Primero-) Hamlet era para los del 98 el
paradigma del intelectual pre- ocupado que ellos oponían a los que simplemente estaban
ocupados. Es la eterna duda
contradictoria en el “mar de dudas” de Ortega.
Es el icono más claro del hombre reflexivo o filosofo. (Segismundo es el Hamlet español) Segundo. Estoy enamorado de Hamlet.
Hamlet es todo lo que decía el maestro Ortega y mucho más. A este príncipe
danés lo han encarnado mil actores (el mejor sin duda: Kenneth Branagh). Hamlet no soporta a su madre fría y esquiva
ni a su viejo padrastro: autoritario, tiránico, kafkiano. Su verdadero padre pulula por el sombrío y
apenumbrado castillo de Elsinor y acabamos cogiendo cariño al fantasma del
padre... al fantasma de Hamlet. ¿Hamlet es el fantasma o son sus fantasmas? Su
principal fantasma es la muerte y de ella se enamora este “muerto en
vida”. Hamlet “juega a hacerse el loco”
para revolucionar desde arriba el castillo de Elsinor. Hamlet es un niño triste
de taciturna mirada y calavera corroída en las dudas existenciales. Hamlet ante el vacío de la muerte se queda
sin “palabras, palabras, palabras”. Al
pobre Horacio lo tiene frito de lamentos existenciales. Hamlet prefiere
acariciar la calavera de ese bufón cortesano de Yostick a acariciarle un pecho
a su Ofelia. Y esto es lo que le hace más existencialista que vitalista, y más
humano que los demás. Ese bufón que antes reía... ¡ahora esta muerto! Y ¿acaso
no era para Shakespeare un bufón quien cuenta esta vida llena de ruido, furia y
Nada? Hamlet es la sed de venganza, el
soñador entre dormidos, la mascara del loco y del payaso triste...
Es el
mejor clow del teatro de la vida. Él no quiere tener rol ni mascara como esos
hipócritas cortesanos pero al final escoge la mascara del loco, siendo el más
cuerdo de todo ese castillo. Ofelia
acaba loca por contagio de la locura de Hamlet, ahogada entre petunias. Aún la
oímos en el lago de las Ninfas y Nereidas delirando melancolía.
Y de mientras, asistimos a
la decadencia de un reino. La caída de un mundo. Un duelo de esgrima y ajedrez.
Un monologo que al leerlo nosotros se hace dialogo, un fantasma que en nosotros
toma vida. Hamlet es tan eterno adolescente como Peter Pan se nos ha quedado
niño. Hamlet es un drama histórico, una
novela sicológica con Edipo freudiano, una calaverada barroca y romántica, una
obra de castillo tenebroso y muchas lecturas más que nunca acaban. La libertad creativa de Shakespeare (que
enterró las normas bajo siete llaves como nuestro Lope) sólo tiene un epíteto;
G- E- N- I-A-L. Por todo ello, sí no lo
habéis leído este libro...hacerlo cuanto antes, y que el mal olor de Dinamarca
nos acompañe en nuestra romántica incursión por este cementerio tan lleno de
vida. ¡mucha mierda! que dicen los teatreros
Es misógino con las mujeres,
porque su madre vuelve a casarse. Han pasado dos meses y el lecho donde yacía
su padre con ella, se pervierte del hedor del hermano traidor. No la perdonará
nunca su falta, su pecado. Y paga ese dolor con al pobre Ofelia. Demasiado
inocente, niña boba, mujer objeto... o ¿También fingía su locura? Es el primer
amor, el de toda la vida, juntos desde la infancia. Pero como a Romeo y
Julieta; sus familias, su condición de príncipe de Dinamarca, los demás, no les
permiten consumar su amor. Ofelia al principio me parecía superficial y ñoña.
Burlándose de la locura de Hamlet, conspirando contra él, pero creo que estaba
preocupada por como su compañero se envolvía de desengaño nihilista, mientras
ella seguía en su piel de niña ilusa. Y después cuando enloquece, en realidad
no hace más que resistirse a crecer, como una eterna Wendy que cuidaba de su
padre y de Hamlet. Y Hamlet por su parte es el Peter Pan al que roban su
infancia.
Para mi Ofelia y Hamlet no
estaban locos, eran los únicos que llenaban de música, flores(la obsesión de
Ofelia), Teatro(la obsesión de Hamlet) y filosofía o preguntas tras la muerte,
el desolado reino de Dinamarca. Un reino en decadencia, en pleno declive. Un
reino dividido, en plena revolución, que asiste al fin de su pasado de gran
potencia y ve como muere su rey Hamlet en manos de un vil villano (Porque el
pueblo no es tonto) y como el taciturno y melancólico Hamlet entra en un estado
de apatía.
Por eso abrazan a Laertes
como héroe nacional y nuevo rey, ante una corte conspiradora, pérfida, más
preocupada de sus intrigas y tramas que de ellos. Un reino que ve como mueren
las damas castas en el lago de las Náyades y las ninfas, y como se pelean por
ella(Amor) y por sus padres (pasado) los jóvenes príncipes Laertes y Hamlet en
ese juego de esgrima, que es la vida.
Un pueblo desunido es un
pueblo vencido, por eso la obra nos sorprende con un final tan trágico, en que
triunfan los soldados noruegos, a los que creían vencidos, pero que no
pretendían pasar por sus tierras para conquistar Polonia, sino invadirlos a
ellos. Así mueren todos, de forma absurda y a la vez heroica. Pasean el
moribundo cuerpo del herido príncipe encantado, para siempre.
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