A la salida de la película una
señora confiesa que nunca ha llorado más en su vida con este drama de corte
fantástico. “Es fantasía pero la rabia del niño es real“, comenta otra señora. Un monstruo viene a ver a un niño fantasioso
al que se le está muriendo la madre de cáncer. El padre pretende llevarle a
EEUU y la abuela a su casa llena de cosas de señora mayor. El monstruo le
cuenta tres cuentos a cambio de que él le confiese su pesadilla. En ella deja
morir a su padre. Se trata de un cuento de hadas moderno. Una película oscura,
llena de sombras, con atmosfera de cuento gótico. En los cuentos toco acaba
bien, pero en este no, sus padres no comen perdices, se han separado. Los malos
no son malos malísimos ni los buenos del todo buenos. El protagonista no es lo
suficiente mayor para ser hombre y tampoco es niño. Le hacen bulín pues “la
gente ataca lo desconocido, lo que da miedo”, como al monstruo de Frankenstein
o de King Kong. El monstruo le enseñará
a sacar la rabia; a destrozar la casa de la abuela con su reloj de cuco o a
enfrentarse al matón del colegio. De nada sirve castigarle. Uno es invisible si
los demás no le ven. El guion de Patrick Ness es muy original y J A Bayona
consigue lo que pretendía; contar una historia real a través de la fantasía. La
película recuerda a otras como el laberinto del Fauno. El monstruo le cuenta la
historia de una madrastra, de un párroco y un boticario y la de un niño
invisible. El niño descubre los secretos de su madre; ella quería estudiar
bellas artes y le enseña a pintar los ojos que son el reflejo de la vida.
Enternecedora la escena en que ella le confiesa que ya no habrá más
tratamientos. “ojalá tuviera 100 años para dedicártelo” o “sé todo lo que
tienes que decirme, no te quedes con la sensación de no haberte despedido”. El
monstruo no puede curar a la madre con las hojas de tejo, pero le cura al niño
de su culpabilidad. El niño tiene un cuarto en casa de su abuela con todos sus
juguetes, como él quería. Un final quizá no del todo feliz, pero lleno de verosimilitud. A través de la fantasía y los cuentos el
director nos hace soltar más de una lagrimilla.
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