sábado, 5 de marzo de 2016

VIDA EN LAS VENTANAS

VENTANA PROPIA EN UNA HABITACIÓN AJENA
Aunque recorras el mundo hallaras esta misma ventana, sólo abriendo persianas te perderás por el mundo sin perderte nada.
 Gorka está en la cama leyendo el ensayo de virginia Woolf una habitación propia. Cuando termina el libro, lo cierra, y lo devuelve al sueño de su biblioteca. Se sienta en su silla y escribe unas reflexiones en el ordenador:

Es cierto que la mujer necesita un cuarto donde escribir, pero creo que es más necesario que tenga una ventana. Desde la edad media, o quizá antes, la mujer es cortejada cuando sale a la ventana. Me refiero al amor cortes de los trovadores o a la misma tuna cuando canta clavelitos a la amada.  La celestina empieza así, en una ventana, y Melibea asomada a ella. ¿Qué sería de Romeo si Julieta no hubiese salido a la ventana? La ventana es el rincón íntimo de la mujer, su gineceo y su geografía humana. Es en la ventana donde ella apoya sus puños en su cabeza y se dedica a soñar. Es en la ventana donde puede hablar con los ruiseñores del alba, o regar las macetas, las plantas, los geranios… la princesa espera todas las noches a príncipe azul, él vendrá en una carroza dorada y cuando llegue escalará su larga melena a modo de escalera. El escritor necesita la ventana para salir al exterior, para abandonar su castillo de marfil y jaula de oro. Las cotillas en el pueblo se pasan el día mirando las musarañas de la ventana, o espiando a los vecinos como los voyeurs y mirones.

La ventana es el lugar preferido de las chismosas de escalera, o del patio de corralas y mentideros. Ahora no tenemos esas ventanas pero tenemos otras; las ventanas del ordenador o Windows. Las ventanas de los programas de mensajería (el Messenger, elskype) o de comunicación (Facebook, twenty) y redes sociales. Las cartas de nuestros abuelos se han sustituido por mensajes cortos en ventanas de internet.  Llamados sms.
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Por la ventana inciden los rayos de sol de la mañana, por la ventana hablamos con la luna y la confesamos nuestras cuitas, los enamorados se mandan besos que vuelan y sobrevuelan los tejados. Soltamos una paloma y vuelve un cuervo negro.
Sin ventanas, el mundo sería un cuarto oscuro y estrecho. Hasta santa teresa necesitaba una ventana para llegar a Dios, y Segismundo y los presos necesitan la ventana aunque sea para agarrarse a los barrotes.  Una ventana en una celda al menos da esperanza, que allá afuera espera el mundo, que sigue saliendo el sol y poniéndose la luna.
No es necesario un cuarto propio, basta con tener una ventana, un ordenador y una cama donde pasarse las horas escribiendo como Proust. Con eso me conformo.

Gorka se ha pasado la mañana leyendo porque es sábado. Tiene un examen de filosofía el lunes, sobre Nietzsche, su filósofo preferido. ¿En qué se diferencian los filósofos de los poetas? El filósofo mira el mundo creyendo que lo que ve en la ventana es la realidad. El poeta, en cambio, sabe que sólo es una ilusión. La filosofía antes de Nietzsche era un claustro tenebroso, con todas las ventanas cerradas, una celdilla monacal, una atmosfera viciada de oscurantismo. Y abrir las persianas, claro, provoca al principio un destello de luz fuertísima que ciega los ojos, como si miráramos directamente al Sol. Y es que mirar directamente al sol, a la Razón, significa quemarse los ojos y que las alas de cera se derritan por sus rayos como le pasó a Ícaro. El orgullo, el ego, volar demasiado alto, creernos súper dioses o querer sustituir al Dios muerto y al demiurgo. Cuando el esclavo de la caverna  de Platón sale de su cueva llena de sombras e intenta mirar al sol, al principio se queda cegado, pero poco a poco logra sustituir las sombras por la luz. Ambos filósofos nos hablan de lo mismo, abrir las ventanas para que entre la luz.

Gorka oye ruido en la calle. Entra en el cuarto de sus padres, ellos no están, porque están separados, porque nunca están en casa, siempre trabajando o de viaje. Le gusta probarse ropa de su padre, es una forma de perderle el miedo.
Se asoma al balcón, se asoma a la vida. Se refugia en su ordenador donde escribe su diario, un diario para aprehender la vida que es escurridiza, para congelar o petrificar el momento. La literatura es un palacio de invierno y las letras… gélidos témpanos que caen a modo de una estalagmita en una cueva. Gracias a la literatura puede esfumarse de vuelo sin salir de su cuarto. La literatura es su ventana de emergencia en su edificio funcional. Su cerebro es como un cuarto lleno de ventanas- cajones y cada ventana le lleva a un paisaje diferente.
Pero en el fondo todas las ventanas le llevan al mismo sitio, al paraíso perdido, al jardín interior, el jardín de los secretos y de la infancia, al niño interior.
Desde el balcón oye el maullido de los gatos en sus cubos de basura, espía las parejas besándose con fruición en los soportales, trascurre la vida más allá del cristal de su tragaluz pero él no puede alcanzar esa vida, siempre está en medio el vidrio. Quizá por eso, ella le dejó, porque siempre estaba distante, con su coraza de cristal. Los maniquíes de los escaparates nos parecen fríos, nos parecen muertos, no sólo porque están estáticos sino porque están tras una luna que los aleja. Siempre ese cristal entre él y la vida, y escribir es en cierta forma traspasar esa barrera entre lo real y el sueño, entre la filosofía y la poesía. Entre las sombras y la luz.
Para mirar por una ventana hay que ser cautelosos, y no dejarse ver, deslizarse furtivos y camuflarse entre las cortinas. Observar, anotar la vida, embarullarla después de barruntadas. Así, entre lo vivido y lo luego escrito hay un trecho o más bien una brecha colosal.
Mirar por la ventana como el farero se asoma al faro escrutando el inabarcable horizonte, respirando los efluvios y sintiendo el vahído y la náusea salada del mar. Gorka al recordar el mar recuerda la playa y aquel verano en que conoció a Laura. Gorka no cree en el amor, porque desde niño sólo ha oído gritos en casa y nunca palabras bonitas. Por eso mismo tiene miedo al amor, prefiere que el amor sea platónico, un sueño y nada más.
La mujer, para Gorka, es algo ideal, esa princesa que se asoma en su torre o se intenta suicidar desde un campanario, un cuadro de una Ofelia prerrafaelista, ahogada en la mar. Eso es mirar el amor desde una ventana, como hacían las princesas de los cuentos de hada, sin atreverse a vivirlo. Gorka aguarda a su princesa que lo rescate del dragón de su padre. Lo que un sicoanalista llamaría complejo de Edipo. Esperar el ósculo que le libere de su largo letargo.
Quizá todos vivamos en las ventanas a la espera, mandando e- mails sin puerto de llegada. El pos- moderno es el Ulises que no atisba la costa desde la escotilla de su barco naufragado. Gorka se asoma a las azoteas de los pensadores buscando la isla de la utopía, el lugar que es un no lugar.
Pero a la ventana no vuelve la paloma que soltamos sino un cuervo negro y cojo.
También hay toda una filosofía de la ventana. Los soñadores tienen insomnio, se pasan la noche mirando el cielo cuajado de estrellas, temen el crepúsculo, tienen miedo de la Nada que cuelga en una tela de araña en el alfeizar de la ventana. Los filósofos purgan reconcomios en sí mismos y se comen la chola.
Las ventanas nos engañan, son espejismos. Las ventanas son espejos donde nos vemos deformados, más gordos, o más bellos, y la literatura es ese espejo que intenta ser real pero que siempre es sueño. Espejos plurales de múltiples prismas, tantas ventanas como habitaciones. Y al palpar el cristal al final nos vemos reflejados a nosotros mismos como fantasmas que se han colado en medio del paisaje.
Vivimos en una prisión y al abrir la ventana entra el aire de la brisa mañanera y el perfume de las flores agrestes, crecidas en libertad. Asomado al balcón de sus padres, Gorka riega las plantas, enclaustradas en tiestos, que han quedado cubiertas de escarcha, de témpanos y palacios de hielo. Son flores de invernadero pero todas las flores abren sus capullos y pistilos en primavera. Y desfloradas de todo rocío, se deshojan de lágrimas. Renacen las flores como si se volviesen a plantar de nuevo. Y al final se plantan.
Gorka fuma en su ventana propia, en una habitación ajena, la de sus padres.
Recorrí el mundo y sólo hallé esta ventana. Abro persianas y me pierdo por el mundo, sin perderme nada. Esta ventana es el objeto del filósofo, el sujeto del escritor. Es mi ventana interior. Gorka escribe un email de despedida a su novia:

RECUERDO EL PASADO DESDE LA VENTANA DE MI RESIDENCIA

Veo llorar a mi ventana con su cara frágil de cristal. Mi cuarto es una urna de cristal; cuatro paredes y tu ausencia. ¡Dédalo de nimias dimensiones donde uno se pierde!. Cada mueble esconde recovecos para llorar, recodos del laberinto, resquicios de nuestro primer amor.  Mi ventana es una mujer cuadrada, pero voluptuosa porque tras su luna te rememoro.
De mi ventana ha escapado un rayo de luna. Ella es nuestra distancia.   Me he percatado de que todo (el destino, el azar, las casualidades o coincidencias, nuestros padres, nuestros bares y nuestros campamentos) nos abocó a las adversidades y buenos rollos del primer amor. Lo fuiste de cría, flor rara en insufribles poemas botánicos, versos que versaban sobre flores enclaustradas.
Luego este teatrillo tornó roles; De tú destinataria fantasma, a yo espectro. Dejaste de ser mi juego verbal y quizá me convertiste en tu juguete emocional, pero no hay lágrimas, las diluyen los limpia- ventanas. La iridiscente luna me limpia las lágrimas y la lluvia se agolpa en la ventana. La luna siempre ha representado al eterno femenino, regula los ciclos menstruales y los periodos fértiles en la Tierra. También la llaman astro mágico, inspiración de poetas,  señora de los gatos que la aullamos, madre de huérfanos fantasiosos. Por la ventana intento apresar mi rayo de luna.
Estoy borracho perdido, en este final de la noche donde la luna irradia destellos de melancolía y destemplanza.
Sobre el aparador se alza mi casa de muñecas victoriana. Dentro de este micro mundo minimalista las damas leen fumando en narguile, suspirando, anhelando.
Al asomarme a la ventana siento nostalgia por lo soñado, no por ti, sino por un gelatinoso cuerpo que elucubro a mis anchas. Se precipita un amor apremiante por ese etéreo destinatario sin rostro. Mi beso se pierde en el aire, busca vehemente su interlocutor, ¡ruego no interceptes su misiva ni mi huida!. Kafka susurró a su Milena que los besos que mandamos por carta o por e- mail se los beben por el camino los fantasmas.
Mis besos van dirigidos a un vaporoso ente; a mi alma gemela. Quizá sólo una anímica muñeca anémica de mi casa sobre la hornacina. Tal vez una gótica decadente con su jeta de inhalar rapé e ingerir vinagre, un crisantemo mustio. A lo mejor una rubia de cara sonrosada, labios carnosos y una sonrisa de no comprender mis palabras, pero asistirme como mujer del escritor, como pareja y compañera de las letras. O una intelectual de gafas Joko Ono, look Susan Sontag, harapos jipiosos y collares tribales. ¡Qué triste que mi ideal de mujer sea una simple sico marxista con ojos achinados de lectora! A veces pienso que antes de a estas tías soñadas, me encontraré a esa puta sifilítica llamada Muerte. Bolsito de rebajas colgado en la guadaña y rostro de Nacha Guevara. Todos son tópicos culturales, prejuicios en el amor, eso son los ideales de mujer u hombre ideal.
Los poetas decadentes se asoman demasiado a las ventanas, desesperadas esquelas invitando a la caída.
Porque el que se asoma a la ventana tiene siempre la tentación de tirarse por ella, de acabar con todo. Los suicidas escriben cartas de despedida, y quizá esta sea una que prolonga su adiós hasta la extenuación. Larra y Werther demoraron al máximo su inmolado acto, ¡Que placer les comportaban los preliminares de la víctima! ¿Me tiro, no me tiro? No, no me atrevo a matarme pero reconozco que dilatar el amor, o alargar la muerte de quien pide eutanasia a gritos, sólo trae dolor y más dolor.
Doy tumbos por este camarote, los vaivenes del barco, la borrachera, las farolas... Escucho por nuestra caracola, al otro lado estas tú.     
Y un runrún agonizando, olas muertas sobre las rocas. La espuma de las olas es la baba de un bebe y el semen de un niño y la crema de afeitar de un adulto. Las olas fenecen en nichos y cercos de algas.
El cuarto ya no es mi cuarto, es una isla de marginados, niños sabios distorsionados en una nube de agua, en un espejo roto en finas partículas de arena sobre mis pies, una ventana rota por un puñetazo.
A mi cuarto sólo se entra por la ventana, almena de príncipe hechizado, en espera de sus princesas de sangre etérea, tendiendo su melena a quien por ascendente se tenga.  Campanillas volátiles y tías soñadoras. ¡Vuela, escapa por esta ventana, amiga hada!
Nuestra relación fue la luz intermitente de una farola que se apaga. Por esta ventana distingo los pubs y bares, recuerdo nuestro reencuentro. Te saludo, sales, paseamos, hablamos de viejos tiempos, inventamos un futuro, la uní, los sueños...Luego vimos la película los otros, y me sentí tu fantasma. “El infierno son los otros”, y otras frases de víctima, de nihilista, de rosa en un mundo de espinas.
No sé cómo me aguantaste, quizá te enamoró mi inocencia tras las múltiples mascaras dolientes. Vírgenes en el amor tornaron víctimas. Pasé mi mano por la butaca, apartaste tu cuerpo para permitirme rozarte, pero no me percaté. Cuanto más intentábamos asirnos, más nos separábamos. Las gafas te distanciaban, parecías una mujer madura, y yo un adolescente enmudecido de sonrojo. Pasaron los créditos y entonces me besaste, con una fuerza que enterró el pasado. Subimos a la azotea del centro comercial.
Me preguntaste ¿Ahora qué?. Eso pensaba yo; ¿Ahora qué? Esto no era escribir un poema o enrollarme con una tía un fin de semana. Quizá lo que creías pasotismo, era sólo miedo.
Tras un plantón en la torre del reloj (¡El tiempo!) cortaste con un SMS del móvil, escueto pero dañino como áspid en el palacio de Cleopatra. Lloraba en los bares, bebía acodado en la barra. Nada reinstauraba el arrebol a mi pálida cara, me desinteresé por el curso, leía por mi cuenta a Sartre (Que ya es estar de bajón), todo se mancillaba de negrura. Dicen que de los pozos sólo se sale si te interesas por el exterior, por los demás, pero dejé de frecuentar a mis amigos, me convertí en el autista y artista autodidacta de mi instituto, hermético adolescente, taciturno, insomne, fumador obsesivo, lector desazonado, ¡Como si tras el humo de las palabras hubiera respuesta!. 
La reconciliación aconteció una nochevieja. Estabas tan borracha que ya no recuerdas los mares que lloré. Fue el comienzo del fin. Primero el agobio; estos dos tórtolos se sentían espantapájaros sobre los que las palomas del parque pasaban de posarse. Muertos en vida, niños viejos, sorbiendo sus cafés, con un programa de horarios de biblioteca. Monotonía perfecta; seriedad en la mirada, trascendencia en las palabras y tú hipabas “No te vayas de Norta”, sólo faltó la alianza. “Necesitamos tiempo, conocer otras personas” Así la pareja perfecta, los novios que despertaban envidia y asco, sellaron un pacto de “amor libre”. Pero resultó un fiasco… pues si me liaba con otras tías las comparaba y te extrañaba. Si no nos veíamos en toda la semana, el finde nos devorábamos con sed acumulada. Fue un error, se está o no, no se puede estar en una relación “a lo fantasma”. Ni mirar el mundo siempre escondido tras ventanas como hacen los niños miedosos.  La gota que colmó el kubata fue este verano. Llegué a la conclusión de que la mujer que quería era la de la foto, la que veo tras mi ventana, la que puedo idealizar y aderezar de paranoias, no la mujer real.
Por supuesto que somos amigos, siempre lo hemos sido. Queda otra clase de amor, el fraternal; dos gemelos cosidos a la espalda. Univitelinos significa que lo que te pase al otro lado del hilo me afecta. Una especie de cordón nos une, por más que hayamos elegido laberintos diferentes. Ariadna y su minotauro bella y bestia son. El rencor se derrama en gotitas de vapor por mi ventana. En el cristal aparecen esas fotos de niños y nuestra relación sin fotos, sin testigos, sin pruebas para el juicio y mi condena.
Un día descubriré que la mujer inventada, la mujer que soñé y tú no sois tan distintas, que ambas sois la misma. Cuando te acuestes y sueñes con los angelitos, no olvides que a hora y cuarto de aquí, Peter Pan te lanza un beso desde su ventana.

Gorka cierra este documento, cierra la ventana del ordenador, y la ventana de su cuarto porque le está empezando a hacer frío en el alma. 

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