Hasta los cuentos de hadas tienen su intención, una
intención moralizante en forma de moraleja final. Los cuentos de hadas nos
hablan del paso de la infancia a la madurez. La infancia es el periodo de la fantasía,
del inconsciente. No somos conscientes de nuestra existencia o nuestro ego, nos
limitamos a vivir y a actuar. Esa época de infancia es el paraíso perdido, como
refleja Milton. El hombre obedece a papa dios y mama iglesia. Pero Dios le dice
a Adán que puede comer de todos los árboles menos del de la sabiduría. Y Adán y
Eva llevados por la curiosidad muerden la manzana del saber. Es la misma
manzana envenenada con la que la madrastra (la realidad, la materia) tenta a
blanca nieves. Esa es la manzana del juicio de París donde debe elegir quien es
la más guapa entre Diana, atenea y afrodita. Es la manzana envenenada que
llevaba en la cabeza Guillermo Tell y que se le cayó a Newton. Es la manzana de
apeel, la compañía informática. Es la manzana del árbol de la ciencia que nos
hace perder el árbol de la vida como vemos en Baroja. El mismo pacto que Fausto
hace con el demonio; pierde su alma a cambio de la sabiduría, del saber, del
conocimiento, de la conciencia. La conciencia de la propia individual, del yo
consciente, es una manzana envenenada pues nos hace consciente de la vida, pero
también conscientes de la muerte. Cuando la bella durmiente se pincha con el
uso queda dormida, y todo su reino de fantasía con ella. Ella duerme y su sueño
es esta realidad. Quiere decir esto que el mundo de la fantasía y el mundo de
las ideas de Platón es la verdadera realidad para la fantasía. Y este mundo de
la materia y la madrastra es lo que es sueño. Los cuentos simbolizan ese paso
del inconsciente al consciente para de nuevo volver al inconsciente, pues la
vida no es otra cosa que una preparación para la muerte.
Las filosofías y religiones te preparan para la
muerte. Nunca dejamos la infancia atrás del todo, siempre estamos intentando
recobrar el edén y jardín de la infancia y el tiempo perdido. En el fondo los
cuentos nos prometen la reencarnación como en el cristianismo. El cristianismo
se diferencia de otras religiones como el budismo en que promete la
resurrección del alma, pero también del cuerpo. En la siguiente sesión
analizaremos shidarttta, el buda, de Herman Hesse. El budismo elimina el deseo,
el sueño, que es algo inherente al ser humano para entrar en un estado
vegetativo de mediación y alcanzar el nirvana (que es como la ataraxia
cristiana) no desees cosas, y así evitaras la frustración. En el ensayo el
héroe de las mil caras de Cambell se analiza los cuentos en tres fases; primero
la perdida de algo (el anillo de los nibelungos, la perdida de la infancia…),
luego la búsqueda (del amor, de Itaca, de Penélope) y al fin el encuentro. Es
la perdida de la fantasía de la niñez y el buscarla de nuevo. Hay muchos
símbolos de este paso del mundo fantástico al real y del real al fantástico;
pozos, túneles, bibliotecas… está en el pozo en que cae Alicia, en el libro en
que queda Bastián retenido, puertas mágicas, llaves que nos dan para abrir
puertas.. nos están hablando de nuevos
estados de conciencia, de estados alterados de conciencia, que se pueden hacer
con la meditación budista o también con las drogas con las que Herman Hesse
estuvo coqueteando, símbolo del hipismo. En el mundo de la fantasía no es
bienvenido lo racional y la reina de corazones querrá cortarnos la cabeza. El
mundo de la fantasía se simboliza con las alturas; el cielo está en lo alto, el
olimpo en el monte más alto, es un pensamiento vertical. Dios está en el cielo,
la torre está arriba, la cabeza y el cerebro arriba. Cuando un niño nace cae de
la cigüeña que viene de París y está en lo alto del campanario. Sin embargo, la
materia se simboliza con lo bajo, con lo abyecto, cuando una mujer adúltera
como la regenta cae, se habla de su caída social y moral. Para el cristianismo,
el infierno está en el suelo, es el cuerpo y la tierra del que todo surge para
elevarse arriba. En el cuento de Rasputel el príncipe tiene que ascender por su
cabellera para salvarla del torreón. En los cuentos siempre esa imagen del
príncipe que hace pruebas y mata al dragón para rescatar el objeto de deseo que
es la princesa y la perla que ella atesora.
El principito trascurre en el cielo también, entre las nubes, y quizá se
debe a que se le ocurrió a un aviador, a Saint de Exuspery. Arriba está el
mundo celeste de las ideas del que hablaba Platón. De ese mundo del cielo cae
Icaro y Dedalo, por él navega el auriga de platón con su caballo del eros y el
tahantos. Ese paso del inconsciente a la conciencia es también el mito de la
caverna. De las sombras y mentiras y apariencias el esclavo lograr ver la luz
del sol. Se ilumina, se ilustra. Ve al sol (dios, demiurgo) y cuando quiere que
los demás le imiten nadie le hace caso. Es el mismo mito que el del complejo de
Edipo. Cuando Edipo toma conciencia de la realidad no puede soportar esa
realidad de la materia; el parricidio, ha matado a Dios padre, y el marricidio;
se ha acostado con la madre, con el mundo de las ideas. Parece que Edipo pasa
de una madre celestial a una madrastra material, según analiza Steiner que es
el pensador que reflexiona sobre el mito de la madre y la madrastra. Edipo no
puede soportar esa realidad y se arranca los ojos. El paso de la infancia a la
madurez en Esparta se hacía abandonando a un niño en un bosque, el bosque del
inconsciente. En todas las religiones está ese paso al mundo adulto y en todas
las filosofías. Dejar de ser el menor de edad de Kant para conseguir la
autonomía del adulto. En la literatura incluso hubo un género literario que fue
la bildur romans que son las novelas destinadas a los adolescentes en los que
te dan consejos de vida y te ayudan a realizarte como adulto
En la siguiente sesión analizaremos la vida de
Catherine Mansfield y en la siguiente la obra de Herman Hesse Siddhartha, un
icono de la cultura hypi, de la contracultura, de la cultura de masas, de la
droga y la psicodelia, el lsd, el budismo, el taoísmo y las religiones y nuevas
espiritualidades new age. Un gran lector de Schopenhauer y Nietzsche, además,
que se sienten atraídos por estas religiones orientales. Sin embargo, a mí el
budismo no me atrae nada, ese sentirse colectivo, parte de un inconsciente
colectivo, de un todo en la humanidad, renunciando al ego, a la razón, al Yo
occidental. Es el budismo un estado vegetativo ideal donde el hombre se limita
a meditar y a sentir su alma olvidando el cuerpo. Es una moral de esclavos
donde se renuncia a lo más humano que tenemos que son los deseos, los instintos
animales, la capacidad de soñar. En eso se basa el capitalismo, que según la
ley de Maslow, tratamos de satisfacer primero las necesidades básicas y después
las más secundarias y sublimadas. Pero incluso en los regímenes comunistas no
puede imponerse al hombre que renuncie a su deseo, a su querer más y más, sea
económico, o sea a nivel de conocimientos.
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