En este extracto epistolar, Voltaire se dirige a una mujer ilustrada. Quizá el paradigma más reconocible de esta acomodada culta y con poder político sea Catalina II de
Rusia o Isabel II en España. Esta figura de mujer mas "pedantorra" que culta la refleja genial Moliere en su obra Las Sabihondas. en la época la mujer culta era vista como una "marisabidilla" y hasta bien entrado el siglo xx el término "literata" era un término despectivo. sin embargo, en la era de la luz y la ilustración estaba bien visto esa mujer enciclopédica rodeada en su corte de filósofos. Ponga usted un filosofo en la corte y alumbrará a sus visitas. Contra esto es contra lo que se rebela Voltaire en esta carta. La carta que estoy analizando podría pasar por la de esa mujer ilustrada de no ser porque sé que la ha escrito Fernando Savater
A modo de sombrerazo cortés, se
presenta como enciclopedista francés. Puntualiza que el filosofo es un humanista racional (Antítesis del filosofo-
poeta “en las nubes” como satirizó Aristofanes a Platón).
No cree en la metafísica teológica tan cultivada por la teología, esa doctrina finalista y
fatalista abocando al hombre a un
destino determinista (Predestinación). Para este filósofo el cristianismo es
sustituido por una especie de panteísmo
científico y naturalista. El Dios de los antiguos se convierte en la Diosa
Razón de los modernos. Madre naturaleza en cuyo seno reside la verdad a
posteriori (episteme empírica) de la ciencia, y los derechos a priori del
hombre.
Critica al filosofo “en la torre de marfil”; eremita
cenobita, anacoreta asceta y huraño ermitaño. Este es un exiliado de sí mismo.
En este arquetipo engloba a algún perteneciente de la escolástica tradicional
con esa referencia a la Summa Teológica de S. Tomas de Aquino. Y con la crítica
“cadena de preposiciones latinas tan rotundas como inverificables”
cuestiona un poco lo que Fitse reprochaba a Kant; que sus categorías se quedan
en la estructura formal, en la cutícula externa de términos variables según la
fenomenología histórica. Al contrario del sistema de Kant, bastante a priori
(Al menos hasta que Hegel lo despierta del “sueño dogmático”) Voltaire va a
definirse como un empirista a posteriori “Lo que sabemos es fruto de la
experiencia”.
Cambiando de tema, recuerda sus disputas con D´
Alambert y Diderot a cuenta de la dichosa publicación. Esta encontró no
obstáculos económicos (Tenían subscriptores mecenas) pero si censuras y
criticas de sectores conservadores. Pide perdón a Diderot, pues en principio apoyó
a D´Alambert (Era el director formal y tenía la prosa más afín) pero la
experiencia le curó del prejuicio. Mientras este se retiró de la empresa a la
menor de cambio, Diderot protegió a pie de cañón la edición.
En su génesis la enciclopedia francesa pretendió
calcarse como emula traducción de la británica (Chambers), pero decidieron
abordar temas más pragmáticos, prácticos y productivos como patentes de innovaciones técnicas o fomentaciones de la
revolución agraria.
La enciclopedia, por tanto, fue un cúmulo de ideas
proselitistas (Desde el librecambismo de Smith sostenido con el principio de
Montesquieu, hasta las teorías revolucionarias y poco realistas de Rosseau) y,
por otras parte, un piélago de las Artes y Oficios de la época. Artes liberales
de orfebres, metalúrgicos...,maestros artesanos cuyos “secretos” sólo eran
trasmitidos hasta entonces a sus aprendices.
Aspira a concentrar todo el saber humano de la época, un afán entusiasta
pero pretencioso, muy parecido al optimismo positivista del XIX cuando la
civilización se cree en el cenit cultural, en la cúspide de sus avances
científicos, como si esta constituyera un Deux ex máchina. La Enciclopedia pretende irradiar Luz por toda Europa, alumbrando el oscuro A.
R, acabar con las sombras de estos reos en su caverna platónica.
Arremete contra las dos grandes minorías de edad de
su época; la ignorancia y la superstición (Que es la hija loca de la
creencia religiosa). Por eso define su doctrina filosófica como una Religión natural con un Dios organizador
y demiurgo creador del universo, pero que después deja al hombre libre. Una psicología que cuestiona el alma y si importa esa cuestión, y se afana más en promulgar una ética social.
A continuación agradece loablemente a sus suscriptores,
sin los cuales esta enciclopedia no hubiera sido posible y demás peloteos. Tras
confesar a la dama que empezó en la enciclopedia con el vocablo “fornicación”,
escinde al escritor en dos grandes prototipos.
1) La abeja autocomplaciente y melosa portadora de
“la miel” del sistema, con una prosa pomposa y neo clásica. 2) La avispa
trasgresora, que más que miel porta “la hiel” en su aguijón venenoso, en su
feroz critica al poder establecido. Tanta cicuta porta en sus criticas que
redacta su propio diccionario filosófico; absenta sin bálsamo.
Comenta las censuras recibidas por el clero; desde los
intransigentes janseitas hasta los taimados y sutiles jesuitas, tan ladinos que
han retornado de todas las expulsiones y desde el giro de Constantino ha
amasado + bienes terrenales y poderes pedestres que ninguna otra orden.
Ridiculiza a la representación satírico- burlesca que
pretendió parodiar a Los Filósofos popularizando la voz “cacuacs” para chanza
del populacho. Malesherbes defiende la libertad de expresión y prensa (Imprenta,
en la época) aunque esta “hay que saberla gozar tanto como padecer”
Ahora se mete con Rosseau con esa puñalada
intelectual de “puso su habilidad sofistica al servicio de ideas más propias
de un primitivo que de una persona civilizada” Llama a Rosseau primitivo
cuando precisamente él contrapone Civilización y Naturaleza. El ginebrino
pretende retornar al entorno del buen salvaje. El hombre nace bueno, no bueno
en el sentido platónico- cristiano del término, sino en el de Nietszche o
Bakunin; Instintivo, inocente e inconsciente.
Este recibe una educación que lo vuelve un ser
hostil (Rosseau adoleció malos tratos. Las víctimas tornan agresoras), Es
malvado “porque la sociedad le ha hecho así”. Por tanto Rosseau se propone
cambiar la sociedad desde la educación (Emilio) y desde la política (El
contrato social).
Según esta soberanía nacional, el pueblo recuperará
la legitimidad usurpada, pero esta forma colectivista en cuanto polis y social
exige un menoscabo de las libertades personales “por la causa, por el bien
común”. Rosseau tiene ese punto utópico, que lo mismo te fundamenta una
anarquía o las bases de la democracia moderna que un sistema autocrático o un
comunismo despótico.
Hecho este inciso, volvemos al racional Voltaire.
Comenta que burlaron la prohibición del rey Luis XV gracias a unos cortesanos
que enfatizaron las virtudes prácticas de la enciclopedia: Conocer el origen de
la pólvora o de los afeites de las damas. El desconocimiento de la física y la
química aliena a los hombres servidos de una ciencia que a la par menosprecian.
Introduce el juicio de valor y autoridad de que es
“viejo y exiliado”, y “todo hombre puede equivocarse” Algo impensable en el
Antiguo Régimen. No hay esa libertad como condena a la múltiple elección y al
posible margen de error. En la edad “oscura” no había Voluntad, sólo un
cuestionable “libre albedrío” cristiano
de elegir entre dos sendas, las únicas posibles. Libertad de recaer en el
pecado original o en esa histeria de redención de resarcirte de las
concupiscibilidades e irascibilidades como Tarso o San agustín, que retornó en
plan hijo pródigo al “buen camino”.
Voltaire, al igual que Descartes o Kant, introduce a
Dios en la cúspide de su sistema filosófico, aunque sus tautologías nos
lleven a verlo como “parche” que se ven obligados a zurcir por el contexto en
que publican. Hasta un Wittgenstein
(Nótese que ya ha pasado medio siglo del Zaratrusta) sigue definiendo a Dios
como fenómeno metafísico, o como decía Kant;
“noúmeno”, lo que nunca conoceremos si existe o no; lo intangible no
puede aprehenderse. De todas formas
“esta pregunta sobre su existencia no es fundamental” (En el sentido de
Voltaire sólo es fundamental lo vital, y entraríamos ya en el racio-vitalismo
de Ortega) Cree que Dios se manifiesta en el placer, lo hedonista, epicúreo y
voluptuoso.
La cristiandad se ha constituido en el sufrimiento. Desde “trabajarás con el
sudor de tu frente” y “parirás con el dolor de tu vientre” pasando por el valle
de lágrimas, el ángelus, la inculturación, el amor romántico que nos hace ver
el verdadero amor como el que más te hace sufrir y un etc infinito. La religión
judeocristiana es una cultura sádico-masoquista, de los sufridos y piedades
plañideras, una sublimación del dolor y del principio de estoica muerte en vida.
Pero esto nos remite a la budista (“Eliminando el placer, no hay dolor”), a la
hindú (“No importa el padecimiento de tu karma, hay reencarnación”), la taoista
(“fundente en el Tao, con el No- Ser”) o la musulmana, sumisa donde las haya.
Con lo cual concluiríamos que toda Religión necesita su moral de esclavos.
Los cristianos, nos dice Voltaire, condenan el amor
propio, pero la verdadera filantropía empieza por la misantropía. La
solidaridad empieza por uno mismo. Rosseau ataca también el individualismo
porque escapa a la consensuada y unánime “Voluntad General”. La civilización y
la cultura sería para Rosseau un convencionalismo social, un contrato, y un
hombre no es quien para romperlo. Para Voltaire la moral de señores, el
narcisismo y alter ego es como el órgano genital cubierto de ropa; Hay que
ocultar el amor propio en falsa modestia.
Se percata de que muchas de los condenados por la
inquisición no han proferido herejías más heterodoxas que las de los propios
teólogos del cristianismo, los místicos, los protestantes, los reformistas...
Ese “infame fanatismo” ha sembrado un reguero de sangre inocente. Si no hubiera
habido esta enorme masacre, incluso serían hilarantes los galimatías de los
escolásticos “de manicomio”. Son apelativos
cariñosos de Voltaire que acaba definiendo a los aztecas o a los
católicos lo que glosó González; La misma Mierda, mierda dogmática.
Voltaire concluye advirtiendo de un peligro, el que hoy
padecemos; la crisis de legitimidad o autoridad. LA MUERTE DE DIOS (Dios
celestial + padre terrenal + Papá Estado) Crisis de moralidad que nos
reprochaba Aranguren, decadencia de ideales en boca de Nietzche, falta de esa
Voluntad de Shopenhauer para Baroja, Decadencia occidental según Spengler,
muerte de la Razón histórica y la moral kantiana categórica, sepelios del
sujeto reprimido por su realidad alienante. Falta de un sentido vital
teleológico, de un proyecto de futurición, en una generación NO FUTURE que
viven de los viejos hasta poder vivir de los hijos. (Menores de edad, eternos
Peter Pan, autómatas y no autónomos del “Sistema” proteccionista) La apatía
constituida como self social en una sociedad tecnificada con los índices más
elevados de suicidios y bajas por estrés o enfermedad. La abulia mental suplida
con el exceso informativo y la incomunicación en la globalización. La
posmodernidad erigida en el Carpe Diem, el presente instante, el Collige,
Virgo, Rosae antes de que la vida se marchite. Esa enorme nausea del hombre
actual que mató a su Dios y a alzado nuevos ídolos- fetiches como la Tv, el
opio futbolístico o el Gran Hermano de Orwell. Dioses o becerros siempre habrá,
el hombre teme su libertad como bien expuso Fromm. De ahí la famosa frase de
Voltaire con la que cierro mi resumen crítico:
“¡Quienes pierdan toda religión creerán que ya nada
debe ser respetado! Si Dios no existiese, habría que volver a inventarlo. “

Y es que Voltaire ha quedado en nuestro imaginario
como el hombre que se enfrentó a Leibniz que era realista y optimista porque
para Leibniz el mundo estaba bien hecho como estaba y era el mejor de los
mundos posibles y el capitalismo el menos malo de los sistemas. Frente a ese
realismo optimista que se dio en la edad medía y en la ilustración y en las
felices décadas de auto regodearse en uno mismo, Voltaire propone el pesimismo
como filosofía. No hay que ser optimista con el sistema, ni siquiera realista, hay
que ser critico, PESIMISTA. esto lo vemos en su obra Candido, un pobre desdichado que sin embargo a cada desgracia que le ocurre sigue siendo optimista ante todo. le van ocurriendo cosas malas pero como hay que ser optimista no lucha contra su destino o su determinismo, no es libre, se deja llevar y acepta su paso en este mundo con resignación de esclavo. Esta obra sirvió para refutar ese optimismo "el mejor de los mundos posibles de Leibniz" Al mal tiempo, carita sonriente y auto complaciente.
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