miércoles, 3 de abril de 2019

El Yo y del Testimonio del franquismo en Nada de Laforet.


El Yo y del Testimonio del franquismo en Nada de Laforet                                           


1) Testimonio de un yo (autoficción confesional, ficcionalización de una realidad vivida. Lo autobiográfico está muy relacionado con el testimonio, más con el de una vida individual que con el social.) Retrospectivo. Con una subjetividad original, sincera en todo momento. Busca la verosimilitud, pero al no poder gestionar la emocionalidad de lo padecido, la traiciona y el relato mimético se vuelve su versión subjetiva y una diegesis o ficción. Esta voz interior del Yo se alza portavoz de la voz exterior del Otro, aunque no lo afirme explícitamente. La novela social está en auge en la época en que Laforet escribe, influida por el realismo socialista, el materialismo dialectico histórico (marxismo) y socialismo pero Laforet nunca quiso escribir en este estilo que adolece de cierto proselitismo “panfletario”. Yo también opino que no hay forma mejor de criticar la alienación, enajenación, desfamiliariacion, desarraigo, despersonalización, alteridad y deshumanización que con un relato del yo experiencial (y en esta obra además existencialista.) Pero no testimonia un informante o un intermediario directamente (aunque los tendría) sino el testigo que los ha vivido (asumimos que Andrea es Carmen o una versión de su yo muy similar, quiera o no Carmen serlo.) El único intermediario entre ese yo y un nosotros lectores es la literatura. Podemos enlazar algún aspecto de esta perspectiva interior del narrador (más sentimental y espiritual que intelectual) con la Crónica sentimental de España de Montalbán y Usos amorosos de la posguerra de Gaite, en especial el cap. “la chica rara de posguerra.” 

2) Testimonio heroico de un viaje de bildursroman, (un viaje de diáspora exterior, de éxodo rural y de desplazamiento y exilio interior. Expulsión bíblica del paraíso. Huida del infierno (de sí misma, de la parrilla del Otro.) De Canarias por Barcelona a Madrid, migrando por su conflictivo devenir interior.  

3) Testimonio de un tiempo real (cronológico, época histórica) en coherencia con un tiempo simbólico (cartografía sentimental de un narrador subjetivo en primera persona, desde una perspectiva femenina -feminista y adolescente. Es el elemento romántico. Y la obra más propia de esta corriente será el melodrama sentimental, que es una forma de calificar esta prosa poética dialógica y la forma más propia para un testimonio según Gómez Borrego “pues conecta el inconsciente individual y colectivo con la historia.” Con ese “ser histórico” que Laforet, tras leer a su filosofo favorito (Heidegger) quiere ser, sin por ello anular su ser individual y subjetivo. (Por eso rechaza escribir novela social al modo de su amigo Ferlosio, al que hay que mencionar porque acaba de fallecer y quien siempre se arrepintió de ese Jarama, que es una obra maestra, pero “lo esperado y sin originalidad por mi parte” según su autor.) 

Por otro lado; realiza una topografía de la miseria y una radiografía del horror, en esta época, y los topógrafos o médicos pretenden ser objetivos, pero a esta narradora se le hace difícil el distanciamiento sicoafectivo que permita un sereno pensamiento crítico para juzgar la realidad. No obstante, lo intenta; acudiendo a los principios de racionalidad y realidad (Freud) y jugando por tanto con los aspectos realistas que denotamos en esta obra de carácter dualista, como la propia vida.) Pero esa voluntad mimética es constantemente traicionada por la fantasía de la autora-protagonista, por el lirismo de sus descripciones, o simplemente lo vemos en las pesadillas que a modo de shocks emocionales atormentan a Andrea o cuanto le cuesta dormirse, negándose la realidad así misma, en acting out, en una relaboración de la herida recreándose a veces en el dolor y en su condición de víctima (en la vida soy una mera espectadora, solo soy una huérfana, es lo que se espera de una mujer etc.) o racionalizando el trauma, evadiéndolo con fantasías literarias…  En esos momentos nocturnos aprovecha para escribir el diario.

Tiempo cronológico (pero indefinido: meses, semanas, días, no concreta qué día o momento narra, las horas se hacen eternas cual infierno. Un anti-kairós) en paralelismo y oposición con el tiempo estacional y el cronos emocional (de la inocencia al trauma del conflicto y de ahí evoluciona a su superación en una sublimación relativa (el valor terapéutico de un testimonio, y del pensamiento como farmacum del alma.) Es el tiempo dinamico de todo viaje de maduración.) El conflicto evidente de la época es la guerra y sus efectos en la posguerra, pero hay pocas alusiones directas. Me sorprende la referencia de la tía a “los rojos”, tema intocable asociado al demonio. Pero el testimonio de las consecuencias bélicas protagoniza en la sombra toda la sombría obra. La autora no se posiciona políticamente, al menos no deja verlo así el escritor implícito que late en la obra (nunca ha escrito de forma proselitista por mucho que simpatizara con el exilio y el comunismo.)No toma una postura izquierdista sino simplemente humanista, o mejor dicho: humana, la que cualquiera de nosotros siendo las victimas adoptaríamos por pura supervivencia instintiva como especie. 
Hay victimismo en este testimonio, ¡claro!, el propio de una víctima que además ha asumido interiormente las virtudes asociadas al catolicismo, esa “moral de esclavos” a juicio de Nietzsche (modestia, timidez, recato, sumisión, falta de autoestima, sacrificio, autoinmolación del tío o de la protagonista negándose la vida…culto al místico estigmatizado, al mártir flagelado, al chivo expiatorio o victima socrática al logos, ese cristo prácticamente dejándose matar, ese soportar la cruz con estoicismo cristiano, esa cantinela constante de misa de sois indignos, indignos interiorizada por el fiel en su histeria de fe, perdón y redención según sicoanalizó Freud…) y a los valores morales impuestos a la mujer en ese contexto. Esa modestia del narrador, por no decir esa pésima autoestima, contiene el patetismo emocional: no quiere resultar extravagante su discurso ni desbordarse en sentimientos o reproches intelectuales por argumentadas que pudieran estar y llenas de razón (no quiere dar la nota cara al servicio de lectura, ósea censura ni quejarse demasiado) Ha asumido interiormente el sufrimiento estoicamente y sin espacio a la queja por la queja (este reproche sin motivo muchas veces corre a cargo del resto de personajes que se pasan la novela acusándose y echándose  los trastos entelarañados a la cara los unos a los otros, en redecillas como a las que dio lugar la contienda civil y en las que la autora no quiere involucrarse, y de ahí que no se refiera directamente a la guerra, además de por la evidente censura y autocensura, pues su propósito es superar el trauma del presente y pensar más en el futuro liberador.) Se testimonia la época no como lo haría un historiador (con datos, fechas…) sino de forma literaria, estética, pretendidamente fenomenológica, ontológica, naturalista, “realista”, verosímil, mimética, sin idealización y en todo caso la distorsión no es de un idealismo positivo sino que se trata de una demonización romántica, la propia de la novela gótica y el relato de terror: Personaje mefistofélico (Román), casa dantesca, ciudad de Barcelona donde “no hay peor infierno” según Angustias, calles laberínticas opresivas….el mar y el campo como evasión. Las Islas Canarias en el rememoro de un paraíso infantil.  Cielo/ infierno (estructura de la obra paralela a La divina comedía de Dante. Fe católica escéptica de la autora)  

4) Testimonia la nadería de la banalidad del mal, donde “no pasa Nada” salvo la dura posguerra, lo intrascendente que trasciende, lo fantástico dentro de lo diario, el “surrealismo cotidiano”; y lo consigue con figuras y recursos retoricos muy sensoriales (sobre todo visuales) basados en la oposición antagónica (dualismos, estructuras paralelas de oximorones, paradojas, contradicciones…), un dualismo romántico que viene del dualismo platónico. Esta oposición en guerra dual provoca el extrañamiento y la desfamiliariacion, ya que además se trata de una familia “que por raro azar hasta se creen pertenecientes a la misma familia” ironiza Andrea. La huérfana se desfamiliariza de esta familia peor que la de Panero (Pierre Bordiú opina que no hay nada más funerario que un álbum familiar: con unos seres vivos fosilizados en una imagen estática.) La familia, al ser junto a la fe, las estructuras que más afectan directa e íntimamente al ser humano, pueden ser los peores instrumentos represivos, oprimiendo la salud sexual, espiritual, afectiva, mental.) Y en este dualismo en guerra siempre prevalece lo negativo:

5) DUALISMOS de la obra: El yo (una víctima por dentro muy fuerte, más de lo que cree) frente al infierno del Otro (con sus corazas débiles). La oscuridad sobre la luz. La noche frente al día. La suciedad ante la limpieza (física/moral) La maldad sobre la bien (hay buenos y malos muy definidos en esta obra, víctimas y verdugos: brujas buenas como Gloria, brujas malas como la inquisitoria Angustias, muchos demonios y fantasmas, el hada buena de Ena, “la madre Nieve” de Margarita…personajes donantes o auxiliares; antagonistas, la heroína; maestras concretas y la vida como la más importante docente.) Me ha encantado toparme en el artículo de Gómez Borrego con la verdad de que aunque existan muchos tipos de fantasmas también hay muchas formas de lidiar con ellos. Laforet, piense lo que piense su biografia, siempre quiso enfrentarse a los problemas y no huir de sí misma. (No sé si me la creo.) El infierno terrenal sobre el cielo (que ya solo es recuerdo del pasado o ensoñación al futuro.)  El pasado se refleja en la antigüedad de los muebles y la vejez de los familiares más gerenios, que no son como los recordaba, sobre un presente que no se quiere sufrir, una muerte en vida. Lo frio (la ducha, la gélida hipocresía, las noches, el invierno, la propia ciudad, la catedral nacional-católica…) sobre lo caliente (las islas, el afecto materno y el amor añorado…) aunque el infierno también tiende sus llamas de un calor opresivo, el pueblo (“buen salvaje”) sobre la ciudad “civilizada” pero infernal. La infancia idealizada sobre unos adultos hostiles prestando especial atención al aspecto de la inocencia que comparte con Gaite y Matute. Sentimientos siempre negativos y romántico- existencialistas (desolación, angustia, desesperación…) y las emociones positivos llegan solo cuando conoce a Ena y a su familia. La locura (del tío y la época) frente a la cordura, (aunque sobre esta siquiatrización de la diferencia emocional como un problema psíquico habría mucho por hablar, ósea por deconstruir)                                                                                                                                    

El terrible silencio e incomunicación frente a una hipocresía, gritos y cinismo/sarcasmo rechazados. La abstracción intelectual y el mundo de la fantasía como única vía de escapar a la dura realidad en su “quijotismo bovarista” (referencias a libros, el episodio del cuento de hadas de cenicienta con su pretendiente rico de la universidad… ¡cuánta importancia dan las tres narradoras a la musa Eikasia! Es una forma de “olvido del presente”, como opina Josebe Martínez. Y esta desmemoria no solo fue una estrategia del régimen para edulcorar con eufemismos su dictadura y enmascarar la realidad; sino que se vieron obligados a este forzado “pasar página” del día sufrido cada noche al acostarse quienes lo vivieron y además pasaban la página sin querer leerla. Incluso, entrada la democracia, no quiso hablarse del trauma franquista hasta pasado un tiempo de duelo. Yo no lo llamaría “un pacto de olvido”, como lo denomina Laura Gómez Borrego sino “una imposición al olvido”, (igual que es cínico hablar de un pacto feudal agrario en el teocentrismo medieval, porque no fue un contrato social al modo de Rousseau sino un sistema impuesto que determinaba el mismo nacimiento y la sangre.)                                                           

Realismo de la monotonía, aparente relato costumbrista, con lenguaje sencillo, pretendidamente mimético, ahogando un grito de dolor romántico. La Nada es la protagonista: insiste en que solo trascurre lo anodino, pero suceden hechos fantásticos o que al menos trascienden lo rutinario y habitual. Estatismo/dinamismo. La inercia del movimiento sin sentido (el vagar, el vagabundeo). Esos días pesando” contradicen una nada que como tal no podría pesar.    Las nadas, lugares vacíos de la obra, espacios de indeterminación (esa relación con su tío podía esconder algo más negado en acting out/ y lo mismo con la verdadera profesión de su tía que no podía contar en ese tiempo/ el estado presente de la narradora; sí ha superado y sublimado el trauma al madurar o se ha atrapado en el trauma que testimonia, obviando que se trata de una autoficción nunca reconocida así por Laforet.) Esos lugares vacíos son olvidos intencionados, desmemoria forzada.  El vacío, mensaje existencialista, incluso nihilista, de la obra. Un “teatro del absurdo” o más bien “una absurda farsa”
La vida es un relato lleno de ruido y furia que nada significa contado por un idiota. (Como el sordomudo de El ruido y la Furia, por eso se abre con esta cita de Shakespeare. Pero también como Franco, quién guardaba mucho parecido con el personaje subnormal de Faulkner.)                       

La pesada y grave nada con breves momentos de frivolidad con sus amigos intelectuales de “Insoportable levedad del ser”, diría Kundera, quien testimonió La primavera de Praga. La muerte siempre presente sobre una vida que no se quiere vivir. (No solo por el suicidio de Román o por tanta víctima de la guerra, sino porque la misma protagonista vive evadiéndose, fantaseando, negándose la realidad, huyendo de sí misma.) Y la opresión frente a la libertad que, por obvio, no debe obviarse.    
6) Testimonio del mundo intelectual de posguerra a través de sus amigos de universidad, reflejo de la generación del 50, pero más nítido en Esperando el porvenir de Gaite. (Acaba de morir Ferlosio.) Mundo urbano atrasado y ruralista, machista incluso entre esta clase intelectual. Tratamiento metaliterario por el que podemos intuir influencias, referencias y un mínimo reflejo del mundo cultural de la época. También intuir el musical y pictórico a través de Román y Juan. El testimonio de la religión católica que una cristiana desde su bautismo no comprende a través del fanático retrato de su tía. (Tener en cuenta que la obra está escrita antes que La mujer nueva. Y en una juventud más rebelde.) Una moral heterónoma represiva frente a una ética autónoma y racional de emancipación personal (feminista, humanista, existencialista) y social (izquierdista.) He diferenciado “moral” que etimológicamente viene de las normas y costumbres sociales romanas (mors moris) de “ética”, que viene del griego “ethos” – libertad-, la parte de la sique más racional y libre. Contrapuesta al pathos en esas partes deterministas del inconsciente (los instintos animales heredado) y condicionadas socialmente del subconsciente (lo aprendido culturalmente.) Por ello, Laforet propone una ética autónoma (que Kant distinguió de la moral heterónoma, la que te dictan otros, una autoridad moral externa, y no brota de tu razón personal e imperativo categórico.)   

7) Queja (mejor que testimonio) por la condición de su género (Andrea, Gloria, Ena, la madre de Gloria, la abuela añorando el abuelo, hasta la tía cuya moral se riñe con su sexualidad y sentimientos amorosos) y por el desconocimiento de su sexualidad (todo el sexo que se refleja en la obra es un casto “beso”, más soñado que real.) Ella personifica la mujer de carrera (Filosofía y letras) Esta heroína cotidiana trasgrede en hybris la convención del ama de casa, diría Betty Friedman en Mística de la feminidad.  Y el eterno femenino del ángel del hogar (poema recogido por V. Woolf en su Habitación propia), y la del ángel de La morada de Dios (su tía en el rol de Doña Inés o Sta. Teresa). El feminicidio aquí consiste en asesinar a la mujer real elevándola teóricamente a un esencialismo abstracto de Dulcinea, pero ¡que Urania siga recogiendo trigo y haciéndonos la cena! Subalteridad y Múltiples esclavas en todos los personajes femeninos. Esclava doméstica o esclava del señor eran los dos únicos roles performativos permitidos. El concepto de “perfomatividad” es de Judith Butler haciendo una deconstrucción del género, siguiendo a Derrida. El de “alteridad” lo manejaba Simone de Beavouir, pero sí añadimos un “sub” queda mejor definido, pues la alteridad indica simplemente la relación con la Otroidad, y hay que precisar que esta relación era de subordinación y alienación. Donde la mujer era Lo otro, (ni siquiera “la otra” como en la copla): el segundo sexo, y solo tenía sentido sí se anulaba y fundía en El Uno masculino.   

8) Testimonia desde el dolor su clase social destinada a la paupérrima miseria que contrasta con la también pobreza de esta familia adoptiva arruinada (también hay clases y clases entre pobres.) Su orfandad y ausencia materna con sus morriñas de Canarias y recuerdos de infancia. Su soledad, con la crisis existencial propia de adolescente y propia del ser humano. Además enfrentado en una lucha generacional y lucha por la vida barojiana. Gloria se enfrenta a otra guerra: las dos voluntades de poder del cruel amor pasional, el masoquista necesita su sádico y solo en este conflicto personal ya refleja las víctimas y verdugos de la época.

9) El personaje tiene condición de extranjero, de emigrante, pues viene en su éxodo rural de Canarias, que está física y culturalmente fuera del espacio de la península (como un exiliado) y que además se define constantemente de vagabundo (“el vagar” entendido como un viaje cotidiano, pero que a diferencia del “paseo” lleva una connotación de nerviosismo, perdidas en laberintos físicos y mentales, confusión y dispersión. La misma autora se define siempre “trotamundos, cosmopolita…)

10) La introversión de la autora-protagonista es una huida de sí misma, pero no hacía sí misma, sino escapando de este interior y en el fondo es una extroversión gritando el auxilio de su receptor. Y así testimonia; en forma de lamento sereno, lírico y contenido; su frustración en esa búsqueda constante de afecto en un mundo familiar y académico que la rechaza (ese “ajuste de cuentas” de la propia narradora con su familia aunque le espere luego un “matrimonio feliz” lleno de hijos y una fama agobiante que cree no saber corresponder creativamente). Nótese la marginación a su Differance, “rareza” de un personaje desesperado por agradar y adaptarse: estudiar la carrera permitida a una mujer, asimilar la realidad, aceptar a esta familia que le da “posibles.” Ella no llega a ser una “refugiada política” pero sí una “refugiada familiar” que debe estar agradecida con la “familia de acogida” que le ha prestado “cristiana caridad.” Incluso tanto el personaje como la propia autora escribe este diario esperado en una mujer. Y hay que hablar más de marginación de auto marginalidad o introversión elegida. También testimonia (connotativamente: quejándose tímidamente) la educación del régimen (Sección Femenina, labores de costura y cocina).

El testimonio del horror se traslada a los demás personajes que le cuentan su vida (sobre todo Gloria, testimoniando unos malos tratos como en los programas de testimonios de televisión actuales.) Todos estos personajes tienen problemas psicológicos (y de un retrato introspectivo casi psicoanalítico no escapa ni la criada.) Hay que advertir que todos son aspectos vitales y que todos, en Andrea y en los demás personajes, pertenecen al reino del pathos, son deterministas, no elegidos en su voluntad, la voluntad solo empieza a actuar cuando conoce a Ena y la posibilidad de huir, pero de verdad y no en la fantasía. Y por supuesto, una vez testimoniado ese tiempo involuntario que además es social, compartido, asimilado como unas interiores “señas de identidad” (Goytisolo) nacionales y sociales (las víctimas de un conflicto buscan enraizarse en una tradición que pueda abrir la esperanza de un futuro, en una colectividad con otras víctimas o que empatice con su dolor. Aproximación al origen, diría Paniker, para reconocer un pasado y así soñar el futuro. Descolonización de una “cultura” franquista hegemónica, desterritorialización aboliendo las fronteras físicas y emocionales, pero esta destrucción implica la construcción de un nuevo espacio y tiempo de independencia, a nivel social, individual, con su necesaria re-construcción de límites, aperturas y puentes interculturales. Por eso, de nuevo, lo resume todo “deconstrucción.”) La obra testimonia una realidad compartida por la mayoría de este país en aquel momento. Una voz personal, hipersubjetiva que, sin embargo, se alza portavoz de las mujeres (incluso hombres) que sufrieron esta época oscurantista. Somos testigos de un planteamiento individual y familiar reflejado como un documento de la vida pública. Reseña Gómez Borrego que puede trascender el testimonio individual en colectivo. Andrea se hace paradigma de la mujer y la España reprimida. Es por tanto una obra coral la que habla, se queja, en la obra a través de una voz muy individualizada y subjetiva.  

11) Es un testimonio retrospectivo. La posproducción de una vida entraña siempre una modificación del marco espacio-temporal, de su situación personal y entorno social, de su propio estado psíquico y sentimental, lo cual acrecienta el sentimiento de pérdida y ruptura. La memoria distorsiona emocional, intelectualmente, este rememoro de un tiempo perdido, ese “cualquier tiempo pasado que nunca fue mejor” (salvo su niñez, pues allí sitúa su felicidad perdida. Es el tema del paraíso recobrado del jardín de infancia de En busca del tiempo perdido de Proust, influencia simbólica en la obra) La memoria devasta y reconstruye las ruinas interiores (resumidas ambas palabras en el término de Derrida deconstrucción.)
Esta deconstrucción es una reescritura de la realidad, y en concreto una contraescritura, un contradiscurso. Escribiendo revive así el dolor sufrido, pero cada vez que resucita estos demonios de Dostoievski los mata un poco más. (Algún clásico definió la escritura como “memoria que perdura”, y sin duda lo hace, pero perdura de forma diferente en cada diacronía histórica de la sociedad, en cada receptor subjetivo y en cada momento vital de esa persona lectora. La vida es “eterna mientras dura” y mientras dura nunca es igual, nunca nos bañamos dos veces en el río de Heráclito.
No sólo ha cambiado el curso y afluentes del país sino el fluvial del personaje. Ya no son las mismas aguas. Además de la distorsión del recuerdo; la mimesis fracasa por la insuficiencia y sobreinterpretación lingüística. Y escribo “sobre interpretación” y no “mal interpretación” para que no se me sobreinterprete. No podemos creer a estas alturas en “buenas y malas lecturas”, y estamos “Más allá del bien y el mal” cristiano concibiendo este dualismo moral de forma tan esencialista como una negación del placer y un culto sadomasoquista al dolor, una recreación patológica que, además de suicida, fue asesina.  El mismo Nietzsche que se planteaba una ética placentera para la colectividad al modo entendido por los epicúreos y hedonistas; como filólogo se cuestionaba a esta “vieja hembra engañadora de la gramática” (quizá la insultaba así recordando la metáfora de Eva ofreciéndole a Adán la manzana logos a través del ardid de la palabra logos.)  Como diría Angelina Muñiz “Quien relata, preserva. Quien relata, inventa. Llega un momento en que el exiliado (léase escritor) solamente inventa.”  

12) Testimonio de la esperanza y la utopía: la familia de Ena son esos personajes donantes o benefactores, que la ofrecen una salida oxigenada a la casa familiar. O la relación sana de Ena con su chico. La promesa de un Madrid literario y con trabajo; las descripciones luminosas por el día y en épocas primaverales; el mar; las breves salidas campestres; las islas; la infancia; la fantasía; las noches de ensueño introspectivo; el deseo de libertad y democracia; las aspiraciones personales; las promesas del amor; el sueño del triunfo de una literata (que se logra): este diario, esta obra, la literatura como lugar de acogida del exiliado aportando un espacio propio, autónomo y cariñoso. El destino de cada individuo-ciudadano del país y de esta obra tan individual (-ista) en lo universal, como diría Ortega, aunque este franquismo lo sobreinterpretara también en su discurso falangista de “una España en lo Universal” y como dirían en la película Toy´s Story: ¡Hasta el infinito y más allá! Y sobre todo la esperanza del lector compartiendo este su testimonio, porque es más que un testimonio histórico o literario: es una voz humana la que ha hablado y llorado. H. Arendt diría que tras el holocausto queda el lenguaje o la literatura. Yo diría que queda algo mejor: el ser humano. (Los que quedaran.) “¿Los que ganaron la guerra perdieron la historia de la literatura?” Preguntaba el periodista Javier Rodríguez Ramos al catedrático José Carlos Mainer, según cuenta en su artículo Josebe Martínez. No lo tengo tan claro: porque ahí quedan obras como el Marcelino Pan y vino (una mala obra) o Madrid de corte a checa (una obra con más calidad) abiertamente nacional-católicas. Lo que sí tengo muy claro es lo mucho que le “jodió” a Cesar Ruano no ganar el Nadal. No habían montado una guerra para esto. Para crear belleza desde el testimonio del dolor.

A modo de bibliografía: Me ha ayudado más el artículo de Josebe Martínez, y sus clases, que el de Laura Gómez Borrego. (No lo digo por un vano halago a mi profesora que es quien lo ha escrito, sino porque el escrito de Borrego refiere más a piezas cinematográficas documentales.)



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