viernes, 29 de octubre de 2021

UN MUNDO INJUSTO

 A duras penas puedo contar esta historia porque ya los sujetos de mi maltrato no están, mi madre fallecía de cáncer pero antes de morir entró en mi piso de alquiler como Pedro por su casa a tirarme los abalorios que había comprado con mi primer sueldo. Mi abuela anunciaba a bombo y platillo a todas sus amigas y vecinas que tenía un nieto con Diógenes. Por su culpa estaba siquiatrizado. Aquellos informes decían mentiras, decían por ejemplo que no tenía estudios, que había estudiado un par de cursitos de arte pero mi rendimiento académico distaba de ser el normal, ¡claro!, porque era excepcional. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad y conmigo habían cometido una injusticia. Había tenido que luchar contra todo el sistema sanitario para acabar mi carrera y mi posgrado porque me lo impedían con ingresos constantes y una medicación muy fuerte que me dejaba drogado y sedado y me impedía atender correctamente a los profesores. Aquellos psicólogos conductistas estaban infantilizados, porque el hecho de escribir no te separa de los demás mortales, sólo eres una mano que escribe pero con sus mistificaciones solo habían conseguido etiquetarme, infantilizarme y meterme la pastilla en la boca a la fuerza como un niño pequeño. Mi vida trascurría a cámara lenta recordando las discusiones y gritos de mis padres, que me desprendieron cruelmente de todos mis juguetes de infancia. Mi padre repetía que ya no era un niño, que tenía que espabilar, madurar a ostias, y otros tópicos y chicles, que me tenia que buscar las habichuelas, que tenía que trabajar pero me habían echado al traste mi vida social y laboral con aquel diagnostico que se acumulaba en unas hojas administrativas de color amarillento ya, caducas como todo el sistema psiquiátrico, con sus cárceles sanitarias y sus batas blancas.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario