Literatura como bendición
El artista y el intelectual según
Freud tienen su origen en un
problema patológico. Pero no se puede culpar a los traumas el surgimiento de un
artista, aunque sí que a veces la cultura surge de un malestar con el mundo.
Para Camus y Sartre escribir es dar
sentido al sufrimiento que tuvimos de niños. El escritor siempre escribe sobre
esa infancia perdida, ese edén que ya no va a recuperar salvo en su recuerdo.
El sufrimiento es lo que lleva a escribir, porque cuando somos felices nos
contentamos con vivir y no hay tiempo ni necesidad de expresarlo en palabras.
Quizá eso explique que el siglo de oro
español se de en el barroco, en el siglo XVI, que es el de mayores
hambrunas en España o que la generación
del 98 surgiera con la crisis del 98 o el
27 con el trauma de la guerra civil.
La literatura acompaña al Hombre
a lo largo de todo su periplo existencial porque es vida, frente a la literatura
como espectáculo o subterfugio de escaquearse de la verdadera realidad. la
literatura apela a una reflexión sobre la condición de ser hombre. No es algo baladí,
superfluo, sino algo innato al hombre. El cine también tiene ese componente
antropológico de describir lo que somos como seres en la realidad. Decir que
una persona no ama literatura es como decir que no le interesa respirar oxígeno.
Escritor y lector tienen la necesidad de conocer saber cotejar experimentar y
amar la verdad en la realidad. Cada personaje de los clásicos literarios nos habla
de la forma eterna de cómo somos los seres humanos. La literatura espectáculo es
una maldita prostitución, vende la verdad por el subterfugio de la mentira.
Vende en apariencia amor, pero es la alienación del amor hecho objeto,
producto, mercancía. La Literatura es la prolongación de la dimensión humana,
del Hombre con mayúsculas; José María
Valverde, Martin de Riquer en su historia de literatura… La literatura es
prolongación absoluta del ser humano, oxigeno de vida, bien moral, y una
estética que además es ética. La literatura como espectáculo está maldita porque
se desprende de lo humano y lo convierte en usufructo comercial para que el
capital y su miseria sigan prevaleciendo. Sin embargos, los poetas del París de la bohemia son
poetas benditos que usan la forma de malditismo como expresión. Una cosa son
los poetas malditos y otra esta maldita literatura comercial de los bestseller. La literatura entretenimiento arderá en el infierno, en la condenación
eterna, en el fuego de Lucifer. Los escritores comerciales h an dejado de ser ángeles
buenos y se han convertido en ángeles malos y el demonio esta siempre en el infierno
y dios no tiene que perdonarles porque esta literatura ni siquiera se rebela
contra Dios, se embadurna en sus propios lodos de vulgaridad y mediocridad. A los
autores benditos de la literatura hay que quererlos mucho porque nos enseñan la
vida. Hay que bendecir siempre a estos poetas novelistas y ensayistas que nos
abren caminos.
Son maestros que muestran y nos dice
el camino que debemos seguir, no imponen el camino, sino que te dicen como
puede ser el camino. Nos enseñan. Hay que ponerles una vela en el altar de la
vida porque enseñan el camino. La vela ilumina a la razón y logos para entrar
en realidad. don Antonio Machado, Giacobi
Leopardi, Fernando Pessoa… Ensayistas pensadores como Spinoza, Zubiri, don Agustín García Calvo. Iluminan el camino para
que la gente al ver la luz siga esa luz. No se trata de seguirles a ellos por
la mitomanía de la verdad. Te vas dando cuenta, porque tienes un despertar en
ti, de que ese camino merece la pena ser andando. Esa es la función beatifica
de la literatura, que la hace tan necesaria. Satisface nuestra necesidad de
trascendencia, de viajar sin movernos de la cama. La literatura como ámbito
humanístico es necesaria. Todo lenguaje literario lo es. Hay lenguajes más
directos que otros; ante la pintura hay que reflexionar más, pero el cine es un
lenguaje literario que nos lo da más digerido para poder pensar. El libro te da
que pensar, pero mucha gente no quiere que le hagan pensar porque se sufre,
porque cuesta esfuerzo. La literatura espectáculo no hace pensar. Es evasiva.
La buena literatura es reflexiva
pausada cadenciosa balsámica tranquila. Estás en el sofá antiguo de la casa con
tus folios, boli y el libro donde vas escribiendo los personajes de la obra y
como son cada uno de ellos, vas hablando de ellos, haces literatura desde
ellos. La literatura te la da el autor y el lector se comunica con el autor, hablas
con él. Es un acto amoroso de comunicación libertaria. ¡Viva la literatura,
viva la anarquía!, decía Baroja. Hablas con el autor, con los personajes. creas
tu propia novela. El escritor le está enseñando al lector a vivir y como es la
vida. Uno cree siempre en los maestros, no en el padre. La literatura es un
complemento para entender lo cruel que es la vida. No es una sustituta, que rima
con prostituta.
A veces nos aficionamos a la
literatura en periodos en los que no vivimos. Algunos pasamos años en cama
porque teníamos tuberculosis y solo leíamos, no era escaquearse de la realidad
sino entenderla mejor. Te imbuyes en la fantasía de los viajes, de esos personajes
que recorren el mundo, personajes que nos enseñan lo que eran las personas con ausencia
moral, o sentimiento de culpa, eso nos da la literatura. Es como un enorme
ensayo sobre la vida, solo que lo que ocurre en la novela es mentira y ficción.
Y cuando dejamos el libro tenemos la misma sensación que al despertar de una
pesadilla; ¡gracias a dios esto no ha pasado en la realidad! Estando en cama
postrado recorres camino de vida como son los libros.
Si uno escapa de la vida está perdiendo
la vida. Si uno mata el tiempo está matando la vida. La literatura no puede
nunca sustituir la vida real, a riesgo de convertirnos en un Borges que ha dejado de vivir al hacer
sus votos y esposarse religiosamente con la literatura como religión y templo
monacal. La literatura nos adentra en la
vida a pesar de que sea dura. Nos perite afrontar la vida. Los sueños nos
ayudan a soportar la terrible realidad. En ese sentido toda literatura ha de
ser vital, práctica en el sentido de poder solucionar los conflictos de nuestra
existencia. Pero no de la forma taxativa que marcan las novelas de autoayuda
sino a muy largo plazo; la literatura paulatinamente nos va enseñando a vivir
como si ensayáramos nuestra propia vida al leer la vida de otros.
Es tan necesaria como el oxígeno
de todos los días. Lo malo de las sociedades actuales es que no quieren sufrir
ni pensar, no se valoran los contenidos, parece que es algo superfluo. La
literatura de contenido filosófico enseña, muestra, marca caminos. Es un trabajo
mental muy necesario, el cerebro trabaja porque el cerebro es vago y se queda
en la zona de confort sino lo ejercitamos. La literatura es deporte y gimnasio
en que ejercitamos las neuronas. La sociedad se guía por su natural tendencia
del placer y se contenta con reducir la existencia a solo vida; todo se reduce
a conservar la vida cuando solo es placer. la mayoría de la gente vive sin
cuestionarse su vida. Se puede decir que viven una Vida, pero no una Existencia,
en el sentido que le daban los existencialistas. Una vida sin pensarse así
misma, una vida sin reflexión ni pasado.
Guiada por el placer mínimo del
cuerpo (el sexo, la comida…) la vida se vuelve algo idiota, se reduce a comer
aceitunas. Hay que tomar la vida como compromiso. Tenemos una predisposición a
entender la realidad y esta nos la explica la literatura. La literatura enseña
a eso y más. Dime cuanta literatura de necesidad básica consumes y te diré como
eres. Dime cuantas malas novelas lees y te diré la cantidad de idiota que
eres. Los ninis se contentan con jugar a
las consolas. La literatura intenta dar
explicación a la realidad. Hay muchas preguntas, pero no respuestas. Encuentras
una complicidad y entras en el terreno de dar una explicación a la vida o una
legitimación de por qué hemos venido a este mundo. A veces parece que no auto
engañamos al despertar para seguir viviendo, pero aún así la esperanza es lo
último que se pierde y no renunciamos a la búsqueda de la verdad. La verdad es
belleza, la belleza es verdad, versaba el romántico Jon Keats. Verdad, bondad, belleza era el lema de la academia de Platón. La verdad os hará
libre, decía Jesús. Le preguntaron
qué es la verdad y se quedó en silencio. La Belleza será convulsa o no será,
decía André Bretón.
La literatura enseña el camino para
que cada cual encuentre una verdad. Es tan necesaria como el oxígeno para
mantener nuestras constantes vitales, porque sin ella el animal humano solo sería
una pasión inútil, decía Sartre. La labor del ser humano es evolucionar de
animal humano a Hombre, opinaba Herman Hesse. Supone trabajo y una dedicación.
No es perder tiempo sino ganar vida porque vences al tiempo de la estupidez, del
baladí pasatiempo como es la video consola. Exprimes al tiempo como a este zumo
de naranja que nos estamos viviendo. Programamos las coordenadas más positivas
y saludables, porque si no el tiempo sería dejarse llevar hasta el final de la
muerte. La literatura ayuda a exprimir y dar sentido humanista a la vida.
Merece la pena en su honestidad.
Aunque tengamos un fondo de verdad,
la forma siempre miente, el lenguaje es una convención y como decía el filólogo
Nietzsche; la gramática es una vieja
hembra engañadora. Al expresarlo con palabras y con lenguaje estas mintiendo;
nunca se corresponderá lo que has pensado a lo que has escrito. Si eres honesto
quieres que la verdad que has sentido sirva para que el lector se adentre en
esa tu verdad de escritor, que para el lector pueda ser mentira. El esclavo de
la caverna necesita volver a liberar a los que aún siguen reos de su ignorancia.
La literatura es un pacto de verosimilitud con el lector. El lector se cree lo
que le cuentas, aunque sabe que es ficción. Al cotejar varios autores denotas
ese pacto de credibilidad lector escritor.
El libro del desasosiego es una macedonia de mentiras. Pessoa decía
que el poeta finge hasta el dolor que de verdad siente. Al leerlo te sorprende
el mundo interior que tiene este oficinista funcionario y lo plasma en sus
libros y escritos. Parece decirnos; “esto es lo que soy, no el burócrata de
todos los días”. Pero nunca le conoceremos del todo porque el lenguaje es
insuficiente para plasmar el interior de una persona. Y de ahí la dificultad de
que los otros le entiendan. Si ni siquiera se entiende así mismo. Como
conclusión de estos cinco años de carrera estudiando periodismo creo que la
comunicación humana no es posible. Él nos describe el ambiente exterior de su
realidad y el de su interior, pero la mayoría de la gente no querrá que se lo
cuente. Las personas nos parecemos más unos a otros de lo que nos creemos, pero
el otro es siempre alguien distinto, alguien que no va a entender lo que le
queremos decir o que lo va a rechazar. La literatura es un ejercicio de soledad
pero que busca siempre al otro. aunque escribamos para nosotros mismos.
Mi madre dice “el blog mientras te sirva a
ti….” Pero qué me sirva a mí no es suficiente, necesitamos al lector,
necesitamos comunicarnos y escribimos para que nos quieran. Es un exilio muy
grande el del escritor. Lo que no se expresa hacia otros se expresa a uno mismo
a través del folio. Por eso nos maravilla leer a esa gente que pasó desapercibida
en su vida cotidiana. Nadie imaginaba que Pessoa escribiera esas cosas, era un oficinista
que pasaba por aquí, ¡qué mundo interior tenía en secreto! Pero al otro igual no
le interesa lo que tu piensas-sientes. Pensamos que somos irremplazables,
indispensables, pero solo somos piezas de algo mayor, del gran ajedrez del
mundo. Al otro le importamos un bledo. Como decía una profesora de un taller
literario; a nadie le importa tu dolor. El buen escritor no escribe para sí
mismo, sino que te tiene en cuenta con empatía al lector.
La inspiración es enemiga de la
buena literatura de calidad. Las emociones que sentimos en el momento no se
pueden expresar tal como surgen en nuestro interior. Hay que dejar reposar los
sentimientos y sensaciones si queremos evitar escribir una poesía adolescente y
sentimentaloide. Hay que vestir al sentimiento con el traje de la literatura. Es
igual que lo de escribir bajo los efectos de la droga. Nos creemos que hemos
escrito la novela del siglo, borrachos de absenta o tras habernos metido lo que
sea. Escribimos sin parar y al día siguiente lo lees y ves que no tiene ninguna
calidad. Es como cuando tenemos esos sueños en los que arreglamos el mundo o
tenemos conversaciones que en la vida real no tendríamos. En los sueños nos
decimos cosas que jamás nos diríamos en un estado más consciente. Soñamos
autenticas películas, y nos decimos que esos guiones son para un Oscar, pero al
despertar y apuntar el sueño comprobamos lo difícil que es llevar a palabras las
imágenes que esa noche hemos visionado en el cine de las sabanas blancas.
El drama del escritor es ese; no
poder expresar al 100% lo que queremos expresar, los fantasmas que Bécquer decía que le visitaban, el
duende que decía tener Lorca, la
chispa en Tenense Wiliam, la
inspiración… no podemos comunicar lo que tenemos dentro porque la herramienta
del lenguaje (la escritura, el cine, la pintura…) tiene sus limitaciones. Y también
que el lector no siempre está dispuesto a que le cuentes una historia o no está
receptivo o no le interesa. Y encima malinterpreta el mensaje. El canal y el
medio puede fallar o no ser el apropiado… Hay muchas dificultades a la hora de
comunicarnos y siempre se produce ruido,
o entropía. Todo esto dificulta aún más esta comunicación utópica, esa búsqueda
del lector ideal, que en la realidad siempre es un proyecto frustrado. Carmen
Martin Gaite hablaba del interlocutor
soñado, que era el lector ideal utópico potencial para el que ella escribía.
En la que ella pensaba al escribir. En su novela el cuarto de atrás describe a ese interlocutor; un periodista que
va a su casa a hacerla una entrevista a raíz de un premio y tal como lo
describe parece más un demonio de una pesadilla.
El siquiatra Carlos Castilla del Pino y Aranguren escribieron sendos libros
sobre la incomunicación humana. Camus ya hablaba de lo difícil que es comunicar
algo; más allá de informar la comunicación tiene en cuenta al receptor. Al otro
no le interesa lo que le estas diciendo que para ti igual es lo más importante
que has pensado sentido en años. Cuando nos leen nos da la sensación de que no
estamos tan solos. Echenique decía que
uno escribe para que le quieran un poco más. En la película Tierras de penumbra el escritor conoce
a una mujer fan y a su hijo y dice la gran frase; Escribo para que me amen. Uno
escribe o da sus pensamientos para que le quieran un poco más, para no sentirse
tan solo como siempre esta. La literatura es un antídoto para salir de la soledad
impuesta y buscar la soledad acompañada, la habitación propia. Escribir es un
acto de soledad. Se han hecho experimentos de escritura comunitaria y han
fracasado.
El fondo es tu verdad y la forma
es la mentira que empleas para comunicar ese fondo. Escribes para ti y te desnudas
con el alter ego de un personaje y estás lanzando tu propia verdad. (busquemos
juntos la Verdad, decía Machado) La
forma y le lenguaje es lo que viste a la literatura, lo que le pone la máscara.
El escritor se disfraza de imágenes y metáforas para desnudarse así mismo, con
cuidado de no caer en la pornografía. La pornografía es esa literatura de desahogo
en la que sueltas toda tu “mierda”, tu dolor, tu sufrimiento. Cualquier lector
rechaza ese torbellino de sentimentalidad o esa descarga de problemas traumas. Hay
que vestirlo con la forma de manera que no aborde al lector y le desborde. Tratar
al que te lee con empatía, ponerse en su lugar. La forma sirve para engancharte
al lenguaje. Toda literatura tiene un fondo, que es la filosofía del propio
autor, pero ha de buscar la complicidad con el lector. Que el lector viva y sienta
y piense lo que tu has vivido sentido y pensado y esto se consigue con imágenes,
haciendo una literatura de la experiencia, de la sensación, que entre por lo físico,
por lo sensorial, y por lo sentimental, no solo por lo racional o intercambio
de ideas.
Los clásicos entusiasman porque
el lector se identifica con el personaje y con el escritor. Es una mentira, una
ficción, un juego de espejos y de mascaras la literatura, pero como un buen
mago el escritor saca de su chistera conejos y pañuelos y el lector se cree el
truco de magia. La literatura es ese espejo que deforma la realidad en el callejón del Gato de la novela Luces de
Bohemia; hace al quijote más delgado y famélico de lo que es y a Sancho más
gordo y pancho de como es en realidad. Siempre deforma la realidad (la exterior
y la interior) La literatura miente, vuelve la realidad esperpento, pero el
lector se la cree olvidando que es un espejo, una copia del mundo real, una
sombra venida del mundo de las ideas de Platón.
La literatura copia la vida hasta el punto de que el arte supera la realidad (como
decía Oscar Wilde) Es una copia, un
reflejo, una imitación, una mimesis (Aristóteles)
pero si esta bien contada la tomamos por real. Hasta el punto de que olvidamos
el referente (la realidad) y nos quedamos con su molde.
La buena literatura es aquella en
la que el lector olvida que es un sueño y una ficción y cree que es realidad. Muchas
veces el lector se identifica con el narrador o se cree a los personajes, o se
imbuye en la historia. Se identifica con las pasiones del libro porque en el
fondo las personas nos parecemos mucho en lo que sentimos, en lo que pensamos. La
parte humana es la misma en el quijote que en la conjura de los necios. A veces incluso el propio escritor se cree
su personaje, como ese actor que se caracteriza en su personaje y olvida quien
es. Flaubert decía; Madame Bovary soy yo. Madame
Bovary y Don Alonso Quijano somos todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario