sábado, 30 de enero de 2016

OUKA LEELE, FOTÓGRAFA DE LA MOVIDA Y DE MAS COSAS



Es un personaje clave de la transición y movida madrileña. Siempre trasgresora, quijotesca y utópica, en su último trabajo habla de princesas encerradas en torres. Le gustan las vidas ejemplares de santos, los mitos y la fantasía son tan importantes como la realidad en su obra. Con 18 años, en el 76, escribió un libro y en el 90 tuvo una hija. Hablamos de la fotógrafa madrileña Ouka Leele que nos recibe en su estudio para hablar de su pasión; el arte
.

Detrás del ápodo de Ouka Lee se esconde Bárbara Allende Gil de Biedma, fotógrafa de la movida pero también de muchas cosas más. Sobrina de Jaime Gil de Biedma pero también de Esperanza Aguirre. Sus fotos pretenden comunicar, expresarse. De adolescente había comenzado una brillante carrera tocando el piano y la guitarra. Se quería dedicar a la música. El artista es el ser libre. La palabra está sobre valorada y por eso ella crea poesía en la pintura, sus fotos, happenings y performances. A veces es importante también el color del silencio, de la no palabra. 

En su época triunfaba Mariscal o Nazario. Seguidora de las últimas corrientes, vanguardias y nuevas olas. Ouka Leele pinta escuchando a Bob Marley o a Vivaldi pues sus gustos musicales son muy eclécticos. Pinta imitando los clásicos, Velázquez y los modernos. De Velázquez le gusta su forma de pintar escenografías como si fueran escenarios de teatro. Pintar y fotografiar es filosofar con la imagen y crear personajes que interpretan su teatro. Mezclar la palabra, la imagen, el sonido… lo profano y lo religioso. A la fotógrafa le gustan los mitos, las leyendas, el sacrificio silencioso de los mártires en la religión católica. Ahora los mártires están en áfrica. Y la fotografía ha de ser también social. 

Social y no tan individualista, tan egocéntrica. La artista no debe vomitar sus patologías psiquiátricas, aunque el arte sirva a veces de terapia. Es importante el valor curativo sanador del arte pero a nadie le importa lo que uno sufra, ni el público ha de recibir nuestra mierda de forma abrupta. Todos tenemos problemas y algunos usan el arte para limpiarse de ellos. Da Vinci hacía cosas que hacían soñar pues el ser humano es un ser trascendental. El Guernica simboliza la guerra, el dolor, pero llega al espectador del cuadro, no se recrea en el dolor personal de Pablo Picasso. El artista ha de matar su ego, y el cuadro hablar por sí solo. La fotógrafa admira a Robín Hood, al general Marcos de Chiapas pues son personajes que luchan contra lo injusto. Y a Juana de arco, una personalidad trasgresora. Y a Santa Bárbara que aparece en sus dibujos. Son todo personajes con conciencia social, que pretenden cambiar el mundo o al menos moverlo. 

Matar el ego no significa traicionar nuestro ser, nuestra identidad. No hay que venderse sino ser fiel, integro, a uno mismo. Al comienzo de su carrera se le ocurrió ponerle bombillas y pilas a una hucha cerdita creando un ready made original. El pintor es un narrador de historias como pudo serlo Shakespeare. LA fotógrafa no lucha contra molinos de viento sino contra molinos reales, que existen de verdad. “Decir eso de luchar contra molinos imaginarios es despectivo, parece decir que todas las utopías son fantasías, cuando son respuesta a realidades muy reales. La realidad existe porque hay un observador que la mira. Y la misión del artista es saber decir lo que siente”, nos comenta la autora. 

Aún recuerda la fotógrafa su primera cámara de fotos automática, regalo de su primera comunión. La artista tenía un abuelo fotógrafo y pintor, por lo que le viene de familia su vena artística. Luego compraría sus cámaras analógicas.  También escribe poesía y la incluye en sus libros de fotos y cuadros. Juega con los cuentos de hadas del imaginario colectivo; blanca nieves y demás cuentos que Disney ha suavizado. No le gusta salir en fotos pero ella saca fotos a todo.
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