Es un personaje clave de la transición y movida madrileña. Siempre trasgresora,
quijotesca y utópica, en su último trabajo habla de princesas encerradas en
torres. Le gustan las vidas ejemplares de santos, los mitos y la fantasía son
tan importantes como la realidad en su obra. Con 18 años, en el 76, escribió un
libro y en el 90 tuvo una hija. Hablamos de la fotógrafa madrileña Ouka Leele
que nos recibe en su estudio para hablar de su pasión; el arte
.
Detrás del ápodo de Ouka
Lee se esconde Bárbara Allende Gil de
Biedma, fotógrafa de la movida pero también de muchas cosas más. Sobrina de
Jaime Gil de Biedma pero también de Esperanza Aguirre. Sus fotos pretenden
comunicar, expresarse. De adolescente había comenzado una brillante carrera
tocando el piano y la guitarra. Se quería dedicar a la música. El artista es el
ser libre. La palabra está sobre valorada y por eso ella crea poesía en la
pintura, sus fotos, happenings y performances. A veces es importante también el
color del silencio, de la no palabra.
En su época triunfaba Mariscal o Nazario. Seguidora de las
últimas corrientes, vanguardias y nuevas olas. Ouka Leele pinta escuchando a Bob Marley o a Vivaldi pues sus gustos musicales
son muy eclécticos. Pinta imitando los clásicos, Velázquez y los modernos. De Velázquez le gusta su forma de pintar escenografías
como si fueran escenarios de teatro. Pintar y fotografiar es filosofar con la
imagen y crear personajes que interpretan su teatro. Mezclar la palabra, la
imagen, el sonido… lo profano y lo religioso. A la fotógrafa le gustan los
mitos, las leyendas, el sacrificio silencioso de los mártires en la religión católica.
Ahora los mártires están en áfrica. Y la fotografía ha de ser también social.
Social
y no tan individualista, tan egocéntrica. La artista no debe vomitar sus patologías
psiquiátricas, aunque el arte sirva a veces de terapia. Es importante el valor
curativo sanador del arte pero a nadie le importa lo que uno sufra, ni el
público ha de recibir nuestra mierda de forma abrupta. Todos tenemos problemas
y algunos usan el arte para limpiarse de ellos. Da Vinci hacía cosas que hacían soñar pues el ser humano es un ser
trascendental. El Guernica simboliza
la guerra, el dolor, pero llega al espectador del cuadro, no se recrea en el
dolor personal de Pablo Picasso. El artista ha de matar su ego, y el cuadro
hablar por sí solo. La fotógrafa admira a Robín
Hood, al general Marcos de Chiapas
pues son personajes que luchan contra lo injusto. Y a Juana de arco, una personalidad trasgresora. Y a Santa Bárbara que aparece en sus dibujos. Son todo personajes con
conciencia social, que pretenden cambiar el mundo o al menos moverlo.
Matar el
ego no significa traicionar nuestro ser, nuestra identidad. No hay que venderse
sino ser fiel, integro, a uno mismo. Al comienzo de su carrera se le ocurrió
ponerle bombillas y pilas a una hucha cerdita creando un ready made original. El pintor es un narrador de historias como
pudo serlo Shakespeare. LA fotógrafa
no lucha contra molinos de viento sino contra molinos reales, que existen de
verdad. “Decir eso de luchar contra molinos imaginarios
es despectivo, parece decir que todas las utopías son fantasías, cuando son
respuesta a realidades muy reales. La realidad existe porque hay un observador
que la mira. Y la misión del artista es saber decir lo que siente”, nos
comenta la autora.
Aún recuerda la fotógrafa su primera cámara de fotos automática,
regalo de su primera comunión. La artista tenía un abuelo fotógrafo y pintor,
por lo que le viene de familia su vena artística. Luego compraría sus cámaras analógicas.
También escribe poesía y la incluye en sus
libros de fotos y cuadros. Juega con los cuentos de hadas del imaginario
colectivo; blanca nieves y demás cuentos que Disney ha suavizado. No le gusta
salir en fotos pero ella saca fotos a todo.
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