DAFNIS Y CLOE DE LONGO
Libro primero.
Empieza la obra con la primera ecfrasis,
descrita casi de forma pictórica con elementos sensoriales (visuales) y
simbólicos, describiendo la sinestesia de este locus armonius donde Pan, los faunos y sátiros se dedican al eros más natural y donde nadie se halla
libre de sus flechazos, ni siquiera quien nos narra esta historia de amor. En
este bosque bucólico-pastoril las
ninfas juegan al amor con Pan, en la región de Lesbos, de donde proviene el
autor, y donde caza Lesbo, referencia que nos lleva a Safo de Lesbos
(influencia de la obra) y a las leyendas sobre las cazadoras amazonas, aquellas mujeres libres en su
género. Una renuncia a la sexualidad (más que a la propia, que no existía en la
época: a la de servir de apetito masculino) que se daba también en las vestales que dedicaban su vida a la
cazadora Diana-Artemisa o en las pitias
(profetisas que, envueltas en pieles de serpientes, cuando no en sierpes vivas,
y extasiadas de almizcles e inciensos, adivinaban el destino urdido por
Apolo-Pitis como la Casandra del oráculo de Delfos, siendo esta la pitonisa que
más ha transcendido por enamorada de Agamenón.) En esta novela ella tiene el
mismo protagonismo que su enamorado, lo que no quiere decir que su misma
libertad o reconocimiento social o de género, y lo vemos en el simple hecho del
desconocimiento que tiene sobre su propia sexualidad. En Militine, la ciudad de
Lesbos, construida sobre canales fluviales a modo de una isla, en una finca de
un aristoi; uno de los cabreros,
Lamón, al servicio de este señor, encontró a un niño al que de nombre puso
Dafnis. Esta estructura de “erase una vez”
no solo recuerda a los cuentos, de hadas y lamias, que encuentran su
antecedente en esta novela amorosa griega, sino que en ocasiones servía de
empiece a estas leyendas clásicas. También nótese ese origen legendario del
elegido encontrado por su analogía con los mitos de Moisés o el mismo Edipo. Otro
pastor, Diantré, de forma parecida, encontró en una gruta dedicada al culto de
las ninfas a Noe, que pasó al cuidado de la serrana Nape. (En Heliodoro recibió
esta niña el nombre de Cariclea.) Cuando estuvieron crecidos ella tuvo que
cuidar a las ovejas y él a las cabras de un rapaz guapo y engreído, un destino
inevitable por elegido de los dioses, pero indigno de sus aspiraciones, y sin
embargo en el que pusieron todo su esfuerzo, por ser también profética visión
de los sueños.
Los
niños crecen. Y tiene lugar la segunda escena: los aldeanos se empeñan en
capturar un lobo que amenaza sus rebaños y en una de las trampas que le tienden
(y que hace perder parte del rebaño) cae Dafnis. Cloe le salva tendiéndole ese
ceñidor-faja a modo de cuerda. Describe el autor el baño que Dafnis se da para
recuperarse de su caída en el barrizal del bosque, pero me llama la atención
este pasaje en la que el deseo se enfoca desde la atracción sexual femenina, y
no desde la del hombre, una excepción que apenas encontramos en Safo y en
escasos autores masculinos, incluso con esa alusión a que Cloe “se toca”. Necesita
no solo tocarse a sí misma, pellizcarse como cuando dudas sí es un sueño o la
realidad increíble, sino tocarle a él y como es una pastorcilla inexperta no
sabe qué le ocurre. Lo que le ocurre son los síntomas típicos del enamoramiento
y atracción erótica que Platón describía en El
banquete, que solo estan permitidos al loco enamorado en su amor fatuo y no al hombre político o
guerrero en otros contextos. Dafnis además la regala guirnaldas de flores,
manzanas, ovejas etc. Un día discutiendo con Dorcón (un vaquero más hermoso y
de mejor clase social) sobre el amor pusieron de recompensa un beso de Cloe.
Cloe también se ha criado entre ovejas, y además la barba de Dafnis “pica menos.”
Ella inexperta y torpe no duda a quien besar. Parece el también primerizo en
esto del besar, ¡ninguna oveja tuvo nunca la mejilla de esta muchacha!, y eros
les cubre, pareciendo hasta reverdecer y florecer los campos. Rechaza ella los
presentes, bueyes y valijas, y los quesitos, del vaquero, pidiendo perdón, pero
negándole la posibilidad de boda. Y como el pretendiente no acepta un “no”, se
propone raptarla, como un violador de niños o un “sacamantecas”, vestido con la
piel del lobo que describe su personalidad, armado a su vez de fieros perros.
Nuestro héroe la salva. Siguen “los trabajos y los días”, compartiendo faenas y
duchas en el lago, incluso beben del mismo cuenco. Se arrojan manzanas, se
espían el baño, se peinan juntos, vamos, que se gustan y desean unir sus vidas.
Él le cuenta historias de una zagala vaquera cantarina y de otro pastorcillo
cantor que deseó convertirse en ave y los dioses permitieron esta metamorfosis,
en clara alusión a ellos mismos y revelando la importancia que la música tomará
en esta obra. Está en peligro Dafnis y
Cloe pide ayuda a Dorcón quien, moribundo tras una pelea con unos salteadores,
le balbucea que se quede con Dafnis, y fenece. Le entierran con los honores de
un amigo con racimos, libidaciones de leche y quebrantando las flautas
plañideras.
Libro segundo.
Tras la muerte, la vida sigue y siguen las tareas del campo, aunque las
compartan y coman juntos. En unas dionisiadas,
bacanales entre los faunos de Pan, los sátiros, silenos y ninfas; se presenta el viejo Filetas, que les
bendice en su amor, pues este trabajador de su florido huerto les ha visto
crecer juntos. Les habla del amor como de un alado dios, joven y hermoso, en
forma andromorfica (se presenta así también en El banquete), todopoderoso sobre toda la creación, pues ni Pan ni
Pitis (Apolo) ni Eco pudieron resistirse a sus encantos y tormentos. Y habla de
sus efectos, como Platón y sus amigos en aquel ágape, pues él los ha vivido
amando a Amarilis. Esta lección sobre el eros, les anima a acostarse juntos. Unos
mozos adinerados de Metimnas se dedican a cazar, navegar, y otros ocios
inmanentes, fisiológicos. Un campesino necesitaba una cuerda y se lleva las
amarras de su nave, una maroma, provocando así el naufragio del barco y el
enfado de estos burgueses que agreden a Dafnis. Se resuelve en un pleito según
la ley regional y con Filetas, por ser el más gerenio de la zona, de juez. Hay
muchos juicios en la obra y siempre se consigue un veredicto positivo tras una
argumentación, aportando pruebas empíricas. (En una tragedia el juez sería el
coro y en estas obras los dioses hacen de jueces, sobre todo Dioniso, las
Ninfas o Pan.) Ellos se quejan de sus pérdidas económicas y él, apelando a lo
moral, del deshonor de estos señores ociosos, culpando al mar y al viento y
demostrando la inocencia de su amada. (Algunas partes de estos discursos los
analizo luego como Progumnásmata.) Se desata una
pelea entre los lugareños de Metimnas y Dafnis, y se meten en medio los
pueblerinos. Ella le cura con un beso mágico, pero estos marinos y comerciantes
ricos declaran la guerra contra la comarca, enviando sus naves de guerra. Y
robando de esta tierra todo lo que pueden (cabras, ovejas etc.) a modo de motín
de guerra, incluido el rapto de Cloe, que puede recordar al de Helena debido
también a su “culpable” belleza. Pide ayuda nuestro héroe a las tres ninfas;
altas, hermosas y semidesnudas. Ellas vieron crecer a Cloe entre unas ovejas
que no le hacían justicia y le sugieren que se muestre, como querrían Lamón y
Mírtale, como parte del botín. Él, agradecido, las promete su mejor y más lúcida
cabra de sacrificio, y lo cumple tras salvar a su amada con otro beso. Hacen ofrendas,
libidaciones y festejan cantando su amor. Filetas, el viejo boyero viene con el
más joven de sus hijos, Títiro, y se comparten historias, en ese bucólico prado
de Pan. Su hijo toca la siringa pues está hecha para labios jóvenes. Así el
narrador inserta el mito de la siringa en boca de este anciano, mientras su
alocado hijo huye de tocarla: Una joven doncella, Siringa, fue tentada por el
fauno Pan, pero como ella no le hacía ni caso la convirtió en este instrumento
musical. Vuelve el hijo con una zampoña, la tocan y hasta bailan las cabras con
las ovejas. Diantré baila borracho y ellos, también algo alegres por el vino,
juegan a perseguirse y a esconderse, a besarse. ¡Su amor trascenderá la muerte!
y escapará de Pan, aunque no pudieran Siringa, las dríades o las ninfas Epimélides. Él se mataría si Cloe le
fallara, pero se juran fidelidad y amor eterno, un amor como absoluto ideal en
que las pruebas que hayan de superar solo reafirmarán su idealización.
Libro
tercero. El
pueblo de Mitilene se subleva a las órdenes del capitán Hiplaso, invadiendo
Metinma. Un heraldo intenta una tregua con la condición de que devuelvan lo
robado. La guerra acaba así de forma tan inesperada como había empezado. El
invierno, con una terrible nevada, cubrió el pueblo de un sueño y pereza que
perjudica sus rebaños y hace crecer salvaje la yedra. Dafnis sale, con el
pretexto de cazar, a buscar a su enamorada a casa de sus padres sin saber qué
excusa alegar para su inesperada visita. Mientras la familia de esta se halla
comiendo; un perro guardián le ataca, pero parece que le sale bien el
reconocimiento de estos padres a los que su hija, según esta mentalidad
patriarcal de la época, pertenece. El reconocimiento
es un elemento sine qua non en la
tragedia griega, cuando por ejemplo Electra y Orestes se reconocen hermanos por
la semejanza de sus cabellos y que llega al sumun
catártico y al clímax, a juicio
de Aristóteles, cuando se trata de un autoconocimiento,
una toma de conciencia casi de giro
cartesiano hacía una razón autónoma,
por ejemplo en el Edipo. La primavera
acrecienta su amor y reverdece la esperanza de Perséfone. Discuten sobre cómo
viven sus animales el amor; sí buscan solo desfogarse o permanecer juntos, la
eterna disputa entre el hombre educado para seguir sus instintos y la mujer
buscando protección y garantías de amor. Cromis el viejo se ha echado una
esposa joven, Licenion, que se antoja del muchacho, y le regala panas de miel,
un zurrón de ciervo y una zampoña. Así que se inventa la treta de que le han
arrebatado un ganso y así le conquista, ofreciéndole enseñarle sus experiencias
sobre el amor para que las practique con su querida y él, agradecido, hasta le
promete cabras, cabritos y quesos. Así que ella “hace un hombre” de él, con
esta instrucción amorosa en el que le enseña a besar y a consolar a su amada
cuando vea la sangre de su menstruación y del coito. Él la deberá convencer de
que es cosa normal en una herida. Y así lo hará cuando se amen entre las
flores.
Allí ven juntos un barco arribar
a su tierra y ella juega con el eco, que acaba de conocer. Él, emocionado por
su inocencia con el tema, le cuenta la leyenda del eco (otro relato secundario): la doncella Eco
pertenecía a la estirpe de las Ninfas,
Melias, Dríadas por Elea y de un padre mortal. Ellas le enseñaron las artes
musicales (el arte de la zampoña, flauta, citara y lira y los cantos), pero Pan,
celoso en lo personal y en lo musical (pues también toca su famosa flauta), la
arrojó a la tierra despedazada viva, y así surgió ese eco musical en cualquier
parte del mundo. Muchos pretendientes tratan de hacer de Cloe un ama de casa y
de ser el padre de ese hijo ilegitimo que había tenido con Dafnis. Y aunque
ella aplaza su decisión, finalmente Lamón ha de ser el elegido. (¿Lamón no era
uno de los padres adoptivos de estos muchachos?) La única forma de que Cloe se
case con Dafnis es que este se haga rico, y un golpe de suerte divino hará que
encuentre el tesoro de un barco pirata, 3 mil dracmas, infortunado por el
viento en su fatua Moira. Dafnis se
dirige a los padres de la joven, Diantre y Nape y les presenta su “currículo”
(es bueno con la música, en podar la vid, en criar aves, en cuidar la tierra…y
por supuesto un buen pastor, un vecino modélico, un joven que ama y cuidará de
su hija.) Hablan de todo salvo de amor: y de todas las dadivas prometidas
(ovejas, cabras…) la que más les convence a los futuros yernos son los tres
mil.
Parece que el buen tiempo
primaveral y las buenas cosechas y de frutos acompañan al eros creador. Dafnis le entrega esa manzana que ha servido de alegoría para tantas significaciones (el
logos y el sexo en el Génesis, la “diosa” Razón en la manzana
que le cae a Newton, la rebelión edípica
en la manzana que Guillermo Tell atraviesa con una flecha y que casi alcanza la
cabeza de su padre…y sobre todo la manzana
de oro del juicio de París, símbolo
del eros, y creo que imagen con la que este autor quiere confundir el
fruto.) Todos estos pasajes constituyen bellos ejemplos de ecfrasis. En Platón
o la concepción tradicional de la pintura se la desvalorizaba como una
apariencia e ilusión, pero Simónides la llama “poesía silenciosa, como la poesía es pintura que habla”. Hay una
igualación de la vista y del oído; ambos sentidos nos pueden llevar al
engaño. Por ello se considera a
Simónides un precursor de Gorgias al
llamar la atención sobre el carácter artificial de la palabra poetica. “La palabra es la imagen de la realidad”.
La estatua deja de ser un signo religioso para convertirse en una imagen de una
realidad exterior (aparecen las primeras firmas de autor). El artista está a
medio camino entre la realidad y la imagen (y en la sociedad de la imagen
vivimos.)
Libro
cuarto. El
pueblo sufre un “lavado de imagen” pues les visita el criado del amo y pronto
lo hará el señor de Mitiline. Se describe un entorno natural y el templo de
Dionisio y de nuevo otra ecfrasis con
la pintura de Ariadna con Licurgo y Penteo despedazados por intentar osar
arrebatarle a Dionisio la mortal como ya intentó el minotauro. Las bacantes, y su propia madre, mataron a
quienes con su hybris y transgresión habían ofendido al dios.
Dionisio celebraba también su victoria política sobre la India; tras castigar a
los piratas tirrenos, que se habían atrevido a atacarle, convirtiéndoles en delfines.
En esta bacanal no podían faltar las bacantes y Pan con su flauta. Lamón cortó
ramas secas, alzó los sarmientos, coronó a Dionisio con una guirnalda de
flores. Tratan los protagonistas de agradar a este cacique rural para que
consienta su casamiento. Le ofrecerán incluso su vendimia, sus pastos, sus
ganados y le darán buena impresión. Igual que agasajan a Eudromo (llamado así por
su afición a correr), el enviado por su señor para informar de las novedades
sobre este enlace. Lampis, un boyero arrogante, también pretende a Cloe, y
celoso de esta boda, destroza sus campos de flores donde tanto se habían amado.
Hasta las abejas parecen llorar de tanta perdida de violetas. El campo
pertenece al señor, y temen que azote y cuelgue de un árbol a Dafnis, como a Marcías
castigó Apolo (comparación con lo divino de nuevo.) Eudromo les comunica que el
señor está ya de camino. Ástilo, el amo, llega con su subalterno Gnastón y le
suplican Lamón y Mírtale y sus hijos adoptivos Cloe y Dafnis que tenga piedad
de estos pobres campesinos, regalándoles chivos, quesos, vinos y frutos. Los
ricos yantan y se emborrachan, son jóvenes y despreocupados. Gnastón además se
gusta de Dafnis y le promete la libertad si toca una canción bonita y le elogia
el rebaño. Pronto se descubre que lo que quiere es “que se le ofrezca por detrás”, pero ¿dónde se ha visto que el gallo
se vaya con el gallo o el toro con el toro? Le violentó, pero no le logró
violar: Dafnis no solo era guapo sino joven y robusto.
Arriba Dionisófanes (cabal, rico
y aún fuerte) acompañado de su esposa Clearista, y un nutrido tumulto de
acémilas y sirvientes. Y aunque va a mantener económicamente al labriego, su
hija huye de tanta gente, pero Dafnis sigue allí, con su zurrón, haciendo
frente a la nueva situación, como un Apolo al servicio del rey troyano
Laomedonte (insistiendo este Longo en lo apolíneo
por segunda vez.) Será a partir de ahora su cabrero personal, y ¡qué cabrero!,
hasta ha instruido a ovejas y cabras en el arte musical apolíneo. Y estas le obedecen cuando toca la zampoña, así que se
los tiene ganados para bendecir la boda. Pero el pobre Gnamón está triste,
porque no puede tener una relación homosexual con el serrano, y hasta le besa
los pies y le suplica ayuda al señor, quien está algo extrañado de una relación
entre hombres y además de inferior escala social. Gnamón asegura que Zeus
también quedó encandilado por Ganimedes y Brancó fue amado por Apolo y Anquises
por Afrodita y los tres ¡simples boyeros! (desconocían los griegos la palabra
coloquial “bollera”, pues habría hecho gracia a la audiencia el paralelismo
homosexual por su recurso fónico.) “El amor es un gran sofista” y cosas más
raras se han visto: según cuenta Eliano, el rey Jerjes se enamoró de un
plátano; Tiró, la madre de Esón, se prendó del río Enípeo; y hay muchos casos
zoofilicos con toros en una tradición que mezclaba dioses, mortales y
¡animales!
Ástilo le pide al padre llevarse a la ciudad al guapo muchacho,
aunque los pastores alegarán que las cabras se quedarán muy solas y lo sucio moral
de este borracho gay. Y también que no son los padres naturales y por tanto no se
lo pueden prestar (el hijo era una propiedad más en el oikos de este aristoi, páter familis posteriormente en el mundo
latino.) llevan el conflicto al juicio del viejo Clearista y este duda, pues no
guarda parecido el cabrero con sus supuestos progenitores y también se pregunta
cómo se puede inventar una mentira tan elaborada un “simple rustico” y por qué
no acepta la cuantiosa dote de cabreros que le ofrece el señor y ya está. Aparecen
en escena los padres verdaderos de Dafnis (Dionisofánes y Sofósrina) que a la
sazón son padres de Ástilo, por lo que el cabrero es hermano de tan alto señor.
Y deben tener una hermana. ¿Cloe? es lo primero que se preguntaría cualquier
receptor ante este espacio vacío o indeterminación
según la Teoría de la Recepción. Aunque él se disponía ya a pegarle al señor;
el padre les explica a todos la confusión, su paternidad y cómo abandonó el
hogar y a sus hijos dejándoles más prendas de muertos (de huérfanos) que de
identificación.
Por una fortuna adversa, sus dos
hijos mayores murieron y solo quedaba Dafnis y Ástilo (aunque no me salen las
cuentas si acaba de afirmar que ha tenido 3 hijos, pues aunque soy de letras
ahora resulta que 3 menos 2 fallecidos restarían uno solo.) Dafnis ya no tendrá
que ser cabrero y pide al hermano que no le tenga celos por la herencia, pues
es tan rico que les dejará equitativamente a ambos mucho. Gnastón es el único
que no acude al festín, se queda llorando su fracaso amoroso, en forma de
plañideros ditirambos (origen de la
tragedia, según Aristóteles y luego Nietzsche) en el templo de Dioniso (que
sufrió también el rechazo de Ariadna, entre otras “calabazas”). Panes, aves, lechones, pasteles no podían
faltar en el ágape. Cloe como era de imaginar tampoco va a la fiesta, llorando
porque su amor verdadero encontrará sirvientas más atractivas que ella en el
nuevo palacio. Así que el boyero Lampis la rapta, pues la cree ya de su
propiedad ante la falta de otro, de Dafnis. Cloe también quiere descubrir a sus
verdaderos padres y con pruebas, como en un juicio de un tribunal de la Polis o
rural en este caso, argumenta que no guarda parecido físico con su extremada
belleza. Aporta como pruebas unos objetos de identificación lujosos que guarda
de su auténtica familia. Debían estas pruebas ser verosímiles, según la retórica del kairós (aprovechar el
momento oportuno casi maquiavélicamente,
el mejor momento en que se pueda convencer al señor como hace el personaje
homosexual al convencer a su señor ya casi borracho Una retórica de lo que
puede resultar más provechoso para él, pues le ama; pero también para su señor
puede ser pragmáticamente útil si le pone bajo su servicio) y una retórica del eikos, de lo creíble y
verosímil (como es la literatura), de la prueba material física y concreta
que se apoyaba en una argumentación retórica y apelaba casi más a lo emocional
que a lo intelectual. Y esto hace este personaje al reconocerse un pobre
labriego que ha amado mucho a sus niños, pero no son suyos, invocando a su
pobreza y a la compasión y caridad del noble. Al señor no le importa mucho la
desdicha de la chica o de sus padres adoptivos, pero sí que sufra su enamorado
hijo, así que autoriza el matrimonio. Su esposa Sofósrina la viste como una
doncella que es, lo merecido al haberse mantenido virgen, sin haber “pasado de los besos y votos”.
Siguen los festejos, ahora por la
boda, y más sacrificios de la zampoña tan citada en esta obra (lo cual quiere
decir que la tocan, imagino), victimas (espero que al menos no humanas), ofrecimientos
del zurrón, la piel, las colodras, y banquetes (en los que puede participar la
mujer, pero sentada en lechos separados) con muchas jarras de vino. Soñó el
señor que las ninfas, Dioniso y Hermes bendecían la boda. A ella, como a este
festín, irían los más notables de su reino. A modo de feliz epígono; el viejo Megacles, uno de los
invitados, reconoce de pronto a su hija Cloe, aunque no reconoce sus ropas
indignas de su clase estamental. Cuando dilapidó su fortuna no quiso criarla en
la pobreza pero cuando recuperó su fortuna perdió la fortuna de una hija. Rode
es ahora su madre y la viste emocionada. Todos están de acuerdo con la boda
(todos los que lo están, excluyendo a los pretendientes de ambos pastores) y
los señores serán generosos con todos. En esta fiesta ceremoniosa bailan y
corre el vino y la alegría. Incluso las cabras, a las que el ex pastor llama
por su nombre, besa y concede más hierba de la habitual. Ahora no son simples
pastores sino dueños de rebaños y riquezas. A su hijo varón Filopemen le dará de
mamar una cabra y a su niña Ágele una oveja y todos comerán perdices (en este
caso productos ovinos.) Levantaran un
altar a Eros Pastor y a Pan Guerrero. Pero aquel día todo esto
solo eran sueños. En aquella noche de bodas, acompañados de flautas y zampoñas,
subieron a la alcoba nupcial, cantando, abrazándose y besándose. Dafnis
entonces practicó la tecné del eros y el
ars amandis que “la Diotima” de Licenion le enseñara. Cloe comprenderá que
la sangre en el coito es normal, pero que lo que no habia sido normal habían
sido sus primeros besuqueos en el campo, porque estos de ahora eran
¡extraordinarios!
Introducción
de la obra, el autor y el género. Del
autor se sabe poco, igual hasta su nombre se debe a un error de traducción,
pero se cree que fue un esclavo pedagogo de las propiedades menores de unos
patricios romanos que consiguió ser liberto
en el imperio de Adriano durante el siglo II. De la fecha de creación aún menos,
pero se remontaría a esta época y no al siglo IV o V como se venía pensando. El
marco espaciotemporal de la obra
también juega a posicionarse un lugar
vacío de indeterminación a rellenar por el receptor. Queda ambiguo,
indefinido y por tanto torna atemporal y
universal el legendario relato, describiendo más que el contexto de la región
de Lesbos un inefable locus armonius o
loci amoeni bucólico, donde el tiempo parece haberse detenido en el kairós del instante vital, un tiempo
simbólico, trascendido en lo inmanente de esta vida, y en el carpe-diem de estos pastores amándose
entre una naturaleza re encantada de panteísmo y politeísmo. Es por tanto un
marco más onírico que real, que aumenta la atmosfera de cuento de hadas, de
historia romántica no exenta de elementos fantásticos y presencias e
intervenciones de dioses, sobre todo vinculados a los elementos naturales
(Dioniso al vino, Pan a los boques, las ninfas a los lagos…) El cuento comienza
con una estructura de erase una vez y
finaliza en un happy end a los
hermanos Grimm, pero sin ocultar la parte más cruel y trágica de esta ambigua
vida (personajes homosexuales que te quieren violar, asesinatos, pretendientes
secuestrando, impedimentos sociales a su boda… como tampoco en los cuentos
originales de estos hermanos románticos se edulcoraba la otra cara de esta
vida. ¡Eso solo lo hace Disney!) Es una historia de “amor en los tiempos del cólera” aunque vagamente se refleja esta
guerra entre Mitilene y Metinma. Falta el elemento primordial de estas
“novelas” amorosas griegas: el viaje
Aunque el dinamico recorrido
interior de los dos personajes protagonistas y del resto es innegable:
evolucionan, maduran a la vez que crecen físicamente. Se reducen estos
elementos del naufragio, los piratas, las islas, secuestros…al mínimo, aunque
estan explícitamente presentes. Y ello obedeciendo a la simplicidad (para la
claridad) y al estatismo de reflejar un locus
natural y emocional más que un trascurso dinamico, más algo estático que un
movimiento (aunque el amor siempre es un viaje trepidante e hiperkinesico.) Podría considerarse novela de tesis, pues defiende la
omnipotencia del eros reflejando sus
efectos concretos en dos enamorados y al fin su victoria. El amor es el gran tema
de la obra. La verosimilitud –eikós- no
está del todo lograda, pero la irrealidad juega a favor de esta ambigüedad e
imprecisión que le hace tan legendaria, quizá porque siempre intermedia Eikasia, la musa griega de la fantasía,
en toda poiesis y diegesis por mimética que se pretenda. Lo demuestra
esa presencia de la magia, oráculos, el destino, los dioses y todos sus
aspectos fantásticos. Esta irrealidad es asumida en la interioridad de los
personajes como un “surrealismo cotidiano”
que a nosotros nos puede llevar al “extrañamiento”
pero ¡ellos hablaban con Dioniso como con la cabra!
Me llaman la atención las
alusiones sexuales, incluso a la homosexualidad, aunque tras haber leído El banquete o las comedías de
Aristófanes me ha quedado más que claro que no hemos descubierto nosotros las
posturas eróticas. Aunque se defiende la virginidad femenina; en esta obra la
sexualidad y la moralidad no parecen reñirse. El amor se refleja en la prosopopeya de una cartografía
sentimental que entronca con la naturaleza y la divinidad. En nombre del eros se garantiza el matrimonio: un
contrato no solo económico sino social (ciudadano o rural) y por tanto
político, que aporta un orden coherente frente al eros más pandémico e instintivo, y permite formar una familia digna
socialmente, un oikos. El eros se describe como un principio
creador y ordenador de la naturaleza. Una erótica real cuando describe estas
breves, pero repetidas y liricas escenas amatorias; que se abstrae como en
Platón teorizando. El amor lo viven hasta las cabras y ovejas, personificadas,
igual que los dioses naturales tienen cualidades o atributos antropomórficos. Los animales adquieren
cualidades humanas, en una zoo-prosopografía,
que recuerda a Las fabulas de Esopo.
Y a los picaros de Esopo nos remite ese cabrero; con su astucia y un cilolón, una serie de planes urdidos, o mechanemas, mecanismos de defensa
personal para resolver conflictos pragmáticos adversos, puestos maquiavélicamente al servicio del amor, y
de lograr salir victorioso (casarse.) Y por ello es una intriga de salvación, más que trama
de destrucción, que era el tópico argumentum en la mayoría de tragedias
griegas, no exentas algunas de final feliz. Animales con atributos humanos y
humanos descritos a veces con recursos de
animalización.
Los festines, armonizados de
cantos y danzas, nutridos de ágapes y alegría… son elementos esenciales dando
una impresión de felicidad sostenida, más allá del kairós que, aunque intenso, es breve. Refleja una dicha humana, una
gracia terrenal (siempre con el
panteísmo y politeísmo observando y actuando) trascendida en sí misma y donde
además triunfa el bien, la belleza, la
bondad, la virtud y el final feliz. Pinta
el tradicional ágape, que se refleja
también en El banquete de Platón, con
más vino que comida, pero también lo describen así las mismas obras de Homero.
Eran simposios en los que no solo se
comía, bebía, cantaba y bailaba sino que se podía discutir intelectualmente y
filosofar (por eso “simposio” ahora es una forma de conferencia) Y en ellos se
hacían libidaciones, se vertía vino
sagrado en honor a los dioses, (desperdiciándolo añadiría yo.) También están
reflejadas en la obra los tradicionales rituales de sacrificio e inmolaciones para las divinidades (Dionisos, Pan, las
Ninfas,…) que a veces se presentan en esta obra a modo de epifanías místicas; conviviendo así lo escatológico de un banquete “pantagruélico”
con lo teleológico de una doctrina
moral (que queda más “izquierdistamente
correcto” llamar mensaje ético o
crítica social. Contra los extranjeros burgueses y una situación social
indigna al menos para estos dos.) La
religión está muy presente en esta devoción a los dioses, en este panteísmo
natral, reflejando rituales de aquel momento, con el protagonismo de Pan,
Dioniso, Eros y las ninfas evidente. Aunque parece más una espiritual ligada a
lo inmanente, a lo dionisiaco y a lo
humano que a lo más trascendente de Apolo y Orfeo, que también aparecen
aludidos. La música en esta obra es una expresión armónica del ritmo, los
movimientos, las melodías, los cantos, danzas y la entonación natural y de ella gozan por igual animales, dioses y
mortales. Aparece una y otra vez el instrumento musical de la zampoña; la lira
y la flauta en menor proporción; reflejando con ellos estados anímicos,
sentimentales de los protagonistas y contribuyendo a ese clímax y atmosfera de armhonía
de la obra.
Se puede buscar en ella una
interpretación más marxista de lucha de clases entre siervos y señores, pero
sería muy rebuscada, ya que se escribe en una época de relativa pax entre las polis y sin levantamientos
populares, y además toda la obra sugiere más estatismo del locus
amoroso idealizado que un dinamismo
rebelde, y como parte de una tradición no podemos negar que guarda un regusto
conservador. Se denota la nueva presencia de una burguesía comerciante en
Lesbos, de origen extranjero, encarnada en los jóvenes ricos de Metinma. Esta
burguesía, que algunos descontextualizados quieren llamar proto-capitalista, poseía e intercambiaba los dracmas de brillo
nuevo de unos nuevos ricos; y adivinan ya una libertad o movimiento de clases sociales (que, como sabemos,
nunca es tal pues la diferenciación social prosigue y la determina el dinero y
las posesiones.)
También se puede ver una lucha
generacional entre los protagonistas jóvenes y sus mayores que representan los
obstáculos típicos de los convencionalismos
sociales en la comedia y tragedia grecolatina y en la mayoría de la tradición
de obras clásicas (no puede mezclarse la clase social alta con la baja, o mejor
dicho entre estamentos, pues no se podía pasar de una a otra categoría,
determinada por nacimiento, por el linaje
de la sangre.) Pero guarda la obra mucha
atención y respeto a los personajes más ancianos, que por gerenios cual Néstor en La
Ilíada, ostentan órganos de poder, por ejemplo “jueces de paz” en tribunales rurales. También hay que reseñar la hospitalidad o el rechazo que se ofrece
al extranjero, al meteco, según fuera
un bárbaro pagano de lo helénico o a unos ciudadanos con rasgos más cristianos
ya que “pureza griega”. Y se puede ver también la clásica oposición pueblo-ciudad.
Se estructura en doce secciones divididas en varias escenas que
recuerda a los panegíricos retóricos
y a los cuadros unidos temáticamente de la pintura narrativa contemporánea,
pues la ecfrasis es un elemento
constante dentro de la obra, a modo de digresión
o, al igual que esas historias míticas y legendarias como dentro de un relato marco con un narrador extradiegetico heterodiegetico, poniendo en boca de personajes otros mitos. La obra sigue un orden clásico, y no empieza in media rex, aunque juega con el
tiempo, mezclando pasado y presente con la importancia que da a los ancestros (quienes
fueron) y a los dioses (quienes deben ser) envuelto todo en un mítico tiempo
indefinido.
Empieza en lo que Aristóteles vendría a llamar un comienzo introductorio en el contexto; y le sigue un nudo donde cae el peso de las acciones y la trama; y acaba con un desenlace feliz. Guarda
en todo momento una coherencia
mayúscula, una cohesión entre todas
estas partes que le da un corpus unitario
a la obra, por más que sean variadas sus muchas acciones y la trepidante trama no abandone su tensión de intriga con suspense, y su ritmo
ágil, dividido entre el dualismo del noviazgo (del deseo primario) y después en
la preparación del matrimonio (solución moral y para los demás ámbitos sociales.)
Reparte esta tensión con equidad la obra a pesar de su brevedad, y su economía
lingüística y estilística que vuelve más concreto y preciso el lenguaje, pero
paradójicamente no la resta su ambigüedad en la temática y en la polisignificación.
Juega entre el lenguaje sencillo con que quiere expresar una realidad mimética, naturalista; la originalidad lírica de sus
descripciones; y las convenciones retoricas del género de novelas de amor en la
que suceden aventuras. El protagonismo lo tienen los enamorados y el eros en general. Esta es también, como
todas las del género, de corte idealista,
pero Longo le aporta un carácter popular,
a lo que obedecen algunos localismos
rurales y que a veces se permita cierta “comicidad.”
(Con las cabras y tal.) Sigue una tradición popular y aumenta esta
popularidad amplificando rasgos
descriptivos de unos personajes molde,
narraciones mitológicas que el receptor podía fácilmente identificar y con las
que identificarse. No se le ha considerado escrita en un arte mayor como las de Heliodo y aunque ha sido mucha la influencia
en la novela bizantina, no ha contado con la suerte de recepción de otras como
las de Tacio, quizá por esa desconsideración hacía una obra que se ha
considerado leve, menor, o reservada a un público femenino y más masivo o
popular sin la trascendencia de las otras, aunque la obra, con su potencial
interpretación teológica, niega esta consideración de ligera en todo momento.
Sigue la obra unas estructuras internas bimembres (muchas
veces antitéticas, pero hay poca isocolia) a veces reiterativas o en perífrasis,
al establecerse quizá en paralelismo
con uno de estos ejercicios académicos en los que debía seguir una tradición bucólica pastoril y repetir un
modelo concreto. En ella se defiende
una tesis contra una antítesis; la espiritualidad del amor
frente a las circunstancias humanas inmanentes. Los hechos sucedidos adoptan la
forma de sintagmas nominales, verbales o
frases completivas, interrogativas indirectas de más o menos extensión,
habitualmente en asíndeton o unidos
por conjunciones copulativas. Las cuatro partes se dividen en escenas con
una función episódica y organizativa
de la obra pero unitaria y coherente
con el resto. Los relatos secundarios
van anticipados haciendo de ellos, como de la obra en su globalidad, una diegesis fenomenológica, pues se anuncia
que se va a contar, incluso a veces reflexionando sobre sí misma, casi a modo metaliterario, aunque se dan pocas referencias
intertextuales por su pretendida
sencillez y no a autores concretos sino a la tradición mitológica. Se expresan
precedidos por una frase que anticipa
lo que va a contar, y son coronados por una frase
conclusiva que cierra el relato abriendo el siguiente, o con una máxima a modo de epifonema, aunque no
desarrollada. Algunas escenas están enmarcadas por frases expresas de apertura
y cierre. (Te contaré lo del eco/ Y esto ha sido todo.)
Prevalecen las partes
descriptivas de este entorno natural y en segundo lugar las narrativas (no deja
de ser una “novela”) y las digresiones
más reflexivas, mezclándose lo narrativo en este relato hibrido, impuro o mixto con lo lirico, así como con breves escenas dialógicas, con partes hasta de
auténtica prosa poética o narración
lirica aunque en principio parezcan oximorones
y uniones de términos antagonistas y los helénicos de era tardía no las
llamasen así. El hecho de que esté escrita en verso no entraña que la obra haya
de ser lírica, como no tiene por qué serlo la épica; pero en este caso se dan
ambas circunstancias, sin dejar por ello de ser calificada de narración. Por
ejemplo se puede mezclar la descripción
de una escena natural o de un cuadro, una ecfrasis,
con una digresión del narrador
reflexionando moralmente y a la vez esto obedece al desarrollo de una futura acción narrativa. Las digresiones más claras son estos mitos
incrustados en relatos dialógicos dentro
de la narración marco.
Funcionan como paréntesis y desviaciones de la narración central así como los diálogos,
donde pueden verse modalidades clásicas de discursos, con sus partes de inventio narratio, y dispositio. Estos
discursos comienzan por un exordio o
proemio, llevan una parte central de narración
argumentada con la historia en sí dividida en una partitio causal, obstaculizada por una refutatio (replica que en una narración la constituyen las dificultades
planteadas por los antagonistas) y un epilogo
con la recapitulación final que es el final feliz a modo de síntesis argumental. La exposición narrativa de los hechos y
acciones se aumenta según la confirmatio o probatio (refutatio o reprehensio),
ampliando tanto el horizonte de
expectativa del lector como los propios argumentos confirmados o rebatidos.
Al hilo de esto de las expectativas del receptor; cuando el padre verdadero de
Dafnis afirma tener una hija puede un lector avispado, y algo malpensado de
incestos, esperar que Cloe sea su hermana.
Estas argumentaciones siguen unos postulados
de hipótesis y formulaciones
retoricas de dialécticas de carácter demagógico cuyo fin es persuadir (cuando la maestra del amor
adoctrina al joven cómo debe persuadir él a su vez a su amada de que la sangre
es natural en el coito). Y sigue un orden
nestoriano; de lo más importante y verosímil a lo más accesorio, según su
grado de potencial convencimiento; hasta una parte de peroración que, incluso con recursos formales y figuras retoricas, y
apelando a lo emocional, busca la compasión (conquestio
o conmiseratio) del lector por la desdicha de los héroes o la
indignación (indignatio) con la maldad de los antagonistas, unas formas
de piedad logradas en la catarsis que consigue ese clímax final con su final feliz. Esta persuasión
corría a cargo del orador más virtuoso, pues el discurso ha de tener un fin bonum, una intención ética y debe pronunciarlo el
hombre más justo, el Vir bonum
dicendi peritus (el hombre
honrado experto en hablar), como recomiendan desde Catón a Quintiliano
pasando por Séneca, Cicerón o Horacio. Y entendida esa bondad al modo platónico
de abstracción, y luego también en el sentido latino de un bonum pragmático económica, social, políticamente (también era útil
y funcional en el discurso político y judicial griego, al margen de que Platón
acentuara su parte intangible.) Un discurso prudente, basado en la honestidad
(la Verdad o al menos la verosimilitud) y la bienquerencia,
benevolencia y buena disposición del orador con su audiencia. Una retórica en
la que eran muy importantes los elementos de ornato.
Por ello se
engalana de recursos estilísticos patéticos (accumulatio, anaceflaeosis, complexio, epanodos, epifonema, simperasma, sinatroísmo,
antitesis, ejemplum…) provenientes del mundo jurídico; de estos tribunales populares griegos
(asambleas formadas por los personajes más ancianos y virtuosos de la región) y
del político del ágora (asambleas o ecclesía
donde el ciudadano defendía sus derechos retóricamente, sobre todo en los
periodos democráticos donde los poderes judiciales, legislativos y ejecutivos
recaían en el pueblo más que en las etapas aristocráticas,
tiránicas u oligárquicas.)
El
género de la “novela” amorosa griega
se ha llamado también narración eídei o
de erótikai hypthéseis, insistiendo en esa idea del amor como tesis
central. En su proemio, Longo la
llama “historia” como sinónimo de relato; una historikoí, una narración, pero muy lírica. Cicerón, al igual que
las obras de Menandro dirán que la única función de estas obras es deleitar, y, aunque no cita las novelas
griegas, sí podrían acomodarse a ellas esos argumenta fictis casibus amatorum
referta “intrigas llenas de ficticias
historias de enamorados”, donde casibus amatorum recuerda al páthos
de Hermógenes, que veremos también en Partenio y Caritón como erotika
pathémata o páthos erotikón. Finalmente Focio (s. IX) en diversos
pasajes de su Biblioteca designa las novelas de Antonio Diógenes,
Jámblico, Aquiles y Heliodoro con el término dramatikón, y a los
protagonistas de las Babiloníacas como drámatos prósopa. Dirá que
estos tres “pusieron en escena intrigas
de temas amorosos”. Y afirma que el estilo de Jámblico merece algo más serio que estos divertimenti (paígnioi)
y ficciones (plásmata). Las designaciones dramatikón /drama/
hypóthesis, de origen teatral, las entendemos “piezas de intriga” en sentido narrativo. Se les ha llamado también
piezas amorosas y con otras denominaciones.
Influencias de una tradición bucólica. Esta obra se escribe
influida por la bucólica teocritea y la
segunda Sofistica: aquella especie de “Ilustración” o “Renacimiento” en el
que una revisión o deconstrucción
lingüística originó toda una renovación filosófica, política, social
“secular” con sus consecuencias más pragmáticas, con esa vinculación en los
tribunales siguiendo a Pericles o Demóstenes y el mundo académico con esos rétores llamados sofistas. La referencia
más clara de esta obra la encontramos en Las
filitas de Cloe de Teocrito, la oda y elegía
pastoral helénica e incluso los nombres que reciben estos personajes tipo o moldes de enamorados
(y que aun así gozan en mi opinión de gran introspección
psicológica y personalidad) son recogidos de la clásica poesía bucólica de época arcaica (Otra influencia es Safo
de Lesbos, ya no solo por la región en que la obra trascurre, sino por esa
visión casi de genero herido de la heroína y por ser la zona de donde procedía
Longo.) Pero sí nos ponemos a buscar podemos encontrar otros hipotextos: Hesíodo con sus Trabajos y los días por esta descripción
de las labores campestres o sus Teogonías
por el mundo olímpico; o las obras de
Homero aprendidas de memoria y recitadas oralmente en las academias según los planes de paidea
griegos; y los poemas monódicos de
Anacreonte o Alceo de Mitilene, un poeta local de la región donde trascurre la
acción de la novela. Y en general con toda la poesía arcaica; la coral recitada
en las fiestas de la comunidad o en acontecimientos colectivos. Como las dionisiadas que esta obra retrata (los
versos de Alcmán, Simónides de CeosÍbico, Estesícoro etc.) o los metros yámbicos de Arquiloco, Semónides,
Hiponacte de Éfeso o las elegías de
Calino de Éfeso, Tirteo, Mimnermo, así como de una tradición oral que compartía
sus dioses entre la épica, la tragedia y comedia griega. Las odas de Píndaro, Baquílides, Corina,
Antímaco…y para qué seguir.
Recepción
y posproducciones.
Esta obra influirá sobre todo en Ovidio y Virgilio, que siguen esta clásica o
tópica de la bucólica, pero Longo la trasgrede, deconstruye y adapta a las
circunstancias del contexto que
quiere reflejar, no exenta incluso de elementos humorísticos. Y también inspirará
notablemente esta y otras obras del género a los escritores del renacimiento y
barroco, en esa concepción clásica de una arcadia
feliz, ligada a una especie de parnaso u
olimpo en el que conviven dioses y mortales con la naturaleza idealizada.
En Shakespeare lo vemos en su Sueño de
una noche de verano. Inspira al romántico por ese evidente sentimentalismo y patetismo emocional que
refleja el género en sus personajes, por ejemplo en el Herman y Dorothea de Goethe. E incluso en el cristianismo (con
todas sus censuras correspondientes) tanto como en la novela erótica, por
divergentes que sean estos dos planteamientos. En la atrasada España se venía
considerando una obra indecente e inmoral, aunque Lope de Vega se sirviera de
ella para su Arcadia. O el realismo
castellano de Pardo Bazán (Madre
Naturaleza) influido del naturalismo de Zola, o inspirara a Valera o a Pereda
sus descripciones naturales, o a R. Pérez de Ayala. Incluso vemos su influencia
en Nabokov o en El tambor de hojalata
de Grass (se cita el libro en la biblioteca del personaje Greff.) En cuanto a
la interrelación de esta recepción
con una posproducción interartistica:
Bonnard, Corot y muchos otros pintores han ilustrado la obra e influyó a su vez
en las composiciones musicales de Ravel. Se han hecho con ella estudios
filológicos e incluso religiosos (la
exegesis) y distintos descubrimientos del texto original, traducciones,
publicaciones y ediciones críticas,
además de estas formas de posproducción
a las que han dado lugar esas reinterpretaciones
de la obra a las que acabo de referirme.
Los
Progumnásmata.
Su traducción es
“ejercicios preliminares” Este ejercicio
se convirtió en un género y recurso literario tratado en los manuales de
Filóstrato, Hermógenes de Tarso y Teón de Alejandría del s. I-II, Aftonio de
Antioquía y Eunapio del siglo IV, Nicolao de Mura del s. V, Menandro el rethor,
Libanio… Aparece en el De oratore y De inventione de Cicerón; en
la Rhetorica ad Herennium; Institutio oratoria de Quintiliano,
del s. I d. C. (ca. 35 a.C.-96): y la Praexercitamina de Prisciano (s.
V). Estos recursos los tratan Aristóteles u Horacio aunque no mencionen
explícitamente estos manuales por su nombre, y están presentes en la Retórica de Alejandro. Es un término
adaptado al ámbito educativo a partir del lenguaje utilizado en el
adiestramiento físico de los gimnastas y atletas, pues significa en griego “ejercicios preliminares (de entrenamiento)”
y así se adiestraba a los alumnos perì heuréseos (para la invención), perì
methódou deinótetos (para el tratamiento de la habilidad), perì stáseon (los
estados de la causa) y perì ideôn (en formas de estilo). La etimología es lógica porque no dejaban de
ser ejercicios literarios para la mente, cultivando la psique como el atleta que preparaba su soma para unos juegos olímpicos. Y podían convertirse en gmunásmata, en declamaciones de rapsodia si el profesor les ordenaba leerlo
delante de la clase. Estaban relacionados sobre todo con lo retorico y
literario del genero epidíctico (la
alabanza a los héroes) o panegírico (un
dialogo entre los muertos, los vivos y los dioses); y con las elegías y odas a los dioses (las únicas que Platón permitía en su República.)
Pero también con el deliberativo político (hupothéseis
sumbouleutikaí, suasoriae)y judicial (hupothéseis dikaikaí,
controversias) pues debían argumentar,
refutar, hacer de abogados y fiscales en juicios ficticios, en discursos expositivo argumentativos y exhortativos
dirigiendo el recital a la audiencia del resto de la clase, adornándolos de ornato, pero sin olvidar su función
pragmática y utilitaria para la Polis,
basándose en pruebas, confirmaciones y
lugares comunes, máximas etc. (Todo lo cual requería de conocimientos
enciclopédicos universales o alejandrinos:
historiográficos, filosóficos, epistelograficos…
según Hipias y otros autores.) Y psicológicos; debían conocer el alma humana de
sus lectores con sus caracteres de pneuma (las acciones éticas o conductas
libres del ethos; los comportamientos
condicionados socialmente; o los temperamentos
determinados biológicamente en su parte patológica, en su pathos.) Para describir un
personaje necesitaban también conocer las reacciones humanas habituales, sus
móviles, debilidades, defectos y virtudes; mezclándose con lo moral y lo
filosófico. Los sofistas fueron los primeros en constatar como el
comportamiento humano varía según las circunstancias y el contexto: (en tiempos
de guerra, en un ámbito privado o de
lo público.) La retórica sofistica, “artífice de persuasión” (así la define
Gorgias), buscaba influir en los espíritus sirviéndose de los medios de
expresión propios de los ensalmos y conjuros mágicos, pues el logos era la palabra trascendida, la
palabra mágica, con poderes de influir en el Kairós, en esa
trascendentalización del momento vital humano. Esa interrelación con la
oratoria hará que se pida también a estos ejercicios las tres cualidades del
orador: la héuresis (inventio), la taxis (dispositio), la léxis
(elocutio), la hypókrisis (actio) y la mnemé (memoria). (Horacio
cuando nos habla en su arte poetica de orador
hemos de entendemos como el creador, pues el arte del orador y del retorico
estaban tan relacionados que era el mismo, sí pensamos que la literatura
escrita llega tardíamente.
Y que esta tradición literaria de
mitos y cuentos populares del “folk” se trasmitía oral y generacionalmente de
padres, -o abuelos- a hijos -y nietos-, y de igual forma entre aedos y rapsodas, los bardos y todas
estas figuras que anteceden a los trovadores,
juglares, cantores de gesta y recitadores medievales de una épica llena de
legendarias sagas fantásticas que
provienen de estas epopeyas clásicas
compuestas en formas versales.) Aunque basados en una experiencia práctica;
estos manuales se constituían de normativas y convencionalismos oficiales
claros y fáciles de memorizar. A este aprendizaje memorístico obedecen las asonancias, metros silábicos rimados…
que ayudaban a la técnica mnemotécnica.
Había una nivelación, pues a algunos
de estos manuales (dependiendo del curso en que se dieran) se les consideraba
más de arte mayor que otros.
Anteceden los manuales cristianos, trasmitidos a través del mundo bizantino, y
en ellos también se distinguían los más graves y trascendentales de los más
pragmáticos destinados a enseñar a leer o escribir y siempre a moralizar, pero
con estilo servilus, más bajo en
significación, más descuidado formalmente.
Eran más manuales tekhnai,
técnicos (y conllevaban después unos ejercicios prácticos) que tratados
teóricos o poeticas. Los manejaban
más los alumnos que el grammatikós
(profesión que en época helenística tardía, sobre todo en la educación
superior, y durante la edad media se llamó rethor,
el maestro con una categoría moral, social, política, un ejemplo de virtud con
su pedagogía y propia experiencia incluso en el plano más vital para su
aprendiz)
Tras enseñarles una paidea general, y el trívium (gramática, retórica y dialéctica) en la parte que nos afecta,
pasaban a la enseñanza superior del sofista rétor.
Este recopilaba una colección de discursos deliberativos,
de piezas oratorias y fragmentos de obras clásicas, en la que se exponía las
normativas de algunas figuras y recursos
retóricos. Polo, un discípulo de Gorgias, los llamó mouseia logon, “coros de piezas en prosa”, “colecciones de modos elegantes de hablar”. Estos modelos retoricos debieron de tener el aspecto de una serie de lugares comunes o Topoi. Y daba
una serie de instrucciones de cómo debía seguirse la imitación y hacerse el
ejercicio. Se usaban en la academia sofistica preparando a los alumnos para participar
en la vida pública y sus debates. Se ejercitan con ellos en los procedimientos
y recetas retoricas, en el ámbito más pragmático de la lengua formal, pero
también implicaba un debate intelectual. Se realizaban en las academias de
retórica que precedían y preparaban para el verdadero “ejercicio”, las melétai
o declamaciones. Después de
practicarlos; el alumno, de 12 a 15 años, elaboraba y, en ocasiones leía,
declamaba, en voz alta ante el profesor o sus compañeros estos melétai, o,
en latín, declamationes, ejercicios escritos en forma de discurso sobre
diferente temas ficticios. Eran una primera práctica para los discursos fuera
del marco de la escuela, en las que los sofistas mostraban su maestría oratoria
en improvisaciones retoricas requeridas por su audiencia, adecuados a ese
contexto, mezclando ficciones con fragmentos de tratados históricos o de la
mitología y folclore de la cultura griega. En Vidas de los sofistas,
Filóstrato las describe como un espectáculo recitado por lo que la comunicación no verbal, el tono y estilo
al declamar… jugaban tata importancia como el contenido.
Observamos en ellas
cierta rigidez formal, falta de eufonía,
monotonía, complejidad, ausencia de ethos del orador, abstracción…Las primeras tekhnai eran
textos para ser leídos y memorizados como preparación para las competiciones
jurídicas, políticas o dialécticas y su abstracción se debe a que servían de
modelos narrativos a modo de paradigmita. A través de ellos se ejercita un comentario del texto, y el alumno
elabora una posproducción (un nuevo
texto de ficción con el modelo de
base) y este ejercicio se lo corrige el maestro (incluso la orthoepeia como ahora nos tienen que corregir las
faltas de tipo-ortografía.) Y así cuidaban el estilo; los aspectos de decoro o adecuación de personajes, hablas y escenas; el grado de
verosimilitud. Con estos recursos retóricos se conseguía una amplificación de la ficción, potenciando
narrativamente personajes, lugares; y vistiendo la argumentación de un
ornamento estilístico. Lo más importante era el argumentos de verosimilitud (eoikota),
atribuido el origen en Tisias:
tratar de mimetizar lo ontológico, lo existente, haciéndole pasar a los
personajes pruebas, reconocimientos… lo cual exigía mucha concreción
(y más si servían para entrenarse como oradores en un tribunal judicial, militar,
político, burocrático) que no les restaba la abstracción propia de un modelo de
imitación ni ese marco espaciotemporal ambiguo. (Lo vemos en estas novelas
amorosas, a veces resultado de los Progumnásmata.)
Se
trataba de mimetizar la naturaleza y la tradición y atreverse a componer ellos
mismos sus propios ejercicios narrativos.
Se sacaban estas narraciones de textos histórico- mitológicos; de documentos
factuales pragmáticos- judiciales o del ámbito civil y privados; o narraciones descriptivas más
ficticias, diegéticas (dramáticas); o
híbridos de todos ellos. (Aunque en aquel mundo politeísta todo estaba mezclado
incluso en sus textos más oficiales.)Los elementos de cualquiera narración eran
(y son) la persona (ahora la llamamos
voz y perspectiva), la acción, el marco espacio temporal, la
relación causal y el modo (digresivo, dialógico, narrativo, descriptivo.) Y
debían brillar en concisión, claridad, credibilidad o verosimilitud, gracia, grandeza, uso
correcto del lenguaje y utilidad como discurso pragmático judicial o
como discurso retorico con la calidad literaria esperada, pues un ejercicio de relato
o fabula podía dar lugar a una novela (a las amorosas que nos ocupan.) Se apoya
la instrucción práctica en el “relato”
modelo y la utiliza como “instrumento
de pensamiento”, “thinking tool”, para construir su historia. El género
tenía un carácter estereotipado (todas las obras conservadas reproducen un
esquema común.)
Pero hay que considerar que estos
autores están escribiendo una obra de ficción y las reglas escolares solo son
el instrumento para pos producir una nueva trama con su propio estilo, donde
vemos la originalidad que le impregna cada autor individual. Algunos de los
elementos de estos ejercicios son los la fábula (múthos, lógoi, muthukoí, apologus); el relato,
(diégema, trama, argumentum), la
anécdota o “sucedido” (chreía); la ékphrasis o descripción, (en su origen no solo define
la descripción de una obra de arte extraliteraria, como ahora entendemos el
termino ecfrasis); que son las más
relacionadas con la novela amorosa griega y la literatura en general al
hacerles plantear exordios y narraciones
descriptivas (esiópicas, sibaríticas, lidias y frigias.) Debían llevar un epimitio y su promitio, con un lenguaje sencillo y verosímil con lo narrado, en decoro
el habla de los actuantes con su condición. Se empleaban máximas (gnómes), tesis
(comparación de objetos intelectuales y defensa de ideas filosóficas o
judiciales) y la confirmación y refutación (anaskeué, kataskeué), que se
practicaban en la etapa de formación intermedia.
Otros eran más complicados y se
dejaban para la etapa superior como la propuesta de ley (nómou eisphorá)
o el encomio
(enkómion), el vituperio, censura, la comparación
(súnkrisis) en el que se sirven de la amplificación para potenciar una imagen (asimilando a esa persona
con un dios o con el entorno natural), la etopeya (ethopoía) y la prosopopeya
de un personaje histórico o de un lugar mítico. Consistían en una descripción
física; y también moral- psicológica de su carácter ético y su temperamento
patológico. Estas figuras se referían a personas. Los lugares comunes (koinòs tópos) denotaban más lugares que refranes del sentido común, common sense, o tópicas como ahora entendemos estos términos, a través de un encomio o vituperio topográfico. (El
término “encomio” se refleja por
primera vez en los manuales de Teón para distinguir el recurso del género del encomiástico.)
Análisis
de la influencia de los Progumnásmata en la obra.
Es muy frecuente la aparición de
algunos de los recursos que se practicaban en estos ejercicios en esta obra que
constituye per sé una fábula, un relato.
Dentro de ella se narran breves fabulas
mitológicas y una colección de relatos
y anécdotas a modo de digresiones de este narrador omnisciente (pero no objetivo, pues se
entromete en sus personajes, incluso interiormente), extradiegetico y heterodiegetico pues no participa en esta historia
de amor más que contándola (telling)
y refleja otros mitos. El argumentum
sería la serie de obstáculos a los que los enamorados han de enfrentarse hasta
lograr su casamiento, este sería el plásma
o diégema dramatikón, el eje
dramático o el eje de la trama diríamos hoy, y ya lo dividían en la narratio, la forma de narrarlo, y en la diegesis o relato ficticio, la fábula, lo narrado en sí, que se puede
contar de una u otra forma, distinguiendo así lo que ahora la semiótica llama significante
y su significación, continente y contenido.
Otras historias incrustadas en el relato marco contribuyen a avanzar la trama principal, así como lo hacen sus breves recapitulatorios.
Junto al narrador
central; algunos personajes sirven de narradores
externos o secundarios que cuentan historias
secundarias, de carecer mítico también, aumentando la intriga, por ejemplo al explicar el origen legendario del eco.
Todos los relatos se refieren, por su contenido, a la trama principal, o bien
haciéndola avanzar, o bien recapitulando
sucesos ya acaecidos. No hay ningún relato inserto, ni parte accesoria ni
ninguno “molesta”. Por el contrario, todos los relatos en boca de los
personajes, tienen un carácter recapitulatorio
o analéptico, e inciden en la claridad,
recordando a los narratario secundarios
–nosotros, lectores– todos los detalles de historia, para que ninguno se
pierda. Son analépticos para los
lectores, pero aportan información nueva a sus narratario primarios, cuando los hay, desencadenando en algunos
casos hechos de gran transcendencia para la trama.
Este modo
narrativo no puede separarse del descriptivo,
de gran lirismo, hoy en día calificaríamos la obra de “prosa poética” y como entonces se le daba un significado más amplio
al término ecfrasis (no reducida a la
descripción pictórica en una obra
literaria) quizá podemos considerarla tal. Utiliza a modo de digresión modos más reflexivos como
el expositivo enunciativo y argumentativo
en modo afirmativo, con alguna interrogación retórica como apelación al
receptor interpelándole en inquisiciones,
y alternando el estilo indirecto con el
directo, a veces dialogado, y
muchos comienzan con una duda, bajo la forma de esta interrogación retórica
(¿de dónde provendrá la siringa o el eco?) Otros relatos insertos del tipo recapitulatorios o analépticos, los denominados
resúmenes, y los interludios, funcionan a modo de descansos de la acción de la
trama, en la que generalmente suceden descripciones liricas de escenas amorosas
siempre en la naturaleza. Los relatos del narrador
primario están en tercera persona;
y los de los narradores secundarios, en
estilo directo: en primera, pues en ocasiones nos cuentan su propia vida. Son
los recursos más abundantes, junto a las máximas,
sentencias, lugares comunes, los encomios de los personajes, las comparaciones entre los tres niveles de
la obra (el mundo natural, los mortales y el divino) y cierto vituperio ante los antagonistas, tachado
alguno que otro de borracho homosexual.
La propuesta de ley es difícil de encontrar en el texto al no tratarse
de un tratado o discurso jurídico, pero hay una fuerte presencia de discursos
jurídicos, de apologías y defensas y
de acusaciones y apelaciones internas, con esos juicios populares y rurales en
los que hacía de “juez de paz” la
persona más venerable por su virtud y condición de más gerenio. El juicio moral es constante, pero incluso se
escenifica un juicio legal al modo de su localidad.
Y por ello se reflejan sus partes
de anaskeué, refutación,
apelación, fiscalicación o kataskeué, confirmación, y es que la retórica recogió sus términos de este
ámbito de la oratoria judicial y político que en el mundo griego estaba unido a
lo social ciudadano, a lo legal, a lo familiar privado vital, económico,
religioso… También se relaciona la obra con la dialéctica, la mayestática
socrática que se oponía a lo que los sofistas llamaron antilógica que Platón consideraba solo un paso necesario para
llegar a su método dialectico. Ambas se basaban en la contraposición de una tesis y su antitesis, de dos términos antagónicos y contradictorios
(una forma de oxímoron se diría en la
lírica.) Se discuten ambas posturas hasta lograr una síntesis empírica
experiencial o analítica racionalista,
argumentando por medios deductivos o
inductivos. Y esta síntesis puede ser una reafirmación de la tesis
inicial (por eso se llamó a la prosa realista novela de tesis y no dialéctica,
pues si Flaubert empeñaba todos sus esfuerzos creativos en ridiculizar a su
Enma Bovary; el lector acababa, tras su suicidio, aceptando la censura moral
del autor) o reconociendo los dos logoi,
o una parte de verdad en cada uno, fundiéndolos en una conclusión ambivalente o polivalente.
Esta retorica dialéctica la desarrolló el sofista Protágoras y se basa también
en el elogio, la cesura, la acusación y
la defensa. Platón también censuraba que el fin de la Eristica (el método de Zenón) fuera la búsqueda de la victoria en
la argumentación por cualquier medio y con independencia de la verdad. Ese vencer
por encima de todo, aunque no se refleje una episteme, sino una doxa, que
solo lleva a la paradoja. Y lo hará
con las técnicas de la falacia,
ambigüedad, las amplias exposiciones, etc. Platón consideraba la erística y la antilógica inferiores a
la dialéctica; pues no dejan de ser retoricas meramente verbales, juegos del
lenguaje, instrumentos peligrosos especialmente en manos de los jóvenes. (Lo
considera un peligro político y no tienen espacio los socráticos en su
Republica ni más poesía que la elegía y
oda a las divinidades.) Platón en El sofista
señala como rasgo distintivo de la antilogikoii su forma de argumentar y
debatir oponiendo un logos o argumentum
a otro, pero solo pueden manifestar el aparente mundo fenoménico, en su eterno estado de cambio y flujo, confundiendo
parte de la verdad con la Verdad entera y Eterna. (Para él más teológica y esencialista que pragmática al modo
sofista.) En distintos pasajes aprueba Platón el buen uso del elenkhos, donde un aserto determinado conduce a
una contradicción, a dos asertos que son mutuamente contradictorios. Por
ejemplo, a una pregunta de qué es El Valor se responde con una determinada
afirmación, e, inmediatamente, se examinan las inconsistencias de dicha afirmación.
Dos asertos mutuamente contradictorios son el rasgo esencial de la antilógica.
La Dialéctica, en cambio, discurre
sobre la base de la división de los objetos en clases, si bien, Platón no la
define explícitamente, pero queda claro que frente al mundo cambiante y
contradictorio de la antilógica; el
verdadero logos es inmutable y
necesita de objetos de la misma naturaleza que él. Desde el punto de vista metodológico, la dialéctica incluye procesos como la hipótesis, la inducción, la síntesis y la clasificación.
Los protagonistas aparecen
descritos con los lugares comunes y
tópicos encomiásticos del linaje y la naturaleza del cuerpo (de estos
jóvenes se realza su belleza, en comparación
con dioses o héroes, no escaseando en sinónimos
que amplifican y potencian una descripción ni en metáforas con el mundo natural) y encomiando virtudes más interiores (psicológicas y morales, siempre
desde una mentalidad esencialista
teocrática, politeísta, y platónica: buenos,
bellos, verdaderos.) La acción se
describe en un entorno rural y natural de Lesbos, y no se cambia de escenario.
Se sitúa en un marco histórico que se nos escaparía si no fuera por la
referencia a esa guerra, encontrando pocas alusiones temporales específicas. Se
describe una serie de encuentros fortuitos entre los jóvenes y el consiguiente “flechazo
de Cupido-Eros”. Es un relato claro, conciso, preciso y +- verosímil.
Se denotan oraciones yuxtapuestas,
aunque con el adorno de una doble comparación. A pesar de su brevedad, tenemos todos los elementos
constitutivos: personas (se resalta la belleza y pureza del joven por el rubor
que el esfuerzo imprime sobre la blancura de su rostro, subrayado por una comparación. Dando así la blanca y pura
impresión de que son personajes éticos, estéticos, epistemológicos en esa
triada de lo bueno, bello, verdadero);
hecho o acción (los encuentros propiamente dichos y sus obstáculos); lugar y
tiempo (reales y simbólicos); motivos razones y causas verosímiles, con las
consecuencias de estas acciones; y contado todo alternando los modos narrativos liricos dialógicos y digresivos.
El azar se mezcla con la voluntad humana y divina: mientras los protagonistas
irán rechazando una serie de pretendientes y reafirmándose en su amor.
Los Progymnasmata debían
llevar las virtudes de la claridad,
concisión y verosimilitud, referidas al contenido y a la expresión. Para esta claridad de la expresión; Longo narra
los sucesos individualmente, sin mezclar historias, de acuerdo con el orden cronológico clásico, sin omitir
nada fundamental para su comprensión y, aunque no siempre se mencionan todos
los elementos constitutivos, sí los necesarios para que el relato sea
suficientemente claro. Tampoco se alarga innecesariamente el breve relato con
hechos irrelevantes. Se aprecia también en que los relatos, la narración
primaria y las secundarias, se refieren a la trama principal, recapitulando o haciéndola avanzar con marcas discursivas enmarcando los
relatos, abriéndolos o cerrándolos. Cumple las recomendaciones de los manuales
sobre la claridad pues aunque algunos hipérbatos,
hipérboles, símiles, comparaciones y metáforas son muy elaboradas y
originales, la mayoría pertenecen al conocimiento común de la tradición oral y
retórica.
Y como tales son lugares comunes que todos habían ya
asumido y se entendían con facilidad, visionándose nítidamente. (Son frecuentes
las comparaciones, en el caso de los
personajes, con personajes mitológicos; y al estilo homérico alabado por el
estagirita maestro.) Para lograr esta claridad se recomendaba utilizar el estilo directo, como hará Longo en los
diálogos. La virtud de la concisión se aprecia en los
contenidos: los relatos no se remontan a hechos muy antiguos y utiliza aquellos
directamente relacionados con la historia, deteniéndose en ellos brevemente, lo
necesario para que se comprendan. Se sirve de participios, asíndeton y modos de coordinación y yuxtaposición,
marcando así formalmente el ritmo
narrativo. Hay poca subordinación
y limitada a unos pocos tipos (completivas,
causales y temporales; pocas oraciones
de relativo, sustituidas por construcciones
de participio y aposiciones); dominan los participios apositivos y participios absolutos. Teón señalaba que
para esta concisión no deben emplearse sinónimos, porque dos términos con el
mismo significado alargan el relato sin necesidad, recomendación que no sigue a
pies juntilla, porque utiliza algunas pocas, ante una clara intención
estilística, de ornato.
Intenta la verosimilitud y mimesis
con lo natural, con la tradición (teniendo en cuenta que es una diegesis) justificando las decisiones y
actuaciones, especificando el elemento básico del motivo, describiendo un lugar
real (aunque ambiguo) en un tiempo
específico (igual de indeterminado.)
Los modos de expresión son adecuados
a los personajes, sobre todo en lo que al êthos se refiere: así, el
narrador, como entrometido que es, valora algunos de los personajes cuando
cuenta sus acciones, los está juzgando moralmente a todo momento y en todo caso
guardan un decoro respecto a su
condición social; el rico posee un nivel más culto de lenguaje, excepto los
protagonistas que por su virtud no se corresponde su modo de hablar, sentir,
pensar o de comportarse con su condición de cabreros.
Aparecen
varias chreía, anécdotas, dicho instructivos, sentencias,
máximas, en boca de personajes secundarios que tratan en ocasiones de
moralizar al personaje (mantener la virginidad de la pastora por ejemplo; o un
pretendiente que trata de persuadirla de que aceda a casarse con él) o
simplemente de explicarle el origen mítico de algunos fenómenos. Y tantos
consejos, ejemplum, aseveraciones y
moralinas porque la obra podría considerarse hoy en día, en nuestra perspectiva
posmoderna, una suerte de bildursroman por los elementos de
iniciación a la vida (y a la erótica)
de estos héroes adolescentes en su aprendizaje vital con unos maestros concretos
como la profetisa o maestra del amor,
una auténtica “Diotima”, de la que aprende el joven el ars amandi; o por su apariencia de viaje (aunque sea interior) con
sus aventuras y desencuentros (sus secuestros, violaciones, piratas, comerciantes
marinos, obstáculos, pruebas de iniciación…) y por los demás elementos propios
del género. Corno en el cuento, observarnos en este tipo de novela unos mandatarios
y héroe-víctimas; unos antagonistas agresores; y unos
personajes auxiliares, benefactores o donantes mágicos. Y un objeto
mágico, aunque, naturalmente, racionalizados y enraizados en un contexto
conocido para el lector. La misma zampoña deja de ser instrumento para ser una
preciada reliquia divina con un poder mágico de armonizar la natura. Estas
novelas de amor se basan en una búsqueda (erótica en este caso, de un
amante por parte del otro) con las variaciones de unos
obstáculos. Otras
novelas de amantes y aventuras tienen esta parte del viaje y las aventuras más
acentuadas, pero ¡para no salir de su pueblo les ocurren muchas cuitas!
También hay una búsqueda de
identidad, por parte de los
personajes, que les lleva a una búsqueda o aproximación a sus orígenes, evidente
cuando ambos reclaman conocer a sus verdaderos padres. La misma región de
Lesbos, ante la amenaza de una guerra y de una metrópoli que no solo les
va a colonizar físicamente sino a aculturizar su superestructura
ideologica, su tradición y costumbres culturales, y por eso buscan para
reafirmarse sus señas de identidad y autonomía. Es propio
de la novela frente al cuento la descripción pormenorizada del viaje, y
el mayor desarrollo de las técnicas compositivas y narrativas. Las
primeras explican cómo está construida la intriga, y se basan en la repetición
y sus tipos, recapitulación, paralelismo, contraste, técnica alternante,
estructura circular y climática. A ellas hay que añadir el encadenamiento
o técnica de enhebrado y el encuadre. (Todas las historias encuadradas en una historia como marco central
que sostiene y es sostenido por los otros frescos descritos.) Las
técnicas narrativas afectan al modo en que el lector percibe la intriga. A lo
largo del ciclo de aventuras del héroe-víctima, frecuentemente la
heroína, se suceden secuencias episódicas del tipo peligro-auxilio, en
este caso un peligro de muerte o de boda no deseada, de las que
el protagonista se salva en el último instante por su propia astucia, por ese
plan al que ya me he referido, o por la intervención de un personaje auxiliar,
que puede ser incluso un dios. Dichas
secuencias están concatenadas y
enmarcadas en otra historia nuclear que las engloba, constituida con
frecuencia por la búsqueda que sigue a la separación involuntaria de los
amantes. Se acentúan mucho las persecuciones de los amantes por
parte de personajes agresores, así como elementos fantásticos, exóticos,
incluso con esos bárbaros comerciantes incultos de vida licenciosa, que dan un
toque especial a esta novela, que parece bastante complicada en su elaboración desde
el punto de vista de la técnica narrativa.
Este narrador omnisciente
usa y abusa de anticipaciones en la intriga,
jugando a veces con la sorpresa y el suspense en la presentación de
los hechos, alterando el orden real. La intriga
está motivada, causada (con esa
causalidad perfecta, aristotélica, sin dejar un hecho sin resolver ni
espacio a la casualidad, y todo motivo causa su consecuencia) y
adoptando una verosimilitud o una forma conocida para el lector.
Este ha de reconocer en la obra una
estricta realidad (supersticiosa de mil tipos de mitos) tanto como una escuela
de retórica. Quería aquel receptor ver repetidos unos lugares comunes y unas convenciones en cuanto a ceremonias
religiosas, fiestas y juegos sociales, una tópica descripción de personajes,
objetos, lugares, batallas, sentimientos… Profundiza en la psicología de sus actuantes
a través de monólogos, diálogos o la
introducción de escenas (en las que
la obra muestra sus partes de showing)
e intrigas secundarias que repercuten
en la principal. Crea atmósferas verosímiles
que aumentan la textura literaria del
texto. Está narrada en tercera persona,
desde una única perspectiva, aunque
ofrece la argumentación y otras historias de sus personajes y es una voz muy libre, se permite juzgarlo todo,
moralmente, y se cree sumamente omnisciente,
pero peca de poca visión de género y
de todas las limitaciones de un paradigma
teológico estrecho o de que apenas se atreva a criticar socialmente los
estamentos. Pero por ello mismo nos deja esta acción a la libertad nuestra como
receptores rellenando sus espacios vacíos
de indeterminación. Ahonda en la técnica de sorpresa, incluso predominando
el narrador omnisciente. No existe viaje
como tal, pero ambos jóvenes buscan la satisfacción de su deseo sexual con una
solución moral, económica, política-ciudadana-social como es el matrimonio que
culmina la obra, como en Aquiles y en Heliodoro. Situar el matrimonio como fin
y final de la intriga es un rasgo estructural que caracteriza a esta segunda
etapa de la obra sentimental. A veces adopta incluso un tono cómico o paródico,
pero sin abandonar la atmosfera religiosa, o al menos moral, de la obra. Además,
al ser un género clásico con sus normativas retoricas, (y toda nueva obra debía
versionar e imitar miméticamente no
solo la realidad, una naturaleza pretendida verdadera y ontológica, sino una tradición que dejaba poco espacio a la
originalidad, pues las temáticas y mitos se repetían de aedo en aedo) el reflejo de la moralidad vigente y el propósito
de ilustrar en su escolástica, como eran las academias donde practican estos
ejercicios, por obvio, no puede obviarse.
La obra abunda en estos refranes, máximas, sentencias….donde se
perciben arcaísmos de esta tradición, locuciones localistas de Lesbos, coloquialismos y jergas de los jóvenes, neologismos y extranjerismos de la
región colonizadora…; pues junto a la
función de deleitar al interlocutor
va unida la de instruir, educar en la
parte moral didáctica o escolástica. Aunque
algunos retoricos del cristianismo la concibieran solo por su parte lúdica. Se
ha señalado ya la atmosfera panteísta,
incluso teológica, que el autor quiso
impregnar visibilizando estas formas de ritual y culto a los dioses, y así
educar y moralizar al pueblo con este ejemplum
moral de cómo el amor vence, cómo hay que guardar la virginidad para el momento
adecuado, o la moraleja de este cuento de hadas arcaico de que la mayor virtud
no la da el dinero. El honor no es cuestión de sangre tampoco y no se nace
persona sino que uno ha de hacerse persona y humanizarse éticamente, por
ponernos existencialistas. Y así unos simples cabreros, por su bondad belleza y verdad logran las
riquezas físicas aparte de las interiores y espirituales que ya poseían y que
les permiten ahora lograr estas dichas exteriores. Y por ello, a su servicio,
se emplean tantas gnómes, sententias o máximas; tópos, koinòs tópos, lugares-comunes
o loci communes… pues la obra no solo
refleja tópicos en la mentalidad
griega de entonces sino las tópicas del
género de la bucólica: toda la
naturaleza es descrita como ese lugar común panteísta,
que Aristóteles describió en sus tratados de física y metafísica. Hasta nuestra
época, se ha ido presentando este locus
idílico en todas las diacronías históricas, acentuándose en el Renacimiento con
todas aquellas arcadias pastoriles,
inspiradas en las bucólicas de
Virgilio o de Ovidio, y en el barroco que tanto reflejó el mundo rural y
preindustrial de los serranos y
campesinos pobres. Fue temática natural en el romanticismo, que también recoge
de la novela sentimental griega su tópica
en torno al eros y amor fatuo.
Por eso se hacen también varios enkómion,
encomio del amor en primer lugar, de la naturaleza en segundo, de los
personajes no avergonzados de su “clase” social y de las virtudes morales: se elogia
la belleza y su búsqueda; la verdad venciendo sobre las falsedades y las
artimañas de los pretendientes y antagonistas; y el bien como esa idea máxima que
coronaba el sistema de Platón, pues así lo había recogido Longo de una
tradición presocrática, sofistica y platónica. Es por tanto la obra una gran elegía y oda amorosa, a los dioses, a
los bienes o valores éticos….se hace un psógos, o vituperio del mal, de la estupidez humana, se censura las vidas
licenciosas de borrachos de los personajes burgueses, de la homosexualidad censurada
de aquel servidor del rey. Hay una súnkrisis, comparación entre dioses y mortales, entre la naturaleza, con los
sentimientos y por ello la obra emplea tantas figuras estilísticas como metáforas,
metonimias, comparaciones, símiles…e incluso ejemplum y licencias poeticas. Y la ethopooía, prosopopoiía, etopeya o prosopopeya de lugares, objetos
o animales a los que se atribuyen cualidades humanas, a los que se les re
encanta con el pneuma de un mortal, y
a la vez con los sublimes valores y virtudes de un dios, su bonus.
Y se logra a través de ekphrasis,
o descripciones de estos ambientes rurales, de estas introspecciones psicológicas de los personajes que asumen una
personalidad propia, una psique como
las que Aristóteles describía en sus tratados de psicagogia (ethos y pathos, la parte determinada y la libre
condicionada socialmente de nuestra sique;
el ethe o el carácter consciente, el
pathe o las emociones subconscientes e instintos inconscientes y las praxeis, praxis o prácticas de acciones
humanas.) Manuales que hoy calificamos, sin temblor de dudas, de psicológicos.
Y en este sentido, por seguir con
los grandes maestros griegos; los personajes son pintados mejor que como somos
los humanos en la realidad, acentuando la virtud de estos seres más parecidos a
los dioses que a las cabras.
Aunque no dejan de ser estereotipos o tipos o mascaras ya
trazadas con unos rasgos en coherencia y
decoro con su situación social, económica, política, cultural, y que
incluso hablan según su procedencia rural y geográfica (con sus ruralismos, regionalismos, localismos ya
que están muy vinculadas a la historiografía local, en este caso de la región
de Lesbos, reflejando su costumbrismo
tradicionalista cotidiano a través de la descripción de su folclore popular, sus ritos y usos sociales, unas señas de identidad de unas regiones que
sufrían la amenaza de colonización y querían reafirmarse en sus rasgos
propios que solo a partir del XIX
podemos tildar de “nacionalistas”; una búsqueda de identidad y aproximación al origen local como emancipación.) Y así
la naturaleza es un habitáculo social y un cuarto interior para los
protagonistas amantes. Asistimos a este micromundo
formado en la diegesis como auténticos
voyeurs, entrometiéndonos en un
entorno de privacidad natural e intimidades compartidas por estas figuras
clásicas del amante y el amador, analizadas en El banquete de Platón. Ella asume el rol pasivo de filerasta o erotos amado y él uno activo
de pederasta o erotómano amante, solo
por haber nacido con este género uno se convierte en el amador feo, falso y malo que aspira a la
plenitud que le aporte el ser amado con las virtudes que le faltan y a las que
aspira.
Esta forma de concebir el hecho amatorio, está relacionada con el
recurso de la Progumnásmata quizá más importante de su obra: su
apariencia de thésis, de tesis, con que esta obra nos regala su moraleja
final, y nos permite asistir al latido de su filosofía interior. Aunque aparece
por toda la obra; se la ha guardado a modo de conclusión, de síntesis dialéctica (existían muchas
posturas divergentes sobre el orden en que estos Progymnasmata debían leerse y ejercitarse por parte de los
retoricos.) Pero no nos la
impone inductivamente como en la
novela behaviorista o conductista del
realismo (la novela de tesis) sino
que, argumentando y narrando y describiendo, deja la obra que nosotros sus
receptores llegamos a idénticas conclusiones a las que pretendió el autor, a
través de descripciones y acciones. La obra, aunque en su mayoría se cuenta en telling, tiene partes importantes de showing, sobre todo en estos discursos y
partes con modos dialógicos; en las
que como en una tragedia griega son los propios personajes los que se presentan
a sí mismos y actúan para que nosotros asumamos las ideas del autor implícitamente, sin que sea evidente esa
intención pedagógica que restaría su otro
ánimo de entretener, de deleitar.
Si
fuera totalmente digresiva y reflexiva nos habría distraído de la trepidante
narratividad de sus acciones, concatenadas
en causalidad aristotélica: cada acción obedece a su causa, con un efecto.
A veces las acciones las producen fenómenos
físicos y humanos y otras acciones de la naturaleza o intervenciones divinas y noumenicas. Esta causalidad (aunque haya acciones que
obedezcan a la causalidad y al azar y otras que obedeciendo a ella se presentan
como designios divinos) viene representada por ese Destino adverso, Moira Fatuo, Sinó, un Hado fatal o benefactor del
que no pueden escapar los personajes, ya desde su nacimiento. Todo está trazado
por los dioses y las parcas de la muerte, esa especie de viejas gorgonas oscuras,
tejiendo y destejiendo, cortan el invisible hilo de nuestras vidas mortales,
finitas. El Carpe Diem de esta obra
no tendría sentido sin el acecho constante de la muerte susurrando tétricamente
su presencia constante. Por ello; no debemos ofender en demasía, con nuestra hybris y transgresión, a las alturas;
sino por el contrario obrar virtuosamente, amándonos los unos a nosotros como nos
aman los dioses. Y es lo que no dejan de hacer estos amantes. Este sería el
sentido más profundo de la obra: si actuamos con virtud y amamos, el amor y la
vida nos premiará, en correspondencia, con su victoria.
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Apuntes
de Elena Macua Martínez, Milagros Quijada Sagredo, María J. Soler García y M.
Elena Redondo Moyano.
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