Exactamente no sé porque estoy aquí.
Mis diagnósticos divergen; carencia de serotonina, exceso de Testosterona,
nulos ejemplos paternos, complejo de Electra, infancia traumática. Hay en el
hospital muchos pacientes. Todos están diagnosticados de múltiples formas. Hay esquizofrénicos
paranoides, esquizotipicos, bipolares- cicladica, palabros que no me dicen
nada, o a los que otorgo otro significado del que de verdad tienen. Por ejemplo
eskizo afectivo es para mi un esquizofrénico falto de cariño. No sé, ni de donde vengo ni a donde voy, la
medicación me deja sedada. El día es tan
blando como una almohada gigante. Quisiera empotrar mi enfermedad contra el
suelo, pelearme con mi almohada y romperla y llenar el cielo de plumas. El frío
impregna a mis huesos do-lor por todo mi cuerpo ¡vaya vieja maniática a mis 18
tacos!.
Busco entre
las sabanas, que se adhieren cual segunda piel, mi droga; El paquete de Camel que las enfermeras
me aconsejan no fumar y un libro del que no consigo acordarme, que tampoco debo
leerlo para que no me excite demasiado. Me duelen las cervicales, el cuello, el
vientre.
No sé cuanto tiempo aguantaré y encima
me dicen que no me excite demasiado. Me recuerda a una novela que leí en mi
adolescencia; Un mundo feliz. En ese mundo todos sonreían, pero se prohibía la
ensoñación, el pensamiento (sapereaudem) o la melancolía. En ese mundo no
puedes reclamar tu derecho a la tristeza pues enseguida te administran
cualquier droga, el soma, para mantenerme despierta pero adormilada, sonriente
pero rabiosa. A veces odio esta institución y a todos los loqueros, pero en el
fondo les agradezco que me ayuden. A veces les odio, a veces les amo, bipolar
cambio de humor.
Pero yo no tengo dos humores distintos,
tengo muchos, depende del día, alguien se tomó la molestia de hacer una
lista; flemático, bilidinoso. Etc
Uno de los sicólogos de la clínica me
ha aconsejado escribir este diario, unas absurdas reflexiones, para canalizar
mi odio y mi energía negativa. Yo escribo, me lo recomiende ese o no. A mi antes no me gustaba ni leer ni
escribir. Hasta que en secundaria, el
profesor especial que pasa por nuestras vidas, me descubrió la novela francesa.
Dumas, Madame Bobary, Balzac iban
cayendo a mis manos ardientes de un cariño, que al no encontrarlo en mi
casa, buscaba en ellos. Quizá los libros me han convertido en lo que soy hoy,
una neurótica reflexiva y deprimida, deprimida y suicida de la vida y por
tanto... lectora.
Hace mucho frío, pediré que suban la calefacción. No me han hecho caso. Ahora me muero de sueño. No he hecho más que despertarme y ya estoy otra vez cansada. Es este no hacer nada, el vivir sin vivir en mi, la parsimoniosa monotonía en que funciona este centro. ¡Tan fácil dejarse llevar por la rutina! ¿Verdad? Acabo de abrir los ojos y ya los siento pesados, nunca se habitúan a la luz. Abrir párpados es un mecanismo inquietante y absurdo. Hoy transcurre todo como si llevara aquí toda mi vida, y quizá la lleve.
Hace mucho frío, pediré que suban la calefacción. No me han hecho caso. Ahora me muero de sueño. No he hecho más que despertarme y ya estoy otra vez cansada. Es este no hacer nada, el vivir sin vivir en mi, la parsimoniosa monotonía en que funciona este centro. ¡Tan fácil dejarse llevar por la rutina! ¿Verdad? Acabo de abrir los ojos y ya los siento pesados, nunca se habitúan a la luz. Abrir párpados es un mecanismo inquietante y absurdo. Hoy transcurre todo como si llevara aquí toda mi vida, y quizá la lleve.
Ni siquiera puedo recordar, esa es mi única
enfermedad; lava ardiente de olvido. Hemos desayunado todos en el estrecho
comedor, haciendo varios turnos porque nunca hay espacio para todos. Vamos
pasando en filas, como en la guardería, mirándonos con aire condescendiente
unos a otros. Suspiraba para mis adentros, por no poder siquiera llevarme un
cigarrillo a la boca, el tabaco me excita mucho y no me conviene. Sin libertad
siquiera para matarme a gusto. He esperado
soñolienta en el vestíbulo mi turno de abalanzarme al sucedáneo de café,
achicoria, mi suero y mi medicación.
Aquí todo el mundo es orgulloso, nadie esta en
verdad enfermo sino que somos periodistas haciendo un reportaje entre dementes
como en los renglones torcidos de Dios (luca de tena).
La mayoría me triplica la edad, y todo tiene un aire
de asilo, de naftalina en armarios y calceta de punto insoportable. Cuando
acabamos de desayunar, se encienden todas las luces del hospital a la vez. Esto
parece una atracción de Disneyland
porque a las 9 A.M todo el Hospital empieza a funcionar, como un reloj suizo al
que dan la hora. ¡Me niego a ser una rueda más del engranaje de la maquina de
electros! Pienso cosas negativas, juro arameo contra la psicología, es como la
rabieta de un niño pequeño y no conduce a nada. Ir contra el “sistema” no es
más que ir contra mi misma. Este pasillo es nuestro corredor de la muerte, y yo
solo quiero volver a mi celda, y cerrar los ojos.
Para no ver esta luz artificial, estas bombillas
que iluminan los pasos cansados de los
residentes. Muchos siguen en sus antiguos oficios. Me gustaría saber que
pensaría mi padre, que siempre me ha inculcado el respeto hacía la autoridad,
si le contará cuantos policías, abogados y políticos se comen las uñas y
afirman haber dado el golpe de Brumario. Quizá pasee por el jardín, o lea algo.
En fin, que otra mañana perdida, como tantas, como todas.
Y no me queda el consuelo de la noche pues me la
pasó adormilada, la medicina me anestesia, pero a veces también me ha dado
insomnio, sobre todo cuando vienen los ataques de ansiedad, que ni puedo
sentarme ni ver la tv ni tumbarme ni dar un paseo. Me preguntó cuando acabará
esta pesadilla. La enfermera me llama para que recoja el desayuno. Mi única
amiga aquí, se llama Helena, me ha pedido que hoy sea especialmente amable con
todos, pues no pueden sospechar nuestro plan. Pensamos fugarnos, acabar con
esto. Acaba de entrar un hombre, al que no conocía, bastante guapo, pero con un
aire a capitalista cabrón engominado que tira para atrás. Apunta todo en una libreta. Su mirada es esa de
quien se cree al otro lado de nuestro esquizofrénico espejo de Alicia. Pero él
esta en nuestro lado.
El sikiatrico es un lugar alejado de la modernista
ciudad de Reus. Construido prácticamente al gusto de Gaudí, por su coetáneo y
discípulo Pere Doménech i Roura y su padre Dómenech i Montaner (amigo personal
suyo) Se trata solo enfermos de posibles; empresarios, periodistas,
letrados...
Es el caso de mi tío, un afamado abogado. Mi tío
debe haber notado mi presencia. Lo presiento desde aquí, y saboreo como si le
estuviera viendo, el espeso humo de sus habanos cubanos. Siempre fumando sus preciados farias. En
ocasiones sacaba su pipa y tragaba el tabaco negro con arte o porte de viejo
marques. MI
tío sigue ejerciendo, pero casi de forma simbólica,
de vez en cuando le piden su consejo. Mi
familia se desatendió hace tiempo de este viejo que huele a pis contenido y a
papilla de bebe, alegando su inestabilidad emocional. En realidad, a mi
parecer, esa inestabilidad es lógica si has vivido 2 guerras, se ha muerto tu
mujer y te alimentas de nostalgia. Se ahorraron el asilo. Este abuelo nos puede
vivir cien años y es más económico tenerle un tiempo aquí, que pagar mes a mes
una residencia.
El hospital clínico Pere Mata para enfermos mentales
de la ciudad de Reus amanece con el primer destello del sol. Esta institución
tiene su origen en 1898, en plena decadencia del 98 y crisis cultural. Cuando
el desastre del 98.
La puerta se entreabre, y huele a cerrado, a siglos
atrás. Las modernistas ventanas exhalan un aroma a podrido y al acercarme a
ellas compruebo que están rotas. Un cuco se posa sobre un cristal, hiriéndose
la pata Debe ser un cuco algo autodestructivo, como todos aquí. Es el último
vuelo sobre el nido del cuco, me río de mi ocurrencia. Un aullido de lobo y la
luna escondiéndose envuelven la oscura estancia. Estoy a 2 velas, no, a 3.
Vuelvo a reírme. Para que se hagan una idea de mi sentido del humor; mi risa se
parece mucho a la de Aznar y mis chistes a los de Tony Blair. Estoy solo, y
solo escucho el último gemido del pobre pájaro. Al fin el desdichado muere y se
escucha un grito, un grito humano y agudo. Ahora escucho de todo, una risa de
mujer que estremece y pasos en la escalera. Realmente hace frío y como un
cuchillo helado, esta oscuridad se me clava en la espalda. El aire sabe amargo, saboreo la tensión del
ambiente. Ummm. Baja una enfermera y me
tranquiliza, huele a chanel nº 5 y su mano, al besarla, exhala un perfume
antiguo, que remonta a los tiempos de la fiebre D´or catalana.
Subo las escaleras lentamente. Me paro cada poco,
pienso que lo del pájaro solo ha podido ser una alucinación ¿Y los ruidos? ¿Y
la risa? Me he pasado la vida leyendo a BlamStocker una y otra vez.
Encendía la luz bajo las sabanas de mi cama y allí
me enfrascaba de nuevo, por enésima vez, en la lectura de Dracula.
Quizá solo sea miedo a enfrentarme a mi tío, el
abogado licántropo que con la luna se convierte en lobo, demonizado por
toda mi familia. Asciendo por la
escalinata podrida, rota, sustentada por viejas y carcomidas maderas
descoloridas, de tacto grueso y macizo, acompañado de la omnipresente enfermera
que no me quita ojo de encima. La enfermera se muestra bastante borde. Una de
tantas antipáticas que ni siquiera me dedican una sonrisa. Rutinaria,
profesional. Los internos reciben vistas
diariamente. Tanto tiempo rodeada de pacientes la han desprendido de las buenas
maneras y la simple empatía. ¡Ni un gesto sonriente hacía quien visita sus
instalaciones! Una de esas ásperas y esquivas mujeres estrechas, que sin
embargo tienen las manos suaves, y la voz cálida. Y ese pelo perfumado que se
recogen en moño.
Me he quedado mirándola como un bobo, y hemos
llegado al baño. Un minúsculo cubículo con ventanas abiertas, a la vista de
todos. Allí esta mi tío, observado, rodeado y quizá estudiado (Como una cobaya
de experimentación social) por un séquito de prepotentes enfermeros. Mira para
abajo con resignación y resentimiento, arrugado, viejo, cansado y oliendo a
mierda. Saborea como un bebe su dedo meñique mientras lee una revista. - Pero Eso es un crimen ¿Y su intimidad? Cállate
Ideo- me grita la enfermera apática, que hasta ese momento no me ha dirigido la
palabra- y vuelve a tu celda, hoy cenaremos a las 8.
----------------------Los recuerdos de Odei se
desfiguran en el cristal de la ventana del siquiátrico.
DIARIO DEL
TIO DE ODEI
Los recuerdos
se resbalan vagos, dolorosos y nostálgicos surcando como ríos, regando
enredaderas por el marco de la ventana. El cristal se empaña cada Mayo de
sombras, de gotas de lluvia, lágrimas celestes contenidas durante años. Y los
que les quedan. Odei y Helena son tan jóvenes... No saben lo que es llevar aquí
toda tu vida, como yo. Quizá no les queden tantos Mayos de nostalgia, porque
con el tiempo la “morriña”, los recuerdos y los deseos de huir desaparecen, y
en su lugar empiezas a valorar la tranquilidad, el paisaje, como yo. Todo su
pasado dejará de existir, difuminado en imperceptible vapor. Se te olvida el
lenguaje de las flores. Yo procuro no olvidarlo, y cada mañana le hablo a las
rosas del jardín. Todos creen que estoy loco, pero al fin y al cabo, que importa
ya lo crean o dejen de creer. Si quisiera, podría haberme despedido hace tiempo
de las tardes de nihilismo y tertulia, pero no tengo a donde ir. Mi familia
deniega de mí y me siento adolescente perdido, naufrago. A mis sesenta años no
he encontrado otra compañía que ecuatorianas que me atienden y administran mis
medicamentos.
Mi mujer es
la sombra q se esconde cuando la enfermera me cierra la puerta y que atormenta
mis noches en vela. Pero solo es eso; sombra que me invade las pesadillas.
Ahora al menos tengo aquí a mi sobrina; sabía que tarde o temprano lo
ingresarían. Mi familia, la sociedad es así con el que se sale de la
normalidad. Aun lo recuerdo abrazado a mi, las pocas veces que me dejaban tocar
al bebe regordete.Se resbalaba gelatinoso entre mis macilentos brazos, mas
acostumbrados a sustentar la pluma de firmar actas, que a acunar bebes. Yo ya
sabía que iba a vivir mi infancia de niño triste repetida en el eterno retorno.
Su edad es la más peligrosa para la salud mental, al contrario de lo que se
cree. A los viejos se nos va la cabeza más de lo debido, cierto, pero en la
adolescencia empieza la autentica esquizofrenia. Siempre había sido callado,
más bien taciturno.
Cuando mi
hermana se divorció y la llevo al internado ingles aquel, ya no pudo más.
Siempre había sido una excelente alumna, pero dejó de prestar atención a las
clases y a la vida. Cuando quisieron darse cuenta había confundido a la
directora con Melusina, una bruja de las leyendas celtas. Tiraron del hilo y
salieron todos los años que había pasado invisible, leyendo, muda. Llaman a la
puerta, he de dejar de escribir porque necesitan limpiar la habitación. Quizá
mañana encuentre un hueco para seguir este diario. Por cierto, mañana habrá dos
pacientes menos. Echaré de menos a Odei y a la otra, a Helena, lograrán huir,
como las golondrinas que me abandonan todos los veranos y todos los Mayos
floridos del 68 o del 98.
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