Lo siento por estas digresiones con las que os peto el blog, ¡parece mentira que tras 5 siglos de secularismo me vea aun teniendo que defender el ateísmo, arremetiendo contra "la casa de locos" de la religión (según Voltaire)! Me gustaría dedicarme a otros molinos de viento.
Ya
lo sabían Heráclito, Parménides y el
resto de presocráticos. Luego llegó Platón
con sus divisiones en dos y Aristóteles con sus particiones en tres. A lo Herodes y Salomón, tratando de partir nuestro interior. Ya solo como define Sócrates el amor en El banquete por boca de Diotima estableciendo el amor uránico y
elevado y el pandémico y propio del vulgo (concupiscente y animal) se las
trae. Se las hae censurando el sexo en aquellos esclavos de la tierra de sol a sol que veían en este des desfogue el
único desahogo de su alienación y explotación para el señor y el cura. Se las
trae hasta el romanticismo. Esa sutura artificial entre el cerebro y el resto del cuerpo es lo que crea la desfragmentación interna de la siquis, y la patología, como Freud ve en
la enfermiza religión: una neurosis histérica, negadora de lo verdadero, bello y
placentero (más allá de bueno o malo):
lo humano.
Voltaire
se ríe de Leibniz en Cándido. Rousseau se rie de Hobbes en el Emili Nietzsche
encuentra un punto medio entre Baco y Apolo que es Prometeo, el que trae el
fuego del Logos, y Hermes, el angelito mensajero
y periodista, que nos trae la verdad de los dioses. Es la esencia del héroe
trágico-cómico, y no sólo romántico, sobre un peñasco- abismo, y de toda la humanidad. Jung se ríe de Freud y su visión obsesionada con lo
sexual, material y la libido, abriendo la mente, el amor y el inconsciente a lo
simbólico, a la hermenéutica de ayer-hoy-siempre.
Y
es que hay que reírse de estos que se
toman demasiado en serio a sí mismos y
sus ideas, negando la dialéctica pues
solo escuchan su tesis sin permitir la réplica. y la síntesis, la solución
consensuada. Sin embargo, era necesaria la negación de Dios, sobre todo tras las dos guerras mundiales como trágico escenario, porque para afirmar
algo primero hay que negar lo anterior (el resumen del pensamiento de Marx y de la tesis-antitesis hegeliana que se contradicen pero se resuelven en
una síntesis complementaria y conclusiva, aunque vuelve a ser prevalecer una
tesis sobre su contraria, como demostró
el marxismo llevado a la praxis en dictadura élite-proletaria)
Es
necesario negar a Dios para devolver al
hombre a su centro. Más necesario que nunca lo es ahora, que los humanistas
escriban ANDROcentrismo en un mundo TECNOcentrista, como antes era TEO. igual
que el feminismo necesita negar la masculinidad machista. Por eso considerarse ángel, semidios y hablar directamente
a ese dios es el primer paso para negar al creador y convertirse uno en creador de vida y obra. Por eso Unamuno se mete
en Niebla así mismo como protagonista antagonista y demiurgo de su creación nivolesca. Y por eso Nietzsche se considera así mismo antidios,
antiángel, anticristo, por el mismo deseo de amor y trascendencia que llevaba a los místicos barrocos a considerarse co-creadores con dios de su poética.
Negar
al dios que nos ha negado es el primer paso para afirmar al hombre y una vez devuelto el cetro usurpado son bienvenidas
todas las buenas nuevas de la metafísica
que se quieran. Por eso insisto: el ateísmo es un ejercicio de fe, Blas de Otero es un místico peleándose sangrientamente con Dios, Nietzsche aspira a la
santidad y a la autoinmolación socrática por denunciar
el borreguísimo sin moral de su época. Que la existencia humana preceda
a toda esencia en los humanistas existencialistas no niega, en un nihilismo
nunca pretendido por Sartre, la posibilidad de las esencias, pero siendo constantes de que son eso: esencialismos, absolutos que surgen de mentes de unas existencias
concretas. Si Sartre, Simone o Camus hubieran negado las esencias no habrían
escrito sobre los héroes y heroínas contemporáneas y su tragedia en la fábrica
ni habrían afirmado a ese hombre/mujer siempre creándose, haciéndose, auto
fundándose...
Valery
y la poesía pura revindican que el poema no
nace, se hace. Se va gestando él solo por intervención de un trabajador consciente, y ciertos
procesos inconscientes (a los que los místicos llamaban dios, revelación, reminiscencia, iluminación) Pero el poema no lo
inspira ninguna musa, ningún ángel enviado por dios ni nadie te lo dicta una
noche en el monasterio solo para ti. El poema surge del propio lenguaje y de la
propia vida de estos ángeles, caídas sus
alas, expulsados por dios al infierno de los otros donde nos ha arrojado (como a
los titanes o a Lucifer al reino de Hades.) El primero que nos ha maldito o maldecido, o ambas cosas, ha sido él, si seguimos
creyendo en él como fundamento de todo. Nos trae a un mundo sin pedírselo
nosotros y nos maldice pues nos nombra indignos,
incompletos, carentes. Los filósofos hasta la posmodernidad han calificado
nuestro cuerpo de No Ser. Nos regala ese dios un boli, como los bancos cuando abres una cuenta, pero hay que pagar elevados
intereses por esta cuenta corriente sin plazo fijo y a cuenta del cliente. Ese es el contrato con Mefistófeles,
hecho en sangre de vida. A cambio del Logos, Fausto renuncia a su Margarita, que
también es un sueño, aunque sea humano, no por ello menos trascendente e importante.
El primero que nos dice maldito entre los poetas malditos es
nuestro fundamento creador. Es justo y necesario (por seguir en términos
cristiano-platónicos) devolverle la
moneda de doble cara y doble filo. Después es la sociedad la que nos maldice
hasta el lumpen del sistema y nosotros le devolvemos
su moneda creando cultura y pensamiento que después
instrumentalizarán y asimilarán como creencias fragmentadas y descontextualizadas. Solo de nosotros depende elevarnos al lugar central y superior que
nunca hemos dejado de okupar.
Así
que cuando viene el ángel, la inspiración me suele pillar con los cascos del walkman puestos y no la hago ni caso, o me
pilla trabajando mi neurosis por la calle, como Virginia Woolf paseando su
esquizofrenia y personajes por londinenses avenidas, como una señora Dalloway con demasiadas habitaciones propias abiertas en su mente. O soñando como los
surrealistas, o en el baño apuntando ideas
en el rollo del váter. No hay que dar
mucho crédito a estos “divinos” que vienen a interrumpir y molestar la
creación. Si Santo Tomás de Aquino
hubiera seguido los horarios cerrados de su orden reglar y se hubiera levantado a
los maitines madrugando no habría escrito nocturno la summa teológica. Dios es un impedimento, un padre putativo,
castrador, represor de lo humano, que no
permite la sublimación ni la aceptación de la muerte como parte del ciclo vital ni de la vida en su ambivalencia. La ambivalencia de la vida, como en las paradojas del Tao, es complementaria de sus partes. No es la contradicción del dualismo en Platón, no es la retórica
tripartita de Aristóteles que tan
fascista le resultaba al propio Lope de Vega, estrecha y cerrada como la mollera del griego.
La
ambivalencia es la summa de partes, la aceptación de las dos caras, en la que la piedra suave
sigue siendo piedra pero no por ello menos suave. La dialéctica o es suma de dos tesis y una conclusión compartida bidireccionalmente.
O es eso o no es dialéctica. Ambivalencia significa que ambas valen. No se
explica la una sin la otra. No se explica el
anticristo de Nietzsche sin entender su vocación cristiana. En esto consisten
los juegos dadá y surrealistas: dos términos aparentemente antagónicos se unen
amorosamente, sin negar la libertad de cada uno. Los llamaban matrimonios de palabras. Si aceptáramos la
ambivalencia se solucionarían muchos conflictos bélicos en una síntesis pacífica
y amorosa. Hasta en una novelita que nos han sugerido leer en el master, con su
obra La mano izquierda de la oscuridad, aparece esta idea del respeto a la pluralidad de las dos caras de la moneda. Una novelita de ciencia ficción escrita en pleno mayo del 68 que plantea la utopía de una sociedad sin género, en la que no habría
guerra (pues ya se sabe que Helena nos trajo la de Troya, y que obedece a testosteronas
masculinas y a una mística de masculinidad bélica. Si mujeres como esta autora gobernarían el planeta, si se
volviera a creer en la diosa femenina de la naturaleza, este mundo sería más pacífico, fructífero, creativo, para poder agri-cultivar nuestra huerta interior, el jardín de Voltaire, y no la tierra del Señor.
Dios
no trabaja por mí el blog, no me va salvar de la muerte y no se merece aparecer en los créditos de esta película. Es la peli de mi vida y la protagonizo yo. Cancelo mi
suscripción en la cuenta a plazo infinito del Ser hasta que me devuelva los retrasos y
atrasos en el pensamiento y en mi Noser. Que se quede con el boli el ángel luciferino. Y una vez saldadas las
cuentas y hechas las devoluciones, me
plantearé si seguir con la compañía bancaria de Jesús. O pasarme a la
competencia con más potencia.
Si
realmente aún crees en un deísmo simplemente como idea de fundamento, parche
intelectual, y no andromorfico, antropomórfico ni intervencionista, lo del ángel inspirador, casi con forma humana y
sin pito ni sexo, contradice tanto a tu Aristóteles como a tu Spinoza.
En
serio: ¿Cómo va a bañarse en el mismo rio de Heráclito la causa fundamental y la
final? ¿Cómo van anteceder las ideas al Platón concreto y homosexual que las imaginó en el mundo de las cosas? El problema es que quizá sigues
creyendo en un viejecito de barbas
blancas que envía el ángel al poeta inspirado. Eso es como quedarse solo con la
imagen por televisión del Franco
abuelito ignorando las vulneraciones a los Derechos
Humanos y las barbaridades que cometió
este criminal, con la santa iglesia apoyándole durante todo el nacional catolicismo. Pero cada uno cree
en lo que cree, y tiene fes en lo que las tenga y yo no soy quién para decirte
que los reyes magos no existen, o fueron Buda, Mahoma y Zaratrusta. Yo solo creo
en lo humano. El pensamiento religioso ha frenado e impedido más que apoyar la
creación. Así que me dejaré de musas esenciales y sigue escribiendo mi
existencia en este blog: artículos humanos, ya gusten o no a ese dios pasivo,
inhumano y destructor.
Yo
creo en lo humano porque no es absurdo, querido tertuliano del blog, pues lo
definió muy bien Tertuliano: creo en Dios
porque es absurdo. Pero yo no soy tan Pirandello.
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