Hojas de Madrid en la galerna
Para Blas de Otero la vida es una
escuela de dolor, pero también de remanso, fue un niño prodigo y prodigio.
Otero en sus versos habla de días gloriosos de placer, pero la mayor parte de
los días eran de nihilismo y desesperanza y desasosiego. Habla de su infancia
como un Bilbao maldito, su niñez perdida entre los escombros de la guerra. Solo
su poesía le salva. Sabina de la Cruz protegía a su marido, a su niño, le hacía
la comida cuando él pasaba días enteros tumbado en la cama deprimido. Aquellas depresiones
eran horribles, incluso para su mujer que sufría cuando él sufría. Su poesía es
de una sencillez lacónica y pide siempre la palabra y es por eso que no se
sumerge en el silencio ni en el olvido. Pronunció una palabra en una sala de
cine; te amo. Y aquello bastó para que Sabina le acompañase toda su vida. En Hojas
de Madrid en la Galerna Blas de Otero recuerda el cielo de Madrid de color de plata
y de luz del ocaso. Ya estaba enfermo, de un cáncer que pudo con su vida. En 1960
s va a la china a orientarse, también estuvo en Cuba y en la URSS y en todos
los sitios comunistas.
Blas de Otero nació en Indautxu. Ahora
hay una escultura con su efigie y su rostro. Tenía el pupitre 23 en s colegio
jesuita. Fumaba escribiendo, fumaba mucho. Aunque en Bilbao llueva tanto
siempre hay sequía. Ahora la editorial galaxia Gutenberg y circulo de lectores publican
306 poemas, 161 de esos poemas son inéditos
La influencia de Blas de Otero ha
llegado hasta Luis García montero, Pepe hierro, ángel González, Jesús ángel Valente,
Claudio Rodríguez .. A él le influyo Unamuno y Machado y los del 98 y sobretodo
la poesía del 27; Lorca, Rosales, Vicente Aleixandre, Hernández, Antolaguirre, Larrea o
Vallejo. En el 68 le da una embolia pulmonar que lo mata en 1979. Escribe poemas
a los 63 años que son tan desgarrados como los de su adolescencia. Siempre el
poeta desenraizado, sin tierra ni patria. Pasa 3 años en la Cuba de la revolución,
la esperanza y la alegría de la gente. Tras el fracaso matrimonial con Sabina
pide el divorcio y se casa con su amante cubana. Ya le han detectado el cáncer y
le extirpan el tumor. En el 73 sufre
muchas depresiones, y empieza a escribir hojas en la galerna con una fuerza de tempestad
y así de súbito. A pesar de su tristeza, de su dureza, los poemas son un elogio
a la vida, llenos de vitalidad. La amenaza de la muerte no siempre es triste si
te preparas para ella. Recuerda en estos versos el paisaje de su infancia, a su
madre, y su abuela de Orozco. Encuentra el amor en Sabina de nuevo que le apoya
y cuida hasta el final de su vida. Se compra un animal doméstico. Lucha por la democracia.
Quiere hablar cantar al aire que envuelve todo. “soy un pobre mudo que habla
mucho, parlamenta con la muerte, mi grito airado es fieramente humano”. Se
burla del dolor, el miedo, la soledad. No puede desplegarse del papel ni de la pluma
de sus entrañas. Quiere un vivir autentico, ser nada más ni menos que un poeta
hijo de su tiempo. Su lenguaje es renovado con exquisiteces literarias y una poesía
abierta. Vive el estado de excepción del 23 f. A su pájaro le llama irrintxi y
a su perro Bladi. La madre es siempre el refugio del desdichado. El padre
celestial vuelve a acoger en su seno al hijo prodigo. La guerra civil es la madrastra
de España que ha perdido a s verdadera madre, la Republica. Blas de Otero en
estos poemas hace algo extraordinario de lo ordinario, del día a día y el dios
de las pequeñas cosas. Se queja de su obligación de fregar pues las labores domésticas
las hacía Sabina a pesar del progresismo de la pareja. Tiene Blas de Otero voz
de chistu, o de tamboril con 13 variaciones. A Blas de Otero le encanta la
música en su tocadiscos y no solo la clásica, también los Beatles o Bob Dylan o
Bach o Mikel Laboa o los Rollings y compra muchos discos en tiendas. Pasea por
las calles, va a ver a los toros que era su pasión. Le gusta el café con una
nube de nata y mermelada en las tostadas. Sigue siendo el mismo adolescente
naufrago en su isla
Sus poemas hablan del eterno
retorno y la rencarnación, influido por Nietzsche. Siempre el recuerdo de la sombra
de su madre, y los fantasmas de las mujeres que ha amado. Son poemas combativos
y rebeldes y políticos, de marxismo y puño en alto, pero también de dar palos de
ciego ante la ceguera de su sociedad inmersa en la caverna de Platón. La sociedad
esta ciega y enferma. A la vez que él enferma físicamente, enferma espiritualmente.
él cree en la otra vida, y que la vida está hecha de sustancias químicas. Firma
con la pluma en sus entrañas. Hace un teatro de sombras fúnebres. En el lirico
atardecer amarillo aparece la niebla y neblina de Bilbao, las piedras rodadas
en el camino de su vida. El sol y la fiesta de cuando era niño sin sombra. Recuerda
aquellos bailes de sociedad, los cacahuetes y los anises, y el baile en Orozco.
La niebla llega hasta el gorbea. Quiere ya solo descansar en el lecho, besar a
su madre, que vengo muy cansado. Se desvanece en hilos de plata entre la niebla
densa. Come plátanos, cocina, come en na mesa de mármol y sigue teniendo miedo
a los curas. Recuerda los telegramas de su juventud, los anuncios murales en la
universidad, las axilas de las estudiantes, su pasado revolucionario. Estuvo en
las huelgas de altos hornos, participó en el mayo del 68 en España. Su estado
civil era divorciado, pero con una mujer que todo se lo perdonó y que
permaneció toda su vida a su lado. Blas de Otero está enfermo y siente la humedad
de su cuerpo, el silencio resbalado en las baldosas y entre sus dedos. Intentando
desenredar los entuertos como Don Quijote. Besa a Sabina en la línea de sus labios,
qué bonito sería morirnos juntos… pasa el día en la cama entre capas de sueño, mirando
la pared turbia. En su despacho repasa los estudios de filología, y lee a
Rimbaud en la cama. En voz baja le dice a Sabina; te quiero. Y brota la
alegría, y la esperanza, los pájaros de colores, los carteles, los vergeles
verdes, los pájaros risueños, y el viento azul entre las ramas. La vida es movimiento,
aunque el verso en el cielo está teñido de desengaño. El corazón emprende su huida,
parte a la madurez del olvido. Blas de Otero encuentra su cuna materna entre
los senos de Sabina que son su amparo, su ala de ave para volar, su mar de
borbotones. Escribe el cántico espiritual en la fábrica, escribe al compás de los años.
Habla en estos versos de todo, del pensar, del imaginar, de la palabra, el inventar,
el hablar. Se retrata y se mira así mismo en el blanco espejo. La vida es un
carrusel que gira. Su bolígrafo tiene la punta luminosa, entre los dedos se
desliza. Sus versos son conocimiento vivo, insólito, vocablos, testigos de la
vida, y la verdad incierta. En sus versos no se puede quitar el hierro del minero
y el campesino. Estas líneas nos arañan los ojos y el colmen de amor son estos
versos que nos serenan la mañana
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