VENTANA PROPIA EN UNA HABITACIÓN AJENA
Aunque
recorras el mundo hallaras esta misma ventana, sólo abriendo persianas te
perderás por el mundo sin perderte nada.
Gorka está en la cama leyendo el ensayo de virginia
Woolf una habitación propia. Cuando termina el libro, lo cierra, y lo devuelve
al sueño de su biblioteca. Se sienta en su silla y escribe unas reflexiones en
el ordenador:
Es cierto que la mujer necesita un cuarto
donde escribir, pero creo que es más necesario que tenga una ventana. Desde la
edad media, o quizá antes, la mujer es cortejada cuando sale a la ventana. Me
refiero al amor cortes de los trovadores o a la misma tuna cuando canta clavelitos
a la amada. La celestina empieza así, en
una ventana, y Melibea asomada a ella. ¿Qué sería de Romeo si Julieta no
hubiese salido a la ventana? La ventana es el rincón íntimo de la mujer, su
gineceo y su geografía humana. Es en la ventana donde ella apoya sus puños en
su cabeza y se dedica a soñar. Es en la ventana donde puede hablar con los
ruiseñores del alba, o regar las macetas, las plantas, los geranios… la
princesa espera todas las noches a príncipe azul, él vendrá en una carroza
dorada y cuando llegue escalará su larga melena a modo de escalera. El escritor
necesita la ventana para salir al exterior, para abandonar su castillo de
marfil y jaula de oro. Las cotillas en el pueblo se pasan el día mirando las
musarañas de la ventana, o espiando a los vecinos como los voyeurs y mirones.
La ventana es el lugar preferido de las
chismosas de escalera, o del patio de corralas y mentideros. Ahora no tenemos
esas ventanas pero tenemos otras; las ventanas del ordenador o Windows. Las
ventanas de los programas de mensajería (el Messenger, elskype) o de
comunicación (Facebook, twenty) y redes sociales. Las cartas de nuestros
abuelos se han sustituido por mensajes cortos en ventanas de internet. Llamados sms.
Por la ventana inciden los rayos de sol
de la mañana, por la ventana hablamos con la luna y la confesamos nuestras
cuitas, los enamorados se mandan besos que vuelan y sobrevuelan los tejados.
Soltamos una paloma y vuelve un cuervo negro.
Sin ventanas, el mundo sería un cuarto
oscuro y estrecho. Hasta santa teresa necesitaba una ventana para llegar a Dios,
y Segismundo y los presos necesitan la ventana aunque sea para agarrarse a los
barrotes. Una ventana en una celda al
menos da esperanza, que allá afuera espera el mundo, que sigue saliendo el sol
y poniéndose la luna.
No es necesario un cuarto propio, basta
con tener una ventana, un ordenador y una cama donde pasarse las horas
escribiendo como Proust. Con eso me conformo.
Gorka se ha pasado la mañana leyendo porque es
sábado. Tiene un examen de filosofía el lunes, sobre Nietzsche, su filósofo
preferido. ¿En qué se diferencian los filósofos de los poetas? El filósofo mira
el mundo creyendo que lo que ve en la ventana es la realidad. El poeta, en
cambio, sabe que sólo es una ilusión. La filosofía antes de Nietzsche era un
claustro tenebroso, con todas las ventanas cerradas, una celdilla monacal, una
atmosfera viciada de oscurantismo. Y abrir las persianas, claro, provoca al
principio un destello de luz fuertísima que ciega los ojos, como si miráramos
directamente al Sol. Y es que mirar directamente al sol, a la Razón, significa
quemarse los ojos y que las alas de cera se derritan por sus rayos como le pasó
a Ícaro. El orgullo, el ego, volar demasiado alto, creernos súper dioses o
querer sustituir al Dios muerto y al demiurgo. Cuando el esclavo de la
caverna de Platón sale de su cueva llena
de sombras e intenta mirar al sol, al principio se queda cegado, pero poco a
poco logra sustituir las sombras por la luz. Ambos filósofos nos hablan de lo
mismo, abrir las ventanas para que entre la luz.
Gorka oye ruido en la calle. Entra en el cuarto de
sus padres, ellos no están, porque están separados, porque nunca están en casa,
siempre trabajando o de viaje. Le gusta probarse ropa de su padre, es una forma
de perderle el miedo.
Se asoma al balcón, se asoma a la vida. Se refugia en
su ordenador donde escribe su diario, un diario para aprehender la vida que es
escurridiza, para congelar o petrificar el momento. La literatura es un palacio
de invierno y las letras… gélidos témpanos que caen a modo de una estalagmita
en una cueva. Gracias a la literatura puede esfumarse de vuelo sin salir de su
cuarto. La literatura es su ventana de emergencia en su edificio funcional. Su
cerebro es como un cuarto lleno de ventanas- cajones y cada ventana le lleva a
un paisaje diferente.
Pero en el fondo todas las ventanas le llevan al
mismo sitio, al paraíso perdido, al jardín interior, el jardín de los secretos y
de la infancia, al niño interior.
Desde el balcón oye el maullido de los gatos en sus
cubos de basura, espía las parejas besándose con fruición en los soportales,
trascurre la vida más allá del cristal de su tragaluz pero él no puede alcanzar
esa vida, siempre está en medio el vidrio. Quizá por eso, ella le dejó, porque
siempre estaba distante, con su coraza de cristal. Los maniquíes de los
escaparates nos parecen fríos, nos parecen muertos, no sólo porque están
estáticos sino porque están tras una luna que los aleja. Siempre ese cristal
entre él y la vida, y escribir es en cierta forma traspasar esa barrera entre
lo real y el sueño, entre la filosofía y la poesía. Entre las sombras y la luz.
Para mirar por una ventana hay que ser cautelosos, y
no dejarse ver, deslizarse furtivos y camuflarse entre las cortinas. Observar,
anotar la vida, embarullarla después de barruntadas. Así, entre lo vivido y lo
luego escrito hay un trecho o más bien una brecha colosal.
Mirar por la ventana como el farero se asoma al faro
escrutando el inabarcable horizonte, respirando los efluvios y sintiendo el
vahído y la náusea salada del mar. Gorka al recordar el mar recuerda la playa y
aquel verano en que conoció a Laura. Gorka no cree en el amor, porque desde
niño sólo ha oído gritos en casa y nunca palabras bonitas. Por eso mismo tiene
miedo al amor, prefiere que el amor sea platónico, un sueño y nada más.
La mujer, para Gorka, es algo ideal, esa princesa que
se asoma en su torre o se intenta suicidar desde un campanario, un cuadro de
una Ofelia prerrafaelista, ahogada en la mar. Eso es mirar el amor desde una
ventana, como hacían las princesas de los cuentos de hada, sin atreverse a
vivirlo. Gorka aguarda a su princesa que lo rescate del dragón de su padre. Lo
que un sicoanalista llamaría complejo de Edipo. Esperar el ósculo que le libere
de su largo letargo.
Quizá todos vivamos en las ventanas a la espera, mandando
e- mails sin puerto de llegada. El pos- moderno es el Ulises que no atisba la
costa desde la escotilla de su barco naufragado. Gorka se asoma a las azoteas
de los pensadores buscando la isla de la utopía, el lugar que es un no lugar.
Pero a la ventana no vuelve la paloma que soltamos
sino un cuervo negro y cojo.
También hay toda una filosofía de la ventana. Los soñadores
tienen insomnio, se pasan la noche mirando el cielo cuajado de estrellas, temen
el crepúsculo, tienen miedo de la Nada que cuelga en una tela de araña en el
alfeizar de la ventana. Los filósofos purgan reconcomios en sí mismos y se
comen la chola.
Las ventanas nos engañan, son espejismos. Las
ventanas son espejos donde nos vemos deformados, más gordos, o más bellos, y la
literatura es ese espejo que intenta ser real pero que siempre es sueño. Espejos
plurales de múltiples prismas, tantas ventanas como habitaciones. Y al palpar
el cristal al final nos vemos reflejados a nosotros mismos como fantasmas que
se han colado en medio del paisaje.
Vivimos en una prisión y al abrir la ventana entra el
aire de la brisa mañanera y el perfume de las flores agrestes, crecidas en
libertad. Asomado al balcón de sus padres, Gorka riega las plantas,
enclaustradas en tiestos, que han quedado cubiertas de escarcha, de témpanos y
palacios de hielo. Son flores de invernadero pero todas las flores abren sus
capullos y pistilos en primavera. Y desfloradas de todo rocío, se deshojan de
lágrimas. Renacen las flores como si se volviesen a plantar de nuevo. Y al
final se plantan.
Gorka fuma en su ventana propia, en una habitación
ajena, la de sus padres.
Recorrí el mundo y sólo hallé esta ventana. Abro
persianas y me pierdo por el mundo, sin perderme nada. Esta ventana es el
objeto del filósofo, el sujeto del escritor. Es mi ventana interior. Gorka
escribe un email de despedida a su novia:
RECUERDO EL PASADO
DESDE LA VENTANA DE MI RESIDENCIA
Veo llorar a mi ventana con su cara
frágil de cristal. Mi cuarto es una urna de cristal; cuatro paredes y tu
ausencia. ¡Dédalo de nimias dimensiones donde uno se pierde!. Cada mueble
esconde recovecos para llorar, recodos del laberinto, resquicios de nuestro
primer amor. Mi ventana es una mujer
cuadrada, pero voluptuosa porque tras su luna te rememoro.
De mi ventana ha escapado un rayo de
luna. Ella es nuestra distancia. Me he
percatado de que todo (el destino, el azar, las casualidades o coincidencias,
nuestros padres, nuestros bares y nuestros campamentos) nos abocó a las
adversidades y buenos rollos del primer amor. Lo fuiste de cría, flor rara en
insufribles poemas botánicos, versos que versaban sobre flores enclaustradas.
Luego este teatrillo tornó roles; De
tú destinataria fantasma, a yo espectro. Dejaste de ser mi juego verbal y quizá
me convertiste en tu juguete emocional, pero no hay lágrimas, las diluyen los limpia-
ventanas. La iridiscente luna me limpia las lágrimas y la lluvia se agolpa en
la ventana. La luna siempre ha representado al eterno femenino, regula los
ciclos menstruales y los periodos fértiles en la Tierra. También la llaman
astro mágico, inspiración de poetas,
señora de los gatos que la aullamos, madre de huérfanos fantasiosos. Por
la ventana intento apresar mi rayo de luna.
Estoy borracho perdido, en este final
de la noche donde la luna irradia destellos de melancolía y destemplanza.
Sobre el aparador se alza mi casa de
muñecas victoriana. Dentro de este micro mundo minimalista las damas leen
fumando en narguile, suspirando, anhelando.
Al asomarme a la ventana siento
nostalgia por lo soñado, no por ti, sino por un gelatinoso cuerpo que elucubro
a mis anchas. Se precipita un amor apremiante por ese etéreo destinatario sin
rostro. Mi beso se pierde en el aire, busca vehemente su interlocutor, ¡ruego
no interceptes su misiva ni mi huida!. Kafka susurró a su Milena que los besos
que mandamos por carta o por e- mail se los beben por el camino los fantasmas.
Mis besos van dirigidos a un vaporoso
ente; a mi alma gemela. Quizá sólo una anímica muñeca anémica de mi casa sobre
la hornacina. Tal vez una gótica decadente con su jeta de inhalar rapé e
ingerir vinagre, un crisantemo mustio. A lo mejor una rubia de cara sonrosada,
labios carnosos y una sonrisa de no comprender mis palabras, pero asistirme
como mujer del escritor, como pareja y compañera de las letras. O una
intelectual de gafas Joko Ono, look Susan Sontag, harapos jipiosos y collares
tribales. ¡Qué triste que mi ideal de mujer sea una simple sico marxista con
ojos achinados de lectora! A veces pienso que antes de a estas tías soñadas, me
encontraré a esa puta sifilítica llamada Muerte. Bolsito de rebajas colgado en
la guadaña y rostro de Nacha Guevara. Todos son tópicos culturales, prejuicios
en el amor, eso son los ideales de mujer u hombre ideal.
Los poetas decadentes se asoman
demasiado a las ventanas, desesperadas esquelas invitando a la caída.
Porque el que se asoma a la ventana
tiene siempre la tentación de tirarse por ella, de acabar con todo. Los
suicidas escriben cartas de despedida, y quizá esta sea una que prolonga su
adiós hasta la extenuación. Larra y Werther demoraron al máximo su inmolado
acto, ¡Que placer les comportaban los preliminares de la víctima! ¿Me tiro, no
me tiro? No, no me atrevo a matarme pero reconozco que dilatar el amor, o
alargar la muerte de quien pide eutanasia a gritos, sólo trae dolor y más
dolor.
Doy tumbos por este camarote, los
vaivenes del barco, la borrachera, las farolas... Escucho por nuestra caracola,
al otro lado estas tú.
Y un runrún agonizando, olas muertas
sobre las rocas. La espuma de las olas es la baba de un bebe y el semen de un
niño y la crema de afeitar de un adulto. Las olas fenecen en nichos y cercos de
algas.
El cuarto ya no es mi cuarto, es una
isla de marginados, niños sabios distorsionados en una nube de agua, en un
espejo roto en finas partículas de arena sobre mis pies, una ventana rota por
un puñetazo.
A mi cuarto sólo se entra por la
ventana, almena de príncipe hechizado, en espera de sus princesas de sangre
etérea, tendiendo su melena a quien por ascendente se tenga. Campanillas volátiles y tías soñadoras. ¡Vuela,
escapa por esta ventana, amiga hada!
Nuestra relación fue la luz intermitente
de una farola que se apaga. Por esta ventana distingo los pubs y bares,
recuerdo nuestro reencuentro. Te saludo, sales, paseamos, hablamos de viejos
tiempos, inventamos un futuro, la uní, los sueños...Luego vimos la película los
otros, y me sentí tu fantasma. “El infierno son los otros”, y otras frases de víctima, de nihilista, de rosa
en un mundo de espinas.
No sé cómo me aguantaste, quizá te
enamoró mi inocencia tras las múltiples mascaras dolientes. Vírgenes en el amor
tornaron víctimas. Pasé mi mano por la butaca, apartaste tu cuerpo para
permitirme rozarte, pero no me percaté. Cuanto más intentábamos asirnos, más
nos separábamos. Las gafas te distanciaban, parecías una mujer madura, y yo un
adolescente enmudecido de sonrojo. Pasaron los créditos y entonces me besaste,
con una fuerza que enterró el pasado. Subimos a la azotea del centro comercial.
Me preguntaste ¿Ahora qué?. Eso
pensaba yo; ¿Ahora qué? Esto no era escribir un poema o enrollarme con una tía
un fin de semana. Quizá lo que creías pasotismo, era sólo miedo.
Tras un plantón en la torre del reloj
(¡El tiempo!) cortaste con un SMS del móvil, escueto pero dañino como áspid en
el palacio de Cleopatra. Lloraba en los bares, bebía acodado en la barra. Nada
reinstauraba el arrebol a mi pálida cara, me desinteresé por el curso, leía por
mi cuenta a Sartre (Que ya es estar de bajón), todo se mancillaba de negrura.
Dicen que de los pozos sólo se sale si te interesas por el exterior, por los
demás, pero dejé de frecuentar a mis amigos, me convertí en el autista y
artista autodidacta de mi instituto, hermético adolescente, taciturno, insomne,
fumador obsesivo, lector desazonado, ¡Como si tras el humo de las palabras
hubiera respuesta!.
La reconciliación aconteció una
nochevieja. Estabas tan borracha que ya no recuerdas los mares que lloré. Fue
el comienzo del fin. Primero el agobio; estos dos tórtolos se sentían
espantapájaros sobre los que las palomas del parque pasaban de posarse. Muertos
en vida, niños viejos, sorbiendo sus cafés, con un programa de horarios de
biblioteca. Monotonía perfecta; seriedad en la mirada, trascendencia en las
palabras y tú hipabas “No te vayas de Norta”, sólo faltó la alianza.
“Necesitamos tiempo, conocer otras personas” Así la pareja perfecta, los novios
que despertaban envidia y asco, sellaron un pacto de “amor libre”. Pero resultó
un fiasco… pues si me liaba con otras tías las comparaba y te extrañaba. Si no
nos veíamos en toda la semana, el finde nos devorábamos con sed acumulada. Fue
un error, se está o no, no se puede estar en una relación “a lo fantasma”. Ni
mirar el mundo siempre escondido tras ventanas como hacen los niños miedosos. La gota que colmó el kubata fue este verano.
Llegué a la conclusión de que la mujer que quería era la de la foto, la que veo
tras mi ventana, la que puedo idealizar y aderezar de paranoias, no la mujer
real.
Por supuesto que somos amigos, siempre
lo hemos sido. Queda otra clase de amor, el fraternal; dos gemelos cosidos a la
espalda. Univitelinos significa que lo que te pase al otro lado del hilo me
afecta. Una especie de cordón nos une, por más que hayamos elegido laberintos
diferentes. Ariadna y su minotauro bella y bestia son. El rencor se derrama en
gotitas de vapor por mi ventana. En el cristal aparecen esas fotos de niños y
nuestra relación sin fotos, sin testigos, sin pruebas para el juicio y mi
condena.
Un día descubriré que la mujer
inventada, la mujer que soñé y tú no sois tan distintas, que ambas sois la
misma. Cuando te acuestes y sueñes con los angelitos, no olvides que a hora
y cuarto de aquí, Peter Pan te lanza un beso desde
su ventana.
Gorka cierra este documento, cierra la ventana del
ordenador, y la ventana de su cuarto porque le está empezando a hacer frío en
el alma.
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