miércoles, 2 de marzo de 2016

la bailarina de la caja de musica

Te quieres suicidar. Y te tomas toda la caja de pastillas, Orfidal, Lexatin creo que se llaman... Tu cabeza quiere explotar. Siempre te han llamado “cabeza loca o cabeza de chorlito”. Un pájaro azul quiere escapar de la jaula de tu cabeza. Déjalo libre, no le cortes sus alas, déjale volar.
¿Qué haces en el baño vomitando? ¡Qué asco da ver tu cara aún con rastros de vómito! Resultas patética vomitando con la cabeza casi metida en el retrete como una avestruz. Lloras y tus lágrimas me parecen de cocodrilo, llanto de niña consentida, drama de burguesiíta. A nadie le importan tus lágrimas, mujer, ¿a qué lloras si nadie te escucha?, ¿Por qué clamas al cielo si Dios no existe y nunca ha existido? No tienes a donde ir, princesita del cuento de hadas. No sabes que hacer con tu vida. Das vueltas sin ton ni son por la habitación. Te muerdes los labios, te provocas una herida, el sudor corre por tu frente, enciendes otro cigarrillo, no quieres pensar en eso, no, no, en eso tampoco.

Lloras, ¿por qué sigues llorando, mujer? Tu gata te acaricia porque la das pena. ¡Hasta un animal se compadece de ti, victima de la vida!. Tu cuerpo no puede más. Te duele el cuello. Te duele el alma. Sientes que la garganta se te desgarra como si te estrangulara una mano invisible. Eso es un ataque de angustia existencial y lo demás tonterías. Parece que te corres con cada lágrima, un orgasmo de com padecimientos en ti misma, quisieras morir, quisieras huir, no sabes a donde, ¿qué habrá tras la muerte? La palabra vacío, la palabra Nada no son nada, sólo palabras, palabras, palabras.

Y tú necesitas palabras y a la vez ya estas hartas de ellas. Tienes sed de palabras y a la vez estas ya ahíta, cansada, de palabras. Ya no quieres oír a nadie. No quieres leer. Pero tampoco puedes dejar de pensar. Bebes licor y aguardiente. Quisieras dejar de pensar y no puedes. Estas presa de unos sentimientos que no puedes controlar, de tu conciencia que te martillea, de unos pensamientos de los que también eres presa.

Sigues succionando de tu copa, y luego de la botella, tragando más que bebiendo. ¡que grotesca! ¡Esperpéntica mujer decadente! Mírate en este espejo. ¿qué has hecho de ti? ¿qué eres? Serás lo que quieras ser. Podías ser una princesa y sólo eres una borracha. La sociedad te obliga a ser una ejecutiva agresiva, una súper woman,  y se te cierran todas las puertas cuando dices que eres de alcohólicos anónimos o que has estado en la cárcel o que eres lesbiana. Nadie quiere hacerse cargo de ti ni de tu niña (y ni siquiera conoces al padre) A ningún hombre le atrae ya tu orgasmo de lágrimas. Ya conocen tus quejidos, tus gemidos, la modulación cansada y apagada de tu voz, a nadie puedes ir ya de victima. Conocen los gestos que harás, esa forma de encender el cigarrillo como una diva del cine y de echar humo en aros por la boca. Conocen todos tus trucos y argucias de femme fatale. Ellos conocen tu manipulación sicológica y ya no quieren seguir siendo victimas de la victima, del vampiro emocional.
Y a ti, que ya ni siquiera nos das pena, no te queda otra que matarte. Y claro, toda esta sociedad dirá que eras una cobarde y te pondrán a parir aún después de muerta. Antes muerta que sencilla, ya sabes, todas esas cosas que te dicen. También habrá quien te considerará mártir y te compadecerá y le dolerá tu soledad. Pero eso a ti ya no te importa.
Ingieres ron y casi te sale el güisqui por la nariz, pareces una fuente manando lágrimas. Tu cara cuarteada de dolor, el dolor de tu espalda, la niña que te llora en la cuna, el móvil que suena, otro trabajo en que no te aceptan, vuelva usted mañana, no es el perfil adecuado, ya te llamaremos, buscábamos a alguien más joven, ya te y otro yate, ya te llamaremos, bonita, tu tranquila, no eres el perfil, tu novela no entra dentro de la línea editorial, buscamos otra cosa.
Y tu, mecaguendios, mecaguentodo, te cagas en la sociedad de derecho y bienestar, en los políticos y su dialogo, en la globalización y en la Juani que te pone verde en la peluquería. Ten amigas para esto, te dices. Y es que siempre has estado SOLA, empiezas a ver todo de pronto oscuro, todos te engañan, todo son mentiras, tu vida no tiene sentido, vuelves a vomitar, y allí, arrodillada en el suelo, gimes como un animal moribundo, y gateas hasta el mueble bar para seguir manando tu maná. ¿no sabes, insensata, que no puedes mezclar alcohol y pastillas? A ti todo te da igual. Ya no te quieres a ti misma porque nadie te quiere y no eres tan valiente de quererte cuando nadie te quiere. Te han convertido en tu peor enemiga.
En el trabajo todos te daban de lado y te hacían el moobing. Te miraban mal en el bar. No podías divertirte, presa de tantas miradas ajenas, siempre del ojo del que dirán, con el ojillo derecho mirándome de lado. Siempre has estado así, ya no tiene arreglo, y la culpa es tuya por ser así, el cenicero rebosa de colillas, el cuarto desordenado, las bragas por ahí tiradas, te vas quitando la ropa, te quitas el camisón con la dulzura de una niña.
De pronto sientes un calor que te agobia, te asfixias, la habitación empieza a ondularse, se te esta trastocando la realidad, el sofá tiene puntos amarillos, el techo se mueve distorsionado, todos los objetos flotan en el salón, el revistero, las cortinas moviéndose fantasmalmente, el teléfono que suena y suena, la bombilla oscilante en el techo, la alfombra que te devora, el armario que se abre y te cierra sus puertas.
La mesilla, la televisión que absorbe, el mantel, el florero (¿acaso fuiste tu otra cosa más que la mujer florero de tu oficina?)
Todo da vueltas, te sientes confundida, de nuevo otro vahído, ¡que mareo!, tu mente navega, no se esta quieta, nadie te ha dado nunca un beso, un rugido en tu estomago y de nuevo otra nausea como si de nuevo estuvieses embarazada. Por tu garganta sube una flema, tu boca la saliva, se masca la tragedia, sientes en el cuello como un ovillo que te ahoga, quieres vomitarte y no puedes, no hay palabras, quieres echar todo lo que llevas dentro y nada sale de tu boca más que babilla de bebé, nadie te ha hecho nunca el amor, tu madre nunca te quiso de verdad, esa zorra de la asistenta social te niega el piso, el banco se puede meter el préstamo por su culo, ya estas harta, harta de todo, un día lo mandas todo a la mierda... ¿pero que dices? Ya has mandado a la mierda tu vida, te estas suicidando, ¿recuerdas? En mi pueblo esta indigestión medicamentosa de pastillas que estas provocando se llama suicidarse, en mi pueblo y en todos los sitios, vamos, date cuenta de lo que estas haciendo. Estas acabando con todo, estas entregándote al vacío, estas desmayándote ante la muerte, hacía el agujero negro tiendes tus manos, te abrazas a la muerte, a ella te entregas...  y de pronto cae a tus manos la caja de música de cuando niña.

¡¡Tu cajita de música!!  Es una cajita de alabastro con esmaltes y dorados, era tu tesorito de urraca, ahí dentro quisieras haber metido un rayito de luna cuando por la noche te besaba esa luz en el rostro.
Abres la cajita y ahí esta; una bailarina rusa con las manos cruzadas en lo alto que eternamente gira y gira.
¡pobre princesita atrapada dentro de una caja de música! El recuerdo de niña te hace llorar y se te cae la caja al suelo. La caja se rompe. La música se para. Y la bailarina sigue bailando en tu imaginación.
De pronto te recuerdas en el proscenio del teatro, en el colegio, ¡hace tanto!, ¿verdad?. Tú con tus zapatillas de vale y tus tutús, ¡que mona!, ¡que ñoña!, tu diara en el pelo, tu sonrisa angelical, mirando hacía la luna de plástico colgada del techo. Los focos te derretían el rimel de los ojos y te hacían llorar. Era el primer día que te maquillabas.
O quizá lo que te hacía llorar era que tanta gente estuviera prestándote atención, todos ahí reunidos para ver a la talentosa niña prodigiosa, ¡la joven promesa con un futuro tan bonito por delante...! O igual llorabas porque no había aparecido tu madre ni el novio de tu madre. Quizá porque nunca tuviste padre y allí veías a los padres de las otras niñas que les daban besos en el pelo y las hacían bromas antes de salir a escena. A ti nadie te despedía en los camerinos y siempre ese frío en tu espalda, suave como la seda.
Y tu cuello de cisne siempre tan tenso, siempre a la defensiva. Niña de ojos tristes. Siempre tan sola.
Y ese frío, esa soledad, en tu alma, el vacío cuando todo esta lleno.  

Y tu madre, esa mujer tan fría, no comentó nada cuando acabaste tu numero, acaso que ibas enseñando demasiado las piernas, y poco más, el viaje trascurrió en silencio en la furgoneta de tu padrastro. ¡si supiera tu madre como te intentó forzar tu padrastro! Y de pronto eso ya no lo quieres recordar. No, no, te repites. Agarras la bailarina y la tiras con fuerza en el espejo, rompes el espejo, tu cuerpo cae vencido, tus ojos van cerrándose lentamente, y por tus ojos legañosos va difuminándose la realidad como en una telilla de araña hasta que al final todo se hace oscuridad y de pronto todo luz, una luz blanca, la luz que ven los ciegos, una luz blanca como ese vestido de novia que nunca llevarás, pequeña bailarina de vallé apresada en tu caja de música.

Tus ojos se han cerrado, y ahora mi bella durmiente, soñarás toda la eternidad con tu príncipe azul, ahora pequeña princesa de ojos tristes y voz dulce, caminarás entre nubes. Bailaras en el cielo con tus zapatillas nuevas, bailaras ante un coro de ángeles y entre sabanas te llevaran en voladas..

Tu profesora de baile decía que al soñar uno veía el cine de las sabanas blancas, ¿recuerdas? Eso te dijo cuando te regaló el cinetín y la caja de música que tu madre te escondió arriba del armario. Baila, baila, un paso y luego otro, con soltura, gira y gira, nunca paras de girar. Muñeca vestida de blanco, con su camisola azul... “Al pasar la barca me dijo al barquero: las niñas bonitas no pagan dinero. Yo no soy bonita, ni lo quiero ser...” Los ángeles juegan a la comba y te llevan entre almohadones, sabanas y sedas. Te coronan de flores el pelo y te dejan morir ahogada en el arroyo entre petunias, orquídeas y crisantemos. Y tu vas cantando la canción de la muerte y la melancolía, una canción de réquiem, triste, que hasta hace llorar a los ángeles que allá arriba tiritan en brazos de la luna de plástico.  

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