ESTAR EN ALQUILER EN NAVIDAD
Mi alma no está en alquiler,
aunque mi cuerpo haya ya encontrado uno. Estar alquilado es estar aún en venta
(la morada del alma aún se puede vender-timar a otro), como los filósofos griegos
que debían demostrar en el ágora la Episteme más popular, la verdad menos amarga
para la plebe, y así salvar su vida y quizá pasar a manos de un patricio romano, a formar parte de su domus, quizá educando a sus hijos en la gramática
y retorica clásica, en aquella casa que tan distinta era de su oikos. Los romanos son quizá los primeros
que insisten, ¡y de qué manera! en la propiedad privada. Ya sabemos que por mucho
que le llamaran mono de los árboles,
a Rousseau todo esto le parecía tan absurdo como poner un palo en medio del Edén
o paraíso para delimitar lo de uno y lo del infierno
del otro. Ya no sé mi alma a qué arrendatario pertenece, pero sigo cultivando
mi huerto interior, el jardín de dudas de Voltaire, sin preguntarme si lo auto
cultivo, como la marihuana en la ventana, o si solo trabajo para el señor. Aquellos
siervos de la tierra trabajaban una tierra alquilada, no les pertenecía, como tampoco
sus vidas o la noción de ciudadano o individuo. ¿De qué les había servido pasar
del nomadismo al sedentarismo si seguían de paso, cultivando tierra ajena y extraña?(y
sobretodo cultivando interiormente, en su sique, histerias de redención, miedos al infierno y culpas que otros les habían
hecho crear-creer)
Y así me siento: de paso, como el
pensamiento, que siempre vuela por altas alturas y no se detiene ante unos
simples mortales. Hay que perseguirlo al vuelo, porque nos sobrevuela y sobrevive,
pero el logos no se deja aprehender tan fácil por nuestras humildes razones, sentidos
y emociones. Debería sentirme feliz de ser gaviota sobre la línea de playa, golondrina
que emigra a tierras mas calientes, fuerte águila que (como Nietzsche) vuela
sola, no por elección sino porque las demás aves la marginan. Siento que no
solo me tima en dinero quien me alquila el piso, sino que también me ha robado mis
dias. De repente han desaparecido del calendario, incluso el kairós, el día que
hemos ganado, eso también me lo han robado, o al menos no me pertenece, porque
solo me lo han alquilado un tiempo del instante presente eterno, pero fugaz, en ambivalente
tao. Me han alquilado esta vida.
Ya para lo que me queda en el convento me cago dentro, reflexiono mientras
salgo de permiso del siquiatrico en el que me han secuestrado 15 dias. ¿Quién me devolverá
mis dias, mis horas, mis trabajos y mi dias? ¿Este tiempo perdido como podré recuperarlo?
¿Qué otro guapo recobrará los tiempos felices de mi infancia? Quizá estos
dias que me han robado no me los cobré el casero. Sé que acabaré matando a la casera,
como en Crimen y castigo, que en este
caso además es mi madre y así habré cumplido con Freud y habré matado a la madre
fálica; más vale tarde que nunca. La reina madre en el primero derecha y yo,
más a lo jacobino como siempre; en el 1 izda. Pero nadie te los devuelve los días, se
han perdido. Te han tachado a ti junto al calendario de unos trabajos para el
master fuera ya de plazo. Estimado alumno;
no puedo hacer con usted la excepción, ya que concederle este privilegio (más tiempo
en el análisis de las rimas de Bécquer) iría en detrimento del resto de la
clase. Y te lo tienes que tragar como una pastilla de droga farmacéutica en
un psiquiátrico, que si no es por boca, va en sonda o inyectada al culo, como mierda
que es.
Estar alquilado es también un contrato,
pero no el de una voluntad popular o general, no es un Contrato social de Rousseau,
nada hay de democrático, comunista, marxista o anarquista en él. Es un Contrato con el demonio, ¡hecho con tanta sangre humana! ¡y no sola la tuya! Es una relación
contractual en forma de laberinto donde Borges se pierde con sus ojos ciegos de
erudito, y Kafka no encuentra la puerta de El
castillo, en medio de EL proceso.
Es un contrato feudal, y por tanto infernal, un contrato con tu firma falsificada
por una madre con prisa (ya que tú te negaste a firmarlo cuando fueron a despertarte
a las 7 de la madrugada para que lo firmaras, con una carolina vasca como
anzuelo) Empiezas firmando un Contrato y nunca sabes en qué burocracia del sistema
acabarás o qué ventanilla te llevara a una nueva ventanilla. Vuelva usted mañana para que le demos su
yate, su ya- te llamaremos.
¡Paciencia! que es una para ciencia
y no una ciencia. Calma y sosiego, que las
cosas de palacio van despacio (ralentizadas por la burocracia de tu reina madre)
y aún estoy esperando todas esas ayudas sociales que El Sistema me prometía, según
los engaños, mentiras y edulcoraciones de mi familia. ¡No son mentiras, que son posverdades! También el animal ermitaño
habita el alquiler de otro animal, por no hablar de pulgas, insectos y todos los
parásitos que se toman tan en serio lo de ser okupas en nuestro cuerpo. Kafka se
sentía así: un insecto, pues su familia solo le requería para comer, y como era
cucaracha le pasaban la bandeja con la minimalista comida bajo la puerta (como
me han hecho en estos encierros y aislamientos psiquiátricos cerrado con llave
y sin ventanas, entre 4 paredes) Gregorio Samsa tenía que cumplir con su Trabajo
y venia el jefe a hacerse en ética en situación
de por qué no cumplía G. Samsa con su horario laboral de funcionario. De 9
a 2 no hay espacio, lugar común o utopía, para los sentimientos. Y si luego vuelves
a un estrecho dúplex de una urbanización residencial alejada del Bussinnes Centro distrito (tras 4 horas
de metro interurbano-periferia) o a una barriada posobrera posindustrial… pues ¡ni
te cuento! Los emigrantes están en nuestro país
en alquiler y no de vacaciones como nosotros en los suyos, porque esta
burocracia no les arreglan los papeles para que puedan ser propietarios de su
vida y ciudadanos de nuestra polis. El éxodo rural fue otra forma de alquilar
de nuevo a las personas: de campesinos a obreros en nuevas fábricas para ellos,
y con firmas falsificadas por la madre si hacía falta. Soy okupa del SER que
nunca me pertenecerá, pues me tendré que contentar con VIVIR y acaso EXISTIR. Ni
fui ni seré, mas aún existo.
Estar alquilado es también
la posibilidad de participar solo tangencialmente, colateralmente, en el sistema capitalista.
Aun no has comprado la idea, como dicen ahora las petulantes economicistas: muy bueno, te compro la idea. Te patento el invento. Es no darle crédito
aun del todo a ese pensamiento que te están imponiendo. No lo crees del todo
sino el rato que pagas por ello, en estoico sufrimiento. No es como ir a un hotel, claro, no solo porque no te ofrecen un paraíso en tierra, sino porque no vas de vacaciones sino a cumplir con Los trabajos y los días, todos los meses con la cuota.
Estar de y en alquiler es tambien mejor que Una habitación propia, la holgura económica que pedía Virginia Woolf en la mujer escritora, y en la de todo escritor que se perciba libre y emancipado, porque no es propiedad británica y porque no es un cuartico sino una casa entera. Parcia haber matado al padre a las 6 y 35 de la tarde y 45 segundos del día 24 de diciembre del 2018, pero el fantasma sardonico no se va de este Hamlet. Ya lo intenté en San Sebastián, pero a veces los sentimientos, aunque sean los de despecho y rencor, no entienden de horarios, fechas y calendarios. ¡Con qué ilusión vas poblando el piso de recuerdos, de objetos de decoración, de tus Cosas queridas…! ¡Y con qué rapidez te lo tira todo a la basura o a Cáritas una madre intrusa, y vecina (que se ha hecho con copias de las llaves de tu nidito de libertad.)! No hay nada más patológico, en sentido freudiano, que tener a tu madre de casera y formar juntas la extraña parejita perfecta, y que parece feliz, de porteras cotillas del inmueble. La ventana de su salita de estar da justo a la de mi habitación y así cuando se aburre del programa de salseo rosa se puede entretener por la ventana a ver con qué libro me acuesto hoy.
No es la ventana de Rosalía en Valladolid añorando Galicia, ni la de la mujer que cose y canta (ve, oye y calla) esperando al príncipe azul de la épica medieval, como se dolía Isabel Escudero, ni desde la que Teresa de Jesús se sentía más cerca de su dios a cada pío de jilguero. No, es la ventana de maruja cotilla. No es la balconada con oscuras golondrinas desde la que Bécquer cortejaba a las damas de sus versos. No, insisto, es la ventana de la bruja del cuento que se asegura que la bella durmiente sigue dormida con la droga psiquiátrica. El espejo que le devuelve en su narcisismo que sigue siendo la más guapa del reino y que cenicienta sigue limpiando las cenizas de sus depresivos y menopáusicos cigarros rubios y que caperucita no se pierde por oscuros claros del bosque de extrañas sexualidades. Ya se ha enterado la bruja madastra a qué ahora me acuesto, cuándo apago o enciendo la luz. Me siento vigilado y acosado, pero este gran hermano es reciproco, pues esta tarde la reina bruja ha salido a las 5 al Eroski y a las 6 ya estaba viendo un programa de marujeo.
Estar de y en alquiler es tambien mejor que Una habitación propia, la holgura económica que pedía Virginia Woolf en la mujer escritora, y en la de todo escritor que se perciba libre y emancipado, porque no es propiedad británica y porque no es un cuartico sino una casa entera. Parcia haber matado al padre a las 6 y 35 de la tarde y 45 segundos del día 24 de diciembre del 2018, pero el fantasma sardonico no se va de este Hamlet. Ya lo intenté en San Sebastián, pero a veces los sentimientos, aunque sean los de despecho y rencor, no entienden de horarios, fechas y calendarios. ¡Con qué ilusión vas poblando el piso de recuerdos, de objetos de decoración, de tus Cosas queridas…! ¡Y con qué rapidez te lo tira todo a la basura o a Cáritas una madre intrusa, y vecina (que se ha hecho con copias de las llaves de tu nidito de libertad.)! No hay nada más patológico, en sentido freudiano, que tener a tu madre de casera y formar juntas la extraña parejita perfecta, y que parece feliz, de porteras cotillas del inmueble. La ventana de su salita de estar da justo a la de mi habitación y así cuando se aburre del programa de salseo rosa se puede entretener por la ventana a ver con qué libro me acuesto hoy.
No es la ventana de Rosalía en Valladolid añorando Galicia, ni la de la mujer que cose y canta (ve, oye y calla) esperando al príncipe azul de la épica medieval, como se dolía Isabel Escudero, ni desde la que Teresa de Jesús se sentía más cerca de su dios a cada pío de jilguero. No, es la ventana de maruja cotilla. No es la balconada con oscuras golondrinas desde la que Bécquer cortejaba a las damas de sus versos. No, insisto, es la ventana de la bruja del cuento que se asegura que la bella durmiente sigue dormida con la droga psiquiátrica. El espejo que le devuelve en su narcisismo que sigue siendo la más guapa del reino y que cenicienta sigue limpiando las cenizas de sus depresivos y menopáusicos cigarros rubios y que caperucita no se pierde por oscuros claros del bosque de extrañas sexualidades. Ya se ha enterado la bruja madastra a qué ahora me acuesto, cuándo apago o enciendo la luz. Me siento vigilado y acosado, pero este gran hermano es reciproco, pues esta tarde la reina bruja ha salido a las 5 al Eroski y a las 6 ya estaba viendo un programa de marujeo.
Además el contrato dura un año, y
si me quiero ir antes debo pagar la cuota de los dias no gastados, ganados,
perdidos, consunidos o robados aún. No entiendo por qué esa insistencia en echarme de casa y
ahora de aquí también. Una vez que ponen las facturas y el contrato de alquiler
a mi nombre (tras mucha insistencia de cafés dulces con leche) me quieren echar
también de aquí, de mi morada transitoria, finita y mortal. Me echan de casa y
ahora quieren echarme de este piso, mencionando al pobre filósofo cínico ¡que
bastante tenía con vivir entre dos cartones para dar ahora nombre a la actitud acumulativa!,
(que para Freud tenía que ver con la retentiva de heces. ¡dios tuyo! ) ¿En qué
casa de locos me han metido, en qué casa
teológica me hallo, en qué jaula de grillos? Porque esto no es más que eso:
otra jaula de oro desteñido, oro del moro, un palacio de marfil y algodones para
crear, que me quieren también quitar y al final una jaula de hierro, como esas
de las que Weber se quejaba. Y una vez metida la víctima en la madriguera o
ratonera, las condiciones de este contrato verbal (porque el escritor ha
suplido el papel higiénico que se negaban a pagar mis padres) han cambiado y ya
no es el 100% lo que me financian del piso sino la mitad. Ahora me sacan también
de este piso y me llevan en un ingreso formado a una unidad de agudos, (los de
agudas inteligencias) también de alquilado transitorio.
Jamás alquilaré mi cuerpo, y aún
menos por vil metal. Mi corazón lo entregaré del todo, sin condiciones. Ambos seremos
los propietarios del Amor en mayúsculas, sin más contrato que el de respetar
nuestras libertades, para que el amor sea posesivo por ambas partes. No quiero más
mentiras, prohibiciones, órdenes, más escondites y llaves que encierran secretos
y desvanes con libros a los que El quijote no puede acceder, pues hay que
apartarle de aquello que más le pertenece y a la vez es lo menos suyo: el Logos.
¡Qué no se acerque a los libros! ¡He gastado tanta saliva intentando que mis enfermeras-guardianas
comprendieran que tenía que cumplir unas fechas de entrega de trabajos para el
master!, ¡suplicando que me dejaran por piedad el portátil para escribir mis ensayos!
Apelando a la poca humanidad que les quedase tras sus batas médicas. ¡Que no
estoy hablando de faltar 15 dias a un cole y enseñar el justificante al profe! Pero
nada, no ha habido forma, con ese miedo que tienen a que fotografíe su lugar de torturas
o me comunique con el mundo exterior a través de internet (pero mi ordenador no tiene cámara
y si no hay wifi tampoco internet.)
Beatas monjas, sor hermanas de la Normatividad, que se excusan, como los nazis, en el mal compartido, la culpa repartida en una conciencia grupal que las deja libres de juicios de Núremberg. ¡Mal de muchos: consuelo de tontas! ¡Quizá algún día se haga justicia poética con esto! y se lleve por vía penal y judicial a todos estos asesinos de la farmacología, y a toda la estructura psiquiátrica que han montado en torno al loco. No les importan nuestras enfermedades ni nosotros: a las monjas de bata y hábito rosa solo cobrar su sueldo; a la macroindustria farmacéutica dar salida a su excedente de drogas (o drugs, perdón, pues hacen una mala traducción del inglés de estos fármacos legales) y a todos estos siquiatras que, mercenarios de ese capital, se inventan nuevas enfermedades con titulos ridículos como esquizo típicos, tópicos, afectivos…para dar salida a las “drugs”.
Beatas monjas, sor hermanas de la Normatividad, que se excusan, como los nazis, en el mal compartido, la culpa repartida en una conciencia grupal que las deja libres de juicios de Núremberg. ¡Mal de muchos: consuelo de tontas! ¡Quizá algún día se haga justicia poética con esto! y se lleve por vía penal y judicial a todos estos asesinos de la farmacología, y a toda la estructura psiquiátrica que han montado en torno al loco. No les importan nuestras enfermedades ni nosotros: a las monjas de bata y hábito rosa solo cobrar su sueldo; a la macroindustria farmacéutica dar salida a su excedente de drogas (o drugs, perdón, pues hacen una mala traducción del inglés de estos fármacos legales) y a todos estos siquiatras que, mercenarios de ese capital, se inventan nuevas enfermedades con titulos ridículos como esquizo típicos, tópicos, afectivos…para dar salida a las “drugs”.
Ahora el trabajo doble de pasarlo
todo a ordenador, aunque sarna con gusto
no pica y así lo corrijo. Pero ¿por qué ahora sacar algo positivo y
positivista de todo esto? Ha sido volver al infierno del psiquiátrico, llevaba
6 años o más sin pisarlo, pero mi consuelo es precisamente ese: que estoy en alquiler.
Las cosas me afectan un tiempo transitorio y no fatalmente, sino tan tangencial
como el pagar este mes mi cuota y punto.
De momento he vuelto al piso, pero
la siqiatra me ha pusto como condición para mi alta que celebre con esa familia maltratadora, que me humilla cada navidad, estas entrañables fiestas y el nacer de Cristo como logos. No sé que tendrá que ver mi diagnostico, en el que ni cree la doctora, con el que yo, a mis maduros 33 años, quiera romper todo lazo y vinculo con mi familia. En este momento la única relación que hay es economica: creo poder tirar de mis ahorros personales (de tanta beca) y así poder vivir otros 6 años más o menos, sin ninguna ayuda por parte de ellos. Hace mucho que se perdió el vinculo emocional y ya no lo busco ni espero. No asistir a estas hipocritas cenas navideñas era mi forma de dejar claro, como una declaracion de intenciones, que no quiero nada de esta familia. Los protagonistas de las novelas e historias Kronen solo querian dinero de sus padres. y yo ni eso. Pero, en fin: habrá que ponerse la careta y el disfraz, (al fin y al cabo he estudiado muchos años teatro en varias escuelas), y fingir fraternidad cuando ni siquiera hay respeto. Si todo va bien en estas cenas de apariencias y hogueras de vanidades, el miercoles tendré el alta definitiva.
Y siempre en esta incertidumbre de ambivalencia tragicómica: ¿qué destino me
reservará mi fatal hado materno y paterno? Y tratar de adelantarme a la nueva artimaña de mis padres,
¿Cuál será la siguiente morada de mi dios interior?, ¿Qué nueva encerrona habrán
preparado para mi, cara al 2019? Con este intríngulis, y aunque me droguen de neurolépticos
hasta el gaznate, no va a ver quién duerma esta nochebuena.
Cierto es que crucificaron a Jesús con mi edad, pero a mi ya me lo han hecho durante toda mi vida y creo que en este 2019 voy a resucitar.
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