La evolución del cuento
tradicional y la autonomía del relato como género en sí mismo.
Antes
del xix había cuentos, pero incorporados como colecciones de cuentos, con tema
o personajes compartidos, pero sin marco ni hilo conductor que los uniera. Las
colecciones de Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury, los cuentos
del Decamerón. Estas obras estaban
integradas en obras mayores: en El satiricón,
en un contexto narrativo diferente, los protagonistas introducen en esas cenas
otros relatos, y hay redacciones breves dentro de El quijote. Existían colecciones
de cuentos. Los de Perrault son elaborados, con una definición ya definitiva,
frente al anterior modelo del que había tantas versiones como conocedores del
cuento, en pueblos y lenguajes diferentes. El cuento vive de múltiples formas
pero encuentra su consideración en el siglo XIX. El primer cuento es egipcio, del
siglo XIII a.c., El cuento de los dos
hermanos. Se trata de temas tópicos, a desarrollar en muchas historias. La
Biblia es una colección de cuentos, como diría Borges, del género fantástico y
ciencia ficción. Siempre está presente la relación con los mitos, con lo
fantástico y con los dioses, pero esto era lo común también en la historiografía,
poesía, épica y teatro hasta la ilustración. Entre los elementos principales
del cuento está el héroe, el malo o antagonista, la mujer objeto de deseo o
recompensa, el viaje que van marcando una trama e intriga sometida a esa
brevedad pero no por ello menos interesante. Se cuentan muchas historias del
mar, tipo Ulises o Simbad el marino, pues el
mar era ya otro personaje en ese viaje, de cariz iniciático, y una especie de
divinidad.
Características del
cuento.
La
más llamativa es la brevedad, que ilustra en Monterroso (un autor breve ya de
por sí) en su cuento El dinosaurio: cuando despertó aún estaba ahí… (El general
fascista que había dado el golpe de estado en su país se refiere) Horacio Quiroga elabora una especie de Decálogo del buen escritor de cuentos. Son
sugerencias (dentro de la tradición del realismo mágico sudamericano) que Roberto Bolaño imita y parodia en su propio decálogo. Cortázar, quizá uno de
los mejores cuentistas de la era contemporánea aunque se le conozca por Rayuela,
también ocupó su tiempo en teorizar sobre el género. Es llamativo que
reflexionen más sobre el cuento que de la novela. Se puede discutir qué es la
novela, pero no su prestigio, presencia o valor como género literario. El
cuento no tiene una tradición tan antigua y hay que justificar porqué uno escribe
cuentos. Hay cuentistas principales, mencionados por estos propios escritores
pero la crítica no ha delimitado qué cambio de cuentistas ha habido ni una
lista de los mejores (salvo el carca Canon
de Harold Bloom, que sabe de todo) porque se ha visto el cuento como accesorio.
Hace 4 o 5 años, este Harold Bloom lanza canones-cañones al mundo académico dedicando
un volumen al cuento, y analizando 39 (De la tradición anglosajona. Borges,
Cortázar, Kafka…) Si uno piensa en épica dice Homero, en teatro Shakespeare, en
novela Cervantes, pero en cuentos no hay uno. Y quizá por un prejuicio hacía el
propio género, el crítico de Harvard y Nueva York no lo incluye en el mismo
canon que los demás géneros Borges (escribió ensayo literario, pero más cuento,
aunque pocos saben que fue un prolífico y magnifico poeta
ultraísta-vanguardista futurista argentino pero se limita a este género, y
siempre se lamentó no haber escrito una novela (imaginemos cómo habría sido
esta: un bibliotecario perdido en el laberinto de su biblioteca alejandrina
llena de espejos, tigres y metaliteratura), Rulfo, Chejov, Salinger, Kiplin,
Kafka (magníficos sus relatos muy breves, La
metamorfosis para unos es un cuento y para muchos una novela de cambio
drástico cenital. El proceso, El castillo son cuentos alargados)
El
cuento tuvo una inclusión tardía como género, marginalidad y le costó meterse
en el centro de la producción literaria. Es un género por definir, matizar, y dar
importancia. El de Cortázar es un cuento finiquitado, con el valor que tiene el
autor y ejemplo universal. Es raro quien no lo compatibiliza con otros géneros
(quizá solo Borges) Está sometido a la brevedad, como los cortometrajes tiene
que despertar interés en el lector. Un resumen de la poética de la construcción
del cuento en Allan Poe sería la teoría del efecto en el lector, concebido
previamente por el autor, con unidad de efecto. En Una reseña breve a un narrador americano aplica estos mismos
conceptos al relato breve: Brevedad, concisión (extensión limitada) tanto en
cuento como en poesía. Se pueda leer en una sentada, en una hora como mucho, de
un tirón, de forma continuada. Cortázar está muy influido por Poe porque le
encanta y le traduce y quiera o no sus ideas van a estar ahí, no sí de forma
subyacente sí adyacente. Planteamiento, nudo, desenlace marcadas por su límite.
Tensión, intensidad y que sea significativo. Este último es el termino más
problemático para definir. Cualquier tema puede ser bueno o malo. Recoge ideas
de Quiroga...La intensidad tiene que
ver con cómo se trata, no lo qué se dice, que no sobre nada. Ello implica la eliminación
situaciones intermedias, frases de relleno o digresión que la novela permite y
necesita (Quiroga dice eliminar ripios,
versos que riman fácilmente, materiales de desecho para rellenar un muro u obra)
el clímax debe atrapar al lector, eliminar rellenos innecesarios. La tensión es la intensidad en que se
ejerce en la manera en que nos acerca lentamente a lo contado. No sabemos aún
qué va a suceder en el cuento, pero no podemos sustraernos a seguir leyendo,
tenernos en vilo, atraparnos, hasta que se resuelva el final, o más bien
concluya. No resuelve nada, queda final abierto a muchas posibilidades. La lección del maestro de Henry James
o A. Poe La cueva.
Cortázar
habla del cuento popular, y la relación con el proletariado, temas propios de
la conferencia. Y la motivación, la teoría del Lector como elemento final Habla
de la inspiración o concepción del cuento. La obra de Cortázar se ocupa del género fantástico. Es una tradición
popular, la de los cuentos de hadas, lo maravilloso. (Mil maravillas, los Grimm)
El cuento tradicional folk no es solo de hadas. Raymond Carver escribe un retrato
realista de la mujer del tren desde un punto de vista psicológico. El realismo
mágico se basa en el surrealismo cotidiano. Lo cotidiano puede ser raro, dirá Alice
Munro. Que los personajes sean extraños
no los hace fantásticos. En el relato detectivesco si hay algo sobrenatural pero
se resuelve de forma realista. El cuento de ficción ya es un poco fantástico de
por sí. El cuento de Chejov de realismo y el de Carver son muy distintos. La
línea de Kafka que siguen Monterroso, Quiroga, Borges y Cortázar es más
surrealista o fantástica. Son vías diferentes, muy distanciadas entre sí, con
puntos en común. Se diferencia el carácter
didáctico del cuento tradicional frente al relato breve que tiene moraleja pero
no explicita y su función es más entretener que adoctrinar. Esconde todo cuento una verdad poética. El
relato, de cualquier tipo, se puede justificar científicamente con los avances
de ciencia pero se parte de una idea que trasciende, hay que dar verosimilitud
a un mundo fantástico. Lo que deja indeciso entre lo sobrenatural y lo real no
es fantástico. Hay información que el escritor nos da o no, pero eso no le da
carácter fantástico. Nos lo oculta por
alguna razón. Se suele escoger un tema excepcional, que no sea extraordinario. El cuento del barril de Poe es realista,
parece venir de una mente muy retorcida tal como describe su personaje, pero
eso da el efecto en lector de una atmosfera de terror. Una persona se venga de
forma atroz de un amigo suyo, pero no aparece un fantasma o una realidad ajena
al hombre. En el sentimiento de lo fantástico, la literatura siempre es la habitación
de irreal, pero el solo hecho de que la creación sea siempre de ficción no
torna fantástico un cuento. Cortázar dirá que la revolución está al servicio del arte. Se ocupa así de la cuestión
histórica marxista, razón por la que le han invitado a estas ponencias. Solo
crear una ficción ya critica este mundo. No le gusta la prosa popularizada
banal proselitico, propagandística, la literatura de masas, sino que la
literatura ya es de por sí revolución. Compara el cuento con la fotografía, el
cine, boxeo. La brevedad concisión sirve para darle una significación más
amplia, de la que se ocupa el lector.
Hemingway
en Muerte en la tarde dice: “si
un prosista las conoce puede silenciar cosas y el lector las descubrirá”. Elabora
así su Teoría del Iceberg, la dignidad
del movimiento de la masa de hielo de la trama solo muestra el 20% de su masa.
Un escritor no hace más que dejar lagunas sobre su cuento, espacios vacíos,
preguntas. Es la misma técnica que R. Carver. No nos da ni quiera darnos
información y nos obliga a ser nosotros coescritores, especular qué quiere
decirnos el cuento. O en La casa tomada de
Cortázar. Importa la multiplicidad de interpretaciones que genera, al dejar
indefinido ambiguo un cuento no tiene más remedio el lector que conjeturar
imaginar y rellenar, pues nuestro proceso cognitivo trata de no dejar ninguna
laguna sin agua. Es lo sabroso e indefinido de los cuentos de Kafka.
El decálogo irónico
de Quiroga es de
los años 50. Da por conocida la noción de cuento. No lo define pero asegura que
no es el tiempo casual aristotélico. Principio, medio, y un final no cerrado le
parecen mejor. Se va sucediendo la trama de hechos y nos deja con la intriga.
Se centra en la obra y el escritor, no en el lector, este decálogo. El cuento
ha de ser un intento de impresionar al lector: intenso, breve, y esto no ha
cambiado desde los primeros cuentos chinos, las mil noches indias, los
medievales etc. Ir al grano. No perder el tiempo. El cuento se presta
fácilmente a las antologías. En el canon, Harold Bloom, autoridad máxima
académica, desde el punto de vista oficial clasifica a los mejores cuentitas.
Siempre hay un maestro, un canon. La imitación es imprescindible en los inicios.
Tienes que tener claro la idea en un cuento o un poema más que en una novela
que puede tener varias series argumentales y temáticas, aunque hace falta menos
esquema que en una novela que no se puede improvisar. Roberto Bolaño le hace la réplica divertida a este decálogo ya irónico en
el original. Recomienda al propio Quiroga, a Felixberto
Hernández (poco conocido o inventado por él), a Borges. Rulfo, Monterroso,
García Márquez. No a Cela ni a Umbral, e insiste en ello. Petrus Borel, Gautier Nerval, Jules Renard y a Marcel Schwob,
Alfonso Reyes. Con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. Es divertida esta parte: “Piensen en
el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas”. Recomienda De lo sublime del seudónimo Longino; los sonetos del desdichado y
valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River de Edgar Lee Masters;
Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, Chejov
y Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo. Y
Kipling.
El
cuento exige síntesis, esencialismo, depuración, sinecdoce (una parte por el
todo.) No una saga sino un momento puntual. Concreción y adjetivo sugerente.
Juan Rulfo elabora esto en el relato breve Acuérdate.
Dos señores que recuerdan su juventud. Está en la colección Llano en llamas. Una sola acción, y se abren
muchas ramas. Pocos personajes. Duración breve, no lineal. Concisión, economía
lingüística. Flashback, circulares, analepsias más que prolepsis, que rompen la
continuidad. Una configuración espacial sencilla ni muy numerosa ni amplia
(salvo Borges que le consentimos todo) reducción de personajes, minimalismo
actoral (no muchos personajes, ni muy descriptivos) Se narra más que describir
y muchos diálogos. Hay excepciones considerables a cada norma, como todos estos decalogos mismos que no son normativos sino sugerencias, consejos, muchas veces autoparodicas.
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