Hola, amantes de la cultura. Este blog cumplirá la tiple función de informar, entretener y divulgar contenidos humanísticos. Servirá como agenda de las distintas actividades en el panorama cultural. Publicaré relatos propios, entrevistas a escritores, fotos con ellos, conferencias, presentaciones de libros, artículos sobre filósofos o artistas... https://about.me/gonzalovillar
miércoles, 11 de enero de 2017
OTEIZA
Fue autodidacta en su educación. No quería que le pisotearan
su talento en las academias. Era un ancianito lleno de orgullo, ego y sabiduría.
Veía la tv, leía periódicos, escribía poemas porque era el arte más barato. Su fuerza
nos hace fortalecernos a los demás. Escribió guiones para uno y otro. Su arte
no era de débiles o apolíneos. El arte pertenece a los guerreros y atletas, al
hombre dionisiaco. Oteiza era esquizofrénico, pero inteligente y sensible. Su esquizofrenia
le hizo que relacionara todo con todo; la filosofía, la mitología, el arte, la
escultura, la poesía… todo cabía en sus pizarras y sus experimentos con tizas. Nos
habla su arte de la colocación de un espacio, de lo lleno y lo vacío, lo cóncavo
y convexo, lo material y materico frente al hueco, el vacío de Dios, la
religión. Con su arte físico nos habla de metafísica. Con su materialismo se
adivina un fuerte espiritualismo católico. Su arte es una salida a la magia, un
homenaje a Mallarme, Apollinaire, Verlaine o Rimbaud, a los poetas malditos. Estamos
en el hueco vacio, no dentro de la pared. Hay que hallar a un Dios que no
existe. Oteiza es existencialista. La materia y el cuerpo, muere, pero el vacío
le sobrevive, la energía, el artista no concluye al morir porque su arte le
sobrevive. Como en el cubismo, como en el Guernica de Picasso, su escultura
está llena de figuras antropomórficas, es figurativo pero también abstracto y
metafísico. Es un cristiano de mortificación, creando un mundo religioso
metafísico, de sacrifico. Vacía las entrañas del ser humano, las convierte en
cóncavo, las llena de un hueco. Uno se queda solo y fracasado ante sus pequeños
ensayos. Oteiza se echa a llorar en la Bienal de Venecia. No comprenden al genio
autodidacta, al eterno cascarrabias que trasladó el idealismo alemán a la
escultura del vacío. Es el padre del arte del vacío vasco. Oteiza toma notas, aislado
en Aránzazu, se resiste a fracasar. El fracaso es de los demás que lo han
dejado solo al final de su vida. Lo utópico es irrealizable. Oteiza sentía pánico,
disgustos, desmayos cuando exponía sus esculturas. Parecen piedras en montón, le
querían sabotear la exposición, pero su currículo está limpio de todo fracaso.
Oteiza triunfó, al menos consigo mismo, consecuente hasta el final.
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