lunes, 21 de marzo de 2016

VOLTAIRE O EL PESIMISMO FILOSOFICO

VOLTAIRE analizado en una falsa carta escrita por F. Savater.

En este extracto epistolar,  Voltaire se dirige a una mujer ilustrada. Quizá el paradigma más reconocible de esta acomodada culta y con poder político sea Catalina II de Rusia o Isabel II en España. Esta figura de mujer mas "pedantorra" que culta la refleja genial Moliere en su obra Las Sabihondas. en la época la mujer culta era vista como una "marisabidilla" y hasta bien entrado el siglo xx el término "literata" era un término despectivo. sin embargo, en la era de la luz y la ilustración estaba bien visto esa mujer enciclopédica rodeada en su corte de filósofos. Ponga usted un filosofo en la corte y alumbrará a sus visitas. Contra esto es contra lo que se rebela Voltaire en esta carta.  La carta que estoy analizando podría pasar por la de esa mujer ilustrada de no ser porque sé que la ha escrito Fernando Savater
A modo de sombrerazo cortés, se presenta como enciclopedista francés. Puntualiza que el filosofo es un  humanista racional (Antítesis del filosofo- poeta “en las nubes” como satirizó Aristofanes a Platón).
No cree en la metafísica teológica tan cultivada por la teología, esa doctrina finalista y fatalista  abocando al hombre a un destino determinista (Predestinación). Para este filósofo el cristianismo es sustituido por una especie de  panteísmo científico y naturalista. El Dios de los antiguos se convierte en la Diosa Razón de los modernos. Madre naturaleza en cuyo seno reside la verdad a posteriori (episteme empírica) de la ciencia, y los derechos a priori del hombre.
Critica al filosofo “en la torre de marfil”; eremita cenobita, anacoreta asceta y huraño ermitaño. Este es un exiliado de sí mismo. En este arquetipo engloba a algún perteneciente de la escolástica tradicional con esa referencia a la Summa Teológica de S. Tomas de Aquino. Y con la crítica “cadena de preposiciones latinas tan rotundas como inverificables” cuestiona un poco lo que Fitse reprochaba a Kant; que sus categorías se quedan en la estructura formal, en la cutícula externa de términos variables según la fenomenología histórica. Al contrario del sistema de Kant, bastante a priori (Al menos hasta que Hegel lo despierta del “sueño dogmático”) Voltaire va a definirse como un empirista a posteriori “Lo que sabemos es fruto de la experiencia”.

Cambiando de tema, recuerda sus disputas con D´ Alambert y Diderot a cuenta de la dichosa publicación. Esta encontró no obstáculos económicos (Tenían subscriptores mecenas) pero si censuras y criticas de sectores conservadores. Pide perdón a Diderot, pues en principio apoyó a D´Alambert (Era el director formal y tenía la prosa más afín) pero la experiencia le curó del prejuicio. Mientras este se retiró de la empresa a la menor de cambio, Diderot protegió a pie de cañón la edición.

En su génesis la enciclopedia francesa pretendió calcarse como emula traducción de la británica (Chambers), pero decidieron abordar temas más pragmáticos, prácticos y productivos como patentes de  innovaciones técnicas o fomentaciones de la revolución agraria.
La enciclopedia, por tanto, fue un cúmulo de ideas proselitistas (Desde el librecambismo de Smith sostenido con el principio de Montesquieu, hasta las teorías revolucionarias y poco realistas de Rosseau) y, por otras parte, un piélago de las Artes y Oficios de la época. Artes liberales de orfebres, metalúrgicos...,maestros artesanos cuyos “secretos” sólo eran trasmitidos hasta entonces a sus aprendices.  Aspira a concentrar todo el saber humano de la época, un afán entusiasta pero pretencioso, muy parecido al optimismo positivista del XIX cuando la civilización se cree en el cenit cultural, en la cúspide de sus avances científicos, como si esta constituyera un Deux ex máchina.  La Enciclopedia pretende irradiar  Luz por toda Europa, alumbrando el oscuro A. R, acabar con las sombras de estos reos en su caverna platónica.
Arremete contra las dos grandes minorías de edad de su época; la ignorancia y la superstición (Que es la hija loca de la creencia religiosa). Por eso define su doctrina filosófica como  una Religión natural con un Dios organizador y demiurgo creador del universo, pero que después deja al hombre libre. Una psicología que cuestiona el alma y si importa esa cuestión, y se afana más en promulgar una ética social.
A continuación agradece loablemente a sus suscriptores, sin los cuales esta enciclopedia no hubiera sido posible y demás peloteos. Tras confesar a la dama que empezó en la enciclopedia con el vocablo “fornicación”, escinde al escritor en dos grandes prototipos.
1) La abeja autocomplaciente y melosa portadora de “la miel” del sistema, con una prosa pomposa y neo clásica. 2) La avispa trasgresora, que más que miel porta “la hiel” en su aguijón venenoso, en su feroz critica al poder establecido. Tanta cicuta porta en sus criticas que redacta su propio diccionario filosófico; absenta sin bálsamo.
Comenta las censuras recibidas por el clero; desde los intransigentes janseitas hasta los taimados y sutiles jesuitas, tan ladinos que han retornado de todas las expulsiones y desde el giro de Constantino ha amasado + bienes terrenales y poderes pedestres que ninguna otra orden.
Ridiculiza a la representación satírico- burlesca que pretendió parodiar a Los Filósofos popularizando la voz “cacuacs” para chanza del populacho. Malesherbes defiende la libertad de expresión y prensa (Imprenta, en la época) aunque esta “hay que saberla gozar tanto como padecer”

Ahora se mete con Rosseau con esa puñalada intelectual de “puso su habilidad sofistica al servicio de ideas más propias de un primitivo que de una persona civilizada” Llama a Rosseau primitivo cuando precisamente él contrapone Civilización y Naturaleza. El ginebrino pretende retornar al entorno del buen salvaje. El hombre nace bueno, no bueno en el sentido platónico- cristiano del término, sino en el de Nietszche o Bakunin; Instintivo, inocente e inconsciente.
Este recibe una educación que lo vuelve un ser hostil (Rosseau adoleció malos tratos. Las víctimas tornan agresoras), Es malvado “porque la sociedad le ha hecho así”. Por tanto Rosseau se propone cambiar la sociedad desde la educación (Emilio) y desde la política (El contrato social).
Según esta soberanía nacional, el pueblo recuperará la legitimidad usurpada, pero esta forma colectivista en cuanto polis y social exige un menoscabo de las libertades personales “por la causa, por el bien común”. Rosseau tiene ese punto utópico, que lo mismo te fundamenta una anarquía o las bases de la democracia moderna que un sistema autocrático o un comunismo despótico.

Hecho este inciso, volvemos al racional Voltaire. Comenta que burlaron la prohibición del rey Luis XV gracias a unos cortesanos que enfatizaron las virtudes prácticas de la enciclopedia: Conocer el origen de la pólvora o de los afeites de las damas. El desconocimiento de la física y la química aliena a los hombres servidos de una ciencia que a la par menosprecian.
Introduce el juicio de valor y autoridad de que es “viejo y exiliado”, y “todo hombre puede equivocarse” Algo impensable en el Antiguo Régimen. No hay esa libertad como condena a la múltiple elección y al posible margen de error. En la edad “oscura” no había Voluntad, sólo un cuestionable  “libre albedrío” cristiano de elegir entre dos sendas, las únicas posibles. Libertad de recaer en el pecado original o en esa histeria de redención de resarcirte de las concupiscibilidades e irascibilidades como Tarso o San agustín, que retornó en plan hijo pródigo al “buen camino”. 
Voltaire, al igual que Descartes o Kant, introduce a Dios en la cúspide de su sistema filosófico, aunque sus tautologías nos lleven a verlo como “parche” que se ven obligados a zurcir por el contexto en que publican.  Hasta un Wittgenstein (Nótese que ya ha pasado medio siglo del Zaratrusta) sigue definiendo a Dios como fenómeno metafísico, o como decía Kant;  “noúmeno”, lo que nunca conoceremos si existe o no; lo intangible no puede aprehenderse.  De todas formas “esta pregunta sobre su existencia no es fundamental” (En el sentido de Voltaire sólo es fundamental lo vital, y entraríamos ya en el racio-vitalismo de Ortega) Cree que Dios se manifiesta en el placer, lo hedonista, epicúreo y voluptuoso.
La cristiandad se ha constituido en el sufrimiento. Desde “trabajarás con el sudor de tu frente” y “parirás con el dolor de tu vientre” pasando por el valle de lágrimas, el ángelus, la inculturación, el amor romántico que nos hace ver el verdadero amor como el que más te hace sufrir y un etc infinito. La religión judeocristiana es una cultura sádico-masoquista, de los sufridos y piedades plañideras, una sublimación del dolor y del principio de estoica muerte en vida. Pero esto nos remite a la budista (“Eliminando el placer, no hay dolor”), a la hindú (“No importa el padecimiento de tu karma, hay reencarnación”), la taoista (“fundente en el Tao, con el No- Ser”) o la musulmana, sumisa donde las haya. Con lo cual concluiríamos que toda Religión necesita su moral de esclavos.
Los cristianos, nos dice Voltaire, condenan el amor propio, pero la verdadera filantropía empieza por la misantropía. La solidaridad empieza por uno mismo. Rosseau ataca también el individualismo porque escapa a la consensuada y unánime “Voluntad General”. La civilización y la cultura sería para Rosseau un convencionalismo social, un contrato, y un hombre no es quien para romperlo. Para Voltaire la moral de señores, el narcisismo y alter ego es como el órgano genital cubierto de ropa; Hay que ocultar el amor propio en falsa modestia.
Se percata de que muchas de los condenados por la inquisición no han proferido herejías más heterodoxas que las de los propios teólogos del cristianismo, los místicos, los protestantes, los reformistas... Ese “infame fanatismo” ha sembrado un reguero de sangre inocente. Si no hubiera habido esta enorme masacre, incluso serían hilarantes los galimatías de los escolásticos “de manicomio”. Son apelativos  cariñosos de Voltaire que acaba definiendo a los aztecas o a los católicos lo que glosó González; La misma Mierda, mierda dogmática. 

Voltaire concluye advirtiendo de un peligro, el que hoy padecemos; la crisis de legitimidad o autoridad. LA MUERTE DE DIOS (Dios celestial + padre terrenal + Papá Estado) Crisis de moralidad que nos reprochaba Aranguren, decadencia de ideales en boca de Nietzche, falta de esa Voluntad de Shopenhauer para Baroja, Decadencia occidental según Spengler, muerte de la Razón histórica y la moral kantiana categórica, sepelios del sujeto reprimido por su realidad alienante. Falta de un sentido vital teleológico, de un proyecto de futurición, en una generación NO FUTURE que viven de los viejos hasta poder vivir de los hijos. (Menores de edad, eternos Peter Pan, autómatas y no autónomos del “Sistema” proteccionista) La apatía constituida como self social en una sociedad tecnificada con los índices más elevados de suicidios y bajas por estrés o enfermedad. La abulia mental suplida con el exceso informativo y la incomunicación en la globalización. La posmodernidad erigida en el Carpe Diem, el presente instante, el Collige, Virgo, Rosae antes de que la vida se marchite. Esa enorme nausea del hombre actual que mató a su Dios y a alzado nuevos ídolos- fetiches como la Tv, el opio futbolístico o el Gran Hermano de Orwell. Dioses o becerros siempre habrá, el hombre teme su libertad como bien expuso Fromm. De ahí la famosa frase de Voltaire con la que cierro mi resumen crítico: 
“¡Quienes pierdan toda religión creerán que ya nada debe ser respetado! Si Dios no existiese, habría que volver a inventarlo. “    

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Y es que Voltaire ha quedado en nuestro imaginario como el hombre que se enfrentó a Leibniz que era realista y optimista porque para Leibniz el mundo estaba bien hecho como estaba y era el mejor de los mundos posibles y el capitalismo el menos malo de los sistemas. Frente a ese realismo optimista que se dio en la edad medía y en la ilustración y en las felices décadas de auto regodearse en uno mismo, Voltaire propone el pesimismo como filosofía. No hay que ser optimista con el sistema, ni siquiera realista, hay que ser critico, PESIMISTA. esto lo vemos en su obra Candido, un pobre desdichado que sin embargo a cada desgracia que le ocurre sigue siendo optimista ante todo. le van ocurriendo cosas malas pero como hay que ser optimista no lucha contra su destino o su determinismo, no es libre, se deja llevar y acepta su paso en este mundo con resignación de esclavo. Esta obra sirvió para refutar ese optimismo "el mejor de los mundos posibles de Leibniz" Al mal tiempo, carita sonriente y auto complaciente. 

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