Hace dos años se celebró el centenario de Dalí. Su nombre va acompañado al de “genio” porque él mismo gustó de retratarse como tal. (o quizá los demás le forzaron a verse en ese “rol” así mismo; genio y figura. Un tormentoso temperamento adquirido de su padre y un carácter original de hecho a si mismo, de autoself- man)
El Genio es una figura que aparece a partir del romanticismo alemán, con Goethé
para revalorar a artistas anteriores como Velázquez o Shakespeare. Genio es la
fuerza natural, inconsciente, sensual, sentimental, salvaje y caótica. Genio es el adelantado a la altura de su
tiempo, guiado por sus sentimientos y a la vez con un pensamiento más elevado
que el espíritu de su Pueblo –volgeist-. Pero el Genio tiene muchas carencias
emocionales y baja autoestima, porque como decía Dalí: “Cuanto más me admiro,
más creo que soy un desastre.” Otra característica del genio es su libertad,
todo le esta permitido, pero ese anarquismo sólo se le perdona a él. Es como
una pequeña pieza que falla dentro de todo el engranaje social y por ello el
genio es algo molesto para el poder.
“Por suerte no hay muchos Dalís o Picasos...en el mundo, sí no el mundo
sería un caos.”, reconoce Dalí con ironía. “Si fuera menos inteligente, sería
mejor pintor.” Dice Dalí quejándose de
que el arte no ha de ser tan
intelectualista sino más emocional o sentimental, brotado del
temperamento inconsciente e irracional (del imaginario o magín-), del Ello, del
inconsciente colectivo lleno de símbolos que el genio romántico entiende
(interioriza), comprende (emocionalmente) y re- interpreta.
Hemos
de analizar a todo artista en tres planos; artista, intelectual y hombre.
como
artista es uno de mis preferidos y su genialidad pictórica consistió en mezclar
(muy pop y postmoderno) el renacimiento italiano, la tradición española
(misticismo católico y barroco) y las vanguardias
europeístas acabadas en ista (son una larga lista).
Su
obra es un códice de signos, de símbolos, de iconos, con guiños al
psicoanálisis (el masturbador), a la política (premonición de la guerra civil),
a la literatura, a la religión y a muchas más sabidurías multi-
disciplinares... Los semiólogos actuales descifran el “código daliniano”
intentando racionalizarlo, como el hoy tan famoso código Da Vinci.
Dalí
en su figura de intelectual fue un enigma, un enorme expediente X, una
incógnita, un noúmeno, tan misterioso y “oscuro” como misteriosos son sus
cuadros). Dalí tiene los bigotes enroscados formando un enorme interrogante
retórico y ese misterio nos hechiza o nos provoca emociones contradictorias,
pero no nos deja indiferentes; ¡en eso consistió la magia y el delirio
daliniano!
Dalí
como intelectual fue un egocéntrico: quería que hablasen de él aunque fuera
mal. Así que aquí voy a hablar mal de Dalí, tal y como a él le gustaría.
El
intelectual del siglo XX fue instrumentalizado políticamente (esto se ha dado
en todas las épocas) y comercializado económicamente, quisiera él o no. Al
final las circunstancias son muchas y la voluntad de un hombre, por grande y
genial que sea, es poquita. Ellos siempre son más (aunque sean más ignorantes)
El intelectual debía venderse a sí mismo cara a los medios audiovisuales, y en
esto Dalí fue un adelantado a su tiempo.
El
intelectual de su época debía optar por la bohemia (el aislamiento del genio)
que es la visión platónica y romántica o por la del poeta- obrero, comprometido
socialmente que es la visión aristotélica y realista del escritor como
“técnico” . Ese escritor o artista o cura “obrero” viene de la visión
aristotélica del arte humano como Tecké o técnica. (técnica a distinguir de la
tecnología, pues son cosas a veces incluso contrapuestas) Este tipo de
intelectual “técnico” es simplemente un trabajador del pueblo. Este tipo de
artista intenta que los demás lo veamos humildemente como un simple artesano.
Así es como quería verse por ejemplo Neruda, mucho más modesto que Dalí.
Como
intelectual, como hombre público, Dalí hiede a vanidad y apesta a “putrefacto”,
(putrefacto llamaba él de joven a los seudo intelectuales burgueses). Dalí nos
queda políticamente como un vendido del régimen franquista. No en vano André
Bretón, padre del surrealismo en Francia, lo llamó “Ávila dólar”, pues como
buen “heredeú” catalán, le gustaban mucho las pelas, la buena comida y las
piscinas en forma de pene gigante (como la que se mandó construir). Tenía un gran espíritu comerciante y por eso
se vendía tan bien, auto- perfomandose (sobre- interpretando), en “New York”,
como cuando la armó en unas galerías donde empezó a destruir su propia obra (y
la policía, defensora del orden ciudadano, se lo llevó arrastrado para
comisaría, hasta que se dieron cuenta que el creador tiene derecho a destruir
su propia obra. Algo muy surrealista que contempla nuestra constitución. Dalí
se vendió tan bien a sí mismo que hoy se siguen pagando sus cuadros a
millonadas. Y es que ya se sabe; “Barcelona es bona si la bolsa sona”.
No
quiero echar pestes contra mi pintor preferido, sólo quitar ese prejuicio de “genio”
para poder verle como ser humano y artista. Debería verse a Dalí como lo que
fue realmente, aunque él mismo jugara a distorsionar sicoanaliticamente la
realidad al etiquetarse constantemente como genio.
Dalí
fue un burgués catalán que trasgredió de joven el encanto de la burguesía. (la
película de su amigo Buñuel) Y ya de mayor, se hizo conservador, y se acomodó
en burgués. Se creyó rey en su mansión o palacio de marfil, jugando a
principito y al matrimonio burgués con Gala, que fue un matrimonio tortuoso
fruto de su relación de amor libre mezclado con un intento de rescatar el
romanticismo que acabó en cursilería y ñoñeria franquista.
Hubo
dos etapas en Dalí;
a) la surrealista trasgresora contra- sistema,
revolucionaria. (la etapa idealista en la vida de Dalí, en la que quería
comerse el mundo)
b) El hiperrealismo- metafísico- monárquico del non plus
ultra. (la etapa en que a Dalí sólo le interesaba el dinero, la comida, su
propia fundación y su OBRA)
Sin
duda yo prefiero al primer Dalí que al segundo. Prefiero al Dalí que era
cortejado en broma por Lorca. Prefiero al Dalí de la residencia de estudiantes
que jugaba con los otros niños- bien a hacer la revolución cultural. Prefiero
al Dalí que llamaba “putrefacta” a la burguesía intelectual de entonces, que al
Dalí acomodicio que ya sólo jugaba a mesarse sus bigotes proustianos y a
diseñar joyas y poemas- objetos para los ricos de Yanquilandia.
Prefiero
al Dalí que se rebela al padre, al notario gris de Figueras (a la autoridad)
como un buen Edipo fanático y revolucionario (eso dijo de él Freud cuando fue a
visitarle a Viena) Dali mando una carta a su padre devolviéndole su semen,
ahora estamos en paz, esto es todo lo que te debo. Prefiero al Dalí que pinta a
su hermana en una ventana y añora a su madre. Prefiero al Dalí que dejó
epatados a la real academia de pintura de San Fernando diciéndoles que sabía
más de Rafael que sus examinadores. Sí, prefiero a ese Dalí de espíritu joven y
violento, revolucionario y trasgresor del surrealismo, que al viejo Dalí que se
convirtió en caricatura de si mismo.
El
viejo Dalí decía ser apolítico mientras tomaba el té con Carmencita Polo y
Franco. Él no se metía en políticas y se definió políticamente como un
“monárquico- metafísico”; esto quiere decir que se coronó a sí mismo como Rey-
bufón del absurdo. (bufón shakesperiano) Prefiero al Dalí ateo de sus primeros
años que al viejo Dalí que se dirigía al Non Plus Ultra y a un Dios que él
pintó con sus mismos bigotes. Ese Dalí “hetedoroxo católico” huele a
putrefacto, a podrido y a vendido. El Dalí de los cuadros religiosos de sus últimos
años de su vida no es el joven Dalí de la residencia.
¿Dónde
esta el Dalí que escribió RREBOLUCHIONT para transgredir y fastidiar a su
academicista padre? (la trasgresión, la revolución, empieza atentando contra la
ortografía que es lo más normativo que tenemos) ¿Dónde está aquel Dalí que
trasgredía hasta las normas ortográficas? Dalí, como el tío Gilito, acabó
bañado en oro, entre doblones y dólares y bañado en sus propias obras y en las
autocomplacencias. Decía que a él le gustaba el dinero no por el inmanentismo o
lo material del dinero sino porque el dinero tenía algo espiritual y metafísico
para él.¿No es traicionarse a uno mismo, a ese Dalí que creía en el Arte por el
Arte sin mercantilización económica por medio? (Eso creían nuestros artistas
españoles, siguiendo teorías estéticas de Ortega, la deshumanización del arte y
el estilismo aristocrático europeo) Dalí acabó haciéndose un autorretrato
surrealista de sí mismo, se caricaturizó hasta lo irrisorio, deformándose hasta
lo esperpéntico valle- inclaniano. Porque en el fondo no se quería a sí mismo
lo más mínimo. Sufrió toda su vida problemas de autoestima y de crisis interna
de personalidad quizá por exceso de introspección y psicoanálisis.
Dalí
esta enterrado entre sus obras de arte en su hortera museo- mansión. Allí hay
una cripta parecida a la de los faraones enterrados entre sus pequeños tesoros.
Tesoros que las urracas van guardando para poder enterrarse entre oro, honores
y marfiles. Dalí se dejó llevar por el
delirio de si mismo, por el egocentrismo del genio y por la paranoia de los
galeristas americanos del Gugenheim que compraban sus cuadros sólo por ser
vanguardia, novedad, originalidad, sin preocuparse de la simbología de los
mismos. (se compran los cuadros sin comprenderlos intelectualmente como simple
objeto fetichista de ostentación de poder y riqueza)
Es
como si este acomplejado de Guillermo Tell de tanto masturbarse a sí mismo
hubiera acabado loco. Aunque él dijo que la única diferencia entre un loco y
él, es que él no estaba loco. Sabía lo que se hacía, ya lo creo que estaba
cuerdo, era demasiado inteligente, pero no por ello una buena persona (como
presuponen los intelectualistas morales.) Dalí es el Gran Masturbardor, el
egoísta reflejo de la burguesía catalana, que de su Ego hizo un templo- museo.
Leyó a Freud y no entendió nada del súper yo social.
Y
es que Dalí no es un pintor del Pueblo, siquiera del populus catalán. Su sueño
personal sería haberse convertido en el Velázquez del siglo XX, en el perfecto
pintor cortesano y retratista de reyes, reyezuelos, caciques y jerifaltes
generalísimos. Y es que Dalí en su “premonición de la guerra civil” estaba más
preocupado por su propia digestión estomacal que por el hambre que se pasó en
la posguerra y que él no vivió ni por asomo. Dalí decía que en la comida estaba
toda la espiritualidad de su época (lo que le hacía gourmet y promotor de la
cocina catalana)
A
Dalí se le cayó la manzana de la sabiduría de su cabeza de Guillermo Tell y por
eso en sus últimos años resultaba tan imbecil. Imbecil etimológicamente del
latín Baculus, edipico, en el sentido de llevador de muletas. Y así, con
muletas, gustó de retratarse en sus cuadros; bastones, filetes de carne-
muletas, muletas de beicon... ¿Y que duda cabe de que su principal muleta en
esta vida fue su amantísima Gala?
Gala,
como una Electra fiel, lastró con el Edipo, no por su dinero, sino encantada
por la humanidad del genio, hechizada por sus delirios pictóricos y por su
originalidad vital. Paseando con él por las calas solitarias de Cadaques, Gala
sentía que podría alguna vez en la vida comprender a aquel hombre tan
enigmático.
Pero
Dalí no podía comprenderse a sí mismo del todo, en toda su genialidad. Gala era
más que su musa, su inspiradora y su mejor modelo, era para Dalí casi una
inmaculada Virgen, la gloriosa, la puritana, la piadosa, la dolorosa, la
proyección de todas sus frustraciones físicas convertidas en perfecciones
platónicas, “ideales de la muerte”.
Dalí
hubiera querido ser el andrógino platónico, saciarse a sí mismo (de ahí que se
retratara tanto como el masturbador de sí mismo...) y ese sentimiento de unidad
perfecta quiso hallarlo en Dios y en Gala, su alma gemela a la que tenía
cristalizada o idealizada.
Gala
era para Dalí la madre tierra, la mujer fatal, la vestal, la doncella y la
virgen pura. Encarnaron el pacto de amor libre de Sartre y Simone de Beavour
pero en castizo, a lo español (ósea a lo proto- cursi), a la par que se
abanderaron como un ejemplo de matrimonio burgués franquista, coronados ambos
en su mansión de las delicias.
Los ministros que fueran a visitarle tenían que
besarle los anillos de poder a Dalí. A Dali los anillos si se le caían,
disfrutaba más siendo rey de la corte que siervo. Dalí controlaba España en
esos últimos momentos del franquismo, y servía de puente o “canal” artístico entre
los EEUU y este país podrido y putrefacto.
¿Qué
mejor imagen del “Spain is diferent” que ese Dalí que se estaba adelantando a
la diferancé postmoderna? El bufón de la corte convertido en pequeño rey
ridículo, ese fue el último disfraz que se puso el camaleónico y trasformista
de Dalí, al que siempre le gustó despistar, engañar y hacernos “perfonmances”,
distorsionando la realidad como el espejo en el espejo del genial Velazquez. Un
cuadro dentro de un cuadro, un espejo que refracta otro espejo y detrás,
aparece reflejado Dalí (creo que este
autorretrato es el mejor cuadro de Dalí, hecho en sus últimos años de
vida) Y es que para entender a Dalí hace falta observarle desde muchos prismas
y “perspectivismos” o abertura de mente. Así analizaba Ortega y Gasset a los
poetas y artistas del 27 en su libro la deshumanización del arte, desde su
filosofía perspectivista.
¿Cómo
Dalí pudo avanzar ideológicamente del comunismo al franquismo?. Dalí estaba de
esta forma criticando todas las ideologías. Era esa crítica orteguiana de
“estar en las creencias” sin tener ni la más mínima idea de las mismas. Y era,
no lo duden, un ejercicio de chulería aristocrática que suelen gastarse los
genios heredeús. Dalí era un genio y los genios están por encima del pueblo,
por encima de cosas tan bajas e inmanentes como son la pedestre política o su
sociedad. Un genio ha de estar en las alturas divinas de las vírgenes del Greco
que Dalí dibujó ascendiendo al Non Plús Ultra, una parodia de la trascendencia
cristiana. Su matrimonio criticaba esta institución burguesa e intentaba
rescatar un romanticismo que nunca existió más que en los sueños de los
artistas. Y de igual forma su ideología era tan vaga que era permeable a todo.
A Dalí sólo le importaba Dalí: Dalí vestido de impresionista, Dalí jugando a
futurista, Dalí en las tertulias de los dadaístas y surrealistas, Dalí la arma
en una galería de New York... Da- Da- Dalí.
Por
eso Dalí no tenía en el fondo más ideología que él, Gala, Cataluña y el Arte.
Dalí fue un catalanista universal y de su Cataluña hizo un micro universo.
Desde estos pueblos tan pequeños retrató el mundo entero, claro que deformado,
subjetivado, romántico, sublimado sicológicamente; daliniano.
Dalí
era consciente de cómo se instrumentaliza políticamente, socialmente y
mediáticamente a los artistas y él mismo se objetivizó y se hizo símbolo de sí
mismo.
Es
decir, Franco no usó a Dalí (como quiso hacer también con Baroja) sino que Dalí
usó a Franco, y casi le obligó a rendirse a sus pies. ¿Y no era acaso Franco el mejor de los
delirios dalinianos? El más surrealista de los generalillos populares; un
esperpento como los de Valle Inclán.
En
sus últimos años, Dalí apuesta por el hiperrealismo americano de los años 50 y
le obsesiona la idea alquimista de Paracelso de convertir todo lo que toca en
oro, ¡ese mito griego del rey Midas!.
Dalí
toda su vida tendió al romanticismo, al platonismo, surrealismo, al
subjetivismo artístico y al final de su vida concibió el arte de manera
aristotélica o materialista- realista, es decir, de forma mimética. El arte
debe copiar e imitar en todo a la realidad, al Sistema. Por eso su evolución
artística va en paralelo a su evolución filosófica y política.
Aunque
como intelectual dejara mucho que desear, más preocupado de sí mismo que de la
problemática social de su tiempo, como artista es mi pintor preferido. ¡y no
olvidemos al Dalí escultor y escritor! Como
escritor era incluso mejor que como pintor, y él mismo lo sabía y reconocía. (Recomiendo
leer sus biografías, memorias y diarios. La vida secreta de un genio. Hallarán
una prosa que fluye como un manantial de imágenes impresionistas, exageraciones
e hipérboles caricaturescas.)
Y
como hombre no me importa lo más mínimo (porque eso es adentrarse en la
intimidad de los artistas) Para saber cómo era Dalí en la intimidad y qué
calcetines se ponía para hacer el amor a Gala pregunten a la revista Gala.
Ellos saben de esas frivolidades. Espero
que el bosquejo que he hecho de la figura de Dalí haya servido para poder
entender intelectualmente un poco más su obra pero sobretodo para poder
comprender emocionalmente cuales fueron sus obsesiones vitales. Ustedes
quédense sólo con sus bigotes: que yo me quedo con sus cuadros.
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