GEORGE STEINER.
Tiene poco que ver con
todo lo comentado. Es un escritor universal, aunque se ha nacionalizado
británico. Nació en París en el 29. Su familia eran judíos austriacos. Habían
huido de Austria y del nazismo y se instalaron en París. De niño habla alemán,
la lengua materna, y francés, porque estudia en el colegio De Gaulle. Pero
cuando empieza la segunda guerra mundial la familia va a EEUU. Estudia en Harvard.
Tiene una cultura en inglés. Su padre cuando era crio le regalaba libros
constantemente. Y así se familiariza con la alta cultura europea. De niño
aprendió griego. Su padre le leía la Ilíada en griego. Representa a una especie
de individuo que ya no se da, que ya no existe. El intelectual comprometido y
humanista con una formación casi renacentista. Su interés no es solo la
literatura sino el conjunto de saberes. Junto al americano Harold Bloom es el
principal crítico literario vivo. Sus intereses pasan por la política, es
musicólogo, una eminencia en el mundo clásico. Estudió matemáticas y física.
Representa la cultura europea cosmopolita. Es imposible que vuelva a haber
individuos tan completos cuyo campo de intereses sean los saberes tan amplios.
Su madre empezaba las frases en un idioma y los acababa en otro. En la
autobiografía errata cuenta todo eso. Estudio en Oxford y Cambridge en
Inglaterra. Ha dado clases en EE.UU. y Inglaterra. Se ha nacionalizado inglés.
Tiene ahora 89 años.
Es premio príncipe de Asturias 2001, en humanidades. En las
letras lo recibió Doris Lessing y en una foto muy famosa se les ve a los dos
abuelitos yendo d la mano. Hay una entrevista en el País a Steiner muy
interesante. Habla de su identidad judía, de la obligación moral del ser humano
hacia el saber y el conocimiento. Se considera un ciudadano del mundo. Su saber
es polifacético y pasa por los estudios bíblicos y de la lengua hebrea y es
especialista en el judaísmo como religión del libro y los libros. No da por
conocido nada que aún se pueda interpretar. Es un gran traductor y sigue
leyendo poesía. Se las aprende de memoria. Esto se ha perdido en los colegios.
Para él traducir es un ejercicio placentero mental. Conoce la cultura clásica,
la lengua y las letras y la política griega. En su ensayo la muerte de la tragedia
habla de la influencia de la tragedia en la cultura occidental. Ha vivido de
cerca la historia reciente de Europa, se preocupa por el pasado y el porvenir
de Europa. Europa es crisol y depositario de la aquilatada tradición humanista
que está desapareciendo. El filósofo Enrique Lynch dice que no deja un rincón
de la cultura sin explorar. Le interesa lo mismo el teorema de Bolzano, los
poemas de Parménides o la música de Wagner y es capaz de encontrar un tronco
común entre esas obras. Posee gran erudición en todas las lenguas y su prosa es
inconfundible. Tiene un punto de vista siempre excéntrico. Sus textos rebosan
de lecturas por la literatura moderna y clásica.
Su obra la clasifica en tres
grandes grupos; los filológicos, los de cultura contemporánea y los de
creación. Entre sus ensayos filológicos literarios estan el de Tolstoi y
Dostoievski (comparándolos), Antígona, después de Babel, el castillo de BarbaAzul…
es un intelectual combativo contra el nihilismo que desde hace unas décadas ha
paralizado la cultura europea. Él está contra ese no creer en nada. Presencias
reales es un libro excéntrico donde enlaza el arte con la trascendencia. La
mejor forma de demostrar que existe algo trascendente es analizarlo a través
del arte. Entre sus obras de critica de la cultura contemporánea esta frente a
la educación donde revindica la necesidad de una nueva forma de educación y
evitar que la educación sea el mero adiestramiento en un trabajo técnico. En
esa clave ha escrito nostalgia del absoluto, lecciones de maestros, gramática
de la creación… en la siguiente clase analizaremos sus principales obras y la
extensa entrevista del País al escritor. Leeremos fragmentos de presenciales
reales. Y en una hora veremos a Jon Berger y Jhon Le Carre.
ENTREVISTAS A STEINER
George Steiner: “Estamos matando los sueños de nuestros niños”
A sus 88 años, el gran filósofo y ensayista
denuncia en una lúcida entrevista que la mala educación amenaza el futuro de
los jóvenes
Primero fue un fax. Nadie respondió a la
arqueológica intentona. Luego, una carta postal (sí, aquellas reliquias
consistentes en un papel escrito y metido en un sobre). “No les contestará,
está enfermo”, previno alguien que le conoce bien. A los pocos días llegó la
respuesta. Carta por avión con el matasellos del Royal Mail y el perfil de la
Reina de Inglaterra. En el encabezado ponía: Churchill College. Cambridge.
El breve texto decía así: “Querido Señor, El año
88 y una salud incierta. Pero su visita sería un honor. Con mis mejores deseos.
George Steiner”.
Dos meses después, el viejo
profesor había dicho “sí”, poniendo provisional coto a su proverbial
aversión a las entrevistas. El catedrático de literatura comparada, el lector
de latín y griego, la eminencia de Princeton, Stanford, Ginebra y Cambridge; el
hijo de judíos vieneses que huyeron del nazismo primero a París y luego a Nueva
York; el filósofo de las cosas del ayer, del hoy y del mañana; el premio
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2001, el polemista y mitólogo
políglota y el autor de libros capitales del pensamiento moderno, la historia y
la semiótica como Errata, Nostalgia del absoluto, La idea
de Europa, Tolstoi o Dostoievski o La poesía del pensamiento
abría a EL PAÍS las puertas de su preciosa casita de Barrow Road.
"Estoy
asqueado por la educación escolar de hoy, que es una fábrica de incultos y que
no respeta la memoria" El pretexto: los dos libros que la editorial
Siruela ha publicado recientemente en español. Por un lado Fragmentos,
un minúsculo aunque denso compendio de algunas de las cuestiones que obsesionan
al autor como la muerte y la eutanasia, la amistad y el amor, la religión y sus
peligros, el poder del dinero o las difusas fronteras entre el bien y el mal.
Por el otro, Un largo sábado, embriagador libro de conversaciones
entre Steiner y la periodista y filóloga francesa Laure Adler. El motivo
real: hablar de lo que fuera surgiendo. Es una mañana de lluvia en la campiña
de Cambridge. Zara, la encantadora esposa de George Steiner (París, 1929), trae
café y pastas. El profesor y sus 12.000 libros miran de frente al visitante.
PREGUNTA. Profesor Steiner, la primera
pregunta es ¿cómo está su salud?
RESPUESTA. Oooh, muy mal, por desgracia. Tengo ya
88 años y la cosa no va bien, pero no pasa nada. He tenido y tengo mucha suerte
en la vida y ahora la cosa va mal, aunque todavía paso algunos días buenos.
P. Cuando uno se siente mal… ¿es
inevitable sentir nostalgia de los días felices? ¿Huye usted de la nostalgia o
puede ser un refugio?
R. No, lo que uno tiene es la impresión de haber
dejado de hacer muchas cosas importantes en la vida. Y de no haber comprendido
del todo hasta qué punto la vejez es un problema, ese debilitamiento
progresivo. Lo que me perturba más es el miedo a la demencia. A nuestro
alrededor el Alzhéimer hace estragos. Así que yo, para luchar contra eso, hago
todos los días unos ejercicios de memoria y de atención.
"Es un milagro que todavía exista Europa. Una civilización que extermina a
sus judíos no recuperará nunca lo que fue"
P. ¿Y en qué consisten?
R. Lo que le voy a contar le va a divertir. Me
levanto, voy a mi pequeño estudio de trabajo y elijo un libro, no importa cuál,
al azar, y traduzco un pasaje a mis cuatro idiomas. Lo hago sobre todo para
mantener la seguridad de que conservo mi carácter políglota, que es para mí lo
más importante, lo que define mi trayectoria y mi trabajo. Trato de hacerlo
todos los días… y desde luego parece que ayuda.
P. Inglés, francés, alemán e italiano…
R. Eso es.
P. ¿Sigue leyendo a Parménides cada
mañana?
R. Parménides, claro… bueno, u otro filósofo. O
un poeta. La poesía me ayuda a concentrarme, porque ayuda a aprender de
memoria, y yo siempre, como profesor, he reivindicado el aprendizaje de
memoria. Lo adoro. Llevo dentro de mí mucha poesía; es, cómo decirlo, las otras
vidas de mi vida.
P. La poesía vive… o mejor dicho, en este
mundo de hoy sobrevive. Algunos la consideran casi sospechosa.
R. Estoy asqueado por la educación escolar de
hoy, que es una fábrica de incultos y que no respeta la memoria. Y que no hace
nada para que los niños aprendan las cosas de memoria. El poema que vive en
nosotros vive con nosotros, cambia como nosotros, y tiene que ver con una
función mucho más profunda que la del cerebro. Representa la sensibilidad, la
personalidad.
P. ¿Es optimista con respecto al futuro
de la poesía?
R. Enormemente optimista. Vivimos una gran época
de poesía, sobre todo en los jóvenes. Y escuche una cosa: muy lentamente, los
medios electrónicos están empezando a retroceder. El libro tradicional vuelve,
la gente lo prefiere al kindle… prefiere coger un buen libro de poesía
en papel, tocarlo, olerlo, leerlo. Pero hay algo que me preocupa: los jóvenes
ya no tienen tiempo… de tener tiempo. Nunca la aceleración casi mecánica de las
rutinas vitales ha sido tan fuerte como hoy. Y hay que tener tiempo para buscar
tiempo. Y otra cosa: no hay que tener miedo al silencio. El miedo de los niños
al silencio me da miedo. Solo el silencio nos enseña a encontrar en nosotros lo
esencial. "El psicoanálisis es un lujo de la
burguesía. La dignidad humana consiste en tener secretos. La idea de pagar me
asquea"
P. El ruido y la prisa… ¿No cree que
vivimos demasiado deprisa? Como si la vida fuera una carrera de velocidad y no
una prueba de fondo… ¿No estamos educando a nuestros hijos demasiado deprisa?
R. Déjeme ensanchar esta cuestión y decirle algo:
estamos matando los sueños de nuestros niños. Cuando yo era niño existía la
posibilidad de cometer grandes errores. El ser humano los cometió: fascismo,
nazismo, comunismo… pero si uno no puede cometer errores cuando es joven, nunca
llegará a ser un ser humano completo y puro. Los errores y las esperanzas rotas
nos ayudan a completar el estado adulto. Nos hemos equivocado en todo, en el
fascismo y en el comunismo y, a mi juicio, también en el sionismo. Pero es
mucho más importante cometer errores que intentar comprenderlo todo desde el
principio y de una vez. Es dramático tener claro a los 18 años lo que has de
hacer y lo que no.
P. Habla usted de la utopía y de su
contrario, la dictadura de la certidumbre…
R. Muchos dicen que las utopías son idioteces.
Pero en todo caso serán idioteces vitales. Un profesor que no deja a sus
alumnos pensar en utopías y equivocarse es un muy mal profesor.
P. No se sabe bien por qué el error tiene
tan mala prensa, pero el caso es que en estas sociedades exacerbadamente
utilitarias y competitivas la tiene.
R. El error es el punto de partida de la
creación. Si tenemos miedo a equivocarnos jamás podremos asumir los grandes
retos, los riesgos. ¿Es que el error volverá? Es posible, es posible, hay
algunos atisbos. Pero ser joven hoy no es fácil. ¿Qué les estamos dejando?
Nada. Incluida Europa, que ya no tiene nada que proponerles. El dinero nunca ha
gritado tan alto como ahora. El olor del dinero nos sofoca, y eso no tiene nada
que ver con el capitalismo o el marxismo. Cuando yo estudiaba la gente quería
ser miembro del Parlamento, funcionario público, profesor… hoy incluso el niño
huele el dinero, y el único objetivo ya parece que es ser rico. Y a eso se suma
el enorme desdén de los políticos hacia aquellos que no tienen dinero. Para
ellos, solo somos unos pobres idiotas. Y eso Karl Marx lo vio con mucha
anticipación. En cambio, ni Freud
ni el psicoanálisis, con toda su capacidad de análisis de los caracteres
patológicos, supieron comprender nada de todo esto. "No
se puede negociar con el Islam" B. H.
En uno de los capítulos de su libro Fragmentos,
recientemente editado en España, George Steiner se hace preguntas sobre la
religión, incluidas las relativas a algo tan inasible para el común de los
mortales como “la demostración de Dios a través de procesos científicos como la
lógica modal y la metamatemática”, o el efecto demoledor de la muerte del comunismo:
“El colapso del comunismo”, escribe Steiner, “ha dado un bandazo hacia una
religiosidad muchas veces fanática. El fundamentalismo avanza de manera muchas
veces violenta, ya sea en el Islam o en el baptismo norteamericano”. Ese juicio
no es incompatible con el hecho de que George Steiner –que se considera “no
religioso y sí volteriano”, admita sentir cierta “envidia” de los
fundamentalistas, para quienes las sagradas escrituras son irrebatibles por su
condición de “puro dictado divino”.
Sobre las relaciones entre la civilización
judeocristiana y el Islam y una hipotética aspiración a puntos de encuentro, el
autor del Prefacio a la Biblia hebrea se muestra rotundo: “No se puede negociar
con el Islam, por dos motivos. A partir del siglo XV, el Islam rechazó la
ciencia. La verdad científica no es importante para ellos. Y ahí, imposible
negociar. Segundo problema: el trato a la mujer. Maltratar sistemáticamente a
la mujer como hace el Islam es eliminar a la mitad de la Humanidad. Y de ahí
vinieron las guerras de religión modernas que con tanta lucidez y anticipación
predijo André Malraux, y creo que vienen otras, terribles”.
No obstante, Steiner se muestra extremadamente
crítico con el papel jugado por las democracias occidentales, con Estados
Unidos a la cabeza, en la creación de contextos de pobreza que han podido
actuar como semillero suplementario de soldados de Dios: “El capitalismo, en
cuanto industrialización de masas, la eliminación de las formas más primitivas
de la comunidad local, la globalización sin freno… sí, tenemos una
responsabilidad que asumir. A un lado de la barrera está el paraíso, al otro,
el desierto, la miseria. Triste. El mundo vive hoy una desigualdad terrible de
posibilidades de vida. En el tercer mundo, los niños mueren y la gente come
basura. Y no hay respuestas para este fracaso, que es el de todos nosotros”.
P. No le cae muy simpático el
psicoanálisis, es lo menos que pude decirse.
R. El psicoanálisis es un lujo de la burguesía.
Para mí, la dignidad humana consiste en tener secretos y la idea de pagar a
alguien para que escuche tus secretos e intimidades me asquea. Es como la
confesión pero con cheque por medio. Es el secreto lo que nos hace fuertes, de
ahí todos mis trabajos sobre Antígona, que dice: “Puede que me equivoque, pero
sigo siendo yo”. De todas formas, el psicoanálisis está en plena crisis.
Recuerde usted las magníficas palabras de Karl Kraus, el satirista vienés: “El
psicoanálisis es la única cura que ha inventado su enfermedad”.
P. Y Sigmund Freud…
R… Freud es uno de los más grandes mitólogos de
la historia. Pero es ficción. Era un novelista extraordinario.
En ese momento, George Steiner se levanta, avanza
lentamente hacia su inmensa biblioteca y de dentro de un viejo volumen extrae
una tarjeta de visita amarillenta escrita a mano en alemán: es una felicitación
de boda de Sigmund Freud a los padres de Steiner. “Mi padre lo conoció,
paseaban juntos por la orilla del río”.
P. Volvamos a la cuestión del poder del
dinero. ¿Tiene usted una explicación válida desde un punto de vista filosófico
de por qué en su día los electores de Italia y hoy de España decidieron y
deciden llevar al poder a partidos políticos enfangados en la corrupción?
R. Porque hay una enorme abdicación de la
política. La política pierde terreno en todo el mundo, la gente ya no cree en
ella y eso es muy muy peligroso. Aristóteles nos dice: “Si no quieres estar en
política, en el ágora pública, y prefieres quedarte en tu vida privada, luego
no te quejes si los bandidos te gobiernan”.
P. La vieja pero hoy tan vigente figura
del idiotes aristotélico…
R. Exacto, una figura muy actual. Bien, pues yo
siento vergüenza de haber gozado de este lujo privado de estudiar y escribir y
de no haber querido entrar en el ágora. Me pregunto qué va a pasar con el
fenómeno de las estructuras políticas en sí mismas. Triunfan por todos lados el
regionalismo, el localismo, el nacionalismo… vuelve el villorrio. Cuando uno ve
que alguien como Donald Trump
es tomado en serio por la democracia más compleja del mundo, todo es posible.
P. ¿Cómo contempla una hipotética
victoria de Trump?
R. No ocurrirá, Hillary ganará. Pero será
una triste victoria, porque esta mujer está agotada, quemada interiormente. ¿Y
qué me dice de Putin? La violencia de alguien como él parece tranquilizar a la
gente que ya no cree en la política, les reconforta. Eso es porque el
despotismo es lo contrario a la política.
P. ¿Y la política y la cultura? ¿Cómo se
llevan? Y otra cuestión: ¿comparte usted la sensación –muy personal y
subjetiva, por otra parte- de que la cultura, entendida como ‘las artes’, está
estancada, al contrario que los avances científicos, imparables?
R. A ver cómo hablamos de esto, es delicado.
Estamos usted y yo en una pequeña ciudad inglesa como Cambridge en la que,
desde el siglo XII, cada generación ha producido gigantes de la ciencia. Hay
ahora mismo 11 premios Nobel aquí. De aquí salieron Newton, Darwin, Hawking…
Para mí, el símbolo del avance imparable de las ciencias es Stephen Hawking.
Apenas mueve la esquina de una de sus cejas, pero su mente nos ha llevado al
extremo del universo. Ningún novelista, dramaturgo, poeta o artista, ni
siquiera el mismísimo Shakespeare,
habría osado inventar a Stephen Hawking. Bien. Si usted y yo fuéramos
científicos, el tono de nuestra charla sería distinto, sería mucho más
optimista, porque hoy, cada lunes la ciencia nos descubre algo nuevo que no
sabíamos el lunes pasado. En cambio –y esto que le digo es totalmente
irracional, y ojalá me equivoque-, el instinto me dice que no tendremos un
nuevo Shakespeare ni un Mozart ni un Beethoven ni un Miguel Ángel ni un Dante
ni un Cervantes
el día de mañana. Pero sé que tendremos nuevos Newton, Einstein, Darwin… sin
duda. Esto me asusta, porque una cultura sin grandes creaciones estéticas es
una cultura empobrecida. Echamos mucho de menos a los titanes del pasado.
¡Ojalá me equivoque y el próximo Proust o el próximo Joyce
estén naciendo en la casa de enfrente!
P. ¿Establece usted diferencias entre
“alta” y “baja” cultura, como han hecho algunos intelectuales de renombre,
visiblemente incómodos ante formas de cultura popular como los cómics, el arte
urbano, el pop o el rock, a los que se llegó a poner la etiqueta de
“civilización del espectáculo”?
R. Yo le digo una cosa: Shakespeare habría
adorado la televisión. Habría escrito para la televisión. Y no, no hago esas
distinciones. A mí lo que de verdad me entristece es que las pequeñas
librerías, los teatros de barrio y las tiendas de discos cierren. Eso sí, los
museos están cada día más llenos, la muchedumbre colapsa las grandes
exposiciones, las salas de conciertos están llenas… así que atención, porque
estos procesos son muy complejos y diversos como para establecer juicios
globales. El señor Mohammed Ali era también un fenómeno estético. Era como un
dios griego. Homero habría entendido a la perfección a Mohammed
Ali.
P. ¿Cree que asistiremos a la muerte de
la cultura como contenedor de formas clásicas ya manidas y su sustitución por
otras nuevas?
R. Puede… puede que esté muriendo una cultura
clásica de carácter patriarcal y esté surgiendo otra de formas nuevas e
intermedias, una cultura hermafrodita, bisexual, transexual y en la que desde
luego la mujer contribuirá de forma muy especial a recuperar los sueños y las
utopías… Por cierto, una vez más, hablando de transexuales y bisexuales… ¡Freud
ni los vio venir!
P. Usted ha dicho alguna vez que se
arrepentía de no haberse arriesgado a lanzarse al mundo de la creación. ¿Es una
espina clavada?
R. En efecto. Hice poesía, pero me di cuenta que
lo que estaba haciendo eran versos, y el verso es el mayor enemigo de la
poesía. Y he dicho también –y algunos no me lo han perdonado nunca- que el más
grande de los críticos es minúsculo comparado con cualquier creador. Así que
hablemos claro y no nos hagamos ilusiones. Yo soy tan solo un cartero, soy Il
Postino. Y estoy muy orgulloso de eso, de haber llevado el correo bien a tantos
y tantos alumnos. Pero no nos hagamos ilusiones.
P. ¿Quién no le perdonó? ¿Colegas suyos
de universidad?
R. Así es. Es que en la universidad hay una
vanidad descomunal. Y les sienta mal que les digas claramente que son
parásitos. Parásitos en la melena del león.
P. El creciente desdén político por las
humanidades es desolador. Al menos en España. La filosofía, la literatura o la
historia son progresivamente ninguneadas en los planes educativos.
R. En Inglaterra también pasa, aunque quedan
algunas excepciones en escuelas privadas para élites. Pero el sentido de la
élite es ya inaceptable en la retórica de la democracia. Si usted supiera cómo
era la educación en las escuelas inglesas antes de 1914… pero es que entre
agosto de 1914 y abril de 1945 unos 72 millones de hombres, mujeres y niños
fueron masacrados en Europa y el oeste de Rusia. ¡Es un milagro que todavía
exista Europa! Y le diré algo respecto a eso: una civilización que extermina a
sus judíos no recuperará nunca lo que fue. Sé que cabrearé a unos cuantos
antisemitas, pero la vida universitaria alemana nunca fue ya la misma sin esos
judíos. Una civilización que mata a sus judíos está matando el futuro. Pero
bueno, hoy hay 13 millones de judíos en el mundo, más que antes del Holocausto.
P. Resulta increíble, es cierto.
R. ¡Resulta escandaloso! Un magnífico escándalo.
P. Profesor Steiner, ¿qué es ser judío?
R. Un judío es un hombre que, cuando lee un
libro, lo hace con un lápiz en la mano porque está seguro de que puede escribir
otro mejor.
"El
error es el punto de partida de la creación. Si tenemos miedo a equivocarnos,
jamás podremos asumir los grandes retos"
P. ¿Cómo ve el futuro del ser humano? ¿Es
optimista o pesimista?
R. El futuro… no sé. Toda profecía es simplemente
memoria activa, no se puede prever nada, solo mirar en el retrovisor de la
historia y contarnos historias sobre el futuro. Eso sí: habrá dos tres
descubrimientos científicos en el campo de la genética que van a plantear
problemas morales terriblemente complejos. Por ejemplo, ¿permitiremos que se
manipulen las células del feto?
P. También será un problema moral poner
freno al avance científico…
R. Exactamente. ¿Qué derecho tenemos? Yo soy, por
ejemplo, firme partidario de la eutanasia. Los viejos destruimos a menudo la
vida de los jóvenes que tienen que cargar con nosotros. ¡Me gustaría tanto
tener el derecho de decir “Gracias, todo ha sido magnífico, ahora basta”. Eso
llegará. En Holanda y en Escandinavia ya está pasando… No tenemos ya recursos
para mantener en vida a tanta gente senil o demente, va contra la felicidad de
mucha gente, no es justo.
P. ¿Qué momentos o hechos cree que
forjaron más su forma de ser? Entiendo que tener que huir del nazismo junto a
sus padres y saltar de París a Nueva York –magistralmente evocado en su libro Errata-
es uno de los fundamentales teniendo en cuenta que…
R. Le diré algo que le impactará: ¡Yo le debo
todo a Hitler! Mis
escuelas, mis idiomas, mis lecturas, mis viajes… todo. En todos los lugares y
situaciones hay cosas que aprender. Ningún lugar es aburrido si me dan una
mesa, buen café y unos libros. Eso es una patria. “Nada humano me es ajeno”.
¿Por qué Heidegger es tan importante para mí? Porque nos enseña que somos los
invitados de la vida. Y tenemos que aprender a ser buenos invitados. Y, como
judío, tener siempre la maleta preparada y si hay que partir, partir. Y no
quejarse.
"Yo
intento fracasar mejor"
A sus casi
ochenta años ha logrado escandalizar a sus colegas con las experiencias
sexuales que relata en su último libro. Una lúcida mirada de un gran filósofo,
crítico literario y ensayista, premio Príncipe de Asturias en 2001.
George Steiner está a punto de cumplir ochenta años y
acaba de publicar Los libros que nunca he escrito (Siruela), que ha
escandalizado en muchos sitios, pero sobre todo en Inglaterra, en cuya
Universidad de Cambridge ha sido un destacadísimo profesor. A él le divierte el
escándalo, porque tiene que ver, imagina, con la sorpresa que algunos se
llevaron cuando observaron que en ese volumen el profesor Steiner, uno de los
grandes filósofos europeos, cuya edad avanzada queda desmentida por su mente
despiertísima, relata experiencias sexuales muy explícitas (y propias) sin que
su pudor le cortara un pelo. El ensayo que ha sido piedra de escándalo tiene
que ver con el lenguaje, supone una defensa de las lenguas minoritarias,
algunas de las cuales imagina él que deben ser excelentes para practicar sexo,
y comienza de este modo tan contundente: "¿Cómo es la vida sexual de un
sordomudo? ¿Con qué incitaciones y cadencia se masturba? ¿Cómo experimenta el
sordomudo la libido y la consumación?". Claro, la obra no es sólo eso (y
no es sólo ese ensayo), sino que es una inteligente mirada sobre los asuntos a
los que él alguna vez quiso dedicar un libro (siete, exactamente) y que se le
quedaron por el camino. Ése, Los lenguajes de Eros, precisamente, había
sido arrinconado por él entre los miles de papeles que guarda en la biblioteca
donde trabaja, en el jardín de su casa de Cambridge, ordenada y amplia, donde
comparte la vida con su mujer, la historiadora Zara Steiner, en una atmósfera
cuya felicidad se refleja precisamente en ese libro y hasta en la cocina de la
casa a la hora de celebrar el verano con una copa de jerez, galletas, café y
humus.
Ha sido un profesor (y un tutor) codiciadísimo en esta
universidad, y aún llegan alumnos a requerir su asistencia doctoral, y él asume
su edad con el esmero de quien colecciona el tiempo. Pero preserva la
jovialidad de su escritura en sus ojos pícaros y divertidos, y muestra su
exhaustiva erudición (como hace en los libros, "doce, y para qué
más") como si fuera un narrador de historias, sin darte la impresión de
que te apabulla.
En el rato ese que hubo tras la entrevista, en la
cocina, hablamos de todo, y él nos preguntó a nosotros: por la situación en
España, por el paro, que le parece la amenaza más grande del futuro, por Javier
Marías (a quien considera uno de los grandes escritores de Europa, "y
además me honró haciéndome parte de su Reino de Redonda"), por Europa
En
algún momento salieron a relucir las artes, que si la poesía es más grande que
la narrativa, o la pintura, etcétera, y entonces se levantó de la silla de
madera, ensayó algunos movimientos de su mano izquierda, como si dirigiera
música, y exclamó: "¡La melodía! ¡Nada hay más perfecto que la melodía! Tú
escuchas a Schubert y ahí está el misterio, no hay más". Y en algún momento,
en medio del brindis que hubo después de la entrevista, Steiner dijo: "En
todas las casas hay un pequeño tesoro". Y se fue. Regresó con una pequeña
tarjeta en la mano y la depositó en la encimera. Era la tarjeta que el doctor
Freud y su esposa enviaron a sus padres ("Con los mejores deseos", en
alemán) cuando éstos contrajeron matrimonio en Viena, el 3 de abril de 1921
Y
allí donde hablamos, silencioso, el piano que fue de Darwin. Te lo enseña como
si te mostrara un sueño, y luego te guiña un ojo, "vamos a tomar
jerez". Durante la entrevista, cuando le insistimos sobre el dolor
histórico (es hijo de la diáspora judía, sus padres padecieron la guerra
mundial y la persecución nazi, él es consecuencia de la gravedad política de la
época, y también de la nutritiva cultura de entreguerras), Steiner dejó claro
que ese asunto ya estaba dicho, liquidado, y cuando pasó la hora, su reloj
mental, el del profesor estricto que además no usa cronómetro, levantó el dedo
y dijo, tajante: "Se cumplió la hora".
Pero si subrayamos esos dos detalles de la larga
conversación estaríamos manipulando ese rato, que fue cordial y hondo, una
conversación en la que este premio Príncipe de Asturias de la Comunicación se
comportó como si fuera en efecto, y él lo dice, el cartero de un conocimiento y
de una disputa intelectual que tiene pocos parangones en Europa. Y no te arroja
ese conocimiento, lo comparte. Esa actitud es lo que hace de este ensayo de
ensayos, Los libros que nunca he escrito (editado también en catalán por
Arcadia: Els llibres que no he escrit), una obra que parece la caja
negra de su pensamiento, y de sus diversiones. Como él, es divertido y hondo,
extraño, como la prolongación de su autobiografía, Errata, y como el
anuncio de más polémicas que prolonguen su idea sobre Europa, sobre la crítica
literaria, sobre el terrorismo, sobre el Estado de Israel y sobre los judíos.
Este hombre es como un río que además se ríe. Y se ríe sobre todo por lo que ha
escandalizado a sus colegas, y no sólo, con este libro.
Así que se han escandalizado
Sí, muchos. Nunca se ha preguntado
nadie cómo es la vida sexual de un sordomudo. Lo han hecho acerca de la de los
ciegos, pero jamás sobre la de los sordomudos.
Una pregunta inquietante. Porque las preguntas importantes
muchas veces son inquietantes. Hay un comentario bellamente desagradable de
Heidegger sobre por qué la ciencia resulta tan aburrida. Él dijo que era porque
sólo tiene respuestas.
Había una pintada en Ecuador que decía: "Cuando
por fin teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas". Es verdad. Pero las preguntas
pueden ser inquietantes, y las preguntas en torno a lo erótico lo son. Aún no
tengo ninguna teoría, pero quisiera que este ensayo sirviera en un futuro a
psicólogos, sociolingüistas y gente preparada para que comenzaran a estudiar
estos asuntos o por lo menos a seguir preguntándose sobre ello.
Pero lo que usted ha escrito no es sólo un ensayo; es
algo más autobiográfico. A mí me gusta llamarlo ficciones. Borges consideraba
que las ficciones eran verdades. Pero también son verdades imaginarias.
Al leer este ensayo en particular, 'Los lenguajes de
Eros', uno podría pensar que usted no tiene ningún pudor, ningún miedo a las
posibles consecuencias. ¡Por eso no escribí el libro, ja, ja! Escribí un ensayo, siete ensayos en
lugar de siete libros. Estoy a punto de cumplir los ochenta años, y como no
estoy para escribir siete libros, escribí ensayos sobre lo que me hubiera
gustado escribir y por qué no lo hice. La mejor definición de la vida la hizo
Samuel Beckett: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa
mejor". Yo quise fracasar mejor, y es lo que intento decir con este libro.
Esa frase de Beckett la usa usted en un contexto en el
que habla sobre la tristeza y el pesimismo. La tristeza y el pesimismo
, sí.
¿Sabe por qué soy tan poco popular entre mis colegas académicos? Hay una razón
muy sencilla. Siendo joven ya dije que había una diferencia abismal entre el
creador y el profesor, o editor, o crítico. Y a los colegas no les gusta
escucharlo. El capítulo más difícil de escribir en este libro, Envidia,
es precisamente sobre esa relación con los profesores. Fue una pesadilla
escribirlo. Sudé en cada frase. ¿Cómo se siente uno al vivir rodeado de los
grandes sin serlo? Fui el miembro más joven de la Universidad de Princeton, ahí
vivía al lado de Einstein y de Oppenheimer, y ahí supe qué eran los gigantes.
Fíjese en ese pequeño retrato que hay ahí [un retrato dibujado de él en su
juventud; debajo pone, en italiano, Il postino, el cartero]. Yo quiero
ser el cartero, quiero que me llamen El Cartero, como ese personaje maravilloso
en la película sobre Pablo Neruda. Es un trabajo muy hermoso ser profesor, ser
el que entrega las cartas, aunque no las escriba. Mis colegas detestan escuchar
eso. ¡La vanidad de los académicos es enorme! Derrida dijo que toda la
literatura, hasta la más grande, es un mero pretexto. ¡Al infierno con Derrida!
Shakespeare no es un pretexto, Beckett no es un pretexto, no lo es Neruda, no
lo es Lorca
Se enfada usted con Derrida. Lo del pretexto es un chiste de mal
gusto. Somos los carteros y somos importantes. Los escritores nos necesitan
para llegar a su público. Es una función muy importante, pero no es lo mismo
que crear.
No, no es lo mismo. Me gustaría contarle una anécdota.
Hubo un poeta contemporáneo llamado Nash que tradujo al poeta francés François
Villon. En su famosa balada Las nieves de antaño había una línea en la
que Villon venía a decir que la mujer ha envejecido: su pelo, escribía en
francés, ya no es dorado, sino gris. Nash, en su manuscrito, lo tradujo así:
"El brillo le cae del pelo". El impresor cometió un error y escribió:
"Un brillo cae del cielo". Es una de las frases más hermosas de la
poesía inglesa, ¡y se debe al impresor! Cada noche le pido a Dios que me envíe
un impresor que cometa un error que me haga grande.
En este libro en concreto, que no es una
autobiografía, casi todo lo que se dice se puede relacionar con su vida. Por
ejemplo, cómo su padre le enseñó a aprovecharse de los libros. Recuerde que vengo de una tradición
judía muy antigua. La palabra rabino significa profesor, y en el judaísmo la
figura del profesor es inmensamente valorada. Han sido cuatro mil años de una
tradición de profesores excelentes, y mi padre quiso que yo fuera profesor. Se
alegraba cuando publicaba poemas, pero eso no es lo que él quería para mí. He
escrito ficción, y ha sido muy traducida, pero es una ficción intelectual,
cerebral, alegórica. Son novelas que contienen ideas. Pero otra cosa es ser
creador. Ah, la inocencia de un gran creador, el misterio de crear
Un misterio distinto que el misterio de enseñar. En la universidad en la que
trabajaba solía venir a cenar Henry Moore, el escultor británico. Cuando abría
la boca para hablar de política o de otros temas, decía estupideces. Pero
cuando hablaban sus manos, te dabas cuenta de que era un gran creador. El
misterio de un gran creador es un misterio. No sabemos cómo ni por qué se crea
una gran melodía o cómo o por qué se pinta un cuadro. Produce una gran alegría
el poder explicar esto y hacérselo llegar a la gente. Pero nunca mezclo la
creación con la enseñanza. Un profesor es un profesor.
En algún momento dice usted, con respecto a la novela,
que hoy ése puede parecer a veces un género prehistórico. No, yo colocaría a Proust, Mann,
Joyce
entre los mayores creadores. Lo que quiero decir es que quizá las
novelas estén llegando a su fin, porque en el mundo de hoy nos llegan infinitas
imágenes e historias directamente a casa. Dudo mucho de que tengamos otro
Proust, otro Faulkner. Los grandes maestros contemporáneos escriben de manera
breve. Fíjese en Kafka, lo fragmentario que es. Hoy Shakespeare sería un
guionista.
¿Y quiénes serían los novelistas de hoy día? Hmmmm, es muy difícil contestar a
esa pregunta. Creo que Mario Vargas Llosa lo es. La fiesta del chivo es
indudablemente de las mejores novelas de hoy. También lo es Cien años de
soledad, de García Márquez. El tambor de hojalata, de Günter Grass. Hijos
de la medianoche, de Rushdie. Philip Roth es quizá la persona más
inteligente que haya, y su trilogía sobre la política norteamericana es
magnífica. Pero la forma en sí misma de la novela está peligrando. La gente
busca formas más experimentales. ¿Por qué resultan mejor escritos los libros de
historia, de sociología o incluso las biografías? La prosa de Lévi-Strauss es
mejor que el libro de cualquier novelista francés. Incluso hay economistas que
tienen más estilo escribiendo que los propios novelistas. Los historiadores, como
sir John H. Elliott, escriben de maravilla. Han aprendido de la novela, y lo
aplican. Pero mire lo que sucede ahora. Un chico escribe un libro; si tiene
suerte, se lo publican, y está dieciséis días en las librerías, y de inmediato
lo retiran del mercado. Así, ¿cómo se van a hacer escritores? Si esto hubiera
ocurrido en tiempos de Joyce, él nunca habría resistido. Sin embargo, fíjese en
el caso de J. K. Rowling, que nadie entiende.
¿Usted tampoco lo entiende? No. He mirado los libros y me
parece que emplea un vocabulario difícil, una sintaxis difícil. Hasta ella, J.
K. Rowling, muy humildemente, tampoco se explica el porqué de su éxito. Mi
pregunta es la siguiente: un niño que ha leído todos los volúmenes de Harry
Potter, ¿leerá luego La isla del tesoro, Los viajes de Gulliver, Oliver
Twist, los clásicos? Mis colegas que han estudiado este fenómeno dicen que
no, que los niños que hayan leído a Potter no leen después a los grandes
clásicos. Y eso es triste.
Ella misma se hace sus preguntas, nos lo dijo en Edimburgo. Todos teníamos la esperanza de que
con Harry Potter se iba a volver a los clásicos con los que se empezaba
a leer. Pero no lo creo. ¿Sabe que la Unesco tiene una lista de libros más
leídos del mundo? Y sólo hay un título francés.
Déjeme adivinar: 'Madame Bovary'. Oh, no, qué dice usted. El
principito. Y eso es alarmante. Se venden millones de ejemplares todos los
años. Pero la gente no lee Madame Bovary.
¿Cree que debemos estar preocupados por esas listas? Sin duda. Indican qué libros y en
qué momento fueron best sellers. Hubo un tiempo en que fueron Balzac y
Dickens. Hay una diferencia abismal entre el genio experimental de escritores
como Borges o Beckett y el público en general. Es muy probable que millones de
personas lean literatura en formato de cómic. Hace poco leí una versión de Hamlet
en formato de cómic y me resultó brillante. Redujeron el texto a momentos
esenciales, y seguro que Shakespeare habría dicho: "No está mal. Mi texto
era demasiado largo". Ja, ja, ja.
Esa reflexión se parece a algunos aspectos de su
libro, donde discute la confrontación cultura-medios y el futuro de la cultura. La cultura del futuro no será
nuestra cultura. La cultura elitista y humanista que conocemos sólo pertenece a
unos cuantos. Recuerde que voy a cumplir ochenta años y empecé antes de cumplir
los veinte a publicar artículos sobre por qué la cultura no se enfrentaba al
fascismo o a los nazis ¿Qué ocurrió? Aquí tenemos países con culturas
superiores, tenemos las mejores escuelas, el mejor teatro, la mejor música. Y
estos países nuestros se han convertido en infiernos. Y no sólo los países,
sino que hay artistas grandes que se unen al fascismo. Nunca he dejado de
hacerme esta pregunta, y aunque no tenga la respuesta, sí puedo decir que la
cultura y el humanismo no son enteramente inocentes ni positivos. Walter
Benjamin decía que toda gran obra está colocada encima de una montaña de
inhumanidad. Es una verdad incómoda.
Lo es. Pero no seamos enteramente pesimistas. Fíjese en la
cantidad de gente que asiste a las exposiciones, los museos están llenos de
personas, en los conciertos no se cabe. Son signos muy positivos. Sí, lamento
la cantidad de librerías que se están cerrando, y que sean más rentables ahora
las industrias de la pornografía y de la droga. Esto es lo que uno debería
preguntarse: ¿cómo puede ser que estas industrias sean las más poderosas en el
universo del que estamos hablando? Estamos en peligro, sí, pero también es
cierto que hay signos positivos. Nunca debemos olvidar que durante el esplendor
de Florencia, en los tiempos de Miguel Ángel, Leonardo y los Medici, cada mes
morían asesinadas muchas personas bajo el Ponte Vecchio. Nos olvidamos de
cuánta salvajada ha existido en las grandes culturas.
¿Y el futuro? ¿Qué nos depara el futuro si evitamos la guerra?
Evitar la guerra supone problemas de superpoblación. Mire los jóvenes: se
aburren, un día van a acabar con los viejos, no sabrán qué hacer con ellos.
Somos un animal muy primitivo. Hay peces y virus que son más antiguos que el
hombre. Tal vez estemos sólo al principio de nuestra historia. Quizá no hayamos
aprendido a unir nuestro instinto y nuestro raciocinio.
Qué panorama. Es muy fácil sentarse aquí, en esta habitación, y
decir: "¡El racismo es horrible!". Pero pregúnteme lo mismo si se
traslada a vivir a la casa de al lado una familia jamaicana que tiene seis
hijos y escuchan reggae y rock and roll todo el día. O cuando mi
asesor venga a casa y me diga que desde que se mudó a mi lado la familia
jamaicana el valor de mi propiedad ha caído en picado. ¡Pregúnteme entonces! En
todos nosotros, en nuestros hijos, y por mantener nuestra comodidad, nuestra
supervivencia, si rascas un poco, aparecen muchas zonas oscuras. No lo olvide.
Mire el problema vasco. ¡Cuánto me equivoqué con este tema! Cuando el asunto
del IRA estaba llegando a su fin, publiqué un artículo considerando que con ETA
pasaría lo mismo. Y no, ETA sigue matando.
¿Qué pasa? ¿Cuál es su opinión? No lo sé. Ese idioma tan misterioso
es muy raro, muy poderoso. Quizá por eso a alguna de esa gente le resulta tan
imposible aceptar el mundo exterior. Pero no estoy seguro de nada. De lo que sí
que no tengo dudas es de que es un problema gravísimo.
¿Insinúa que el idioma es la raíz del problema? Quizá. Pero, cambiando de tema, me
han dicho que hay una universidad en España en la que es obligatorio hablar en
gallego.
Igual que es obligatorio en Cataluña compartir el
catalán con el castellano. ¡Pero no me compare el catalán con el gallego! El
catalán es un idioma importante, con una literatura impresionante. Pero el
gallego ¿por qué ha de ser obligatorio en una universidad?
Porque dicen que es una parte esencial de su
identidad. Pero eso
significa que vamos a seguir dividiéndonos en pequeños grupos regionales, y eso
despierta el odio étnico, como el que existe en los Balcanes. ¡Fíjese también
en lo que está ocurriendo en Bélgica!
En España también hay nacionalismos muy potentes, y en
algunos de ellos, como en el vasco o en el catalán, hay fuerzas queriendo
independizarse de España. Yo vivo en cuatro idiomas, escribo y pienso en cuatro
idiomas, sueño y hago el amor en distintos idiomas. Así que no soy la persona
más adecuada a la que preguntar por los nacionalismos.
De eso, de hacer el amor en varios idiomas, habla
usted también en su libro. Por eso defino la traducción simultánea como un
orgasmo. Estoy muy orgulloso de esta idea. Es divertida y quizá lleve a un
mejor entendimiento de la situación. El orgasmo compartido es raro.
Normalmente, la mujer simula tener un orgasmo al mismo tiempo que el hombre.
Son demasiado generosas. Pero cuando ocurre ese orgasmo simultáneo es
verdaderamente un milagro.
En el caso de España, ¿tendremos que vivir siempre con
nuestras divisiones? Puede que vaya a peor. Porque el Gobierno tiene muy poca elección. Lo que
ocurrió en Irlanda es un milagro; puede que no le guste Tony Blair, pero si a
ese hombre no le dan el Nobel de la Paz
Estuvo negociando durante diez años
sin perder los nervios ni la paciencia. Que eso no se pueda hacer igual con los
vascos, no lo entiendo.
Lo han intentado. Es muy trágico
Ahora bien, déjeme
volver a Cataluña. Hay tres lugares en los que uno está realmente en Europa.
Son Dublín, Barcelona y Milán. Cuando te sientas en un café en La Rambla o en
un pub de Dublín o en La Galleria de Milán, Europa funciona. Madrid está
mucho más aislado de Europa que Barcelona. Madrid es una ciudad fantástica, una
de las capitales del arte en el mundo, pero sigue estando aparte. Barcelona
está abierta al mundo entero, y creo que es porque tiene el mar.
En este libro, que es compendio de libros fracasados,
usted habla de la maldad humana, pero lo compensa hablando del lado solidario
de los seres humanos, de la compasión, de la amistad
Sí, todo eso está en cada uno de
nosotros, y depende de las circunstancias. Si nos hacen pasar hambre, nos
volvemos unos salvajes. Si hacen daño a nuestros hijos, somos capaces de matar
a sangre fría. No olvidemos que somos animales.
Y otro asunto que le preocupa es que esos personajes,
precisamente, están siendo relevados por estrellas mediáticas. Hegel decía que toda nueva
tecnología es una nueva filosofía. Bill Gates o sus ingenieros han cambiado el
mundo. Google ha cambiado la percepción, la memoria, el cómo nos comunicamos.
La tecnología es la fuerza más creativa del momento. Del mismo modo que el cine
y la televisión son las formas más creativas de expresión. Sí, están llenos de
basura, pero toda gran cultura ha tenido mucha basura. Hay una o dos
revoluciones que se avecinan y tienen que ver con el trasplante de la memoria.
Según estudios recientes sobre la memoria, no estamos muy lejos de implantarles
chips de memorias a personas con alzheimer. Les darían un pasado
artificial. Si eso ocurre, ¿qué pasa con el yo?
¿Y la otra revolución? Está por llegar, me da mucho miedo
y francamente prefiero no estar vivo. Podremos vivir una media de 120 años. Muy
pronto podrán rejuvenecer células. Seremos reemplazables, como el motor de un
coche. Hoy, ser un investigador de biogenética es estar subido a una escalera mecánica
que va cada vez más rápida. ¿Qué pasará cuando los jóvenes tengan que cuidar y
alimentar a tanta gente mayor? La próxima guerra civil puede ser ésta.
Parece el tema de una novela de Saramago. De una novela, y de una pesadilla.
Los jóvenes de hoy tienen que pagar impuestos, residencias de ancianos, la
comida, la casa. Hay cada vez más ancianos. Creo firmemente en el derecho a la
eutanasia. Es un horror envejecer sin dignidad. Antes, las familias más o menos
se podían hacer cargo de sus ancianos. Pero ya no pueden. Quizá la próxima
crisis sea generacional.
¿No la hay ya? No, estamos conteniéndola, hoy los jóvenes no andan
por ahí asesinando a los viejos. En ciertas culturas esquimales lo hacen.
Cuando llega el invierno, los jóvenes obligan a los mayores a salir de la casa
o del iglú, a morir, para que puedan sobrevivir los jóvenes.
¿Y existe alguna luz, profesor, se ve algo después del
túnel? Hay países emergentes, culturas que se van imponiendo, China, por
ejemplo. Creo que el
próximo poder artístico, intelectual y científico vendrá de la India. Tenemos
muchos alumnos chinos y son muy buenos tomando notas y diciendo sí a todo. Sin
embargo, los indios discuten, te preguntan
Por cierto, ¿usted usa nuevas tecnologías? No. Mi mujer tiene un procesador de
textos e Internet, pero yo no. Escribo a mano. No creo que se pueda escribir
literatura importante en un procesador de textos, porque siempre te parece
bonito lo que has hecho.
En las nuevas tecnologías es curioso que lo que
determina el futuro se llame 'ratón'. Ahí está, conduciendo a millones de niños a conocer,
sin moverse de casa o del colegio, todo el Louvre o la primera versión de un
soneto de Góngora. Eso es maravilloso. Pero soy un optimista de la catástrofe.
Le voy a poner un ejemplo. En las trincheras, durante el blitz, la gente
leía a Dickens, a Homero y a Shakespeare. Cuando las cosas van mal, la gente
vuelve a la calidad. Sienten un vacío enorme y un ansia de calidad.
Su padre le enseñó a aprender, a gozar aprendiendo, y
usted sigue aprendiendo. Todos los días.
Se le nota, sus libros transmiten entusiasmo por
aprender. Fui muy
afortunado, porque me enseñaron a usar los músculos de aquí arriba [de la
cabeza]. Aprender es usar los músculos del alma y de la mente para que no se
duerma. El cerebro está tan bien organizado que si uno lo ejercita, se producen
cosas maravillosas. Y llega un momento en el que se empiezan a abrir puertas
hacia dentro. Si eres un buen profesor, ése es tu trabajo: abrir las puertas
hacia dentro. Fui muy feliz haciendo ese trabajo.
El sentido
de elite es inaceptable en la democracia. Antes del 14 los sabios eran con la
educación. La tecnología de la información le parece una pesadilla
desencadenada que borra la memoria y no preserva lo que fuimos y somos. Habla
de una trasferencia fiscal. La vida privada está grabada escudillada, antes de
la corrección está el silencio, que Pascal pone en el centro de la vida adulta.
Seguimos hablando todavía de la «salida» y
la «puesta» del sol. Y lo hacemos como si el modelo ptolomeico del sistema
solar no hubiese sido sustituido, de forma irreversible, por el copernicano. En
nuestro vocabulario y nuestra gramática habitan metáforas vacías y gastadas
figuras retóricas que están firmemente atrapadas en los andamiajes y recovecos
del habla de cada día, por donde erran como vagabundos o como fantasmas de
desván.
Por esta razón, los hombres y las mujeres
racionales —en especial en las realidades científicas y tecnológicas de
Occidente— se siguen refiriendo a «Dios». Por esto el postulado de la
existencia de Dios persiste en tantos giros irreflexivos de expresión y
alusión. No hay reflexión o creencia plausible que garantice Su presencia. Ni
tampoco prueba inteligible alguna. Allá donde Dios se aferra a nuestra cultura,
a nuestras rutinas del discurso, es un fantasma de la gramática, un fósil
fijado en la infancia del habla racional. Hasta aquí Nietzsche (y muchos tras
él).
Este ensayo argumenta lo contrario.
Plantea que cualquier comprensión
coherente de lo que es el lenguaje y de cómo actúa, que cualquier explicación
coherente de la capacidad del habla humana para comunicar significado y
sentimiento está, en última instancia, garantizada por el supuesto de la
presencia de Dios.
Mi hipótesis es que la experiencia del
significado estético —en particular el de la literatura, las artes y la forma
musical— infiere la posibilidad necesaria de esta «presencia real». La aparente
paradoja de una «posibilidad necesaria» es, precisamente, la que el poema, la
pintura o la composición musical tienen derecho a explorar y poner en acto.
Este estudio se propone sostener que la
apuesta en favor del significado del significado, en favor del potencial de
percepción y respuesta cuando una voz humana se dirige a otra, cuando nos
enfrentamos al texto, la obra de arte o la pieza musical, es decir, cuando
encontramos alotro en su condición de libertad, es una apuesta en
favor de la trascendencia.
Esta apuesta —es la de Descartes, la de
Kant y la de cualquier poeta, artista, compositor de quien tengamos constancia
explícita— afirma la presencia de una realidad, de una «sustanciación» (es
patente la resonancia teológica de esta palabra) en el lenguaje y la forma.
Supone un paso, más allá de lo ficticio o lo puramente pragmático, desde el
significado a la significatividad. Según esta conjetura, «Dios» es, pero no
porque nuestra gramática esté gastada; sino que por el contrario, esta
gramática vive y genera mundos porque existe la apuesta en favor de Dios.
Apuesta por
esa existencia, no la existencia en sí. Puede ser que pierdas o ganes. No aboga
por la existencia de dios, es volteriano, sino por lo trascendente. Al final
dice si existe o no. Arte existe porque existe lo trascendente.
Existe un día concreto en la historia
occidental del que ni la relación histórica, el mito o las Escrituras dan
cuenta. Se trata de un sábado. Y se ha convertido en el día más largo. Sabemos
de aquel Viernes Santo que, según la Cristiandad, fue el de la Cruz. Sin
embargo, el no cristiano, el ateo, también lo conoce. Esto significa que conoce
la injusticia, el sufrimiento interminable, el despilfarro, el brutal enigma
del fin que tan ampliamente constituyen no sólo la dimensión histórica de la
condición humana, sino la estructura cotidiana de nuestras vidas personales.
Sabemos, puesto que no podemos eludirlos, del dolor, del fracaso del amor, de
la soledad que son nuestra historia y nuestro destino particular. También
sabemos acerca del domingo. Para el cristiano, ese día significa una
insinuación, asegurada y precaria, evidente y más allá de la comprensión, de la
resurrección, de una justicia y un amor que ha conquistado la muerte. Si no
somos cristianos o creyentes, sabemos de ese domingo en términos análogos. Lo
concebimos como el día de la liberación de la inhumanidad y la servidumbre.
Buscamos resoluciones, sean terapéuticas o políticas, sean sociales o
mesiánicas. Las características de ese domingo llevan el nombre de esperanza
(no hay palabra menos des construible).
De todas maneras, el nuestro es el largo
día del sábado. Entre el sufrimiento, la soledad y el despilfarro
impronunciable, por un lado, y el sueño de liberación, de renacimiento, por
otro. Frente a la tortura de un niño, a la muerte del amor que es el viernes,
incluso el arte y la poesía mayores son casi inútiles. En la Utopía del
Domingo, es de presumir, la estética carecerá de toda lógica o necesidad. Las
aprehensiones y figuraciones en el juego de la imaginación metafísica, en el
poema y en la música, que hablan de dolor y de esperanza, de la carne que se
dice que sabe a ceniza y del espíritu del cual se dice que sabe a fuego, son
siempre sabáticas. Han surgido de una espera inmensa que es la espera del
hombre. Sin ellas, ¿cómo podríamos tener paciencia?
Domingo de resurrección,
el arte poco consuelo nos da, solo momentos de plenitud. El ámbito del arte es
el sábado, termino medio, ni para ti ni para mí, la espera. Juego metafísico
que habla del dolor y la esperanza. El espíritu sabe a fuego, en la espera del
hombre. Historia de amor y oscuridad de Amos Oz tiene un aire a la biografía erratas
de Steiner
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