóbica con la que cada cual consiga el pan nuestro de todos los días. Subir/bajar por interminables escaleras se convierte en un deporte hacia el abismo de la nada. La mentira dialéctica, base sobre la que se edifica el discurso entre papeles, eleva a la categoría de necesidad el juego presencial de los contrincantes(portadores de valiosos documentos). La mediocridad, tanto del entorno como de su relación familiar(tío) hacen del infatigable hombre de perfección un ser insatisfecho y tendente al odio por lo insuficiente de lo que le rodea; él,con su capacidad de Verdad(verdadera). Humor en detalles nimios que potencian el deseo del autor de limitar/concretar esas medianías existenciales. ¡Administración, cuánta metáfora se esconde tras de ella con sus valientes guerreros de fichas y habitáculos!. Diálogos cortados/cortantes(no hay nada que decir).

                                                                                   Estado y oficina como prolongación/represión de VIDA. Tiempo controlado en un bucle sediento de inacción. Chanzas y cuchufletas de amoríos y litigios que hacen más llevadera la pérdida de la verdadera identidad/creatividad. Lo ridículo como mención que despierta la risa ante situaciones absurdas que potencian la lectura entre líneas de un mundo paralizado y sin visos de salir  de una inercia que, de formar parte de la costumbre, se perpetúa  a riesgo que sujetar a los presentes en una perfecta alienación. El aburrimiento se mitiga con el ingenio de   destripar al otro en una suerte de crítica feroz donde el tiempo se diluye en la importancia de saber discernir la ferocidad escondida de ese compañero/vecino con el que hay que convivir muy a pesar de las gentes honestas y serviciales que pululan por los rincones sombríos  en repetición constante e imposible de parar. Diseccionar al contrario/contrincante como ejercicio saludable de personalidad/dignidad. "En el fondo, la perspectiva de un encontronazo posible entre Letondu y De la Hourmerie desencadenaba goces solapados. Era como un resplandor de alegría en el horizonte de las melancólicas jornadas de oficina". (Pág. 94). El conservadurismo ante cualquier forma subversiva de cambio se recrea con subterfugios del lenguaje que, al usarlo de forma precisa, fortalece las convicciones morales y estructurales de los responsables del MINISTERIO-VIDA-ESTADO. Todo cambio supone un riesgo y ya son muchos los años enclaustrados en una inercia conformista. Filosofía en las cuatro paredes del lugar de autos. Dilatación  hacia espacios más abiertos de lo que un pensamiento puede llegar a sentir/ PARALIZAR. Jorge Courteline, seudónimo de Georges Moinaux, conoce el alma humana del funcionario. Al igual que Balzac se adentra en un ámbito de costumbres y comportamientos que definen una forma de SER/ESTAR en esto que llamamos mundo laboral, sometido a la dictadura siempre presente de la interpretación humana entre ironía apabullante y matiz cortante de sarcasmo. Y es que como bien afirmaba San Francisco Javier: "Al final de la JORNADA el que se salva sabe y el que no no sabe nada".    Existencias con tinta, folio en blanco y sellos, muchos sellos que certifican el  SENTIDO/SIN-SENTIDO de un trabajo encaminado siempre hacia el FUTURO. El autor no es cruel, deja una pizca de sonrisa que dulcifica el aburrimiento (abrir la boca con ostentación sin pudor alguno por el qué dirán los próximos). La compostura siempre es sinónimo de SABIDURIA, aunque también de hipocresía.
                                                                                 Servidor de usted.
     

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