jueves, 4 de febrero de 2016

DA DA DA DALI


Hace dos años se celebró el centenario de Dalí. Su nombre va acompañado al de “genio” porque él mismo gustó de retratarse como tal. (o quizá los demás le forzaron a verse en ese “rol” así mismo; genio y figura. Un tormentoso temperamento adquirido de su padre y un carácter original de hecho a si mismo, de autoself- man)
El Genio es una figura que aparece a partir del romanticismo alemán, con Goethé para revalorar a artistas anteriores como Velázquez o Shakespeare. Genio es la fuerza natural, inconsciente, sensual, sentimental, salvaje y caótica.  Genio es el adelantado a la altura de su tiempo, guiado por sus sentimientos y a la vez con un pensamiento más elevado que el espíritu de su Pueblo –volgeist-. Pero el Genio tiene muchas carencias emocionales y baja autoestima, porque como decía Dalí: “Cuanto más me admiro, más creo que soy un desastre.” Otra característica del genio es su libertad, todo le esta permitido, pero ese anarquismo sólo se le perdona a él. Es como una pequeña pieza que falla dentro de todo el engranaje social y por ello el genio es algo molesto para el poder.  “Por suerte no hay muchos Dalís o Picasos...en el mundo, sí no el mundo sería un caos.”, reconoce Dalí con ironía. “Si fuera menos inteligente, sería mejor pintor.”  Dice Dalí quejándose de que el arte no ha de ser tan  intelectualista sino más emocional o sentimental, brotado del temperamento inconsciente e irracional (del imaginario o magín-), del Ello, del inconsciente colectivo lleno de símbolos que el genio romántico entiende (interioriza), comprende (emocionalmente) y re- interpreta.

Hemos de analizar a todo artista en tres planos; artista, intelectual y hombre.

como artista es uno de mis preferidos y su genialidad pictórica consistió en mezclar (muy pop y postmoderno) el renacimiento italiano, la tradición española (misticismo católico y  barroco) y las vanguardias europeístas acabadas en ista (son una larga lista).

Su obra es un códice de signos, de símbolos, de iconos, con guiños al psicoanálisis (el masturbador), a la política (premonición de la guerra civil), a la literatura, a la religión y a muchas más sabidurías multi- disciplinares... Los semiólogos actuales descifran el “código daliniano” intentando racionalizarlo, como el hoy tan famoso código Da Vinci.

Dalí en su figura de intelectual fue un enigma, un enorme expediente X, una incógnita, un noúmeno, tan misterioso y “oscuro” como misteriosos son sus cuadros). Dalí tiene los bigotes enroscados formando un enorme interrogante retórico y ese misterio nos hechiza o nos provoca emociones contradictorias, pero no nos deja indiferentes; ¡en eso consistió la magia y el delirio daliniano!   
Dalí como intelectual fue un egocéntrico: quería que hablasen de él aunque fuera mal. Así que aquí voy a hablar mal de Dalí, tal y como a él le gustaría.

El intelectual del siglo XX fue instrumentalizado políticamente (esto se ha dado en todas las épocas) y comercializado económicamente, quisiera él o no. Al final las circunstancias son muchas y la voluntad de un hombre, por grande y genial que sea, es poquita. Ellos siempre son más (aunque sean más ignorantes) El intelectual debía venderse a sí mismo cara a los medios audiovisuales, y en esto Dalí fue un adelantado a su tiempo.

El intelectual de su época debía optar por la bohemia (el aislamiento del genio) que es la visión platónica y romántica o por la del poeta- obrero, comprometido socialmente que es la visión aristotélica y realista del escritor como “técnico” . Ese escritor o artista o cura “obrero” viene de la visión aristotélica del arte humano como Tecké o técnica. (técnica a distinguir de la tecnología, pues son cosas a veces incluso contrapuestas) Este tipo de intelectual “técnico” es simplemente un trabajador del pueblo. Este tipo de artista intenta que los demás lo veamos humildemente como un simple artesano. Así es como quería verse por ejemplo Neruda, mucho más modesto que Dalí.

Como intelectual, como hombre público, Dalí hiede a vanidad y apesta a “putrefacto”, (putrefacto llamaba él de joven a los seudo intelectuales burgueses). Dalí nos queda políticamente como un vendido del régimen franquista. No en vano André Bretón, padre del surrealismo en Francia, lo llamó “Ávila dólar”, pues como buen “heredeú” catalán, le gustaban mucho las pelas, la buena comida y las piscinas en forma de pene gigante (como la que se mandó construir).  Tenía un gran espíritu comerciante y por eso se vendía tan bien, auto- perfomandose (sobre- interpretando), en “New York”, como cuando la armó en unas galerías donde empezó a destruir su propia obra (y la policía, defensora del orden ciudadano, se lo llevó arrastrado para comisaría, hasta que se dieron cuenta que el creador tiene derecho a destruir su propia obra. Algo muy surrealista que contempla nuestra constitución. Dalí se vendió tan bien a sí mismo que hoy se siguen pagando sus cuadros a millonadas. Y es que ya se sabe; “Barcelona es bona si la bolsa sona”. 


No quiero echar pestes contra mi pintor preferido, sólo quitar ese prejuicio de “genio” para poder verle como ser humano y artista. Debería verse a Dalí como lo que fue realmente, aunque él mismo jugara a distorsionar sicoanaliticamente la realidad al etiquetarse constantemente como genio.

Dalí fue un burgués catalán que trasgredió de joven el encanto de la burguesía. (la película de su amigo Buñuel) Y ya de mayor, se hizo conservador, y se acomodó en burgués. Se creyó rey en su mansión o palacio de marfil, jugando a principito y al matrimonio burgués con Gala, que fue un matrimonio tortuoso fruto de su relación de amor libre mezclado con un intento de rescatar el romanticismo que acabó en cursilería y ñoñeria franquista.
Hubo dos etapas en Dalí;
a)      la surrealista trasgresora contra- sistema, revolucionaria. (la etapa idealista en la vida de Dalí, en la que quería comerse el mundo)
b)      El hiperrealismo- metafísico- monárquico del non plus ultra. (la etapa en que a Dalí sólo le interesaba el dinero, la comida, su propia fundación y su OBRA)
Sin duda yo prefiero al primer Dalí que al segundo. Prefiero al Dalí que era cortejado en broma por Lorca. Prefiero al Dalí de la residencia de estudiantes que jugaba con los otros niños- bien a hacer la revolución cultural. Prefiero al Dalí que llamaba “putrefacta” a la burguesía intelectual de entonces, que al Dalí acomodicio que ya sólo jugaba a mesarse sus bigotes proustianos y a diseñar joyas y poemas- objetos para los ricos de Yanquilandia.
Prefiero al Dalí que se rebela al padre, al notario gris de Figueras (a la autoridad) como un buen Edipo fanático y revolucionario (eso dijo de él Freud cuando fue a visitarle a Viena) Dali mando una carta a su padre devolviéndole su semen, ahora estamos en paz, esto es todo lo que te debo. Prefiero al Dalí que pinta a su hermana en una ventana y añora a su madre. Prefiero al Dalí que dejó epatados a la real academia de pintura de San Fernando diciéndoles que sabía más de Rafael que sus examinadores. Sí, prefiero a ese Dalí de espíritu joven y violento, revolucionario y trasgresor del surrealismo, que al viejo Dalí que se convirtió en caricatura de si mismo.
El viejo Dalí decía ser apolítico mientras tomaba el té con Carmencita Polo y Franco. Él no se metía en políticas y se definió políticamente como un “monárquico- metafísico”; esto quiere decir que se coronó a sí mismo como Rey- bufón del absurdo. (bufón shakesperiano) Prefiero al Dalí ateo de sus primeros años que al viejo Dalí que se dirigía al Non Plus Ultra y a un Dios que él pintó con sus mismos bigotes. Ese Dalí “hetedoroxo católico” huele a putrefacto, a podrido y a vendido. El Dalí de los cuadros religiosos de sus últimos años de su vida no es el joven Dalí de la residencia.

¿Dónde esta el Dalí que escribió RREBOLUCHIONT para transgredir y fastidiar a su academicista padre? (la trasgresión, la revolución, empieza atentando contra la ortografía que es lo más normativo que tenemos) ¿Dónde está aquel Dalí que trasgredía hasta las normas ortográficas? Dalí, como el tío Gilito, acabó bañado en oro, entre doblones y dólares y bañado en sus propias obras y en las autocomplacencias. Decía que a él le gustaba el dinero no por el inmanentismo o lo material del dinero sino porque el dinero tenía algo espiritual y metafísico para él.¿No es traicionarse a uno mismo, a ese Dalí que creía en el Arte por el Arte sin mercantilización económica por medio? (Eso creían nuestros artistas españoles, siguiendo teorías estéticas de Ortega, la deshumanización del arte y el estilismo aristocrático europeo) Dalí acabó haciéndose un autorretrato surrealista de sí mismo, se caricaturizó hasta lo irrisorio, deformándose hasta lo esperpéntico valle- inclaniano. Porque en el fondo no se quería a sí mismo lo más mínimo. Sufrió toda su vida problemas de autoestima y de crisis interna de personalidad quizá por exceso de introspección y psicoanálisis.

Dalí esta enterrado entre sus obras de arte en su hortera museo- mansión. Allí hay una cripta parecida a la de los faraones enterrados entre sus pequeños tesoros. Tesoros que las urracas van guardando para poder enterrarse entre oro, honores y marfiles.  Dalí se dejó llevar por el delirio de si mismo, por el egocentrismo del genio y por la paranoia de los galeristas americanos del Gugenheim que compraban sus cuadros sólo por ser vanguardia, novedad, originalidad, sin preocuparse de la simbología de los mismos. (se compran los cuadros sin comprenderlos intelectualmente como simple objeto fetichista de ostentación de poder y riqueza)

Es como si este acomplejado de Guillermo Tell de tanto masturbarse a sí mismo hubiera acabado loco. Aunque él dijo que la única diferencia entre un loco y él, es que él no estaba loco. Sabía lo que se hacía, ya lo creo que estaba cuerdo, era demasiado inteligente, pero no por ello una buena persona (como presuponen los intelectualistas morales.) Dalí es el Gran Masturbardor, el egoísta reflejo de la burguesía catalana, que de su Ego hizo un templo- museo. Leyó a Freud y no entendió nada del súper yo social.

Y es que Dalí no es un pintor del Pueblo, siquiera del populus catalán. Su sueño personal sería haberse convertido en el Velázquez del siglo XX, en el perfecto pintor cortesano y retratista de reyes, reyezuelos, caciques y jerifaltes generalísimos. Y es que Dalí en su “premonición de la guerra civil” estaba más preocupado por su propia digestión estomacal que por el hambre que se pasó en la posguerra y que él no vivió ni por asomo. Dalí decía que en la comida estaba toda la espiritualidad de su época (lo que le hacía gourmet y promotor de la cocina catalana)

A Dalí se le cayó la manzana de la sabiduría de su cabeza de Guillermo Tell y por eso en sus últimos años resultaba tan imbecil. Imbecil etimológicamente del latín Baculus, edipico, en el sentido de llevador de muletas. Y así, con muletas, gustó de retratarse en sus cuadros; bastones, filetes de carne- muletas, muletas de beicon... ¿Y que duda cabe de que su principal muleta en esta vida fue su amantísima Gala? 

Gala, como una Electra fiel, lastró con el Edipo, no por su dinero, sino encantada por la humanidad del genio, hechizada por sus delirios pictóricos y por su originalidad vital. Paseando con él por las calas solitarias de Cadaques, Gala sentía que podría alguna vez en la vida comprender a aquel hombre tan enigmático.
Pero Dalí no podía comprenderse a sí mismo del todo, en toda su genialidad. Gala era más que su musa, su inspiradora y su mejor modelo, era para Dalí casi una inmaculada Virgen, la gloriosa, la puritana, la piadosa, la dolorosa, la proyección de todas sus frustraciones físicas convertidas en perfecciones platónicas, “ideales de la muerte”.
Dalí hubiera querido ser el andrógino platónico, saciarse a sí mismo (de ahí que se retratara tanto como el masturbador de sí mismo...) y ese sentimiento de unidad perfecta quiso hallarlo en Dios y en Gala, su alma gemela a la que tenía cristalizada o idealizada. 
Gala era para Dalí la madre tierra, la mujer fatal, la vestal, la doncella y la virgen pura. Encarnaron el pacto de amor libre de Sartre y Simone de Beavour pero en castizo, a lo español (ósea a lo proto- cursi), a la par que se abanderaron como un ejemplo de matrimonio burgués franquista, coronados ambos en su mansión de las delicias.

Los ministros que fueran a visitarle tenían que besarle los anillos de poder a Dalí. A Dali los anillos si se le caían, disfrutaba más siendo rey de la corte que siervo. Dalí controlaba España en esos últimos momentos del franquismo, y servía de puente o “canal” artístico entre los EEUU y este país podrido y putrefacto.
¿Qué mejor imagen del “Spain is diferent” que ese Dalí que se estaba adelantando a la diferancé postmoderna? El bufón de la corte convertido en pequeño rey ridículo, ese fue el último disfraz que se puso el camaleónico y trasformista de Dalí, al que siempre le gustó despistar, engañar y hacernos “perfonmances”, distorsionando la realidad como el espejo en el espejo del genial Velazquez. Un cuadro dentro de un cuadro, un espejo que refracta otro espejo y detrás, aparece reflejado Dalí (creo que este  autorretrato es el mejor cuadro de Dalí, hecho en sus últimos años de vida) Y es que para entender a Dalí hace falta observarle desde muchos prismas y “perspectivismos” o abertura de mente. Así analizaba Ortega y Gasset a los poetas y artistas del 27 en su libro la deshumanización del arte, desde su filosofía perspectivista.

¿Cómo Dalí pudo avanzar ideológicamente del comunismo al franquismo?. Dalí estaba de esta forma criticando todas las ideologías. Era esa crítica orteguiana de “estar en las creencias” sin tener ni la más mínima idea de las mismas. Y era, no lo duden, un ejercicio de chulería aristocrática que suelen gastarse los genios heredeús. Dalí era un genio y los genios están por encima del pueblo, por encima de cosas tan bajas e inmanentes como son la pedestre política o su sociedad. Un genio ha de estar en las alturas divinas de las vírgenes del Greco que Dalí dibujó ascendiendo al Non Plús Ultra, una parodia de la trascendencia cristiana. Su matrimonio criticaba esta institución burguesa e intentaba rescatar un romanticismo que nunca existió más que en los sueños de los artistas. Y de igual forma su ideología era tan vaga que era permeable a todo. A Dalí sólo le importaba Dalí: Dalí vestido de impresionista, Dalí jugando a futurista, Dalí en las tertulias de los dadaístas y surrealistas, Dalí la arma en una galería de New York... Da- Da- Dalí.

Por eso Dalí no tenía en el fondo más ideología que él, Gala, Cataluña y el Arte. Dalí fue un catalanista universal y de su Cataluña hizo un micro universo. Desde estos pueblos tan pequeños retrató el mundo entero, claro que deformado, subjetivado, romántico, sublimado sicológicamente; daliniano.
Dalí era consciente de cómo se instrumentaliza políticamente, socialmente y mediáticamente a los artistas y él mismo se objetivizó y se hizo símbolo de sí mismo.
Es decir, Franco no usó a Dalí (como quiso hacer también con Baroja) sino que Dalí usó a Franco, y casi le obligó a rendirse a sus pies.  ¿Y no era acaso Franco el mejor de los delirios dalinianos? El más surrealista de los generalillos populares; un esperpento como los de Valle Inclán.
En sus últimos años, Dalí apuesta por el hiperrealismo americano de los años 50 y le obsesiona la idea alquimista de Paracelso de convertir todo lo que toca en oro, ¡ese mito griego del rey Midas!.

Dalí toda su vida tendió al romanticismo, al platonismo, surrealismo, al subjetivismo artístico y al final de su vida concibió el arte de manera aristotélica o materialista- realista, es decir, de forma mimética. El arte debe copiar e imitar en todo a la realidad, al Sistema. Por eso su evolución artística va en paralelo a su evolución filosófica y política.
Aunque como intelectual dejara mucho que desear, más preocupado de sí mismo que de la problemática social de su tiempo, como artista es mi pintor preferido. ¡y no olvidemos al Dalí escultor y escritor!  Como escritor era incluso mejor que como pintor, y él mismo lo sabía y reconocía. (Recomiendo leer sus biografías, memorias y diarios. La vida secreta de un genio. Hallarán una prosa que fluye como un manantial de imágenes impresionistas, exageraciones e hipérboles caricaturescas.)

Y como hombre no me importa lo más mínimo (porque eso es adentrarse en la intimidad de los artistas) Para saber cómo era Dalí en la intimidad y qué calcetines se ponía para hacer el amor a Gala pregunten a la revista Gala. Ellos saben de esas frivolidades.  Espero que el bosquejo que he hecho de la figura de Dalí haya servido para poder entender intelectualmente un poco más su obra pero sobretodo para poder comprender emocionalmente cuales fueron sus obsesiones vitales. Ustedes quédense sólo con sus bigotes: que yo me quedo con sus cuadros. 

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