domingo, 22 de julio de 2018

Ultima reflexion sobre la guerra; LA FALTA DE IMAGINACION Y EL EXCESO DE RAZON DE ESTADO


LA GUERRA
Estoy escuchando el independence day de Bruce Springsteen mientras por la televisión los estadounidenses cometen uno de los mayores genocidios de la historia. Si suman las víctimas de la guerra del golfo y la de Vietnam pueden hacerse una idea de cuantas personas están muriendo en Irak. Hobbes decía que la guerra es innata al hombre porque el hombre era para él una bestia, un lobo para el hombre. Schopenhauer, su discípulo, dijo algo muy parecido cuando prefiere la compañía de un perro que la de un hombre. Nietzsche les saca de ese pesimismo (nihilismo negativo) haciéndoles ver que el hombre es malo por la sencilla razón de que la voluntad de poder le pervierte, pero Nietzsche tiene el mérito de creer en la inocencia natural del niño, buen salvaje, inconsciente. Podríamos concluir que la guerra la provoca el instinto irascible (Platón) o  thanatico (Freud) de infringir daño al otro. Pero es muy fácil escudarse en los instintos, ¿verdad? Con la Razón puede dominar a ese “caballo negro”, el eternamente vinculado a lo masculino. Sí, es muy fácil escudarse en los instintos animales que además por lo que parece son naturales, como si ello ya los legitimara. Es muy fácil y cobarde decir que yo pego porque tal es mi naturaleza.  


Hasta cuando una leona madre mata a sus hijos lo hace por instinto y no por voluntad de poder que es algo que solo tiene el hombre. Nosotros matamos por deseo, y no por necesidad. Nuestra voluntad y noluntad puede hacer - o no hacer- cosas éticas y entonces decimos que hace “cosas racionales” o cosas amorales lo cual nos parece “irracional”. Lo que nos separa de un animal es nuestra Imaginación que sublima esos instintos, aunque la Razón las reprima internamente. Es para lo único que ha servido ese concepto de razón ya tan desfasada y devaluada, y cuestionada. La distensión armada o la guerra fría son nuevas formas de represión, de explotar catárticamente en cada vez guerras más cruentas. La razón desde Nietzsche a Freud es sometida a psicoanálisis y revisión. No hay que fiarse tanto de la recta razón, y menos aún de la razón de estado, de la razón cívica o de la razón universal. El inconsciente colectivo alemán – el volgeist que decían ellos-, además de democrático o mayoritario (tal como hoy se ha pervertido la palabra democracia), era nazionalista, y a sí mismo se creía racional. 
 
Tenemos resistencia a abandonar definitivamente este concepto obsoleto de Razón porque creemos que en la ONU descansa “el tribunal de la razón universal kantiana” o algo así, y sí no en la Unión Europea. Ese sueño de la Razón nos ha costado muchos muertos y fantasmas. En nombre de lo racional se han llevado a cabo las mayores matanzas, lo racional acaba en racionalismo, dogmatismo, despotismo ilustrado y cartilla de racionaLmiento. Y la materialización de lo racional es el dinero. Que me explique alguien qué es lo racional, concepto filosófico que aún hoy no he aceptado, por vital y práctica que sea esta razón. Nos hubiera ido mejor confiar en nuestros sentí-mientos que en nuestros pensa-mientos.  El loco de Hitler se creía que tenía la “razón de Estado”. Einstein, tan racional él, nos costó la guerra atómica. Y mientras tanto los hombres imaginativos, los poetas, que no mataban una mosca, eran acusados de “irracionalismo” y expulsados de la República (A pesar de que Platón escribía versos e hizo con Socrates el teatrillo de Las nubes) ¡Imaginación al poder! Llamemos a las cosas por su nombre; la Razón es imaginación auto considerada como lógica, logos, y principio de realidad. El mismo Hegel decía que lo racional es real y lo real racional y punto, asunto resuelto. A nosotros eso no nos basta, ¿Qué es la realidad?, ¿Qué es lo racional? Sin entrar en un análisis ontológico de lo real y epistemológico de lo racional, me atrevería a cuestionar estos dos términos. La realidad es la ficción televisiva (espectáculos y shows de apariencias) Lo racional es la fragmentación sicológica actual, ciertamente esquizofrenia, que nos provoca el mundo laboral enajenante y alienante, con su des concienciación proletaria, sexual y en todos los demás ordenes vitales. 

Las decisiones que allá arriba se toman los de aquí abajo las ven absurdas y nada racionales. ¿Quién mueve los hilos? La razón es una palabra bonita pero nada en esta vida se hace racionalmente, es tan relativa y subjetiva como el concepto de Dios. Inventamos a la Razón a nuestra viva imagen y semejanza. Igual que se ha desmitificado a Dios, el segundo paso es desmitificar a la Razón, pero no para quedarnos en pañales sin ningún concepto sustitutorio sino para erguir definitivamente a los mitos, a las creencias, a las religiones, a las literaturas, a las fantasías y a la Imaginación como la principal  y soberana fuerza que rige en el hombre; la capacidad de soñar, de desear, de inventar, de crear. (y no de destruir y censurar y reprimir como se ha hecho en nombre de la razón) El dios antiguo se sustituye por la diosa razón moderna y de ahí a la imaginación postmoderna. Los sicólogos son esa  mezcla de curas y científicos, en quienes dejamos nuestras cabezas por miedo a pensar libremente. (¡Atrévete a pensar libremente sin la tutela de tu gurú personal!)

No basta con ser artistas, hay que divulgar el arte y crear un utópico mundo de artistas, una república de artistas- filósofos. Lo cual traerá el pacifismo por sí solo. Menos empresarios y más autónomos artistas. Así se liberalizará el mundo. Claro está, que el mundo seguirá como esta y no está por la labor de liberalizarse porque liberación final, salvación o progreso son conceptos obsoletos. Y aunque nunca sea posible un mundo de artistas, hay que intentarlo, y ser nosotros al menos espíritus libres, artistas, creativos y no destructores. Aprendices de librepensadores, ni bien ni mal pensantes. Y para llevar a cabo esta transmutación de valores a la que Nietzsche ya invitaba debemos juzgar críticamente lo que hoy se entiende por lógico y sustituirlo por nuestra ilógica del corazón, que los buenos sentimientos, como Spinoza o Kant decían, son la base de toda ética. La pasión tiene razones que la razón que no entiende, decía Pascal. El arte ha de hacerse con buenos sentimientos y no con palabras. La política no es sino un arte social, igual que puede verse toda otra disciplina humana por su vertiente artística. 

Lo que hoy se entiende por “racional” es sólo fruto de la imaginación circunstancial, del espíritu de nuestra época, de la tormenta de ideas de nuestra sociedad.  Lo que se entendía por “sentido común” o tópico “lugar común” debe ser en la postmodernidad sentido utópico, a común, diferente. (La diferencia que revindicaba Derrida) Lo que hoy entendemos por “normal” hay que desestructurarlo y erguir a lo “diferente” como lo que siempre nos va a aportar novedad y originalidad por tanto evolución y progreso moral. (Cuando todos piensan lo mismo nadie piensa demasiado) Hay que constatar que las diferencias existen; políticamente hay diferencias Norte- Sur, geográficamente Teruel también existe, educativamente hemos sido los marginados de la clase, sicológicamente todos somos diferentes. Todos somos diferentes de hecho aunque iguales en derecho. Somos diferentes en la praxis aunque iguales en la teoría (no solo en la teoría comunista sino en la humanista) Lo que se entiende por “realismo” en el arte al fin y al cabo son las novelas positivistas y naturalistas del siglo XIX. La realidad la crean los mass media.  Rs una ficción, sombra, apariencia, teatro, ¡mentira! Lo que no sale por su telediario no existe. Y frente a esa realidad nosotros reivindicamos nuestras fantasías, las de cada cual, personales y únicas. (No pretendo imponer la mía) 

Frente a este mundo inamovible y este sistema tecnocrático positivista nosotros proponemos otro mundo. No sé si mejor o peor, pero quiero otro. No me creo este el mejor de los mundos posibles ni que el sistema menos malo de todos pueda causar tanta muerte. No se trata de revindicar utopías socialistas sino crear un mundo interior, no para evadirnos en él, sino para crear un nuevo mundo exterior. Usar nuestra imaginación como arma en nuestra realidad. Estoy invitando a soñar por nosotros mismos sueños grandes, y no sólo los pequeños sueños a los que nos invitan las fábricas de sueños del cine o la literatura. Invito a una ética basada en nuestros buenos y grandes deseos y no en los pequeños deseos interesados a los que nos incita la publicidad.  

¿Qué era la Razón que tanto los antiguos racionalistas como los modernos ilustrados mentaban hasta la saciedad? La razón de Aristóteles, Platón, Descartes, Kant y hasta la de Ortega es sólo una palabra, ni siquiera metafísica, mero juego verbal,  retórica y sofismo. Lo que de verdad nos separa de los animales es la Imaginación, ya lo dijo los geniales Hugo y Goethe. Todos los filósofos han intentado crear en sus sistemas pensamientos únicos excluyentes de los demás, mitificando el concepto de razón o logos. Hoy los postmodernos lo desmitificamos. El filósofo parte de su imaginación y de la de otros para crear su filosofía (a priori) y de su experiencia (a posteriori) Las ideas en sí, los moldes universales platónicos y  los juicios a priori o prejuicios los llamo simplemente fantasías, pero no en un sentido peyorativo. Una vez el filósofo vértebra todo su sistema, tacha a todo pensamiento diferente al mismo de fantasías, de sombras, de sofismos. Lo cual siempre se salda en una unidad sistemática, en una unidad excluyente. Y hay que intentar que el sistema sea lo más amplio y tolerante posible, lo más abierto horizontalmente al mundo que sea posible. Pocos filósofos han aceptado que escribían según su subjetividad e imaginación, quizá el primero de todos ellos ha sido Nietzsche que por eso ha quedado como el más sincero de todos, el que reconoce “mentir sus verdades”. Y la cultura o la civilización no es otra cosa que imaginación compartida, el súper yo es un id colectivo, un conjunto de signos y símbolos e imágenes mentales. Si sustituimos el concepto anticuado de Razón por el posmoderno de Imaginación, podemos ya decir que el hombre no hace la guerra por ignorancia o por maldad que lleva en la sangre o por intereses materialistas y económicos, sino sencillamente por falta de imaginación. 

Los norteamericanos no saben qué hacer con su tiempo libre, viven en la indolencia, no tienen cultura ni pasado y por tanto tienen poco mundo interior, no saben cómo pasar su “free time” y el tedio o el spleen se adueña de ellos. Dividen sus jornadas en plannins y agendas, porque el tiempo es oro para ellos, y no tienen tiempo para sí mismos. La mayoría de norteamericanos no leen, la educación de este país es muy deficiente, la incultura es tal que el americano para matar el tiempo compra cachivaches tecnológicos o armas, asiste a misa para escuchar al pastor, se pasa todo el fin de semana viendo el final del count down y las ligas de fútbol americano, y béisbol, se va de dominguero al centro comercial a pasar el día o practica golf  como su presi. La falta de “quehaceres” es lo que les lleva a hacer la guerra. No se les educa a pasar mejor su tiempo y sólo les invita la televisión a copiarse unos a otros ese “way of live”. La población se aburre y necesita ver en su televisor la última de guerra y explosiones, un papá- estado que les proteja y les de la seguridad necesaria para no moverse de su sofá- bunker (les aterroriza salir a la calle por miedo a los terroristas invisibles, que es junto a la locura de pensar diferente, lo que más temen, mucho más que a la muerte) Se hace la guerra para que estos americanos no hagan zapping y sigan viendo el Telediario...Para que sigan robando petróleo y conduciendo de un lado a otro de la ciudad en sus coches sin saber a dónde ir, perdidos y desorientados en estrés y horarios. Para que sigan distraídos de la privatización desaforada en su país, de la falta de asistencia social o de todos los problemas con la educación y la sanidad pública, o con su falta de democracia... por todo ello se les distrae poniéndoles una película de guerra en sus televisores. Siempre ha habido dos clases de niños; los que se aburren y necesitan ver películas de acción en la televisión y luego se convierten en pequeños matones en potencia. Y los que no necesitan televisión y se inventan sus propias fantasías, inventándose juegos para los otros niños. Por lo general estos últimos son los más pacíficos. 

Uno se piensa que la guerra al volverse más tecnológica será también más rápida, un flash informativo, pin pan, guerra relámpago o tormenta, bombardear una población civil desde las alturas y ya. Creía, desde mi inocencia, que la guerra posmoderna jamás sería una guerra de desgaste como las del siglo XX, sino una guerra casi virtual, donde se mataría a más personas pero en poco tiempo, para que la opinión pública o la ONU no tenga ni tiempo para hacerse en situación (ética en situación es un concepto sartriano) Y lo que me extraña de esta guerra es que estén asesinando cruelmente delante de todos nosotros, delante de las cámaras, sin esconder nada, abiertamente, y aun así asistamos impasibles a este genocidio. ¿Qué nos pasa? ¿No tenemos imaginación, todo está ya inventado? ¿A nadie se le ocurren alternativas diferentes? ¿Por qué nadie mueve un dedo?  Por desgracia somos menos los niños imaginativos y soñadores que los niños realistas y matones. Somos pocos hombres de reflexión y empollones y muchos matones de acción. Y Bush es el paradigma de este niño pegón y matón.

La decadencia occidental y americana no es otra cosa que falta de imaginación. En esta sociedad el problema no es la muerte de ideologías o religiones anteriores, sino que escasean las nuevas ideas. El comunismo tenía que caer, como cayó el cristianismo o los romanos y caerá el americanismo. Cuando no se encuentran nuevas ideas, resurge en la new age misceláneas de creencias, en la meta literatura o meta filosofía retazos de todos los autores, en la política copias de los modelos anteriores y en la arquitectura impera lo eclíptico, ósea la mezcla, la miscelánea...  Parece por tanto que en la postmodernidad estamos condenados a no inventarnos nada nuevo, a no soñar nada nuevo. En vez de la condena a ser novelista que denotaba Ortega, parece que nuestra función en la posmodernidad es  simplemente repetir los modelos anteriores, como monjes copistas. Y repetir los errores del pasado.  Bush no tiene imaginación alguna  ni se ha rebelado edipicamente al padre y no hace sino imitarle. El pesimismo determinista y fatalista del Sistema sólo revela la muerte del sujeto, ay. Cuando las nuevas generaciones no transgreden las anteriores (es ley de vida que el discípulo supere al maestro y el hijo al padre) surge el retroceso político (Pasamos de los estados proteccionistas y paternalistas a las multinacionales con fuerte asistencia social y un giro a lo conservador), una aculturización estadounidense y una involución histórica. Mi generación es más generación perdida que la de los 80 porque no hace nada por cambiar su mundo. En esta época, aparentemente dinámica todo permanece estático y parado, como a la espera y en la incertidumbre. El día que EEUU bombardeó Afganistán y se cayeron las torres gemelas, símbolos de ruinas decadentes, sentimos que en vez de empezar una nueva era, como nos intentaron hacer creer, retrocedimos. Muy atrás en la escala de la evolución humana. Con el mono. 

Sólo con Imaginación y Voluntad podremos salir de esta situación de paro laboral y cardiaco, de asofamiento televisivo, de estancamiento vital, de angostamiento mental, de parálisis cerebral, y de lo patológico, y de este pathos social más que status.  Parece que la humanidad, antaño tan rebelde, hoy sólo es capaz de mover la cabeza en sentido afirmativo o negativo, apuntándose a la campaña de parar la guerra, pero sin hacer nada por pararla. Una guerra obviamente no se para moviendo la cabeza negativamente y diciendo “la guerra no es buena”. Habrá que pasar a la acción, intentando no devolver violencia con violencia. Desde la izquierda verde, azul, arcoíris, morada y rosa, habrá que seguir incitando a una praxis social. Social en su sentido más amplio, como la unión de explotados y no en el sentido actual de una caridad privatizada como son las ONGs. Hay que internacionalizar el nuevo humanismo que en toda Europa está surgiendo. Y sobre todo pasar a la praxis, a la acción. Virar del pathos al ethos, de la moral a la ética en situación. 

La paz es una palabra denostada ya de tanto poblar redacciones escolares. ¡Cuán políticamente correcto arrojar cuatro citas de Gandhi! pero ¿Sirve de algo? ¿Llega esta voz allende mi eco? Queremos la paz como si esta cayera del cielo, pero sí algo nos enseñó el hindú británico con su resistencia pacífica- activa es a LUCHAR POR LA PAZ, (aunque suene paradójico.) La paz es una dinámica creativa, no algo estático que vaya a llover cual maná divino ahora que tenemos un gobierno democrático en España. La Paz es una utopía, no es un lugar común sino un lugar a- común, atípico, un no lugar. La paz es una utopía, un posible aunque improbable, un ideal etéreo, que hemos de alcanzar.  Ya decía Cervantes “Caminemos, mi buen Sancho, lo importante no es la posada, sino el mero andar” y otro poeta apostilló “camino que se hace al andar” ¿Cómo se hace la Paz? Andando tras ese rastro de luna de Manrique, vaporoso sueño del que el pragmatismo más acervado nos quiere hacer despertar. 

El dinero corrompe las almas. Lo cantó Quevedo “poderoso caballero es don dinero”. La diosa Plutos de la Riqueza desmedida, el afán de lucro, el espíritu capitalista burgués han sido los causantes de la guerra. La globalización se esconde detrás de las grandes tragedias en el Sur, en los países con una renta por debajo del dólar diario. En África mueren de inanición por nuestra culpa, porque bebemos coca colas cuyas fábricas se instalan allí, porque usamos Nike que fabrican niños explotados.  San Agustín también condena a los bienes materiales, dice que son perecederos, sólo el alma es eterna. No hay un filósofo capaz de defender la guerra o el consumismo. Es una moraleja del corazón que nos replantea a qué  ley de la selva y del monopolio más fuerte estamos llamando Civilización.  Siempre creeré en la inocencia natural del buen salvaje de Rousseau cuando me asusten mis colmillos de lobo. Ellos, los salvajes, tenían mucho que enseñarnos: eran inocentes e inconscientes, y nosotros los metimos en reservas.  La Civilización ha engullido a la Naturaleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario