LA GUERRA
Estoy escuchando el independence
day de Bruce Springsteen mientras por la televisión los estadounidenses cometen
uno de los mayores genocidios de la historia. Si suman las víctimas de la
guerra del golfo y la de Vietnam pueden hacerse una idea de cuantas personas
están muriendo en Irak. Hobbes decía que la guerra es innata al hombre porque
el hombre era para él una bestia, un lobo para el hombre. Schopenhauer, su
discípulo, dijo algo muy parecido cuando prefiere la compañía de un perro que
la de un hombre. Nietzsche les saca de ese pesimismo (nihilismo negativo)
haciéndoles ver que el hombre es malo por la sencilla razón de que la voluntad
de poder le pervierte, pero Nietzsche tiene el mérito de creer en la inocencia
natural del niño, buen salvaje, inconsciente. Podríamos concluir que la guerra
la provoca el instinto irascible (Platón) o
thanatico (Freud) de infringir daño al otro. Pero es muy fácil escudarse
en los instintos, ¿verdad? Con la Razón puede dominar a ese “caballo negro”, el
eternamente vinculado a lo masculino. Sí, es muy fácil escudarse en los
instintos animales que además por lo que parece son naturales, como si ello ya
los legitimara. Es muy fácil y cobarde decir que yo pego porque tal es mi
naturaleza.
Hasta cuando una leona madre mata
a sus hijos lo hace por instinto y no por voluntad de poder que es algo que
solo tiene el hombre. Nosotros matamos por deseo, y no por necesidad. Nuestra
voluntad y noluntad puede hacer - o no hacer- cosas éticas y entonces decimos
que hace “cosas racionales” o cosas amorales lo cual nos parece “irracional”.
Lo que nos separa de un animal es nuestra Imaginación que sublima esos
instintos, aunque la Razón las reprima internamente. Es para lo único que ha
servido ese concepto de razón ya tan desfasada y devaluada, y cuestionada. La distensión armada o la guerra
fría son nuevas formas de represión, de explotar catárticamente en cada vez
guerras más cruentas. La razón desde Nietzsche a Freud es sometida a
psicoanálisis y revisión. No hay que fiarse tanto de la recta razón, y menos
aún de la razón de estado, de la razón cívica o de la razón universal. El
inconsciente colectivo alemán – el volgeist que decían ellos-, además de
democrático o mayoritario (tal como hoy se ha pervertido la palabra
democracia), era nazionalista, y a sí mismo se creía racional.
Tenemos resistencia a abandonar
definitivamente este concepto obsoleto de Razón porque creemos que en la ONU
descansa “el tribunal de la razón universal kantiana” o algo así, y sí no en la
Unión Europea. Ese sueño de la Razón nos ha costado muchos muertos y fantasmas.
En nombre de lo racional se han llevado a cabo las mayores matanzas, lo
racional acaba en racionalismo, dogmatismo, despotismo ilustrado y cartilla de
racionaLmiento. Y la materialización de lo racional es el dinero. Que me
explique alguien qué es lo racional, concepto filosófico que aún hoy no he
aceptado, por vital y práctica que sea esta razón. Nos hubiera ido mejor
confiar en nuestros sentí-mientos que en nuestros pensa-mientos. El loco de Hitler se creía que tenía la
“razón de Estado”. Einstein, tan racional él, nos costó la guerra atómica. Y
mientras tanto los hombres imaginativos, los poetas, que no mataban una mosca,
eran acusados de “irracionalismo” y expulsados de la República (A pesar de que
Platón escribía versos e hizo con Socrates el teatrillo de Las nubes) ¡Imaginación al poder! Llamemos a las cosas por su
nombre; la Razón es imaginación auto considerada como lógica, logos, y
principio de realidad. El mismo Hegel decía que lo racional es real y lo real
racional y punto, asunto resuelto. A nosotros eso no nos basta, ¿Qué es la
realidad?, ¿Qué es lo racional? Sin entrar en un análisis ontológico de lo real
y epistemológico de lo racional, me atrevería a cuestionar estos dos términos. La
realidad es la ficción televisiva (espectáculos y shows de apariencias) Lo
racional es la fragmentación sicológica actual, ciertamente esquizofrenia, que
nos provoca el mundo laboral enajenante y alienante, con su des concienciación
proletaria, sexual y en todos los demás ordenes vitales.
Las decisiones que allá arriba se
toman los de aquí abajo las ven absurdas y nada racionales. ¿Quién mueve los
hilos? La razón es una palabra bonita pero nada en esta vida se hace
racionalmente, es tan relativa y subjetiva como el concepto de Dios. Inventamos
a la Razón a nuestra viva imagen y semejanza. Igual que se ha desmitificado a
Dios, el segundo paso es desmitificar a la Razón, pero no para quedarnos en
pañales sin ningún concepto sustitutorio sino para erguir definitivamente a los
mitos, a las creencias, a las religiones, a las literaturas, a las fantasías y
a la Imaginación como la principal y
soberana fuerza que rige en el hombre; la capacidad de soñar, de desear, de
inventar, de crear. (y no de destruir y censurar y reprimir como se ha hecho en
nombre de la razón) El dios antiguo se sustituye por la diosa razón moderna y
de ahí a la imaginación postmoderna. Los sicólogos son esa mezcla de curas y científicos, en quienes
dejamos nuestras cabezas por miedo a pensar libremente. (¡Atrévete a pensar
libremente sin la tutela de tu gurú personal!)
No basta con ser artistas, hay
que divulgar el arte y crear un utópico mundo de artistas, una república de artistas-
filósofos. Lo cual traerá el pacifismo por sí solo. Menos empresarios y más
autónomos artistas. Así se liberalizará el mundo. Claro está, que el mundo
seguirá como esta y no está por la labor de liberalizarse porque liberación
final, salvación o progreso son conceptos obsoletos. Y aunque nunca sea posible
un mundo de artistas, hay que intentarlo, y ser nosotros al menos espíritus
libres, artistas, creativos y no destructores. Aprendices de librepensadores,
ni bien ni mal pensantes. Y para llevar a cabo esta transmutación de valores a
la que Nietzsche ya invitaba debemos juzgar críticamente lo que hoy se entiende
por lógico y sustituirlo por nuestra ilógica del corazón, que los buenos sentimientos,
como Spinoza o Kant decían, son la base de toda ética. La pasión tiene razones
que la razón que no entiende, decía Pascal. El arte ha de hacerse con buenos sentimientos
y no con palabras. La política no es sino un arte social, igual que puede verse
toda otra disciplina humana por su vertiente artística.
Lo que hoy se entiende por
“racional” es sólo fruto de la imaginación circunstancial, del espíritu de
nuestra época, de la tormenta de ideas de nuestra sociedad. Lo que se entendía por “sentido común” o
tópico “lugar común” debe ser en la postmodernidad sentido utópico, a común, diferente. (La diferencia que
revindicaba Derrida) Lo que hoy entendemos por “normal” hay que
desestructurarlo y erguir a lo “diferente” como lo que siempre nos va a aportar
novedad y originalidad por tanto evolución y progreso moral. (Cuando todos
piensan lo mismo nadie piensa demasiado) Hay que constatar que las diferencias
existen; políticamente hay diferencias Norte- Sur, geográficamente Teruel
también existe, educativamente hemos sido los marginados de la clase,
sicológicamente todos somos diferentes. Todos somos diferentes de hecho aunque
iguales en derecho. Somos diferentes en la praxis aunque iguales en la teoría
(no solo en la teoría comunista sino en la humanista) Lo que se entiende por
“realismo” en el arte al fin y al cabo son las novelas positivistas y
naturalistas del siglo XIX. La realidad la crean los mass media. Rs una ficción, sombra, apariencia, teatro,
¡mentira! Lo que no sale por su telediario no existe. Y frente a esa realidad
nosotros reivindicamos nuestras fantasías, las de cada cual, personales y
únicas. (No pretendo imponer la mía)
Frente a este mundo inamovible y
este sistema tecnocrático positivista nosotros proponemos otro mundo. No sé si
mejor o peor, pero quiero otro. No me creo este el mejor de los mundos posibles
ni que el sistema menos malo de todos pueda causar tanta muerte. No se trata de
revindicar utopías socialistas sino crear un mundo interior, no para evadirnos
en él, sino para crear un nuevo mundo exterior. Usar nuestra imaginación como
arma en nuestra realidad. Estoy invitando a soñar por nosotros mismos sueños
grandes, y no sólo los pequeños sueños a los que nos invitan las fábricas de
sueños del cine o la literatura. Invito a una ética basada en nuestros buenos y
grandes deseos y no en los pequeños deseos interesados a los que nos incita la
publicidad.
¿Qué era la Razón que tanto los
antiguos racionalistas como los modernos ilustrados mentaban hasta la saciedad?
La razón de Aristóteles, Platón, Descartes, Kant y hasta la de Ortega es sólo
una palabra, ni siquiera metafísica, mero juego verbal, retórica y sofismo. Lo que de verdad nos
separa de los animales es la Imaginación, ya lo dijo los geniales Hugo y Goethe.
Todos los filósofos han intentado crear en sus sistemas pensamientos únicos
excluyentes de los demás, mitificando el concepto de razón o logos. Hoy los
postmodernos lo desmitificamos. El filósofo parte de su imaginación y de la de
otros para crear su filosofía (a priori) y de su experiencia (a posteriori) Las
ideas en sí, los moldes universales platónicos y los juicios a priori o prejuicios los llamo
simplemente fantasías, pero no en un sentido peyorativo. Una vez el filósofo
vértebra todo su sistema, tacha a todo pensamiento diferente al mismo de
fantasías, de sombras, de sofismos. Lo cual siempre se salda en una unidad
sistemática, en una unidad excluyente. Y hay que intentar que el sistema sea lo
más amplio y tolerante posible, lo más abierto horizontalmente al mundo que sea
posible. Pocos filósofos han aceptado que escribían según su subjetividad e
imaginación, quizá el primero de todos ellos ha sido Nietzsche que por eso ha
quedado como el más sincero de todos, el que reconoce “mentir sus verdades”. Y
la cultura o la civilización no es otra cosa que imaginación compartida, el
súper yo es un id colectivo, un conjunto de signos y símbolos e imágenes
mentales. Si sustituimos el concepto anticuado de Razón por el posmoderno de
Imaginación, podemos ya decir que el hombre no hace la guerra por ignorancia o
por maldad que lleva en la sangre o por intereses materialistas y económicos,
sino sencillamente por falta de imaginación.
Los norteamericanos no saben qué
hacer con su tiempo libre, viven en la indolencia, no tienen cultura ni pasado
y por tanto tienen poco mundo interior, no saben cómo pasar su “free time” y el
tedio o el spleen se adueña de ellos. Dividen sus jornadas en plannins y agendas,
porque el tiempo es oro para ellos, y no tienen tiempo para sí mismos. La
mayoría de norteamericanos no leen, la educación de este país es muy deficiente,
la incultura es tal que el americano para matar el tiempo compra cachivaches
tecnológicos o armas, asiste a misa para escuchar al pastor, se pasa todo el
fin de semana viendo el final del count down y las ligas de fútbol americano, y
béisbol, se va de dominguero al centro comercial a pasar el día o practica
golf como su presi. La falta de
“quehaceres” es lo que les lleva a hacer la guerra. No se les educa a pasar
mejor su tiempo y sólo les invita la televisión a copiarse unos a otros ese
“way of live”. La población se aburre y necesita ver en su televisor la última
de guerra y explosiones, un papá- estado que les proteja y les de la seguridad
necesaria para no moverse de su sofá- bunker (les aterroriza salir a la calle
por miedo a los terroristas invisibles, que es junto a la locura de pensar
diferente, lo que más temen, mucho más que a la muerte) Se hace la guerra para
que estos americanos no hagan zapping y sigan viendo el Telediario...Para que
sigan robando petróleo y conduciendo de un lado a otro de la ciudad en sus
coches sin saber a dónde ir, perdidos y desorientados en estrés y horarios. Para
que sigan distraídos de la privatización desaforada en su país, de la falta de
asistencia social o de todos los problemas con la educación y la sanidad pública,
o con su falta de democracia... por todo ello se les distrae poniéndoles una
película de guerra en sus televisores. Siempre ha habido dos clases de niños;
los que se aburren y necesitan ver películas de acción en la televisión y luego
se convierten en pequeños matones en potencia. Y los que no necesitan
televisión y se inventan sus propias fantasías, inventándose juegos para los
otros niños. Por lo general estos últimos son los más pacíficos.
Uno se piensa que la guerra al
volverse más tecnológica será también más rápida, un flash informativo, pin
pan, guerra relámpago o tormenta, bombardear una población civil desde las
alturas y ya. Creía, desde mi inocencia, que la guerra posmoderna jamás sería
una guerra de desgaste como las del siglo XX, sino una guerra casi virtual,
donde se mataría a más personas pero en poco tiempo, para que la opinión
pública o la ONU no tenga ni tiempo para hacerse en situación (ética en
situación es un concepto sartriano) Y lo que me extraña de esta guerra es que
estén asesinando cruelmente delante de todos nosotros, delante de las cámaras,
sin esconder nada, abiertamente, y aun así asistamos impasibles a este
genocidio. ¿Qué nos pasa? ¿No tenemos imaginación, todo está ya inventado? ¿A
nadie se le ocurren alternativas diferentes? ¿Por qué nadie mueve un dedo? Por desgracia somos menos los niños
imaginativos y soñadores que los niños realistas y matones. Somos pocos hombres
de reflexión y empollones y muchos matones de acción. Y Bush es el paradigma de
este niño pegón y matón.
La decadencia occidental y
americana no es otra cosa que falta de imaginación. En esta sociedad el
problema no es la muerte de ideologías o religiones anteriores, sino que
escasean las nuevas ideas. El comunismo tenía que caer, como cayó el
cristianismo o los romanos y caerá el americanismo. Cuando no se encuentran
nuevas ideas, resurge en la new age misceláneas de creencias, en la meta
literatura o meta filosofía retazos de todos los autores, en la política copias
de los modelos anteriores y en la arquitectura impera lo eclíptico, ósea la
mezcla, la miscelánea... Parece por
tanto que en la postmodernidad estamos condenados a no inventarnos nada nuevo,
a no soñar nada nuevo. En vez de la condena a ser novelista que denotaba
Ortega, parece que nuestra función en la posmodernidad es simplemente repetir los modelos anteriores, como
monjes copistas. Y repetir los errores del pasado. Bush no tiene imaginación alguna ni se ha rebelado edipicamente al padre y no
hace sino imitarle. El pesimismo determinista y fatalista del Sistema sólo
revela la muerte del sujeto, ay. Cuando las nuevas generaciones no transgreden
las anteriores (es ley de vida que el discípulo supere al maestro y el hijo al
padre) surge el retroceso político (Pasamos de los estados proteccionistas y
paternalistas a las multinacionales con fuerte asistencia social y un giro a lo
conservador), una aculturización estadounidense y una involución histórica. Mi
generación es más generación perdida que la de los 80 porque no hace nada por
cambiar su mundo. En esta época, aparentemente dinámica todo permanece estático
y parado, como a la espera y en la incertidumbre. El día que EEUU bombardeó Afganistán
y se cayeron las torres gemelas, símbolos de ruinas decadentes, sentimos que en
vez de empezar una nueva era, como nos intentaron hacer creer, retrocedimos.
Muy atrás en la escala de la evolución humana. Con el mono.
Sólo con Imaginación y Voluntad
podremos salir de esta situación de paro laboral y cardiaco, de asofamiento televisivo,
de estancamiento vital, de angostamiento mental, de parálisis cerebral, y de lo
patológico, y de este pathos social más que status. Parece que la humanidad, antaño tan rebelde,
hoy sólo es capaz de mover la cabeza en sentido afirmativo o negativo,
apuntándose a la campaña de parar la guerra, pero sin hacer nada por pararla.
Una guerra obviamente no se para moviendo la cabeza negativamente y diciendo
“la guerra no es buena”. Habrá que pasar a la acción, intentando no devolver
violencia con violencia. Desde la izquierda verde, azul, arcoíris, morada y
rosa, habrá que seguir incitando a una praxis social. Social en su sentido más
amplio, como la unión de explotados y no en el sentido actual de una caridad
privatizada como son las ONGs. Hay que internacionalizar el nuevo humanismo que
en toda Europa está surgiendo. Y sobre todo pasar a la praxis, a la acción.
Virar del pathos al ethos, de la moral a la ética en situación.
La paz es una palabra denostada ya de tanto poblar redacciones
escolares. ¡Cuán políticamente correcto arrojar cuatro citas de Gandhi! pero ¿Sirve
de algo? ¿Llega esta voz allende mi eco? Queremos la paz como si esta cayera
del cielo, pero sí algo nos enseñó el hindú británico con su resistencia pacífica-
activa es a LUCHAR POR LA PAZ, (aunque suene paradójico.) La paz es una
dinámica creativa, no algo estático que vaya a llover cual maná divino ahora
que tenemos un gobierno democrático en España. La Paz es una utopía, no es un
lugar común sino un lugar a- común, atípico, un no lugar. La paz es una utopía,
un posible aunque improbable, un ideal etéreo, que hemos de alcanzar. Ya decía Cervantes “Caminemos, mi buen
Sancho, lo importante no es la posada, sino el mero andar” y otro poeta
apostilló “camino que se hace al andar” ¿Cómo se hace la Paz? Andando tras ese
rastro de luna de Manrique, vaporoso sueño del que el pragmatismo más acervado
nos quiere hacer despertar.
El dinero corrompe las almas. Lo cantó Quevedo “poderoso caballero es
don dinero”. La diosa Plutos de la Riqueza desmedida, el afán de lucro, el
espíritu capitalista burgués han sido los causantes de la guerra. La
globalización se esconde detrás de las grandes tragedias en el Sur, en los
países con una renta por debajo del dólar diario. En África mueren de inanición
por nuestra culpa, porque bebemos coca colas cuyas fábricas se instalan allí,
porque usamos Nike que fabrican niños explotados. San Agustín también condena a los bienes
materiales, dice que son perecederos, sólo el alma es eterna. No hay un filósofo
capaz de defender la guerra o el consumismo. Es una moraleja del corazón que
nos replantea a qué ley de la selva y
del monopolio más fuerte estamos llamando Civilización. Siempre creeré en la inocencia natural del
buen salvaje de Rousseau cuando me asusten mis colmillos de lobo. Ellos, los
salvajes, tenían mucho que enseñarnos: eran inocentes e inconscientes, y
nosotros los metimos en reservas. La
Civilización ha engullido a la Naturaleza.
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