lunes, 1 de febrero de 2016

¿vivimos en el show de Truman?

REALIDAD Y FICCIÓN
                                                      
Que la vida va en serio, como decía el poeta, se va descubriendo con el tiempo. Y por esa misma razón está bien tomársela con humor, mejor una comedía que una tragedia. El peligro está en no distinguir lo real y la fantasía y vivir como si estuviésemos en una tira cómica continua. Los peores tebeos son los que no hacen gracia y a veces los políticos son caricaturas de sí mismos y nos dan más vergüenza que risa.

Y es que vivimos en un simulacro de la realidad, ya lo decía Baudrillard, tomamos por real lo que vemos por televisión, y lo que no sale en los medios no existe. Esta globalización es una especie de “mundo burbuja”, donde vivimos protegidos por una coraza virtual paralela al mundo real. Preferimos wasapear con el amigo a quedar con él en una cafetería porque hay prisa. Damos más importancia al mundo virtual que al tangible. Sustituimos las experiencias reales como jugar en la calle por quedarnos en casa con al ordenando chateando. No vamos al cine, tenemos la película bajada gratis y palomitas caseras. De igual forma en los funerales, en la iglesia, ya no está el muerto presente y se oficia sin el cadáver, porque la muerte es lo único que no hemos dominado aún y que nos da un sopapo cósmico en las narices. No podemos aceptar la realidad de un muerto y hasta los entierros son ficticios. O cuando estamos hablando en la calle y nos suena el móvil, atendemos antes la llamada del móvil (la presencia virtual) que al amigo real del que enseguida nos desprendemos.

Ahora se confunde mucho realidad y ficción. A veces nos comparamos a personajes de una novela que ni siquiera hemos leído. Vemos a nuestros compañeros de trabajo o de clase como a otros actores de la misma película. Incluso llegará el día que preguntemos a nuestros padres si son actores en el Show de Truman y anuncian productos en el intermedio en que vamos al servicio. O quizá vivamos en un Gran hermano, más parecido al de Mercedes Milá que al de Orwell.

La televisión nos muestra las catástrofes como películas bélicas o juegos de disparos en el ordenador. No nos creemos estas noticias, las vemos lejanas, distantes… no nos afectan, igual que nos resultan indiferentes los muertos de un juego de guerra. Parece que así nos conmueven menos las desgracias y son menos reales y esto va mermando nuestra capacidad de compadecernos de ellas. ¿Y si la guerra del Golfo nunca existió?... ¿Y si la llegada a la luna se hubiese rodado en un estudio de televisión con decorados? Esta confusión (la noche me confunde) se denota también en la gente mayor que te cuenta sus batallitas de guerra mezcladas con la última de Spielberg.

La conclusión es muy clara; la realidad está allí afuera, esperándonos. Tal vez nos pase lo que a Leopoldo María Panero. Un día abrió la puerta del psiquiátrico y salió a la calle. La puerta había estado siempre abierta, él había dado por supuesto que no podía salir. Pues la realidad de igual forma nos aguarda a que la vivamos y no la desaprovechemos. La realidad supera la ficción, la vida es más bonita que las novelas que en ella se basan. Comics, películas, libros no pueden sustituir nuestra vida.


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