La obra BILBAO BILBAO se representó en el 84
(con el PSOE en el poder estatal y el PNV en el ayuntamiento de Bilbao y por sí
alguien lo dudaba: en el Gobierno Vasco). Se volvió a llevar a escena décadas después,
ante el éxito que esta obra tuvo y que pervivía en la conciencia de sus
espectadores, un público no acostumbrado a una obra tan moderna que les
enfrentaba a un Bilbao no tan idílico como el de sus bilbainadas: el real.
Algunos de sus actores, en Karraka, fueron Ramón Ibarra, Ana Iribarren, Itziar
Lazcano, Gurutxe Beitia, Eduardo Faviña (la transformista Yogurina), Felipe
Loza, Yolanda Martínez, Loli Astoreka, Ester Velasco. Gorka Aguinaldo, Nati
Ortiz de Zarate, Ramón Barea liderando la obra pero dejando lucirse al resto de
actores, y a una Otxoa con su “¡libérate,
libérate!” que no solo cantaba a la liberación sexual sino a la liberación
en todos los sentidos. A modo de cabaret o musical en el espectáculo teatral se
intercalan una serie de sketch
fragmentarios, que se van sucediendo en una fiesta colorista que mueve a la
participación del público, presentando el travestismo como máximo exponente de
esa libertad reconquistándose. José Antonio Nielfa, “La Otxoa”, quizá no sea el
mejor actor del mundo, pero sin duda es un travesti icónico en el mundo de
liberación sexual gay. Representan en un Misterio Bufo posmoderno la liberación
de los convencionalismos sociales, la subversión del contra poder, que
pretendió poner el mundo del revés desde la izquierda más revolucionaria.
Refleja un Bilbao en crisis, años luz de la postal franquista del Bilbao en
blanco en negro o de la visión nacionalista de un Botxo idealizado y que en
realidad constreñía entre sus siete calles sueños y aspiraciones de toda una
generación que pretendía un Bilbao en colores, entre ellos el arcoíris de la
bandera gay, y que también se veía amenazada por este neocapitalismo que había
instalado sus cortes ingleses y centros comerciales aquí, como antes las
industrias siderometalúrgicas y todo su drama obrero.
Es un esperpento
humanizado, relativista, ambiguo y ambivalente que empieza parodiando la
fundación mítica y legendaria de ese Bilbao que nunca existió más que en la
mente de los escritores nacionalistas a partir del XIX y reflejando, por su
contra, un Bilbao real con el que el público pudiera identificarse desde el
humor, pero también desde el horror. Bilbao como microcosmos de los
sentimientos universales; “el universo es
un Bilbao más grande” dijo un Unamuno que creció entre sus apretadas calles
gremiales del casco antiguo. Pretende una unión en comunidad, una aldea global,
pero no desde las ideologías (de un signo u otro) ni desde la globalización, sino
del propósito de mejorarlo con esta crítica social entre todos, para que a esta
ciudad británica y aburrida donde como dijera Blas de Otero “siempre llueve, llueve y llueve” le venga
al fin la primavera de visita turística. Se plantea esta diegesis una fantasía
disparatada, alocada y divertida que a veces recuerda demasiado a la realidad.
Rechazando la mimesis naturalista; todo en la obra es exagerado e hiperbólico,
deformando como un espejo del Callejón del Gato donde Valle Inclán escribía sus
esperpentos y se veía a veces reflejado en Quijote y otras en Sancho: los
personajes caricaturas, el discurso distorsionado y fragmentado, la música
estridente o autoparódica (danzas vascas, alardes tradicionales con “vasquitas”
y “neskas” del PNV con su faldita y blusa blanca), las escenas de gags cómicos,
los bailes desordenados y caóticos, el ambiente desarmonico en un espacio a
veces cruel, el tiempo repasando diacrónicamente prácticamente toda la historia
de la villa, desde su fundación medieval-renacentista hasta nuestros días, o
los de entonces, pasando por la sombra teológica y fascista, la trasgresión de
las manifestaciones y revoluciones de los 70 y 80, a veces absurdas (la leve y velada
crítica a HB y el mundo abertxale) y otras un grito autentico de indignación
por la reconversión y crisis industrial que había dejado el descalabro de las
infraestructuras fabriles.
Siempre desde el
humor, nada pretende herir, todo es una enorme fiesta báquica, dionisiaca, en
la que la ironía nos hará mejores personas desde la autocrítica. También en sus
formas innova: escenas de travestismo, el color, la estética Almodóvar propia de los 80 y La Movida, la menor
importancia del texto sobre las formas visuales convierten el musical en un
cómic, en una historieta gráfica y cómica de Bilbao más que en una seria y
positivista historiografía de la villa regalada por la BBK. La expresión
corporal, la danza, el baile, los monólogos en los que se apela directamente al
público al que se invita a salir al escenario o con el que el actor se confunde
y al que interroga retóricamente o en inquisiciones que buscan empatía, los
números de cabarets (más parecidos al musical de los años 20 en París o Berlín,
los números de cancán, el jazz, el
music-hall de Broadway que a la caduca revista de variedades franquistas donde
unas mujeres cosificadas exhibían las medias y todo era acartonado como el
propio régimen.) Unas escenas provocadoras de estriptis que se conocían ya por el destape. Los desnudos parodian el tener
que desnudarse. ¿Por qué la necesidad de ver las bragas de la actriz en lugar
de admirar sus dotes interpretativas? Y así es también Bilbao Bilbao una crítica a la cosificación capitalista de la
mujer, a su exhibición en objeto del triunfo varonil, reivindicándole en contra
como un sujeto creador de su obra y vida. “La Otxoa” es la reina de este
musical-teatro, eclipsando las brillantes actuaciones de Ramón Barea, Ramón
Ibarra o Gurutxe Beitia, cantando libérate
a un Bilbao Bilbao que lo entendió, espero, más allá de la alusión sexual.
Se revindica la
liberación de las etiquetas opresivas de una educación católica represiva ya en
los primeros momentos del infante, al que obligaban a memorizar listas positivistas
de Reyes Godos o La Canción del Pirata
de Espronceda como nuevo Cara al sol.
Es la liberación de la mente, del pensamiento crítico, la restitución del
humanismo que nunca es mal o bien pensante sino libre. Liberta en nosotros la
capacidad de cambiar o mover el mundo, de construir nuevos y no aceptar los
impuestos (igual que piden no aceptar Leimoniz) La intriga nos acompaña toda la
obra, nos deja en vilo la trama, queremos saber más de Bilbao. Aunque ya lo sabemos todo, nunca nos lo han contado
así: llamando a las cosas por su nombre, en un discurso directo sin
sentimentalismos patrióticos de patetismo, sin esas banderas que la obra
ridiculiza, sin esos colores que nada significan más que el rojo de nuestra
vergüenza existencial y el negro de nuestra muerte inevitable. Capta la
atención de un espectador en feedback constante con la obra (Gurutxe Beitia
representa a una parte de ese público, una “intelectualilla” con carné del PNV,
indignada tanto por el mensaje libertario y aperturista como escandalizada de
las formas: “Sí, Bilbao es muy triste y
gris, siempre llueve y llueve, pero hay que expresarlo bonito”, insiste. E
insiste en un naturalismo sin sentido, en el fondo antinatural y anti mimético
porque si en Bilbao llueve hay que decir que en Bilbao llueve y sí queremos ser
rigurosos añadiremos “sirimiri.”)
Mantiene la expectación del espectador aunque la trama se fragmente. La
originalidad, innovación, la frescura de los diálogos cómicos y la expectación
por qué nuevo vestido de plumas envolverá a La Otxoa no dejan un solo instante
al aburrimiento. Este público, acostumbrado a teatros realistas y en el fondo
ficticios, a que todas las fiestas de Bilbao les metan un recital de “poetas cantando por Bilbao y a la ría”
subvencionado por el ayuntamiento, se enfada, pero también maravilla con estas
figuras, formas, luces y colores para las que aún no tiene “gafas” y
perspectivas intelectuales revisadas en “la óptica” posmoderna.
La obra
trascendió aquel día, aquel año, y durante décadas ha seguido comentándose,
hasta el punto que este espectáculo fue vuelto a representar en los años 80 y
promocionado por periódicos, incluso de derecha vasca (El Deia) o derecha
españolista (El Correo.) En la obra, más allá de lo político, han de analizarse
también otros aspectos humanos. Se cuestiona la pervivencia de ritualizaciones
costumbristas tradicionales de la Cultura vasca a través de sus habitantes. Más
que Bilbao aparecen “los de Bilbao”, las señoras que se reúne en el café Lago o
Iruña a tomar cafés y bollos de mantequilla o carolina vasca, sus chismorreos, andreak que se autoridiculizan en cada
bilbainada que sueltan. La sexualidad reprimida por el régimen y el propio
carácter tímido del vasco (ese “en
Euskadi no hay quien folle” parodiado también por el programa Vaya Semanita)
se denotan en la consulta al psicólogo-ginecólogo, en unos aldeanos sin vida
sexual. La obra guarda una estética de telenovela, porque es narrativa y porque
es muy televisiva (más que cinematográfica) Una de esas telenovelas que el
propio Almodóvar o Martes y 13 parodiaban por su ridículo sentimentalismo y
patetismo, aquellos pastiches de Corín Tellado que idealizaban las relaciones
amorosas ofreciéndonos un mundo de cartón piedra que hería cuando se trataba de
llevar a la realidad y también laceraba todo gusto estético.
La obra comienza
con la fundación del Bilbao de toda la vida: un crimen fratricida, paralelo a
la historia bíblica de Caín y Abel o a la historia de Rómulo y remo de Eneas, o
la de Trivios y Troyanos de Tito Livio... Pero estos fundadores para empezar
rompen con el género: son Rómula y Rema. Son las hijas de un señorito de
Bilbao, Don Felipe y de Mentxu, una criada despechada por él (como lo eran la mayoría de las madres
de estos juglares medievales, que adquirían el gusto estético e intelectual
noble por el padre pero el sentimiento de raíces con su pueblo por sus madres)
Este empresario naviero (representando la industria siderometalúrgica, minera,
naval y del astillero que se fue a vivir a la margen derecha y de derechas de
Bilbao, Neguri, que en eusquera significa “el palacio de invierno”, un palacio
de cristal, una torre de marfil y jaula de oro y hierros con esa ría siempre
simbolizando metafóricamente la metálica fractura social con la otra margen
marginada, la izquierda y de izquierdas, condenada solo por haber nacido allí a
una vida miserable de perros obreros de los Altos hornos y sus asociadas.) Este
señor burgués (caracterizado por su hipocresía en su máscara invisible o
psicológica, por sus modos cursis de galán de don juanesca calavera y por su falsa seguridad en sí mismo) debe casarse con una
mujer de su misma posición social que no desprestigie su carrera política y
empresarial. Y por ello se busca una Begoña Galvarriana de las de entonces,
(una pija inaguantable llena de prejuiciosas demandas de amor falsamente
romántico y desprecio social.) La sirvienta a la que ha dejado con dos niños en
la calle tras prometerla entre risas “un
piso en La Gran Vía o en Sodupe que queda más cerca (más barato)” aprieta
un gatillo de resentimiento de clase social explotada y de Género vilipendiado.
Y la sangre del rico industrial cae ante el asco de la burguesita a la que han
estropeado su paseo en trainera o gabarra por una ría sucia y sombría, pero que
simboliza los interminables y convencionales noviazgos del franquismo que
acababan en el final feliz del cuento de hadas burgués: el bodorrio ¡y por la
iglesia de Begoña! Vienen de una cena “romántica” en el Club Marítimo y ella
pretende que le lleve de luna a miel a Biarritz, símbolo entonces del turismo
más elitista, los casinos, las playas preciosas y la burguesía más afrancesada.
El matrimonio
que plantea la obra en estos personajes es un matrimonios “realista” por
dineros, intereses y conveniencia (que acababan, como todos los del franquismo,
siendo de convivencia, de ir soportando cada cónyuge las manías del otro), un
contrato económico firmado ante notario y ante un cura aprovechándose de la
situación (como se entromete con el tema de la muerte.) Lo enfrenta al amor
pasional romántico que revindica la criada, más allá de flores y chucherías con
que el insensible empresario compra a la sensiblera Begoña. Mentxu ingresa en
prisión por este crimen justificado en el honor. Y una de las hijas, Edurne, es
adoptada en la Santa Cofradía de la Santa Vera Cruz (el destino de muchas
mujeres que se habían quedado “solteritas
y solteronas para toda la vida” como canta La Otxoa, un estereotipo que
también Lorca ve ridículo y trata de criticar en su teatro) Ingresa así en la
Santa Casa de la Santa Misericordia donde Sor “Gota de Leche” le trata como la
madre que nunca ha conocido. Y ¡Milagro del cielo! le sale leche de la teta a
la vieja estéril sin apretar siquiera, como si le amamantara un ángel caído del
cielo de leche divina. El mismo nombre de la monja es una alusión directa al
café Lago que bajo ese eslogan sigue surtiendo aburridos cafés con leche y
bollos de mantequilla a las viejas a la salida de sus recitales y cantos bilbaínos.
A la niña le parece “chibiri” esta “amatxu” dulce, protectora y algo loca por Dios. Amaia, sin embargo, va a parar a otra familia
burguesa que pasa de ella y le maltrata.
La monja le canta en los Maitines villancicos y nanas infantiles: “ya vienen los reyes por el Arenal (el de
Bilbao, claro) y le traen a mi niña un
pavo real.” Y otras canciones típicas. Mirentxun va en busca de sus dos
hijas al salir de la cárcel de Arrigunaga (podía haber sido la de Basauri, pero
esta es para la clase social baja, pues también la justicia entiende de clases
por lo que se denota.)
Pero Edurne
huele a ría y no es aceptada por Amaia, que la escupe y asquea. Y acaba
cargándose a la hermana, indigna socialmente, con lo cual el crimen fratricida
se duplica. Amaia se marea además por esta “¡sangre, sangre!” que ella misma ha producido. (La sangre obrera con
“una mano invisible” que la ha causado: invisible pero con nombre, apellidos,
dirección postal en Neguri y epítetos de codiciosos e inhumanos) “Es igualica al padre, ha matado a su propia
hermana”, se indigna Mirentxun, quien mata a su propia hija asesina, con lo
cual el crimen se triplica, como en una tragedia griega. La pobre Mirentxun es
enviada al sanatorio psiquiátrico de Zaldívar hasta el fin de sus dias. Por las
noches de San Blas sigue oyéndose este suceso. Tía Vitori, que vive en el piso
de arriba, y aún no ha vendido el piso, opina que algo habrá, que meigas… ¡haberlas
haylas!, que el espíritu de Mirentxun y de Edurne aún habita la casa, que no la
dejan dormir y que el inmueble ¡aún sin vender!
Aparece la Ría
de Bilbao, la ría Ibaizábal, afluente del río Nervión, interpretada por Itziar
Lazcano, cantando, hablando, interpretado con todo su cuerpo fluvial (incluso
desnudándose en topless al final) Va vestida de maga o de introductora de la
fiesta, de maestra de ceremonia, en una estética con capa que recuerda a El fantasma de la opera de Andrew Lloyd
Weber. Se rebela la ría ser una mujer vencida, cansada ya de tanto Bilbao. A la
luz, la ría se siente desnuda y vieja, está ya mayor. En toples parece hasta
una mujer bella. La interpreta una Itziar Lazcano en una de sus mejores
actuaciones, con un traje tan fabuloso como el desprendimiento insinuante y
auto paródico de estas ropas ostentosas. Se dirige directamente al público,
apelando en línea clara a su
audiencia. Pide calma al matrimonio de la izquierda, el nerviosismo se ha
adueñado del gordo de primera fila, y llama calvo al calvo. Los miembros de la
orquesta critican lo que van a cobrar por este espectáculo, por lo que la obra
torna meta espectáculo, llamando la atención sobre sí misma, sobre la soberbia (lo
que rebasa y trasciende el verbo), con prepotencia (lo anterior a la potencia),
todos los elementos para-espectaculares; la recepción del público, el
presupuesto que cuesta la obra, la elaboración de la misma, las quejas de los
actores, el contar en la obra la propia elaboración de su creación.) Pide la
introductora del espectáculo festivo “una
música nostálgica por favor”. Y nos da la bienvenida a los nobles
ciudadanos de la noble villa. “Para unos
soy el Nervión, o La Ría, para otros: La Cloaca de la ciudad.” Gurutxe Beitia
es una espectadora especial, en tanto representa a la Crítica, a la Opinión Pública,
al sector más crítico de esta obra (el nacionalista) que no era autocritico (y
no sé si ahora lo es.) Las alusiones a los Altos Hornos son constantes: Bilbao
no acaba en sus turísticas y conocidas calles ajardinadas, o en su zona moderna,
también se le llama el “Gran Bilbao” a todas las zonas de la margen izquierda
que con ella colindan y que en verdad de grandes no tenían nada, siempre
marginadas política, económica y socialmente y en todos los planos vitales.
Mencionan el humo del horno de calcinación municipal. Todo lo envuelve una
música pegadiza. Alex Angulo (a quien tuve la suerte o desgracia de conocerle y
digo desgracia porque me lo encontré dos días antes de su mortal accidente de
carretera) aparece despidiendo a mi pueblo Barakaldo con un pañuelo: “Bilbao a Barakaldo le va diciendo adiós con
la mano.” Un Adiós que se entiende como el abandono de una sociedad
hipócrita por el núcleo obrero explotado que está pagando los cafés con leche
en el café Lago e Iruña a las señoras aquellas, pues fue la fuerza económica de
toda la zona con sus hornos. Un adiós que claramente no se refiere solo a lo
topográfico sino a una melancólica cartografía sentimental. Mencionan Erandio,
Lutxana, Zorrotza, el barrio de La Peña, y todas las zonas industriales
periféricas, obreras, de residencias estrechas funcionalistas: pisos ratonera,
enormes torres de rascacielos (tan altas como esas torres de Babel arrojando
humo por sus fauces de dragón que eran los Altos Hornos). Pero también se
despide de la Virgen del Arenal (la de Begoña), de Atxuri, Somera, los
anguileros, el ferri, “los petroleros que
llevan el calcio, el hierro, y el contrabando al mundo entero.” (El
Universo, en efecto, es un contrabando más grande.)
Tras el musical,
sale a escena “La Otxoa” antecedida por bailes y con música extravagante y
desarmonizada, intencionadamente mal cantada. Ella aparece vestida de Don diego
López de Haro. O Don Diega, según la perfomatividad,
actuación o rol de su género que en
estos momentos le ha salido de la falda. Sus gestos son grotescos, exagerados,
histriónicos. Su vestuario el propio de una vedette
de “la pluma gay”, en cada número musical uno de los atractivos es ver qué
nuevo traje llamativo y estridente vestirá a La Otxoa y que chorradas contará
llenas de verdad para escandalizarnos, pero también emocionarnos. En su humor
escatológico habitual alaba la estatua de Haro (lo único que de este personaje
conocen sus habitantes.) La atribuye a Miguel Ángel y le empieza a piropear al
pintor del cuatrocento: “Miguel, siempre
dándole al cincel, qué bruto, cómo manipula el pincel, ¡cuidado! ¡que te meto
mano!, ten el escudo preparado. Miguelín
le daba a todo…”, (como buen hombre del renacimiento diletante, además de pintor era escultor, poeta, filosofo,
astrónomo, arquitecto…), pero cuando La Otxoa dice “de todo”, e insiste tres
veces reiterándolo, “digo que le daba a todo
y el que quiera entender que entienda,
pero para que se me entienda…”.
Miguel “el ángel” representa lo
teológico al pintar la Capilla Sixtina,
el Moisés, el David y todas estas obras para San Pedro del Vaticano y el Papa,
pero también nos vuelve a llevar a esa crítica renacentista a lo teológico y
sobre todo a la última escolástica tomista. Unos chistes picantes,
aparentemente inocentes, entendidos en un primer momento alusión sexual,
provocación de ligue homosexual, pueden llevarnos incluso a analizar la crítica
a la religión en la obra. Quizá habría que revindicar en La Otxoa la misma autoridad que normativamente se le
dio durante siglos a Aristóteles. En vez de decir “Aristóteles dixit” habrá que empezar a decir “Otxoa verbum.”
Otxoa funda la villa, “para sentar precedente”, a modo de demiurgo teológico creando el
mundo en 6 días y descansando el “domingo
de guardar, del señor”. Funda La
luz, La Ría. El puente del vasco fortachón San Antón… La Palanca como zona de
paseo (paseaba la droga, las prosti-putas, los inmigrantes, el mundo homosexual
en sus bares guetos, la trasgresión y la bohemia. Y siguen paseando por Bilbao
la Vieja o Bilvi, aunque el emblemático local La Palanca ya no esté en pie.)
Luego origina el Club Inglés y la Bilbainada (la Asociación Bilbaína.) Y tras 7
muy duros, toca descansar “y el resto que
lo funden ellos.” Se refiere a la Iglesia y a El Capital. Los capiteles
ingleses, belgas, franceses, holandeses y alemanes se atrevieron con lo que no
se había aventurado los romanos: a explotar el mineral de la cuenca de Triano
en las zonas de Gallarta, Ortuella, Encartaciones, Abanto, Cierbana…creando así
los Altos Hornos en 1904 y otra serie de redes fabriles. La Otxoa reconoce no tener armario del que
salir (pues es una metáfora) ni tan “buena percha” como Miguel Ángel. La Otxoa repasa
las zonas de Bilbao y sus alrededores: el Arenal, el casco, la Caixa y los
bancos, san Nicolás y las iglesias con su virgen, Iturri y las zonas de
bebercio, todo un espacio físico y simbólico ante el público de El Arriaga (en su mayoría
nacido en Vizcaya o en la propia ciudad.)
El resto de la
obra será un recorrido temporal e histórico desde la edad media con sus
prolongaciones teológicas en el renacimiento, barroco, pasando por la gestación
del nacionalismo en los siglos XVIII y XIX y deteniéndose especialmente en el
siglo XX. Todo lo adelantado por La
Otxoa sobre la historia de Bilbao se irá representado individualmente de forma
fragmentaria en sketch: Hace una breve
alusión a la República con lo de la bandera morada que parece criticar todo
fanatismo aunque sea de izquierdas (no queda políticamente correcto decirlo,
pero aquella quema de conventos y violencia de la columna D´ Urruti también fue
irracionalista.) La época industrial, el régimen franquista, la crisis de la
Reconversión, la lucha antifranquista de la Transición distinguiendo dos grupos
de protesta: la izquierda reaccionando contra una dictadura y el abertzalismo
que gimotea contra lo español. Esta parte aparece más velada, ya que la banda
terrorista ETA aún estaba en funcionamiento y podía causar problemas una
crítica más directa como las que ahora se dan con esta moda de las novelas
sobre la banda que ha iniciado Aramburu.) Este rápido y cómico repaso a la
historia de Bilbao desemboca en la democracia del año 84: Tampoco se salva el
periodo constitucional de la autocrítica, en bien de su mejora. Todo ello
armonizado por bailes, músicas, números de La Otxoa, desnudos escandalosos de
la Lazcano en forma de ría dolida de su ciudad, y gags humorísticos. Los tres
pilares de Bilbao (iglesia, política y finanzas) son puestos en solfa desde su
raíz con esta ironía.
Aparte de
Nielfa; otros fundadores de Bilbao son la fundación Banco España, Nacional de
España, BBVA y BBK, el Banco Exterior de España, el Atlántico, el Comercial La
Financiación Industrial, el Hispanoamericano, el Intercultural, el Del Norte,
el Popular Español, el Vasconia, el Zaragozano, la Caja de Ahorros Vizcaína, el
Vizcaya, el Banco Hispano Americano, el Norte, con todas sus sucursales que
cobran caros intereses y comisiones y solo te regalan una pluma tras el
contrato mefistofélico, una hucha en forma de cerdito, una agenda-diario, un
libro de la historia de Bilbao con fotos antiguas o un calendario como ha
venido a regalar todos estos años la BBK. “Les
regalamos una libretita, vayan animándose a uno de nuestros créditos y cuentas
corrientes.” Otro papel importante en la génesis de Bilbao lo toma la
iglesia nacionalista (desde la más rancia del franquismo hasta la apertura “progre” de los “curas-obreros” o esos curas nacionalistas del PNV que son los más
peligrosos: los “aitas abertzales” que dejaban su local a los jóvenes radicales
de HB –o la denominación de partido en que quieran disfrazar su violencia
“revolucionaria”-para sus reuniones clandestinas, mezclando un ideario utópico
marxista en la que lo mismo cabe el Ché, la reivindicación de independencia
sudamericana o la praxis del asesinato que tanto hemos sufrido y refleja la
novela Patria de Fernando Aramburu.) Y así se crea por supuesto la iglesia
de Begoña (la virgen con sus bragas impolutas y puras de castidad, símbolo
represor de unas fieles menopaúsicas, asexuadas, autoreprimidas, desconocedoras
de su género y perfomatividad sexual,
que sumisamente practican esta histeria neurótica de fe y redención.) Pero
también Santiago, San Juan, el Justo Pastor, San Antón, Sant Vicent, La
Asunción … la Cuarta Parroquia, el Carmen en la Plaza de Indautxu (donde tantos
años han estado los cines Fass a los que iba esta intelectualidad progre de la
épica antifranquista a ver el cine europeo ya mencionado.) Refiere a Corazón de
María en su conflictiva plaza de Bilbao la Vieja, ahora regenerada con locales
tolerantes; bares lésbicos; el Museo de Reproducciones de Arte; teatros;
galerías pictóricas; performances callejeras: visitas por el barrio organizado
en lo comunitario vecinal; la complicada integración de los inmigrantes en la
zona insultados siempre por los racistas vecinos y obligados por su situación
social precaria a la indigencia y el robo; la prostitución aún sin derechos
sindicales, laborales, medidas higiénico sanitarias, dependientes de unas
mafias muchas veces extranjeras, y cosificadas por la burguesía que las
convierte en otra mercancía, confundiendo lo que debiera ser libre intercambio
de fluidos sexuales con el libre flujo del capital…
También fundan los
curas el corpus de María (la mujer santa, al ser concebida sin mácula, que redimía
el pecado natural de Eva. Antitesis de la rebelde y feminista Lilith negada a
yacer con el hijo de dios. Una virgen dividida en tres cachos: Hija de Dios,
Madre de Dios y Mujer de Dios, un rollo lioso el de la Santa Trinidad que santo
Tomás de Aquino aprovecha de la estructura tripartita de Aristóteles.), la
Natividad de la Recreación, la Ilustración de la Señora, la Carmen, la
Mercedes, la Pilar….(nombres típicos del franquismo), el Ignacio de Loyola (un
vizcaíno que en el barroco reaccionario pretendía el soldado de Dios, y armar
militarmente a la iglesia en unas nuevas Cruzadas, aunque también fundó la
congregación más “liberal” dentro de la iglesia hasta que llegó la Teología de
la Liberación sudamericana.) Pablo el Apóstol…La misma repetición reiterativa y
machacona en el discurso juega con la saturación en el receptor: la fe agota.
Todos los nombres son rigurosamente reales, pero citarlos uno tras otro y de
forma tan seguida agobia al público o le da cuenta del hartazgo real que ha
supuesto tanta iglesia y empresa en el País Vasco. La iglesia se queja “No somos nada. Cada día nace tanto católico
que no damos abasto.”; una ironía pues la sociedad se está secularizando,
cada día más atea, pero siempre les quedará su Universidad de Deusto para
imponer su Verdad. Las empresas tienen un trato especial con esta Santa Iglesia,
“son una clientela especializada”.
Critican, como
Darío Fo, la alianza eterna entre la iglesia temporal (eclesía,
institucionalización católica) con lo económico y lo político, sin que haya un cesar papismo o división de poderes y en
su lugar aparezca la corrupción, tráfico de intereses, apoyo a la dictadura en
el nacional-catolicismo, impuestos en
la declaración de la renta para ellos, el monopolio de la solidaridad internacional,
de muchas universidades y colegios privados, y sobre todo un control social e
ideológico que llega hasta nuestros días y se adentra en los aspectos más
íntimos del ser humano como son la fe, la familia y la sique; que también saca
sus réditos monetarios (como con las pestes bucólicas renacentistas vendiendo
“bulos” de “si quieres que tu mamá que
acaba de morir en la peste sea perdonada por dios y siga en el cielo: ¡paga!”;
no importándoles el estado misérrimo de este esclavo explotado en el sistema agrario
feudal, al que podían enviar a matar moros por Dios y al que reprimían
sexualmente pues el sexo solo tenía sentido de perpetuar la raza de la
cristiandad y no como goce, disfrute, juego, voluntad y placer. Fueron
paradójica y cínicamente los mayores censores del sexo, Agustín y Tomás de
Aquino, unos grandes libertinos toda su vida hasta caer del caballo de San
Pablo o como dirían en su argot: unos “grandes pecadores”) La crítica a esta
iglesia tan pesada es más que entendible.
La Otxoa canta a
un Bilbao “neurótico, psicótico, vicioso,
morboso, nostálgico, marchoso, hermoso, Capital
del vicio”. Y lo grita, (porque toda esta obra se expresa enfática, interrogativa,
en estructura emotiva exclamativa, fática y apelativa (Jakobson.)
No pretende endulzar las cosas, sino gritarlas de alegría cuando llega la Transición
o de indignación por la crisis de La Reconversión.“Bilbao; humo, navaja, veneno” nos
recuerda los malos humos que se traían los Altos hornos, las navajas que te
podían sacar en las oscuras calles del casco viejo y el veneno social de la
hipocresía bilbaína, por ejemplo hacía el mundo homosexual. “Todo es bueno si después se paga el servicio”
delata la hipocresía del hombre supuestamente heterosexual, casado y con
familia, que acude a casas de servicio de prostitución o a locales homosexuales
en busca de carne, y también revela el pragmatismo y utilitarismo con que el
ayuntamiento del Gran Bilbao aceptaban cualquier proyecto empresarial por el
vil metal, sin tener en cuenta su coste social o su impacto medioambiental ni
consultar al pueblo. (Como la central de Leimoniz en Cómicos de la Legua) “Bilbao es Hollywood, Londres, Lourdes,
Madrid, París, Honolulú, el bigote de Fumantxu.” (Insiste en parodiar ese
nacionalismo de universalizar Bilbao rechazando todo lo que no sea este.) “Qué viva Vizcaya, Bilbao y su buen bacalao.”
Refiere a los productos típicos de Bilbao: el buen bacalao, el txakoli,
carolinas, bollos, “los quesos de Ibaizábal” (en realidad de Idiazábal, pero
juega con el nombre de La Ría), el kalimotxo de los botellones en Iturribide o
Jardines de Albia que inventaron las destilerías vascas….Dicen en la obra que
Bidebarrieta siempre marca la misma hora (y sigue marcándola, igual que sigue
el muñequito de Unamuno sonriendo bobalicón cada recital poético celebrado allí,
cuando aquel genio huraño se habría asqueado de la poesía que se excreta ahora
y encima en su nombre.) Al número de La Otxoa le siguen unos alardes y danzas
vascas ridiculizadas.
Cuentan otra
leyenda de tintes góticos y terroríficos, otro crimen como el fundacional: el
de los fantasmas del casco viejo, un suceso que en la época franquista contaba
el periódico El Caso: la morbosidad
de los dramas más tenebrosos y tétricos que aún sufrimos en la televisión con
modernas recreaciones por video de estos asesinatos que solo deberían importar
al muerto y sus allegados. Las siete calles de Bilbao adquieren alegoría de los
7 vicios pecados capitales, ya que es la capital del vicio y del capital
económico. Quienes hemos transitado tantas veces por este Casco Viejo sabemos
que son siete calles laberínticas, estrechas, aburridas y opresivas que te
obligan a perderte también por un monologo interior angustioso, kafkiano y
asfixiante. Estas casas mal construidas, apoyadas las unas a otras, avejentadas
y estrechas por dentro; esconden en sus callejones recónditos nostalgias (la
melancólica morriña Unamuniana o los delirios nacionalistas del racista, misógino
y trastornado Sabino Arana, fundador del PNV en los años 20 del siglo XX que no
consiguió ni ser alcalde del Botxo ni presidente de la Academia de la Lengua
Vasca (tampoco accedió Unamuno que sabía mucho éusquera, aunque ahora le tache
el nacionalismo vasco de salamantino españolista. Eran Unamuno y Sabino
enemigos personales desde el colegio.)
Un casco que
también esconde muchos secretos de vieja, de mentidero y leyendas como esta de
los crímenes del casco. El Pederasta ronda la calle Ronda. Unamuno nació en estas calles donde asistió a una marcha
militar de los liberales, siempre “de ronda” y de ahí el nombre. Este hombre en
pugna teológica siempre y consigo mismo idealizaba el carlismo y se sintió por
primera vez pacifista en la calle Pelota al ver desfilar al ejército. La calle
Pelota recibe su nombre del juego de pelota vasca, típico no solo en la
película de Meden sino también en EEUU. (En parecido frontón empezó la
revolución francesa) Una calle abierta a Iturribide o el Camino de la Fuente
(pues se instaló una de las pocas fuentes públicas de esta zona sucia sin
saneamientos.) El fantasma del Cantón se pasea por Somera y la Fuente de los Perros (la gente tomó por perro a estos leones
fieros que a modo de gárgolas decoran la fuente, leones del Athletic puestos
por el hermano borracho de Napoleón, José Bonaparte, más conocido como “Pepe
Botellas” por su afición a las botellas de tinto de la marca Tío Pepe, para
después de la cogorza, “poteando” “txikitos”) Y condena a sus habitantes al
pecado capital de la gula (en referencia a los bares de esta calle.) La lujuria
de Barrenkalle (es la zona de
ambiente gay con los bares del Consorcio, la Korrala, el Modesto, el café “de
lesbianas” Lamiak que eran hadas con pies de pato y peine de oro, y se bañaban
en rías más limpias y bucólicas que la de Bilbao. Sus dueñas son unas lesbianas,
ahora ya mayores, con un gato que se te sube a la mesa cuando juegas al tradicional
“quinito”: beber según te toque en los dados.) Y Barrenkalle Barrena, llamada así por estar en medio de la otra. El ahorcado en Tendería (guarda el sentido de que es muy fácil ahorcarse en una
calle gremial donde se tendía la ropa a vender en cuerdas y de ahí el nombre de
la calle.) Artecalle sigue teniendo
mucho arte, pero se llama así por estar entre dos calles y por dedicarse al
comercio gremial de artesanía orfebre. En Carnicería
se vendía carne y ahora un carnicero estrangulador, peor que el londinense,
cometía sus carnicerías humanas. Habla también de las escaleras de Bayona que
comunican Begoña (su iglesia- cementerio) con la plaza Unamuno (ha perdido la batalla
el pensador: el poder temporal institucional ha reducido a un hombre de carne y
hueso, intelectual de fe pero también sentimental, a un cabezón ridículo, enano,
inserto como pincho moruno en una columna trajana que celebra la derrota del Logos
a manos del ayuntamiento de Bilbao.) En estas escaleras ahora se les ha ocurrido
poner un museo etnográfico e histórico, pero sigue con la caja de ahorros
fundada ya en la edad media, o antes, ya que aseguran los economicistas que el
capitalismo es connatural a nosotros y que estaba implantado entre los
dinosaurios.
Al relato
legendario del Kasko le sigue un número coral. Las coristas visten excéntrico.
Termina en un Irrintxi, grito que parece salido de lo más profundo de la
garganta vasca. Se refieren sin pudor a la ría como “pozo séptico de la historia” y reflejan el mundo de droga y
burdeles, populares en los 80, pero que ya existían en el franquismo. (La
profesión más vieja del mundo, pues es más fácil comerciar el cuerpo que la
mente.) En la contradicción de la época, drogarse y consumir pornografía era de
retro-progres liberados y por lo mismo la prostituta era una trabajadora, quizá
mal pagada, pero que hacía un servicio, “capitalista”, una actitud incluso
tomada por el feminismo liberal, para el que uno “es dueño de su cuerpo” y lo
vende si se le antoja.) Representan una pelea entre los bilbaínos que se
sienten españoles y los que se revindican vascos. Los paletos bailan un agarrado castellano en La Casilla,
pasodoble s, jotas, sevillanas de Sevilla. Le dan a la bota maría y pimplan un tinto; cantando: “La bota para arriba…” Se laman “Pacorro” y recriminan a los “letxuginos”
vascos su ikurriña (ellos dicen “Bandera vasca”) copiada de la inglesa.
Insisten estos “españolistas” en que el eusquera ha de tener raíces castellanas
y latinas (¿cómo va a un monje medieval como Gonzalo de Berceo ser
rigurosamente fiel con lo que considera el dialecto pagano de un pueblo
resistido a conquistar, culturizar y cristianizar? ¿Cómo iba a ser fiel a la
lengua y cultura original?) Entran un debate ideológico en tono irónico que
refleja la lucha nacionalista contra el gobierno central. También hablan en la
obra de la Riada del 86, ósea la del año en que nací, en la que el agua se desbordó
hasta las puertas de casas y locales.
“Es que con este sirimiri llueve y llueve,
insistentemente, como decía el bardo Otero, pero debes decirlo delicadamente.”
protesta Gurutxe Beitia a Itziar Lazcano. “Por
lo demás, bonita, te está quedando muy bonita la obra, pero las cosas no se
dicen tan bruto, chica.” Para seguir parodiando el mundo Abertxale, La
Otxoa se pone a cantar “¡Viva Euskadi Cañí!”,
Descoloca lo de “cañí”, un término típicamente castizo del “cheli” madrileño
junto a Euskadi. Canta La Otxoa homenajeando (en realidad criticando) al
hombre- hombrón vasco: “Ay, mi gudari. Mi
pelotari.”, siempre jugando con los términos referentes a los órganos
genitales y las pelotas de este juego tradicional vasco o con las metáforas de
la fuerza vasca, la deportividad, la mística de masculinidad… Parece sentir La
Otxoa “morriña” del Bilbao del PNV y el periódico Deia, lo abandonó todo al
triunfar “por los madriles”. Este showman, icono de la Transición y movida
bilbaína, empezó cantando y actuando subido a las barras de los bares de Bilbao
la Vieja (Allí conoció la hipocresía del mundo homo, los chaperos, los padres
de familia ofreciendo la prostitución, el duro negocio del teatro, que parece
ser más duro para los travestis y transexuales que también actúan y muy bien.) La
Otxoa ha conocido un éxito que desborda el ámbito vasco, con el que ha podido
pagarse una mansión en la margen derecha de Neguri (que tanto critica en sus
letras) y comprarse una colección de muñecas y una serie de vestiditos, con un
armario más amplio que el de la Isabel Presley. Montó incluso un bar
pretendidamente tolerante con el mundo gay, pero donde llamaba la atención a
muchos homosexuales: “porque eso no es
besar sino hacer el tonto” ya que en realidad era un negocio enfocado a la
clase alta profesional de la zona de oficinas de Indautxu (donde estaba ubicado,
junto al centro de negocios.) No estaba esa clientela, sobre todo femenina,
acostumbrada a ver unos chicos besándose, pero sí tenían ya muy visto a este
personaje rondando en el baño en busca y captura de jovencitos guapos,
haciéndoles todo tipo de proposiciones. Sigue ironizando el ahora “abuelito de
los gays”: “Gudari: tú eres lo más
abertzale que fuera de Euskadi no hay, pero puñalada trapera me dio uno. Él era
del batxoki de Abando, yo de calle Tendería. Y se me escapó. Cosas profundas
nos separó.” (Quizá la diferencia de clase social, él de ideologica
nacionalista y en el fondo capitalista, que vive en la zona de Abando de los
grandes bancos BBVA. Frente al humilde ideario de la pobre Otxoa, de clase
social baja, pero la verdaderamente autóctona del casco viejo. También critica
la represión sexual del momento que no reconocía que los armarios no son connaturales
sino que se creaban en el Ikea de Franco.)
Se extiende una
banderola amapola (una mezcla es la española de la franquista y republicana).”Busco en la basura un Bilbao mejor,
Valladolid es más bonito”. (En Valladolid se da el castellano más puro,
como decía Miguel Delibes, porque siempre ha sido una zona escolástica donde se
ha trabajado mucho el idioma y también tan facha que la conocen coloquialmente por
“Fatxadolid”.) “Pasado y presente han fracasado” y plantea la trastornada adalid de
alguna revolución utópica (no se identifica claramente cuál) un futuro mejor,
que pareciera un insulto para las baserritarras que tenían que trabajar de sol
en sol en su huerta de lechugas. Además plantea esta rebelión sobre fondos
abstractos y mediante formas violentas, destruyendo papeleras (clara alusión a
la “kale borroka”), empujando a la gente, gritando… y al fin la policía se la
lleva. Seguramente al psiquiátrico de Zamudio.
El color morado no me queda claro si se refiere al fascismo o a la
bandera república, es el color también de Podemos y de Santa Teresa en su obra Las moradas interiores, símbolo teológico.
Para mí representa en abstracto el rechazo a todo tipo de violencia, además
acometida en nombre de ideales en el aire. Otros protestantes en un escenario (que
se ha llenado de ruido, humo y caos) son los abertzales que pretenden
protagonizar una lucha antifranquista cuando en la obra (y en la realidad)
están comportándose infantilmente. “¡Tururú!!,
que tienes la bragueta abierta”, le gritan al policía. La policía nacional
se los lleva como niños que se han comportado mal. No hay una crítica sólida,
no se sustenta el discurso que le dedican al policía, parece una pataleta llena
de prejuicios e inmadurez. La escena queda diluida, indefinida: tampoco
convenía criticar mucho a este sector peligroso y con cierto poder. La
Extraina, policía autonómica, se atreve menos a tocarlos. Esta Extraina son los
policías instruidos desde la ikastola para reprender toda rebeldía, y se
critica su mitificación. Los abertzales llaman “Txakurrak”, ósea “perros” a la
policía nacional. Todo acaba en algarabía: “Disuélvete
tú.” Pero Gurutxe Beitia manifiesta irritada su queja: “Por favor, que soy del Partido y hay cosas
que me ofenden.” (Se refiere al PNV, creado en los años 20, con un enorme poder,
aliado con la iglesia, con los medios de comunicación manipulados
institucionalmente, con la educación de estas ikastolas, en lo económico con su
alianza con estas industrias y nuevas empresas capitalistas, entrometiéndose en
lo social, en lo cultural y en todo lo vital)
En un café que
parece ser el Iruña (pero valdría de alegoría del Lago, del Boulevard…), unas
señoras por supuesto “de Bilbao de toda la vida” discuten sobre su origen
social mientras sorben su chismoso y cotilla café. Una le recrimina a su
“amiga”: “pero sí tú eres de Medina de
Pomar.” (Y ser de Burgos en Bilbao es un insulto: se ve a Burgos como una ciudad
imperial y franquista con su catedral sombría y oscura como símbolo del
régimen) “Pero es que los de Bilbao
nacemos donde queremos.” También la recriminan que siga votando a los de
siempre y al final se convierte en una dialéctica política, pero “el voto es secreto como la confesión”. Se
confiesan la religión de cada cual y en qué súper hacen la compra: todas en Los
Eroski autóctonos. Una prefiere ir a la misa en San Nicolás que a San Santiago
ya que dura menos. (La misa es un acto social de hipocresía, no una fe
verdadera para estas señoras burguesas, otra forma de ocio si les falta el café
‘Lago pero ¡que no se extienda mucho el sermón!) Se llaman entre sí “sinsorgos”,
“gorordos” mientras se empachan de bollos de mantequilla (en realidad suizos,
pero digamos inventados en el Bilbao de siempre.) “Es que a Donostia le quitáis el María Cristina, el Victoria Eugenia, el
paseo marítimo, el parque de atracciones, los puentes, las casas afrancesadas,
las amplias y limpias avenidas, el Kursal, el festival de Cine, las playas La
Concha y las demás, el casino, los cines Astoria, la universidad, la Plaza Mayor,
el hotel Londres, los montes Igueldo, Urgull…y es que, chica, se queda sin
nada… sin bollos mantequilla. Y pasan a hablar de temas personales, pero la
sexualidad con el marido (en realidad esposo pues ellas no son “maridas”, que
en nuestro idioma es sinónimo de “acoplada”) es un tema que en Euskadi no se puede
tocar. Es todo un escándalo social hablar de estas cosas, pero es que a una de
ellas la inundación de la ría le ha pillado en “el acto”. Gurutxe Beitia, que
sueña con un “Lehendakari mujer”, tampoco quiere hablar de estas cosas cuando
le interpela Lazcano (La Ría). Sí cuenta que desde que a la terapéutica gestal
le lleva bollos de Bilbao se han mejorado muchas estas sesiones. Empieza
contando que ella se acuerda de todas sus experiencias en la cama con todo
detalle ¡y como olvidarlas!, pero se
corta: “¿¡qué lo voy a contar!?” Y se
va a “hacer un chis”. (A mear.)
Otra de las
escenas representa a una pareja de baserritarras: Ramón y Nati. Son un
matrimonio de aldeanos (de una ganadería y agricultura autárquica, de
subsistencia, marginada en pos de lo industrial, con escasa comercialización
internacional y más bien local y gremial en ferias y mercados agrícolas como
puestos de quesos y hortalizas el día de santo Tomás; con una tecnología
agraria muy precaria; la omnipotencia del patrón y de la iglesia sobre sus
vidas y creencias muy retrogradas y como aquí vemos total desconocimiento por
su sexualidad) Los aldeanos acuden a una moderna consulta de ginecología o
sicoterapia, tan populares ambas en los años 80 de la obra y ahora. Se dirige a
ellos una voz de máquina artificial de un Gran Hermano que les interroga sobre
su vida íntima. Les pregunta sus problemas sexuales, pero ellos achacan sus
dificultades a ser vascos y que “en
Euskadi no se puede follar” (las mismas cuadrillas están segregadas por
sexos: los chicos con los chicos y las chicas con las chicas, como cantara
Karina en el franquismo y pocos se atreven a romper la barrera social para
ligar por los bares del casco viejo.) Nati ha nacido en las escaleras de Bayona
y lleva la confitería Santiagito y Ramón atiende un estanco de lotería, junto a
la caja de ahorros. (No se han movido de la calle; el amor de infancia ha
acabado en un matrimonio monótono, tampoco era raro que se casaran entre primos
al vivir en mundos tan cerrados.) Nati sueño mucho que Ramón le hace el
amor. Y le lleva chorizo de Pamplona
para animarle al acto amatorio, pero a veces ni con bocata... el bocata,
enormemente grueso, es un símbolo fálico, que Ramón se lleva ansioso y babeando
a la boca como un perro de Paulov salivando después de uno de esos inhumanos
experimentos conductistas en los que se excita a la rata (o al ser humano si se
deja) hacía un “estímulo positivo” (queso en el ratón o zanahoria en el famoso
perro.) Este conductismo trata al ser humano como a un animal negándole la conciencia
y fijándose solo en su conducta más pragmática obedeciendo al premio o
atemorizado por el castigo. Y aunque ahora se llame terapia cognitivo-conductual, este invento de Skinner, Paulov y
demás sigue siendo igual de deshumanizador como denotamos en el horrible libro ¿Quién se ha llevado mi queso? que
pretende que sumisamente sigamos corriendo en la rueca laboral en pos de
llevarle más queso al jefe. Rebelarse a la jaula, polea o rueda capitalista
equivale a “ser negativo”, “intelectualizar o racionalizar las cosas” pes la
filosofía es una racionalización para ellos o a recrearse en la conducta
negativa sin buscar la solución: buscarle más queso al jefe. )
Y mira que han
ido a la playa de Zarauz, al monte Artxanda, que han probado en la hierba….pero
no se le pone. ¡Y no se le pone! Le pregunta el psicólogo conductista si
satisfacen sus instintos sexuales de otra forma, fuera de la pareja (quizá
refiriéndose a la masturbación: ella seguro que desconoce la femenina.) Y Ramón
protesta: “¿Amantes nosotros?, ¡por ahí
no siga, eh! “Ramón pensaba que le iban a realizar una prueba de semen de
esas y no entiende las preguntas. Le someten a una variante del test de Rochar
(el de verbalizar asociaciones mentales producidas por unas manchas de tinta,
unos dibujos abstractos polisémicos que rebelarían su sicología) que es ir
diciéndole palabras a ver a qué le recuerdan o con qué las relaciona. Cada
respuesta es más absurda porque Ramón no entiende nada, si por ejemplo le
preguntan por el color negro él lo asocia a una televisión tan apagada como sus
conexiones neuronales. El clímax, la apoteosis y catarsis llega cuando se
descubre el meollo del asunto. Al preguntarle por la palabra “sexo” salta a
cantar la canción del Athletic. Sí le preguntan por orgasmo grita: ¡gooool!, con una “oooo” más `prolongada
que la que radió por televisión Matías Prat padre en la final española. Y es
que el fútbol puede ser la manifestación de valores honoríficos de
deportividad, pero también un oscuro e injusto negocio que mueve cifras
millonarias y un “opio del pueblo” según decía Marx, (¡cómo si su marxismo no fuera
en la praxis otra droga!), un inhibidor del pensamiento y de la conducta
sexual, del eros y la lívido. El sexo
reprimido por una mujer, que posiblemente ni le atraiga, lo vuelca en el
partido de su Ciudad, de su Nación, de su Barrio, de su Alma. Ve a los
deportistas como nuevos héroes épicos, el juego del fútbol se convierte en un
combate bélico, violento, donde la agresividad acompaña a la absurdez de dar
chutes a una pelota de cuero, poniéndose zancadillas, insultándose, abrazándose
si ganan, subiéndose unos por otros…y en fin contagiando toda esa emocionalidad
a un público de hinchas, de fans fanáticos, que sienten ese partido sobre el
césped como una experiencia colectiva irracional, mística. Se envuelven en una
especie de inconsciente colectivo y sus gritos de apoyo o enfado se aúnan en
una misma voz coral, fundidos en la enajenación
que supone abandonar la conciencia individual siguiendo al rebaño colectivo, y
fundiéndose lo individual humano en la masa. Deja de funcionar el cerebro de
forma normal e incluso el impulso sexual se traslada al recorrido del balón que
penetra en “la vagina” o “el ano” de la red que defiende el portero como un elemento
castrador, atacante o autodefensivo.
Pero nos estamos
poniendo muy Freud y para ello tenemos al mejor sicoanalista que es “La Otxoa”:
“La Liga ha acabado, y la gente está
feliz”. (¿Feliz por qué se ha acabado ya por fín?) “¡Alirón, campeón! Tú siempre gritando qué sí machos, qué sí
mariquitas. A una esto de la pelota le entra o no le entra.” Insiste en las
pelotas de los jugadores y en todas las metáforas sexuales que permiten el
campo semántico del fútbol y en especial el tema de la irrupción en un aro; la
forma esférica y sensual de pelota del balón, las piernas desnudas del jugador;
las camisetas sudadas; los vestuarios con sus duchas, espumas y pastillas de
jabón o el hecho que se estén constantemente tocando entre ellos cada vez que
“la meten”. “La virgen de Begoña es
vuestra amatxu, sois los leones del casco” (los de la fuente de la calle
antes mencionada y que se llamó fuente de los perros por equivocación.) El león
es un animal que se destaca por su fuerza física, su valentía, su nobleza
(escudo en muchas genealogías nobiliarias, o municipales como la de Bilbao),
símbolo del poder jurídico (leones del Congreso), político (los leones de la
monarquía francesa Borbona, de Julio Cesar, Carlomagno etc.), del poder
eclesiástico (en la alegoría del león-ratón, en la que recomiendan al animal
sumiso), una metáfora en Maquiavelo y en Nietzsche para su superhombre… un animal que da para mucha polisemia, vamos. Los
leones de San Mames (Mames fue un mártir del santuario cristiano) entrenan en
las Campas de Lezama. “Y no tienen
revés.” (Obviamente el doble sentido de José Antonio Nielfa se refiere a sus
nalgas y la posibilidad de la penetración homosexual y a que a los homosexuales
se les ha llamado “invertidos” y “torcidos” hasta hace muy poco.) “Tienen armas propias” (están bien
armados en su cintura por lo que parece) “No
le gusta la importación”. (No aceptaban extranjeros, jugadores no vascos en
su cantera, no sé por qué o sí lo sé. Y quizá también se refiera a la
transacción económica, que es otro sinónimo de importación y que a todos les
encanta. O que no aceptan pensamientos ajenos al suyo, la importación de EEUU
por ejemplo de nuevos conceptos deconstructivistas de la sexualidad junto a la
importación física de productos eróticos en los sex-shops de la Transición.) Dejemos
a La Otxoa, ya que parece muy ocupada: se va a sacar carné de forofo del club y
hará una visitilla privada a los vestuarios, como acostumbraba en las toilettes
de su bar.
El fantasma del
paro postindustrial, un paro subvencionado escasamente por el estado en esos
momentos socialista y corrupto, será quién visite la siguiente escena. A las
puertas del Corte Inglés (símbolo de un capitalismo no connatural al ser
humano, como sostienen los seguidores de Adam Smith. Quizá sí sea natural la
necesidad de trueque, pues el dinero no deja de ser otra forma de intercambio.
Y que tampoco es autóctono de Bilbao pues la misma palabra Corte Inglés nos
habla ya de un fenómeno anglosajón, aunque su origen está en la banca flamenca,
holandesa, florentina renacentista y no en los dinosaurios.) Aparece todo el
fenómeno de las Huelgas obreras (muy trascendidas por los medios de
comunicación, ya fueron las de la Naval de Sestao ante su cierre, las de Altos
hornos, y las reivindicaciones salariales, de menores horas de explotación,
subidas de sueldo, pensiones, jubilaciones etc.) Todas estas manifestaciones
parecen populares y espontaneas, pero son organizadas por una clase media alta
en forma de Sindicatos proletarios. Estos medían, en teoría, con la Patronal y
en realidad también aspiran al poder, bajo un disfraz ideológico (llámese
socialismo, comunismo, anarquismo, culto al Ché o una mezcla de todo.) Uno de
estos sindicatos obreros en la obra es el Pueblo Trabajador Vasco, un grupo de
Bilbao, una cooperativa de parados. Hablan de conseguir su pan por métodos
delictivos. La violencia les ha acompañado y también les ha reprendido.
Silenciados de la información nacional y reprimidos severamente por el régimen.
(Solo se toleraba el Sindicato Vertical, que es la Patronal Nacional Católica
bajo un eufemismo.) Tratan de crear una conciencia social, obrera, política, en
sus afiliados y en el resto de trabajadores, como pretendía el teatro
independiente con su público. Pero tienen sus contradicciones, como refleja la
obra: “La verdad es que descargo camiones
en Merca-Bilbao”. (Mercado de abastos, de productos cárnicos y embutidos,
situado en el mercado de la Ribera, junto a la plaza del Consulado. Son
trabajos muy duros y sacrificados.) “’Eres
un traidor a la causa del paro”, le recriminan. El objetivo del grupo es
conseguir trabajo o que les devuelvan el que tenían. Y quien lo ha logrado es
expulsado de la colectividad, al no aceptar esta la individualidad.
Toda la escena
está cargada de humo, como en aquellos partidos y Sindicatos clandestinos, que
como en las catacumbas cristianas, se situaban en sótanos o locales escondidos
y marginales, a la sombra, editando en ciclostiles (que en las universidades
tardofranquistas escupían unos panfletos proselitistas de su causa, que
repartían a la salida. A veces imprimían con esta máquina, de tapadilla,
productos culturales: libros del exilio, ediciones clandestinas.) Si bien se
apoyaban comunitariamente (como se apoyaba juglares, la Commedia dell’Arte o
estos grupos independientes entre sus integrantes y con otras compañías) parece
que la fraternidad no se daba en un plano más individual, ya que ellos
tildarían de “burgués y capitalista” el individualismo. El Partido Comunista Español
(PCE) por ejemplo, o los sindicatos UGT CCOO (socialistas), LAB ELA
(nacionalistas), la CNTT (el sindicato anarquista) y cualquier partido o
sindicato que no fuera el partido del régimen o el sindicato vertical estaban
condenado a esta marginalidad y muchos de sus miembros eran apresados, apaleados,
exiliados o asesinados. “Lamiak, 3 de la mañana”. (Narrado como
una novela negra o una película de misterio, un film americano de suspense de
los depresivos y sombríos años 30) “La Reina del kalimotxo” solo busca el amor.
“Antes yo era marxista, taoísta,
ecologista, abstencionista, socialista, anarquista, posmodernista, feminista…”
Y ahora se pega un argentino tango. Encuentra una víctima, un enamorado, que la
propone ir a París (la ciudad de la luz y del amor) o a Braganza, que sale más
barato. (Idéntico al señorito con su criada Mentxu a la que en vez de un piso
en la Gran Via le ofrece otro en Sodupe más económico.) En una escena de
Casablanca, ella le despide con el pañuelo y el moco tendido y él deseando ya escapar
al avión. “Siempre nos quedará París.” “Sí,
sí, tú tranquila.” Tras esta escena
de cabaret, vuelve La Otxoa: a molestar al público del Arriaga. Le roba la
pareja a una chica: “Yo con tu marido,
novio o amante o lo que sea tengo bastante, yo te lo caliento, y tú me lo
rematas, y aquí azúcar moreno y después Santa Gloria.” Se dirige a unas
señoras, con mal gusto al vestir tan anticuado, que él considera las “¡Catecistas
del franquismo!” Trata de firmar las paces con ellas ahora que por fín en la
democracia se ha secularizado en teoría el estado, todos somos ateos y
aceptamos otras sexualidades: “Sin rencores,
no vaya ser que nos entre alguna enfermedad.” (Y el chiste creo que no ha
de explicarse: la homosexualidad considerada antinatural y patológica durante
siglos, desde la homofobia que inauguró un Platón precisamente homosexual.)
Considera que tienen un “bigote de felpudo” y se mete con su físico, metiéndose
así con su creencia intolerante. Se refiere a la crisis que el país atravesaba
y a otro señor le adivina que trabaja en Segur, en una empresa de envío de
paquetes, tal como se tapa “el paquete”. Habla de las pintadas que le han hecho
en su casa (en la mansión de Algorta) pidiendo “¡la algarabía!”. (La Amnistía a
los presos que se pedía ese año) Y comienza su inmortal canción: “¡libérate (bis)!, ser marquita no es un
delito, ¡Alza tu pancarta! No te quieras ocultar. ¡Mal rayo le parta a quien no
quiera tragar! ¡No a la opresión! ¡Busca tú felicidad! El que prueba repite, y
yo no sé por qué será. ¡Saca tus cuernos al sol y también come tortilla al
mediodía!” (A las lesbianas se las llama “tortilleras”)
Aparece una especie
de lingüista de Diputación que defiende el Euskara. Reflexiona sobre las otras
lenguas: el esperanto y el inglés, lenguas ideadas para unificar idiomas, los
dialectos distintos de cada región debían unirse en el euskara batua como proponían Koldo Mitxelena, Xabier Guereñu y
otros lingüistas. Critica a “la antónima” (La RAE, llamada así por su famoso
diccionario de antónimos) que margina toda lengua que no sea el castellano
oficial. Y así nos traslada este debate lingüístico que en aquellos años 80 estaba
en La Academia y en la calle. Discute con un Guardia civil y se la acaban
llevando al psiquiátrico de Mondragón por loca (en el que estuvo toda su vida
encerrado L.M. Panero, el poeta, con su diferencia mental censurada de
esquizofrénica.) El policía parodia nuestra lengua “Zorionak zuri, zazpi”, soltando cuatro palabras que se sabe. Se
mezcla este debate con lo político, con los nacionalismos de doble filo de
serpiente (el de derechas e izquierdas) Y así el discurso se va volviendo un lenguaje
incomprensible, del que tanto se servía Darío Fo para desconcertar a su público
televisivo: “Subjuntivo, ta joe. Jo ta ke.
Maite zarraigitu, de Medina Pomar la ostia, kontux, biotxa.” A “La Otxoa”
se le quema su humilde chalet de Algorta, así que tira la manta al suelo y le
grita al sexy bombero: “Échame ya tu agua,
¡sálvame!, muero de calor, tengo fuego entre las piernas, quero que me tengas
en el suelo y me apagues el calentón. Estoy ardiendo de amor, tengo una hoguera
dentro, sofócame con tu manguera...” etc.
La Ría aparece en un monologo poético
“Las grúas acariciándome, los barcos con
sus nubes de espuma y con su hélice sobre mi cuerpo.” Canta a la vieja luna
de Bilbao (a la que se refiere André Bretón en su surrealista verso). Pero
también reconoce que “Las ratas asoman
sus sucios hocicos por los desagües para admirarme.” (Ahora algo la han
limpiado) “No solo adorno la ciudad, yo
soy la ciudad. Del señorío llevo sangre, la orilla me traviesa y acompaña, no
me pongas diques.” Es un número de cabaret y ella viste un buen satén de
tela, porta tijeras y dedal y afirma que su lana es de Burdeos. Aparece una
escena de destape, en la que se va desprendiendo de su vestido de plumas. Y
habla del nuevo Bilbao neoliberal: “Fluyo,
me he hecho un liftin, pero sigo siendo la misma. Hay cambios, un nuevo Bilbao
adaptado para que hagamos rebajas, la ciudad más moderna que ha pasado de
provinciana a cosmopolita de la noche a la mañana”. Admira su “transformismo administrativo, hasta
convertirse en invicta villa de servicios”. A la derecha aparece otro
ejecutivo, como los banqueros del principio de la obra, con aspecto y maneras
de seductor. Le seduce con 20 millones de dólares. Pero a la ría le pilla “sola y de marea baja.” Le pregunta su
identidad, pero el misterioso vendedor no tiene nombre, es una “mano invisible”
como la que según Adam Smith mueve la competencia y la oferta/ demanda. Él ya
sabe lo que la ría desea, y le va a regalar un nuevo Bilbao sin habérselo
pedido nadie. Canjea una trasferencia económica. La ría no es la más puta del
mundo, porque la propuesta capitalista es la más meretriz. La ría está sola y
le pegunta: “¿Dónde?, ¿Cuándo?, vale, hagámoslo”
(¿el amor o el contrato?) Pero el seductor la abandona en el momento en que la
ría más a punto de caramelo esta, pues tiene prisa y va a perder su avión.
El plan capitalista para Bilbao no tiene nada
que ver con lo social, humano, cultural. Es un plan de hacienda, económico,
pragmático y utilitario: traer el Guggenheim, el euskalduna y los museos no
“por amor al arte” sino como negocio y lavado de imagen cara a Europa. Habla de
gastos, inversiones, emplea la misma jerga economicista que en Makina beltxa, pues todo este pasaje,
así como el de la fundación de Bilbao por parte de la iglesia y los bancos
recuerda muchísimo a la obra del grupo Cómicos de la Legua que originó este de
Karraka. El chiste de “No fiamos de los
arquitectos de fuera” claramente alude a Santiago Calatrava y su puente
Zubizuri que nos da vergüenza enseñar porque se nos cae de bonito. Al
empresario se le escapa un “se come bien
en BBVA” que lo dice todo. El museo de Arte Posmoderno viste un traje de
hierro lluvioso y gris de titanio, es el buque insigne de la trasformación. Va
a la bandera, avant la lettre, es la
vanguardia urbanística, cultural europea y mundial. Será el punto de mira del
mundo. Expone estos hitos y proyectos internacionales, que representan el tren
del progreso económico. Trata de ser ilusionar, pero resulta rechazada su
demagogia por el público. “Más que un
museo es una inversión, para ir de punta en blanco, y blanquear, liberar, unir
sinergias” (el lavado de imagen de un país franquista a uno democrático.) Este
plan estratégico, siderúrgico, tiene supuestamente “valores añadidos”. Se trata
de vender Bilbao por la buena causa. Aunque hay una neblina de “sirimiri y
calabobos” de confusión; el centro de ocio y servicios se situará al fondo a la
derecha, promovido por la derecha vasca. Y otro actor, representando al pueblo,
pregunta por los baños que también se hallan críticamente en el fondo de ¡la
Derecha!
Hay que ajustar
la ciudad a nuevos planes de ordenanza. También planean convertir la biblioteca
de la Alhóndiga en Sala Azkuna. (El centro cultural se ubica sobre una antigua
destilería en Indautxu.) Quieren quitar todo esto del año catapún de María
Castaña, los edificios que se caen por el Casco y sustituirlos por altos
rascacielos, puentes, espacios verdes, industrias menos químicas y
contaminantes, pero igual de dañinas. “¿Los
obreros donde estarán? Hagamos una exposición de obreros, debería para ello
hablar el ejecutivo extranjero con la caja de ahorros. Habrá bancos para
sentarse, amplios jardines, museos marítimos…Propone una ciudad fotogénica,
con las apariencias de una nueva postal con el Puppy y donde se revalorizará el
arte. Juega con los campos semánticos del paro laboral y las paradas de
autobús, como también en Esperando a
Godot de Beckett. Se trata en definitiva de disfrazar el vacío urbano y
vital con una estética que le haga aparentar ser motor del progreso económico.
“Las catedrales de la pura forma bien
venidas sean mientras sean rentables.” Queda así fundado y fundido Bilbao,
con los nuevos arquitectos Calatrava, Sacamoto, Fijimoto y la compañía de móvil
Nokia. Crearán la sala Madecum. Y comunicarán el puentecillo de la Universidad
con la otra orilla, en nombre del espíritu santo, del gobierno, de la
diputación, y de la banca, por los siglos de los siglos, amén. La higiene
parece preocuparle y crearán tiendas de consumo sostenible (las que ahora tanto
proliferan.) Seremos voyeur de su
grandeza. Bilbao será un nuevo Disney-landia. Pero el corazón bilbaíno cambia
más lento que su ciudad. Instalarán la tramoya arquitectónica vanguardista,
haciendo de este Bilbao un gran parque temático, “lo único seguro es lloverá, seguirá lloviendo.”
“Podría haber sido peor” es el consuelo
de tontos. No hay final feliz, como en la propia vida y queda indefinido,
ambiguo para que lo rescriba el horizonte de expectativas del receptor. No puede
aguar la fiesta La Ría: llueve insistentemente y encima hay que decirlo
delicadamente. La ría se nos enfada: “los
peces han echado a volar y los de Bilbao también queremos volar, y los altos
hornos alumbran todo Bilbao y dan luz ilustrada al mundo entero”, ironiza
la obra. “El puente colgante es lo más
elegante que hay en el mundo, las angulas dan mucho dinero, así que comeremos
con salero las sardinas de la sardinera que va por toda la orilla con la falta arremangada gritando:
¡sardinitas frescas!” (El sardinero es una zona del Gran Bilbao.) La obra
quiere “contagiar este vuelo de alegría
del Arenal al Arriaga. ¡Siempre es carnaval la vida!” La Ría no quiere definir
su orientación sexual. “Seguimos
adelante, aunque haya sequias, pues tenemos el Puente Colgante. Nadaremos hasta
el mar. El agua de Bilbao es la mejor del mundo. Pero por los cabios
climáticos, de lo tropical a lo lluvioso, el sector agropecuario ha sido
afectado en el cultivo de la patata, pimiento, tortilla de patata y kiwi desde
la antigüedad. Nos moverá una grúa de
aquí para adelante. Y más allá. Pasaremos de la industria agropecuaria a una burbuja que explotará el futuro
cultivo industrial y arquitectónico”, todo pagado, esta burbuja
inmobiliaria, con un dinero público que el público que ha venido a ver la obra
quizá no tenga. “¡Si solo hay una madre solo
hay un Bilbao! De rodillas te lo juro, txapela en mano”. Brinda por Atxuri
y sus mujeres obreras. “De La Peña a
Erandio se extiende Bilbao y aprieta por Barakaldo diciendo adiós con la mano.”
Mi pueblo fue ignorado por la Villa. Habla de tomates puramente vascos con
label vasco y RH negativo que decía Arzallus, los que tirarán los espectadores
más retrógrados.
De esta forma la
obra refleja y se burla de todas las ideologías del momento: las democráticas
contestatarias (ellos mismos), la extrema izquierda nacionalista, la derecha
constitucionalista, los nacionalistas fueristas de un tradicionalismo de
derechas, los moderados, los franquistas… Fue un espectáculo independiente de
los circuitos comerciales del teatro, montada con menos recursos que la mayoría
de obras que las grandes compañías solían estrenar en El Arriaga. Unos locales
modestos, prestados por amigos o de bajo alquiler, les ha servido como fábricas
de ideas, centros de experimentar formas de interpretar. La misma función es el
lugar donde se improvisa la obra y se aprende de los errores para las siguientes
representaciones. Se ha divertido la compañía y los niños con su teatro
infantil de estética colorista, dinámica y emocional y nos han hecho pensar. Es
una perspectiva nueva, original, trasgresora, revindicando lo verdaderamente diferencial
en lo vasco que es cada uno de sus habitantes y no sus tópicos. El PSOE y el
PCE siempre han tenido cierta complicidad al ser ambos partidos de izquierda y
vieron con muy buenos ojos la obra. No así el sector falangista o el
nacionalista (de derechas o el de izquierdas.) La obra nos plantea una revisión
y deconstrucción del género del musical y del teatro, la aceptación de otras
identidades sexuales, la invitación a conocer nuestra propia sexualidad, a la
realización personal, y a un ejercicio político y cultural libre. Una obra
comprometida socialmente que ofrece este mensaje critico placenteramente, con números
de rock, espontaneidad, creatividad, sin olvidar la reivindicación al folk
tradicional, pero no prejuiciado de nacionalismo. Una obra que rechaza los
naturalistas miméticos y realistas radicalmente, tanto en fondo como en forma.
Desnuda los antivalores e hipocresías de un burgués que asiste a la ópera y al
drama academicista o escucha música clásica solo porque se supone que debe hacerlo
dada su clase social, y no por un interés verdadero en el Arte o buscando el
placer estético. La decoración es bastante minimalista, mostrando un urbanismo
clásico, interiores oscuros (el sindicato clandestino), jugando siempre con las
luces y sombras y elementos sonoros o fónicos (gritos, exclamaciones,
interrupción del discurso), la música y el baile (danza, alardes, aurreskus,
irrintxis..), los elementos televisivos, fotográficos (Bilbao pasa de postal en
blanco y negro a otra en color, las escenas se suceden rápidas como flashes
automáticos de una de esas cámaras Polaroid que se vendían baratas en la época en
el mercadillo la Plaza Nueva y este ritmo vertiginoso, que puede llegar a
marear a las catequistas a quienes tanto quiere La Otxoa…y Dios las tenga en su
Gloria.
Todo nos mueve
de escena a escena y de tema a tema a una velocidad trepidante convirtiéndonos
en unos hiperkinesicos. Hay elementos propios del arte pictórico (escenas que
parecen salidas de cuadros surrealistas, simbolistas, expresionistas) y
cinematográficos (la escena de Casablanca y en general todas, pero esta la más
acusada) o de comic, de parodia pastiche posmoderna, una metaobra que habla de
sí misma y de Bilbao, una fenomenal obra fenoménica en la que en todo momento
sentimos estar asistiendo a una disparatada ficción. Y que al igual de la
Comedía del arte nos recuerda que es ficción. Aunque la sintamos tan real. No
solo parodia, sino que refleja la realidad, pero connotada de significados que
ellos quisieran comunes en su público. Una diegesis que se burla sin ofender y
además divierte. La iglesia, la hipocresía social, el capitalismo de EEUU, la
policía-ejército son puestas en ridículo y cuestiona así lo que aún quedaba del
régimen duro de Franco. Trata de reflejar un pensar libre, de quien no quiere
ser bien o mal pensante sino pensar por sí mismo. Una obra subjetiva y
subversiva, universal porque todos sentimos las cosas de parecida forma, pero
que se individualiza o personaliza en nosotros como receptores jugando desde
nuestro horizonte vital y cultural (las influencias, las obras a las que no
recuerda, dentro de su amplia y heterogénea intertextualidad y transversalidad.)
Lo subversivo oponiéndose a lo comercial, a la palabra de Dios, de Sabino Arana
o del Estado-Capital. Se pretende la normalización democrática en la Transición,
es una censura ética hacía ETA que en esos momentos estaba en su periodo más sangriento
y a todo su mundo violento circundante, aunque esta crítica está
intencionadamente disimulada para evitar complicaciones. Se estrena en la
culminación de la Transición, que fue también su punto más álgido. Realiza un
compendio historiográfico, sincrónico y diacrónico de nuestra ciudad y
comunidad autónoma, un fresco social, una crónica urbana, representada en la
cima y punto de inflexión tanto de la Transición en lo político como de estos
grupos de teatro en lo cultural.
“La novela es cajón de sastre, saco roto
donde todo cabe”, dejó escrito Pio Baroja, pero lo mismo puede decirse del
espectáculo teatral, en esa interrelación con las otras artes, que creo haber
analizado. Esta obra valiente, atrevida a ser impertinente, a molestar a
determinados sectores “políticamente correctos” pone todos sus recursos
trasgresores e innovadores al servicio de un mensaje social de fondo.
Desacraliza, seculariza y desmitifica los mitos en torno a Bilbao (económicos,
culturales y una historiografía manipulada por el nacionalismo religioso) y
mitifica a su vez un Bilbao más real, pero que nunca será el que cada uno de
esos espectadores sienta en cada Bilbao personal. Los de Bilbao podemos nacer
donde queramos, pero no podemos sentir Bilbao como lo siente el Otro. Se
mitifica porque los actores sacralizan lo que no estaba idealizado: el mundo
gay, el travestismo, las ideas intelectuales, el respeto al género femenino, la
lucha social, el vitalismo filosófico, la fiesta carnavalesca… Bilbao sigue
siendo una postal que enseñar al guiri, pero al menos ahora en color (el
escenario postal también era común en la Comedía del Arte) Incluso el vestuario
es trasgresor (una peineta boina, buscando analogías de risa entre lo andaluz y
vasco), o el colorido llamativo o una barra de chorizo hiperbólica. Vascos tan
vascos que han nacido en Burgos porque solo ellos pueden nacer donde quieran,
ciudadanos de mentalidad provinciana, uniformadora, globalizadora, de pensamiento
único, excluyente y absolutista. Unificar lo heterogéneo, relacionar lo
diferente y distinguir lo unificado parecen haber sido los principios que han
tratado de seguir, junto al de divertirse. Combatir lo banal, convencional, lo
tópico y buscar la originalidad rebelde, cuestionando el poder como Dario Fo, las
compañías de la Commedia dell’Arte o los juglares habían hecho criticando los
valores pequeño-burgueses; y aceptando que la obra queda, como Bilbao o la
vida: inconclusa y ambivalente. Hoy en el Arriaga han caído las máscaras y nos
hemos quitado todas las caretas.
Nos hemos reído
con unos personajes salidos de un TBO de Mortadelo y Filemón (burgueses, obreras
y criadas, un detective de obra de suspense, aldeanos del baserri, monjas
lubricas de leche de dios, magos y brujos fantasmales, pijas, banqueros,
vendedores y publicistas del capitalismo, curas tontos y timoratos, como el
Timoteo de La Mandrágora,
engañándonos con el “timo” de su “Teo”…, rebeldes manifestantes de EH o HB o
RH- que gritan sin fundamento, estudiantes luchando por la Democracia, un
ginecólogo psicólogo conductista del que solo conocemos su voz automatizada,
una Ría antropomórfica y metálica molesta con todo esto y que nos enseña su
cuerpo fluvial y siderúrgico o busca el amor en cualquier cantina de puerto llena
de humo… la historia mitológica de unas hermanas peleadas que fundan la
Villa….No hace falta una explicación historiográfica más rigurosa de Bilbao, porque
la que nos han contado es la verdaderamente mitológica, dramática, y la
verdadera farsa teatral. Bilbao la ha fundado La Otxoa de Haro. Para que se me
entienda. Al menos este nuevo Bilbao de libertad que ha pretendido la obra. Cuando
todo El Arriaga entra en catarsis, los actores parece gritarle y cantarle a
Bilbao y a todo el Sistema: “¡LO TUYO SÍ
QUE ES PURO TEATRO!”
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