Jon Berger es el mayor de los
autores, el único fallecido. Murió el 26 de enero de 2017. Nació en Londres en
el 26. Estudió en la escuela central de las artes de Londres. Era un hombre
polifacético. Fue pintor y escritor. La BBC le encargó una serie para radio y
tv sobre cuadros. A través de ese encargo él reconoce y llega a la literatura.
Tiene unos cuantos libros de sumo interés sobre la teoría del arte y los pintores,
sentidos de vista y modos de ver fue esa serie que hizo sobre el sentido del
arte. Escribía de forma peculiar sobre el arte. En el 72 le dan el premio Booker
Price por la novela G. sus ensayos y artículos revolucionan la manera de
entender el art. Dejó Inglaterra y se fue a un pueblo de los Alpes franceses.
Fue por una temporada y se quedó allí a vivir. Viajaba mucho. Tuvo el premio a
la mejor novela publicada ese año. Quería escribir sobre la vida rural, de los
campesinos en Europa. en la segunda mitad del siglo xx, vivió en un pueblo de
Francia trabajando en el campo.
Entre el 73 y el 2001 escribió
una trilogía de novelas sobre la vida rural de los campesinos en Europa. Está
compuesta por parca tierra, una vez en Europa y Lila y Flag. Tardó 15 años en
escribir esa trilogía. El origen del título es una cita del evangelio de San
juan; “otros se fatigarán y vosotros os aprovechareis de sus fatigas” Desde muy
joven tenía a gala ser el principal intelectual marxista europeo de la segunda
mitad del siglo xx. Escribe nuestros bolsillos, debemos llegar llenos de
resistencia. Parca tierra son relatos. Explica la diferencia entre los tres
libros. Parca tierra era un libro de cuentos sobre la vida tradicional de un
pueblo agrario de montaña. Salvando los detalles podría existir en numerosos
lugares de continentes. La segunda colección de historias tiene como fondo la
modernización y desaparición del mundo rural. Las tres novelas estan en un volumen.
El tercer volumen es la novela flag que cuenta la historia de unos campesinos
que dejan sus pueblos para establecerse en la gran ciudad. Muestra la vida del
campesinado. Podría escribir para pueblos de tantos continentes. Refleja la
crisis del mundo agrario y la desaparición. Las terminó a finales de los 80.
Cuenta la historia de una gran ciudad y el desarraigo de los campesinos que
dejan su modo de vida y su cultura agraria. Se buscan la vida en el campo. La
edición en bolsillo de las tres novelas vale 14 e.
Sigue escribiendo novelas con ese
compromiso. Participa en la red de seguridad con refugiados del continente. Ha
apoyado la causa palestina, las panteras negras en EEUU y está a favor de la
investigación sobre el sida. La novela hacia la vida va sobre el sida. Tiene
una novela sobre gente que vive en un basurero ocupado en un descampado. Kim,
el perro de la calle, es el narrador. Virginia Woolf también tiene una novela
narrada por un perro. Kim, una historia de la calle, es un cuento corto. El
perro habla de cada personaje y va contando la vida de los campesinos que viven
en la gran ciudad.
Todas sus novelas tienen un punto
importante lirico. Es autor de poesía. Y de la antología páginas de la herida.
Tiene libros misceláneos. El tamaño de una bolsa es de ese estilo. El séptimo
hombre cuenta la vida de los emigrantes de los años 60 70, los portugueses españoles
y griegos en suiza Alemania. Tiene ilustraciones de Jon Mo, fotógrafo. Retrata
la forma de vida de los emigrantes en Europa central en los años 60 70. Es un
libro actual por tanta emigración como ahora hay. Los emigrantes acogen a los
emigrantes de hoy de mala forma. Nuestros rostros mi vida tan breve como fotos
habla del espacio y el tiempo, es una reflexión narrativa con toques de ensayo
y poesía. Lo han reditado con ilustraciones y en pasta dura. Ha salido hace un
mes. 20 e vale el libro ahora. El tamaño de una bolsa es la correspondencia que
mantuvo con el subcomandante Marcos, zapatista. Tiene libros indefinibles, de
relatos y de arte, con mucho encanto. Fue guionista de cine. Hizo el guion con
el director suizo Alain Tanner, pues él vivía en los Alpes franceses. Tanner es
uno de los principales directores suizos y francófonos. También hizo el guion
de tierra de nadie, la salamandra y Jonás tendrá 25 años en el año 2000. Estas
pelis las han dado en la televisión de madrugada. Y en el cine club del Bellas Artes.
Con las nuevas tecnologías aceden a todo. Son pelis de los años 70. Se nota que
él es el guionista, son preciosas.
Cuando murió a finales del año
pasado se le hizo un homenaje. Era muy amigo de Manuel Rivas. El primer libro
de Rivas se titulaba un millón de vacas, eran relatos, y algún poema. Se
retroalimenta un relato con otro. Ambos autores retratan un mundo urbano
industrial y la nostalgia del mundo rural. Manuel Rivas es gran admirador de Berger.
Un personaje de Berger podría llamarse Maruxa. Escribe del pueblo que ha vivido
en los Alpes, pero se puede extender a cualquier pueblo del continente. En Deusto
todos querían tener este libro. Al fallecer vuelven a reditar todas sus cosas y
muchas en bolsillo. Con la muerte se reditan cosas agotadas. Sabe bastante de
historia, como se ve en el prólogo, que leímos sin querer, es la primera parte
del libro. Explica el papel del campesinado en la historia de occidente.
Importa la cuestión del lugar, la relación entre el escritor y lo que escribe.
Segaban en el campo, eso lo une
con la literatura. En el quinto capítulo de amor y oscuridad de Amos oz habla
de lo mal que leemos los lectores que nos preguntamos si es biográfico lo
escrito. Mejor no saber nada de ellos y entrar a leer. Leímos 4 relatos de él,
buscando la conexión entre los personajes porque creíamos que era una novela.
Esa tarde vimos que no era una novela, pero nos la tragamos en vena. Partimos a
veces de prejuicios con los libros autobiográficos. Te hacen no acercarte al
libro. Si no esperas nada te pilla de otra forma. Te ayuda a situarte. Sabes de
un lector por deformación profesional y tienes mucha información. Vas al cine y
ya sabes de qué van las películas. Te acercas a una forma viciada y no ingenua.
Lees lo que te gusta y no te metes en camisas de once varas. Si hubiera dicho
que es de tema rural no lo habría leído. Va de vacas, describe el parto de una
vaca, pero es interesante.
La última entrevista que dio Berger
fue en el país en noviembre del 16, murió en enero del 17- lo hizo Juan Cruz, crítico
y periodista. Berger va siempre muy guapete. Isabel Coiset contaba que hizo la
vida secreta de las palabras y cosas que nunca te dije y le felicitó el
escritor. No es afectado ni tiene mucho ego. Hicieron luego cosas en común.
Recorrieron varias cárceles, pero no llegaron a hacer la película.
John
Berger: “El silencio no miente”
El pintor y escritor
británico cumple 90 años y publica en España Rondó para Beverly, un sentido
homenaje a su esposa fallecida
John
Berger, fotografiado en octubre en su casa, cerca de París. Eric Hadj
Impone el silencio de John Berger. Como si la edad, el
tiempo, las palabras se detuvieran en su pelo revuelto, en la experiencia
física de los dolores, en sus ojos azules y vivos, inquisitivos y adolescentes,
para ser solo pensamiento y mirada. Está echado en su chaise longue, en
la casa en la que vive, cerca de París, frente a la claraboya abierta al patio,
donde escribe o pinta, y no está echado porque quiera reposar de una noche
larga, sino porque este atleta de la carretera, que hace nada se cruzaba Europa
a bordo de una moto, tiene dolor de espalda, lo vence ese dolor. A veces se
levanta, viaja por la casa como un pájaro mudo, y luego vuelve ahí, al lecho y
al dolor, y al dolor, también, de las palabras. Ha escrito muchos libros en los
que están el dolor, el placer, el descubrimiento, la pasión del arte, y se
remite a ellos cuando le hablas de lo que pasa en el mundo, de lo que piensa
del fin de la historia que proclamaron antes de tiempo, de la inmigración, de
la que también ha escrito, de lo que supone vivir, y de la memoria, de la
orfandad que siente y que está detrás de todas sus líneas autobiográficas, en Siempre
bienvenidos (Huerga & Fierro), por ejemplo, y que ahora vuelve, en un
libro recién editado en Inglaterra y del que él lee unos párrafos, otra vez,
sobre esa orfandad.
De todos esos rasgos
humanos, rabiosamente humanos y despiertos, destaca este hombre de 90 años,
escritor, pintor, ensayista, poeta y huérfano, el silencio que distingue el
comienzo de cada una de sus palabras, como si las dijera a cincel. Cada una de
sus sílabas, podría decirse, es el brochazo de un autorretrato, y no
necesariamente de pluma o de lápiz sino de sangre, como si arañara con su uña
de obrero sobre la piel de su vida.
En Siempre bienvenidos, de 1991,
escribe Berger sobre la orfandad: “Ahora, la verdad es que no tengo miedo a la
oscuridad. Mi padre murió hace 10 años y escribo lo presente un mes después del
fallecimiento de mi madre a los 93 años. Quizás sería un buen momento para
iniciar una autobiografía. La versión de mi vida no puede alejarse de ambos, ni
de mi padre ni de mi madre. Y el libro, cuando lo acabara, sería en
consecuencia una especie de familiar. Una autobiografía se inicia cuando uno
tiene la sensación de encontrarse solo. Es la resultante de un sentimiento de
orfandad”.
Eso que parece escrito, como todo lo suyo,
con la facilidad de la música y de la poesía, es el resultado de horas de
tachadura y revisión; relee un texto nuevo, en inglés, como si estuviera
observando las palabras como piedras, o esculturas, o cuadros en los que vierte
el ruido de las flores, su esplendor diverso y también la soledad a la que
remiten las flores desnudas. Por eso, porque escribe releyendo y tachando, como
Rulfo, Brecht o César Vallejo, sus poetas, se resiste a hablar de lo que ya
dijo en sus libros. “Escribo cada página tres o cuatro veces, cambiando
palabras para intentar llegar a la precisión de la lógica y el pensamiento que
el lector puede agarrar. Porque vivimos en un mundo rodeado de palabras, bla,
bla, bla… Si alguien quiere saber qué he dicho de cada cosa, que vaya a los
libros”. Que vaya, por ejemplo, al libro que escribió sobre la inmigración, en The
Seventh Man, “un libro que quizá es más relevante hoy que cuando lo
escribí; si quiere saber qué pienso de la inmigración ahora que lea ese libro,
que mire esas fotos [de Jean Mohr]… Y si quiere saber qué pienso de este siglo
que comienza y sobre el supuesto fin de la historia que lea el último libro que
escribí a partir de Baruch Spinoza [El cuaderno de Bento, Alfaguara]”.
A su auxilio como artista acude la pintura.
¿Acaso hay cosas que no pueden decir las palabras, y que tampoco puede decir
ese imponente silencio que precede a lo que dice? Berger, de nuevo en silencio,
como si tuviera una mano levantada, un muro de aire a través del que ve
viniendo lo que querría decir. Es un hombre orando en medio de un desierto al
que de pronto se asoma, otra vez, el verbo, como si lo estuviera pesando en
relación, precisamente, con el aire a través del que se ha abierto paso. “Creo
que la pintura nos muestra cosas que la escritura no puede. Igualmente, la
escritura nos cuenta historias y pensamientos que la pintura no puede”. La pintura nos muestra cosas que la escritura no puede y
la escritura nos cuenta historias y pensamientos que la pintura no puede
Sus libros son él mismo; el que está aquí,
reposando el dolor, es sólo la dimensión física de esos libros. “Cuando escribo
un libro imagino una obra en construcción, llena de constructores, personas a
las que estoy leyendo, de mis amigos. Para cada libro, la obra es diferente.
Allí trabajamos tal vez durante años, y luego si en esa zona de obras aparece
un edificio ya estoy solo yo en ese edificio, y salgo de él y simplemente me
siento como un superviviente”. Esos amigos que lo acompañan pueden ser amigos
cercanos o gente que no conoció, “y pueden ser del otro lado del mundo o de
hace siglos… Hace poco tuve la increíble oportunidad de bajar a las cuevas
prehistóricas de Chauvet, de hace 30.000 años. En los muros hay animales
pintados, y también huellas de manos. Cuando contemplé una de esas manos estaba
casi a solas. Me sentí como un vecino”. Sus libros, también los de ficción
(como G., novela reeditada por Alfaguara ahora), están en efecto llenos
de gentes, de amigos reconocibles (como Juan Muñoz, escultor, que aparece con
su genio creador, y con su humor imparable), y de golpes de vida, “porque yo no
entiendo la ficción como categoría. Si quieres contar una historia no te vas a
una categoría llamada ficción. Lo que haces es escuchar a la gente. El contador
de historias es ante todo uno que escucha. Y lo que busca son historias que
cuentan los demás, normalmente sobre su vida o sobre la vida de sus amigos.
Para mí de eso va el contar historias, no la ficción”.
Son golpes de vida. “Cuando estoy
escribiendo un libro todo lo que pasa está, de una manera u otra, tocado por mi
vida en ese momento. Pero cuando acabo el libro, buah, me olvido, lo borro de
mi mente para hacerle sitio a otra historia”.
—¿Cuál es su estado mental cuando empieza a
escribir?, John. Silencio. Y la respuesta: —Me vuelvo consciente de que
hay algo que necesita ser dicho. Puede ser algo grande sobre el mundo, o algo
sobre el aspecto de una flor en un jarro, por alguna razón o por otra. A veces
me digo: quizá lo diga otro. Y a veces la respuesta es: no, si no lo dices no
será dicha. Y entonces tengo que escribir.
En el libro que aparece ahora en Reino Unido
[Confabulations] Berger regresa a su infancia. Lo relee cuando sale la
niñez, otra vez, en las preguntas. Esta es la traducción de lo que él lee, el
libro aún no ha sido vertido al español por su traductora de siempre, Pilar
Vázquez. “Hace poco releí el maravilloso libro de Albert Camus El primer
hombre. En él busca en su infancia aquello que le convirtió en lo que es
hoy. Y lo hace sin rastro de egocentrismo. Es un libro sobre el mundo en aquel
momento, y sobre la historia. Después de leerlo me empecé a preguntar qué me ha
convertido a mí en el contador de historias que soy. Y di con una pista, nada
comparable a lo que encontró Camus. En cuanto tuve memoria he tenido la
sensación de ser una especie de huérfano extraño, porque mis padres me amaban,
no había nada patético en mi condición. Algunas circunstancias materiales, sin
embargo, hacían posible esta situación e incluso la animaban. Veía poco a mis
padres. Cuando estaba en casa me cuidaba una institutriz de Nueva Zelanda
mientras mi madre hacía pasteles y caramelos para venderlos en el mercado. Esto
era en los años treinta y a mis padres les costaba llegar a fin de mes. Y en
las dos habitaciones en las que vivíamos la institutriz y yo había un armario
enorme y cuando venía me metía allí. De vez en cuando mi madre subía a vernos y
a traernos caramelo recién hecho. Desde pequeño me mandaron a internados, y mis
padres me venían a visitar una vez al trimestre y me sacaban por ahí un sábado.
A los 16 años me escapé del internado y encontré la manera de vivir de forma
independiente, con amigos, en Londres”.
Se hace el silencio. John prosigue:“En
Navidades íbamos a visitar a mis padres y a celebrar, y mi padre me dio mi
primera moto. A mis 18 años le pedí que posara para mí y le hice un retrato que
tengo aquí. Cuando era niño él había querido ser pintor, pero no le dejaron, y
guardaba como recuerdo un cuadro que había hecho sobre un plato de metal como
una especie de talismán. Y como huérfano uno aprende a ser autosuficiente, y
los trucos de los oficios que eso requiere. Uno se hace freelance, un freelance
desde los cuatro o cinco años más o menos. Trataba a los demás como si también
fuesen huérfanos como yo, y creo que eso lo sigo haciendo. Propongo una conspiración
de huérfanos, rechazamos toda jerarquía, damos por sentada la mierda del mundo
e intercambiamos historias sobre cómo, a pesar de todo, sobrevivimos. Somos
impertinentes. Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas, no
pertenecen a constelación alguna y arrojan más luz que todas las estrellas de
constelación. Sí, somos impertinentes, y yo me acerco a los lectores de la
misma manera, como si ellos también fueran huérfanos”. (le deja maravillado a
juan cruz con lo pedante que es
¿Qué sentimiento tiene releyendo ese párrafo
sobre la orfandad? “Creo que pensé en mi madre. Cuando era muy anciana, como a
la edad que tengo ahora, me dijo que, cuando estaba embarazada de mí, su primer
hijo, sintió que esperaba que ese niño fuera escritor. ‘Y nunca te lo dije para
no influir en ti’. ‘¿Y por qué nunca has leído mis libros?’, le pregunté.
‘Porque quería que siguieran siendo tan buenos como yo imaginaba que eran”.
—Igual usted los borra de su mente por la
misma razón.—¡Síííí! ¡Jajajaja!
—A esa edad que usted tiene su madre le dijo
a Katia, su hija, su nieta: “Cuando seas muy vieja te darás cuenta de lo
difícil que es convencer a los demás de que estás feliz”.
—Estaba contenta, la recuerdo decir eso. La
tomé de la mano y me dijo: “¿Me das la mano para consolarme? Es muy agradable,
pero puedo vivir sin ello, y así estarás más relajado… De niño, cuando venía a
darme las buenas noches, ponía el sonido de su voz bajo la almohada para que
estuviera conmigo toda la noche.
—En sus libros están la soledad, la ternura
y la fuerza. Parece aquello que decía Ernesto Guerra, hay que endurecerse pero
nunca perder la ternura…
—Sí, me acuerdo de esa cita del Che… Qué
razón tiene. Eso estaba en mi cabeza. Es un pensamiento hermano… ¿Le cuento una
historia? Me convertí en escritor porque quería ser pintor. Estaba en la
escuela de arte. Una amiga me llevó a la BBC a que describiera cuadros. El
primero que escogí fue uno de Van Dyck, en la National Gallery. Cinco minutos
de radio, y así me fui haciendo escritor. (empezó en radio y tv)
Mira como un pescador; dice con los ojos y
con la palabra. “Sí que miro como un pescador, al interior del agua, a ver lo
que hay bajo los bancos del lago, a ver si hay un pez o si esas burbujas
muerden, ¡jajajaja!”.
El mundo es ahora, dice Berger, una carga de
la caballería de los especuladores, las decisiones las toman ellos, los
políticos solo hablan. Tal vez pase que una nueva política se abra paso,
“seguro que yo no viviré para verlo”.
Berger echado en su chaise longue, el
periodista preguntando. Le pregunté cuál es el valor del silencio: —El
silencio no miente.
Luego se levantó para decir adiós, su mano
poderosa sobre la puerta, los ojos azules de pescador impecable. El abrazo fue
también un beso a un niño huérfano en sus ya tan innumerables años. Hoy cumple
los 90.
Alfaguara acaba de editar Rondó para
Beverly (con su hijo Yves, sobre su esposa fallecida en 2013), El
cuaderno de Bento, Con la esperanza entre los dientes, G. y Una vez en
Europa.
Tiene una teoría Berger de que en esas cuevas de
Chauvet lo pintaron mujeres, pues las manos eran pequeñas. Se basa en más cosas
y te da 30 mil razones. No entiende la ficción como categoría literaria. Hay algo grande en el mundo que debe ser
dicho o tan pequeño como una flor en el jarrón. Esa cosa no será dicha por otro
y tendrá que buscarla el escritor.
Manuel Rivas describe el trabajo de los jornaleros.
Estamos en la noche. Busca el propio cuerpo. Alguien nombra el frio. Ese es el
principio del yo al nosotros. En las uvas de la ira de Steinbeck el plural
tiene nombre. Es un principio de esperanza. En el viejo pintor del 58 señala el
lugar germinal del abrazo. ¿Qué mejor contraseña que el abrazo? No es un abrazo
solemne, es la felicidad clandestina del inmigrante, animal herido. Cada libro
es un abrazo, tormentoso aprendizaje del abrazo. En la capital el sentido de la
vista le salvó de una crisis que le tenía bloqueado viendo los comedores de patatas
de Van Gogh. La realidad está mas allá, y es cierto tanto para idealistas como
para materialistas. ¿Por qué ha sido el pintor más popular del mundo Van Gogh?
Es querido, el dibujaba campos, trató de definir Berger porque admiraba lo que
estaba viendo. Su pintor favorito es Caravaggio. Desde que leyó ese texto nos
gusta más el pintor que hacía tremendismo y bodegones. Es una novela
comprometida. Recogió en nombre de la pantera negra y del grupo feminista.
Walter Benjamín hablaba del acuerdo secreto entre as generaciones. Lo leemos en
páginas de la herida. Las poesías tienen la voz del autor. Unos versos de Berger
dicen; “¿Quién llevara riendo la semilla de lo que fuimos?” Berger donó lo que
ganó con el premio Booker a las panteras negras. Le criticó la derecha por
donarlo. Con ese dinero se estableció en los Alpes. Necesitaba pasta para
montar su casa. Los de izquierda le dijeron por qué donaba solo la mitad. Tilda
Swinton, la actriz, un año antes de morir estuvo con él en su casa en los Alpes.
Grabó esas conversaciones intimas, políticas, memorísticas en “cuatro retratos
de Berger”. Son 4 documentales que se desarrollan en una estación. En 1874 se
instala alli tras ganar el Booker. Se pueden localizar en internet. Francisco Calvo
Serraller tiene debilidad por Jon Berger. Y Serraller es de lo que más sabe de
arte hoy en día.
Los poemas no parecen cuentos ni cuando son bélicos.
Al final entiendes el desenlace. Los poemas no tienen desenlaces. La narrativa
cuenta la batalla, todos los cuentos acaban con una víctima, la derrota. Los
poemas cruzan batallas. El reconocimiento a la promesa lo ha experimentado, no
puede desaparecer. Son monumentos en los campos de batallas. El lenguaje da
cobijo a la existencia. Los poemas están más cerca de las oraciones que de los cuentos.
En poesía no hay nadie detrás de lo que se recita. La palabra es el primer
atributo de dios. Son una presencia antes que los medios de comunicación. Las
palabras usan la misma sintaxis que un informe técnico. La poesía trasforma el
lenguaje. Desdeña el papel de dios. Usan las mismas palabras que el lenguaje de
un informe de multinacional. Hay relación entre las palabras. Depende como reaccionan
con el lenguaje. No como estructura sino como presencia. El lenguaje como fuera
del tiempo, en un lugar y tiempo que no tiene facilidad. La poesía habla de la
propia inmortalidad, más allá de una historia. no confundir con la fama póstuma.
El lenguaje abraza toda la experiencia pasada y futura. Coexiste futuro y
pasado. Mejor llamarlo certeza. No tiene cronología. En los escritos de momentos
fuera del tiempo se parece a Steiner en la trascendencia. Los dos son materialistas;
Steiner ateo volteriano y Berger marxista
Suena el canto
del cuco entre las sierras de los mecánicos. Siguen trabajando. Se funde el
crepúsculo sobre el árbol con flores. Los inviernos son fríos y duros hay
colgado un espejo de cristal y se ven reflejados los pétalos que aparecen
cercanos como poros de una piel. Lo que veo en el espejo tiene más intensidad
que el resto del verdadero ramo. He visto un rayo iluminado, los últimos rayos
del sol en ese espejo donde coloco mi amor por ti (se ve más claro en el espejo
porque el sol no le da al ramo)
La filosofía
es añoranza, necesitamos sentirnos en todas partes en casa. Novalis
La
civilización es el paso de los nómadas al asentamiento. Se les llama
incivilizados a los que viven lejos de las cuevas, pero eso es otra historia,
para contar junto a la lumbre, alejado de los lobos nunca ha habido tantas
personas perdidas, naufragas como con la emigración del pueblo a la metrópoli
(éxodo rural) Es la experiencia más prototípica de nuestra época. En el siglo
XV con el comercio de esclavos aparece ya el trasporte de hombres que en la
industrialización y el capitalismo se hace palpable. Durante la segunda guerra
mundial el reclutamiento de tropas es otro trasporte a una tierra de nadie. Y
los campos de concentración. Los historiadores modernos, de Marx a Splenger,
ven el fenómeno de la emigración como esencial. Es lo que se ha perdido, la voz
perdida, donde brotan las esperanzas. Home, dicho en griego o alemán, tenía el
sentido de pueblo. En el código domestico antiguo se salvaguardaba familias y
mujeres y posesiones. Homeland significaba nación, se convencía a los hombres
de ir a la guerra, por los intereses de la clase dirigente. Home significaba el
centro del mundo. Se abandona en el corazón de lo real. Lo que tiene sentido en
el mundo es real. Lo que nos amenazaba era irreal. Uno estaba perdido en el no
ser de irrealidad y fragmentación en el que no vive. La línea vertical, del
cielo al reino de ultratumba, pasa a lo horizontal, caminos a otros lugares.
(ahora podríamos hablar de un camino e espiral, circulo o red) Cerca de los
cielos y los muertos que habitan el mundo subterráneo. Existía en el
pensamiento embrionario de los pueblos nómadas. Igual que transportaban el palo
de la tienda llevaban la línea vertical en sus hombros. Esa inseguridad es el
sentimiento de millones de desplazados que viven como exiliados entre
extranjeros, abandonándose a la irrealidad del absurdo. Cuando no es fuerza se
hace por esperanza o desesperación. La autoridad del padre es más absurda que
los peligros del caos. Los crímenes de la metrópoli son peores que los horrores
del pueblo. So perseguidos por los compatriotas, trasladándose a un mundo
perdido, desorientados, poblados de fragmentos. Es el desarraigo y el exilio de
los seres humanos
Libro de 106
páginas nuestros rostros bellos como fotos. Tiene partes como libros de arte
donde habla del espacio y tiempo. su mujer le pregunta en la cama cuál es su
pintor favorito. Busca una respuesta deliberada pero sincera. Caravaggio, dice,
aunque hay pintores más nobles, con más amplitud de miras, a los que admira más
o más admirables. Se siente cerca de el, desde que vio telas del pintor a
finales de los 40 en las calles de Lyon. Berger había sufrido las heridas de
guerra. Aprendió la ingenuidad de los desposeídos. No quería tener nada que ver
con los que ejercen el poder. Fue una adhesión para toda su vida. Le gustó cómo
el pintor retrata el populacho, las clases bajas, el sublimado lumpen o el
proletariado sant-culotes. A veces se usan palabras denigrantes como masa o
paternalistas hacia ellos. Goya o otros pintores los retratan el medio social,
maravillosamente, pero como pintura de género, para ilustrar a otros en cómo
viven estos desarraigados desposeídos. Caravaggio no pinta para otros. Es el
maestro del claroscuro, el pionero de la luz y la sombra usados por Rembrandt.
Evoluciona el arte europeo en un salto adelante. Entre la contrarreforma y el
arte domestico burgués flamenco. Roma y Ámsterdam, católicos y protestantes, veían
la condenación como algo habitual y normal. Migelangello nace en Bergamo. Tiene
la sombra un significado personal, en los que entrelaza deseos. Liga el arte al
submundo del claroscuro, desterrando la luz del mundo. Sombras entre cuatro
paredes y un techo. Pintaba interiores por eso. Como el descanso y huida de
Egipto o san Juan Bautista donde pone un paisaje al fondo, con tapices de patio
interior. Se sentía en casa y cómodo con ls interiores. Huelen a colada tendida
al dia siguiente, a melones y bodegones, a encuentros fortuitos, encuentros
sexuales, casas baratas, ladrones en la oscuridad. Le ampara la oscuridad. Es
violencia, sufrimiento y mortalidad, lo revela íntimamente. Es la distancia
entre la soledad y las cosas temidas del submundo. Tenia muchas fobias,
compartía esos temores. Rembrandt, Goya o Van Goth son objeto de estudio en
estos libros de arte tan personales. Busca la confirmación de sus teorías en
varios cuadros. Modos de ver es un volumen gordo con ilustraciones.
Durante los
siglos XVIII y XIX las protestas directas contra la injusticia social eran en prosa,
discursos lógicos de que el mundo volvería a entrar en razón, porque estaba a
nuestro lado la historia. en la postmodernidad no es tan claro. Nada nos
garantiza este final del sufrimiento del pasado y de ahora y que habrá en el
futuro. La realidad es mejorable. Hay que aceptar el absurdo sentido de la
vida. Quizá el futuro no sea el fin, pero tampoco será mejor que ahora. la
verdad es ahora. la prosa es una receptora lenta de la verdad. En la poesía la
herida es inmediata. La prosa da más lejanía. La poesía contiene sin piedad
toda palabra de afecto. La bendición del lenguaje es que es completo y contiene
en sus palabras la totalidad de la experiencia humana; lo que ha ocurrido, lo
que va a ocurrir, lo indecible incluso. Es el lugar de lo humano, residencia no
hostil del hombre. La prosa es el territorio del universo, camino de vías y
sendas y carreteras diversas. Es el anuncio de una respuesta. Decirle cualquier
cosa al lenguaje. El lenguaje es el oyente que resulta mas cercano que el
silencio o dios. La indiferencia del lenguaje es requerida en informes legales,
en las noticias, comunicados, archivos… la poesía elimina la indiferencia y
causa inquietud. ¿Cuál es la tarea de la poesía? Es la labor estricta de todo
poeta. Que todo contribuya al trabajo de la poesía, unir la vida inesperada o
la violencia que ha desgranado. Todos los dolores humanos son una separación de
algo o alguien. El alivio es más directo en la poesía. Desafía el espacio que
separa, reuniendo lo que ha dejado desperdigado.
Trilogía de
sus fatigas. En parca tierra cuenta como se sacrifica una vaca sin escatimar
sus partes truculentas. Su prologo cuenta por qué escribe sobre campesinos y
por qué se ha ido con su familia ha vivir a un pueblo perdido. Detrás de cada
relato hay un poema. En un millón de vacas Rivas alterna el poema y el relato
También aúlla el viento
A veces, cuando oigo el viento aullar en
la noche, recuerdo. Había muy poco dinero en el pueblo. Durante ocho meses
trabajábamos en la tierra y sacábamos el mínimo necesario para comer, vestirnos
y calentarnos durante todo el año. Pero en invierno la naturaleza moría, y era
entonces cuando la falta de dinero se hacía crítica. No tanto porque lo
necesitáramos para comprar cosas, sino porque apenas podíamos trabajar en nada.
Por esto, y no por el frío o la nieve o porque los días fueran tan cortos o por
pasar el tiempo sentados en torno a la estufa de leña, era por lo que en el
invierno vivíamos en una suerte de limbo.
Muchos de los hombres dejaban el pueblo y
marchaban a París a ganar jornales como cargadores, porteros, deshollinadores.
Antes de partir, los hombres se aseguraban de que el heno, la leña y las
patatas eran suficientes para durar hasta después de Pascua. Atrás quedaban las
mujeres, los viejos y los jóvenes. Durante el invierno, el hecho de no tener
padre no era algo excepcional; la mitad de los niños de mi quinta carecían
temporalmente de padre.
Aquel invierno, mi abuelo me estaba
haciendo una cama para que no tuviera que seguir durmiendo con mi hermana que
era ya una chica casadera. Mi madre estaba haciendo un colchón de crin. La crin
se saca del pelo de las colas de las yeguas y las vacas. Todas las mañanas,
cuando había nevado durante la noche, mi madre nos daba la noticia de la misma
manera. «Nos han servido un poco más», decía. Hablaba de la nieve como si fuera
un alimento incomestible.
Después de ordeñar las vacas, mi abuelo y
yo quitábamos la nieve del patio. Una vez hecho esto, él se iba a su banco de
carpintero, y yo, antes de bajar a la escuela, comprobaba que la nieve no
cubría el zueco de piedra. Y si estaba cubierto, lo barría.
Habla de la
naturaleza, de las historias que se cuentan en el pueblo y el campo. En la vida
tradicional la concepción del tiempo es distinta. Pasea con un amigo mayor que
le cuenta una historia. ¿este año? No, en 1890. Puedes contar algo de hace
siglos como si pasó ayer. Hay hitos que pasan de generación en generación como
cuando cavaron para encontrar un conducto de agua. Acontecimientos domésticos
se convierten en universales en el relato de padres a hijos. Hay personajes
curiosos; la solterona, el tonto del pueblo… cada uno con su historia y
relacionados con la naturaleza y la ecología.
El valor del dinero
Tenía la cara
delgada y el cuerpo recio. A los sesenta y tres años aún conservaba el pelo
negro. Cuando montaba a Gui-Gui, el caballo de tiro, se percibía un claro
parecido entre ellos: ambos tenían la solidez de un puño cerrado, pero sin
codicia. Se sentaba firme casi junto a la collera de los arreos, y el caballo,
con sus patas cortas y robustas, se enfrentaba a las empinadas pendientes.
Era el único
hombre del pueblo que plantaba manzanos nuevos. Después de prensar la sidra,
tomaba una brazada de orujo y lo enterraba con todo cuidado en una esquina del
huerto. Al año siguiente habían salido varios plantones. Los separaba, los
cubría con pajote, y al cabo de tres años eran lo suficientemente grandes y
resistentes para plantarlos en el huerto. Pasado algún tiempo los injertaba.
Los otros
hombres argumentaban que los árboles viejos, algunos de los cuales tenían quizá
cien años, durarían hasta que ellos murieran y que luego los huertos quedarían
abandonados.
Cuando yo me
haya ido al otro mundo, nadie va a trabajar mis campos, decía uno de ellos.
¡Estaremos todos
en el camposanto!, gritó otro, proclamando con el volumen mismo de su voz que
todavía no estaban allí.
Marcel, sin
embargo, era un filósofo. Por las noches intentaba explicarse a sí mismo lo que
había sucedido durante el día para luego actuar en consonancia.
Así explicaba
por qué seguía plantando manzanos.
Mis hijos no
trabajarán la tierra. Quieren tener los fines de semana libres y vacaciones y
un horario fijo. Les gusta tener dinero en el bolsillo para poder gastarlo. Se
han ido a ganar dinero; les vuelve locos. Michel se ha ido a trabajar a una
fábrica. Edouard trabaja en el comercio. (Utiliza el término comercio porque no
quería ser duro con su hijo pequeño.) Creo que están equivocados. Pasarse el
día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas a la semana en una fábrica
no es vida para un hombre: este tipo de oficios solo llevan a la ignorancia. No
es probable que trabajen nunca en el campo. La granja terminará cuando faltemos
Nicole y yo. ¿Para qué, pues, trabajar con tanto esfuerzo y tanto empeño en
algo que está condenado? Y a eso yo contesto: este trabajo es una manera de
preservar el saber que mis hijos están perdiendo. Cavo los hoyos, espero a la
luna nueva para plantar los arbolitos porque quiero dar ejemplo a mis hijos, si
es que están interesados en seguirlo, y, si no lo están, para demostrar a mi
padre y al padre de mi padre que el conocimiento que ellos transmitieron
todavía no ha sido abandonado. Sin ese saber no soy nada.
Nadie hubiera
supuesto nunca que Marcel iría a la cárcel. A menudo cuando el destino de un
hombre cambia súbitamente como resultado de sus propias acciones, es difícil
saber en dónde empezó de verdad la historia. Retrocederé tan solo hasta la
primavera anterior.
Ya nadie
trabaja en el campo y se emplean marroquís. Es un cambio radical. En el epilogo
histórico analiza la historia económica desde una óptica marxista; la evolución
y uso de los campesinos en los últimos siglos, juntando poesía, novela y
ensayo.
PRIMERA VEZ EN
EUROPA
La era de los cosmonautas
Si se pudiera
dar un nombre a todo lo que sucede, sobrarían las historias. Tal y como son
aquí las cosas, la vida suele superar a nuestro vocabulario. Falta una palabra,
y entonces hay que relatar una historia. ¿Cuál era, por ejemplo, la relación
entre el viejo vaquero Marius y la criatura que Danielle llevaba en su vientre
cuando dejó el pueblo? ¿Era Marius el padrino del niño? No es muy probable.
La historia
comenzó y acabó en el verano de 1982, arriba en la montaña, en los pastos que
llamamos Peniel. Algunos dicen que el nombre Peniel viene de la Biblia.
Génesis, Capítulo 32. Pero si lo lees, no te enterarás de lo que sucedió
realmente entre Marius y Danielle.
Peniel es una
meseta situada a una altura de 1.600 metros. Desde la escarpada pared rocosa
que forma uno de sus márgenes, se domina el pueblo. Desde aquí, cuando hay
tormenta y hace sol, miras hacia abajo y ves el arco iris: como si tuvieras a
tus pies el ojo de un puente. La pendiente rocosa es fundamentalmente caliza,
mezclada aquí y allá con flysch. Los otros márgenes de la meseta se pierden
allende las montañas.
Alguna vez hubo
un bosque en esta meseta, y todavía se conservan algunos troncos gigantescos,
cubiertos por una capa de arcilla, bajo el mantillo en el que crece el pasto.
Allí en donde esta arcilla y el antiguo bosque están más cerca de la
superficie, la tierra es oleosa y húmeda, y sobre las rocas crece un musgo
verde oscuro, que, si lo tocas o te tumbas en él, tiene el tacto del pelo de un
animal. Así es como las rocas se convierten en animales.
Hace años,
cuando el ruso Gagarin, el primer hombre que salió al espacio, daba vueltas
alrededor de la tierra, los veinte chalets dispersos por la zona de Peniel
alojaban, cada verano, ganado, mujeres y hombres. El ganado era tanto, que la
hierba no sobraba, y, por común acuerdo, se limitaba el tiempo del pasto. Te
levantabas a las tres de la madrugada para ordeñar y llevabas las vacas a
pastar en cuanto se hacía de día. A las diez, cuando el sol empezaba a estar
alto, las encerrabas de nuevo y aprovechabas para hacer los quesos. A mediodía,
en el establo, les ponías hierba segada. Después de comer te echabas una
siesta. A las cuatro volvías a ordeñar, y solo entonces sacabas las vacas a
pastar por segunda vez y permanecías en los pastos con ellas hasta que ya no se
distinguían los árboles, sino solo la mancha del bosque. Volvías a entrar las
vacas entonces y, cuando ya se habían acostado sobre su lecho de paja, podías
salir fuera y escrutar la noche, en la que la Vía Láctea parecía hecha de gasa,
para intentar localizar a Gagarin dando vueltas en su Sputnik. Todo esto era
hace veinticinco años. Durante el verano en cuestión —el verano de 1982—, solo
dos de los veinte chalets estaban
habitados: uno por Marius y el otro por Danielle, y había tanta hierba, que
podían dejar pastar a los animales día y noche.
Una vez
en Europa
Antes de
florecer, el cáliz verde de la amapola es duro como la cáscara de una almendra.
Un día esta cáscara se abre. Tres trozos verdes caen al suelo. No es un hacha
lo que la abre, simplemente una bola retorcida de pétalos finos como membranas
y arrugados como trapos. A medida que se van desarrugando, el color de los
trapos cambia del rosa neonatal al escarlata más chillón que se puede encontrar
en los campos. Es como si la fuerza que abre el cáliz fuera la necesidad de
este rojo de hacerse visible y de ser visto.
Los primeros sonidos que recuerdo son la sirena de la fundición y
el ruido del río. La sirena era muy poco frecuente, y probablemente por eso la
recuerdo: solo sonaba en caso de accidente. Siempre iba seguida por gritos y el
barullo de los hombres corriendo. El ruido del río lo recuerdo porque estaba
siempre presente. Era más fuerte en primavera y más callado en agosto, pero
nunca paraba. Durante el verano, con las ventanas abiertas, lo oías desde la
casa; en el invierno, después de que padre pusiera las dobles ventanas, no se
oía desde dentro, pero en seguida volvías a oírlo en cuanto salías para ir a
cagar o a buscar leña para la estufa. Cuando iba a la escuela, caminaba
siguiendo el sonido del río.
En la escuela
aprendimos a dibujar el mapa del valle con el río pintado de azul. Nunca estaba
azul. A veces, el Giffre tenía el color del salvado; a veces, era gris como un
topo; a veces, era lechoso; y de cuando en cuando, pero no con frecuencia, con
tan poca frecuencia como la sirena, era transparente, y se veían todas las
piedras del fondo.
Aquí solo se oye
el viento que bate en la vela, sobre nosotros.
Una vez mi madre
me dijo que cuidara de mi prima Claire, que por entonces era solo un bebé. Nos
dejó solas en el huerto. Empecé a buscar caracoles por el camino que baja hasta
el río, detrás de los hornos de la fundición, y me olvidé de Claire. Cuando mi
madre volvió encontró al bebé solo en la cuna, bajo los ciruelos.
¡Podría haber
venido el águila!, gritó, ¡y haberle sacado los ojos a la pobrecita!
La vida en el
campo puede traérnosla floja, pero hace reflexiones interesantes. No interés la
forma de relato ni el tema, pero tiene muy buenas descripciones de paisajes.
Lila y flog.
Un cuento de viejas sobre la ciudad
Poema de amor.
El heno huele a amor del cielo por la tierra. Los cargo se descargan mientras
ocupan el umbral, la vista tras ellos. Eres la eternidad. Nacimiento. Tres
mariposas alzan el vuelo, ceniza blanca sobre la pradera. Que mis muertos me
ayuden ahora. se posa sobre la flor azul que abre las alas. El gris oscuro, las
primeras marcas del tizón sobre el papel. Empiezo a pensar en ella. Dos
mariposas se posan juntas. Como cuando tiemblan las páginas del libro abierto
al mundo. Se reúne con dos mariposas sobre la hierba florida. Susa y Suso son
lila y flag.
Comida. Susa
vivía en la casa del cerro de las tellerias, abiertos edificios sin paredes.
Aire salado del mar, pieles de murciélagos gigantes durmiendo boca abajo.
Departamento de salud millones de ratas invaden la ciudad. Trabaja en las
tellerias. Lo pinta con pintura azul turquesa robada en las piscinas. Mi tío ha
ido a la cárcel por intentar abrir una caja registradora. Mi padre había
desaparecido. La gente se esfuma en las carreteras de un sitio a otro, pero
siempre se acaba sabiendo de ellos. Mi padre desapareció y mi madre vino con mi
tío. Es mi media naranja, dijo. Ocupó una habitación d la vasa de paredes de
hormigón y bloques estancos de madera. Era delgada, los tobillos, pechos,
cadera. Podía pasar a través de las paredes, decía. El cuerpo revela el
carácter. Nos cae la vida y la muerte por azar como cartas, pero el juego
consiste en usar bien las cartas. Fui a la cárcel, con dos mil presos, a
visitar a mi tío. ¿Cómo voy a estar? Nunca he estado peor. ¿qué me has traído?
Hígado bacalao ahumado y cigarrillos. Solo a tu madre podría ocurrírsele traer
eso. No me gusta tu amigo. No te acerques a él. Dile que el camión esta listo.
¿qué le dirás? Que puede recoger ya el camión. No, qué tonto eres, dile solo
eso y el comprenderá. La cárcel tiene diez años y es de ladrillo con grandes
portones. Traen presos a la penitenciaria estatal. La gente entraba y subía por
el pasillo. En la entrada principal había muebles. El mar parecía plata y
abrigaba un manto de humo. Abandonó la cárcel con un indulto. Llevaba
sandalias, vaqueros, y una camiseta de la universidad. Soy vieja y recuerdo
pasar delante hombres que te deseaban con mirada lasciva o bellas. Parimos
monstruos, demonios o ángeles, a Jesús y a Herodes, a la maldad y a la
bondad
Como de la
noche al día pasamos de Jhon Berger a Jon Le carré.
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