“La primera regla para desatar la creación en
el Oulipo es la constricción, imponer una limitación final para lograr saldas
creativas, me doy reglas para ser totalmente libro”. Raymond Queneau.
Raymond Queneau nace en el Havre,
en el norte de Francia, en 1903. Murió en París en el 76. A los 57 años crea el
grupo de Oulipo, en el 60. Es un escritor peculiar y poliédrico. Su interés fue
explorar los recursos ilimitados que ofrece el lenguaje desde una absoluta
libertad. Estudió filosofía en la Sorbona. Le interesa el juego verbal, la
ruptura con la tradición y las normas establecidas, la innovación a través de
rehacer el lenguaje. Le interesa la polisemia, los múltiples significados, la
misma palabra se dice en diferentes sonidos. Hace juegos fonéticos, de sonido.
En francés el campo está más abierto que en castellano. Hay cosas distintas que
se dicen con sonidos parecidos. Es creador a través del lenguaje. Es proclive a
crear arcaísmos neologismos palabras inventadas por el. introduce el lenguaje
coloquial de la calle en la literatura, el neo francés. En Francia hay una gran
diferencia entre el lenguaje literario y el coloquial. Se hace uso literario de
términos del lumpen, del argot. Como prueba de ese gusto por los juegos de
palabras una de sus novelas principales se titula chene et chien, ósea roble o
encina y perro. Es su autobiografía novelada donde nos cuenta su vida, pero en
verso. En cuartetos con rimas la primera con la cuarta y la segunda con la
tercera en asonante. Es una restricción más. En castellano no rima y pierde
mucho con la traducción. Usa la fonética, la sonoridad de las palabras. Es
difícilmente traducible.
Otro juego de palabras con que se
definió literaria y humanamente era según sus palabras que en su vida se
debatía “entre lo provisionalmente definitivo y lo definitivamente provisional.
Hace juegos conceptuales, de sonidos, era muy aficionado a ellos. Es
iconoclasta, no un amante de las certezas y seguridades. Entre 1924 y 29
participa en el grupo surrealista, pero salió escarmentado del grupo porque a
diferencia del Oulipo el surrealismo dependía en gran medida del criterio
arbitrario de una persona. André Bretón
era el papa que planteaba si unas cosas eran surrealistas y otras no y muchos
fueron expulsados del movimiento surrealista. Su concepción de la literatura
era más libre que el surrealismo. Viajó a Marruecos, Portugal, Grecia…
Fue amigo de Henry Miller, el novelista norteamericano de los “trópicos”. Trabajó
en el ámbito editorial y periodístico. Trabajó en la editorial Gallimard, principal editorial francesa y fue miembro de
su comité de lectura, decidiendo que publicar y que no. Fue director durante 20
años de la Pléyade, la colección Gallimard
de clásicos franceses. Era una editorial que seguía el canon de la literatura
francesa y él con lo iconoclasta que era, se notaría su mano en la editorial. Pasó
por un periodo de preocupaciones de orden existencial y, por último, fundaría
un lenguaje nuevo y original, que recuerda un poco al de Joyce, del que forman
parte la fantasía, el humor, el argot y el inagotable caudal de
interpretaciones al que conduce la polisemia lingüística. En 1938 comenzó a
colaborar en la Encyclopédie de la Pléiade, cuya edición coordinó
durante 20 años (1955-1975), y en 1951 fue elegido miembro de la Academia
Goncourt.
Escribió letras de canciones para
Juliette Greco. Y fue amigo de Boris Vian, que era trompetista y
amante de los cabarets y el jazz. Hizo guiones para películas, como la muerte
en el jardín de Buñuel. Fue traductor de obras americanas al francés.
Perteneció a un grupo yn tato peculiar y extraño que era la escuela pata física,
creada por Alfred Jarry, dramaturgo y novelista autor de Ubú Rey, a principios
del siglo XX. Es la ciencia de las soluciones imaginarias. A este grupo ha
pertenecido Eugene Ionesco, el autor
del teatro del absurdo o Boris Vian,
Marcel Duchamp, o el pintor Jean Dubuffet.
Es un grupo de artistas variopintos que pretenden potenciar el sacar la pata y
dar la nota con una concepción del arte que no fuera excesivamente pomposa,
seria o académica. En el monográfico de escritores raros lo veremos. Participó
en la resistencia a la ocupación francesa por los nazis y allí conoció a Francis le Lionnais. A pesar de ser
escritor perteneció a la sociedad matemática de Francia pues amaba las matemáticas
tanto como su amigo matemático la literatura.
Escribió novelas policiacas estrambóticas
con el seudónimo femenino de Sally Mara. No era parisino, pero era amante de
París. Colaboro en varios periódicos escribiendo sobre la toponimia, los
lugares, rincones y la historia de París. Y trabajó en la televisión y radio
publica francesa creando programas de arte. Su principal influencia fueron los
tebeos. Escribió un ensayo al que dedicó mucho tiempo, era una investigación
sobre los locos escritores, a veces locos entre comillas. Acabaron siendo
escritores marginales. Había una conexión entre genialidad y locura. El primer
hombre fue un mono que se volvió loco. Escribe la enciclopedia de las ciencias
inexactas. No pudo publicarlo como tal, pero introduce fragmentos de esta obra
en los hijos del limón. No tenia esa idea de escritor como personaje sometido a
las musas, e iluminado por la inspiración, sino que concebía al escritor como
un artesano del lenguaje. Su obra está llena de humor y desmitifica, “es una
saludable cura de adelgazamiento para las pomposas pretensiones de la
literatura que aún se dan”. Sucede hoy mismo esta retórica de la que él huye. “Cuando
afirmo algo la afirmación contraria me parece igualmente necesaria, cuando
termino un articulo me intereso por lo que acabo de negar”. En el fondo de su
obra hay un punto escéptico y pesimista usando el humor y la risa como arma
irreverente. Tiene una visión descreída de la humanidad. La historia es la
ciencia de la desgracia de los seres humanos. Solo hablan de eso. Sin ese
desgarro no habría nada que contar. Lo que importa no es como acaba, si bien o
de forma trágica, sino las aventuras y peligros que les pasan pues toda
narración nace de la desgracia humana.
Le grama (1933), en la que
aparece ya la preocupación lingüística que sería determinante en toda su obra, Encina y perro, del 37, es su
autobiografía en verso rimado. En las dos traducciones en castellano no está
rimado. 100 billones de poemas son
16 sonetos de 14 versos, cada verso tiene una lengüeta que permite hacer combinaciones
y permutaciones. A partir de esos sonetos hay un 10 a la 14, ósea que forman
100 billones de poemas. Se tardan 45 segundos para leer cada soneto y 15 segundos
para la lengüeta. Se necesitarían 190 millones de años para leer todos los
poemas posibles. Sin tener en cuenta los años bisiestos y otras variables
importantes. Le salía el matemático que llevaba dentro. Necesitamos 190
millones de años libres. Se publicó en castellano hace dos años en una edición
bonita y como homenaje. Hay textos sobre el y sus poemas de escritores
españoles y la edición es de pasta dura. Sería un regalo para un cumpleaños y
para todos los que te quedan en tu vida. ¿para qué regalar una biblioteca en e-book?
Mejor este libro.
Ejercicios de estilo es su libro más conocido. Hay una explicación
en el prólogo. No se lo planteó al principio así. Quería escribir lo mismo de
diferentes formas. El fue el primero en usar estos juegos. Investiga en qué es
lo literario. Elige una anécdota tonta y la escribe de 99 formas distintas. Son
ejercicios de estilo. No estan en ninguna sección de literatura en la
biblioteca, sino que se encuentra a veces en la de lingüística o libros de
ejercicios (rubio). En la biblioteca central está el libro, pero no saben donde
está. Lo ha visto varias veces y tenía un ejemplar en su casa, pero lo prestó y
ha volado. A Queneau esto le gustaría. Es un libro inclasificable. No saben ni
donde lo han archivado. No está tampoco en la sección de textos teóricos del
lenguaje en francés ni en lingüística ni en diccionarios. Si quieren vacilar a
la bibliotecaria pregúntale por este libro.
También escribió las flores azules, mi amigo Pierrot del 42 (una falsa novela policiaca en un parque de
atracciones. Con ella rinde homenaje a la retórica clásica. Luego escribe Los hijos del viejo limón en
1938), el perro con mandolina. Es
muy prolífico. Si obra más conocida es Zazie
en el metro escrita en el 59. Tuvo mucho éxito en Francia y Loui Malle un
año después hizo una película sobre el libro. La traducción es de Fernando
Sánchez Dragó y no respeta los diálogos, los tacos ni las palabras coloquiales.
Es el ´único traductor en castellano. La novela está llena de palabras en jerga
y palabrotas. Dragó se ha saltado todos los tacos. Ni siquiera la palabra con
la que empieza se parece a la original. Es la historia de una niña de 12 años,
muy cursi. Todos los personajes son monstruosos y exagerados. La madre ha
ligado con un hombre y le endilga la hija al tío Gabriel. Ella quiere viajar en
metro, pero el metro está en huelga. Conoce a unos personajes peculiares como
son su tío o la mujer de su tío. También escribió pequeña cosmogonía portátil,
un libro portátil sobre la creación del universo y del hombre en verso. Hay
fragmentos traducidos al castellano. El mono y primate se trasformó en hombre y
este luego desintegró el átomo. Te lo dice sin anestesia. Las dos novelas
policiacas son siempre somos demasiados
buenos con las mujeres del 47 o diario
íntimo de Sally Mara del 62. Las dos novelas las firma como Sally y son una
parodia de la novela negra americana. Se puede comprar en librerías y encontrar
en bibliotecas. Nunca fue muy correcto escribiendo. En la traducción se han
perdido muchas cosas. Es una novela picaresca pero enloquecida. Usa un francés
incluso demasiado coloquial. Y juega con el lenguaje de la calle. Su traducción
sería una rescritura pues hay que usar un lenguaje equivalente. El riesgo es
que quede ridículo. Las palabras del argot se usan y luego pasan de moda. Por
eso Dragó optó por hacer algo correcto y neutral. Los tacos se los salta. El
castellano es más rico que el francés en tacos. La primera palabra es quien
coño apesta tanto que se traduce como quien apesta así. También escribe El
vuelo de Ícaro (1975). Entre sus libros de poesía destaca Bucólicas (1947), Pequeña cosmogonía portátil
(1949-1950), de carácter paródico, la recopilación Cien mil millones de poemas (1961) y Moral elemental (1975). Pero la fama literaria de Queneau se
debe, sobre todo, a su obra experimental Ejercicios
de estilo (1947).
EJERCICIOS DE ESTILO:
"En
el transcurso de los años treinta, estuvimos escuchando juntos (Michel Leiris y
yo) en la sala Pleyel un concierto en el que se interpretaba el Arte de la
Fuga. Me acuerdo que lo seguimos muy apasionadamente y que, al salir, nos
dijimos que sería muy interesante hacer algo de ese tipo en el plano literario
(considerando la obra de Bach, no desde el ángulo del contrapunto y fuga, sino
como construcción de una obra por medio de variaciones que proliferaran hasta
el infinito en torno a un tema bastante nimio".
En
efecto, fue acordándome de Bach muy conscientemente como escribí Ejercicios
de Estilo, y muy en especial de esa sesión de la sala Pleyel; pero, ¿era,
seguro, antes de la guerra? En cualquier caso, fue mayo del 42 cuando compuse
los doce primeros (que, además, han quedado como los doce primeros del libro);
pensaba limitarme a eso y titulé este modesto intento Dodecaedro,
porque, como es sabido, ese bello poliedro tiene doce caras. El director de una
revista muy distinguida que aparecía entonces en zona llamada libre mayo del 42
y que me había pedido un «texto», me devolvió el Dodecaedro con aire
consternado, incluso diría con tristeza, como si hubiese querido jugarle una
mala pasada.
Aquello
no me impidió continuar; en agosto del 42, en noviembre del 42, en julio del
44, una docena más se añadió a Dodecaedro. En febrero de 1945, La
Terre n'est pas une vallée de larmes, publicación surrealista y belga
dirigida por Marcel Mariën, publicó nueve de ellos con el título Ejercicios
de Estilo; una nota decía: «El autor piensa, de este modo, "tratar el
mismo asunto". -un incidente real, por lo demás, y trivial- de un
centenar de maneras diferentes. Seguramente esos cien capítulos idénticos en
cuanto al tema no dejarán de provocar, leídos en hilera (sic), algún
efecto en el lector.» Esta nota la había redactado yo, por supuesto.
En
el transcurso de 1945, escribí otros dieciocho que aparecieron en diciembre del
mismo año en Fontaine. En resumidas cuentas, en tres años, había
redactado menos de cincuenta; todo el resto fue liquidado durante el verano de
1946 en Isle-sur-Sorgue. Me detuve en los noventa y nueve, juzgando
satisfactoria la cantidad; ni tanto ni tan calvo: el ideal griego, vaya."
Raymond Queneau, 1963
Notaciones
En
el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de
fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen
estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le
reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de
duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.
Relato
Una
mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un
autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un
personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro
rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de
golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que
subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse
sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.
Vacilaciones
No
sé muy bien dónde ocurría aquello... ¿en una iglesia, en un cubo de la basura,
en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí... pero, ¿qué había allí?
¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor,
y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o
dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su
adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor... más exactamente... por su
juventud, adornada con un largo... ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y
por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí, eso es-, sin
duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó,
concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los
dos adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué?
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué?
Retrógrado
Te
deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en
medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cundo se precipitaba con
avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero
que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado
joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la plataforma de un
S completo aquel mediodía.
Punto
de vista subjetivo
No
estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero
nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me
encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme
la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería
añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi
gorro.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.
Otro
punto de vista subjetivo
Había
hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que
no abundan afortunadamente porque si no, acabaría por matar a uno. Aquél, un
muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto
a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su
sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el
cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora había mucha gente en nuestro la
autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para
hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse cobardemente antes de que
o me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobarlo. También le
hubiera dicho, para fastidiarlo, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba
un botón.
Propaganda
editorial
En
su nueva novela, tratada con el talento que le caracteriza, el célebre novelista
X, a quien debemos ya tantas obras maestras, se ha esmerado en presentar
únicamente personajes muy matizados que se mueven en una atmósfera comprensible
para todos, grandes y chicos. La intriga gira, pues, en torno al encuentro en
un autobús del héroe de esta historia con un personaje bastante enigmático que
se pelea con el primero que llega. En el episodio final, se ve a ese misterioso
individuo escuchando con la mayor atención los consejos de un amigo, modelo de
elegancia. El conjunto produce una sensación encantadora que el novelista X ha
cincelado con notable fortuna.
Ignorancia
Yo,
no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había
gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy
posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una
especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad
como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón
trenzado... ¿y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...
Versos
libres
El
autobús
lleno
el corazón
vacío
el cuello
largo
el cordón
trenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vacío
lleno
el corazón
vacío
el cuello
largo
el cordón
trenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vacío
y
el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vacío
y de un botón.
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vacío
y de un botón.
Amanerado
Eran
los aledaños de un julio meridiano. El sol reinaba con todo su esplendor sobre
el horizonte de múltiples ubres. El asfalto palpitaba dulcemente, exhalando ese
tierno aroma de alquitrán que origina en los cancerosos ideas a la par pueriles
y corrosivas sobre el origen de sus dolencias. Un autobús, de librea verde y
blanca, blasonado con una enigmática S, vino a recoger, junto al parque
Monceau, un pequeño pero agraciado lote de viajeros candidatos a los húmedos
confines de la disolución sudorípara. En la plataforma trasera de esta obra
maestra de la industria automovilística francesa contemporánea, donde se
amontonaban los transbordados como sardinas en lata, un pillastre que frisaba
la treintena y que llevaba, entre un cuello de una longitud cuasi serpentina y
un sombrero cercado por un cordoncillo, una cabeza tan sin gracia como plúmbea,
alzó la voz para lamentarse, con amargura no fingida y que parecía emanar de un
frasco de genciana, o de cualquier otro líquido de propiedades semejantes, de
un fenómeno consistente en empujones reiterados que, según él, tenían como
causante a un cousuario presente hic et nunc de la S. T. C. R. P. y le dio a su
lamento el tono agrio de un viejo vicario que se hace pellizcar el trasero en
un mingitorio y que, por excepción, no le apetece en absoluto tal delicadeza y
no entra por uvas. Pero, al descubrir un sitio libre, se lanza en pos de él.
Más tarde, cuando el sol había bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada celeste, y cuando de nuevo me hacía vehicular por otro autobús de la misma línea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañía de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilística, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.
Más tarde, cuando el sol había bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada celeste, y cuando de nuevo me hacía vehicular por otro autobús de la misma línea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañía de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilística, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.
Filosófico
Sólo
las grandes ciudades pueden presentar a la espiritualidad fenomenológica las
esencialidades de las coincidencias temporales e improbabilísticas. El filósofo
que sube a veces en la inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S
puede percibir en él con la lucidez de su ojo pineal las apariencias fugitivas
y decoloradas de una conciencia profana afligida por el largo cuello de la
vanidad y por la trenza sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera
entelequia se lanza a veces con el imperativo categórico de su impulso vital y
recriminatorio contra la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal
inapesadumbrado de conciencia. Esta actitud moral arrastra al más incosciente
de los dos hacia una espacialidad vacía donde se descompone en sus átomos
elementales y ganchudos.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado sociológicamente demasiado bajo.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto de abrigo situado sociológicamente demasiado bajo.
Modern
Style
En
un ómnibus, una mañana, hacia mediodía, me fue dado asistir a la pequeña
tragicomedia siguiente. Un petimetre, aquejado de un largo cuello, y, cosa
extraña con un cordoncillo alrededor del bombín (moda que hace furor, pero que
yo repruebo), pretextando de pronto una gran prisa, interpeló a su vecino con
una arrogancia que disimulaba mal un carácter probablemente pusilánime y lo
acusó de pisotearle de forma sistemática sus escarpines de charol cada vez que
subían o bajaban damas o caballeros dirigiéndose a la puerta de Champerret.
Pero el gomoso no aguardó en absoluto una contestación que sin duda le hubiese
llevado al campo del honor y trepó raudo a la imperial donde le esperaba un
sitio libre, pues uno de los ocupantes de nuestro vehículo acababa de posar su
pie sobre el blando asfalto de la calzada de la plaza Pereire.
Dos horas más tarde, al encontrarme sobre la misma imperial, observé al pisaverde del que os acabo de hablar, que parecía disfrutar sobremanera con la conversación de un joven currutaco que le daba consejos superchic sobre la forma de llevar la esclavina en sociedad.
Dos horas más tarde, al encontrarme sobre la misma imperial, observé al pisaverde del que os acabo de hablar, que parecía disfrutar sobremanera con la conversación de un joven currutaco que le daba consejos superchic sobre la forma de llevar la esclavina en sociedad.
Injurioso
Tras
una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús
inmundo infestado por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos
imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibía un güito grotesco
con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo
chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó
largándose a un sitio vado todavía húmedo del sudor de las nalgas de su
anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.
Distingo
Por
la mañana (y no por Ana la maña) viajaba en la plataforma (pero no formaba en
la vieja plata) del autobús (no confundir con el alto obús), y como estaba
llena (no me como esta ballena) la masa chocaba (y no la más achochada). Entonces
un jovencito (y no cito un joven) extravagante (no vago estragante) se dirigió
(aunque no digirió) a un sujeto (pero no atado) pacífico (no Atlántico)
enojándose (no desojándose) porque éste (no Oeste) le pisaba el pie (no le
pispaba el bies).
Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no llovía a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú).
Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no llovía a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú).
Como viene del original francés
no se mantienen los juegos de palabras en todos. “Vi al tonto, no llovía a lo
tonto”. Algunas frases son traídas por los pelos. “Jovencito y no cito a joven.
Dirigió y no digerí”. Incluso entre sus versiones del mismo texto compuso una partitura
musical de una especie de opera o zarzuela. Además de cachondo y divertido era
buen escritor. Le comparan a Joyce por su experimentación con el lenguaje,
aunque a este se le entiende mejor que al irlandés. No es una novela para leer
de principio a fin el Ulises, pero está llena de juegos de palabras y comparten
ese espíritu burlón y juguetón.
Esta es la canción que le
escribió a Juliette Greco; el hombre del tranvía:
EL
HOMBRE DEL TRANVÍA
ESTE
hombre que anda por la noche a lo largo del muelle
A lo
largo del sena entre Asnières y Corbevoie
Este
hombre cuya sombra a cada instante huye
Sigue
su camino derecho y su curvada vía
A
este hombre le duelen los pies – la miseria
Y el
cansancio encorva su espalda
Este
hombre baila en cada uno de sus pasos
Largos
como noches de invierno
Desde
hace una hora el tranvía está detenido
Este
hombre mide los kilómetros
Por
el espesor de sus suelas
Camina
de noche por esta calle
Su
amante una muchacha poco respetable le espera
Tirada
en el arroyo y de crueldad nutrida
Y su
tiempo se mide en su cuarto insaciable
Que
aloja ahora al hombre del tranvía
Por
la mañana con los ojos muy tristes debe huir
Y
volver a tomar el camino hacia el depósito sonoro
Y
mientras la muchacha duerme aún en el catre
Él
suspira qué dulce es sentirse amado.
UN
POEMA ES MUY POCA COSA
UN
poema es muy poca cosa
Apenas
algo más que un ciclón en las Antilla
Que
un tifón en el Mar de la China
Un
temblor de tierra en Formosa
Una
inundación del Yang Tse Kiang
Que
ahoga a cien mil chinos de golpe
Zas
No
eso no da siquiera tema para un poema
Es
muy poca cosa
Nos
divertimos mucho en nuestro pequeño pueblo
Vamos
a edificar una nueva escuela
Vamos
a elegir nuevo alcalde y cambiar los días de mercado
Estamos
en el centro del mundo ahora estamos cerca del río
…………océano
que corroe el horizonte
Un
poema es muy poca cosa.
Es una gozada leer ejercicios de
estilo y más al que le guste escribir. Hay muchos relatos de él en internet,
sin volver tarumbas a las bibliotecarias.
ENCINA
Y PERRO
NOVELA
EN VERSO
(Fragmentos)
YO
nací en El Havre un veintiuno de febrero
En
mil novecientos tres
Mi
madre era mercera y mi padre mercero:
Se
pusieron muy contentos.
Inexplicablemente
conocí la injusticia
Y
una mañana me llevaron
A
casa de una mujer ansiosa y bestial, una nodriza,
Que
me tendió su seno.
De
esta otra leche con dificultad creo
Que
me diera un gran banquete
Apretando
con mis labios una especie de pera,
Órgano
femenino.
Y
cuando llegué a esa edad respetable
De
los veinticinco o veintiséis meses,
De
nuevo con mis padres, me senté a su mesa
Heredero,
hijo y rey
De
un dominio excesivo,
Donde
unos ángeles caídos ceñidos por corsés
Y
unos dolientes diablos
Arrojaban
a la basura pájaros disecados,
Donde
flores de metal, de papel o de tela
Crecían
en los cajones
En
ramilletes ya preparados para adornar sombreros,
Espectáculo
horrible.
Mi
padre despachaba toesas de sedería,
Toneladas
de botones,
Kilos
de cordoncillos y de cintas
Que
se hallaban colocados en anaqueles.
Algunas
muchachas le ayudaban en su sosa tarea
Cortando
retales
Y
subiéndose en la escalera sin ninguna vergüenza
Enseñaban
las enaguas.
Mi
pobre madre tenía un alma musical
Y
tocaba el piano:
Mientras,
se vendían sombreretes y encajes
Entre
el ruido de sus partituras.
Juana,
Enriqueta, Evodia invadían el sótano
Buscando
el petrolín,
Una
especie de arena aceitosa con que se lavaba
El
suelo de la tienda.
Yo
ayudaba a barrer aquella materia infecta,
Cuando
bajaban las persianas,
Y a
caballo sobre un banco gritaba: “Hasta siempre”
(Comprended:
eternidad).
Así
crecía yo entre aquellas señoritas,
Oliendo
su sudor
Que,
fruto del trabajo, perlaba en sus axilas:
Yo
nunca tuve hermana.
Hijo
único, ejemplo del declinar de Francia,
Chupaba
caramelos
Mientras
mis padres con sus prósperas finanzas
Acumulaban
bonos
De
Panamá, del tres por ciento, del empréstito ruso
Y
del Crédito Territorial,
Preparando
graves consecuencias para la URSS
Y
alguna bancarrota.
Mi
primo, de más edad que yo, birlaba de la caja
Con
mi ayuda
Y
entre el personal escogía sus amantes,
Cosa
que yo supe un día
Cuando,
ya púber, me enseñaron la moral
Y
las buenas costumbres;
Yo
siempre respeté esta ley familiar
Y
conocí los prostíbulos.
Pero
debo volver un poco atrás:
Sigo
siendo niño,
Dibujo
con cuidado largos trenes
Y
barcos danzando en medio de grandes olas
Y
vuelos de gaviotas alrededor del faro
Y
castillos cuadrados provistos de sus veletas,
Y
soldados y fortines
(Testigos
indiscutibles de mi militarismo
-La
revancha se aproxima
Y
sólo tengo cinco años),
Unos
monigotes que un prisma
Bajo
mis dedos deshilachaba
Y
que yo reconozco, pero que los demás creen que son
Delgadas
arañas.
En
la escuela aprendimos palotes, cifras y letras
Hurgándose
la nariz.
LA
coronación del difunto rey Jorge V
Fue
un acontecimiento: mi padre asistió.
De
Londres trajo soldados de a caballo de las Indias
(De
plomo) y un cigarro largo como un brazo.
Bastantes
calamidades, poco después de esta fiesta,
Erizaron
el cabello de la mayor parte de la gente:
Robaron
la Gioconda, un cuadro maestro,
El
Titanic chocó con un iceberg gigante.
Unos
dibujos mostraron a ilustres millonarios
Ahogándose
en el Atlántico con toda dignidad.
Después
se vieron bandidos armados de revólveres
Conduciendo
por París automóviles robados.
Así
es como se adquiere la afición a los desastres
Y a
los titulares sensacionales de los periódicos.
Viendo
la desgracia dibujada por los astros,
Se
saborea la de los demás como la suya propia.
Yo
cambiaba el sentido de los males inevitables,
Pues
yo amaba mi dolor, pequeño contratiempo.
De
todos los golpes de la suerte supe hacer una fábula.
Lo
menos se convierte en lo más: inversión consoladora.
Los
niños tullidos se convertían en saltimbanquis.
En
Roma se apreciaba el gorjeo de los eunucos.
-Mi
padre fue a buscar al banco su dinero
porque
un servio había matado allá lejos al archiduque.
El
129 partió para la gran mentira.
En
la estación vi embarcarse a mi primo.
A
medianoche, para volver, tomamos un coche
Y en
el oscuro vehículo yo gritaba: ¡a Berlín!
El
soldado belga tenía por fusil una tostada
Y en
los puertos normandos reaparecía el inglés.
Los
rusos acudían a Berlín en berlina.
Se
apreciaba muy poco el eclipse de sol.
El
soldado regresó con una herida.
Un
gendarme enfundaba de nuevo las banderas
(Delicada
alusión al desastre).
Mi
familia se marchó en barco a Trouville.
Un
geólogo me regaló una anmonita.
El
tren conducía grupos de refugiados.
Los
prusianos avanzaban prodigiosamente de prisa.
En
Rennes apenas se consideraba uno seguro.
Pero
el milagro esperado vino a liberar Francia,
Aunque
mis queridos padres fuesen muy poco cristianos,
A
continuación de esto, volvimos a tener confianza:
Y,
de común acuerdo, tomamos de nuevo el tren.
COMO
después de dos años escaseara la clientela
Y la
tienda marchaba por sí sola sin el dueño,
Mi
padre me llevaba con él al Gaumont
A
ver multiplicarse las vueltas de manivela.
Íbamos
al Pathé, al Kursaal, donde la multitud gritaba,
La
multitud de marinos y vagabundos del muelle,
Íbamos
al Select donde a veces me dormía
Cuando
solemnemente susurraba un violoncelo.
Y
mientras los ingleses fracasaban en los Dardanelos,
Mientras
los franceses resistían en Verdun,
Mientras
los cosacos aplastados por los Hunos
Se
alejaban temblando de miedo sobre sus monturas,
Por
primera vez vi las ilustres botas
De
Charlot vagabundo, boxeador o noctámbulo,
Marino,
policía, maquinista o ladrón,
Que
aplastaba en la pantalla al asfalto de las callejuelas.
(Cuando
nos hubimos reído de sus cómicas escenas de mímica,
De
la tarta de crema y del bastón encorvado,
Entonces
descubrimos el alma de revolucionario
Y
aplaudimos a aquel espíritu rebelde).
Mientras
unos cow-boys en sus jamelgos
Guardaban,
no sin humor, vacas y terneros,
Mientras
unos bandidos trabajaban cerebralmente
Robando
según los métodos más nuevos,
Mientras
unas putas infieles y hermosas
Llevaban
a la desesperación a los muchachos elegantes,
Mientras
mil desgracias sorprendentes
Les
sucedían a millares de rubias doncellas,
Mientras
en el rostro ciego de la pantalla
Las
olas del océano húmedo se desplegaban,
Mientras
por barriles la sangre humana corría
Sin
teñir la lona blanca de esta vela,
Yo
intentaba volver a ver la imagen palpitante de un niño
Cuya
suerte se mantenía en los días antiguos
Pero
no conseguía nunca remontar el curso
De
un tiempo que dividió la humillante prohibición
Menuda cara tonta se nos queda
después de leer Zazie y el metro. El autor maltrata la sintaxis. Estuvo en la
escuela pata física, en el surrealismo y en el Oulipo. Es un violador del verso
seguidor de Céline. Se puede decir que esta novela es la versión juvenil de fin
de la noche. Usa el argot francés coloquial y cambia la ortografía y la
gramática llevada al disfrute, las abreviaciones fonéticas, los juegos de
palabras. Sus personajes salen como de un sueño y no respeta la verosimilitud
en el argumento. Es naturalista en la forma, pero anti naturalista en el fondo.
La protagonista tiene 12 años como Lolita, pero se pasa el día diciendo mi
culo. El tío es estríper en un cabaret homosexual. Dan la vuelta por la ciudad,
pero ella quiere ir en metro y el metro está en huelga encuentra a personajes
con piececitos o el playboy frustrado. Es una gran novela de deformación más
que de formación. Le muestra la capital de París como un paisaje de cartón
piedra, los inválidos. Es un paseo sin finalidad. Ella entra en el mundo adulto
como diciendo “ah, era eso” A ella todo se la suda, todo le parece un camelo.
La madre la interroga al volver del viaje con su tío. ¿has visto el metro? Y
ella dice; solo he envejecido. Es un Holden Caulfiend en versión femenina aquel
personaje del guardián entre el centeno, que se escribió 8 años antes. Es el
mismo lenguaje. Ella repite los “o qués” y los “todos”. Podríamos hablar del
Gargantúa de Rabelais, pero eso sería envejecer prematuramente a la
protagonista. Hay libros que nos dicen “cuidado, ¡obra de arte” y otros que se
leen fácil. El pasotismo de la protagonista esta genialmente creadora, pero
para crear esa soltura el escritor tuvo que ocultar su verdadero genio. Solo
leyendo se vuelve uno lector. Concilia el vanguardismo con las risas y el
humor. Así describe el libro Beideeber en ultimo
inventario antes de liquidación y eso que es un autor que critica y pone
mal todos los libros. Es entretenido como esta contado, lo que cuenta y lo
irreverente que es. La traducción es de Sánchez Dragó en su edición de 2011. Si
a Josu le dieran una beca para traducir el libro se pondría a ello, pero
traducir cuesta mucho tiempo y se paga súper mal. La buena traducción además es
la que no destaca. Y no se agradece suficiente esta labor que pasa
desapercibida. Se hace notar la traducción solo si está mal. El traductor
debería figurar en la portada pues ha reescrito la obra. Los best Sellers no se
tardan nada en traducir, poco menos de lo que le ha llevado al escritor
escribirlo.
Texto sin la letra E de Jardiel Poncela:
Un otoño -muchos años atrás- cuando
más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido
atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
- ¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
-¿Cómo?
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla…
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y laCasa (publicación para muchachas sin novio).
Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!… Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sandwichs duros como un fiscal…
Al onzavo sandwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron:
-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan!
Y los amigos cogimos otro sandwich -dozavo- y otra copita.
Y allí acabó la cosa.
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
-¿Tuyo?
-Mío.
-¿Con una muchacha?
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
- ¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
-Lo ignoro.
-¿Cómo?
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla…
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y laCasa (publicación para muchachas sin novio).
Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!… Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sandwichs duros como un fiscal…
Al onzavo sandwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron:
-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan!
Y los amigos cogimos otro sandwich -dozavo- y otra copita.
Y allí acabó la cosa.
El texto crea una sensación de
extrañeza humorística al dar rodeos para decir las cosas
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