domingo, 13 de mayo de 2018

ANA MARIA MATUTE

Pie de foto: Ana María Matute
Rosa Regás: Ana María Matute era una “niña grande”
La escritora catalana recuerda a su paisana en la Biblioteca de Bidebarrieta

 Gonzalo Villar                 
La fantasía ayuda a soportar la realidad. Era el lema de “la Matute”, la niña que se negó a crecer ante la injusticia del mundo y que ahora nos ha dejado para irse a su corte de hadas. Posguerra y fantasía se mezclan en sus novelas. Rosa Regás nos recordó lo que ella decía de sí misma: “Me creen una dulce hada buena pero escribiendo soy malvada. Creo monstruos como el Rey Gudú”  Su amiga destacó el tremendismo en sus novelas, propio de la generación del 50, de Cela mismo: “Retrataba personajes con crueldad (decía que no le orgullecía pertenecer al género humano)”
Rosa Regás rindió ayer homenaje a la recientemente fallecida escritora catalana en la bilbaína Biblioteca de Bidebarrieta. La ex directora de la Biblioteca Nacional contó cómo conoció a Matute de joven en el Gijón. Se aburrían allí junto a C M Gaite y Carmen Laforet, de las que también habló. El auditorio estaba repleto. Rosa Regás mantuvo el tipo incluso cuando una mujer entre el público, al final de la charla, la llamó Ana María pensando que estaban homenajeando a Rosa Regás. (¡!)         

“Ana María Matute pertenecía a una familia burguesa con la que viajaría al pueblo de sus abuelos Masilla de la Sierra en la Rioja. Vivió guerra y posguerra. Aprendió a odiar la injusticia, a dolerle  la pobreza de los niños tontos”, introdujo Rosa Regás. “Yo empecé a escribir de mayor pero ella a los 5 años ya ilustraba sus cuentos (con faltas de ortografía). A los 17 presentó su novela a una editorial y le dieron 3 mil pesetas. Con 29 años gana el Nadal. Luego llegarían el Cervantes y el Nacional, su entrada en la R.A.E (en el 96) e incluso su propuesta para el Nobel”, contó Rosa Regás.

La ponente habló de su vida personal: “Se casó con su primer marido (el malo) que tras la separación no la dejaba ver a su hijo Pablo. Se volvió a casar con un empresario y consiguió la custodia. Todo parecía volver a irla bien, y en ese momento feliz (la daban todos los premios) entró en una depresión que duraría 20 años, alejada del mundo literario. Sale de ella al escribir Olvidado Rey Gudú, su mejor obra, la que siempre quiso escribir, dedicada al hijo”, explicó la que fue su amiga. “Siempre fue una niña vieja. Decía que no hay más patria que la infancia.  Su discurso de entrada en la RAE fue una defensa de la fantasía. Amaba los cuentos de hadas, que a veces son crueles y no cómo Disney los edulcoró. Las verdaderas hadas medievales eran feas. Ella misma tenía apariencia de gomo o reina del bosque. Y a veces veía hadas”, nos confesó Rosa Regás. ”Sin embargo su literatura no es para niños, aunque los protagonistas lo sean. Olvidado Rey Gudú trata de una dinastía de reyes donde la reina Ardid urde casamientos”. Ella se llamaba así misma “la cosaca”, bebía mucho. “Corregía y tachaba mucho, a máquina, muy perfeccionista”, aseguró la oradora. “La gustaba cocinar, hacer casas de muñecas. Viajó mucho al final de su vida. La llevaban en su silla ruedas (como en paseando a Miss Daisy) y siempre con el Olvidado Rey Gudú en brazos. Al final de su vida pudo decir que fue feliz”, concluyó la ponente entre aplausos. 

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