El Yo y del Testimonio del franquismo en Nada de Laforet.
1) Testimonio de un
yo (autoficción
confesional, ficcionalización de una realidad vivida. Lo autobiográfico está
muy relacionado con el testimonio, más con el de una vida individual que con el
social.) Retrospectivo. Con una subjetividad original, sincera en todo momento.
Busca la verosimilitud, pero al no poder gestionar la emocionalidad de lo padecido, la traiciona y el relato mimético se
vuelve su versión subjetiva y una
diegesis o ficción. Esta voz interior
del Yo se alza portavoz de la voz exterior
del Otro, aunque no lo afirme explícitamente. La novela social está en auge en la época en que Laforet escribe, influida
por el realismo socialista, el materialismo dialectico histórico (marxismo) y
socialismo pero Laforet nunca quiso escribir en este estilo que adolece de
cierto proselitismo “panfletario”. Yo también opino que no hay forma mejor de
criticar la alienación, enajenación,
desfamiliariacion, desarraigo, despersonalización, alteridad y deshumanización que
con un relato del yo experiencial (y
en esta obra además existencialista.)
Pero no testimonia un informante o un
intermediario directamente (aunque
los tendría) sino el testigo que los ha vivido (asumimos que Andrea es Carmen o
una versión de su yo muy similar, quiera o no Carmen serlo.) El único
intermediario entre ese yo y un nosotros lectores es la literatura. Podemos
enlazar algún aspecto de esta perspectiva interior del narrador (más
sentimental y espiritual que intelectual) con la Crónica sentimental de España de Montalbán y Usos amorosos de la posguerra de Gaite, en especial el cap. “la chica rara de posguerra.”
2)
Testimonio heroico de un viaje de bildursroman, (un viaje de diáspora
exterior, de éxodo rural y de desplazamiento y exilio interior.
Expulsión bíblica del paraíso. Huida del infierno (de sí misma, de la parrilla del Otro.) De Canarias por
Barcelona a Madrid, migrando por su conflictivo devenir interior.
3) Testimonio de un
tiempo real
(cronológico, época histórica) en coherencia con un tiempo simbólico (cartografía sentimental de un narrador subjetivo en
primera persona, desde una perspectiva femenina -feminista y adolescente. Es el
elemento romántico. Y la obra más propia de esta corriente será el melodrama sentimental, que es una forma
de calificar esta prosa poética dialógica y la forma más propia para un
testimonio según Gómez Borrego “pues
conecta el inconsciente individual y colectivo con la historia.” Con ese
“ser histórico” que Laforet, tras leer a su filosofo favorito (Heidegger)
quiere ser, sin por ello anular su ser individual y subjetivo. (Por eso rechaza
escribir novela social al modo de su amigo Ferlosio, al que hay que mencionar
porque acaba de fallecer y quien siempre se arrepintió de ese Jarama, que es
una obra maestra, pero “lo esperado y sin
originalidad por mi parte” según su autor.)
Por
otro lado; realiza una topografía de la
miseria y una radiografía del horror, en esta época, y los topógrafos o
médicos pretenden ser objetivos, pero a esta narradora se le hace difícil el distanciamiento sicoafectivo que permita
un sereno pensamiento crítico para juzgar la realidad. No obstante, lo intenta;
acudiendo a los principios de
racionalidad y realidad (Freud) y jugando por tanto con los aspectos
realistas que denotamos en esta obra de carácter dualista, como la propia vida.)
Pero esa voluntad mimética es constantemente traicionada por la fantasía de la
autora-protagonista, por el lirismo de sus descripciones, o simplemente lo
vemos en las pesadillas que a modo de shocks
emocionales atormentan a Andrea o cuanto le cuesta dormirse, negándose la
realidad así misma, en acting out, en
una relaboración de la herida recreándose a veces en el dolor y en su condición
de víctima (en la vida soy una mera espectadora, solo soy una huérfana, es lo
que se espera de una mujer etc.) o racionalizando el trauma, evadiéndolo con
fantasías literarias… En esos momentos
nocturnos aprovecha para escribir el diario.
Tiempo
cronológico
(pero indefinido: meses, semanas, días, no concreta qué día o momento narra, las
horas se hacen eternas cual infierno. Un anti-kairós) en paralelismo y oposición con el tiempo estacional y el cronos emocional (de la inocencia al trauma del conflicto y de ahí evoluciona a su superación en una sublimación relativa (el valor terapéutico de un testimonio, y del pensamiento como farmacum del alma.) Es el tiempo
dinamico de todo viaje de maduración.)
El conflicto evidente de la época es la guerra
y sus efectos en la posguerra, pero hay pocas alusiones directas. Me sorprende
la referencia de la tía a “los rojos”, tema intocable asociado al demonio. Pero
el testimonio de las consecuencias bélicas protagoniza en la sombra toda la
sombría obra. La autora no se posiciona políticamente, al menos no deja verlo
así el escritor implícito que late en
la obra (nunca ha escrito de forma proselitista por mucho que simpatizara con
el exilio y el comunismo.)No toma una postura izquierdista sino simplemente
humanista, o mejor dicho: humana, la que cualquiera de nosotros siendo las
victimas adoptaríamos por pura supervivencia instintiva como especie.
4)
Testimonia la nadería de la banalidad del mal, donde “no pasa Nada” salvo la dura posguerra,
lo intrascendente que trasciende, lo fantástico dentro de lo diario, el “surrealismo
cotidiano”; y lo consigue con figuras y recursos retoricos muy sensoriales
(sobre todo visuales) basados en la oposición
antagónica (dualismos, estructuras paralelas de oximorones, paradojas, contradicciones…), un dualismo romántico que
viene del dualismo platónico. Esta oposición en guerra dual provoca el extrañamiento y la desfamiliariacion, ya
que además se trata de una familia “que
por raro azar hasta se creen pertenecientes a la misma familia” ironiza
Andrea. La huérfana se desfamiliariza de esta familia peor que la de Panero (Pierre
Bordiú opina que no hay nada más funerario que un álbum familiar: con unos
seres vivos fosilizados en una imagen estática.) La familia, al ser junto a la
fe, las estructuras que más afectan directa e íntimamente al ser humano, pueden
ser los peores instrumentos represivos, oprimiendo la salud sexual, espiritual,
afectiva, mental.) Y en este dualismo en guerra siempre prevalece lo negativo:
5) DUALISMOS de la
obra: El yo (una víctima por dentro muy fuerte,
más de lo que cree) frente al infierno del Otro (con sus corazas débiles). La oscuridad sobre la luz. La noche frente al día. La suciedad ante
la limpieza (física/moral) La maldad sobre la bien (hay buenos y malos muy
definidos en esta obra, víctimas y
verdugos: brujas buenas como Gloria, brujas
malas como la inquisitoria Angustias, muchos demonios y fantasmas, el hada buena de Ena, “la madre Nieve” de Margarita…personajes donantes o auxiliares;
antagonistas, la heroína; maestras concretas y la vida como la más
importante docente.) Me ha encantado toparme en el artículo de Gómez Borrego
con la verdad de que aunque existan muchos tipos de fantasmas también hay
muchas formas de lidiar con ellos. Laforet, piense lo que piense su biografia,
siempre quiso enfrentarse a los problemas y no huir de sí misma. (No sé si me
la creo.) El infierno terrenal sobre el
cielo (que ya solo es recuerdo del pasado o ensoñación al futuro.) El
pasado se refleja en la antigüedad de los muebles y la vejez de los
familiares más gerenios, que no son como los recordaba, sobre un presente que no se quiere sufrir, una muerte en vida. Lo frio (la ducha, la gélida
hipocresía, las noches, el invierno, la propia ciudad, la catedral nacional-católica…) sobre lo caliente (las islas, el afecto
materno y el amor añorado…) aunque
el infierno también tiende sus llamas de un calor opresivo, el pueblo (“buen salvaje”) sobre la ciudad “civilizada” pero infernal. La infancia idealizada sobre unos adultos hostiles prestando especial
atención al aspecto de la inocencia que comparte con Gaite y Matute. Sentimientos siempre negativos y
romántico- existencialistas (desolación, angustia, desesperación…) y las
emociones positivos llegan solo cuando conoce a Ena y a su familia. La locura (del tío y la época) frente a la
cordura, (aunque sobre esta siquiatrización de la diferencia emocional
como un problema psíquico habría mucho por hablar, ósea por deconstruir)
El
terrible silencio e incomunicación frente a una hipocresía, gritos y cinismo/sarcasmo
rechazados. La abstracción intelectual y el mundo de la fantasía como única vía de escapar a la
dura realidad en su “quijotismo bovarista” (referencias a
libros, el episodio del cuento de hadas de cenicienta con su pretendiente rico
de la universidad… ¡cuánta importancia dan las tres narradoras a la musa
Eikasia! Es una forma de “olvido del presente”, como opina Josebe Martínez. Y
esta desmemoria no solo fue una estrategia del régimen para edulcorar con
eufemismos su dictadura y enmascarar la realidad; sino que se vieron obligados
a este forzado “pasar página” del día sufrido cada noche al acostarse quienes
lo vivieron y además pasaban la página sin querer leerla. Incluso, entrada la
democracia, no quiso hablarse del trauma franquista hasta pasado un tiempo de duelo. Yo no lo llamaría “un pacto de olvido”, como lo denomina
Laura Gómez Borrego sino “una imposición
al olvido”, (igual que es cínico hablar de un pacto feudal agrario en el teocentrismo medieval, porque no fue un contrato social al modo de Rousseau sino
un sistema impuesto que determinaba el mismo nacimiento y la sangre.)
Realismo de la monotonía, aparente relato
costumbrista, con lenguaje sencillo, pretendidamente mimético, ahogando un
grito de dolor romántico. La Nada es
la protagonista: insiste en que solo trascurre lo anodino, pero suceden hechos
fantásticos o que al menos trascienden lo rutinario y habitual. Estatismo/dinamismo. La inercia del movimiento sin sentido (el vagar, el vagabundeo). “Esos días pesando” contradicen una nada
que como tal no podría pesar. Las
nadas, lugares vacíos de la obra, espacios
de indeterminación (esa relación con su tío podía esconder algo más negado
en acting out/ y lo mismo con la
verdadera profesión de su tía que no podía contar en ese tiempo/ el estado
presente de la narradora; sí ha superado y sublimado el trauma al madurar o se
ha atrapado en el trauma que testimonia, obviando que se trata de una autoficción nunca reconocida así por
Laforet.) Esos lugares vacíos son olvidos intencionados, desmemoria
forzada. El vacío, mensaje
existencialista, incluso nihilista, de la obra. Un “teatro del absurdo” o más bien
“una absurda farsa”
La vida es un relato
lleno de ruido y furia que nada significa contado por un idiota. (Como el sordomudo de El ruido y la Furia, por eso se abre
con esta cita de Shakespeare. Pero también como Franco, quién guardaba mucho
parecido con el personaje subnormal de Faulkner.)
La
pesada y grave nada con breves
momentos de frivolidad con sus amigos intelectuales de “Insoportable levedad del ser”, diría Kundera, quien
testimonió La primavera de Praga. La muerte siempre presente sobre una vida que no se quiere vivir. (No solo
por el suicidio de Román o por tanta víctima de la guerra, sino porque la misma
protagonista vive evadiéndose, fantaseando, negándose la realidad, huyendo de
sí misma.) Y la opresión frente a la
libertad que, por obvio, no debe obviarse.
6) Testimonio del
mundo intelectual de posguerra
a través de sus amigos de universidad, reflejo de la generación del 50, pero
más nítido en Esperando el porvenir
de Gaite. (Acaba de morir Ferlosio.) Mundo urbano atrasado y ruralista,
machista incluso entre esta clase intelectual. Tratamiento metaliterario por el que podemos intuir influencias, referencias y
un mínimo reflejo del mundo cultural de la época. También intuir el musical y
pictórico a través de Román y Juan. El testimonio de la religión católica que una cristiana desde su bautismo no comprende
a través del fanático retrato de su tía. (Tener en cuenta que la obra está
escrita antes que La mujer nueva. Y
en una juventud más rebelde.) Una moral heterónoma represiva frente a una ética
autónoma y racional de emancipación personal (feminista, humanista,
existencialista) y social (izquierdista.) He diferenciado “moral” que etimológicamente viene de las normas y costumbres sociales
romanas (mors moris) de “ética”, que viene del griego “ethos” –
libertad-, la parte de la sique más racional y libre. Contrapuesta al pathos en esas partes deterministas del inconsciente (los instintos animales heredado) y condicionadas socialmente del subconsciente (lo aprendido
culturalmente.) Por ello, Laforet propone una ética autónoma (que Kant distinguió de la moral heterónoma, la que te dictan otros, una autoridad moral
externa, y no brota de tu razón personal e imperativo
categórico.)
7) Queja (mejor que
testimonio) por la condición de su género (Andrea, Gloria, Ena, la madre de Gloria, la abuela
añorando el abuelo, hasta la tía cuya moral se riñe con su sexualidad y
sentimientos amorosos) y por el
desconocimiento de su sexualidad
(todo el sexo que se refleja en la obra es un casto “beso”, más soñado que real.)
Ella personifica la mujer de carrera
(Filosofía y letras) Esta heroína
cotidiana trasgrede en hybris la
convención del ama de casa, diría Betty
Friedman en Mística de la feminidad. Y el eterno
femenino del ángel del hogar
(poema recogido por V. Woolf en su Habitación
propia), y la del ángel de La morada
de Dios (su tía en el rol de Doña Inés o Sta. Teresa). El feminicidio aquí consiste en asesinar a la mujer real elevándola
teóricamente a un esencialismo abstracto de Dulcinea, pero ¡que Urania siga
recogiendo trigo y haciéndonos la cena! Subalteridad
y Múltiples esclavas en todos los
personajes femeninos. Esclava doméstica o
esclava del señor eran los dos
únicos roles performativos permitidos.
El concepto de “perfomatividad” es de
Judith Butler haciendo una deconstrucción
del género, siguiendo a Derrida. El de “alteridad”
lo manejaba Simone de Beavouir, pero sí añadimos un “sub” queda mejor definido, pues la alteridad indica simplemente la relación con la Otroidad, y hay que precisar que esta
relación era de subordinación y
alienación. Donde la mujer era Lo
otro, (ni siquiera “la otra” como
en la copla): el segundo sexo, y solo tenía sentido sí se anulaba y fundía en El Uno masculino.
8) Testimonia desde
el dolor su clase social destinada a la paupérrima
miseria que contrasta con la también pobreza de esta familia adoptiva arruinada
(también hay clases y clases entre pobres.) Su orfandad y ausencia materna con sus morriñas de Canarias y
recuerdos de infancia. Su soledad, con la crisis existencial propia de
adolescente y propia del ser humano. Además enfrentado en una lucha
generacional y lucha por la vida
barojiana. Gloria se enfrenta a otra guerra: las dos voluntades de poder del cruel
amor pasional, el masoquista necesita su sádico y solo en este conflicto
personal ya refleja las víctimas y verdugos de la época.
9)
El personaje tiene condición de extranjero, de emigrante, pues viene
en su éxodo rural de Canarias, que
está física y culturalmente fuera del espacio de la península (como un
exiliado) y que además se define constantemente de vagabundo (“el vagar” entendido como un viaje cotidiano, pero que a
diferencia del “paseo” lleva una connotación de nerviosismo, perdidas en
laberintos físicos y mentales, confusión y dispersión. La misma autora se
define siempre “trotamundos, cosmopolita…”)
10) La introversión de la
autora-protagonista es una huida de sí misma, pero no hacía sí misma, sino
escapando de este interior y en el fondo es una extroversión gritando el
auxilio de su receptor. Y así testimonia; en forma de lamento sereno, lírico y
contenido; su frustración en esa
búsqueda constante de afecto en un mundo familiar y académico que la
rechaza (ese “ajuste de cuentas” de la propia narradora con su familia aunque
le espere luego un “matrimonio feliz” lleno de hijos y una fama agobiante que
cree no saber corresponder creativamente). Nótese la marginación a su Differance,
“rareza” de un personaje desesperado por agradar y adaptarse: estudiar la
carrera permitida a una mujer, asimilar la realidad, aceptar a esta familia que
le da “posibles.” Ella no llega a ser una “refugiada
política” pero sí una “refugiada
familiar” que debe estar agradecida con la “familia de acogida” que le ha prestado “cristiana caridad.” Incluso tanto el personaje como la propia
autora escribe este diario esperado en una mujer. Y hay que hablar más de
marginación de auto marginalidad o introversión elegida. También testimonia
(connotativamente: quejándose tímidamente) la
educación del régimen (Sección
Femenina, labores de costura y cocina).
El
testimonio del horror se traslada a los demás personajes que le cuentan su vida
(sobre todo Gloria, testimoniando unos malos tratos como en los programas de
testimonios de televisión actuales.) Todos estos personajes tienen problemas psicológicos (y de un retrato
introspectivo casi psicoanalítico no escapa ni la criada.) Hay que advertir que
todos son aspectos vitales y que todos, en Andrea y en los demás personajes,
pertenecen al reino del pathos, son deterministas, no elegidos en su voluntad, la voluntad solo empieza a
actuar cuando conoce a Ena y la posibilidad de huir, pero de verdad y no en la
fantasía. Y por supuesto, una vez testimoniado ese tiempo involuntario que
además es social, compartido, asimilado como unas interiores “señas de identidad” (Goytisolo)
nacionales y sociales (las víctimas de un conflicto buscan enraizarse en una
tradición que pueda abrir la esperanza de un futuro, en una colectividad con
otras víctimas o que empatice con su dolor. Aproximación
al origen, diría Paniker, para reconocer un pasado y así soñar el futuro. Descolonización de una “cultura” franquista
hegemónica, desterritorialización aboliendo las fronteras físicas y
emocionales, pero esta destrucción
implica la construcción de un nuevo espacio y tiempo de independencia, a nivel
social, individual, con su necesaria re-construcción
de límites, aperturas y puentes interculturales. Por eso, de nuevo, lo
resume todo “deconstrucción.”) La
obra testimonia una realidad compartida por la mayoría de este país en aquel
momento. Una voz personal, hipersubjetiva
que, sin embargo, se alza portavoz de las mujeres (incluso
hombres) que sufrieron esta época oscurantista.
Somos testigos de un planteamiento individual y familiar reflejado como un
documento de la vida pública. Reseña Gómez Borrego que puede trascender el
testimonio individual en colectivo. Andrea se hace paradigma de la mujer y la
España reprimida. Es por tanto una obra coral la que habla, se queja, en la
obra a través de una voz muy individualizada y subjetiva.
11) Es un testimonio
retrospectivo.
La posproducción de una vida entraña siempre una modificación del marco espacio-temporal,
de su situación personal y entorno social, de su propio estado psíquico y
sentimental, lo cual acrecienta el sentimiento de pérdida y ruptura. La memoria
distorsiona emocional, intelectualmente, este rememoro de un tiempo perdido,
ese “cualquier tiempo pasado que nunca
fue mejor” (salvo su niñez, pues allí sitúa su felicidad perdida. Es el
tema del paraíso recobrado del jardín de
infancia de En busca del tiempo
perdido de Proust, influencia simbólica en la obra) La memoria devasta y
reconstruye las ruinas interiores (resumidas ambas palabras en el término de
Derrida deconstrucción.)
Esta
deconstrucción es una reescritura de la realidad, y en
concreto una contraescritura, un contradiscurso. Escribiendo revive así
el dolor sufrido, pero cada vez que resucita estos demonios de Dostoievski los
mata un poco más. (Algún clásico definió la escritura como “memoria que perdura”, y sin duda lo
hace, pero perdura de forma diferente en cada diacronía histórica de la
sociedad, en cada receptor subjetivo y en cada momento vital de esa persona
lectora. La vida es “eterna mientras dura” y mientras dura nunca es igual,
nunca nos bañamos dos veces en el río de Heráclito.
No
sólo ha cambiado el curso y afluentes del país sino el fluvial del personaje. Ya
no son las mismas aguas. Además de la distorsión del recuerdo; la mimesis
fracasa por la insuficiencia y
sobreinterpretación lingüística. Y escribo “sobre interpretación” y no “mal
interpretación” para que no se me sobreinterprete.
No podemos creer a estas alturas en “buenas y malas lecturas”, y estamos “Más allá del bien y el mal” cristiano
concibiendo este dualismo moral de forma tan esencialista como una negación del placer y un culto sadomasoquista
al dolor, una recreación patológica que, además de suicida, fue asesina. El mismo Nietzsche que se planteaba una ética
placentera para la colectividad al modo entendido por los epicúreos y
hedonistas; como filólogo se cuestionaba a esta “vieja hembra engañadora de la gramática” (quizá la insultaba así
recordando la metáfora de Eva ofreciéndole a Adán la manzana logos a través del ardid de la palabra logos.) Como
diría Angelina Muñiz “Quien relata,
preserva. Quien relata, inventa. Llega un momento en que el exiliado (léase
escritor) solamente inventa.”
12) Testimonio de
la esperanza y la utopía:
la familia de Ena son esos personajes
donantes o benefactores, que la ofrecen una salida oxigenada a la casa
familiar. O la relación sana de Ena con su chico. La promesa de un Madrid
literario y con trabajo; las descripciones luminosas por el día y en épocas
primaverales; el mar; las breves salidas campestres; las islas; la infancia; la
fantasía; las noches de ensueño introspectivo; el deseo de libertad y
democracia; las aspiraciones personales; las promesas del amor; el sueño del
triunfo de una literata (que se logra): este diario, esta obra, la literatura
como lugar de acogida del exiliado aportando un espacio propio, autónomo y
cariñoso. El destino de cada individuo-ciudadano del país y de esta
obra tan individual (-ista) en lo
universal, como diría Ortega, aunque este franquismo lo sobreinterpretara
también en su discurso falangista de “una
España en lo Universal” y como dirían en la película Toy´s Story: ¡Hasta el
infinito y más allá! Y sobre todo la esperanza del lector compartiendo este
su testimonio, porque es más que un testimonio histórico o literario: es una voz
humana la que ha hablado y llorado. H. Arendt diría que tras el holocausto
queda el lenguaje o la literatura. Yo diría que queda algo mejor: el ser
humano. (Los que quedaran.) “¿Los que
ganaron la guerra perdieron la historia de la literatura?” Preguntaba el
periodista Javier Rodríguez Ramos al catedrático José Carlos Mainer, según
cuenta en su artículo Josebe Martínez. No lo tengo tan claro: porque ahí quedan
obras como el Marcelino Pan y vino
(una mala obra) o Madrid de corte a checa
(una obra con más calidad) abiertamente nacional-católicas.
Lo que sí tengo muy claro es lo mucho que le “jodió” a Cesar Ruano no ganar el
Nadal. No habían montado una guerra para esto. Para crear belleza desde el
testimonio del dolor.
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