martes, 3 de julio de 2018

TRIBUNALES MODERNOS DE LA FE


Ha sido una autentica encerrona. Tenía que defender el trabajo final de grado a la 1 menos cuarto y yo ya estaba allí desde las 12 y media. Me han tenido esperando hasta la 1 y 20. La tutora no estaba presente, pero deambulaba por el pasillo, y yo era incapaz ni de mirarla a la cara después del informe negativo que había mandado al tribunal, después de prometerme no hacerlo. No sé si por venganza y maldad o por asegurarse que no la evaluaban a ella como profesora. Mejor no presuponerla maldad sino miedo al puesto. Ni siquiera me han dejado poner el pendrive en el ordenador para cargar mi presentación y defenderla. Ha sido totalmente humillante. Me han hecho justificar cada párrafo que había escrito como en el tribunal de la inquisición a Santa Teresa, sí había leído a San Juan de la Cruz o a Pepito de los Palotes. 

Han demostrado su total desconocimiento no ya del libro de Mañas, no ya de la movida sino del periodismo en sí. Es absurdo que hablen en términos de un concepto obsoleto como objetividad, cuando el periodismo es hoy más interpretativo que nunca. Les ha parecido literatura y no periodismo; demasiado subjetivo, valorativo, sin rigor, más un ensayo que un producto periodístico (ya estamos con el mercado, y el negocio. Eso no me lo compra El País, ¿y qué?) Debía parecerse más a un tinto de verano del País, ligero de leer, que a un artículo de la Revista de Occidente que hiciera pensar. Estaba desordenado, había digresiones, demasiada información y esta no era vinculante Demasiado largo. Para no hacerles trabajar hay que ponerles una bibliografía de dos libros y hacerlo en un mes, 8 páginas, y hacérselo fácil al tribunal. Tratar sólo una idea por párrafo es subestimar de tonto al lector, incapaz de asimilar más de una idea mascada.  No podía hablar de Podemos y de otros temas que no venían al caso, aunque fueran interesantes. El poeta Adolfo Castaños cada pregunta me la contestaba con 7 párrafos, se iba por las ramas, me hablaba de cosas de poesía. Que ¿por qué la pregunto a la mujer de Adolfo si también escribe? La entrevista a Lucia Etxebarria era sensacionalista y me metía en su vida personal. A nadie le importaba que me hubiera tomado dos pinchos con ella, pero eso es lo que hace “humana” una entrevista, pensaba mientras me sentía dentro de un laboratorio de Skinner, como un “pastor” intentando hablar de términos que estos nuevos cerebros reprogramados ya no entendían. Pensé que el trabajo les haría recordar su época de juventud, la movida, pero luego caí en la cuenta de que ellos nunca habían tenido juventud, habían nacido ya así.

“En las entrevistas no puede el periodista meterse como protagonista”, sentenciaban. Yo me refería a las primeras entrevistas de Umbral, y me han soltado lo que ya preveía que me iban a decir; sí, porque Umbral era ya famoso y un tío importante y tú no. ¡Qué total desconocimiento de la obra de Umbral! Me estaba refiriendo a sus primeras entrevistas a folclóricas en las revistas Diario 16, Tiempo, Triunfo, pueblo o las que fueran, es decir, a sus inicios con 20 años. No a su etapa ya mayor como columnista de opinión, que es la única que ellos conocían. Umbral ha escrito siempre igual, así de subjetivo, fuera famoso o no lo fuera. Me habría venido mejor hacer como Umbral, que no pasó por universidad alguna y aprendía directamente de los maestros del periodismo; Larra, Mesonero Romanos, Bécquer… ¡¡qué les hubieran ido a estos románticos con el cuento de la objetividad!!

Lo han calificado mi reportaje de nuevo periodismo como si esto tuviera carga peyorativa. (Gay Talese, Tom Wolf, incluso el Kapukinsky ese que tanto les gusta… y en España Rosa Montero, Pilar Urbano, Juan José Millas, Vicent y así hasta el infinito) Les he tenido que explicar que me quería dedicar al periodismo cultural que es una especialización y que por eso quiero estudiar el máster en literatura comparada y análisis literarios. Pero a ellos ni les sonaban revistas como la Qué Leer, sobre escritores, o revistas de pensamiento, que también son periodismo. Mi trabajo les parecía demasiado académico. Que eso no lo entendía una persona ajena al mundillo de la movida (¡¡No lo entenderán ellos!!!) Me dicen que escribo bien, pero que no les gusta el tema, demasiado original. Que había cantidad, pero no calidad. Que había muchos temas, en vez de un tema solo. Que tenía que quitar los términos que no se entendían. Que había faltas de ortografía, puntuación etc (ya estamos con las formas, la muerta se queda muerta, pero con su vestido de Chanel) Que la entrevista a Belén Gopegui era telegráfica (¿yo qué quieres que la haga si me respondía en monosílabos?) y que la del poeta Adolfo interminable.  Que el trabajo no podía ser una enciclopedia sobre la movida. Que menos mal que no recogí el testimonio de todos los borrachos que me había encontrado recordando su juventud en los años 80, porque entonces sí que habría sido infinito el trabajo. Y luego me sueltan; ¿Describir los años 70 80 sólo porque coinciden los bares del libro con los de la movida? Les había puesto hasta las calles y metros y todos los bares de la novela. Afirmaron que a ellos no les importaba ni el argumento ni los personajes de la novela ni todo el despiece que de ella hice. Y en conclusión debía eliminar todo lo que no se centrara en el tema o fuera subjetivo. Y que las entrevistas parecían las del loco de la colina, y que solo me faltaba que hubiera presentado el trabajo fumando. 

Han concluido que no presentara las diapositivas porque me iban a poner suspenso. Así que me tengo que presentar en septiembre. Lo cual me jode todos los planes del máster, que necesitan que tenga la carrera acabada. Y lo peor de todo es que me obligan a hacerlo con la misma neurótica. Por ley tengo una relación contractual, procesal y kafkiana, con esta tipa de dos años. En todo momento muy educados, salvo cuando calificaron de basura artística el trabajo, apelando a que todo lo hacían con mi acuerdo, con mi consenso, con mi aprobación, desde mi libertad…Así que ni siquiera me dejaron poner el pendrive en mi ordenador, mientras la otra se sonreía paseándose por los pasillos de la facultad con su preparado micro biótico.   

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