La prensa británica le llama Mr
Bidia, diminutivo de bidiartar. Estuvo en la India con 40 años, muy tarde. Es
doblemente desarraigado porque ni es inglés ni indio. Con 18 años se fu a
estudiar a gran Bretaña. Esta considerado uno de los grandes escritores vivos y
recibió el nobel en 2001. Y el premio booker en el 71. Sus libros han sido
traducidos al castellano desde hace tiempo. es un enfant terrible de las letras
universales. Es áspero y desagradable en el trato, se mosquea con los
periodistas que no han leído cinco veces su obra. Tiene mala leche y aguanta
poco todo. Su padre era periodista. Pero los libros publicados por su padre no
tuvieron repercusión. Aprendió en carne ajena que si quería triunfar tendría
que irse a Europa. se considera británico, ante todo. No idealiza a los autores
coloniales como otros escritores. Tiene una visión desfavorable de la india. Estudió
en los mejores colegios del mundo. En el 50 va a estudiar a Oxford. Ha viajado
mucho, pero su residencia está en gran Bretaña. Sus primeros libros hablan de
su experiencia en la isla.
El primero es el curandero místico del 57, el sufragio de Elvira, Miguel Street del 59 (retrata el mundo de los inmigrantes indios en el caribe, asentándose en una sociedad que los margina) En el primer periodo la principal obra es una casa para Mr Biswas. Es semi-autobiográfico y un homenaje a Simpasar Naipul, el padre. El protagonista es trasunto de la figura paterna, con una rica sensibilidad artística pero pesimista y derrotista. Su padre fue incapaz de que le publiquen obras, arrastrando una vida fracasada en esa casa que hace mención el título. Si quería evitar ser un creador frustrado tenia que emigrar a la metrópoli. En su narrativa hay presencias poéticas, las nostalgias del caribe, el fantasma de la esclavitud, la independencia contra el poder político, la libertad del artista que reclama su propio desarrollo persona. Es la única novela en la que tiene una visión positiva de las excolonias. Fue un gran éxito. Triunfo. Se encontró en una encrucijada sobre qué escribir. Seguir escribiendo novelas no le satisfacía. Ya lo había escrito todo en novela.
Optó por el género que crea el y
que luego ha hecho fortuna. Es una mezcla de literatura autobiográfica o de auto
ficción, libro de viajes y reflexión sobre la historia presente dentro de una
ficción narrativa. Es una verdad autobiográfica, pero ensayo de muchas cosas
que observa en sus viajes. En la literatura europea ha sido muy imitado y
usado. Lleva mal que etiqueten sus libros como libros de viaje. No tiene nada
que ver. Alterna las novelas de este otro tipo de literatura. Leer y escribir y
dos mundos son libros pequeñitos. Cuenta cómo empezó a escribir. Se mete en los
dos mundos de la india, no estaba de acuerdo con muchas cosas. Considera que el
genero peculiar este refleja mejor la realidad actual que las novelas. Ha
viajado por el Caribe y Latinoamérica, como aparece e sus novelas paso de los
esclavos, la perdida del dorado, el barracón alborotado o el regreso de Eva
Perón. Hizo viajes por lugares islámicos como cuenta en entre los creyentes o
viaje a tierras del islam o al limite de la fe. Viajó mucho a la India, pero la
primera vez fue a los 40, muy tarde. De
ello tratan una zona de oscuridad del 64 o la India civilización herida o la
India millón de amotinados ahora. Civilización herida, libro de la india, lo
compró cuando fue alli, aunque volvió tocada. Viaja por África o el sur de EEUU
donde denuncia la vida de los negros, como en una vuelta por el sur.
Se ve cierta evolución en cómo
contempla la India. su origen es hindú, estuvo alli de mayor. Se ve el cambio
del punto de vista. en un estado libre premio booker 71 hay una parte
autobiográfica, un relato medio ficticio-biográfico sobre África con
reminiscencias del corazón de las tinieblas de Conrad y dos novelas; guerrillas
y un recordó en el rio. Son novelas sobre la África de los años 70. Media vida
del 2002 y semillas mágicas del 2004 son libros de más madurez y más actuales. Los
libros cumbres de su obra son los de los 80 y 90, el enigma de la llegada del
87 y en el 94 un camino en el mundo, según las críticas una de sus mejores obras.
La crítica considera admirable la capacidad de fusionar el relato
autobiográfico, la reflexión intelectual con la creación de mundos imaginarios.
Lo subtituló como novelas. El enigma de la llegada lo subtitula como novela en
cinco secciones. Es mas autobiográfico que novela, pero poniendo que es una
novela despista y los entrevistadores no le preguntan por su vida y si le pasó
a él. El protagonista es él mismo. Esta obra es la mejor, presenta al escritor
en una casita de un pueblo inglés, relaciona el mundo rural, paisajes mundo
rural, la modernización y las técnicas campesinas. Hace una desmitificación
personal, de la imagen de su idealizada Inglaterra. Cuenta su vida desde las
Antillas a Inglaterra, sus viajes por el mundo, refleja su pesimismo sobre la literatura
y el arte, y sus razones estéticas morales filosóficas. Es original, dan ganas
de leerlo.
Danubio de Claudio Magris es una
novela de viaje desde el nacimiento a la desembocadura del rio. Se mezclan
muchas cosas y ha bebido de Naipul. Sebald, autor de los anillos de Saturno, es
muy considerado. Esta en librerías y bibliotecas. Después de escribir una casa
para Mr Biswas el escritor estaba bloqueado y trataba de descubrir su tema.
Había agotado el suyo, el de la pequeña comunidad isleña. Es un autor polémico
y antipático. Coquetea con la literatura de viajes. Viajó a la India por
primera vez en el 62. La casa para Mr Biswas es del 61. Es autor de esta su novela
más famosa donde retrata la diáspora india de principios del siglo XX. Su
fuente es la cultura familiar y sus viajes a la india. En Bombay ve la pobreza
y grados de degradación y defecación, como él los llama. Peor que las
prostitutas era la casta de las limpiadoras. En Cachimbia o Bombay y en la
india se niegan a ver su realidad miserable. No pueden mirar directamente al
país pues el sufrimiento que verían les volvería locos. No se salva nadie, ni
la india hindú ni la musulmana ni la británica. Hay un desmembramiento de su
origen y familia que solo estaba en su cabeza. Una zona de oscuridad,
descubrimiento de la India, es la novela con la que empieza este género. Estuvo
al borde de la neurosis todo el viaje. Su obra es arriesgada e influyente en la
literatura de los últimos 70 años. Dedica dos libros a la india considerado su
mejor libro desde el dolor y la preocupación “Tata de gente como vosotros o
como yo mas que sobre la India”.
En la entrevista del País ya no
se encuentra el escritor con buena salud. No solo no se enfada o no lo expresa
demasiado, sino que a veces se emociona o llora, síntomas de su vejez, decrecimiento
y evaporación de su energía. Se ha dulcificado con la edad. Es el vigor del
genio en su etapa final, que comparte con su segunda mujer. Les ha dedicado
toda su vida y tiempo a los libros a costa de la bondad y de perderse a los
demás. Tuvo problemas con la primera mujer, salió en prensa y tuvo juicios.
Esto ha ido en detrimento de dedicarse a los demás. Volcó su experiencia
energética e iniciática de la India. Es un extraño miembro de la minoría india británica,
estudiante en Inglaterra, pero indio. Se nota en su literatura el desarraigo
con la india, esa gran desconocida. Cambia el registro tras las primeras
novelas. Cree que ha agotado el género. Le hace daño todavía la india y la
soledad, no tiene que releer sus obras porque son una experiencia cercana. Su
mujer es mas joven que el y le lee ella. Se salta a veces párrafos para ir
donde quiere. Tiene muchas obras y no son delgaditas. No las sabe de memoria,
pero si la prosa de su obra. Se dedica a releer sus obras. En el prefacio de
zona oscuridad mira mas allá de la ficción tras la casa de Mr Biswas quería
hacer no ficción, algo nuevo. Está ya cansado de esa forma y quiere probar
nuevas. Hay cosas que exigen una forma de contarla. Describe una India de
miseria e inconsciencia. La penumbra rodea mas allá de la luz que ilumina la
choza.
El referente está más lejos de
alli y mas cerca de aquí. Tradujo el lazarillo de Tormes, le encanta ese
lenguaje. En 1555 había un español delicioso maravilloso, educativo para el que
aprendía a escribir, con un tono maravilloso, lleno de ironías. A Gandhi le
pone mal. Piensa que fracasó. Sus ideas y mensajes eran tan profundos que no se
ha producido un vuelco total en el país. Esta decepcionado con la Inglaterra
colonial pero tampoco valora las culturas de las colonias. Hay palabras que
nunca debía usar, “colonialismo o imperialismo”. Se usan estas palaras tópicas comodín
en vez de ideas propias. El estilo cuando es honesto es sencillo. Analizar su
propia obra es un camino que lleva a la locura. La verdad absoluta no existe,
está cambiando, pero hay un esfuerzo por acercarse a la verdad. No le teme al
radicalismo islámico. En realidad, son débiles. Es fácil destruirle si las
potencias se ponen de acuerdo. Tenemos la palabra, pero hay una falta de
pensamientos e ideas del lado del islam. Europa no ha fracasado. Es un inglés
conservador. El hombre debe tener su dharma, idea de que hacer consigo mismo y
su obra. Proust le da una idea de cómo pasa el tiempo, cómo hace las cosas. Las
lagrimas brillan en sus ojos. La mujer le consuela. Ha dedicado la vida entera
a escribir, el dharma literario es su religión. El reconocimiento es
fundamental, da validez a su trabajo. El autor del lazarillo no tuvo
reconocimiento, pero es una obra inmortal. Mucha gente ganó mucho. Esta muerto,
pero está vivo con su novela inmortal.
En
cuanto llegué al aeropuerto de Santa Cruz, el aeropuerto de vuelos nacionales
de Bombay, me sentí como un refugiado. Había una multitud a la entrada, y unos
jóvenes del vecindario, con inclinación a la delincuencia, intentaban
extorsionar a los pasajeros por trasladar los equipajes unos metros desde los
taxis hasta la puerta.
Había policías vigilando a los jóvenes en la
puerta, pero daba la impresión de que no ofrecían protección a la gente de
fuera, a pesar de estar casi a la entrada; y, conscientes de ello, los jóvenes
corrían de dos en dos o de tres en tres hasta la gente que acababa de llegar,
caían gritando sobre maletas y bolsas e intentaban crear una atmósfera
frenética, de desequilibrio. Eran menudos y delgados, aquellos jóvenes
delincuentes del vecindario, y llevaban pantalones ajustados de color chocolate
con leche, de fibra sintética, que mostraban su fragilidad de caderas y muslos.
Sus rostros eran pequeños y huesudos, y daba la impresión de que el cuello
podía quebrárseles fácilmente. Lo penoso de su físico no les hacía menos
amenazadores: evocaban las figuras muy delgadas, entre aduladoras y serviles,
de algunas de las ilustraciones de Cruikshank para Dickens.
Multitudes y ruido, amenazas y prisas fuera,
taxis que iban y venían al sol de media tarde. Multitudes también dentro, y
ruido, pero un tipo distinto de ruido, más estable: era el ruido de la gente
que no iba a ninguna parte. Solo había una línea aérea para los vuelos nacionales
en la India; era estatal, y era un desastre. Varios portavoces decían que los
vuelos tenían que retrasarse porque muchos salían de Delhi, y muchas mañanas
había niebla en Delhi. Había otros problemas. Las líneas aéreas nunca tenían
suficientes aviones, y durante las últimas semanas habían retirado varios
aparatos, por una u otra razón. Los servicios eran caóticos. Pero el transporte
aéreo seguía siendo un distintivo y un privilegio necesarios para la gente
importante, científicos, administradores y ejecutivos, y durante semanas
enteras, buen número de los hombres y las mujeres más destacados del país se
quedaban, en un momento dado, varados en los aeropuertos del país, como por
arte de magia. Los artículos de prensa hablaban continuamente de congresos sobre
temas importantes en esta y aquella ciudad que quedaban despoblados. Sin
embargo, la demanda de billetes, sobre todo en aquella época, la de las
vacaciones, era mayor que nunca, y yo había conseguido billete para el vuelo a
Goa únicamente gracias a la intercesión de un amigo influyente.
En el vestíbulo del aeropuerto, las
pantallas de información parpadeaban con noticias sobre el creciente número de
vuelos retrasados o anulados. Parecía como si se hubiera producido una
emergencia o catástrofe nacional.
Las
múltiples pantallas grises y flaneas daban constantes saltos electrónicos,
silenciosamente, transmitiendo las malas noticas por encima de las cabezas de
la multitud, que no iba a ninguna parte pero que tampoco estaba inmóvil, sino
en constante y lento movimiento. Mi vuelo a Goa ya tenía un retraso de cinco
horas. Las pantallas, siempre que (como en la lotería) aparecía el número del
vuelo a Goa, prometían otro retraso de cuatro horas; pero había gente en el
vestíbulo que llevaba esperando todo el día.
De vez en cuando se oían los ruidos de los
aviones al despegar. Eran sonidos mortificantes: los aparatos que despegaban
eran los que la gente esperaba abordar, pero en aquel momento les asignaban
números de vuelo distintos, e iniciaban trayectos indirectos, con muchas
escalas, antes de volver a Santa Cruz.
Mi vuelo a Goa iba a ser en un avión que
venía de una ciudad inverosímil. Me lo dijo un hombre de aspecto atlético, de
Delhi, que iba cinco veces al año a Goa por razones de negocios y sabía cómo
funcionaban las líneas aéreas. Esa era la única información a la que atenerme,
ya que a partir de cierta hora de la noche al parecer no había representantes
de las líneas aéreas por ninguna parte, ni siquiera las chicas jóvenes del
curiosamente denominado Mostrador de Ayuda. El consejo que me dio el hombre de
Delhi fue que estuviera pendiente del anuncio de la llegada del vuelo
procedente de la ciudad inverosímil sobre la que me había hablado. Si añadía
una hora para la carga y descarga, sabría la hora de mi vuelo a Goa.
No debía perder las esperanzas, dijo el
hombre de Delhi. Sabía con certeza que no habían anulado el vuelo. Tenía un
primo en el negocio del suministro de comidas —o quizá dijera que su familia
política se encargaba del suministro de comida a las líneas aéreas—, y sabía
que su primo o su familia política habían recibido órdenes claras de llevar un
cargamento entero de cajas de comida para el vuelo a Goa de aquel día. Según
dijo, eso significaba que el avión podía partir incluso antes de medianoche. En
eso consistían los privilegios en la India: conocer a alguien que conociera a
alguien que tuviera relación, incluso tangencial, con una organización
importante.
Durante todo aquel tiempo —la brillante luz
de media tarde fue dando paso a las neblinosas horas del crepúsculo, a la noche
innegable, a una débil uniformidad fluorescente en el vestíbulo— una señora
mayor norteamericana había estado de pie junto al carro o carretilla de su
equipaje. No estaba relajada; no se apoyaba en el carro; su cuerpo envejecido
estaba rígido, como con miedo al robo y con necesidad de proteger sus cosas.
Tenía los ojos inexpresivos, como si, no por el exceso tántrico o la meditación
(que quizá hubiera ido a tantear allí), sino solo por la espera en el vestíbulo
de un aeropuerto indio, hubiera alcanzado la calma interior cuyo secreto
poseían los famosos gurús. Llevaba esperando desde la mañana y tendría que
seguir esperando varias horas más. Se encontraba mentalmente tan lejos que
incluso cuando la india musulmana, guapa y regordeta (que esperaba desde la
tarde anterior) se levantó de su silla y se la ofreció, la señora
norteamericana tardó un rato en comprender que se dirigían a ella. Cuando
comprendió que le estaban pidiendo que se separase del carro, su cara de
anciana se llenó de miedo y, sin pronunciar palabra, se puso aún más rígida,
adoptando una postura de protección junto a sus cosas.
No estaba lejos del mostrador de
facturación. El aire acondicionado salía muy frío en aquel rincón. Yo no me
había dado cuenta al principio, pero después me alegré de llevar una chaqueta
algo gruesa. Incluso con la chaqueta, empecé a sentirme entumecido al cabo de
unas horas. Me levanté del asiento al que no había querido renunciar hasta
entonces, y me uní al lentísimo movimiento de refugiados del vestíbulo.
Encontré una librería. Compré dos libros de bolsillo indios, un libro de tiras
cómicas de Laxman y El libro de chistes de Juschuant Sing, y en
cinco minutos descubrí (algo que hubiera podido suponer) que los libros de
humor requieren una vida plena y una mente tranquila; que si bien el tiempo
vacío se prolonga sin límites, el chiste breve, que solo requiere unos minutos
de atención, puede fatigar el espíritu y empeorar una situación ya de por sí
mala. Mejor limitarse a soportarla.
Había un restaurante. Estaba en la planta de
arriba. Me resultó acogedoramente cálido tras el ambiente gélido junto al
mostrador de facturación. Necesité una media hora, un plato de anacardos que no
me hacía falta, y una tetera entera que tampoco me hacía falta, para darme
cuenta de que el olor del restaurante, a rancio, a humedad, era algo más que un
olor cálido: era el olor de una habitación cerrada y sin aire: el aire
acondicionado estaba estropeado.
Frío abajo, calor y polvo y asfixia arriba.
Fuera, en medio de la noche, estaba el aire fresco, el aire no acondicionado;
pero para acceder a él habría que haber roto el cristal hermético.
Y al igual que, según ciertas personas, se
puede vaciar la mente en una cámara de meditación concentrándose en una sola
llama, también yo —entre los viajeros varados que se movían en lentas espirales
a la acuosa luz fluorescente, personas que cada vez se parecían más a los personajes de una
alegoría, oscuramente reflejadas en el cristal que las aislaba, acabada la
conversación entre la mayoría de ellas—, también yo, pendiente tan solo de mi
número de vuelo, descubrí que a cada cuarto de hora que pasaba me apartaban más
y más de mí mismo. Me apartaban más del hombre que había sido durante aquel
día, y me hacían más como la señora norteamericana que había visto (cuando
tenía más dominio de mí mismo), rígida junto a su equipaje, en un carro: la
arquitectura y los viajes aéreos de la India habían empezado a darme, como a
ella, la idea hindú de lo ilusorio de las cosas.
En el aeropuerto la gente va en
masa, imposible saber dónde van, caos total. El sanador místico trata de un
muchacho que ha ido a estudiar a Inglaterra, cuando vuelve ve a la gente muy
infantil. Se deja llevar por la gente y le sale todo de maravilla. Cuando se
casa el suegro le pone un plato al novio para que coma. La costumbre india es
que el suegro le va echando la dote, un dinero. Le pone el plato y cuanta más
comida quede en el plato más dinero le echa. Así que no come para que eche más
dinero. El suegro le echa el dinero, pero no lo hace a mucha velocidad para que
no le salga muy caro. Sigue echándole dinero. Así se saca el protagonista una
vaca, un piso, un terreno. El padre de su mujer le tiene odio a muerte. Aparecen
cosas de psicología. Los tiene a todos encandilados. Le hacen presidente.
Compara Inglaterra y la india; el choque cultural, el infantilismo de ellos.
Tiene un toque irónico, humorístico. No narra el. Pero sus novelas suelen estar
en primera persona. Aparece la personalidad del narrador. Está cerca del humor
absurdo y la picaresca. El suegro le odia a muerte, le hace pifias. Se ven las
costumbres y el choque cultural. Piensa eso de la india. El protagonista
también compra libro por todos sitios. Entran en su consulta y todos son
libros. Escribe libros de catecismo. La mujer no sabe cómo quitarle ese Diógenes.
Ella y el padre so muy egoístas
El libro entre los creyentes es
un viaje por los países islámicos, donde es muy crítico. Shaldow Windows es el
aeropuerto de santa cruz. Parece el nombre de Tenerife. A su lado hay pobreza y
chozas. En un estado libre es premio booker 71. Escribe un diario privado de su
estancia en Egipto, el relato en el África negra da título al libro. Son dos
relatos peculiares donde protas son hindús. Todo está conectado
Uno de tantos. Ahora soy ciudadano americano de Washington, la capital del
mundo. Las personas pensarán que he hecho bien en irme, pero en Bombay era
feliz, con cierta posición, un trabajo importante, llenaba la nevera y tenía
felicitaciones, me reunía con mis amigos por debajo de nuestra casa, con los ciudadanos
que vivíamos en la calle, no admitamos a según quienes. Al atardecer hacia
fresco. Para los transeúntes había poco tráfico, tras dos pisos se veía la
acera regada. Allí se podía reír, leer periódicos, fumar, jugara las cartas, fumar
la pipa de arcilla, dormir en la acera con los amigos. En la casa había un armario
bajo la escalera reservado para mí, había que levantarse antes de que hiciera
efecto las borracheras. Salen a la calle, no hablan mucho. En las callejuelas
discretas hacen sus necesidades. Media hora pasean por su cuenta, caminar
juntos el mar de arabia esperando, brillaba el aura, ave del sábado, taza de te,
en el salón el primer cigarrillo de hierba. Gozaba de respetó, tenía la categoría
del señor para el que trabajaba.
Esa destruyó de golpe el orden de mi vida. Mi
jefe fue destinado a Washington, debía ausentarse muchos años, no podía recogerme
ni darme trabajo ni casa. Era el aprendizaje del oficio, en tiempos difíciles, debía
empezar de nuevo. Encontraría trabajo en Bombay, como mozo de equipaje en la época
turística, podía ir ofreciéndome a gritos, llenar los equipajes de los viajeros
indios, como llevan los pecados los hombres del metal americanos. No me he adaptado
a esta nueva vida, me había criado en Bombay, no era joven, no era un hombre de
ciudad, acostumbrado a las ciudades. Washington es caro. Le pedí a mi jefe que
me llevara con él de viaje, allí no podremos vivir como aquí, me dijo. En los
armarios había ropa, posesiones que pronto me serian arrebatadas. Mi corazón
sangra por ti. Estoy preocupado por usted. Es cuestión de principios. No es correcto
viajar con su cocinero, ¿qué impresión causaría? No es solo el gasto, el cambio
de moneda, ya no es lo que era. El deber es el deber. Perdí las esperanzas. Y entonces
mi amo me dijo que el gobierno se ocuparía de mi alojamiento, no pagaría nada, pero
tendría pasaporte. Aquí hace mucho calor, fumaran contigo los americanos,
pasearan contigo
El aire del
ambiente de dentro era caliente. El avión se puso en marcha muy pronto. Ni
indio ni extranjero balbuceaba. Tenía un aspecto de criado como un buda. El que
llamaba la atención era yo. Llevaba una camisa holgada, pantalones sujetos con
cordel, ni sucios ni limpios. En Bombay nadie se había fijado en mí, pero aquí te
miran todos. Me quito los zapatos y pongo los pies apoyados delante, e ingiero
una mezcla de hierbas. El placer del nekel es escupir. Cuando tuve la boca llena
me di cuenta del problema. La azafata del avión me regañó. Las mejillas iban a
estallar de sonrojo. Me tragué todo el zumo. Pinta de lazarillo total. La chica
empujaba un carrito de bebidas. Preguntó si quería beber. Señaló una gaseosa
agradable al principio, pero no después. Son 50 centavos americanos. Me cogió
por sorpresa. Solo llevaba rupias. Parecía que iba a pegarme. MI señor, molesto,
me dijo; champaña, eh, ya empezamos a hacer excesos. Fui al retrete. Acuérdate
de el cambio. El pobre esta preocupado. Era un viaje muy penoso, había bebido
vino, me mareé por el movimiento del avión. Vomité sin importarme que decía la
chica. Me vinieron necesidades terribles más urgentes. Me ahogaba en el
retrete. Iba a casa en expreso. Como un pálido cadáver, me dolía la nariz, los ojos
cansados. Me puse en cuclillas en el retrete. Perdí el control de mí mismo.
Cuando pude volví a la calma, esperando que nadie se diera cuenta. Los hombres con
chaqueta dormían. Tenía la esperanza de que el avión se estrellara.
Los relatos son muy distintos,
cambian en la misma historia, tiene un toque humorístico, picaresca habitual en
sus libros. Y personajes de este estilo. Se ríe del hindú.
Decirme a quien he de matar Escogió mal día para casarse. Los campos estaban blancos y
verdes. La niebla era como lluvia, tierra encopada. Latas vacías, hacía por
todas partes, volverá el chaparrón fuerte, el sol caliente empapa todo, se
acumula el agua. Huelo el viejo traje. Es el único que tengo, de otra época.
Toda en la ciudad es enorme de ladrillo y zinc. Llevo la americana y pantalones
de franela gris. Estoy satisfecho de estar conmigo. Contento cuando la gente nos
mira. Fran es amable conmigo. No sonríe, es sensato y satisfecho. Los zapatos
brillan como los de maestro de escuela. Se los lustra como quien lee sus oraciones.
No soy tan sensato como él. Es el único amigo que tengo en el mundo cuando he
perdido los demás. El niño esta tranquilo con su madre, sabe a donde ira cuando
llegue a la estación, los viajeros van cada uno a su lado, recogen equipajes,
todos distintos, atareados, no se sabe a dónde van, esperan a ver qué pasará.
Voy a la boda de mi hermano, pero no sé si tomaremos otro tren, o pasaremos por
esa calle que tomaremos.
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