sábado, 8 de diciembre de 2018

EL CUENTO O RELATO


La evolución del cuento tradicional y la autonomía del relato como género en sí mismo. 

Antes del xix había cuentos, pero incorporados como colecciones de cuentos, con tema o personajes compartidos, pero sin marco ni hilo conductor que los uniera. Las colecciones de Las mil y una noches, Los cuentos de Canterbury, los cuentos del Decamerón. Estas obras estaban integradas en obras mayores: en El satiricón, en un contexto narrativo diferente, los protagonistas introducen en esas cenas otros relatos, y hay redacciones breves dentro de El quijote. Existían colecciones de cuentos. Los de Perrault son elaborados, con una definición ya definitiva, frente al anterior modelo del que había tantas versiones como conocedores del cuento, en pueblos y lenguajes diferentes. El cuento vive de múltiples formas pero encuentra su consideración en el siglo XIX. El primer cuento es egipcio, del siglo XIII a.c., El cuento de los dos hermanos. Se trata de temas tópicos, a desarrollar en muchas historias. La Biblia es una colección de cuentos, como diría Borges, del género fantástico y ciencia ficción. Siempre está presente la relación con los mitos, con lo fantástico y con los dioses, pero esto era lo común también en la historiografía, poesía, épica y teatro hasta la ilustración. Entre los elementos principales del cuento está el héroe, el malo o antagonista, la mujer objeto de deseo o recompensa, el viaje que van marcando una trama e intriga sometida a esa brevedad pero no por ello menos interesante. Se cuentan muchas historias del mar, tipo Ulises o Simbad el marino, pues el mar era ya otro personaje en ese viaje, de cariz iniciático, y una especie de divinidad. 

Características del cuento. 

La más llamativa es la brevedad, que ilustra en Monterroso (un autor breve ya de por sí) en su cuento El dinosaurio: cuando despertó aún estaba ahí… (El general fascista que había dado el golpe de estado en su país se refiere) Horacio Quiroga elabora una especie de Decálogo del buen escritor de cuentos. Son sugerencias (dentro de la tradición del realismo mágico sudamericano) que Roberto Bolaño imita y parodia en su propio decálogo. Cortázar, quizá uno de los mejores cuentistas de la era contemporánea aunque se le conozca por Rayuela, también ocupó su tiempo en teorizar sobre el género. Es llamativo que reflexionen más sobre el cuento que de la novela. Se puede discutir qué es la novela, pero no su prestigio, presencia o valor como género literario. El cuento no tiene una tradición tan antigua y hay que justificar porqué uno escribe cuentos. Hay cuentistas principales, mencionados por estos propios escritores pero la crítica no ha delimitado qué cambio de cuentistas ha habido ni una lista de los mejores (salvo el carca Canon de Harold Bloom, que sabe de todo) porque se ha visto el cuento como accesorio. Hace 4 o 5 años, este Harold Bloom lanza canones-cañones al mundo académico dedicando un volumen al cuento, y analizando 39 (De la tradición anglosajona. Borges, Cortázar, Kafka…) Si uno piensa en épica dice Homero, en teatro Shakespeare, en novela Cervantes, pero en cuentos no hay uno. Y quizá por un prejuicio hacía el propio género, el crítico de Harvard y Nueva York no lo incluye en el mismo canon que los demás géneros Borges (escribió ensayo literario, pero más cuento, aunque pocos saben que fue un prolífico y magnifico poeta ultraísta-vanguardista futurista argentino pero se limita a este género, y siempre se lamentó no haber escrito una novela (imaginemos cómo habría sido esta: un bibliotecario perdido en el laberinto de su biblioteca alejandrina llena de espejos, tigres y metaliteratura), Rulfo, Chejov, Salinger, Kiplin, Kafka (magníficos sus relatos muy breves, La metamorfosis para unos es un cuento y para muchos una novela de cambio drástico cenital. El proceso, El castillo son cuentos alargados) 


El cuento tuvo una inclusión tardía como género, marginalidad y le costó meterse en el centro de la producción literaria. Es un género por definir, matizar, y dar importancia. El de Cortázar es un cuento finiquitado, con el valor que tiene el autor y ejemplo universal. Es raro quien no lo compatibiliza con otros géneros (quizá solo Borges) Está sometido a la brevedad, como los cortometrajes tiene que despertar interés en el lector. Un resumen de la poética de la construcción del cuento en Allan Poe sería la teoría del efecto en el lector, concebido previamente por el autor, con unidad de efecto. En Una reseña breve a un narrador americano aplica estos mismos conceptos al relato breve: Brevedad, concisión (extensión limitada) tanto en cuento como en poesía. Se pueda leer en una sentada, en una hora como mucho, de un tirón, de forma continuada. Cortázar está muy influido por Poe porque le encanta y le traduce y quiera o no sus ideas van a estar ahí, no sí de forma subyacente sí adyacente. Planteamiento, nudo, desenlace marcadas por su límite. Tensión, intensidad y que sea significativo. Este último es el termino más problemático para definir. Cualquier tema puede ser bueno o malo. Recoge ideas de Quiroga...La intensidad tiene que ver con cómo se trata, no lo qué se dice, que no sobre nada. Ello implica la eliminación situaciones intermedias, frases de relleno o digresión que la novela permite y necesita (Quiroga dice eliminar ripios, versos que riman fácilmente, materiales de desecho para rellenar un muro u obra) el clímax debe atrapar al lector, eliminar rellenos innecesarios. La tensión es la intensidad en que se ejerce en la manera en que nos acerca lentamente a lo contado. No sabemos aún qué va a suceder en el cuento, pero no podemos sustraernos a seguir leyendo, tenernos en vilo, atraparnos, hasta que se resuelva el final, o más bien concluya. No resuelve nada, queda final abierto a muchas posibilidades. La lección del maestro de Henry James o A. Poe La cueva.

Cortázar habla del cuento popular, y la relación con el proletariado, temas propios de la conferencia. Y la motivación, la teoría del Lector como elemento final Habla de la inspiración o concepción del cuento. La obra de Cortázar se ocupa del género fantástico. Es una tradición popular, la de los cuentos de hadas, lo maravilloso. (Mil maravillas, los Grimm) El cuento tradicional folk no es solo de hadas. Raymond Carver escribe un retrato realista de la mujer del tren desde un punto de vista psicológico. El realismo mágico se basa en el surrealismo cotidiano. Lo cotidiano puede ser raro, dirá Alice Munro.  Que los personajes sean extraños no los hace fantásticos. En el relato detectivesco si hay algo sobrenatural pero se resuelve de forma realista. El cuento de ficción ya es un poco fantástico de por sí. El cuento de Chejov de realismo y el de Carver son muy distintos. La línea de Kafka que siguen Monterroso, Quiroga, Borges y Cortázar es más surrealista o fantástica. Son vías diferentes, muy distanciadas entre sí, con puntos en común.  Se diferencia el carácter didáctico del cuento tradicional frente al relato breve que tiene moraleja pero no explicita y su función es más entretener que adoctrinar.  Esconde todo cuento una verdad poética. El relato, de cualquier tipo, se puede justificar científicamente con los avances de ciencia pero se parte de una idea que trasciende, hay que dar verosimilitud a un mundo fantástico. Lo que deja indeciso entre lo sobrenatural y lo real no es fantástico. Hay información que el escritor nos da o no, pero eso no le da carácter fantástico.  Nos lo oculta por alguna razón. Se suele escoger un tema excepcional, que no sea extraordinario. El cuento del barril de Poe es realista, parece venir de una mente muy retorcida tal como describe su personaje, pero eso da el efecto en lector de una atmosfera de terror. Una persona se venga de forma atroz de un amigo suyo, pero no aparece un fantasma o una realidad ajena al hombre. En el sentimiento de lo fantástico, la literatura siempre es la habitación de irreal, pero el solo hecho de que la creación sea siempre de ficción no torna fantástico un cuento. Cortázar dirá que la revolución está al servicio del arte. Se ocupa así de la cuestión histórica marxista, razón por la que le han invitado a estas ponencias. Solo crear una ficción ya critica este mundo. No le gusta la prosa popularizada banal proselitico, propagandística, la literatura de masas, sino que la literatura ya es de por sí revolución. Compara el cuento con la fotografía, el cine, boxeo. La brevedad concisión sirve para darle una significación más amplia, de la que se ocupa el lector. 

Hemingway en Muerte en la tarde dice: “si un prosista las conoce puede silenciar cosas y el lector las descubrirá”. Elabora así su Teoría del Iceberg, la dignidad del movimiento de la masa de hielo de la trama solo muestra el 20% de su masa. Un escritor no hace más que dejar lagunas sobre su cuento, espacios vacíos, preguntas. Es la misma técnica que R. Carver. No nos da ni quiera darnos información y nos obliga a ser nosotros coescritores, especular qué quiere decirnos el cuento. O en La casa tomada de Cortázar. Importa la multiplicidad de interpretaciones que genera, al dejar indefinido ambiguo un cuento no tiene más remedio el lector que conjeturar imaginar y rellenar, pues nuestro proceso cognitivo trata de no dejar ninguna laguna sin agua. Es lo sabroso e indefinido de los cuentos de Kafka.

El decálogo irónico de Quiroga es de los años 50. Da por conocida la noción de cuento. No lo define pero asegura que no es el tiempo casual aristotélico. Principio, medio, y un final no cerrado le parecen mejor. Se va sucediendo la trama de hechos y nos deja con la intriga. Se centra en la obra y el escritor, no en el lector, este decálogo. El cuento ha de ser un intento de impresionar al lector: intenso, breve, y esto no ha cambiado desde los primeros cuentos chinos, las mil noches indias, los medievales etc. Ir al grano. No perder el tiempo. El cuento se presta fácilmente a las antologías. En el canon, Harold Bloom, autoridad máxima académica, desde el punto de vista oficial clasifica a los mejores cuentitas. Siempre hay un maestro, un canon. La imitación es imprescindible en los inicios. Tienes que tener claro la idea en un cuento o un poema más que en una novela que puede tener varias series argumentales y temáticas, aunque hace falta menos esquema que en una novela que no se puede improvisar. Roberto Bolaño le hace la réplica divertida a este decálogo ya irónico en el original. Recomienda al propio Quiroga, a Felixberto Hernández (poco conocido o inventado por él), a Borges. Rulfo, Monterroso, García Márquez. No a Cela ni a Umbral, e insiste en ello. Petrus Borel, Gautier Nerval, Jules Renard y a Marcel Schwob, Alfonso Reyes. Con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. Es divertida esta parte: “Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas”. Recomienda De lo sublime del seudónimo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, Chejov y Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo. Y Kipling.

El cuento exige síntesis, esencialismo, depuración, sinecdoce (una parte por el todo.) No una saga sino un momento puntual. Concreción y adjetivo sugerente. Juan Rulfo elabora esto en el relato breve Acuérdate. Dos señores que recuerdan su juventud. Está en la colección Llano en llamas. Una sola acción, y se abren muchas ramas. Pocos personajes. Duración breve, no lineal. Concisión, economía lingüística. Flashback, circulares, analepsias más que prolepsis, que rompen la continuidad. Una configuración espacial sencilla ni muy numerosa ni amplia (salvo Borges que le consentimos todo) reducción de personajes, minimalismo actoral (no muchos personajes, ni muy descriptivos) Se narra más que describir y muchos diálogos. Hay excepciones considerables a cada norma, como todos estos decalogos mismos que no son normativos sino sugerencias, consejos, muchas veces autoparodicas. 

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