viernes, 26 de enero de 2018

LITERATURA COMO BENDICION

Literatura como bendición
El artista y el intelectual según Freud tienen su origen en un problema patológico. Pero no se puede culpar a los traumas el surgimiento de un artista, aunque sí que a veces la cultura surge de un malestar con el mundo. Para Camus y Sartre escribir es dar sentido al sufrimiento que tuvimos de niños. El escritor siempre escribe sobre esa infancia perdida, ese edén que ya no va a recuperar salvo en su recuerdo. El sufrimiento es lo que lleva a escribir, porque cuando somos felices nos contentamos con vivir y no hay tiempo ni necesidad de expresarlo en palabras. Quizá eso explique que el siglo de oro español se de en el barroco, en el siglo XVI, que es el de mayores hambrunas en España o que la generación del 98 surgiera con la crisis del 98 o el 27 con el trauma de la guerra civil.  
 
La literatura acompaña al Hombre a lo largo de todo su periplo existencial porque es vida, frente a la literatura como espectáculo o subterfugio de escaquearse de la verdadera realidad. la literatura apela a una reflexión sobre la condición de ser hombre. No es algo baladí, superfluo, sino algo innato al hombre. El cine también tiene ese componente antropológico de describir lo que somos como seres en la realidad. Decir que una persona no ama literatura es como decir que no le interesa respirar oxígeno. Escritor y lector tienen la necesidad de conocer saber cotejar experimentar y amar la verdad en la realidad. Cada personaje de los clásicos literarios nos habla de la forma eterna de cómo somos los seres humanos. La literatura espectáculo es una maldita prostitución, vende la verdad por el subterfugio de la mentira. Vende en apariencia amor, pero es la alienación del amor hecho objeto, producto, mercancía. La Literatura es la prolongación de la dimensión humana, del Hombre con mayúsculas; José María Valverde, Martin de Riquer en su historia de literatura… La literatura es prolongación absoluta del ser humano, oxigeno de vida, bien moral, y una estética que además es ética. La literatura como espectáculo está maldita porque se desprende de lo humano y lo convierte en usufructo comercial para que el capital y su miseria sigan prevaleciendo. Sin embargos, los poetas del París de la bohemia son poetas benditos que usan la forma de malditismo como expresión. Una cosa son los poetas malditos y otra esta maldita literatura comercial de los bestseller. La literatura entretenimiento arderá en el infierno, en la condenación eterna, en el fuego de Lucifer. Los escritores comerciales h an dejado de ser ángeles buenos y se han convertido en ángeles malos y el demonio esta siempre en el infierno y dios no tiene que perdonarles porque esta literatura ni siquiera se rebela contra Dios, se embadurna en sus propios lodos de vulgaridad y mediocridad. A los autores benditos de la literatura hay que quererlos mucho porque nos enseñan la vida. Hay que bendecir siempre a estos poetas novelistas y ensayistas que nos abren caminos. 
 
Son maestros que muestran y nos dice el camino que debemos seguir, no imponen el camino, sino que te dicen como puede ser el camino. Nos enseñan. Hay que ponerles una vela en el altar de la vida porque enseñan el camino. La vela ilumina a la razón y logos para entrar en realidad. don Antonio Machado, Giacobi Leopardi, Fernando Pessoa… Ensayistas pensadores como Spinoza, Zubiri, don Agustín García Calvo. Iluminan el camino para que la gente al ver la luz siga esa luz. No se trata de seguirles a ellos por la mitomanía de la verdad. Te vas dando cuenta, porque tienes un despertar en ti, de que ese camino merece la pena ser andando. Esa es la función beatifica de la literatura, que la hace tan necesaria. Satisface nuestra necesidad de trascendencia, de viajar sin movernos de la cama. La literatura como ámbito humanístico es necesaria. Todo lenguaje literario lo es. Hay lenguajes más directos que otros; ante la pintura hay que reflexionar más, pero el cine es un lenguaje literario que nos lo da más digerido para poder pensar. El libro te da que pensar, pero mucha gente no quiere que le hagan pensar porque se sufre, porque cuesta esfuerzo. La literatura espectáculo no hace pensar. Es evasiva. 
 
La buena literatura es reflexiva pausada cadenciosa balsámica tranquila. Estás en el sofá antiguo de la casa con tus folios, boli y el libro donde vas escribiendo los personajes de la obra y como son cada uno de ellos, vas hablando de ellos, haces literatura desde ellos. La literatura te la da el autor y el lector se comunica con el autor, hablas con él. Es un acto amoroso de comunicación libertaria. ¡Viva la literatura, viva la anarquía!, decía Baroja. Hablas con el autor, con los personajes. creas tu propia novela. El escritor le está enseñando al lector a vivir y como es la vida. Uno cree siempre en los maestros, no en el padre. La literatura es un complemento para entender lo cruel que es la vida. No es una sustituta, que rima con prostituta.
A veces nos aficionamos a la literatura en periodos en los que no vivimos. Algunos pasamos años en cama porque teníamos tuberculosis y solo leíamos, no era escaquearse de la realidad sino entenderla mejor. Te imbuyes en la fantasía de los viajes, de esos personajes que recorren el mundo, personajes que nos enseñan lo que eran las personas con ausencia moral, o sentimiento de culpa, eso nos da la literatura. Es como un enorme ensayo sobre la vida, solo que lo que ocurre en la novela es mentira y ficción. Y cuando dejamos el libro tenemos la misma sensación que al despertar de una pesadilla; ¡gracias a dios esto no ha pasado en la realidad! Estando en cama postrado recorres camino de vida como son los libros. 
  
Si uno escapa de la vida está perdiendo la vida. Si uno mata el tiempo está matando la vida. La literatura no puede nunca sustituir la vida real, a riesgo de convertirnos en un Borges que ha dejado de vivir al hacer sus votos y esposarse religiosamente con la literatura como religión y templo monacal.  La literatura nos adentra en la vida a pesar de que sea dura. Nos perite afrontar la vida. Los sueños nos ayudan a soportar la terrible realidad. En ese sentido toda literatura ha de ser vital, práctica en el sentido de poder solucionar los conflictos de nuestra existencia. Pero no de la forma taxativa que marcan las novelas de autoayuda sino a muy largo plazo; la literatura paulatinamente nos va enseñando a vivir como si ensayáramos nuestra propia vida al leer la vida de otros.
Es tan necesaria como el oxígeno de todos los días. Lo malo de las sociedades actuales es que no quieren sufrir ni pensar, no se valoran los contenidos, parece que es algo superfluo. La literatura de contenido filosófico enseña, muestra, marca caminos. Es un trabajo mental muy necesario, el cerebro trabaja porque el cerebro es vago y se queda en la zona de confort sino lo ejercitamos. La literatura es deporte y gimnasio en que ejercitamos las neuronas. La sociedad se guía por su natural tendencia del placer y se contenta con reducir la existencia a solo vida; todo se reduce a conservar la vida cuando solo es placer. la mayoría de la gente vive sin cuestionarse su vida. Se puede decir que viven una Vida, pero no una Existencia, en el sentido que le daban los existencialistas. Una vida sin pensarse así misma, una vida sin reflexión ni pasado. 
 
Guiada por el placer mínimo del cuerpo (el sexo, la comida…) la vida se vuelve algo idiota, se reduce a comer aceitunas. Hay que tomar la vida como compromiso. Tenemos una predisposición a entender la realidad y esta nos la explica la literatura. La literatura enseña a eso y más. Dime cuanta literatura de necesidad básica consumes y te diré como eres. Dime cuantas malas novelas lees y te diré la cantidad de idiota que eres.  Los ninis se contentan con jugar a las consolas.  La literatura intenta dar explicación a la realidad. Hay muchas preguntas, pero no respuestas. Encuentras una complicidad y entras en el terreno de dar una explicación a la vida o una legitimación de por qué hemos venido a este mundo. A veces parece que no auto engañamos al despertar para seguir viviendo, pero aún así la esperanza es lo último que se pierde y no renunciamos a la búsqueda de la verdad. La verdad es belleza, la belleza es verdad, versaba el romántico Jon Keats. Verdad, bondad, belleza era el lema de la academia de Platón. La verdad os hará libre, decía Jesús. Le preguntaron qué es la verdad y se quedó en silencio. La Belleza será convulsa o no será, decía André Bretón
  
La literatura enseña el camino para que cada cual encuentre una verdad. Es tan necesaria como el oxígeno para mantener nuestras constantes vitales, porque sin ella el animal humano solo sería una pasión inútil, decía Sartre. La labor del ser humano es evolucionar de animal humano a Hombre, opinaba Herman Hesse. Supone trabajo y una dedicación. No es perder tiempo sino ganar vida porque vences al tiempo de la estupidez, del baladí pasatiempo como es la video consola. Exprimes al tiempo como a este zumo de naranja que nos estamos viviendo. Programamos las coordenadas más positivas y saludables, porque si no el tiempo sería dejarse llevar hasta el final de la muerte. La literatura ayuda a exprimir y dar sentido humanista a la vida. Merece la pena en su honestidad.
Aunque tengamos un fondo de verdad, la forma siempre miente, el lenguaje es una convención y como decía el filólogo Nietzsche; la gramática es una vieja hembra engañadora. Al expresarlo con palabras y con lenguaje estas mintiendo; nunca se corresponderá lo que has pensado a lo que has escrito. Si eres honesto quieres que la verdad que has sentido sirva para que el lector se adentre en esa tu verdad de escritor, que para el lector pueda ser mentira. El esclavo de la caverna necesita volver a liberar a los que aún siguen reos de su ignorancia. La literatura es un pacto de verosimilitud con el lector. El lector se cree lo que le cuentas, aunque sabe que es ficción. Al cotejar varios autores denotas ese pacto de credibilidad lector escritor.
El libro del desasosiego es una macedonia de mentiras. Pessoa decía que el poeta finge hasta el dolor que de verdad siente. Al leerlo te sorprende el mundo interior que tiene este oficinista funcionario y lo plasma en sus libros y escritos. Parece decirnos; “esto es lo que soy, no el burócrata de todos los días”. Pero nunca le conoceremos del todo porque el lenguaje es insuficiente para plasmar el interior de una persona. Y de ahí la dificultad de que los otros le entiendan. Si ni siquiera se entiende así mismo. Como conclusión de estos cinco años de carrera estudiando periodismo creo que la comunicación humana no es posible. Él nos describe el ambiente exterior de su realidad y el de su interior, pero la mayoría de la gente no querrá que se lo cuente. Las personas nos parecemos más unos a otros de lo que nos creemos, pero el otro es siempre alguien distinto, alguien que no va a entender lo que le queremos decir o que lo va a rechazar. La literatura es un ejercicio de soledad pero que busca siempre al otro. aunque escribamos para nosotros mismos.
Mi madre dice “el blog mientras te sirva a ti….” Pero qué me sirva a mí no es suficiente, necesitamos al lector, necesitamos comunicarnos y escribimos para que nos quieran. Es un exilio muy grande el del escritor. Lo que no se expresa hacia otros se expresa a uno mismo a través del folio. Por eso nos maravilla leer a esa gente que pasó desapercibida en su vida cotidiana. Nadie imaginaba que Pessoa escribiera esas cosas, era un oficinista que pasaba por aquí, ¡qué mundo interior tenía en secreto! Pero al otro igual no le interesa lo que tu piensas-sientes. Pensamos que somos irremplazables, indispensables, pero solo somos piezas de algo mayor, del gran ajedrez del mundo. Al otro le importamos un bledo. Como decía una profesora de un taller literario; a nadie le importa tu dolor. El buen escritor no escribe para sí mismo, sino que te tiene en cuenta con empatía al lector. 
 
La inspiración es enemiga de la buena literatura de calidad. Las emociones que sentimos en el momento no se pueden expresar tal como surgen en nuestro interior. Hay que dejar reposar los sentimientos y sensaciones si queremos evitar escribir una poesía adolescente y sentimentaloide. Hay que vestir al sentimiento con el traje de la literatura. Es igual que lo de escribir bajo los efectos de la droga. Nos creemos que hemos escrito la novela del siglo, borrachos de absenta o tras habernos metido lo que sea. Escribimos sin parar y al día siguiente lo lees y ves que no tiene ninguna calidad. Es como cuando tenemos esos sueños en los que arreglamos el mundo o tenemos conversaciones que en la vida real no tendríamos. En los sueños nos decimos cosas que jamás nos diríamos en un estado más consciente. Soñamos autenticas películas, y nos decimos que esos guiones son para un Oscar, pero al despertar y apuntar el sueño comprobamos lo difícil que es llevar a palabras las imágenes que esa noche hemos visionado en el cine de las sabanas blancas.
El drama del escritor es ese; no poder expresar al 100% lo que queremos expresar, los fantasmas que Bécquer decía que le visitaban, el duende que decía tener Lorca, la chispa en Tenense Wiliam, la inspiración… no podemos comunicar lo que tenemos dentro porque la herramienta del lenguaje (la escritura, el cine, la pintura…) tiene sus limitaciones. Y también que el lector no siempre está dispuesto a que le cuentes una historia o no está receptivo o no le interesa. Y encima malinterpreta el mensaje. El canal y el medio puede fallar o no ser el apropiado… Hay muchas dificultades a la hora de comunicarnos y siempre se produce ruido, o entropía. Todo esto dificulta aún más esta comunicación utópica, esa búsqueda del lector ideal, que en la realidad siempre es un proyecto frustrado. Carmen Martin Gaite hablaba del interlocutor soñado, que era el lector ideal utópico potencial para el que ella escribía. En la que ella pensaba al escribir. En su novela el cuarto de atrás describe a ese interlocutor; un periodista que va a su casa a hacerla una entrevista a raíz de un premio y tal como lo describe parece más un demonio de una pesadilla. 
 
El siquiatra Carlos Castilla del Pino y Aranguren escribieron sendos libros sobre la incomunicación humana. Camus ya hablaba de lo difícil que es comunicar algo; más allá de informar la comunicación tiene en cuenta al receptor. Al otro no le interesa lo que le estas diciendo que para ti igual es lo más importante que has pensado sentido en años. Cuando nos leen nos da la sensación de que no estamos tan solos. Echenique decía que uno escribe para que le quieran un poco más. En la película Tierras de penumbra el escritor conoce a una mujer fan y a su hijo y dice la gran frase; Escribo para que me amen. Uno escribe o da sus pensamientos para que le quieran un poco más, para no sentirse tan solo como siempre esta. La literatura es un antídoto para salir de la soledad impuesta y buscar la soledad acompañada, la habitación propia. Escribir es un acto de soledad. Se han hecho experimentos de escritura comunitaria y han fracasado.  
 
El fondo es tu verdad y la forma es la mentira que empleas para comunicar ese fondo. Escribes para ti y te desnudas con el alter ego de un personaje y estás lanzando tu propia verdad. (busquemos juntos la Verdad, decía Machado) La forma y le lenguaje es lo que viste a la literatura, lo que le pone la máscara. El escritor se disfraza de imágenes y metáforas para desnudarse así mismo, con cuidado de no caer en la pornografía. La pornografía es esa literatura de desahogo en la que sueltas toda tu “mierda”, tu dolor, tu sufrimiento. Cualquier lector rechaza ese torbellino de sentimentalidad o esa descarga de problemas traumas. Hay que vestirlo con la forma de manera que no aborde al lector y le desborde. Tratar al que te lee con empatía, ponerse en su lugar. La forma sirve para engancharte al lenguaje. Toda literatura tiene un fondo, que es la filosofía del propio autor, pero ha de buscar la complicidad con el lector. Que el lector viva y sienta y piense lo que tu has vivido sentido y pensado y esto se consigue con imágenes, haciendo una literatura de la experiencia, de la sensación, que entre por lo físico, por lo sensorial, y por lo sentimental, no solo por lo racional o intercambio de ideas.  
Los clásicos entusiasman porque el lector se identifica con el personaje y con el escritor. Es una mentira, una ficción, un juego de espejos y de mascaras la literatura, pero como un buen mago el escritor saca de su chistera conejos y pañuelos y el lector se cree el truco de magia. La literatura es ese espejo que deforma la realidad en el callejón del Gato de la novela Luces de Bohemia; hace al quijote más delgado y famélico de lo que es y a Sancho más gordo y pancho de como es en realidad. Siempre deforma la realidad (la exterior y la interior) La literatura miente, vuelve la realidad esperpento, pero el lector se la cree olvidando que es un espejo, una copia del mundo real, una sombra venida del mundo de las ideas de Platón. La literatura copia la vida hasta el punto de que el arte supera la realidad (como decía Oscar Wilde) Es una copia, un reflejo, una imitación, una mimesis (Aristóteles) pero si esta bien contada la tomamos por real. Hasta el punto de que olvidamos el referente (la realidad) y nos quedamos con su molde. 
 
La buena literatura es aquella en la que el lector olvida que es un sueño y una ficción y cree que es realidad. Muchas veces el lector se identifica con el narrador o se cree a los personajes, o se imbuye en la historia. Se identifica con las pasiones del libro porque en el fondo las personas nos parecemos mucho en lo que sentimos, en lo que pensamos. La parte humana es la misma en el quijote que en la conjura de los necios. A veces incluso el propio escritor se cree su personaje, como ese actor que se caracteriza en su personaje y olvida quien es. Flaubert decía; Madame Bovary soy yo. Madame Bovary y Don Alonso Quijano somos todos.  

 

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