Grupos de
teatro independiente.
Se les conoce así por el grado de autonomía respecto a los circuitos del
teatro oficial, una independencia la mayoría de las veces no elegida por
esnobismo cultural sino fruto de la marginación política y social en los que
estos grupos tuvieron que desarrollarse. Solo tenían su ilusión, en un teatro
de bajo presupuesto, sin apoyo institucional prácticamente hasta la muerte de
Franco (el antagonista común de todos ellos. Aunque los verdaderos enemigos
parecían invisibles molinos de viento), emprendido por unos jóvenes con más
ilusión que experiencia en la profesión (la van adquiriendo en estos grupos.)
Están a gusto haciendo algo que les gusta casi de forma amateur, compartiendo una inquietud cultural y un deseo democrático
de que las cosas cambien, influidos por los movimientos estudiantiles y
revoluciones culturales y políticas del mayo del 68 y todos sus ecos en Europa
y en EE.UU. y sus ideologías principales (socialismo, anarquismo, comunismo,
marxismo), utilizando su teatro como vehículo de un mensaje social de reforma.
Pero tampoco hemos de politizar esta forma de teatro, pues tenía calidad
estética por sí misma, aunque haya sido esta forma teatral, hasta hace bien
poco, marginada de los manuales de Literatura Europea (se ha hablado de ellos
más en EEUU), quizá por razones más políticas que estéticas y por el problema que
supone la escasa documentación audiovisual que ha quedado de ellas (debido a
que tenían que burlar la censura). Cuando pasa un tiempo la memoria se
sedimenta y se idealiza, así que no hay más documento verdadero de aquel
fenómeno que el recuerdo que ha quedado en estos actores y en su público. Algunos
de estas compañías independientes fueron el grupo Tábano (creada en el 72 en la Barcelona de la “Gauche Divine” y llevada a
Madrid en los 80, durante su Movida. Perteneció al grupo la escritora Rosa
Montero) con 15 aficionados al mimo y al teatro visual expresionista. Muchos
grupos provenían del teatro universitario, como TEI (Teatro Estudio Independiente.) También estaban Las Madres del Cordero, Tame, Atea,
Teatro 38 de Cracovia, Antroido, Aula 6,
Cátaro, Caterva, Comediants, Dagoll Dragom, El Rogle, Corral de Comedias, La
Cazuela, La Cuadra, Tabanque, Goliardos, PTV...
En
el 75 los actores se manifestaron en una huelga contra la doble función
impuesta. Tina Sainz acabó en la cárcel (¡Los actores siempre amigos con los
políticos!) Peter Shaffer hizo una obra de teatro llamada X, la generación X
perdida, que fue la de esta “movida” de los 80. Pero no todos los actores eran
irreverentes, había humor blanco y más oficial, porque salía por televisión:
actuaban el Gran Wyoming, Moncho Borrajo, Las Virtudes, Martes y 13, Tricicle, Comediantes, La Fuga del Vals, Faemino y
Cansado, Gila, Eugenio, o la Orquesta Mondragón de Javier Gurrutxaga. Estaba la
sala de teatro Off Alternativo, un micro teatro, de esos que ya existían en el
XIX. Calle Vallecano (Vallecas fue otro barrio donde emerge la movida) Algunos
de estos actores, Petra Martínez y su esposo Juan Manguillo, también se sumaron
a la protesta contra la función doble. La sala Cadalso estaba en la calle
Cadalso. O la sala Paraíso que invirtió en Arlequín,
servidor de dos amos. Pero la principal influencia de este teatro libre,
junto a la literatura, es el cine:
El cine franquista pasó también de lo políticamente
correcto a cierto aperturismo. El desarrollismo de los años 60 (las alpargatas,
el seiscientos, las vacaciones en la playa con las suecas que perseguía y
acosaba Paco Martínez Soria…) se reflejaba en el cine castizo del landismo (el paleto Alfredo Landa que
venía del pueblo, en el éxodo rural y le hacían el timo de la estampita con
este cine) o los Rodríguez que
interpretaba, que usaban su casa sin esposa como picadero. López Vázquez, José
Sacristán, Pajares, Esteso, Ozores, Florinda Chico, Rafaela Aparicio, Fernando
Fernand Gómez; Concha Velasco, Paquita Rico, Manolo Escobar y demás. Pero al
final del franquismo estas comedías de humor blanco, ingenuas, machistas,
misóginas, homofobas, estereotípicas, tópicas y franquistas en resumen dieron
paso a las películas de destape, pues
la sexualidad cosificante que reflejaban cada vez se atrevía más, y ya no era
el culo sino la teta. En ese tardofranquismo, las chicas progres veían como
trasgresor y feminista este tipo de cine, y los hombres creían que la libertad
vendría de la mano de las trasparencias que aparecían en las nuevas revistas
pornográficas y no se cuestionaba la cosificación de la mujer: “María José
Gallego enseña el pecho y María José Cantudo enseña el felpudo”. Juan Ribo
también apareció en pelotas. “La veneno” o Poli Díaz eran algunos de estos
mitos eróticos. La actriz Susana Estrada había empezado todo, recogiendo de la
mano del alcalde de la Movida Tierno y “tierno” un premio cultural,
devolviéndoselo con el premio visual de enseñarle un pecho. Estas revistas del
bajo vientre aparecen criticadas en La
Torna (obra que posteriormente analizaré.) Y de la mano vienen estas películas
psicodélicas grabadas con un zoom lento y fluctuante, constantemente movido de
forma impertinente y mareante. Enseñaban la carne de Nadiuska, Susana y Blanca
Estrada, Esperanza Roy, Bárbara Rey o alguna amante del rey. Siempre estaba
justificado el desnudo de Ana Belén, salvo para la actriz misma. Sigue pesando
esta herencia erótica en el cine de la Transición (el cine obsesivo sexual de
Bigas Luna o la versión de La Celestina.)Se evoluciona al cine social-intelectual y de autor de
aperturismo; Bardem, Carlos Saura, Jesús y Ricardo Franco, Gonzalo Suarez,
Pilar Miró (con su revisión de El perro
del hortelano de Lope de Vega), Cuerda, Garci, Pedro Olea, José Luis Borau,
Vicente Aranda, las adaptaciones literarias de Mario Camus o los hermanos
Trueba, Fernando Colomo (Tigres de papel,
Ópera Prima)… Ruedan un cine más intelectualista, basado en la historia del
país (pero otra versión diferente a la franquista), o en el momento que estaban
viviendo de cambio. Esto dará lugar a un cine más surrealista como el de Julio Medem o Víctor Erice, que se basa en
Luis García Berlanga (su hijo Carlos Berlanga es importante personaje de la
Movida) o en el genial Buñuel con su surrealismo de denuncia a lo paleto. Cogen
motivos rurales para ironizar sobre su absurdo (Bienvenido Mr. Marshall).
Y así los unos
critican la ciudad (por tanto un cine más intelectual) y los otros el pueblo, no
hay mejor forma de reflejar el absurdo rural que el surrealismo. Eloy de la Iglesia con sus pillos y
raterillos de barrio inaugura el cine de Movida, que tanto repercute en Alex de
la Iglesia, Amenábar y en los y las cineastas actuales, pues ellas son iguales
o mejores a nuestros cineastas más machos.
Este cine de movida tiene su indiscutible reina del glam: Almodóvar. Cultivo
una estética colorista muy relacionada con estos grupos de teatro independiente
en los que el actuó, con las telenovelas venezolanas que parodia, con la
vanguardia francesa (nouveau vague y
surrealismo), italiana (neorrealismo cómico, heredero de la comedía del arte),
con el cine social de EEUU (el de Woody Allen lleno de neuróticos de clase alta
auto parodiados) y con todo el mundo musical y la revolución estética de la
Movida. Él mismo proviene de un pueblo, de un país franquista subdesarrollado,
de una madre fálica, de una Telefónica española que le explotaba, de una
Castilla profunda y de las sombras del oscurantismo franquista incluso en la
democracia; pero su cine hoy es fenómeno de vanguardia, progresismo, lavado de
imagen del país. Su cine sigue una estética cómica, colorista, exagerada,
grotesca, una parodia gay, defensa de la mujer, del mundo del dragquen, del
travestismo, los transexuales,… Sus escenarios son inmuebles de la clase
agraciada llenos de cuadros de arte moderno, de pastillas de benzodiacepina
para poder dormir estas “Mujeres al borde
de un ataque de nervios”. A veces también casas humildes del extrarradio donde
Carmen Maura acaba de matar a su marido con una pata de jamón y sigue
preguntándose: ¿Qué he hecho yo para
merecer esto? Aparece el mundo del teatro (Todo sobre mi madre), el mundo literario (Julieta, La flor de mi secreto parodiando las novelas rosas), la
música de su noviete Mac Namara y otros grupos de la movida, la denuncia al
machismo, el mundo folk de la copla y lo andaluz (Volver), el sadomaso (Átame,
La Piel que habito), la propia Movida (Kika,
La ley del deseo, Laberinto de pasiones Pepi, Luci, Bom y otras chicas del
montón), la crítica a la iglesia (La
mala educación, Entre Tinieblas…) Recuerda su estética también al fancine underground y las revistas de movida (escribía
artículos que firmaba como “La venus de
los lavabos” en una columna llamada “Escroto
está en el Viento”-parodiando el “Escrito
está en el viento” de Bob Dylan. Las recopiló posteriormente en forma de los
Diarios de Warhol: Pathy Diphusa.) Parodia el mundo
televisivo, el cine comercial, la telenovela y novela rosa y se basa en sus
mismos recursos para criticarlo. En fín, lo que se dice un genio a la altura de
un Goya en nuestro país. O incluso de un Óscar.
El teatro está sincronizado e interrelacionado con las demás artes, sobre
todo con el cine y la música (la movida madrileña o la del Gran Bilbao-las
zonas colindantes a Bilbao, con su Rock Radical Vasco), coge elementos de la
televisión (cada vez habrá más, en color, con más calidad técnica y peores
contenidos, admitiendo a las privadas. La TV es donde realmente el actor
alcanza la fama), el comic, las revistas del corazón, los medios de
comunicación, los escritos más serios de la alta y baja literatura, mezclando tradición
y vanguardia nacional e internacional…El espectáculo lo aúna todo. La movida
fue una política casera, una forma de organizar la sociedad en lo cultural e
incluso lo económico, en el autóctono barrio de Manolito Malasaña. Un
movimiento muy espontaneo, de andar de casa, una época de ilusión democrática,
purpurina, brillantina y mucha locura, Muchos intelectuales se formaron en
estos grupos de teatro mientras estudiaban sus carreras, el propio Alfonso
Suarez actuaba en ellos, y el PSOE apoyó muchas de estas propuestas, sobre todo
Tierno Galván “ni duro ni blando: tierno”, el catedrático expulsado de la
Complutense considerándole “un vago y maleante” y aplicándole tal ley, un
filósofo-alcalde de La movida que se había dicho que España ya había tenido demasiado
sentimiento trágico de la vida y había que montar algo y habría que llamarlo
movida. Así que financió estas iniciativas populares, otorgando fondos a
cualquier propuesta (¡mira que las hubo raras!) con un mensaje social: “A colocarse y al loro. Y el que no esté
colocado que se coloque” les dijo a unos jóvenes, en medio de la crisis de
la reconversión industrial y el paro, que gracias a la democracia lograron
“colocarse” de funcionarios o consiguieron trabajo en la empresa privada; aunque
acabaron colocándose de música y droga. Luis Madina,
Miguel Navarro, Luis Pascual en el ámbito catalán se forman en contra del
teatro erudito, comercial y burgués, naturalista, poco abierto a la invención y
apertura desde el punto de vista semiótico. Eugenio Barba en Italia fue otro de
los teóricos del Nuevo Teatro. Se daba más importancia al actor y a la
respuesta del público que al autor. La formación occidental tendía hacia la
identificación del talento natural inspirado, pero detrás hay un trabajo que
los poetas obreros, los ingenieros del verso y la industria teatral revindican.
Lo más positivo del nuevo teatro es su capacidad de crítica: no creernos todo
lo que vemos y nos cuenta Urdazi en el telediario, ser capaces de interponer
nuestro punto de vista. Dejan claro, como los cómicos del arte, que se trata de
una ficción o diegesis, no de una representación fiel a la realidad, rechazando
teorías miméticas y naturalistas: están interpretando algo, creando un nuevo
microcosmos con autonomía en sí mismo, la magia de las bambalinas. Entre estos dramaturgos emblemáticos estan Fernando Arrabal
(con su grupo surrealista Pánico junto a Jodorowsky y Topo, y su obra Picnic), Carlos Plaza o juan Mayorga,
auténticas referencias teatrales todavía en ejercicio.
Posteriormente analizaremos los grupos autonómicos:
catalanes y vascos. Este teatro
también ayudó sociopolíticamente a la configuración de cada comunidad, con sus
reivindicaciones nacionalistas y de independencia, entre lo popular/
tradicional, y lo más vanguardista. La
Cuadra de Salvador Távora es un ejemplo de ello; reflejando los toros y lo
castizo, lo folk o popular, pero con mucho surrealismo y humor. Representan
objetos andromorfos flamencos
(peinetas) y en esta sensibilidad mozárabe andaluza pueden llevar a escena Carmen de Bizet en versión moderna. Se
reclaman a su vez los distintos idiomas autonómicos (hay compañías solo en
eusquera o catalán). También se
invierte en la formación en el extranjero de estos actores (esas becas del
Gobierno Vasco para que estudien en la escuela de mímica de Paris) Muchos
trabajan para la tv, el cine, un teatro más convencional, o en series. También en Sudamérica se da un teatro
social campesino y subversivo contra-poder con una reivindicación de lo
indígena, poscolonial, intercultural, desterritorial y protestando contra las
expropiaciones de los que ellos llaman “acumuladores” (los capitalistas
yanquis). Tratan de entretener, más que ser comicios de reunión política, pero
conciencian al pueblo sobre su situación explotada. Comunican a la gente
humilde en sus fiestas patronales la injusticia en que malviven. Oriente, América Latina… el mal
llamado “tercer mundo” posen otra tradición teatral y en estos años se empieza
a reclamar, innovando desde la herencia costumbrista y expresándose contra el colonialismo esclavista, los nacionalismos
y totalitarismos que habían mistificado la propia realidad de estos países, que
empezaban a revindicar la descolonización y un teatro poscolonial y
desterritorial. Su teatro de momento no puede dejar de ser social y político.
Es un teatro aún vivo en estos países marginados de la escena mundial.
El teatro independiente también frecuenta los
festivales menos oficiales de la vecina Francia (En Nancy se organizan
festivales de teatro experimental y veían muchas cosas nuevas en Europa. Este
teatro se relaciona internacionalmente pues en NY, Londres y París se da la
vanguardia. Aquelarre trajo a la compañía Living Theatre de Judith Malina, venida del
mismo Nueva York y a la del Piccolo Teatro di Milano. Pero, no nos vayamos tan lejos: ¿qué pasaba dentro
del país? Para entender el desarrollo de estas compañías en nuestro país hay que
analizar el fenómeno de la Transición en España, una época histórica que los
estudiosos sitúan más o menos entre el 72 y hasta el 82. Aunque sigue dando
coletazos en el 84, paulatinamente va acabándose esa conciencia de estar
inmersos en un proceso transitorio de una dictadura hacía una democracia. Deja
de tener sentido cuando se difuma el enemigo común del franquismo y se asienta
el PSOE, pero aunque surgen nuevas problemáticas sobre las que alzar sus lanzas
de quijote: la violencia de ETA, el paro, un sistema de tez diluida, esa mano
invisible de lo económico… en general se pierde así la motivación para este
tipo de teatro en el público y sobre todo en los grupos, pus muchos se
disgregan, otros se profesionalizan, o acceden a los circuitos oficiales. Este
tipo de teatro desempeñaba y desempeña una función didáctica: ejercer una toma
de conciencia social en el pueblo, sirvió de palestra para ensayar ideas
sociopolíticas. Sensibilizó al pueblo en una ideología diferente a la
franquista con valores más democráticos, tolerantes, de inclusión, pacifismo y
feminismo, mucho más consistentes ética e intelectualmente que la moralina
conservadora, teológica y retrograda del régimen anterior. Como todo cambio
cultural, se trató de una evolución paulatina y no de una ruptura radical con
las antiguas formas de crear. Para cambiar un sistema lo prioritario es cambiar
la mentalidad colectiva, por lo que este teatro se plantea no solo como
entretenimiento sino como una dialéctica pedagógica. Cualquier forma de
espectáculo, por banal o superficial que pueda parecer, ejerce una influencia
didáctica en su público (la publicidad perpetua el sistema neo-liberal, cuya
filosofía, sí así puede llamarse, se basa en lo utilitario-pragmático,
funcional, formalista, funcionalista, gracias al poder que ejerce lo
tecno-céntrico sobre la masa.) A este teatro independiente de la Transición
muchas veces se le llama también teatro
social, teatro intelectual o teatro crítico, siendo estos tres adjetivos
definitorios de por sí. Fomenta por tanto un pensamiento libre y la
concienciación social (la llamada conciencia
proletaria/obrera) muy influido políticamente por el socialismo, más
suavizado que el marxismo-leninismo original ruso o en otros países europeos.
Sin embargo, esta forma de teatro está muy lejos de los planteamientos
estéticos tan cerrados del realismo-socialista
implantados en la URSS que sometían toda obra a tratar de ser naturalista o
mimética, pero tal como la dictadura (de la élite) del proletariado comunista
entendió esta mimesis con lo real: reflejar solo los valores más positivos de
la patria soviética: lo bonito.
La mayoría de estas compañías tampoco se plantean un
teatro mimético, como el que podía darse en los dramas realistas o naturalistas
de Echegaray y también quería romper con el teatro conservador franquista que
por cierto era de bastante mala calidad estética formal. No podían mirar dentro
del país hacía un teatro manipulado totalmente para cuadrarlo con la doctrina nacional-católica. Y miran a Europa y
EEUU, hacía formas más expresionistas, visuales, vivas, libres, y vanguardistas
de teatro. En el método del teatro de
Stanislasky (que la actriz Lola Herrera bromea como “Stanis-whisky”) se basó el Actor Estudio de Nueva York. Por tanto,
muchos actores actuales, que conocemos ahora actuando en películas comerciales
de Hollywood, tienen este método ruso como origen y referencia. La insegura de
sus dotes interpretativas Marilyn Monroe, el rebelde en pose James Dean, Al
Pacino, Robert de Niro… se educaron en esta escuela naturalistica de introspección psicológica (en dicción,
gestualidad, tratar de ser fiel a la realidad y expresar tu estado de ánimo
psíquico en la obra, contagiarte del personaje, mimetizarte con él…ya que eran
unos tiempos de freudanismo o sicologismo feroz.) El método de Meyerhold en cambio aconsejaba una fisura radical
entre el personaje y el actor, no identificarte con él o con su dolor. Así que
Marilyn salía del Actor Estudio hundida en lágrimas al trasladar su drama
personal a su interpretación y no es que el frío e insensible Henry Miller la
consolara mucho.) Había otras poéticas
teatrales: el de la crueldad de Antonin Artaud, el teatro pobre de Grotowsky (muchos
de estos son discípulos de los anteriores maestros, reformando la vanguardia
interpretativa), el del absurdo
(Ionesco con El Rinoceronte, Pirandello con Seis
personajes en busca de autor, Bernhard Shaw, Samuel Beckett con Esperando a Godot…) el teatro social de Beltor Brecht, el nada convencional de Peter Brook,
el neo-expresionista alemán, el simbolista, el minimalista… el
surrealista y dadá (retoman este arte más pictórico que visual: el
surrealismo se basa en los mundos
oníricos del inconsciente donde importa más “la imagen” “visión” y las
metáforas alegóricas que lo verbal, inventando muchos juegos literarios como la lluvia o tormenta de ideas
–aprovechada ahora por el discurso publicitario para buscar nuevas ideas con
las que fomentar el consumo y la dependencia a unos productos que nadie
necesita-, el cadáver exquisito o
esqueleto en el que es muy importante el público ya que la obra se
convierte en una reescritura constante elaborada colectivamente, una cocreación
además espontanea consistente en ir pasando un papel en el que una persona
escribe un verso y la otra, sin mirar el anterior, añade otro, conformando así
de forma azarosa un poema aparentemente sin sentido (que ya tratará el ser
humano, con su ansía siempre de relacionar sentidos y casualidades, de buscarle
significado.) O los collages dadás
donde prevalece lo fotográfico, pictórico, visual. Retoman así estas vanguardias
de principios de siglo xx, de los años 20 y 30, que en pintura nos han dado por
ejemplo un Chagall o un Marx Ernst, y cualquier tipo de drama vanguardista. Se
plantean formas innovadoras: el happening, romper la barrera con el público (la cuarta pared)…Son maneras de involucrar al público las performances (teatro que va
improvisándose y cambiando a medida que este o el propio performista reacciona
a las performaciones dinámicas) y todo lo relacionado con el teatro-self-made, el teatro
continuándome haciéndose así mismo, mutable, y no asentado en un estudio
estático, por lo que suele tratarse de representaciones callejeras.
En esta forma de teatro moderno por supuesto estaban rotas las tres unidades del teatro aristotélico
(tiempo, espacio, personajes, habla según decoro) pero incluso las formas del melodrama romántico (desfasado en esta
época ya que se entendía este patetismo sentimental algo ñoño, cursi y con
estereotipos sexistas como denota la figura del Don Juan con sus varoniles calzas) y con el teatro realista/naturalista de estudio, también
muy cerrado en sus formas. Es un teatro vanguardista en cuanto se encamina la
vanguardia (término proveniente del ámbito militar), avant la lettre, a la cabeza de lo que en el momento se hacía. No
importa tanto la mimesis (la supuesta objetividad, calcomanía y fidelidad a una
supuesta realidad) sino la originalidad y fantasía. Toda la modernidad se
caracteriza por la búsqueda de lo fantasioso, novedoso, diferente, frente a lo
mimético en que se basó toda la antigüedad clásica y medieval. Las vanguardias nacen todas con la estética
romántica y empiezan a considerar estas verdades relativas, propias de un
tiempo histórico concreto, incluso de un público determinado. El teatro moderno
plantea una renovación de fondo y forma. En el plano del contenido, se empieza
a hablar de mensaje social, más que de un “significado
eterno, universal, atemporal, inmóvil, fijo, inmutable…” (Términos en los
que se planteaba a la divinidad desde Aristóteles y todo lo perteneciente al
mundo físico que debía tender al metafísico, a la triada epistemológica, ética
y estética platónica de lo bueno,
verdadero y bello.) Este cambio de la concepción de lo semántico tiene que
ver con el desarrollo de la semiótica, heredera de una hermenéutica tan antigua
como la humanidad (incluso en la edad media se estudiaba lo alegórico, el
método se cree proviene de un sabio griego llamado Hermes.) En el Renacimiento
de la Comedía del arte se empieza a cuestionar esa inmutabilidad y estatismo de
los significados. Sobre todo será en el romanticismo cuando empiece la gran
ruptura con este concepto de verdad absoluta. Si queremos estudiar la recepción
de una obra hay que realizar un estudio diacrónico temporal más que hablar de
verdades. (Aunque para D’Ors haya una serie de significados universales y
atemporales, transhistoricas, “arquetipos, prototipos universales” de
Jung en una mente colectiva simbólica o Inconsciente
Colectivo: antagonistas, el héroe, la princesa…relacionadas con lo
psicoanalítico)
Y se empieza a hablar del público; durante la edad
media era una audiencia totalmente pasiva: unos aldeanos a los que el señor
obliga a asistir después de misa a un auto de fe, o que escuchaban una épica o
asistían a un teatro de marionetas sin participar en la obra más que arrojando
lechugas quien pudiera arrojar lechugas sobrantes de la labranza, claro, ósea
nadie. Este nuevo teatro tiene tan en cuenta “la cuarta pared” que a veces sacan a parte de los asistentes al
escenario y les hacen intervenir. Todo ello relacionado con las teorías del feedback de los nuevos estudios
comunicativos (La escuela de Palo Alto,
La Comunicación No Verbal de Flora
Davis), la teoría de la Recepción (Isen
y Jauss), la semiología de U. Eco y las corrientes posestructuralistas (Foucault, Barthes), deconstructivistas (Derrida) y de género y rol sexual permorfativo (Judith Butler), existencialistas (Sartre, Heidegger, De Beavouir),
vitalistas (Nietzsche)…aunque la
señora a la que sacaban a decir unos palabras en el escenario no supiera ni por
asomo quién era ese Barthes. Les preocupa por tanto los efectos que pueden
causar en un público activo, en una comunicación
bidireccional (ahora ya se habla de multidireccional)
que reinterpreta y retroalimenta la obra simplemente comentándola con sus amigas
en un café. A esto habría que añadir la cada vez mayor importancia de la
crítica y medios de comunicación como un tipo de receptores especiales del espectáculo,
en cuanto poseen más nivel intelectual de pensamiento crítico y mayor
influencia en los organismos de poder y Opinión Pública. Este teatro, sin
plantearse ser realista o mimético, sí quiere mostrar la situación
sociopolítica en esos momentos tan delicados, reflejar los abusos del poder ( La Torna visibiliza un caso silenciado
por el régimen y los medios: una muerte en extrañas condiciones no esclarecida
aún hacía una persona que quizá fuera inocente o de la qué desde luego habría
que estudiar sus condicionamientos sociales de pobreza, exclusión, marginación
en cuanto inmigrante o incluso psíquicos, que le llevaron a cometer el supuesto
crimen. O el caso de Akelarre con su denuncia a la implantación de una central
nuclear.) Proponen una alternativa de cambio e innovación en lo político y
obviamente encuentran toda clase de impedimentos institucionales; el más claro
de ellos es el cometido por el llamado eufemísticamente “servicio de cultura”
(ósea la censura, filtrando los textos a través de unos supervisores), pero
también hay formas más subliminales de censurar una obra: no darla publicidad,
no reflejarla en los medios y por tanto apartarla de la Opinión Pública (lo que
no sale en tv no existe), un productor que te decía que le parecía poco comercial,
un ayuntamiento que no te concedía la subvención etc.
También se revelan en las formas, pues lo que se
dice muchas veces es menos importante que el cómo se dice, y desde luego son
dos aspectos inseparables contenido y
continente que solo diferenciamos a la hora de estudiarlos críticamente. La
misma forma ya te da una idea, un fondo y todo fondo necesita de una carcasa
que lo envuelva. Con la censura por medio la forma debía ser amable a ella,
inocente. Y una forma de escamotearla es situar las obras en lo retrospectivo
(si no se puede hablar del presente, de cómo acaban de matar a un anarquista
sin motivo o por razones políticas, hablemos de cómo mataron a un juglar.) Otro
medio será disfrazarlo de espectáculo infantil, ¿un cuento de hadas inocente
interpretado por unas marionetas cómo va a tener un mensaje marxista? No se
dirigían realmente a los niños sino a esos padres que los acompañaban. Las
formas de humor serán las prevalecidas. Ya había habido demasiados años de
valle de lágrimas teológico. Ya estaba bien de llorar como maría magdalena en
la crucifixión de Cristo, y ahora tocaba divertirse un poco. Una gracia humana,
pues gracia divina habían tenido bastante. Pero lo aparentemente banal,
superficial, leve… escondía una dura crítica contra ese régimen que daba sus
últimos coletazos. Por eso, entre las formas de humor preferidas está la
ironía, que es un humor inteligente que no ataca al otro, como el sarcasmo o el
cinismo, sino que solo ataca a la estupidez. Esta “ironía romántica” (la
preferida por el movimiento romántico) servía para arremeter contra un
pensamiento caduco, pero no directamente sino con su doble lenguaje
característico. Por todo ello prevalece lo cómico, grotesco y carnavalesco
sobre las formas más llorosas. Había descubierto Nietzsche El origen de la tragedia, de trágica podríamos calificar esa
depresión oscurantista medieval apoyada. Lo trágico debía aceptar que había
surgido del ditirambo pastoril, es decir, de una serie de cantos, ritos, bailes
y diversiones de unos atenienses agrícolas subidos en un monte a emborracharse
con la excusa de los ritos báquicos, relacionados con los agrícolas de Eleusis a
la diosa Deméter de la naturaleza y su hija Perséfone, la primavera (frente a
los órficos o funerarios.) (Muchos escolásticos como Jorge de Burgos –trasunto
de Jorge Luis Borges- jamás podrían haber aceptado algo así, este origen tan
humano y poco divino y piadoso, y por eso le vemos en El nombre de la rosa de Umberto Eco al pobre tan preocupado de
quemar la parte de la comedía de Aristóteles que no ha trascendido hasta
nuestros días. )
Estos grupos interpretarán también muchas comedías
de nuestro siglo de oro: las de Lope de Vega, Lope de Rueda, Calderón de la
Barca, los Entremeses de Cervantes (en sus obras refleja un realismo mágico
diríamos ahora, siempre grotesco, crítico con su sociedad. No puede entenderse Don Quijote de la Mancha un libro de
Caballerías siendo más bien su burla. Con esta mofa ridiculiza el autor
marginado, apresado en la cárcel de Argel y manco por culpa del poder, una
España barroca, que al igual que su protagonista, se cree viviendo aún en el
glorioso Imperio Renacentista cuando lo que estaba era muerta de inanición,
esto es: de hambre. El siglo de oro
de las letras fue también el siglo de mayores hambrunas en el país, con unos
reyes Austrias incompetentes políticamente y unos nobles totalmente
absentistas, delegando en sus subalternos y explotando agrariamente a los
campesinos.) La literatura clásica estaba completamente
instrumentalizada por el régimen: los libros de historia literaria empezaban
con Séneca ignorando que hubo un Maimonides y un Averroes en la misma Córdoba
romana y por la misma época. Seguían con El Cid como un nuevo héroe nacional
que mataba moros en nombres de Dios y de España. Se recreaban en el llamado garcilasismo, en un imperialismo
altisonante y prepotente. Seguían por una Teresa, ¡la pobre perseguida toda su
vida y obra por la santa inquisición! y ahora Santa matrona de los escritores
(salvo de los censurados por el “servicio de lectura” católico) y convertida en
huesito o mano de santo español. Continuaban por los más conservadores
lustrados: Baltasar Castiglione que era un perfecto
cortesano, Gracián que recomendaba el
arte de ser prudente, el oráculo de las buenas costumbres. Seguían por un
Espronceda con ese canto a la libertad (Canción
del Pirata) armonizando el oscurantismo educativo en colegios religiosos
del régimen no exentos de maltrato y violaciones. Galdós con sus Episodios Nacionales enfatizando las
hazañas gloriosas de nuestro país. La generación del 98, preocupada por Dios y
la pérdida del Imperio Español de sus colonias y no por la pobreza sobre la que
también escribieron, pero no interesaba visibilizar; o cómo convirtieron las
dudas teleológicas de Unamuno en parte de su discurso teológico…. Y así iban
manipulando toda la historia literaria, imposible coger referentes en una
historia instrumentalizada. A Unamuno le había amenazado Miguel Astray con su “Muera la inteligencia” y el ABC tituló ¡Ha muerto la intelectualidad católica! Humor negro. Su muerte
trascurrió en extrañas condiciones (no lo voy a desarrollar, pero fue asesinado
por el militar nacional que dio parte de su muerte. Había ido a visitar al huraño
genio -nadie se atrevía a visitarlo- sabiendo que ese día moriría de esa
supuesta “gripe por frío salamantino.” Había dejado escrito el sabio: “Quiero sobrevivir tras mi muerte, pero no
como lo entiende la ingenua metafísica sino con estas mismas zapatillas.”
¡Lo primero que se quemó en aquel incendio de su estufa! Más humor negro.)
Hubo intentos de mezclar las formas más populares y
divertidas con las más selectas, “de arte mayor” (y por tanto un rollo), pero
el pueblo estaba un tanto cansado de teatros piadosos y ennoblecedores del
espíritu y necesitaba reírse, aligerar. Además, las óperas renacentistas o
barrocas estaban y están asociadas a una clase alta elitista y estas formas
cultas eran rechazadas por el público masivo (también lo son rechazadas por esa
alta burguesía que va a escuchar a Caballé vestida de Aida al Liceu, pero en su
juego social lo disimulan muy bien.) Estas obras populares barrocas ya las
había intentado llevar al pueblo La
Barraca de Lorca. El poeta y sus amigos recorrían en furgonetas, o más bien
barracas y carros muy primitivos, todos los pueblos de la tierra del Quijote,
sobre todo Andalucía, interpretando en las plazas mayores si les dejaban o en
los límites del pueblo estas obras clásicas, junto a propias y de otros autores
del 27, con el mismo espíritu itinerante de aire burlesco, con similar escaso
presupuesto, y unas compañías también organizadas casi en comuna anarquista. El
teatro social de la Transición, la Commedia dell’Arte renacentista o la
juglaría medieval guardan muchas concomitancias con este teatro republicano.
Los grupos itinerantes de la Transición suben al autobús y cargan al coche
personal el escenario móvil, primitivo y minimalista, junto a cuatro bártulos
como atrezo, y unas pinturejas que servirían de maquillaje. Han de
autofinanciarse los gastos de viaje, ellos mismos pagan de su bolsillo todo ese
trasporte de materiales escénicos…Al margen incluso de la calidad de sus obras
ya habría que alabarles solo por eso, en una época en la que no existía el couldfounding. Ellos van a interpretar
estas obras suyas o de vanguardia europea, clásicas, barrocas, muchas piezas de
juglaresca medieval o comedía renacentista y por supuesto harán lectura de los
poetas del 27 que les precedieron en el noble arte de “educar deleitando” al pueblo.
Miguel Hernández, Alberti, el propio Lorca son los autores preferidos
(la edición de sus obras y su lectura estaba prohibida, y todo ese pensamiento
y literatura exiliada que el régimen había considerado “arte degenerado” al modo nazi. Así que estos autores llegaron a
nuestro país en ediciones clandestinas, muchas editadas desde la vecina Francia
u otros países europeos en democracia ya y especialmente desde las editoriales
sudamericanas donde había muchos exiliados escribiendo y publicando. De
Argentina llegaban la mayoría de estos “Buenos
Aires”) De eso se trató: de estar con “el
viento del pueblo” como decía un republicano y panteísta-ateo M. Hernández,
y traer una corriente de oxigeno de aires ilustrados a aquel país que vivía en
el oscurantismo y la asfixia. Por todo ello se les tachó de “subversivos” y de
pervertir la moralidad vigente.
Muchas obras también se traían de EEUU. La muerte de un viajante de Henry Miller
era el nova más, toda aquella contracultura beat y hipi de Greenwich Village,
en la bohemia elitista de Nueva York (con aquel Actor Estudio, los musicales de
Broadway, un Hollywood no tan comercial como el de ahora haciendo su mejor
cine, las comedías de los años 50, 60 y el cine social de los 70) y que era tan
idealizado en nuestro país. También Woody Allen explotando lo cómico, paródico,
irónico y burlesco, un humor inteligente, o más bien intelectualizado, que ha
perdido fuerza en nuestros días por más que idealice la ciudad de la Libertad
(económica se entiende) pues se ha negado a retratar a las clases bajas y se ha
vuelto comercial. Desfila por su cine su larga colección de esposas, cada cual
más neuróticamente enamorada de un tipo más bien feo, simplón y misógino, pero que
algo tendrá...Y así llegó al país una mitomanía impresionante de estrellas pop:
Marilyn Monroe, Greta Garbo, la borde Katherine Hepburn, la cándida Audrey Hepburn
(comunista convencida, con un par de ovarios para irse a África a ayudar y no
tan tontita como parecía suspirando por “desayunar diamantes”, vestida de
monja, en medio de la nada por un pinchazo de rueda o metida en un baile
palaciego ruso con traje de princesita casadera en Guerra y Paz), Bette Davis fumando en la cara a sus amantes o
sacándoles la feminista lengua, y toda esa estela de divas que Terenxi Moix
inmortaliza fotográfica y literariamente en “Mis inmortales del cine”, una enciclopedia personal e impresionante
de varios tomos.) De Francia venían obras muy raras, los teatros del absurdo
pero nunca absurdos y un cine y teatro de nouveau vague (Truffault, Eric
Romher) que hacía que muchos “progres” de la época se escaparan
clandestinamente a Biarritz a analizar la epistemología de la violación
sadomasoquista con la mantequilla. Salivando a su vez por Catherine Deneuve. Por
supuesto todo ese cine neorrealista
italiano (Rossellini, Fellini, Bertolucci, Visconti, Hector Escolla…Sofía Loren
como “la novia de Italia”, con permiso
de
Llina
Llogobrida, gritando en aquellas escenas de cama al ser
sorprendida por el esposo con el amante, ¡símbolos eróticos en nuestro país!) Este
neorrealismo se intentó hacer en
España y epataba a un Sánchez Ferlosio con raíces italianas, como se denota en
sus obras de El Jarama o Alfanhui. De Alemania venía el cine neoexpresionista, una Marlene Dietrich
que aparecía como “ángel azul” y
mujer fatal fumando cigarrillos largos en sus cabarets oscuros de entreguerras.
De los países nórdicos venía Bergman con su cine trágico-existencial, con
aquellas noches interminables de frio polar y dudas ontológicas, sus mujeres
neuróticas gritándose unas a otras, sus locas-estereotipo que sin embargo
rompían los de la época, sus partidas de ajedrez con la muerte. No me voy a extender porque se nota que Bergman es
uno de mis directores preferidos. Se idealizaba (demasiado quizá) todo lo
europeo: sinónimo de vanguardia, experimentalismo, innovación y buena acogida
de la crítica, los medios y los públicos más progresistas. Todo este cine
influyó en el teatro de la época tanto o más que las obras literarias, porque
además estas dos artes tenían a la fuerza que interrelacionarse (El actor que
había empezado en el teatro “pasa a la pantalla grande” o le marginan al teatro
si se porta mal), incluso en cuanto a contenidos (cada vez más comerciales por
desgracia, en cuanto que el cine empieza a mandar y el cine sí es un negocio
porque hay que dejar en la taquilla señal monetaria de tu asistencia. En una
obra de teatro independiente siempre puedes “hacerte el loco” cuando los actores
pasan la boina al final.)
Este cine inspiró el teatro castellano de la Transición
también formalmente: incorporan a veces un proyector de cine, plantan una
pantalla grande en medio del escenario, se empiezan a grabar las obras, compartiendo
así mucho de sus recursos técnicos y planteamientos estéticos. Siempre van a
prevalecer en esta forma de teatro las comedías sobre las tragedias y por tanto
el humor inteligente es su rasgo más definitorio. Junto al humor, incorporan
los recursos estéticos metafórico, no ya esas alegorías medievales sagradas
sino símbolos más humanos. La metáfora, al mezclar lo real con un significado
distinto al habitual, nombra la cosa indirectamente. Supone este distanciamiento
una forma idónea de burlar la censura. Una metáfora cada cual la interpreta como
quiere “No estoy criticando a Franco,
solo represento a un señor bajito con bigote que se parece mucho a él” En
el nuevo teatro importaban más los elementos no verbales, y por ello muchas
veces no había texto o el libreto era el mínimo, como en la Comedía del arte, una
de las características del teatro minimalista es reducir las formas al mínimo:
escenario, atrezo, vestuario, maquillaje, incluso el texto, destacando así la
interpretación en sí, o el juego de luces, la participación activa del público
y elementos tradicionalmente marginados de la escena. Incorporan, o más bien
percatan, de todo lo relacionado con la comunicación corporal: la kinésica (la ciencia
que estudia estas relaciones del movimiento entre cuerpo, gestualidad) enlazada
con la prosémica que estudia las relaciones dinámicas con el espacio. Se
desarrolla sobre todo la pantomima y la mímica (muchos habían estudiado en la
escuela de mimos de París en los 60 y 70 con estas becas otorgadas por los gobiernos catalanes,
vascos y franceses.) ¿Quién iba a sospechar de un clown, de un simple payaso?
Esta figura proviene del mundo circense (arlequines que Picasso pinta en su
periodo rosa junto a unos elefantes, un periodo optimista frente al azul pues como
es un pobre hombre sin dinero e inmigrante en París se dedica a retratar vagabundos
tocando la guitarra) Aunque podemos encontrar antecedentes en la juglaría y
bufonería latina, medieval y renacentista y en la Commedia dell’Arte italiana
(en el personaje de Pierrot o Arlequín). Y será el tipo preferido por Darío Fo
y por muchos de estos juglares modernos, ya que no solo permite nuevos
planteamientos formales en los que no prima lo verbal sino que bajo una
apariencia de inocencia (caras blancas, una flor en el ojal, la lagrimilla
colgando, dirigiéndose a los niños con sonrisas tiernas y amables) se pueden
expresar las más duras quejas políticas. Heinrich Boll en su obra Opiniones de un payaso nos habla de uno
de estos “payasos tristes” de la
posguerra alemana, estaba triste por el genocidio humano que acaban de cometer los
nazis, su marginalidad política y social, su invisibilización en los medios, la
crítica, la opinión pública y también porque le había dejado la novia. Y le
caía una lágrima dibujada en el ojo, mientras hacía una mueca melancólica el
labio.
La misma organización operativa,
presupuestaria… la estructura,
superestructura, infraestructura (como ellos dirían) adquiría una forma de
organización anarquista o comunista: la comuna.
Era una organización muy libre y espontánea en la que no había un líder
destacado ni una figura de autor o actor que
prevaleciera. Todos se consideraban cocreadores, sentían estar compartiendo algo
entre ellos y con su público. No tienen un duro y son excepciones minoritarias
las compañías que pueden contar con locales
para ensayar, así que lo harán muchos en sus propias viviendas (así se rodó Pepi, Luci, Boom y otras chicas del montón
y muchas de las películas de La Movida madrileña; films de bajo presupuesto; en
Cutreluz, como llamaba Pedro a la
precaria iluminación; en cámaras súper Ocho; un cine hecho entre amigos, en las
casas de estos; sí uno era maquillador y el otro fotógrafo y había un cámara
pues bienvenido a lo que Pedro llamaba el “chocholismo
ilustrado”, reunidos en el piso de la pareja gay “Los Costus”, las
costureras de Malasaña y en realidad pintores. Querían extender la Cutreluz al pueblo.) Y también se
representaba precariamente, con escenarios y medios técnicos muy primitivos, en
asociaciones vecinales o en parroquias porque los curas obreros juegan a ser progres, habían leído a Zubiri y a Aranguren
y quieren llevar a la calle el mensaje evangélico de Jesús (en el fondo fue un
mensaje social de amor y apoyo, que podríamos relacionar con la utopía
comunista, no con su praxis dictatorial.) Así que les dejan ensayar y actuar en
estos locales anexionados a la parroquia del barrio, en una especie de
comunitarismo municipal. Muchos de estos curas se enfadan con la iglesia, son
excomulgados y abandonan la misma, algunos incluso se casan o se convierten en
profesores de enseñanzas medias o universitarias. Hay que entender que la
iglesia católica en el franquismo fue muy dura y represiva, pero también era
más fácil convencer a la abuelita piadosa y algo inocente con su dios de dejar
una propina a los actores que al marido facha hasta la médula, y que la iglesia
reformista también fue una llave a la democracia en este tardofranquismo, al
ser una estructura más blanda y dulce que por ejemplo el ejército nacional
pretoriano y la más intelectual en aquel régimen oscurantista. Un sector
importante de la iglesia simpatizó con este teatro social. También actuaban al
aire libre: en frontones, en las plazas principales de los pueblos muchas veces
durante las fiestas populares, en semana santa, carnaval, navidades; en
verbenas, bailes, y actos organizados por los ayuntamientos donde si conseguían
cierta financiación presupuestaria.
Había un mini guion pero todos improvisaban, cambiando
partes de ese texto, hasta que lo cambiaban entero. Además el teatro de Stanislasky
insiste en que lo importante es la actuación personal, y por tanto si a la
actriz le apetece llorar, ponga lo que ponga Alejandro Casona, pues ella llora.
El autor es respetado, pero no importa tanto a la hora de actuar. Muchas obras eran totalmente improvisadas,
debido a problemas de tiempo, preparación, a la falta de presupuesto para
contar con un local de ensayo o simplemente porque les salía de los…métodos de
Stanislasky de improvisación. Buscaban provocar, molestar, extrañar (el extrañamiento como un concepto que la crítica
formalista rusa unos años antes había acuñado), epatar a la burguesía (un término proveniente de la bohemia parisina
de los poetas malditos: el enfant
terrible visionario de Rimbaud y su amante esporádico Verlaine, Marcel
Snobw, Mallarmé, Apollinaire, Baudelaire y otros acabados en etéreo aire) Esta
forma escandalizaba y no hay mayor forma de provocación que improvisar el texto
o directamente no tener texto. Trasgredían las formas y los contenidos
provocando así unas reacciones ambivalentes: la mayoría de rechazo
(consideraban este teatro “raro”, “intelectual”, “de rojos”) No ya la oposición
de las instituciones públicas y religiosas sino la de ese señor que no había
entendido nada y había asistido durante dos horas a un monologo en el que unos
varones se habían desnudado y puesto a dar gritos y saltitos. Buscaban molestar,
llamar la atención sobre su obra y la meta obra; sobre su trabajo que debería
valorarse, pero se encontraba marginado (déjame algo en la boina) o el valor de
la cultura (mira lo buena que es esta obra barroca que pertenece a un canon) y
sobre la situación social y política. Se trataba de hablarles sobre su propia
vida y de cómo podían cambiar el statu
quo y su propia situación personal.
Frente a o lo unitario, totalizador, monotemico, globalizador (repetir Franco
unas cuantas veces y nombrar a Dios ocho veces seguidas en una obra teatral que
más parecía un rezo) proponen lo heterogéneo. La propia vida es múltiple y
variopinta y así la reflejan.
Denotamos muchas similitudes
del teatro independiente (con su referente en Dario Fo) con la Commedia dell’Arte y los juglares: Frente a
lo cohesionado: lo fragmentario. Frente al monoteísmo: el ateísmo, agnosticismo
o cierto panteísmo. Frente a lo antiguo: lo nuevo. Frente a lo verbal: lo
visual. Frente a lo trágico: lo cómico. Parecida intención de “educar deleitando” al pueblo. Junto al
entretenimiento, imprescindible en cualquier espectáculo, aquellos trovadores
del teatro querían dar otra visión a la plebe, hundida en la más paupérrima miseria,
que no fuera eclesiástica y nobiliaria. También fue un teatro sin apoyo
económico corporativo, salvo en fiestas populares instrumentalizadas por lo
institucional o sí interesaba pregonar unas leyes concretas a través del humor
y así acercarlas a la población. De
parecida manera, se organizaba en compañías, lideradas por un juglar principal o
no, en una colectividad bastante libre. Esta “independencia” de los grupos independientes es un eufemismo de
una palabra menos bella pero más real: marginación. El silenciamiento en los
medios e impedimentos por parte de las instituciones, la falta de ayudas gubernamentales,
les obligaron a llevar a cabo sus actuaciones en escenarios populares fuera del
circulo oficial con recursos técnicos precarios. También les permite una temática más libre.
No reflejan la ideología del sistema sino su crítica. Subvencionan estos
espectáculos con su propio trabajo (en el caso del teatro de Transición muchos
eran obreros o estudiantes que invertían su dinero en ello, y en las formas
antiguas comerciantes que vendían la obra.)
Ambos juglares se dedicaban a espectáculos infantiles para dirigirse a
sus padres, en una estética llamativa de colores, saltos, gesticulación,
aparatos, títeres, globos y marionetas. Eran
todos estos grupos analizados compañías itinerantes: hacían giras de pueblo en
pueblo, montando estas piezas en las plazas principales de los pueblos. Los
juglares eran hijos ilegítimos de nobles y siervas que habían tenido acceso a
la instrucción. Por parte de madre sacaban la rabia y la pertenencia al pueblo,
y señalaban lo que había alrededor. También el atrezo de todas las formas
teatrales es minimalista: una misma tabla podía servir de bar y mesa judicial,
prisión y despacho. El espacio
reducido incentiva la imaginación. La
Comedia del Arte usa usaba esa tablado tapado por una cortina y lo
convertía en un locus simbólico; una tramoya, cuatro maderas y sobre todo la
magia escénica, la diversión de ilusión de los actuantes y su público. Tienen
en común la falta de textos escritos, la improvisación, la distribución equitativa
de ganancias en comuna, la trasgresión, sátira, esperpento de picaresca Los
grupos independientes tienen la misma idea de representar un teatro de monologo
polifónico en las épocas de crisis cambiando la tonalidad, registros, timbre,
discurso, perspectiva y discurso según cada personaje, para ahorrarse así pagar
a varios actores ante la escasez de apoyos financieros.
Estos grupos cambiaron un arte figurativo y mimético
interrelacionando con otras artes y fenómenos culturales, renovando una
tradición tanto en forma como en fondo, reflejando la crisis de identidad
postmoderna en una estructura imperfecta e inacabada de Obra Abierta (Eco) revalorando al público, sus efectos sobre él y
su repuesta o retroalimentación. (En
el Gughem también vemos obras interrumpidos, segmentadas, divididas, que
reflejan lo fragmentario de nuestra sique y sociedades.) El capitalismo se
apropió de estas tendencias estéticas de vanguardia carnavalesca
convirtiéndolas en modas, conservándolas conservadoras para su temporada de
invierno en el Corte Inglés, fagocitando la estructura aquello que más la atacaba
y molestaba, pues no hay mejor forma de neutralizar una bomba revolucionaria
como la de este teatro critico social que incorporarlo al sistema oficial y
factico, desvirtuando su mensaje subversivo y liberador. La publicidad o las
series con familias perfectas de la tv y el Netflix nos imponen otro drama
peor: la cosificación de la mujer, la imposición a comprar productos, un mundo
perfecto y feliz, igual que el que querían implantar los fascismos. No deja
lugar este bombardeo de los medios a identificarte con estos imagos
artificiales. Mientras que el teatro independiente se propuso reflejar la
realidad, la vida en su ambivalente cómica y divertida (sin ocultar los dramas
del franquismo y las partes más tristes, la otra cara de ella) la sobre
información o sobrebasura que ahora se reproduce, se copia-pega y se
imita-mimetiza por las redes comunicativas es un imago platónico
descontextualizado, sin sustancia, que de forma reiterativa y machaconamente
repite y repite el mismo discurso del sagrado y aburrido sistema.
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