miércoles, 30 de mayo de 2018

MARTIN AMIS


Martin Amis y mc Ewan son los más fieros de la generación. Mc Ewan ya no es tan rupturista ni busca irritar a los lectores y a la crítica. su obra sigue teniendo calidad, pero no va por ahí. M Amis es un tío polémico que le sigue gustando meter el dedo en el ojo. Su espíritu corrosivo no se ha templado como Mc Ewan. No es un baremo de calidad. 

 
Martin Amis nace en el 49 en Swansea. Es hijo de Kinggsley Amis de la anterior generación. Estudió en Oxford y daba clases de escritura en Manchester. Vivió varios años con su segunda mujer Isabel Fonseca, una artista de Punta del Este en Uruguay por lo que se trasladó allí con ella. Tiene una relación tormentosa con la crítica, la prensa, los premios, los lectores, el publico y con el resto del mundo en general y su padre el primero. 


Su estilo es satírico, amante de os retratos grotescos ácidos de la miseria humana de los seres humanos. En sus novelas abundan las drogas, el sexo y rock and roll, la violencia gratuita. Combina la tradición británica de la comedia de costumbres con la alegoría grotesca existencial o política. Es cercano a la corriente americana del realismo sucio dark, le gusta enfangarse en realidades más turbias, como Mc Ewan al principio. Hay criticas que no lo valoran en absoluto y otras que le llaman el mejor autor británico desde Dickens. Casi todas sus obras han desatado polémicas, criticas destructivas. Y él no deja títere entre los críticos. Tren nocturno y perro callejero son las que mas criticas han tenido. Con la información, su tercera novela, recibió 500 il libras de anticipo (pedir puedes pedro alguien tiene que dártelas) LO cobró a través de otro agente pues Pat Kavanagh dejó de ser agente suya. Era la mujer de Julián Barnes que se fue con otra mujer. Martina Amis rompió con la pareja en una bronca monumental y dejo de ser su amigo. En el NY Yorker hace un año y pico lo han hecho una entrevista. Le dicen que es evidente que sus obras son peores, responde él irónicamente que su talento y calidad menguan con la edad, les gusta que diga eso. 

 
Su primera novela es el libro de Raquel (73), le siguen niños muertos (75) éxito (78) y sus obras más conocidas que constituyen la trilogía de Londres (dinero 84, campos de Londres 89 y la información 95) dinero es su novela mas famosa, parte de su experiencia personal como guionista de Saturno 3, protagonizada por Kirk Douglas y hecha para el lucimiento del actor. Eran dos gallos en el corral, con muchos conflictos. Jhom Self (de autoself, hecho así mismo) el protagonista es un publicista y guionista ingles que le contratan en Nueva York para escribir una película. Es borracho, drogadicto y le gusta ir de putas y la pornografía y encuentra esos vicios en EEUU, una realidad que no le desagrada. Son novelas divertidas, causticas. A Amis se introduce así mismo como personaje en un momento dado, no en toda la novela. Tren nocturno 97 es su incursión en la novela negra, donde parodia el genero negro mas que meterse en él. En 2003 publica perro callejero, destrozado por la critica y otros escritores. La casa de los encuentros es de 2006 y en 2012 la viuda embarazada. Lionel Asbo se llama como un estado de Inglaterra y es de 2012. Un matón callejero de extrarradio con sus colegas y perros, que se parece al futbolista ingles Beckham, destroza un hotel donde se celebraba una boda. Frecuenta la cárcel y tiene un sobrino amante de la pesia exquisita. Se establece una relación bonita entre ellos, de maestro aprendiz. Le educa como él, le quiere llevar por “el buen camino”; echarse una novia, aunque acaba fallándose a la abuela. En la cárcel le tocan billones en la lotería y se vuelve un ricachón. Dona una caja de cervezas de marca famosa en Inglaterra a los soldados ingleses en Afganistán. Es su forma de cumplir con el país. Se lo lleven a ese puto país de mierda, dice.

 
La zona de los intereses es de 2014 y va de un campo de concentración contado por los nazis. Los judíos son los limpiadores y las manos ejecutoras y guardianes de ellos. Es una sátira divertida de humor negro. Revisa el tema del holocausto, que también ha tratado en la flecha del tiempo publicado en el 91 entre medias de la trilogía de Londres- un sobrino de un general llega a trabajar en una fabrica donde la mano de obra se trata de judíos y él se enamora de una judía. Es un soldado que colabora con los judíos. Es extraño que este autor escriba algo sin humor.
  
Es autor de libros de relatos como los monstruos de Einstein y mar gruesa. Y de ensayos, autobiografía y libros no clasificables y extraños. El infierno imbécil y otras visitas a EE.UU. es un ensayo igual que visitando a Mr Nabokov y otras excursiones sobre literatura. Todas estas novelas están publicadas en anagrama. La autobiografía experiencia es de 2001. También tiene la guerra contra el cliché, ensayo sobre literatura. “no quiero escribir una frase que pueda haber escrito cualquiera” Se ve en su construcción sintáctica que trata de contar las historias de otra forma. 

En 2002 publica una novela ensayo koba el terrible, donde Koba es Stalin. Mezcla su visión particular de Stalin con la historia de su padre. El padre era un borrachín, con problemas con las mujeres, comunista acérrimo que se hizo defensor de Margaret Tcher. Pasa de estalinista a defensor a ultranza de Margaret Thatcher. Fusiona la figura del padre con la de Stalin. Stalin se fabrica un mundo alternativo y una realidad paralela a la cruda realidad que sucede alrededor. Nunca creyó en ella hasta morir. Tenía una visión del mundo más sofisticada de lo que creemos. Boris Pasternak no fue a recibir el novel porque, aunque estaba fuera de la URSS sentía que su familia estaba amenazada. Y André Sajarov, disidente de la URSS, cuando murió el dictador experimentó una especie de duelo, no asumían la realidad que habían vivido. La gente muriendo de hambre cantaba loas al experimento comunista. En el totalitarismo se da el culto a la personalidad y se crean una realidad alternativa. Lo hacen todos los políticos al llegar al poder, pero la mayoría no lo consiguen. La gente que no tiene nada defiende el sistema como el mas justo. El sistema no tiene alternativa y tiene que ver con el personaje que lo gobernaba. El disparate de la izquierda intelectual occidental fue apoyar el comunismo soviético. Gorki participó en la revolución, autor de la madre, y vivió en Italia hasta que Stalin le llamó para presidir el sindicato de escritores. Era ya mayor y vivía en una casa elegante en el campo y le sacaban un granma (el periódico soviético) solo para el dónde aparecía lo maravilloso del régimen y omitían las pugnas. En las fotos Stalin aparecía con 15 colaboradores, pero lo retocaban y desaparecían todos hasta que solo quedaba él. Era rara la disidencia interna. En el libro habla de como se llegó a este punto, pues superó a Hitler el dictador y si ganó la guerra fue por esa personalidad más que por la supremacía militar. Los intelectuales no denunciaban los crímenes. Esos escritores obraron por mala fe mas que por ignorancia. No se podía alegar ingenuidad cuando había pruebas de la criminalidad del régimen y de la esclavitud en la URSS: En el 46 Víctor Kravchenko publicó yo elegí la libertad donde denuncio el régimen a pesar de haber ocupado muchos cargos dirigentes allí. En el 44 pidió asilo político en EEUU y estaba en la comisión de compras, perseguido por la policía de Stalin, acabó suicidándose. Fue una equivocación y una debilidad depositar todas las esperanzas de paz y libertad en la URSS. Se opinan así al imperialismo capitalismo, pero fue una gran equivocación. Con Stalin se llegó al sumun, pero no esculpa a Lenin. Con la caída del muro se quitó la máscara. Europa se queda si referencias, y de esos lodos estos barros. No hay oposición al sistema capitalista porque vimos el fracaso de lo otro. De esta forma carga contra su padre, él no es ni comunista ni thatcherista. 
 

La información del 95 trata de dos escritores amigos, muy distintos. Uno es super ventas reconocido y muy comercial y el otro escribe cosas personales e incomodas. Tienen una relación peculiar desde jóvenes. Las tres novelas tienen personajes distintos, pero comparten un trasfondo satírico y moral. Se curra el estilo, no escribe la frase que puede escribir cualquiera. Es estilista.
LA INFORMACION
De noche en las ciudades hay hombres que lloran en sueños y dicen no es nada, solo una pesadilla. Deslizan el silencio. Las mujeres amantes esposas o obsesiones se despiertan y vuelven la cabeza hacía él, no es nada, un mal sueño. Se despierta, pone la mano en su cara la mujer con profesionalismo de socorrista, como un socorrista que hace el boca boca a su víctima. No conocía las obras de Swich, Bocaccio, Shakespeare ni sabía quién era Proust, pero sabía de lágrimas. Se llevó el brazo dolido a la frente. Suspiró orquestal, cayeron gaviotas en su malestar. Suspiró y dio vueltas apartándose de él. Olía a cama de matrimonio. Despertó a las 6 como de costumbre. Cansado de no dormir y de sus temores, con una fatiga que abrigaba el sueño. Es la fatiga del tiempo vivido de la gravedad que trae al centro de la tierra y pesaba cada vez más. No recordaba haber llorado. Es taba despertó- No podía elegir en que pensar. se levantaba para descansar un poco. Cumpliría los 40 y se dedicaba a la crítica. Enchufó la tetera eléctrica. Sus hijos gemelos estaban en la cama, ni eran idénticos ni fraternales para el cariño paternal. Nacidos al mismo tiempo. quizá tenían distintos padres porque no nacieron a la vez. No se parecían y tenían distintas actitudes. Les hizo un escrutinio inteligente sistemático. Había nacido como tras un largo viaje en la tormenta. Contempló a sus hijos, entregados al sueño de mala gana. Ellos duermen en otro reino peligroso donde nada puede ocurrir, perdedme y protector entre las mantas
Es mejor leerlo conociendo el final, pues disfrutas más, salvo con los de Agatha Christie. Cuando ves que no hay ningún sitio a dónde llegar disfrutas más. No lees en función de ver qué pasa. Una novela en la que el final sea lo verdaderamente impórtate no es una buena novela, cargándonos así todo el género de la novela negra
¿Qué ocurre al chocar las galaxias? Nada. Las estrellas ocupan la anti galaxia en un espacio suficiente. Sus historias acaban ahí, fétidos coches, manzanos en flor abriéndose al viento, nada tan despreciable como la sonrisa que había podido remediar, monstruos sin juventud, la sonrisa le acompaño hasta la muerte. Quería tapar el recuerdo de aquella sonrisa. Habían visto lo suficiente Todos los rumores del viento anárquicos se juntaron como una corriente por todo Londres. Rumores unidos en un remolino o soplo de bombardeo. Se apresuró por las calles, los dientes le castañeaban. Había flores por todas partes. Desaparecían las flores hasta otro año cuando se casan los árboles 

Tren nocturno se basa en que la víctima se suicidó, te lo dicen desde el principio, aunque buscan un asesino entre una larga lista. Benjamín prado dice que los protagonistas compartían sueños, pero uno fracasa y el otro triunfa. El protagonista de dinero lleva una vida plena llena y a la vez vacía. En tren nocturno Jennifer Rober es una chica perfecta (joven bella inteligente adinerada de buena familia) a la que sientes cayendo por una montaña rusa. Mike Hoolihan  es una policía cuya voz confunden con un hombre, y que su padre la violaba de los 7 a los 9 años. La protagonista vive en una casa lujosa del mundo feliz americano, pero se ha matado pegándose tres tiros. El padre, el coronel, se niega a aceptar que ha sido un suicidio, igual que el profesor enamorado de ella. Creen que una mujer que tiene todo y disfruta de una vida plena no ha podido matarse. La detective indaga. Llega a la conclusión de que se ha suicidado porque su vida solo era apariencia, los ricos también lloran y sus lágrimas salpican más.  El lector se pregunta también por qué y vas indagando cómo ha podido suceder. Es una parodia del estilo de novela negra con frases cortas y secas. La policía se guía por el horario del tren. Es sencillo de leer, contundente.
TREN NOCTURNO
Soy poli. Tal vez suene a una declaración poco frecuente, o a una manera poco usual de expresarlo. Pero es una forma de decirlo que tenemos. Entre nosotros nunca diríamos soy policía —hombre o mujer— o soy un detective de la policía. Así que soy poli y mi nombre es Mike Hoolihan, detective Mike Hoolihan. Y además soy una mujer.
Lo que me dispongo a ofrecer aquí es el relato del peor caso que me ha tocado resolver en toda mi carrera. El peor caso para mí, se entiende. Cuando eres poli, «peor» es un término muy elástico. No se puede fijar muy bien cuál es su alcance. Sus fronteras se ensanchan un día sí y otro también. «¿Peor?», diríamos enseguida. «No existe tal cosa, no existe peor.» Pero para la detective Mike Hoolihan éste fue el peor caso.
En el CID[1], sito en el centro de ciudad, con sus tres mil funcionarios, hay muchos departamentos y subdepartamentos, secciones y unidades cuyos nombres están siempre cambiando: Crimen Organizado, Crímenes Mayores, Crímenes Contra las Personas, Delitos Sexuales, Robo de Automóviles, Detección de Fraudes, Confiscación de Activos, Servicio de Inteligencia, Narcóticos, Secuestros, Robo con Fractura, Robo a Mano Armada… y Homicidios. Hay una puerta de cristal en la que se lee «Vicio». No hay ninguna puerta de cristal en la que ponga «Pecado». La ciudad es la Ofensa. Nosotros somos la Defensa. A grandes rasgos, ésa es la idea.
He aquí mis credenciales: a los dieciocho años me matriculé en un máster en Administración de Justicia Penal en la Pete Brown. Pero lo que a mí me gustaba en realidad eran las calles. Y no podía esperar. Me examiné para agente motorizado del estado, para la patrulla de fronteras e incluso para funcionario de prisiones. Lo aprobé todo. Y también pasé el examen de ingreso en la policía. Dejé Pete Brown y entré en la Academia.
Empecé haciendo rondas en la Zona Sur. Formaba parte de la Unidad de Estabilización Vecinal de la Cuarenta y cuatro. Hacíamos rondas a pie y turnos de radiopatrulla. Luego, durante cinco años, estuve en la Unidad de Atracos a Ciudadanos de la Tercera Edad. Un tiempo en el servicio Pre-Acción —señuelos y encerronas— fue mi pasaporte para la ropa de paisano. Luego otro examen y me enviaron al centro urbano, con mi placa. Ahora estoy destinada en Confiscación de Activos, pero durante ocho años estuve en Homicidios. Investigaba muertes violentas. Era una poli de Homicidios.
Unas palabras sobre mi aspecto. Sobre el físico, que heredé de mi madre. Adelantada a su tiempo, mi madre tenía ese aspecto que hoy se asocia a las feministas muy politizadas. Podría haber hecho el papel de villano varón en una road movie posnuclear. También heredé su voz, una voz que se había vuelto más y más grave tras tres décadas de abuso nicotínico. Las facciones las heredé de mi padre. Son más rurales que urbanas: planas, desdibujadas… Tengo el pelo rubio teñido. Nací y crecí en esta ciudad, en Moon Park. Pero todo se fue al garete cuando tenía diez años, y a partir de entonces fui educada por el estado. No sé dónde están mis padres. Mido uno setenta y ocho y peso ochenta y un kilos.
Hay quien dice que nada se puede comparar a la adrenalina (y el dinero sucio) de Narcóticos, y todos están de acuerdo en que Secuestros es una gran broma (si el homicidio en Norteamérica es en gran medida cosa de negros, el secuestro es en gran medida cosa de bandas), y Delitos Sexuales tiene sus seguidores, y Antivicio sus devotos, e Inteligencia significa exactamente eso (Inteligencia trabaja en lo soterrado, y saca a tierra firme a los malhechores de las simas de alta mar), pero todos somos perfectamente conscientes de que Homicidios es el departamento rey. Homicidios es el que se lleva todos los aplausos.
En esta ciudad norteamericana de segundo orden, moderadamente afamada por su Torre de Babel financiada por los japoneses, sus puertos mercantiles y deportivos, su universidad, sus empresas de aliento futurista (software informático, industrias aeroespacial y farmacéutica), su alta tasa de paro y la catastrófica fuga de los contribuyentes de los barrios céntricos, la policía de Homicidios se ocupa aproximadamente de una docena de muertes al año. A veces eres un investigador a cargo del caso, y a veces juegas un papel secundario. A mí me ha tocado ocuparme de un centenar de casos de homicidio. Mi porcentaje de casos resueltos es superior a la media. Sabía descifrar lo que veía en el escenario del crimen, y más de una vez se me ha descrito como una «interrogadora excepcional». Mis informes eran realmente notables. Cuando llegué al CID desde la Zona Sur todos pensaban que mis informes serían de «calidad de barrio». Pero se encontraron con que fueron de «calidad de centro urbano» desde el mismísimo principio. Y procuré mejorarlos aún más, y dediqué a ello todos mis esfuerzos. Una vez realicé un trabajo muy, muy competente, confrontando dos testimonios contrapuestos en un caso realmente delicado de homicidio en la Setenta y tres: un testigo/sospechoso frente a otro testigo/sospechoso. «Comparado con lo que me dais a leer vosotros, chicos…», dijo el sargento Henrik Overmars agitando mi informe ante las narices de la brigada en pleno, «a esto le llamo yo jodida oratoria. El jodido Cicerón frente a Robespierre.» Hice mi trabajo lo mejor que pude hasta que llegué a ese punto en que uno no puede dar ya más de sí. En todos estos años me he visto envuelta de un modo u otro en unas mil muertes violentas, la mayoría de las cuales resultaron ser suicidios o accidentes, o sencillamente desdichados que no habían recibido el debido auxilio. Así que he visto de todo: tipos que saltan al vacío, que se tiran al mar, «zapatos de hormigón», desangrados, ahogados, destrozados, asfixiados, pasados de droga, reventados… He visto cuerpos de niños de un año brutalmente apaleados. He visto cuerpos de nonagenarios sometidos a bárbaras violaciones múltiples. He visto cuerpos que llevaban muertos tanto tiempo que lo único que se le ocurre a uno para determinar la hora de la muerte es medir el tamaño de los gusanos. Pero de todos los cuerpos que he visto en toda mi vida ninguno ha permanecido en mí, en lo más hondo de mis entrañas, como el cuerpo de Jennifer Rockwell.
Digo todo esto porque soy parte de la historia que me dispongo a contar, y siento la necesidad de empezar dando una cierta idea del lugar de donde vengo.

VIONEL ASBOL
El cuarteto de cuerda se retiró del escenario. Tras una salva de vítores y aullidos, y de un silencio borboteante, el novio, la novia y el padrino subieron al escenario. Lionel y Marlon se abrazaron; Lionel y Gina se abrazaron, y, mientras ella retrocedía y se retiraba con morosidad hacia un costado, Lionel le besó la mano (un suave roce).
Y Lionel Asbo empezó a hablar.
—¿Podéis oírme todos, amigos míos? —Un murmullo de asentimiento—. ¿Marlon y yo? ¿Qué puedo deciros? Hemos sido los mejores amigos —dijo, en tono mordaz (como para zanjar la posible protesta de alguien que quisiera afirmar lo contrario)—. Desde que éramos bebés. —Las mujeres dejaron escapar unas risitas contenidas—. A veces, para divertirse, nuestras madres se turnaban y nos daban el pecho a los dos a la vez. ¿No es verdad, Grace? ¿No es verdad, tía Mercy? Así de íntimos éramos Marl y yo. Marl era el tipo que estaba en la teta de al lado. —Más regocijo maternal—. Y pasaron los meses. Y cuando dejamos de pelearnos por el siguiente biberón de leche para bebés…, bueno, pues empezamos a portarnos como chiquillos normales. De acuerdo. Éramos unos cabritos. No hay otra palabra para lo que éramos. Éramos unos auténticos cabritos. O unos diablillos, si preferís.
Y Des pensó: El tío Lionel ha encontrado un estilo. Habrá algunas cosas que tendría que pulir, pero ha encontrado un estilo. Dawn escuchaba con los brazos cruzados en actitud ensimismada.
—Nos escapábamos de la guardería y nos escabullíamos por la escalera de incendios para ir a ver películas X. —Risotadas de los varones—. Tocábamos el timbre de los vecinos y cuando salían les hacíamos un corte de mangas. A los dos años. —Risas femeninas—. Y, cuando fuimos un poco más altos, meábamos por la abertura del buzón de la puerta. —Risas generales—. Teníamos una especialidad, Marl y yo. Empezamos una Noche de Guy Fawkes, cuando teníamos tres años, pero pronto nos pusimos a hacerlo todo el año. Buscábamos una buena mierda de perro aún fresca cerca de un coche bonito y elegante. Metíamos un petardo gordo debajo de la mierda, prendíamos la mecha y corríamos a escondernos tras la esquina más cercana. —Expresiones ruidosas de reprobación afectuosa—. ¡Bang! Volvíamos, y habíamos «pintado» el coche de arriba abajo. Cada centímetro. Qué belleza. Aunque no les gustaba tanto a… los que pasaban por la calle. —Más reprobaciones afectuosas—. Robábamos triciclos, luego bicicletas, luego motocicletas, luego scooters. Así crecimos. Luego coches, luego furgonetas, luego camiones. Teníamos alguna que otra pelea, no me importa decíroslo, porque no nos poníamos de acuerdo sobre a quién le tocaba conducir. Y, ya veis, teníamos seis o siete años cuando empezamos. —Hondos murmullos de admiración—. Así que uno de los dos se ocupaba de los pedales y el otro se le sentaba encima del pecho y se ocupaba del volante. Si estabas encima decías frenao acelera. Y si estabas debajo y lo que llevábamos era un camión, y Marl decía acelera, acelera, acelera, acelera, acelera, bueno, pues cerrabas los ojos y acelerabas y ojalá que no nos pasara nada.
Se quedó con sus caras. Fue archivando sus caras radiantes y sus ojos humedecidos. Cuando se acabe esto, pensó Des, le pediré a la abuela Grace que baile conmigo. Nos deslizaremos suavemente por la orilla de la pista, si le apetece.
—Luego vino la… adolescencia. Hurtos en las tiendas, robo de tarjetas de crédito, atracos, robos relámpago. En el colegio, expulsión temporal, expulsión definitiva, Unidad de Remisión de Alumnos. Tribunal de Menores, Centro de Custodia de Menores, Institución para Delincuentes Juveniles. Luego vino la madurez. Que en mi caso significó la cárcel. —Algunos bufidos ahogados, una única carcajada—. Marl era más astuto, y más rápido en pillar las cosas. Yo era más cabezota. No quería aprender. Para mí…, para mí eso es cuestión de principios. Aprender, nunca.
»Así que teníamos una carrera que hacer. A mí me gustaba el “reseteo” (ya sabéis, la reventa), y las labores de cobro. Marlon era un “propulsor” nato. Allanamiento de morada. También conocido por robo en domicilio. Y lo útil que era Marl… Por eso le llaman Milusos. Marl es capaz de saquear unas barracas a plena luz del día sin que nadie se dé cuenta. Qué talento. Qué don. Así que él con su empuje y yo con mi “reseteo”. Además, ya sabéis, siempre había… un poco de esto, de lo otro y de lo de más allá…
»De acuerdo, de acuerdo. Lo que estábamos haciendo no se… atenía estrictamente a la ley. Pero no pedimos disculpas. Ni Marl ni yo. —Expectación atenta e intensa—. ¿Por qué? Porque la ley protege el chelín del rico. —Caluroso murmullo de asentimiento—. Y ningún hombre que se precie de ese nombre va a agachar la cabeza ante eso. —Estruendoso y prolongado aplauso.
Algo que Lionel se apresuró a sofocar, con las palmas levantadas y la cabeza baja.
—Y durante todo este tiempo, claro está, hubo faldas. Titis, titis, titis. Y, Joder, con este Rhett Butler alto, moreno y guapo, con esa cicatriz encantadora, era como si estuviera compitiendo en los Juegos Olímpicos. ¿En qué? ¡En follar! —Regocijo reacio—. ¿Y cuántas veces puede hacerlo al día? O en una hora. ¡Ha puesto una puerta giratoria en su cuarto! —Regocijo abierto—. Y yo, con mi fea jeta, lo que hacía era sostenerle el abrigo y calentarle las gomas. —Risas masculinas apagadas—. Pido perdón a las damas. Me refería a los condones, a sus… planificadores familiares. —Risas femeninas apagadas—. Bien, a mí no me molestaba. ¿Pero él? ¿Qué hacía con el vello púbico de las chicas? Se lo peinaba. Ése es Milusos. Ése es Marlon Welkway.
Lionel se dio media vuelta. La novia estaba sonriéndole al novio con expresión de coqueto reproche. Marlon tenía los ojos cerrados y húmedos, y le temblaban los hombros. Des se dio media vuelta también, y vio que Ringo se escabullía hacia el exterior por la altas puertas dobles.
—Ahora bien, siempre pensé: ¿Marl? ¿Marlon Welkway? No es de esa clase. ¿Marl? No hay peligro. Es un mujeriego. O, si lo preferís, un soltero redomado… Ah, pero entonces va y cae en el hechizo… de la imponente Gina. —Vítores, hurras y silbidos que punzaban los oídos—. Gina Drago. Mírenla. Guapa como un atardecer en una cascada. Sí, va a haber mucha tristeza en los pubs de Diston esta noche. A medida que vaya calando en los hombres que la joya del lugar, Gina Drago, se ha convertido ahora en Gina Welkway.
Lionel alzó las manos y empezó a aplaudir con ademán solemne, y todos los asistentes lo imitaron. Y el aplauso duró como un minuto y medio.
—Se ha hablado mucho sobre el llamado encuentro del garaje. —Un rumor afirmativo—. No tuvo la menor importancia. Veréis: nosotros siempre nos hemos peleado. De bebés, de niños pequeños, de adolescentes, de adultos…, siempre nos hemos peleado. Peleas largas, peleas fuertes. ¿Por qué? Por respeto. Para seguir siendo honrados. Sí, tuvimos una pelea, Marlon y yo. Bien —dijo, con un desdén un tanto indulgente—. Nadie más era bueno en esto. —Aclarados deferentes de garganta—. Bien, ya nos hemos demorado bastante. Sin más dilación, ¡que empiece la fiesta…! Oh, un momento. Antes de que se me olvide. ¿Sabéis, amigos?: hace una hora he ido a la primera planta, y me he encontrado con una fila de… de tipos viejos y horribles que trabajan en los cuartos de calderas y con el montón de estiércol de abonar el jardín. Con moscas revoloteándoles alrededor de la cabeza y demás. Y todos estaban soltándose el cinturón. —Silencio general. Lionel frunció el ceño—. Les dije: ¿Qué pasa aquí, caballeros? Y uno de ellos señala el pasillo. ¿Y qué veo? A Gina. —Silencio extremo—. ¡Con el puto vestido de novia en la cintura y con las putas bragas en los tobillos y con el gran culo gordo al aire y con el…!
… Así que no. No, Marlon y Gina no pasaron la velada bebiendo Girgentina y comiendo bebbux en la veranda, junto a la piscina, en la villa alquilada en la pequeña isla maltesa de Gozo.
Y no, Desmond y Dawn no pasaron la velada bebiendo vin de table y comiendo pastel de carne a la luz de las velas en la planta treinta y tres de Avalon Tower.
No. Todos y cada uno de los presentes en el banquete de boda —incluidas las damas de honor, incluidas las abuelas— pasaron la noche en las comisarías (y clínicas) de Metroland, acusados de reyerta con daños graves.
Los costes de reparación del Imperial Palace ascenderían finalmente a seiscientas cincuenta mil libras.
A Dawn la soltaron al día siguiente por la mañana y a Des por la tarde. Les dijeron que tendrían que testificar. Dawn sufrió temblores durante cuatro días.
Y Des recordaba su última visión del Imperial Palace (tenía la cara ensangrentada aplastada contra la ventanilla trasera del furgón policial). Vio un letrero que rezaba Comida. Bebida. Camas. Habitaciones decorosas a precios razonables. Y vio el Austin Princess engalanado con cintas blancas, con su parabrisas astillado y hundido y el ladrillo aún encima del capó; la contribución de Ringo a la boda de Pentecostés.

En la cárcel le dan la noticia de que es rico y va a cenar a un restaurante elegante.
—Buenas noches, señor —dijo una voz rotunda y vibrante—. Bienvenido. Su mesa, señor.
—Ah. Estupendo.
—Si no le importa que se lo pregunte, señor, ¿va usted a algún sitio después de la cena? ¿Al combate de boxeo amateur en el Queensbury, tal vez?
—¿Boxeo amateur?
—Sí, señor. He oído que el príncipe Felipe va a asistir a la velada. Ya sabe…, para los Premios Duque de Edimburgo.
—¿El duque de Edimburgo…? Sí, yo sigo el boxeo. Es un deporte como es debido, el boxeo. No como los demás, que son pura basura. ¿Cómo te llamas, colega?
—Bueno, aquí me llaman señor Mount.
—No. —Lionel lo miró de arriba abajo. Era un individuo alto y triste en traje y corbata, con un casquete de tupido pelo blanco—. ¿Cómo te llamas de nombre?
—Cuthbert, señor.
Y Lionel dijo sencillamente:
—Cuthbert.
El señor Mount dio un paso hacia atrás. No había oído pronunciar así su nombre de pila desde hacía treinta años. Desde 1979, cuando dejó de ir a Billingsgate Market (los domingos a las cinco de la mañana) para examinar las ofertas de pescado. Ahora dijo:
—Sí. Cuthbert Mount.
—Bien, te diré una cosa, Cuthbert. ¡Hoy empiezo en mi nuevo trabajo! Portero de un bingo. ¡Y esta noche canto los números!
Por una u otra razón todo ello lo profirió a un volumen mucho, mucho más alto del que pretendía el propio Lionel, como a través de la megafonía de un estadio. Y enseguida fue consciente de las treinta o cuarenta caras coronadas de venerable escarcha que volvían la mirada hacia él.
Pensó: Debe de ser frío, hacerse viejo. Frío, viejo:[18] como en poesía.
—¡Buenas noches a todos! —gritó mientras se sentaba en su silla.
—¿Le gustaría tomar alguna bebida antes de la cena, señor?
—Sí. Creo que…, esto…, tráeme un…
Pero el señor Mount se echó hacia un lado, y al instante lo relevó un avispado joven con un esmoquin blanco.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Perdón, señor?
—¿Te hace gracia algo? —dijo Lionel.
—¿Que si me hace gracia algo, señor? No, en absoluto, señor.
—Pareces un poco… mariposón, chico… —Lionel resolló con ruido, y dijo—: Está bien. Joder. Creo que tomaré una pinta de… —En el South Central podía pedirse champán por pintas (y por medias pintas, algo que solían hacer mucho las mujeres); y Lionel, de todas formas, había llegado a ver el champán como la cerveza de los ricos—. Burbujas, chico. ¿Cuáles tenéis?
El joven abrió una carta de vinos ornada con una cinta y se la tendió. Lionel apuntó la cosecha de precio más prohibitivo, y el joven le hizo una reverencia y se retiró.
El restaurante era una auténtica sorpresa. Aquel día, horas antes, cuando asomó la cabeza por la puerta, sus ojos llenos de sol le habían hecho ver una suerte de gruta de sombras palpitantes, y había tomado el recinto por un restaurante familiar y modesto. Pero el Mount's… El mobiliario era todo mullido y afelpado, y las paredes eran paneles de madera con pinturas, temas de carros de heno y de cielos con nubes y de caballeros. Sí, el lugar podía evocar a un viejo caballero obeso, con el ropaje ceñido casi hasta la asfixia. Lionel sopesó sin abrir la carta blasonada de cuero rojo. El más antiguo restaurante de Inglaterra. Fundado por Clarence Fitzmaurice Mount. 1797. Y Lionel pensó: ¡1797!
—El champán está a punto de llegar, señor.
Lionel había intentado empezar a leer el Morning Lark mientras disfrutaba del aperitivo. Para ponerse al día de los acontecimientos. Pero ahora tenía sus dudas. Sabía ya que la portada estaba dedicada a una rubia con curvas realmente portentosas; y ello podría parecer un poco… El Lark, aquel día, salía por primera vez en dos ediciones: tabloide y gran formato. Y él había sucumbido a la novedad del gran formato. De todas formas, se sacó el ejemplar del bolsillo del pantalón, lo desplegó bajo la mesa y desmañadamente buscó una página en la que no hubiera una modelo con los pechos al aire. La página dos se dedicaba normalmente a las noticias del día, pero aquel día «la noticia del día» era precisamente sobre una modelo en topless que había roto con su amor de la infancia… Se parece un poco a Gina, pensó Lionel, lo que hizo que se sintiera traspasado por un recuerdo nada grato…
Cuando estaba terminando con Dylis había dado en mirarse de soslayo en el espejo del armario. Y allí estaba su cuerpo, todo fuerza bruta, como la máquina de un tren fuera de control. La expresión de la cara. Los dientes desnudos, los ojos furiosos y la…
Llegó el champán en su cubitera de acero. Lionel apretó tranquilamente el periódico entre las rodillas y dijo:
—¿No tienes algo más grande? Ya sabes, algo parecido a una jarra de cerveza. —Lionel siguió con aire grave los movimientos del camarero—. Sí, eso está bien. Llénalo, chico.
Y entonces empezó a suceder. Por espacio de aproximadamente medio minuto la mente de Lionel se convirtió en una sucesión vertiginosa de dobles fondos, de trampillas que se cerraban de golpe…
¿Champán en una jarra de cerveza?, vocalizó fieramente, sin ruido. ¿Eres idiota? ¡Te están mirando! ¡No, no te miran! ¡Están pensando que vas a ir al boxeo con el duque de Edimburgo! ¡No, no lo piensan! ¡Se están riendo de ti…, se cachondean de ti! ¿Por qué has tenido que decir lo del bingo? ¡Pensarán que eres un idiota que canta los números en el bingo! ¡No, no pensarán eso! ¡Leen el Daily Telegraph! ¡Saben que eres el Patán de la Loto! ¡Saben que eres un idiota, de todas formas! Son…, saben
Lionel levantó la mirada. Los clientes cenaban con toda normalidad. Los suaves ecos y vibraciones, los sonidos metálicos y tintineos, el ruido de los cubiertos, el sonsonete y el murmullo de las conversaciones corteses…
—¿Sabe ya lo que va a cenar, señor? —dijo el camarero.
—Un momento… Un momento. No veo carne por ninguna parte.
—Éste es un restaurante de pescado, señor.
—¿Cómo? ¿Sólo pescado…? Bueno, así sea. —Eligió lo más caro como entrante (caviar) y lo más caro de plato principal (langosta)—. Será fresca, ¿no?
—Oh, sí, señor. Viva y coleando. Traída en avión hoy mismo desde Helsinki.
¡Helsinki!, pensó Lionel.
—¿Y con qué aderezo la quiere?
—Esto… —dijo Lionel. Nunca había comido langosta más que en cóctel de mariscos, cuando Gina le preparó uno al estilo tradicional maltés, con montones de ketchup—. Como venga —dijo al final, con los ojos apenas entreabiertos.
—¿Desea que se la abramos, señor?
—¿Que me la abráis? —dijo Lionel, con un odio súbito e inescrutable—. No soy ningún inútil, chico. ¿Parezco un inútil? No soy un inútil. ¿Parezco un inútil…? Ah, no llores. Toma, ponme la servilleta. —Es lo que hacían en los restaurantes como es debido: te la tendían con cuidado sobre el regazo—.  —dijo Lionel.
Apuró la pinta y pidió otra. Le sirvieron el caviar. El caviar sí lo había probado antes, porque solía ser el entrante más caro de las cartas, y, a su juicio, resultaba bastante sabroso si le echabas Tabasco y mucho… No es que en aquel momento se sintiera débil o mareado o algo parecido, pero el salero le pareció pesado, inverosímilmente pesado. El cuchillo le pesaba también de forma insólita. Eso pasaba cuando uno… El mundo de la riqueza era pesado, y estaba muy enraizado en la tierra. Tenía el peso del pasado afianzándolo. Mientras que en su mundo, o sea, en Diston, las cosas eran…
Le sacan periódicos sensacionalistas con mujeres estupendas. Le llaman el patán de la loto y el no puede negar sus orígenes que tiene, reflexiona sobre el dinero y el modo de vida 

  

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