viernes, 29 de enero de 2016

¡¡Ramiro Pinilla resucita!!

Ramiro Pinilla resucita en el recuerdo a la Revista Galea y en las calles de Algorta

Se cumple un año de la muerte de Ramiro Pinilla. Durante él se han celebrado muchos homenajes. El primero, al poco de fallecer, en la casa de cultura de Algorta, luego una lectura de su obra “una edad inolvidable” en la plaza de Algorta y otra lectura de fragmentos en la escuela de teatro. Almudena Grandes le recordó en Bidebarrieta. Ayer, de nuevo en la casa de cultura, se reunieron muchos periodistas de la revista Galea que él fundó. Al día siguiente asisto a una de las rutas literarias, organizadas por el ayuntamiento, para visitar los lugares en que se inspiró para sus novelas.

Quedamos en la plaza de san Nicolás en Algorta; la biblioteca y el frontón. En una lonja de un bar daba su taller literario. Por él han pasado más de 400 escritores. Unai elorriaga, Jon Bilbao, Willy Uribe, Blanca Sarasua.. A todo el que pasaba por allí le animaba a escribir, copiar de los grandes hasta descubrir su estilo propio. Sus influencias; Faulkner, Márquez, Hemingay, la literatura americana de la vida rural. El taller se reunía en la librería Antares donde ubicó las oficinas de Manuel Esparta, su original detective. Y luego en casa de Víctor Abad, otro miembro del taller. Ramiro se sentaba en su butacón verde, cerraba los ojos y absorbía el relato. Cualquier junta letras se cree con derecho de hacer un taller literario o por fascículos y cobrar millonadas, pero él de Ramiro era humilde y gratuito. Había gente que al recibir una crítica destructiva dejaba de ir. El taller funcionó 37 años y ha habido premios Euskadi y nacionales entre sus miembros, muchas jóvenes promesas. Era un maestro sincero, y no hipócrita, te decía lo que pensaba como en un concurso de talentos, así recuerda Blanca Sarasua su taller. Hay escritores que escriben para vivir, pagar la luz y otros que viven para escribir, estos son los mejores

Visitamos la torre de los trinitarios, aparece en muchas de sus novelas, así como el cementerio. Ramiro era ateo, y dijo en una ocasión; a estas alturas qué más da creer o no. Encontramos la casa de la marquesa y la escuela de doña Mercedes y el maestro don Manuel (estereotipo de profe nacionalista) y la casa de la maestra. Asier Altube, su discípulo, aprende a pensar libremente. Ramiro no era nacionalista ni derechista, ni nada acabado en ista. ETA bombardeó su revista Galea, donde escribían gratuitamente en un ambiente de libertad cargado de humo.

Con el guía llegamos a Cuatro Caminos, punto neurálgico que aparece en casi todas sus novelas. Y a la rotonda de Benanzio y paseo de Ereaga. Pero el lugar donde Ramiro encontraba la paz y la libertad era su playa de Arrigunaga. El murmullo de las olas, bruscas sobre las rocas, el aire a salitre… inundaba a Ramiro hinchiéndole de libertad. En su cuento Andanzas de Txiki Baskardo afirma que allí se originó el mundo. Y allí esparcieron sus cenizas (si le hubieran enterrado se hubiera escapado al mar igualmente). Luego visitamos caseríos (Olga, Arrune, Kolosaude) y el molino quijotesco.
Ramiro empezó muy joven a escribir, tuvo éxito muy pronto pero luego hubo un gran silencio, dejó de publicar muchas décadas. Estos años en la sombra se debieron a una discusión con la editorial Destino. Luego se presenta al Planeta pero no gana. Animado por Víctor Abad y Fernando Aramburu volvió a publicar, en la editorial Tusquets, en el 2004. Aramburu ya había escrito una tesis sobre él. Allí le llegaría su verdadero reconocimiento; Verdes Valles.

Llegarían los homenajes; en el 2000, al cumplir 90 años, le pusieron una placa en una roca de la playa que rezaba; aquí empezó todo. (Aseguraba que la humanidad surgió de esta playa) La última ramirada fue quedarse a beber cubatas el día de su cumple hasta tarde. Pinilla al principio tuvo que trabajar de ingeniero naval, no vivió de la literatura hasta mayor. Nació en Bilbao donde tuvo varios hijos con su primera mujer, Begoña. En sus inicios Ramiro creó su propia editorial, Libro Pueblo, y además de editarse, él mismo vendía sus ejemplares en la plaza nueva.

Luego llegaría el éxito y el dinero, su casa de piedra en Algorta imitando el Walden de Thoreau. Y su internamiento en ella para escribir los tres tomos de Verdes Valles, su obra cumbre. Novela rio en que confluyen todas sus novelas. La infancia es la patria del escritor y en Algorta veraneaba con su familia de niño. Por eso vino a vivir aquí. La higuera es el árbol de Guernica de Algorta. La de su casa, la del colegio, la de la novela.  Él era un roble vasco; bien asentado, serio y sereno. La gente obsesiva, tenaz y testadura, es así. 

Ramiro creó un mundo literario propio con sitios y personajes que existieron o quizá sólo en su recuerdo e imaginación. El guía nos comentó el proyecto de realizar una película con la novela Ciegas Hormigas. Habló de los vaskardos, diferentes familias (piratas de tierra que robaban barcos, aristócratas de Algorta, primitivos que vivían alejados del progreso tecnológico).El mismo era un baskardo. Un prehistórico contrario a toda innovación. Vask es el ruido gutural al beber vino que es ardo. De ahí bask ardo. Ramiro no tenía ni móvil y quedó impresionado con su primera lavadora. Terminamos la visita invitándonos a un pincho pote en un bar.

Los periodistas subieron al proscenio. Emocionados al ver fotos viejas como un periodista que vio a su  mujer con la oliveti sobre su espalda. En esta revista aprendieron la parte práctica que la UPV no daba, decepcionados del periodismo universitario, recobraban la ilusión de escribir. El Partido Comunista financió la revista medio año. La bomba destrozó el equipamiento informático, los baños y dormitorios. Aquellos cocteles Molotov iban contra la libertad de expresión en esta extensa obra teatral llamada problema vasco.  Fue un fracaso económico pero no cultural aunque dejaron de publicar la revista.

Solo fueron 100 personas a la manifestación de protesta por el atentado, los amigos más próximos, dando una idea de cómo es este pueblo. Nadie, fuera de la cuerda ideológica que fuera, se disculpó ante Pinilla, pues yo pienso como el de la bomba.

Los periodistas hablaron del nacionalismo, de Arana (al que aseguraron estaba enterrado en un txoko en zalla), criticaron también todo fundamentalismo, sea de la orden de cristo como de las damas del té. Recordaron la utopía juvenil que perseguía un fin pero no tenía final. Lo que no fue pero podía haber sido. Un periodista recordó que la poesía es un arma cargada de futuro, apostillando después; ¡que viejos os veo a todos!. La bibliotecaria comentó de un blog abierto sobre las rutas literarias, un titer del acto y del proceso de escanear la revista Galea para verla en internet, y evitar que arrancaran más páginas. La biblioteca es divulgadora y difusora de la obra y no guardiana del tesoro.

El homenaje era armonizado con música de Sabina, Serrat, Paco lucia, Kepa Junquera, Silvio Rodríguez y fotografías de escritores; atxaga, S. Puértolas… Habló una profesora de primaria, de literatura, que lo fue de muchos del taller.  La obra de Ramiro se la considera sucesora de la de Baroja y su novela comparable a tiempo de silencio. Limpieza en su escritura, y humildad, no dice en cada página que bien escribo. Equilibrio entre la sabiduría y la ironía, no sobra ni falta nada. Ramiro no contaba chistes pero tenía mucho humor. En su biblioteca tiene la foto de los hermanos Marx y el gordo y el flaco.  Como cuando parece que los gritos son del parto de Isidora y en realidad se deben  a un mitin.  Ramiro tiene ternura y es leal con sus personajes queridos, se compadece de los inocentes.  

La gente le recuerda con cariño. Para mucha gente Ramiro fue una especie de oráculo que aconsejaba sobre el futuro y un ejemplo y báculo moral. Pocos valores pero muy firmes, que se han contagiado a sus discípulos. Todos se peleaban por la página de opinión del periódico.  Escribir no para cambiar el mundo sino como ya estuviéramos en ese mundo ideal. Un socialismo utópico. Su sencillez, sabiduría, saber estar. La redacción hedía a nicotina mientras maquetaban con un vaso de leche. Mucha gente se fue sin despedirse, sin decirle cuanto le quisieron.

Era un hombre de los de antes, un hombre bueno, con una inocencia desconcertante en un adulto. Te apretaba y besaba como niño grande con su juguete nuevo. A una periodista que quería escribir pero literariamente (no datos fríos), Ramiro la regaló un diccionario de seudónimos de la Rae. En aquella redacción muchos periodistas fueron felices. No había discrepancias. Ayudó a otra periodista a escribir reportaje de investigación y sobre todo dio a todos más de una lección de ética. En la carrera, en eitb, la periodista estaba con los hombres grises de Momo pero con Ramiro en su salsa. Ese padre con el que poder hablar de todo. Vivir el periodismo con la cámara al hombro, la escritura libre y creativa, entrevistando las fuentes, ilusionados con la grabadora.

Almudena asegura que el escritor siempre novela sobre la identidad vasca, se inventa leyendas y los mezcla con personajes reales, según la memoria colectiva. Un microcosmos; pueblo, caserío, playa. En Madrid no se le conocía. Su editor dijo que iba a publicar a un vasco loco de 80 años una novela de 3 mil páginas.  Los premios llegan tarde pero Ramiro disfruto diez años de su éxito.

Ramiro ganó el Nadal con Ciegas Hormigas junto a primera memoria de Ana María Matute. Nunca he intercambiado una palabra con esa mujer, me confesó.  Pero nos ha dejado después de dejarnos ella, parece como si fueran cayendo un escritor tras otro como piezas del domino, porque la muerte y el tiempo siempre ganan.  Sólo nos queda el recuerdo, para vencer al tiempo. Aquí empezó todo, pone en la placa de la roca, y aquí no acaba porque sigue, siempre seguirá mientras siga la literatura  y el recuerdo de Ramiro Pinilla.


Aquí empezó todo, y ahora aquí acaba. Así le pusimos en la placa de la roca de la playa de arrigunaga en Algorta, “aquí empezó todo” es el comienzo de una de sus novelas.

Nos ha dejado un gran hombre, lo que podríamos llamar un hombre bueno, un hombre de los de antes. La primera vez que supe de Ramiro pinilla fue gracias a una amiga, Feli, que había estado en su taller. Ella me regaló libros de él, libros que ahora son difíciles de encontrar pero que en su momento el propio Ramiro vendía en la plaza nueva. El fundó su propia editorial, libro pueblo. Y es que su pueblo, su universo, fue, es y será Getxo.   Allí nació y allí vivió. Consiguió lo que quería, vivir en una casa grande en medio del pueblo, imitando a Thoreau en su casa de walden. Aislarse del mundo para escribir pero nunca nos aislamos del todo, siempre necesitamos a la gente y por eso estuvo décadas reuniendo a jóvenes promesas en su taller de algorta. Ya no se ven iniciativas como la de Ramiro, hacer un taller literario y que además sea gratis. Ahora los escritores dan talleres en fascículos, por correspondencia o cobran millonadas en talleres de prestigio. Pero el taller de Ramiro era humilde, como él, una lonja que los escritores dejaban al bar para que guardase las botellas. Ramiro me invito a su taller, si no lo encuentras encomiéndate a la virgen santísima, me dijo, y efectivamente no lo encontré y me pasé la tarde deambulando entre el casino, un anticuario, y una galería de arte preguntando por el taller. Pensé que había sido una tomadura de pelo de pinilla pero a la semana siguiente lo encontré. Los vecinos no sabían dónde estaba su taller pero todos le conocían en el pueblo. Ramiro se sentaba en su butaca, cerraba los ojos y escuchaba los relatos. Eso está muy bien escrito pero no es un cuento, no tiene trama, me dijo hace unos meses. Y es que en el taller no estaba invitada la hipocresía, te dicen la verdad aunque duela, como en un programa de jóvenes cantantes pulsando el botón de fracaso. Ramiro pinilla cerraba los ojos y absorbía el relato, movía la boca, parecía saborear el escrito, masticarlo, digerirlo y después daba su beneplácito. Gracias a mi amiga empecé a leerle. Recuerdo un día que le perseguí por Bilbao para que me firmase un libro, no te lo voy a firmar porque no es mío. Y otro día, en bidebarrieta, en una conferencia, le pregunté a María, su mujer; ¿ese señor es Ramiro Pinilla? Y ella me contestó; ¿por qué no se lo preguntas a él mismo?. Ramiro vino a dar una conferencia en Baracaldo sobre su último libro, sobre un futbolista, y es que el futbol siempre fue su pasión. Parece que los escritores están por encima de los pedestres gustos de la masa. Pero para Ramiro el fútbol no era el opio del pueblo ni el pan et circum, disfrutaba del fútbol como los demás. Un poco antes de ingresarle faltó un día al taller para ver un partido. Así era él. La literatura siempre va a estar allí, el partido de fútbol es prioritario. El primer día que fui al taller leí la carta de mi bisabuela. A él le gustó la frase que me dijo ella antes de morir; sé fuerte. Y es que Ramiro lo era, era muy fuerte, y en este báculo se apoyaba mucha gente que le pedía consejo no sólo literario sino vital, personal. Un oráculo de Delfos para mucha gente.

El día que murió Ana maria matute le hicimos un homenaje en la playa. Ramiro ganó el Nadal con ciegas hormigas junto a primera memoria de Ana Maria Matute. Nunca he intercambiado una palabra con esa mujer, me dijo.  Pero nos ha dejado después de dejarnos ella, parece como si fueran cayendo un escritor tras otro como piezas del domino, porque la muerte y el tiempo siempre ganan.  Sólo nos queda el recuerdo, para vencer al tiempo. Aquí empezó todo, pone en la placa de la roca, y aquí no acaba porque sigue, porque siempre seguirá mientras siga la literatura  y el recuerdo de Ramiro Pinilla.

Primer homenaje a Ramiro Pinilla en la casa de cultura de Algorta:




https://www.youtube.com/watch?v=yv_syblzwJg






1 comentario:

  1. Ramiro Pinilla, un gran escritor, no lo suficiententemente reconocido fuera de Euskadi

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