REALIDAD
Y FICCIÓN
Que la vida va en serio, como
decía el poeta, se va descubriendo con el tiempo. Y por esa misma razón está
bien tomársela con humor, mejor una comedía que una tragedia. El peligro está
en no distinguir lo real y la fantasía y vivir como si estuviésemos en una tira
cómica continua. Los peores tebeos son los que no hacen gracia y a veces los
políticos son caricaturas de sí mismos y nos dan más vergüenza que risa.
Y es que vivimos en un simulacro
de la realidad, ya lo decía Baudrillard, tomamos por real lo que vemos por
televisión, y lo que no sale en los medios no existe. Esta globalización es una
especie de “mundo burbuja”, donde vivimos protegidos por una coraza virtual
paralela al mundo real. Preferimos wasapear con el amigo a quedar con él en una
cafetería porque hay prisa. Damos más importancia al mundo virtual que al
tangible. Sustituimos las experiencias reales como jugar en la calle por
quedarnos en casa con al ordenando chateando. No vamos al cine, tenemos la
película bajada gratis y palomitas caseras. De igual forma en los funerales, en
la iglesia, ya no está el muerto presente y se oficia sin el cadáver, porque la
muerte es lo único que no hemos dominado aún y que nos da un sopapo cósmico en
las narices. No podemos aceptar la realidad de un muerto y hasta los entierros
son ficticios. O cuando estamos hablando en la calle y nos suena el móvil,
atendemos antes la llamada del móvil (la presencia virtual) que al amigo real
del que enseguida nos desprendemos.
Ahora se confunde mucho realidad
y ficción. A veces nos comparamos a personajes de una novela que ni siquiera
hemos leído. Vemos a nuestros compañeros de trabajo o de clase como a otros
actores de la misma película. Incluso llegará el día que preguntemos a nuestros
padres si son actores en el Show de Truman y anuncian productos en el intermedio
en que vamos al servicio. O quizá vivamos en un Gran hermano, más parecido al
de Mercedes Milá que al de Orwell.
La televisión nos muestra las
catástrofes como películas bélicas o juegos de disparos en el ordenador. No nos
creemos estas noticias, las vemos lejanas, distantes… no nos afectan, igual que
nos resultan indiferentes los muertos de un juego de guerra. Parece que así nos
conmueven menos las desgracias y son menos reales y esto va mermando nuestra
capacidad de compadecernos de ellas. ¿Y si la guerra del Golfo nunca
existió?... ¿Y si la llegada a la luna se hubiese rodado en un estudio de
televisión con decorados? Esta confusión (la noche me confunde) se denota
también en la gente mayor que te cuenta sus batallitas de guerra mezcladas con
la última de Spielberg.
La
conclusión es muy clara; la realidad está allí afuera, esperándonos. Tal vez
nos pase lo que a Leopoldo María Panero. Un día abrió la puerta del
psiquiátrico y salió a la calle. La puerta había estado siempre abierta, él
había dado por supuesto que no podía salir. Pues la realidad de igual forma nos
aguarda a que la vivamos y no la desaprovechemos. La realidad supera la
ficción, la vida es más bonita que las novelas que en ella se basan. Comics,
películas, libros no pueden sustituir nuestra vida.
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