jueves, 3 de mayo de 2018

JON LE CARRÉ


JON LE CARRÉ
Jon le Carré es un seudónimo de David Cornwey. Nació en Pol en el 31, de familia adinerada. De joven para perder de vista al padre va a Berna Suiza a estudiar. Luego estudia en Oxford. Dio clases en Hilton, la ye set. Trabajó de funcionario en el ministerio de asuntos interior, la Foreign office, en Inglaterra. (De niño creía que Scotland Yard era un detective que conocía a Sherlock Holmes) Le ficharon para trabajar en el servicio de inteligencia británico. Lo conoció de primera mano el mundo de los espías. Cuando murió el padre heredó y se dedicó a las letras. Es lo que le gustaba. Su primera novela es llamada para un muerto en el 61. Su primer gran éxito es el espía que surgió del frio. adquiere fama internacional. 

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Graham Greene, predecesor en la literatura de espionaje, dijo que era la mejor novela de espías que había leído. Esta protagonizada por George Smily. Protagonizó este personaje también el topo, el enorme colegial, la gente de Smily o la novela de hace unos meses; el legado de los espías. Sus primeras novelas, como las de Graham Greene, se consideran crónicas de las bambalinas, o la parte de atrás, de la guerra fría entre el capitalismo y el comunismo, occidente y la URSS. Cuando cayó el telón de acero se recicló narrando novelas con trasfondo del terrorismo islámico o el uso de este por los propios estados. Los pensadores hablaban del fin de la historia y él ve por dónde van a ir los tiros. También habla de la falta de escrúpulos de las multinacionales en michos países, como en el jardinero fiel o la chica del tambor, que trata del conflicto palestino israelí. Muestra la cara oculta del capitalismo. Graham Greene había escrito un hombre en la habana o el americano impasible o el tercer hombre, aunque a Greene no le vemos porque es de la generación anterior de posguerra. Quizá sea mejor Greene que Le Carré. 


No he leído a ninguno de los dos. Pero según sus lectores, Le Carré contextualiza bien sus historias, son complicadas pero informativas, no sé si buena literatura. Empiezas bien pero enseguida no entiendes la historia. Lees a Joyce y Faulkner, pero no puede con Le Carré. Tiene una trama liosa. En el cine te pierdes aún más, es lioso. Si no lo has leído es imposible entender las películas basadas en sus libros. Se caracteriza por la ambigüedad moral en tramas y personajes. no se puede vencer al mal, pero para que no venza del todo los seres honestos han de oponerse a ello. Los propios personajes sufren una dicotomía moral. No es maniqueo. Se molesta en pintar personajes más allá de buenos y malos. Es difícil seguir la trama, espesa y enrevesada. Da por hecho cosas que se entienden y no sabes. Hay dobles tiples sentidos. Da vueltas de tuerca hasta que te marea. Hace referencias a personajes y novelas anteriores. 

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Para que triunfe el mal los buenos no deben hacer nada. ¿queda algo por qué luchar? ¿queda margen para el idealismo? Las fronteras del mal y del bien, de lo licito o ilícito se diluyen, lo moral e inmoral se confunde. Ese es el meollo de su literatura.
En el libro de memorias volar en círculos cuenta su vida. Junto al pesimismo trágico hay humor y farsa, muy británica. Cuenta experiencias que pasó, como el loro de Beirut que imitaba el ruido de las ametralladoras y la quinta sinfonía de Beethoven. Vivió de cerca el genocidio de Ruanda. Pasó la nochevieja del 82 con Arafat. Al fin de la guerra fría se reunieron los espías al mando de la KGB en una cena de viejos alumnos. Con nuestra ignorancia no entendemos cosas del mundo de los espías. Se basó en una cooperante para el jardinero fiel. Conoció un mundo secreto, que ha convertido en un teatro para los mundos extensos que habitamos. Sus novelas son imaginación, una búsqueda de la realidad y la mesa de su escritorio. 

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Hay cosas en sus memorias que se calla. Este libro de memorias es de 2016 y originalmente se llamaba el túnel de las palomas. Cuando era adolescente su aristocrático padre le llevó en una escapada a jugar a Montecarlo. En el club deportivo había un club de tiro que daba al mar. Había unos túneles o galerías que iban hasta la orilla. Allí introducían palomas, nacidas y crecidas allí en el casino, para convertirlas en dianas de los bien alimentados cazadores que las disparaban con sus escopetas. Las que sobrevivían volvían al casino donde las esperaban las mismas trampas. Esa imagen le ha perseguido toda su vida. 

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Está sentado en el escritorio del sótano del chalé suizo que construyó con los beneficios del espía que surgió del frio. Vivía al lado de Berger. Él en Berna y el otro en los Alpes suizos y aunque eran tan distintos si se hubieran encontrado habrían mantenido diálogos interesantes porque estos ingleses son muy raros. De joven se fugó del selecto colegio británico y se matriculó en la universidad. Subían en masa a unas cabañas donde dormían chicos y chicas por separados y a veces revueltos, no es su caso. En Berna hizo sus pinitos con la inteligencia británica, informando no sé bien qué a no sé bien quien. Huyó de su colegio, su familia y su padre. Fue una decisión adolescente de huir. No era en el colegio un fracasado sino un capitán del equipo había ganado varios premios escolares… y su retirada fue discreta, sin despotricar ni gritar. Le dijo a su padre; haz lo que quieras, pero no volveré. Culpaba entonces al colegio y a la nación de Inglaterra. Quería quitarse de encima a su padre, aunque no se lo confesó. Sus propios hijos han hecho lo mismo, con más elegancia y menos alboroto. Le contrataron como chico de los recados para hacer un poco de todo en los servicios de inteligencia. Usa mucho la ironía británica. Se enamoró de una treintañera funcionaria de la sección de visados en Berna; Wendy. Se había metido en camisa de once varas en una universidad extranjera. Su afición a la literatura alemana determinó el rumbo de su vida. Su profesor, un judío refugiado en Alemania, le recomendó viajar a Alemania. Se metió en un hospital de campaña alemán en Berlín, Visitó los campos de concentración que eran barrancones que aún olían a muerte. Leía a Hesse y Thomas Mann. Hacia labores de inteligencia en la Austria ocupada. Estudió literatura inglesa en Oxford y dio clases en Hilton. Tuvo un carpo diplomático como tapadera y escribió obras de varias temáticas alemana. Fue una precoz inversión en la cultura alemana, que era un territorio ecléctico, de romanticismo y amor a la lírica. El trayecto del hombre desde la cuna a la tumba es un aprendizaje, algo que se dice muy tópico y cuestionable. Leía los dramas de Goethe Schiller que unían la austeridad clásica con los excesos neuróticos. El truco era disimular una cosa con otra. 

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Su chalé va a cumplir 50 años. Los niños esquían aquí. Los mejore ratos los ha pasado en primavera. En el invierno del 17 estuvo en este chalé cuatro semanas Sydney Pollack, el director de memorias de África, could montay, el talento de mr Riplay, eye whide shut,  y danzar malditos danzar) discutiendo hacer una película con el guion de su relato pequeña ciudad en Alemania. Las historias que cuenta en sus memorias son verdaderas, pero se puede discutir i es verdad o ficción. En el crepúsculo de la vida de este anciano todo se mezcla. Para un abogado todo se basa en hechos reales. Pero para el escritor los hechos son un instrumento, un medio, y no la guía. Hay que sacar a los hechos rendimiento, buscarles los matices. No hay un recuerdo en estado puro. Aunque intente contar desapasionadamente los recuerdos no se ciñen al recuerdo puro. Son difícil aprehenderlos sin no mezclarlos con la imaginación como una pastilla de jabón duro que no puede disolverse. Combina la experiencia con la imaginación. Ha copiado artículos periodísticos o notas y diálogos que escribió entonces porque le gusta su frescura y porque su memoria no tiene suficiente nitidez. Les ha añadido explicaciones y notas, aclaraciones. Hay pasajes explicativos para el que desconozca mínimamente su obra. No falsea ningún suceso o historia, ha podido disfrazarlos o disimularlos, pero no ha mentido. En esta prosa de Le Carré nos encontramos un ritmo muy fluido y unas reflexiones que no esperábamos en un autor de masas, quizá sea este nuestro prejuicio

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A lo largo de su larga vida nunca escribió un diario. Pero sí notas y diálogos irrecuperables que apuntaba en una libreta, como el que mantuvo con Arafat antes de que le expulsaran del Líbano o en un hotel blanco en Túnez, donde los israelís asesinaron a unos comandantes bajo su mando. Los poderosos le interesan solo por su existencia e intenta entender sus mecanismos, pero cuando está delante de ellos solo es capaz de asentir y negar con la cabeza o hacer alguna broma para aligerar la tensión. Luego en su habitación de hotel sacaba su libreta de notas e intenta asimilar lo que había oído. A algunos personajes reales los disfraza de personajes ficticios. Lo ha escrito desde su punto de vista y con sus palabras. la primera vez que oyó golpear una bala contra el barro. lo puso en boca de un valiente corresponsal de guerra, un personaje de ficción que inventó. Conoció a un fotógrafo de guerra que le dijo que superaba su miedo solo cuando miraba la realidad a través de su cámara. 

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Tuvo un éxito temprano como escritor y eso supone que hay un antes y un después del éxito. Los escritos de antes de ven como inocentes y los de después como los esfuerzos de un hombre sometido a juicio. Un critico dijo; se esfuerza demasiado y se nota. A él le encanta escribir, empapar el papel escondido en su escritorio una madrugada de mayo, mientras la lluvia se escurre por la ventana, el new york times no llegará hasta el almuerzo y entonces escribe. Escribe en cafés, en trenes, mientras camina. Selecciona luego lo mejor del botín. Solo escribe a mano, es partidario de la escritura sin mecanizar. El artista plástico frustrado que lleva dentro disfruta dibujando letras. Le gusta la intimidad, y rechaza muchas ruedas de prensa o entrevistas. En las entrevistas se inventa así mismo y se cree su invención. Nada tiene que ver con la máxima del conócete a ti mismo. Usar un nombre diferente al real le permite registrase en un hotel sin que le reconozcan. Cuando rebela quién es las personas le huyen y niegan la palabra o se creen que es un héroe de los espías cuando no fue más que la forma más baja de las fuerzas de inteligencia. Un admirador le dijo; ya me esperaba que me dijera algo así. Da conferencias que ni recuerda. Sus fans pueden ser periodistas en el extranjero, banqueros, corresponsales de guerra que le otorgan un coraje que no tiene y de los que no se puede despegar. 

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En su obra pasa de lo serio a lo cómico. Ha dejado el tema de su padre para el final para que no sea cabeza de cartel, aunque a él le hubiera gustado. Se ha atormentado por él, pero no deja de ser un misterio para él y para su madre. todos los viejos sienten lo mismo. Son unas memorias irresponsables. Quizá su vida haya sido irresponsable pero ahora es tarde para hacer algo. Ha tenido dos esposas entregadas y leales a las que debe disculpas y agradecimientos. No ha sido un padre modelo, no le da vergüenza decirlo. Ha llegado al amor muy tarde después de intentos fracasados. Conoció el mundo secreto y lo ha llevado al teatro de estos mundos excelsos que habitamos. También habla de referencias literarias. Y da consejos al aspirante a novelista; deja algo para escribir al día siguiente. Los sueños hacen maravillas. 

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Cuenta la anécdota de cuando estaba cenando con su mujer y el premio nobel ruso Joseph Btodsky en un chino. Era un poeta, el alma misma de Rusia. Una dama, que debía ser su mujer, les dijo que podían cenar con él, pero que no le dejaran fumar o beber. A pesar de sus problemas cardiacos él hizo lo que le dio la gana, ambas cosas. No era fácil la conversación con él pero después de varios wiskis y cigarrillos fue más fácil. Fumaba entre cucharada a su sopa con fideos. Es difícil hablar con un escritor. Suelen despotricar de los editores, agentes y lectores. No se acuerda de que hablaron. Había una brecha entre ellos. Había leído sus poemas. pero sentía que necesitaba un manual de instrucciones para comprenderlos. Le gustaron sus ensayos de cuando estuvo encarcelado en Leningrado, y la admiración que sentía por la poeta María Tsvetaieva. Él no había leído nada de Carré ni se sentía en la obligación de hacerlo. Una mujer se acercó a la mesa. las botellas sobre la mesa y nubes de humo encima. Él pensó que les iba a recriminar que le hubieran dejado fumar y esos excesos. Pero le dijo a Joseph; has ganado el premio. ¿qué premio? El Nobel. Se tapó la boca y les miró a la pareja Carré, que no sabían ni que era candidato al Nobel. La mujer lo sabía porque había periodistas escandinavos en la puerta, dispuestos a felicitarle y entrevistarle. Pensaron que quizá entrevistaban a todos los candidatos y no solo al ganador. Habían preguntado por él en el hotel. Él bebió un trago de whisky y bajó a donde estaban los periodistas como un prisionero que bajara a los calabozos de Stalingrado. Se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo; un año de decir frivolidades. En la novela el Sari Rojo de Javier Moro colabora Jon Le Carré. 

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