martes, 5 de febrero de 2019

DOS RESUMENES SOBRE LIBROS DE MUSICA

RESUMENES 

Mi intención con los tres artículos es elaborar unos resúmenes críticos, por lo que mi valoración subjetiva va implícita en su síntesis: las partes más brillantes a mi juicio y también ciertas objeciones referentes a la falta de precisión en algunos términos, sin restarlas el enriquecimiento en conocimientos que me han aportado.   

Prólogo a una antología del rock español. Silvia Grijalba. 

En su prólogo a una antología de poetas del rock, Grijalba se queja de la vulgarización a la que el mercado ha sometido a esta “poesía del rock”. A través de una serie de anécdotas (John Barry, la cita de John Waits) defiende que una canción no sólo necesita de la literatura sino de la melodía, y además se encuentra con los obstáculos propios del idioma, los corsés de la acentuación, ritmo, métrica silábica…) Descarta la comparación entre los vates de la música y de la literatura. Revindica la normalización de la inclusión de las letras de canciones en los estudios relacionales literarios. Y defiende esta tesis ejemplificándola con un canon personal de músicos que le han llevado a las mismas sinestesias que los mejores poetas. Se queja de la poca bibliografía que hay sobre el tema y espera que su libro sea pionero en el género, en sí mismo, musical. Revindica esta autonomía, pero no la especialización que lleva al detrimento del conocimiento: en un todo interrelacionado se podría comparar las letras de Cristina Rosenvinge y la prosa de Ray Loriga. Lo importante no es el formato sino el contenido.

Ha tratado un acercamiento a estos músicos, sin un resultado enciclopédico, pero sí la intención de abordarlo globalmente. Se notarán ausencias en su trabajo, pero no homogeneidad: ha querido visibilizar este mundo tan heterogéneo y plural siguiendo criterios estéticos y en orden cronológico. Ni se ciñe al canon consagrado ni busca la trasgresión por la trasgresión. Sí lo ha reducido al ámbito español aunque ha tenido que relacionarlo a la fuerza con la contracultura anglosajona a partir de los 60, que curiosamente en España, con excepciones, recogieron primero los cantautores más que las bandas. Se fue creando una estética underground psicodélica (imitando la no wave de Greenwich Village) con muchas referencias al cine, el comic y crítica política-social. Pero el rock pronto recogió una espiritualidad y profundidad que les parecía reservada (ante la saturación de este tipo musical se les llegó a motejar “plasta-autores). Dylan, Lou Reed y todos los grandes citaban a los poetas malditos franceses, los prosistas del realismo sucio (Bukowsky, Raymond Carver), a la Generación Beat (que a su vez se habían criado escuchando el mejor jazz. Los músicos a veces compartían giras, performances y happenings con ellos.) 

Esta interrelación de artes no es nueva, pero según el autor quedó allí: Panero, por ejemplo, tan venerado por el rock de los 90, no ejerció este papel físico de acompañante de los novísimos, aunque vemos la transversalidad en la influencia que para este grupo supuso. Los posnovísimos (y aquí creo que el autor se refiere a los Kronen o tal vez a los poetas de línea clara, concreta etc.) sí se relacionaron de igual a igual con los letristas, aunque fuera por compartir generación. En El Manifiesto Postista se da preferencia a la música sobre la literatura (para Verlaine o Mallarmé también la poesía era música.) A veces un comentario como el de D’Ors al postismo podría aplicarse a grupos punk (Siniestro Total, Los Pegamoides), aunque ellos no fueran muy conscientes de estas concomitancias.

Los grupos de los 70-80 quizá no tuvieran una tutela de poetas tan clara, pero están influidos y tampoco desconectados de la música oficial. (También difiero: los músicos por ejemplo de La Movida compartían fanzines con poetas del momento, se daba una interrelación, muchas veces interpretaban poemas de sus coetáneos y además físicamente mantenían amistad algunos escritores y músicos, asistiendo a sus respectivos actos de recepción.) De Villena ha incorporado el mundo musical a sus novelas y De Cuenca fue letrista de La orquesta Mondragón o Loquillo. Se pueden establecer conexiones con una cultura de masas (la literatura fantástica, el cine comercial) y otra más elitista (el cine de autor o culto, la alta poesía) y ambas influyen a estos letristas. Hay letristas que componen verdadera poesía (Jaime Urrutia, Santiago Auserón, Nacho Canut, Carlos Berlanga o Vainika doble) Astrud, Pauline en la playa continúan en esta línea. A Pablo Guerrero duda en definirle como poeta o letrista (él mismo separa ambos mundos), un cantautor pero tan vanguardista que se diferencia de otros cantautores. No son el tema de este compendio, sin restar merito a Serrat, Aute o Sabina. 

Sí analizará el fenómeno indie, situando a estos autores como antecedentes de quienes en los años 90 se atrevieron a componer letras rock en castellano. Jim Morrison admiraba las iluminaciones visionarias de Rimbaud. A Patty Smith incluso le atraía sexualmente el enfant terrible, lo cual le llevó a conocer los celos con Verlaine y al gran Baudelaire. Estos músicos, a veces con vidas desgraciadas, guardan muchas similitudes con aquellos simbolistas: su juventud, un romanticismo trasgresor “más allá del bien y el mal”, el esteticismo exagerado o culto al “arte por el arte” o el coqueteo con las drogas. En los 90 ya no tienen sentido estas separaciones entre artes, en una cutura audiovisual en la que una canción influye en un escritor tanto como un libro para un músico. Por último se debería desechar el tópico de que escribir sobre el mundo del rock es retratar a unos seres marginales autodestruyéndose. Grijalba pide normalidad al estudiar las pluralidades musicales. 

El correlato entre las artes y otros aspectos de la vida social humana es tan viejo como la humanidad; lo artificial y reciente es esta especialización en “parcelitas-estanco” con las que el funcionalismo a partir del siglo XIX lo segmentó. Dithley distingue entre ciencias sociales, humanas, puras etc. y allí comienza un “lio” con que el funcionalismo y estructuralismo dañó seriamente el campo del saber, y que ahora trata de enmendar la palabrota “interrelación”. La única crítica al autor es que ella misma especialice su libro enfocándolo solo al mundo del rock y sus contornos tras haber defendido la simbiosis entre grupos y respecto a otras manifestaciones de belleza. Comprendo que sería inabarcable una historia de la música en todos los contextos donde se hayan producido manifestaciones culturales y que por ello lo reduzca al ámbito español. Al analizar el fenómeno Kronen para mi trabajo final de carrera me vi obligado a mencionar muchos grupos de música, aunque solo fuera porque las novelas de Loriga, Belén Gopegui, Lucía Etxebarria o Mañas citan miles de ellos. En conclusión: en el siglo XXI no guarda ningún sentido la separación artificial en la crítica de mundos distintos: está claro que todo influye en la creación, al formar parte de la experiencia vital del autor.


Introducción a El puño y la letra. Luis Boullosa, su autor.
Luis Boullosa empieza la introducción de su libro de un modo en mi opinión impactante. “Hay dos formas de entender la vida: la línea y el circulo.”: temer la vida por un sentido finito o aceptarla como el circulo o ciclo natural de eterno retorno a lo mismo pero nunca igual. El río de Heráclito. Los que piensan lo primero optan por ver las partes de la vida separadas y estudiarlas también segmentadas en disciplinas incomunicadas de otras. Quienes sienten la vida y cultura una totalidad tratan de buscar más relaciones entre las partes de ese todo. Una postura humanamente más flexible. Hay que partir de la evidencia de que las creaciones parten de unos seres humanos que viven y se relacionan con otros en un contexto. Por tanto las influencias no son solo las de una tradición (lectora y en este caso musical) sino que parten de la experiencia y se mezclan con lo distorsionador de la memoria y del sueño y los mundos simbólicos e inconscientes. Y al final la “alta o baja” cultura, el arte mayor o menos, es una connotación subjetiva que afecta al tono y modo que empleamos pero no de donde parte toda creación que es lo vital. 

El rock ha estado marginado de los circuitos oficiales académicos, museísticos, la crítica y los eruditos “ratoniles”. Esto le ha permitido dar voz a la calle y un discurso más transgresor, basado más en divertirse que en la pedantería, con “un ideario de tasca y una táctica de guerrilla”, compartido de forma fraternal. Compara a estos guitarristas con los trovadores medievales, en la metáfora del príncipe que amanece mendigo y al revés (¡es tan fácil y más en estos tiempos triunfar-fracasar cara a la sociedad!) Los presenta como unos bardos antisistema, que priorizan la esencia de su arte y su mensaje de denuncia al pragmático vil metal. Pero al final pagan la servidumbre de la industria comercial, caricaturizando a un Umbral vendiendo La movida al ABC o dónde sirvieran el plato de lentejas como metáfora bíblica. 

Sí hay algo que no se puede comprar y tiene que ver con la emoción que producen en el receptor que sabe distinguir el grano de la paja, aunque la paja se adorne con una retórica retorcida y amanerada que los buenos artistas rechazan. Pero no todo el público tiene esta sensibilidad crítica: en esta sociedad de la comunicación la sobreinformación (sobrebasura descontextualizada, reiterativa, fragmentada, repetida por la publicidad y redes sociales, instrumento del sistema Capital/estado) resuena como un estridente ruido vacío sobre el buen gusto. De copas un amigo se quejaba de lo de siempre, que ya no se hacía buena música, concluyendo que él no “leía” las letras (la música quizá se trate de sentirla, de oírla en el interior, y sus silencios contengan más que la sobre información de tantos grupos comerciales actuales.) Perder el gusto musical nos deshumaniza. Hay voces, sin embargo “refinadas, visionarias y personales” también que cuentan con la misma ventaja que la minoritaria poesía: sí nadie la hace ni caso no necesitan autocensurarse. Esa condena al malditismo es también la bendición del arte puro. 

A Boullosa no le basta con “salir de la caverna” de “OT”: necesita comunicar a esos “peleles” que hay buena música, por lo que se ha propuesto traer la luz del logos rítmico con este libro. Él nos ofrece su canon personal invitándonos a “atrevernos a saber” el nuestro propio, porque al autor ya no le importa: nos las ha regalado. En este mundo capitalista este moderno rapsoda debe hacer de empresario de sí mismo, pero a veces es demasiado inteligente para estar vendiéndose a un público que no exige más que aquello que no le suponga esfuerzo. Muchos intelectuales (el propio autor), que pertenecen a clases medías altas, se han ensoñado en la torre de marfil de su cenáculo docto. Viven en un “gremio” muy autorreferencial y exclusivo, en una burbuja de buenos músicos que no les permite ver el resto del bosque: talado, desértico. Algunos críticos, periodistas… iniciados en la adolescencia en este círculo hermenéutico y contemporáneo al autor se han pasado al lado oscuro de la cultura musical de masas, accediendo a órganos de poder. Los entendidos se han encerrado en un gueto o hermandad y el pueblo escucha basura, pero lo que el autor denuncia es a los vendidos al sistema, la comercialización de lo hipi, el mal heavy, el pop comercial. Las revistas, la crítica…se han vuelto generalistas, han vulgarizado los contenidos, han perdido la especialización y con ellas el criterio del buen gusto. Parte de la culpa se la lleva un público perezoso que ha perdido la capacidad anterior para asimilar una cultura más elevada, porque la mayoría de productos culturales actuales “no dicen nada sobre nuestra propia vida”. La perspectiva del autor es precisamente no tener mirada sino ponernos en posición de mirar, seleccionar, comparar, descartar, elegir, darnos la caña para pescar y no el pecado, ser libres en definitiva.

No nos da por tanto esta historia musical ya leída sino que nos invita a leerla y completarla en polisémica interacción, porque al final el canon hemos de elaborarlo nosotros subjetivamente. El libro empezó como una tradición de letras, luego realizó una serie de entrevistas, y ha dejado que sean los propios músicos los que hablen al lector y oyente. Aunque reconoce que ha tenido sus carencias, la generación crecida alrededor de las repercusiones del fin del franquismo ha estado más desprejuiciada que la actual, tolerante, omnívora. La música que él nos invita a escuchar está lejos de los tópicos asociados a la juventud perdida y plantea debates intelectuales sobre la deshumanización, el control de un estado orwelliano, la diferencia de cosmovisiones orientales y occidentales, el individualismo o marginación, la astrología más cutre o la elevada poesía de Milton, el súper héroe trágico, la muerte del padre y de Freud y todo lo humano porque nada de ello nos ha de ser ajeno. Pretenden ser obras abiertas, sin etiquetas, porque la música puede contener toda la complejidad heterogénea y trágica del viaje épico de vivir en cuatro frases y unos acordes. Formas vanguardistas y significados que hemos de rellenar. Tocará sólo grupos en inglés, tan ignorados o despreciados en este país. El arte es la única respuesta al absurdo de la vida. Cree en un arte integrador, inclusivo, “al menos de todo lo digno de prestarle nuestra escucha.”  

No puedo estar más de acuerdo con que toda creación y cultura parte de la vida, aunque lo humano brille por su ausencia en fríos estudios de “ratones de biblioteca”, como él les llama, aportando datos, sí, pero desalmados; o en las letras de estas “momias” a las que se refiere (aunque personalmente no me desagrade  el Boss) Queramos o no, el “Maldito entre los malditos” a todo Spinoza que ose sacar al esclavo de su caverna de Ignorancia, el estigma de Caín hacía la música Differance, la que no encaja en unos patrones comerciales o en un personamiento “normalizado” la condena a ser pasatiempo intelectual de unas minorías. Como conclusión diré que nunca he entendido porqué el liberto del teatro de sombras, en la metáfora de Platón, ha de volver a soltarles el rollo de la luz a los esclavos. Mejor dejémoslo en sus 40 principales y sigamos sublimándonos en un arte más elevado. Igual que hay música digna o no de abrazo, en mi opinión también hay que respetar la libertad de las personas que quieran vivir vidas lineales, finitas; y elaborar listas y categorías excluyentes creyendo así haber entendido algo de la música. Ellos se lo pierden.

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