Recuerdo
el primer día que conocí a Carlos “duque de Marzana” que a pesar de su título
nobiliario siempre nos está con lo del individuo ciudadano… por entonces acababa
de dejar las clases de teatro ante la imposibilidad de compaginar ambos
talleres; el de teatro y el literario- filosófico. Por entonces no sabía que
había dado clases en la Complutense ni que era discípulo directo del filósofo
Agustín García Calvo. Yo conocía a García Calvo no por su brillante filosofía
sino por algunas anécdotas dispersas; Sabía que estaba metido en lo del 15-m y
los movimientos estudiantiles de Madrid. También sabía que había muerto
recientemente, en 2012. Y sabía que este premio Nacional de las Letras
veraneaba en mi pueblo de Zamora, en Granja de Moreruela (conocida por
establecerse allí el primer monasterio del Cister). Las malas lenguas del
pueblo decían que se iluminaba con velas para ahorrarse la energía eléctrica. Pero
vayamos a las clases, originales y eruditas, de Carlos de Agustín y sobre todo al lugar donde las imparte…
Carlos
de Agustín se ha ofrecido a dar una serie de clases de filosofía y literatura por amor al humanismo,
pero también de cine y arte, y las hemos llamado en Norai “entre líneas”. Norai
es una organización sin ánimo de lucro de la calle Bailen. Tan sin ánimo de
lucro que no sabemos cómo pueden funcionar, de dónde sacan el dinero para pagar
el local, la luz, a los profesores… algunos de sus miembros son religiosos y el
título de Norai viene por esas amarras que se ponen en los barcos y se llaman norais,
ya que Norai pretende ser ese ancla que nos enraíce en la tierra del puerto de nuestra
Libertad. Cuando hayamos perdido nuestra orientación (cuando hayamos “perdido
el Norte”, como se dice vulgarmente) aquí encontraremos una brújula en nuestro
naufragio vital. Al entrar este local sorprende la cantidad de libros que hay
en sus estanterías. Libros que la gente regala o dona y que te puedes llevar si
quieres, sin pagar, sin tener que devolverlo, por la cara, avisando simplemente
de que te lo llevas. Y lo sorprendente es que llegan muchas más cajas de libros
que los libros que la gente se lleva. la gente se desprende de los libros, demasiadas historias que necesitan ser oídas y no lo son. que pena cuando un libro se tira al container. Norai además de libros gratis ofrece
talleres gratis de teatro, de filosofía (siguen dando a Kinkegaard) , de dibujo
y pintura, un cine fórum, pisos baratos en la parte de arriba…
Carlos
ama los libros con los que uno no pierde el tiempo sino que lo gana, o dicho
capitalista mente: lo invierte. Él nos hablará cada jueves alterno del mes de los
libros alejados de los escaparates, pues los comerciales ya los conocemos todos. Nos habló el primer día de Patrik Modiano, autor francés, Nobel, cuyo discurso literario gira sobre el
recuerdo, el significado del pasado y el tiempo histórico.
Casi todos los
libros hablan de eso, del tiempo concreto y del tiempo abstracto, del tiempo metafísico.
El pasado que hace nuestro presente y nos permite soñar o anhelar, lo que no va
a ser pero nos hubiera gustado que fuera. Quién iba a decirle a Carlos que
volvería a la calle Bailén donde nació y discurrió su infancia para dar
talleres de filosofía. 20 años después se encuentra con esta tienda llena de
melancolía que también habla del paso del tiempo, y de la magdalena de Proust. El
humanismo, la filosofía, es ese anhelo de permanecer, de que las cosas no se
marchen ni marchiten ni mueran, de “pasar a la historia”. El paso del tiempo. Entre
los libros preferidos de Carlos nos confesó que estaba la obra de Sartre y
Camus, Unamuno, Baroja con sus pesimismos e idealismos alemanes. Y es que la
literatura es, como decía Baroja; un saco roto donde todo cabe. ¡Viva la anarquía,
viva la literatura! En la ficción todo está permitido.
Dime
que libro lees y te diré quién eres. ¿por qué nos gusta un personaje y no
otro? ¿por qué nos identificamos con
ellos como si fueran personajes reales, de carne y hueso? Madam Bobary soy yo,
dijo Flaubert. Somos todos. Se puede jugar a sicoanalizar al lector según los
personajes que elija. La Montaña Mágica, por ejemplo, nos habla de un balneario
de locos. Nos sentamos en el diván y confesamos que por momentos hemos sido la Lolita de Nabokov o la tía Tula. La una ninfómana y la otra frígida. El siquiatra
en seguida nos devolverá a la realidad, tú ya sabes que no eres Terenci Moix y
que cuando bebes no sientes un “click” como en la gata sobre el tejado de cinc.
Todo eso es fantasía y tú no eres Napoleón. Pero la literatura nos permite poder
sentirnos Napoleón sin que nos llamen locos. La literatura nos permite eso, la introspección
psicológica en el otro para el auto conocimiento de nosotros mismos. ¿qué mejor
terapia que esta? En el balneario de la
Montaña Mágica encontraremos todos los prototipos de personas que vamos a
encontrarnos en la realidad, o podemos dar la vuelta al mundo como Willy Fog sin
movernos de la cama de Proust. Otro libro
que le apasiona es Campos de Castilla de Machado. También nos hablará de la metáfora
de matar a la ballena en Movy Dick, matar al padre, o seguir el lado oscuro de nuestra naturaleza salvaje a domar o de los dos picaros Bouvard y Pecuhet, dos
pillos sin conocimiento de nada que se auto nombran ingenieros de camino para
ser algo en la vida.
La literatura
es una forma de vida. Desde luego se escribe con palabras y no con ideas, pero
lo mágico es que podemos imaginar simplemente leyendo una cadena verbal de
palabras. Algo del olor de la rosa real y referente nos acompaña cuando nombramos la palabra o el nombre de la rosa. collige rosas virgen antes de que se marchiten, vive el momento. el nominalismo escolástico creyó a la palabra más importante que la realidad a la que nombraba. y el idealismo platónico también.
Carlos nos ha hablado de las vanguardias literarias y de la noveau roman, la nueva forma de escribir. El estilo literario ha cambiado y de aquellas narraciones omniscientes de Tolstoi o Dostoyesky, en las que parecía ser Dios el narrador, hemos pasado a sugerir mas que mostrar, a insinuar más que decir. Y esto lo hemos conseguido sustituyendo aquella tercera persona cuasi divina por la primera persona, por el monologo interior, el personaje confesional de las novelas actuales. Es el lenguaje el protagonista de la novela pues al comienzo fue el verbo, pero el verbo solo se produce si hay una lengua, un ser humano, la existencia es antes que la esencia o idea. De aquella novela europea descriptiva y detallista hemos pasado a la modesta recreación de sentidos e ideas, o sentimientos (sentidos de la mente que siempre miente) Carlos habló de Margarita Duras y el amante, de Francoise Sagan y su Bonyour Tristesse, y de otras pertenecientes a la nueva narrativa.
Pero la literatura enseguida se nos queda corta y Carlos habla del cine, de la nouvelle vague de los 70, o la nueva ola con Trufault o o Fassblinder. Del cine neorrealista de Mastrioniani, Felini, Roselini, Visconti, Vitorio de Sica o Benigni. De los maravillosos diálogos del cine de Holiwood que tan bien analizó Terenci en sus inmortales del cine. El lenguaje del cine es el lenguaje del dialogo y la imagen y también del silencio. A veces es mas importante el paisaje de la ventanilla del coche que lo que nos dice el taxista. A finales de siglo surgieron nuevas formas de narrar, en formatos digitales multimedia, y parece que la literatura fenece pero todo lo contrario, nunca ha habido tantas historias para contar como ahora, se han roto las barreras del tiempo y el espacio con internet y todo nuevo hay bajo el sol. En la Colmena hay unos 100 personajes, cada uno con su propia historia que contar. Las historias siguen, la imaginación y el sentir humano sigue, lo único que cambia es el lenguaje y las nuevas formas de contarlo. La novela de ahora está hecha de palabras de la calle, del pensamiento y el dialogo, a veces hasta sin puntos de puntuación y verso libre, nunca ha fluido tan rápido el lenguaje como ahora. Nos hemos librado de sus encorsetamientos aunque nos guste encasillar los géneros. El lenguaje fluye dinámico en un movimiento vertiginoso que jamás soñaron los futuristas. El lenguaje corre tan veloz como el fotograma del cine o el bit de internet.
Carlos nos ha hablado de las vanguardias literarias y de la noveau roman, la nueva forma de escribir. El estilo literario ha cambiado y de aquellas narraciones omniscientes de Tolstoi o Dostoyesky, en las que parecía ser Dios el narrador, hemos pasado a sugerir mas que mostrar, a insinuar más que decir. Y esto lo hemos conseguido sustituyendo aquella tercera persona cuasi divina por la primera persona, por el monologo interior, el personaje confesional de las novelas actuales. Es el lenguaje el protagonista de la novela pues al comienzo fue el verbo, pero el verbo solo se produce si hay una lengua, un ser humano, la existencia es antes que la esencia o idea. De aquella novela europea descriptiva y detallista hemos pasado a la modesta recreación de sentidos e ideas, o sentimientos (sentidos de la mente que siempre miente) Carlos habló de Margarita Duras y el amante, de Francoise Sagan y su Bonyour Tristesse, y de otras pertenecientes a la nueva narrativa.
Pero la literatura enseguida se nos queda corta y Carlos habla del cine, de la nouvelle vague de los 70, o la nueva ola con Trufault o o Fassblinder. Del cine neorrealista de Mastrioniani, Felini, Roselini, Visconti, Vitorio de Sica o Benigni. De los maravillosos diálogos del cine de Holiwood que tan bien analizó Terenci en sus inmortales del cine. El lenguaje del cine es el lenguaje del dialogo y la imagen y también del silencio. A veces es mas importante el paisaje de la ventanilla del coche que lo que nos dice el taxista. A finales de siglo surgieron nuevas formas de narrar, en formatos digitales multimedia, y parece que la literatura fenece pero todo lo contrario, nunca ha habido tantas historias para contar como ahora, se han roto las barreras del tiempo y el espacio con internet y todo nuevo hay bajo el sol. En la Colmena hay unos 100 personajes, cada uno con su propia historia que contar. Las historias siguen, la imaginación y el sentir humano sigue, lo único que cambia es el lenguaje y las nuevas formas de contarlo. La novela de ahora está hecha de palabras de la calle, del pensamiento y el dialogo, a veces hasta sin puntos de puntuación y verso libre, nunca ha fluido tan rápido el lenguaje como ahora. Nos hemos librado de sus encorsetamientos aunque nos guste encasillar los géneros. El lenguaje fluye dinámico en un movimiento vertiginoso que jamás soñaron los futuristas. El lenguaje corre tan veloz como el fotograma del cine o el bit de internet.
La autopista
del conocimiento va a mil por hora. El problema de nuevo no es el coche, el
canal, sino quién lo conduce. Por eso el individuo ciudadano debe ser sujeto y
no objeto. El individuo ciudadano ha de conducir ese auriga alocada de Platón
que intenta domar los corceles de la Irascibilidad (Tanatos) y la
concuscibilidad (eros) Los presocráticos
se sienten objeto del mundo y son los griegos los que dicen que somos sujetos,
Logos, Racionales. Luego llegan los medievales a imponernos de nuevo el Objeto,
llamado Dios, llamado Escolástica. El giro cartesiano, Descartes, el
renacimiento, nos vuelve a decir, como Protágoras o Demócrito que el hombre es
la medida del mundo. Pero llega el barroco, la contra reforma, a volver a
imponernos a Dios y al Objeto. Y de nuevo la ilustración y el romanticismo, con
Kant o Nietzsche, a decirnos que primero es el hombre concreto y luego su
filosofía. Y ahí seguimos, debatidos entre el logos y el mitos, entre lo ideal
y lo material, entre Platón señalando el cielo y Aristóteles la tierra, en esta eterna lucha de
contrarios y eterno retorno, en este pensamiento dualístico que nos hace sufrir porque su
ecuación es irrealizable. Jamás resolveremos la contradicción, hemos de
rendirnos a la ambivalencia. no lograremos la síntesis de la tesis y su antítesis pues ni existe el absoluto ni la nada, sólo la dialéctica ambivalente. Nuestra posmodernidad
intenta envolvernos en el Mitos y Re encantamiento del Mundo, en el objeto llamado Sistema, pero nosotros nos rebelamos siendo ni malos ni buenos pensantes sino libre pensadores, críticos. Cuando
el individuo se hace protagonista, revindica sus derechos, empieza su condena a
la libertad, su mayoría de edad. Somos mayorcitos para creer en un Dios o en Papá Estado que nos solucione todo. Sabemos que somos nosotros quienes inventamos a Dios porque le necesitamos (y no Dios a nosotros). sabemos que la Cultura y Civilización es un invento erguido sobre la Naturaleza. Es esa ecuación entre Dios, la cultura y nuestra naturaleza, como vio Ernesto Cardenal o teorías psicoanalíticas de Jung, Lacan, Freud, la trinidad aristotélica y de Tomas de Aquino etc. la trinidad tambien presente en Hegel en la sintexis de su dialéctica tesis antitesis. (2 se hacen 1 pero en realidad ya son 3. Padre. Hijo. Espíritu Santo o si no creemos en Dios; Apolo. Dionisios. Prometeo) Levantemos
el dedo en clase para protestar o digamos, como el niño de Andersen, que el
emperador va desnudo. nosotros tenemos libertad de verle desnudo o vestido.
La literatura
por ello no es una perdida de tiempo sino lo contrario; es recuperar el tiempo
perdido, el jardín perdido de nuestra infancia, el "niño interior", el edén de Adán, el paraíso en la tierra tras la lucha de contrarios o la nueva aurora tras el eterno retorno. La literatura nos permite inmortalizar un momento de la vida en que
fuimos felices o tristes y a diferencia de una falla valenciana, la literatura
permanece. Más allá de la muerte. Y el personaje más allá de su creador. El lector
es la persona más libre interiormente que conozco porque posee el arma
revolucionaria de su imaginación. ¡al poder!
No podemos atrapar el tiempo, ese es el drama, que se escapa más rápido que el conejo con levita blanca y reloj surrealista y daliniano de Alicia. la relatividad del tiempo de Eistein, la teoría darwinista de la evolución de especies y la lucha por la vida, la voluntad de poder en Shopenhauer o Nietzsche, la cosmovisión del big bang o el universo infinito y los agujeros negros de Stefeen Hakins. podemos encontrar mitos en el psicoanálisis, en la teoría imaginista de los físicos, en la literatura o en el arte. Es el drama de Peter Pan, del retrato de Dorian Gray; el tiempo pasa, nosotros morimos, y desearíamos que el tiempo se estancara, permaneciera, y nosotros siempre niños malcriados, ósea escritores. Ya decía Machado que lo nuestro es pasar, pasar por la vida. Pero dejando recuerdo, estelas sobre la mar, huellos en la arena. Hemos de conquistar el tiempo presente que es también el pasado, que es nuestro futuro, hacerlo eterno, atemporal.
No podemos atrapar el tiempo, ese es el drama, que se escapa más rápido que el conejo con levita blanca y reloj surrealista y daliniano de Alicia. la relatividad del tiempo de Eistein, la teoría darwinista de la evolución de especies y la lucha por la vida, la voluntad de poder en Shopenhauer o Nietzsche, la cosmovisión del big bang o el universo infinito y los agujeros negros de Stefeen Hakins. podemos encontrar mitos en el psicoanálisis, en la teoría imaginista de los físicos, en la literatura o en el arte. Es el drama de Peter Pan, del retrato de Dorian Gray; el tiempo pasa, nosotros morimos, y desearíamos que el tiempo se estancara, permaneciera, y nosotros siempre niños malcriados, ósea escritores. Ya decía Machado que lo nuestro es pasar, pasar por la vida. Pero dejando recuerdo, estelas sobre la mar, huellos en la arena. Hemos de conquistar el tiempo presente que es también el pasado, que es nuestro futuro, hacerlo eterno, atemporal.
Tenemos
criterio para elegir nuestros libros y de construirlos, verlos en su contexto y
conociendo esta filosofía de la historia entendemos el presente revolucionario.
Todo el romanticismo alemán nos hablaba de algo tan sencillo e inabarcable como
es la vida concreta. "Rindámonos" ante los clásicos y cojamos entre comillas los
modernos. En nuestra estantería mágica caben libros sagrados y profanos, ¿Qué
más da si tienen forma de papel o tecnológica? Con Nada de Laforet entendemos
el drama de la posguerra o con la Colmena antes citada. Con Auster aprenderemos
las calles de Nueva York. Seremos hijos de la ira o personajes secundarios.
En Tarde
vacía, horas muertas Agustín García Calvo nos habla del recuerdo, de nuevo. Hacer claro lo oscuro de la memoria,
esclarecer ese momento pero oscurecerlo con la fantasía, que feliz fui… siempre recordamos más
lo positivo aunque lo recordamos cuando estamos tristes. La calle del 2 de mayo
donde nació Carlos, donde pasó su infancia. Si vas al mirador veras el norte. Y jugaremos con el
recuerdo. Llegar al Nirvana de eliminar lo feo y quedarnos con la felicidad, y
ese es el sentido vital, esos momentos felices del dios de las pequeñas cosas. Pero felices con conciencia. No
con la felicidad de un primitivo salvaje que no puede saborear su dicha. Lo que
nos da miedo de la muerte no es perder el cuerpo sino perder la conciencia. El estigma de Caín de Hesse, la manzana podrida y envenenada de Adán, el pacto en que Fausto pierde su alma al elegir entre el árbol de la ciencia o el de la vida.
Garcia
Calvo decía que la realidad que nos venden como real no es la nuestra sino
impuesta. Siendo nosotros conductores del carro celeste, seres de racionalidad autónoma
y no heterónoma, elegiremos nosotros la realidad. Una libertad más allá de
cambiar de cadena con el mando a distancia como autómatas. Nosotros no nos
conocemos, sólo sabemos que nada sabemos. Pero la gracia está en intentarlo. En
el viaje hasta la Nada encuentras la belleza del Todo pues lo importante es el
camino y no la meta de llegada. El mar de Itaca de Kavafis. La literatura, el
auto conocimiento, es un espejo, donde me veo, donde te veo, donde ya no vemos
nada. Un espejo pero de esos deformantes, siempre vemos lo que queremos ver,
más gordos, más delgados. El espejismo de ser nosotros mismos y no dejarnos
llevar por el conductor de los medios de comunicación. Seamos ciudadanos las 24
horas del día y no sólo en los anuncios del Conquistador del Fin del Mundo. Titulo
ya de por sí apocalíptico y poco integrado.
Ser nosotros, sujetos, para no ser objetos, objetivos, objetivables,
alienados, enajenados, al ajillo- ados como ante un plato de marmitako.
Cuando
nos alienan, el ciudadano (sujeto Subjeto, Único) se convierte en absoluto, abstracción
Estado, Nación, Gobierno, Dios, Sistema. y no en individualismo. Pasamos de la fragmentacion de miles de identidades a la unicidad, la unicidad de un país absolutista, de la divergencia a la unicidad que es lo contrario a la individualidad. de la diferance de Derrida a la homogeneidad del pensamiento único. El paro ha bajado 4500 personas. Ese incremento
del 4 ya no son 4 personas concretas sino un número, objetivo sí, una cifra. ¡Hablamos
de seres humanos y no de audiencia o target potencial en el reality de Gran Hermano! Cada realidad individual
humana es irrepetible y única. Vivimos en un mundo de libros de autoayuda en
ebook. Hemos perdido la experiencia de escribir en grupo como los surrealistas,
contra todo, como los dadaístas o de ir al café gijón y al ateneo de Madrid. Escribimos
independientes, solitarios, y sin embargo globalizados, miméticos, escribiendo un pensamiento único dictado por
los medios. Con las nuevas tecnologías podemos
tener en casa todos los cuadros de una exposición en Nueva York y sin embargo
perdemos el tiempo en chats hablando con otros naufragados o escribiendo
comentarios tontos, dispersos, pensamientos débiles en un grupo de titer o Facebook. Dios se ha sustituido por el Sistema de la
Red. El problema no es el arma sino quien la empuña, ya lo advertía Eistein. El problema no son las
nuevas tecnologías, sino de nuevo el ser humano. El tiempo siempre ha sido una nebulosa, y la
realidad virtual de las pantallas siempre ha estado pues la ficción es tan
antigua como el hombre y su necesidad innata de trascender. Cualquiera escribe,
pocos leen, es tal la necesidad de expresarnos, por eso hay miles de cajas de libros en Norai que nadie leerá nunca… como náufragos, incomunicados en la era de la comunicación. Sobre informados en el
mar de dudas y circunstancias del pre ocupado Ortega. Y a veces
encontramos en el amigo, compañero y camarada, ese norai, o mano amiga para
agarrarnos y no hundirnos. La libertad es un mar inmenso que da miedo, claro,
gritamos a Dios unas cadenas, o una mano de apoyo. La libertad no es
relativismo, es ambivalencia. Internet es ambivalente, podemos bucear en un
museo virtual o ver páginas porno. Hay que elegir, la libertad es condena. El mundo
anterior se ha destruido y surge otro. La
literatura no muere, se regenera, la literatura se reencarna. Aunque quiten la asignatura de filosofía y letras,
la filosofía no puede morir, es el estigma de Caín y la manzana de Adán.
En
tiempos de progreso tecnológico el humanismo molesta y estorba, la sociedad del
capitalismo convierte al hombre salvaje en alienado sin pasar por el paso
intermedio que es el ser libre. Este es el sentido que tiene la ética o la educación
ciudadana, una forma de revelarlos a las estructuras de poder impuestas desde
fuera. Las estructuras ahora se llaman ciber espacio, galaxia Gutemberg,
simplemente ha cambiado el tamaño, pero la biblioteca de Alejandría sigue en
pie. Carlos nos habla de profetas de otros tiempos como Nietzsche o Mc Luhan,
las distopias de Huxley o Orwell o Kafka que se han convertido precisamente en
lo que tanto temían convertirse, en realidades. Mc Luhan hablaba de la Galaxia
Marconi, con la radio, y las maquinas de escribir. Ahora con el correo hablamos
de la sociedad Bill Gates o Steve Jobs. Muchos medios, muchos canales, muchos
mesenger y canales de contactos, pero los mismos emisores y receptores, los
mismos ahogados en el mar blanco de la pantalla de ordenador. En la nube. En las ventanas de Macintosh. En la
ficción. En el espejo. Solo pensemos que
Bill Gates, el creador de todo esto, es un Borges leedor de millones de libros.
¿Quién se cree eso de que la literatura ha muerto? Nunca antes ha estado más viva.
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